Cuaderno de bitácora (3)
Poco a poco prosigue el sometimiento de nuestro protagonista a su hermosa captora, Tania, aunque esta le desvelará un maquiavélico plan que hará que la confianza entre ambos se tambalee...
No sé durante cuánto tiempo dormí, pero recuerdo que cuando abrí los ojos, sintiendo entre mis nalgas el semen seco que había salido de mi culo, ella estaba sentada en su trono, mirándome, totalmente desnuda. Sin saber por qué me levanté y me dirigí a cuatro patas hacia ella, quedando entre sus piernas, hasta que deshizo la postura y con una suave palmada en su muslo me indicó sin palabras que si quería podía apoyar mi cabeza en él, con su hermosa polla a pocos centímetros de mi cara, así que no pude evitar besarla suavemente de vez en cuando mientras acariciaba mi cabeza y volvía a hablarme.
¿Lo has pasado bien, cielo?
Sí, Miss…
¿Disfrutaste?
Mucho, Miss, me ha encantado.
¿Te gustaría repetirlo?
Cuando usted desee, Miss… – mi voluntad ya había sido doblegada y tan sólo deseaba volver a sentir su polla follándome.
Con tranquilidad, cielo, con tranquilidad. Ya lo repetiremos.
Será un placer, Miss.
Ya lo creo… – Hizo una breve pausa y continuó – Pero ahora debes estar haciéndote muchas preguntas, ¿no?
¿Preguntas, Miss?
Sí, sobre lo que ha pasado, quiénes somos nosotras, etc., ¿o me equivoco?
La verdad es que sí, Miss.
Bien… Como has sido un complaciente perro satisfaré tu curiosidad. Verás, mi nombre es Tania, Miss Tania para ti, y….
Sin dejar de acariciarme empezó a hablar para contarme su historia, una historia que en otras circunstancias me hubiese parecido increíble pero que en aquellos momentos me hizo comprender muchas cosas. Pertenecía a una antiquísima raza alienígena, procedente de un planeta ya extinto, que durante milenios había estado vigilando el espacio y la evolución de diferentes especies dominantes en diversos planetas, centrándose especialmente en el nuestro. Cuando una serie de fenómenos naturales empezaron a hacer imposible la vida en el suyo optaron por tomar una entidad etérea para poder vagar por el espacio hasta que encontrasen una especie en la que pudiesen volver a encarnarse para intentar colonizar otros mundos, ya que habían visto tanta violencia entre nosotros, aunque fuese ya pasada, que decidieron dejarnos en paz y usarnos como meros contenedores de su esencia. Me contó como poco a poco la mayoría de los miembros de su raza fueron sucumbiendo hasta que sólo quedaron unos centenares dispersos por toda nuestra galaxia, la mayoría de sexo masculino, que continuaron vigilando hasta que, concretamente ella, se encontró sin esperarlo con la Aries, considerando que podía haber encontrado la solución a su problema, aunque en un principio decidió no interferir con su misión.
Durante el tiempo que permaneció vigilándola se sintió desorientada cuando veía unas veces dos hombres, otras dos mujeres, etc., sorprendiéndose especialmente cuando se dio cuenta de que una de las opciones preferidas era la transexualidad, así que pensó que esa sería una de las opciones más comunes entre nosotros. Poco a poco empezó a manipular la mente del comandante Sanders, quien parecía más proclive a la transexualidad, hasta que éste terminó con como la hermosa morena transexual que volvió a la Tierra, mientras que el capitán Ortega, tremendamente sumiso, terminó adoptando el rol de la dócil rubia gracias a la cápsula biomecánica.
Me contó que las misiones siguieron, algo que yo ya sabía, pudiendo notar que en casi todas ellas hacía mella la abstinencia a pesar de las cápsulas, artilugios, etc., de los que disponían, por lo que no fue difícil controlarlas mediante el sexo y el placer, esperando que a su regreso fuesen mensajeras de un nuevo modo de vida. Sin embargo, las cosas cambiaron con la Hades, una nave militar que llegó a las proximidades del planeta en el que nos encontrábamos. La misión, compuesta exclusivamente por descerebrados y belicosos Marines hinchados de esteroides y con la adrenalina chorreando, empezó a mostrarse violenta, llegando incluso a intentar atacarla sin motivo alguno, por lo que decidió que la mejor opción sería destruirla y acabar así con la amenaza, pensando que así enviaba un mensaje inequívoco para que dejásemos de mostrarnos hostiles. En ese momento pensé en que con razón todo lo referente a aquella misión permanecía oculto: alguien debió recibir alguna trasmisión y decidió guardarlo todo bajo el más estricto secreto.
En ese momento noté una vacilación en su voz, como si recordar aquello la entristeciese, aunque de inmediato me siguió contando lo sucedido con las siguientes misiones, utilizadas a su regreso como mensajeras para hacernos entender que nos mantuviésemos lejos de aquel sector, mensajes a los que habíamos hecho caso omiso.
¿Y bien? – me preguntó.
¿Cómo dice, Miss Tania?
Que qué opinas, qué te parece…
Pues… hay muchas cosas que desconocía, otras que no comprendo, pero…
¿Pero qué…?
Pues… que si me ha contado todo eso es porque no piensa dejarme volver, ¿verdad?
Correcto, has acertado.
Entonces, ¿por qué me lo ha contado?
Porque creo que tú eres distinto, que puedo confiar en ti, pero no puedo dejarte ir.
¿Por qué no?
Porque no puedo permitir que avises a tu raza de lo que ocurrirá si vuelven a mandar aquí una sola nave más.
¿Qué ocurrirá?
Muy sencillo. Has visto los grabados, ¿verdad?
Sí
Y no sabes qué son o quién los hizo…
La verdad es que no.
Es una antigua raza que habitaba este planeta, aunque ahora mismo quedan pocos. El caso es que están muy hartos de vosotros, tal vez incluso más que yo, y están esperando el momento para capturar una nave y enviaros un “regalo” de vuelta.
¿Qué regalo? ¿A qué se refiere?
Son una raza enferma, están en las últimas, aunque su mente es fuerte. Hasta ahora he podido controlarlos, pero basta un gesto para que se apoderen de una nave, metan en ella un par de individuos enfermos y la envíen de regreso. Esos individuos morirán durante el regreso, así que los tuyos deberían entender el mensaje y no enviar a nadie más, pero si no lo hacen…
¿Si no lo hacen qué?
Hizo una pausa antes de seguir hablando, mirándome con seriedad.
- La nave estallará en vuestra atmósfera y esparcirá un virus letal que acabará con toda la vida humana…
Sentí un estremecimiento antes de poder contestarle.
¿Y qué pinto yo en todo esto?
Te quedarás aquí conmigo, espero que voluntariamente. Si lo haces me encargaré de que esa amenaza acabe para siempre…
¿Y si digo que no? – pregunté comprendiendo lo que quería decir.
Aflojaré la presión y les permitiré lo que desean hacer hace mucho…
Pe-pero… ¡Eso es cruel!
No, no es crueldad… Es supervivencia…
Pero… elija lo que elija pierde alguien…
¿Y qué eliges? ¿Qué perdure una raza como la tuya que aún tiene opciones o que sobreviva una especie enferma y casi extinguida?
¡No puedo hacer eso! ¡No puedo ser responsable de eso!
Podrás vivir con ello, créeme…
¡¡¡NO, NO LO HARÉ!!!
No me grites. Piénsalo, por favor…
No tengo que pensar nada, ya lo tengo decidido…
Por favor…
¡¡¡He dicho que no!!! – Le contesté a la vez que me levantaba de entre sus piernas – Huiré de aquí, me escaparé, avisaré a la Tierra… pero para que vengan a destruirte, a ti y a tus putas. Eres una amenaza.
Te pido que lo pienses y aceptes mi propuesta, que lo hagas por las buenas. Si no lo haces…
Si no lo hago, ¿qué?
Me encargaré de que aceptes por las malas.
¡¡¡MALDITA PUTA!!!
Mientras le gritaba me abalancé sobre ella, llegando a golpearla y haciéndola retroceder ante mi embestida. Alargué mis brazos para intentar cogerla por el cuello, pero mi esfuerzo fue inútil. Lo último que recuerdo es una tremenda descarga eléctrica que partió del collar y me hizo caer al suelo, sacudiéndome, aunque a duras penas seguí insultando a aquel monstruo e intentando golpearla con patadas a ciegas, lo que hizo que una nueva descarga me sacudiese. Fue un terrible castigo hasta que me desmayé, siendo “Lo entenderás, perra, y ya lo creo que aceptarás”, fueron las últimas palabras que escuché…
Ni que decir tiene que por mi actitud hacia Miss Tania cuando me reveló sus planes los días siguientes fueron para mí un auténtico calvario sexual, enganchado a aquella camilla con sus diabólicos vibradores que se introducían sin misericordia en mi culo o el succionador sujeto a mi polla, ordeñándome sin cesar orgasmo tras orgasmo hasta dejarme totalmente exhausto.. De vez en cuando, por lo general un par de veces al día, me desataban de la camilla y me daban algo de comer, lo que tenía que hacer a cuatro patas en un cuenco depositado en el suelo, como si fuese un perro de verdad, y siempre bajo la vigilancia de dos o tres de aquellas mujeres. No tenían que preocuparse por mí, ya que había aprendido que era mejor que mantuviese una actitud sumisa, gracias en parte a las descargas eléctricas del collar cuando hacía algo mal, las desobedecía o mostraba algún signo de rebeldía.
También, con el aparente consentimiento de mis captoras, aprovechaba aquellos breves instantes para hacer un poco de ejercicio para desentumecer mis músculos, agarrotados por los largos períodos de inactividad. Eso parecía complacerles, que intentase mantenerme un poco en forma, por lo que decidieron que a partir de ese momento me ejercitase en unas máquinas similares a las que habría en cualquiera de nuestros gimnasios, lo que por otra parte me hacía tener la mente distraída. Así fueron pasando los días, sin tener consciencia de cuántos, sin que Miss Tania apareciese por la sala en la que me hallaba recluido hasta que volvió a hacerlo.
Estaba radiante, como siempre, ataviada con aquel impactante mono negro que tan bien marcaba sus curvas. Esta vez, sin embargo, al fijar sus ojos en los míos mientras daba vueltas a mi alrededor algo me dijo que no sería un encuentro como los anteriores. Tan intensa era su mirada que tuve que bajar la cabeza, sin atreverme a mirarla, hasta que la escuché hablar.
Buenos días.
Buenos días, Miss Tania. – Contestó una de las chicas que se encontraban en la sala.
¿Cómo se encuentra nuestro perro esta mañana?
Bien, Miss, como puede comprobar.
Sí, ya lo veo. Parece que el ejercicio y la dieta le están sentando bien...
Si me permite decirlo, Miss, la verdad es que sí.
Jajaja… Estáis haciendo un buen trabajo, chicas. Ahora, dejadnos a solas, tenemos que hablar…
Como usted ordene… – dijeron las dos chicas retirándose.
Cuando ambas salieron se detuvo frente a mí para a continuación extender su brazo y cogerme por el mentón para que la mirase.
Bien, perro, ¿cómo te encuentras?
Bi-bien, Miss, gracias.
¿Estás bien?
Sí, Miss.
Bien, dime… ¿has pensado en mi propuesta?
Bastante, Miss…
¿Y qué has decidido?
No voy a entrar en tu juego, maldita psicópata. – La tuteé sin pensármelo dos veces aunque, para mi extrañeza, esta vez no hubo descargas ni castigo de ninguna clase – Tú misma lo dijiste: elija lo que elija una raza será exterminada, y no pienso ser cómplice de un genocidio…
¿Ni siquiera cuando lo que está en juego es el futuro de tu raza?
Jajaja… – me reí a carcajadas – Esta vez no te vas a salir con la tuya, estamos preparados. A mis superiores les extrañará que lleve incomunicado tanto tiempo y, si sigo sin dar señales de vida, está prevista una misión militar de rescate… – Esto último era un farol, la verdad, pero aún así pareció no surtir el efecto deseado.
JAJAJAJAJA – se rió ella esta vez – ¿Van a enviar soldaditos a ajustarme las cuentas?
Lo más probable es que sí.
Bah – dijo con desdén –, eso no será problema. Será tan fácil dominarlos como con aquella otra que enviasteis hace tiempo… – dijo, refiriéndose sin duda a la Ítaca – Creo que voy a disfrutar mucho si deciden hacer algo así...
No cantes victoria antes de tiempo, zorra ignorante…
¡¡¡NO!!! – Gritó, y esta vez una sonora bofetada cruzó mi cara – Si hay algún ignorante eres tú. Creo que ya va siendo hora de que veas algunas cosas…
Estas últimas palabras las dijo antes de enganchar la correa a mi cuello y desatarme de la camilla para que la siguiese por largos e iluminados pasillos, aunque esta vez me permitió caminar con normalidad, erecto, un par de metros tras ella. Atravesamos diversas puertas hasta que llegamos a una especie de inmenso hangar en el que se veía una actividad inusitada, como si estuviesen ultimando desconocidos preparativos. En uno de sus extremos, bajo una serie de grúas de pontón y otras máquinas, se encontraba la Hermes, aunque en un estado tan deplorable que hacía imposible que volviese a volar. La habían desguazado, como si buscasen algo en su interior, encontrándose los motores sobre unas plataformas con ruedas para su traslado.
La cabina se encontraba desgajada del resto del fuselaje, mientras un grupo de “técnicas” parecían interesadas en sus sistemas de control, comunicaciones, navegación, etc… Lo que me llamó la atención era la grúa que estaba trasladando la cápsula biomecánica a través de una compuerta hasta una sala anexa en la que, cuando entramos en ella, pude ver varias hileras de cápsulas similares. Sin duda habían logrado copiar nuestra tecnología, aunque pensé que también podrían haberlas conseguido intactas de algunas de nuestras naves y las estaban utilizando para sus propios fines como pude comprobar cuando fijé mi mirada en algunas de ellas.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo cuando observé que lo que contenían eran los cuerpos inertes de tripulantes de esas naves supuestamente desaparecidas mientras Miss Tania parecía especialmente complacida en explicarme lo que veía. Pilotos, técnicos, militares, etc., parecían suspendidos en una especie de líquido azulado, mientras que mecanismos similares a los de la camilla se encontraban adheridos a sus cuerpos. Unas mascarillas cubrían sus rostros para proporcionarles oxígeno, mientras que unos largos tentáculos, rematados sin duda en vibradores o dildos como los que había sentido dentro de mí, se encontraban insertados en sus culos. Conforme avanzábamos también podía ver como se encontraban en diversos estadios de transición. Todos se encontraban perfectamente depilados, con como mucho pequeños mechones en sus pubis, mostrando desde incipientes pechos adolescentes hasta preciosas y enormes tetas como las de Miss Tania o las de sus acólitas. También me fijé en que en los estados más avanzados mostraban preciosos coños o mantenían sus pollas, aunque de un tamaño superior al normal. Según me explicó Miss era algo totalmente aleatorio, sin importar la tendencia sexual previa del sujeto, aunque en algunos casos la elección había sido totalmente premeditada, especialmente si se trataba de jefes, etc., a los que hubiese sido más difícil dominar.
Tirando de mi cadena me obligó a seguirla hasta otra sala contigua con enormes cristaleras en sus paredes, como si se tratase de una especie de palcos u observatorios, a través de las que se podían ver salas con camas en su interior. La excitación hizo que mi polla diese señales de vida y mostrase una incipiente erección cuando vi las escenas de sexo que tenían lugar en aquellas habitaciones: En una sala, un grupo de chicas se encontraba sumido en una apasionada orgía lésbica, lamiéndose sus coños o follándose con sus dedos mientras se besaban tórridamente, con sus cuerpos perlados de sudor y sus bocas abiertas en lo que parecían gemidos de placer; en otra, otras chicas mamaban las pollas de espectaculares diosas transexuales, mientras que otras eran folladas en dobles o triples penetraciones por sus coños, culos y bocas hasta que se corrían sobre ellas y llenaban sus cuerpos de semen que otras lamían con deseo.
En otra, sin embargo, lo que se veía era un grupo de “hombres”, aunque dudo que se les pudiese llamar así a algunos de ellos dado su grado de afeminamiento, que se mamaban las pollas o se enculaban mutuamente unos a otros. Un detalle que me llamó especialmente la atención fue que algunos hombres que hasta el momento habían mostrado un comportamiento totalmente heterosexual y follaban desaforadamente con algunas chicas, cuando estas habían recibido su semen en sus orificios naturales o sobre sus cuerpos y se marchaban, no dudaban en abalanzarse sobre las pollas de sus compañeros e, incluso, mostrarse totalmente pasivos. Ante mi extrañeza, Miss Tania me explicó que las chicas estaban inoculadas por una especie de virus que se trasmitía a través de sus fluidos y modificaba la tendencia sexual del macho que se las estuviese follando en esos momentos, convirtiendo a verdaderos sementales en apasionados devoradores de pollas que parecían complacidos cuando se postraban a cuatro patas para separar sus nalgas con sus manos y ofrecer sus culos a otros hombres o transexuales para que se los follasen hasta la extenuación.
¿Y bien, perro? ¿Qué opinas de lo que ves?
Eres un monstruo, Tania. No sé lo que tienes planeado, aparte de lo que me has explicado, pero eso que estás haciendo es algo realmente cruel…
¿Cruel dices? ¿Lo crees de verdad? Mira toda esa gente, complacida de haber olvidado sus problemas… ¿No te parece eso mucho mejor que andar peleando entre vosotros?
Hay formas mucho mejores de solucionar los problemas que convertir a la gente en marionetas sin alma, sin pasado…
¿Y no lo he intentado acaso? ¿No os he enviado pruebas para que desistieseis de vuestra actitud y no os metieseis conmigo?
Pero no has negociado, no te has mostrado y explicado que no querías que te molestásemos…
¿Crees de verdad que hubiese servido de algo?
Pues… la verdad es que no lo sé, pero al menos hubieses mostrado, digamos, buena fe… Esto es y será una agresión en toda regla…
Ya lo veremos… En todo caso, depende sólo de ti…
Y tanto… Pienso escapar de aquí, supongo que eso lo tienes claro, y avisaré para que recibas el castigo que mereces.
Lo sé, y sólo te diré una cosa: Inténtalo… Si puedes, claro, pero si no lo consigues atente a las consecuencias, tú y los tuyos…
Intenté contestarle, pero un tirón me hizo desistir y seguirla de vuelta a la sala de la camilla, a la que volvió a atarme tras ofrecerme un cuenco de comida que rechacé. Cuando salió de la sala me deseó que descansase y que durmiese bien, aunque esa noche no pegué ojo pensando en cómo iba a salir de la situación en la que estaba metido. Estaba dispuesto a escapar y avisar para que le ajustasen las cuentas a aquel bello monstruo que era mi captora.