Cuaderno de bitácora (4)

El plan urdido por la mente del Capitán Clayton comienza a fraguarse... ¿Conseguirá su objetivo?

Los días siguientes los pasé pergeñando un plan que me permitiese escapar y jugar mi última baza, que no era otra que intentar salir de aquella ratonera que eran las instalaciones en las que me encontraba recluido e intentar llegar al Rover. Sabía que éste contaba con una antena emisora de potencia graduable que, con los ajustes adecuados, podría permitirme emitir una señal que fuese captada por alguna sonda o nave y ser retransmitida a la Tierra. No sería fácil, era totalmente consciente de ello, pero sabía que debía intentarlo. Para ello me dediqué a estudiar las rutinas de mis captoras, cuando se relevaban, etc. También, en los momentos en que me desataban de la camilla para que me ejercitase o pasease sujeto de la cadena, me dediqué a intentar memorizar la ubicación de los pasillos que atravesaba, dibujando un plano mental para lograr mi objetivo.

Finalmente, llegó el día en el que decidí jugarme el todo por el todo y llevar a cabo mi plan.

No me costó trabajo tensar y doblar imperceptiblemente mis muñecas cuando la chica que me vigilaba ese día me volvió a atar a la camilla, tras ejercitarme un poco en la cinta a la que me enganchaban para que trotase un poco. Cuando la chica se dio la vuelta y dedicó su atención a los monitores, tras esperar un poco aflojé la tensión de mis muñecas y, no sin un pequeño esfuerzo, pude deslizar mis manos a través de ellas. Los tobillos era otra cosa, ya que debía encontrar el resorte que los soltaba, pero finalmente lo encontré y pude liberarme. La chica seguía tan aparentemente absorta en lo que miraba sin prestarme atención que no me fue difícil coger una de las varas eléctricas que había en la sala y propinarle una descarga que la hizo caer al suelo inconsciente. Tras comprobar que tenía pulso decidí quitarle la bata que llevaba y ponérmela para cubrirme, ya que no era plan de correr desnudo por el mundo. Un detalle que me pasó desapercibido en ese momento fue que la bata se ceñía a mi cuerpo, sobre todo en mis caderas y mi culo, aunque parecía aflojarse en mi cintura, aunque no le di demasiada importancia, ya que la mujer era un poco más delgada que yo. Me causó un cierto morbo comprobar que esa chica mostraba genitales de ambos sexos, con un pene en reposo de medianas dimensiones que surgía de lo que debería ser su clítoris entre los hinchados labios de su precioso coñito. Tentado estuve de olvidarme de lo que quería hacer y dedicarme a darle placer a aquella preciosidad de cabello castaño. Pensé, un tanto extrañado por el pensamiento que cruzó mi mente, que sería fácil agacharme entre sus piernas entreabiertas y meterme su apetecible miembro en la boca hasta que se derramase en mí, quizá incluso más que levantar sus piernas hasta mis hombros y penetrarla hasta llenarle su húmedo coñito o su culo. Recordé todas las veces en las que había sido penetrado, violado más bien, y pensé que por una vez estaría bien ser el activo y llevar la voz cantante, pero casi inmediatamente pude sobreponerme a duras penas a aquella excitante visión y cogí la tarjeta que colgaba de su cuello para abandonar la sala.

Recorrí los pasillos de aquel laberinto, intentando recordar el recorrido que había hecho varias veces con Miss Tania tirando de mí, escondiéndome en algún recoveco cuando escuchaba pasos o voces que se acercaban. “Está siendo menos complicado de lo que creía”, pensé para mis adentros mientras pasaba por la sala de las cristaleras, en el interior de la cual continuaban el festín sexual al que estaban entregad@s sus ocupantes, ignorantes totalmente de lo que sucedía fuera de aquellas paredes, mientras mi polla ya se mostraba en todo su esplendor por la excitación que sentía, tanto por la visión de la “enfermera” como por la visión de la desenfrenada orgía. Tal era la amalgama de deseos y pensamientos que bullían en mi cabeza que incluso deseé durante un instante estar inmerso en ella, aunque en ese momento lo prioritario era abandonar mi encierro y llegar hasta el Rover. No podría volver a volar, eso lo tenía claro pero, al menos, podría enviar el mensaje.

No sin cierta dificultad, por lo intrincado de aquel laberinto de pasillos, logré alcanzar la compuerta exterior y, cautelosamente, salí al exterior. Respirar el aire libre fue como si hubiese caminado durante días por el desierto y necesitase beber, aunque casi inmediatamente fui consciente de que tenía que alejarme de allí. Cuando consideré que estaba a una distancia relativamente segura volví la cabeza, dándome cuenta de porqué no había podido darme cuenta de que aquella instalación se encontraba allí, tal era el grado de enmascaramiento con el paisaje que presentaba, camuflada a la perfección con las paredes de roca. No obstante debía seguir caminando y poner cuanta distancia pudiera antes de que se diesen cuenta de mi ausencia. ¡¡¡Ignorante de mí!!! En ese momento no podía imaginar que todos mis movimientos habían sido previstos para darme la ilusoria sensación de libertad que sentía.

Por fin, después de mucho caminar, logré llegar hasta el pequeño vehículo, encontrándolo aparentemente tal y como lo había dejado cuando me capturaron, aunque había un pequeño problema, ya que debido al tiempo que había estado inactivo era necesario reiniciar los sistemas para que funcionasen correctamente. Eso no me llevaría demasiado tiempo, calculé que una hora como mucho, así que me puse manos a la obra para hacerlo cuanto antes. Andaba tan ensimismado observando como lentamente cambiaba de color la barra de progreso mientras repasaba mentalmente lo que iba a grabar en el mensaje que no me di cuenta de nada hasta que fue demasiado tarde y escuché una voz conocida a mi espalda, una voz que hizo que se me erizase el cabello y un escalofrío recorriese mi cuerpo. Era Miss Tania, aunque ataviada de tal manera que parecía una guerrera, con una especie de uniforme negro, un peto plateado a modo de coraza y un cinturón del mismo material del cual colgaba lo que sin duda era una pistola, mientras que terciada a su espalda portaba una espada de enormes dimensiones. Su largo cabello ondeaba al viento, salvaje, mientras que sus labios esbozaban una siniestra sonrisa y sus ojos brillaban, lo que aparentemente no me hizo presagiar nada bueno para mí.

  • Vaya, vaya… Así que estás aquí, perra… – Silencio por mi parte – Has logrado escapar…

De nuevo silencio por mi parte, aunque casi inmediatamente volvió a hablar…

  • ¿Creías que ibas que no lo había previsto, que ibas a conseguir llegar muy lejos…? Sabía que lo harías, que aprovecharías la más mínima ocasión, así que decidí dejarte hacerlo. Considérate afortunado, ya que por suerte a Trixie no le ha pasado nada. Si hubiese sufrido algún daño ya estarías muerto. En fin… Había confiado en ti, pero ya veo que no eres digno de ello… – se volvió hacia dos de las mujeres que se encontraban detrás de ella – Cogedlo y, por favor, quitad ese trasto de mi vista. Mejor todavía… – de nuevo me miró – Voladlo y que no queden restos…

Cuando las mujeres se adelantaron para cogerme intenté defenderme, oponer resistencia mientras intentaban reducirme y poder pulsar el botón que enviaría una señal de alarma. En ese momento volví a escuchar el mismo zumbido que había escuchado la primera vez y caí al suelo, sumiéndome en la oscuridad mientras sentía como me agarraban de los brazos y me arrastraban, escuchando a la vez una explosión que me indicaba que habían destruido el Rover…


Desperté de mi inconsciencia e intenté abrir los ojos, aunque de nuevo me deslumbraron las luces de la sala. Era similar a la anterior, aunque muchos de los aparatos que vi en ella eran diferentes, entre ellos una cápsula en posición vertical, similar a las utilizadas para el criosueño. Sin embargo, al intentar moverme, comprobé que de nuevo estaba totalmente desnudo de nuevo, sujeto a una camilla. Ante mí se encontraban multitud de mujeres, destacando entre ellas Miss Tania quien, cuando comprobó que me había despertado totalmente, se giró hacia una de sus ayudantes, adelantándose ésta con algo similar a una tableta electrónica en sus manos. Cuando empezó a leer lo que le mostraba aquella pantalla su voz sonó monótona, sin inflexiones, como si fuese algo que hiciese a menudo.

  • Reunido el Alto Consejo se procede a juzgar al terrestre Capitán Robert W. Clayton, de las Fuerzas Terrestres de Defensa, acusado de los delitos de agresión con intención de matar, evasión y alta traición, todo ello con objeto de intentar comunicarse con sus superiores, lo que supone una amenaza para nuestra raza. Tiene la palabra la acusación…

Una mujer se adelantó e hizo una leve reverencia ante Miss Tania, solicitando su aprobación. Cuando la obtuvo empezó a hablar.

  • Gracias, Señorías. Queremos exponer el criminal comportamiento por parte del Capitán Clayton. Impelido por un instinto asesino golpeó a la oficial Trixie, evidentemente con la intención de causarle un grave daño físico. Una vez cometido este acto, y no contento con ello, intentó escapar de nuestros muros, todo ello para llegar hasta su vehículo y contactar con los suyos en un acto de la más deleznable traición, ya que su propósito era enviar un mensaje para que, evidentemente, viniesen más de los suyos en una expedición punitiva contra nosotras. Esto lo demuestran los holográficos de su cerebro, lo que queremos aportar como prueba principal de la acusación. Asimismo, solicitamos un ejemplar castigo para él, ya que su actitud ha sido en todo momento hacia nuestra raza.

  • ¿Es todo…? – Dijo Miss Tania - Si es así tiene la palabra la acusación…

Al decir esta última frase un hombre se adelantó de las personas que se encontraban en uno de los laterales de la sala, aunque llamarle hombre quizá fuese demasiado pretencioso, tal era el afeminado comportamiento que mostraba. En otra ocasión tal vez me hubiese reído de sus amanerados gestos y su forma de hablar, aunque en ese momento tan sólo pude mirarle con angustia, casi suplicándole con la mirada, ya que mi boca se encontraba tapada con una especie de bozal una especia de cánula que se introducía hasta mi garganta.

  • Gracias, Señoría. Quiero exponer ante el Alto Consejo que mi defendido no actuó de mala fe, sino tan sólo impelido por ese irrefrenable sentimiento humano que es intentar evadirse. En su loco deseo agredió a la oficial Trixie, aunque sin intención de matarla, sino únicamente para apoderarse de su tarjeta y escapar. Su evidente comportamiento, infantil y un tanto alocado, demuestra que desconoce nuestra civilización y cultura, pero quizá si se le reeduca adecuadamente pueda integrarse sin problema en nuestra sociedad. Por ello, solicitamos para el Capitán Clayton que sea absuelto, aunque deberá asistir a terapia…

En ese momento, cuando el hombre que parecía representar el papel de abogado defensor en aquel simulacro de juicio terminó de hablar, de nuevo fue el turno de Miss Tania…

  • ¿Es todo…? – Ante el gesto de asentimiento del hombre volvió a hablar – Bien… Una vez oídas todas las partes quizá el acusado tenga algo que decir… ¿Es así, perro? – esto lo dijo mientras una de sus ayudantes se adelantaba y me libraba de mi mordaza. Casi entre sollozos pude hablar, mientras las lágrimas estaban a punto de correr por mis mejillas.

  • Yo... yo… P-por favor, Miss Tania, suélteme, se lo suplico. No quise causar daño a la oficial Trixie, tan sólo quería escapar de aquí…

  • ¿Para qué, perro? ¿Querías contactar con los tuyos?

  • Yo no… sí… Pero no para lo que se imagina…

  • ¿Entonces…?

  • Sólo quería escaparme, irme de aquí y que me dejasen en paz...

  • ¿Y dónde pensabas ir…?

  • No lo sé… No tengo nave ya, así que no puedo escapar, han destruido mi vehículo, así que no puedo comunicarme con nadie. Sólo quería irme lo más lejos posible, quizá buscar un lugar para vivir tranquilo……

  • ¿Y rechazar mi amistad, perro, mi aprecio por ti?

  • Y-yo n-no, Miss Tania…

Hizo una pausa mientras me miraba fijamente, de una manera tan intensa que hizo que tan sólo pudiese bajar la cabeza incapaz de aguantar su mirada, hasta que de nuevo volvió a hablar.

  • Te voy a hacer una pregunta, perro, y quiero que seas sincero…

  • Lo que usted quiera, Miss Tania…

  • ¿Sientes algo por mí?

  • No la entiendo, Miss…

  • Quiero decir si provoco algo en ti…

En ese momento sentí que por fin mi voluntad se doblegaba, como en el fondo de mi mente sabía que ella deseaba. Sin duda, tanto tiempo de cautiverio había hecho mella en mí, a lo que había que añadir las veces que había sido sometido, y de mis labios surgieron las palabras que ella quería oír.

  • Yo… La admiro, Miss Tania…

  • ¿Hablas en serio, perro?

  • Sí, Miss… Desde la primera vez que la vi.

  • ¿Me deseas?

  • Con locura, Miss.

  • Y, dime… ¿Harás lo que yo te diga, lo que quiera que hagas?

  • Todo, Miss.

  • Bien… Eso precisamente es lo que quería oír… – En ese momento su mano acaricio mi cabeza mientras me sonreía complacida, hasta que se volvió hacia las otras mujeres y, esta vez, su voz sonó más autoritaria – Podéis retiraros a deliberar, en una hora volveremos a encontrarnos aquí. Dejemos sólo al perro para que pueda pensar.

Poco a poco, obedeciendo su orden, la sala empezó a quedarse vacía, siendo ella la última que la abandonó. Durante el tiempo que permanecí a solas pensé en todo lo ocurrido, en mi llegada al planeta, en mi primer encuentro con ella, pero por primera vez me sentí relajado, tranquilo, en paz conmigo mismo. Aquel momento se me hizo demasiado largo, como si fuese a durar eternamente, hasta que la puerta se abrió y volvieron a entrar. Miss Tania quedó frente a mí, como si esperase a que alguien hablase, momento en el que la ayudante que un rato antes había leído los cargos contra mí se adelantó hasta quedar a su altura, como esperando permiso para hablar, hasta que Miss Tania hizo un gesto afirmativo.

  • ¿Tenemos el veredicto?

  • Sí, Miss Tania.

  • Bien. Proceded entonces…

  • Con su permiso, Miss… – hizo una pausa y empezó a hablar, alternando su mirada entre Miss Tania y yo – Reunido el jurado del juicio contra el Capitán Robert W. Clayton y una vez examinados los cargos de los que se le acusa, este jurado acuerda que si bien la gravedad de los hechos sucedidos pudiera ser causa suficiente para ser castigados con la pena que nuestra ley impone para ese tipo de hechos, es decir, la pena capital, se tiene en cuenta el arrepentimiento mostrado por el acusado quien, asimismo, reconoce que actuó de forma irresponsable. Por todo ello, este jurado acuerda que el acusado debe ser declarado no culpable, por lo que no le será aplicada la pena citada aunque, no obstante, deberá ser sometido a reeducación para su plena integración en nuestra sociedad.

  • ¿Es todo…?

  • Sí, Miss…

  • ¿La acusación o la defensa tienen algo que exponer u objetar?

  • Nada absolutamente, Miss Tania...

  • Bien… En ese caso se acepta lo decidido por el jurado. Vosotras… – dijo volviéndose hacia las dos chicas que se encontraban a los lados de la camilla – Podéis soltar al acusado…

Las dos mujeres obedecieron su orden y soltaron las abrazaderas que me tenían sujeto, quedándome un instante masajeándome tanto las agarrotadas muñecas como los tobillos para desentumecerme después del largo período que había permanecido sujeto. Podía sentir las miradas fijas en mí, el silencio que reinaba en la sala, hasta que Miss Tania volvió a hablar, diciendo las palabras que sellaron mi destino.

  • Bien, perro, ya sabes lo que tienes que hacer… – dijo afirmativamente cuando mis ojos se fijaron en la cápsula y, de nuevo, en ella.

Caminé lentamente hacia la cápsula, hasta que me introduje en ella. En ese momento dos chicas procedieron a colocarme una mascarilla que tapaba mi boca y nariz, de nuevo con una sonda en mi garganta, y una especie de mecanismo succionador en mi pene como el que ya había tenido puesto antes, sujetando después mis brazos con unas abrazaderas. Cuando se aseguraron de que todo estaba bien colocado la cápsula se cerró, sintiendo unos leves pinchazos en mis brazos. Mientras la cápsula empezaba a llenarse de un líquido azulado sentí que todo empezaba a volverse borroso ante mis ojos, mientras escuchaba las últimas palabras de Miss Tania.

  • Vas a ser una perra preciosa, cielo…

Todo a mí alrededor se volvió negro, quedando sumido en la oscuridad mientras perdía el conocimiento.