Cuaderno de bitácora (2)

Continúan las andanzas del Capitán Clayton por el planeta LS-4568, aunque tendrá un encuentro imprevisto que cambiará muchas cosas de su realidad y en su forma de pensar...

El sonido de la alarma me despertó a la mañana siguiente, pudiendo ver por las ventanas de la Hermes como empezaba a amanecer y unas pequeñas nubes se dibujaban en el horizonte. Durante la noche había tenido extraños sueños aunque cuando desperté no los recordaba, así que achaqué a algún fenómeno fisiológico inconsciente mi imponente erección matutina, ya que se redujo ostensiblemente cuando hice mis necesidades en el retrete químico de a bordo. Rebusqué en el compartimento en el que se hallaban las raciones de supervivencia y me decidí por un pequeño paquete en cuya etiqueta podía leerse “FUERZAS TERRESTRES DE DEFENSA – RACIÓN DE COMBATE – DESAYUNO CLASE A” por lo que, se supone, debía ser algo parecido a un café con leche y una tostada o algo similar, ya que por su textura en forma de pasta era imposible hallar cualquier parecido con lo que conocía como tal. Cuando terminé me puse el uniforme y descendí por la rampa para revisar el perímetro y comprobar que no había habido ninguna incidencia durante la noche.

Todo parecía normal, con las balizas perimetrales en su sitio, así que me decidí a usar el Rover para extender la zona a explorar y poder alejarme más allá de la zona que había recorrido a pie el día anterior. Gracias a los paneles solares encargados de recargar sus motores eléctricos no tenía problema con la autonomía, debiendo preocuparme únicamente de desconectarlo durante la noche para que no se descargasen las baterías si necesitaba emprender la marcha en caso de cualquier eventualidad. Tras coger mi mochila y mis armas emprendí la marcha, sobrepasando el río cerca del cual había acampado el día anterior y me adentré en la llanura que se extendía en la otra orilla hasta unas montañas que podía divisar en la lejanía. Esta vez, pasadas unas horas, la suerte pareció sonreírme cuando pude ver en la hierba huellas de lo que me pareció algún tipo de herbívoro, así que mi posible necesidad de alimento parecía solventada. Ya había resuelto una duda, así que tan sólo me quedaba averiguar si esa especie (u otras) tenían depredadores por encima de ella.

Sería tedioso contar cada detalle de mi exploración ese día y los sucesivos, yendo y viniendo a la nave para descansar por la noche hasta que empecé a atreverme a acampar más lejos, o de cómo al atardecer del cuarto día encontré a los responsables de haber dejado aquellas huellas, unos herbívoros de un tamaño similar al de un jabalí de buen tamaño de los cuales pude matar uno sin hacer demasiado ruido, gracias al silenciador del rifle, que me encargué de desollar y despiezar cargando los paquetes resultantes en el cajón trasero del Rover ya que, como he dicho, no quería agotar mis reservas. Cuando acampé esa noche noté que se había levantado algo de viento, lo que podía presagiar un cambio de tiempo, así que comprobé los anclajes de la tienda y me dispuse a intentar descansar aunque, la verdad, me costó.

Esa noche volví a soñar aunque, a diferencia de la primera noche, cuando me desperté a la mañana siguiente pude recordarlos. Entre la bruma de la somnolencia podía recordar vívidas imágenes sexuales como si se tratase de una película, y en ellas podía ver felaciones, penetraciones, etc., mientras una extraña voz monótona y ligeramente andrógina, apenas un susurro, parecía abrirse camino en mi mente, aunque tampoco pude recordar lo que decía. Lo más extraño es que a la mañana siguiente me desperté de nuevo con una dolorosa erección, esta vez completamente desnudo, aunque fue algo a lo que no di demasiada importancia. La temperatura era agradable y, total… ¿Quién iba a verme? No podía sospechar ni remotamente que mis pasos estaban siendo seguidos por unos escrutadores ojos que no perdían detalle de mis movimientos desde que la Hermes aterrizó, pero eso es algo de lo que me daría cuenta más tarde, cuando mis pasos me llevaron a las primeras estribaciones de las montañas que veía alzarse en la lejanía.

Otro detalle que me pasó desapercibido al principio fue el leve dolor que sentía en mi culo, achacándolo a una mala postura durante el sueño, que pude notar cuando intenté hacer mis necesidades. La erección continuaba ahí, imponente y poderosa, mientras que podía notar cierta excitación, así que no dudé demasiado y empecé a masturbarme despacio, con tranquilidad, disfrutando del momento a ver si así lograba que bajase. Acariciaba mi pene lentamente, recorriéndolo con mis dedos que, de vez en cuando, lamía con mi lengua para que mi mano se deslizase mejor. Si hay algo que siempre me ha gustado es una tranquila paja matutina, disfrutar ese pequeño placer para comenzar el día con buen pie, pero esa mañana la sensación era distinta, como si algo me impeliese a hacerlo y mi mano no fuese mía.

De reojo pude ver como de un bolsillo de la mochila asomaba el extremo de un vibrador de los que ya he dicho estaba dotada la nave. Sin darle importancia alargué la mano para cogerlo mientras seguía masturbándome, notando en mis dedos su tacto muy parecido al de un pene real, con lo que imitaban gruesas venas recorriendo su superficie y, sin saber porqué lo acerqué a mi boca y empecé a pasar mi lengua por él para introducírmelo después y chuparlo como si fuese un delicioso helado. Cada vez estaba más excitado y mi mano se deslizaba mejor por mi polla, gracias al precum que salía de mi glande, hasta que mi otra mano pareció cobrar vida propia y acercó el vibrador a mi culo. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando la punta rozó mi ano, momento en el que apreté para empezar a introducirlo en mi recto hasta que, a pesar del dolor inicial, pude sentirlo totalmente dentro de mí. Mi excitación era tal que continué metiéndolo y sacándolo hasta que por fin un delicioso orgasmo recorrió todo mi cuerpo y mi semen salió disparado a chorros que fueron a caer sobre mi estomago y mi pecho, recogiéndolo con mis dedos para llevarlo a mis labios con el vibrador aún dentro de mí, saboreándolo como si fuese un delicioso néctar.

Sentía un extraño bienestar, como una liberación, y salí al exterior de la tienda totalmente relajado, sin preocuparme de vestirme. No sé porqué, pero disfruté haciéndolo, notando el tibio sol del amanecer acariciar mi piel desnuda, aunque al principio el leve roce de la brisa me hizo sentir un leve estremecimiento que, quizá en otro momento o en otro ambiente, me hubiese hecho percatarme de que mi piel estaba más sensible de lo habitual. Me sentía tan bien que esa mañana continué la exploración vestido únicamente con los pantalones del uniforme y una camiseta. No sé porqué, pero esa mañana la luz parecía tener un tono distinto, más cálido, y mi nariz parecía captar más intensamente los olores de la vegetación que encontraba en mi camino, especialmente el de unas con extraño color verde azulado y largos tallos que sobresalían sobre las demás.

Así, disfrutando del paisaje, llegué sobre mediodía al pie de la cordillera que había divisado desde el primer día y por un instante toda mi tranquilidad desapareció de golpe cuando me percaté de las extrañas estructuras que se alzaban ante mí, camufladas entre las rocas aunque sus líneas regulares pudiesen percibirse claramente si uno se fijaba bien. Parecían edificios de no más de tres pisos de altura, similares a viviendas, siendo una de ellas especialmente alta y sobresaliendo de la montaña para formar una especie de terraza sobre las demás. Me invadió cierta inquietud cuando las vi, sobre todo sus contornos geométricos que indicaban que su autora era una civilización con cierto grado de evolución, ya que desconocía si todavía residirían en ellas sus habitantes, por lo que dediqué todo el resto de la tarde a recorrerlas con precaución sin encontrar rastros que me indicasen que estaban ocupadas aunque en sus paredes encontrase grabados que no pude identificar salvo un par de ellos que me resultaron conocidos aunque al principio no me diese cuenta del porqué. Cuando fijé la mirada me di cuenta de que sus contornos empezaban a serme familiares. Un escalofrío de inquietud, quizá de miedo, me recorrió cuando me di cuenta de que lo que veía eran representaciones de lo que parecían ser las naves “Zeus I” y “Sol Naciente”. Por sus líneas levemente erosionadas parecían hechos hacía miles de años, aunque dichas misiones habían sido lanzadas hacía menos de 50 años terrestres, por lo que era imposible la antigüedad que aparentaban. Inevitablemente surgieron las dudas en mi mente... ¿Quién las había dibujado? ¿Seguirían aún en el planeta, cerca de mí? Aún no lo sabía, pero hallaría la respuesta a mis preguntas antes de lo que sospechaba pero, en aquel momento, la incertidumbre rondaba mi cabeza. Sin saber por qué decidí fotografiar aquellos grabados para remitirlos posteriormente a Control de Misión y busqué la salida de aquel primigenio dédalo.

Cuando por fin salí al exterior me percaté de que la luz empezaba a languidecer por la proximidad del ocaso, pero la sensación de que estaba acompañado por algo desconocido hizo que empezase a sentir una mezcla de miedo e inquietud en mi interior, a la vez que una voz interior me decía que quizá lo mejor fuese volver a la Hermes y regresar a la órbita planetaria para desde allí intentar escanear más concienzudamente la superficie. Sin embargo, dada la hora, volver a coger el Rover y regresar a la nave me iba a ser imposible ya que, según mis cálculos más optimistas, necesitaría unas 7 u 8 horas de camino en la oscuridad hasta ella, así que deseché por completo esa posibilidad. En ese momento recordé que la nave disponía de un sistema automático de despegue y recogida por control remoto hasta el punto designado por el piloto para casos de emergencia, por lo que opté por una solución intermedia que no era otra que alejarme lo más posible de las montañas hasta una zona abierta, emitir la señal y que la nave llegase hasta mí aunque cuando llegase a ese punto ya hubiese caído la noche. Ya me encargaría de recoger las balizas perimetrales y otros útiles que había colocado en la zona de aterrizaje cuando regresase a ella.

Sin más dilación me subí al vehículo y emprendí el camino de regreso, mientras veía en una pantalla como el punto que representaba a la Hermes se aproximaba a mí a la vez que escuchaba un “bip – bip – bip” discontinuo, acortándose su frecuencia según me iba acercando, hasta convertirse en una señal continua cuando estuve aproximadamente a un kilómetro de ella. Por fin pude ver a lo lejos los destellos de las luces de navegación acercándose durante un instante que se me hizo interminable hasta que por fin aterrizó a pocos metros de donde me hallaba detenido, así que bajé apresuradamente del vehículo y corrí como un poseso hacia la rampa que se extendía lentamente, poniendo el pie sobre ella cuando le quedaban unos centímetros para tocar el suelo. En ese momento, sin saber lo que pudo provocarlo o de dónde surgió, sentí un intenso zumbido que me hizo caer al suelo, agarrándome las sienes con las manos por el intenso dolor que sentía, hasta que pasados unos segundos todo lo que me rodeaba se volvió negro y caí inconsciente.


No sé cuántas horas pasaron, no sabría decir si días, hasta que por fin pude abrir los ojos. Todo lo que podía ver se mostraba borroso hasta que mi vista se fue aclarando poco a poco, aunque pude darme cuenta de que me hallaba tumbado desnudo en una camilla. Debido a mi posición tan sólo podía ver las luces del techo de la sala en la que me encontraba, similar a una enfermería, aunque cuando giré levemente la cabeza observé hileras de pantallas cuyo propósito, imaginé, sería el de monitorizar mis constantes vitales. Cuando por fin mi vista se aclaró totalmente intenté levantarme, a pesar del entumecimiento que sentía, aunque cuando lo intenté me di cuenta de que me era imposible por encontrarse mis tobillos y mis muñecas sujetos a la camilla mediante unas abrazaderas que me mantenían inmovilizado. Intenté aflojarlas en vano hasta que, inconscientemente, un grito de rabia y frustración surgió de mi garganta.

En ese momento escuché como una puerta se abría y unos pasos que avanzaban hacia mí, mientras que la camilla se elevaba hasta quedar en posición vertical enfrentado a quien fuese que hubiese entrado. No pude evitar que mis ojos se abriesen con asombro ante lo que vieron. Allí, avanzando poco a poco hasta quedar frente a mí, se hallaban tres mujeres, dos de ellas mo y la tercera morena, cuyos cuerpos harían palidecer de envidia a cualquier modelo de lencería o de ropa de baño. Sus atuendos, ceñidos monos de un material similar al látex, marcaban perfectamente sus increíbles y rotundas curvas, siendo de color blanco y azul en el caso de las rubias y negro con detalles rojos en el de la morena, mientras que sus largas cabelleras ondeaban libremente enmarcando sus bellos rostros. No pude evitar empezar a sentir una ligera excitación aunque, paradójicamente, mi polla permanecía fláccida entre mis piernas. Haciendo oscilar cadenciosamente sus caderas, la mujer morena se acercó a mí y sus profundos ojos verdes se clavaron en los míos, mientras su mano acariciaba mi cabello y mi rostro.

  • Por fin te has despertado…

  • ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

  • Tranquilo, cielo, por ahora las preguntas las hago yo…

  • Pero… – En ese momento una bofetada cruzó mi rostro.

  • Silencio, por favor, no te lo repetiré más. Asiente con la cabeza si has entendido – lentamente moví mi cabeza en silencio – Mejor así… Ahora contesta. ¿Quién eres tú?

  • Ca-capitán Robert W. Clayton, Fuerzas Terrestres de Defensa, número 27748395…

  • Bien, capitán Clayton, ¿qué has venido a hacer a nuestro planeta?

  • Capitán Robert W. Clayton, Fuerzas Terrestres de Defensa, número 27748395…

  • Vaya, veo que no quieres contestar, pero te lo preguntaré una vez más… – dos nuevos bofetones cruzaron mi rostro, más fuertes aún que el primero – ¿Qué haces aquí…?

  • Capitán Robert W. Clayton, Fuerzas Terrestres de Defensa, número 27748395…

  • Entiendo, capitán, no quieres contestarme, tendremos que recurrir a métodos más… sutiles – hizo un gesto a las chicas para que se aproximasen – Cinthia, Sandra, por favor, intentemos convencer amablemente a nuestro invitado…

Mientras la camilla volvía a girar para alcanzar la posición horizontal las dos chicas se acercaron para ceñir aún más las abrazaderas que me sujetaban, quedando sus profundos escotes a escasos centímetros de mi rostro. A la vez, una especie de collar metálico se ciñó a mi cuello, momento en el que su superiora volvió a preguntarme por mi propósito. Ante mi nueva negativa sentí como una especie de funda rodeaba mi pene para iniciar una leve succión, como una especie de masturbador, que hizo que a los pocos instantes se hallase totalmente erecto. A pesar de ser algo totalmente mecánico empecé a sentir un cierto placer que fue aumentando a la vez que aumentaba el ritmo de la máquina hasta que, de improviso, sentí como se acercaba el orgasmo. En ese momento, sin embargo, lo que sentí fue un pinchazo en el cuello y una descarga eléctrica que recorría mi cuerpo, haciendo que mi cuerpo temblase de dolor y mi miembro se aflojase en el interior de aquel extraño mecanismo.

No recuerdo el tiempo que estuve sufriendo aquella tortura hasta que de nuevo me desmayé, aunque la máquina no dejó de realizar su función en ningún momento salvo cuando caía inconsciente. Debieron ser horas, hasta que se detuvo cuando la exuberante morena volvió a entrar en la sala para preguntarme acerca de mi misión, obteniendo tan sólo mi nombre, graduación y número. Lejos de volver a parecer enfadada sonrió, aunque su sonrisa fue más bien como la de una auténtica depredadora y un brillo un tanto siniestro cruzó sus ojos. “Tratamiento B, Cinthia, por favor…”, fue la frase que surgió de su boca para que una de las otras chicas se acercase de nuevo al panel de control y pulsase una secuencia de teclas.

De improviso sentí un pinchazo en mi brazo y como algo surgido de la camilla presionaba mi culo. Sin duda se trataba de una especie de dildo, aunque de un grosor considerable, que intentaba alojarse en mi ano. Sospechando lo que iba a ocurrir apreté mis músculos para impedirlo, sintiéndolo entre mis nalgas, aunque una leve descarga hizo que aflojase la presión y por fin pudo empezar a introducirse poco a poco en mi recto. Lejos de sentir el placer que me dio noches atrás mi primera experiencia con el vibrador, lo que sentí fue un intenso dolor a causa de su grosor, como si algo me rompiese por dentro, hasta que mi culo fue acostumbrándose poco a poco a aquel intruso, momento en el que empezó a entrar y salir. A la vez que el vibrador iniciaba su vaivén en mi interior la otra máquina retomó su labor de succión, más fuerte esta vez, hasta que de nuevo volví a sentir como estaba a punto de correrme.

Esta vez, sin embargo, no me desmayé, por lo que casi al instante mis gemidos aumentaron y el orgasmo me recorrió, empezando a lanzar chorros de semen que fueron absorbidos por la máquina mientras permanecía con los ojos entrecerrados por el inmenso placer sentido, aunque mi polla no perdió la erección en ningún momento. Mientras intentaba recuperarme de nuevo sentí como ambas máquinas retomaban su labor, sin detenerse, haciendo que mis orgasmos fuesen sucediéndose uno tras otro. De lo poco que pude darme cuenta durante un instante de lucidez fue de la cantidad de semen que eyaculaba una vez tras otra ya que, sin saberlo, cuando sentí el pinchazo lo que hicieron aquellas perversas hembras fue inocularme una especie de droga que hacía que mis huevos generasen inmensas cantidades de fluido.

Sentí como algo se rompía dentro de mí, como mi fuerza de voluntad flaqueaba mientras me sumergía en aquel inmenso placer y mis gemidos demostraban que estaba empezando a disfrutar aquella violación mecánica. De nuevo se abrió la puerta y las mujeres entraron de nuevo, acercándose de nuevo la morena para retomar su interrogatorio. Esta vez, sin embargo, lejos de negarme a contestar las palabras surgieron libremente.

  • ¡¡¡Capitán Clayton!!! Qué alegría ver que te has despertado… ¿Cómo te encuentras…?

  • Bi-bien… Ago..tado…

  • Sí, ya veo… ¿Has disfrutado con nuestra máquina…?

  • No…

  • ¿Seguro?

  • No… quiero decir… sí…

  • No me mientas, por favor, se te nota a la legua que lo has pasado bien…

  • Yo… sí…

  • Sí, ¿qué?

  • He disfrutado con la máquina…

  • Lo imaginaba, eres una buena perra…

  • P-por favor... su-suéltame…

  • Lo haré con una condición: que contestes a mis preguntas. De que lo hagas o no depende tu futuro…

-¿Qué quieres saber…?

  • Muy sencillo: quiero saber qué haces aquí, cómo nos habéis encontrado, cuál es tu misión…

-¿Y me soltarás?

  • Eso sólo depende de ti, de que me digas la verdad…

  • Por favor, me muero de hambre…

  • Contéstame y te prometo que comerás hasta saciarte.

  • Suéltame y te diré lo que quieras saber – dije apenas en un susurro mientras sentía como mi voluntad había sido quebrada – Me duele todo el cuerpo y apenas tengo fuerzas…

  • Para que veas que tengo buena voluntad te voy a desatar los brazos, y luego te volveré a preguntar.

  • Gra-gracias – susurré.

-¿Cómo has dicho?

  • He dicho gracias…

  • “Gracias Miss”, querrás decir…

  • Gracias… Miss.

  • Eso está mejor. Ahora, venga, cuéntamelo todo…

Cuando me desaté permanecí unos instantes masajeándome las muñecas, tan agarrotadas las sentía, hasta que me sentí mejor y pude empezar a hablar. De nuevo le repetí quién era, le hablé de mi nave, y pasé a contarle el propósito de mi misión: encontrar y establecer contacto con nuevas especies extraterrestres (siempre y cuando éstas no fuesen hostiles) y buscar nuevos planetas en los que pudiera establecerse el exceso de población de la Tierra, a tal grado de superpoblación habíamos llegado. Por la leve sonrisa que esbozaban sus labios parecía que la complacían mis respuestas, o al menos eso parecía. Mientras hablaba observaba su bellísimo rostro con larga melena negra hasta media espalda ondulando suavemente, sus profundos ojos azules que casi me atrevería a decir me tenían hipnotizado, sus carnosos labios de un rojo intenso que pedían a gritos ser besados hasta la extenuación...

No pude evitar bajar mi mirada por su escultural figura, ataviada en esta ocasión con un ceñido vestido negro que parecía hecho del mismo material que el mono que le había visto la primera vez que me encontré con ella. Su profundo escote en “V” llegaba prácticamente hasta su ombligo, dejando entrever parte de la perfecta redondez de sus rotundos pechos, mientras que su corta falda, que la cubría más o menos hasta la mitad de sus muslos, dejaba ver unas largas y torneadas piernas cubiertas con unas botas hasta la rodilla. Miss, mientras tanto, parecía divertirse jugando conmigo como un gato que juega con un ratón, sentándose inclinando su cuerpo hacia delante, jugueteando con un dedo por los bordes de su escote, estirándolo, o presionaba ambos brazos para que sus pechos se elevasen aún más. Me sentía subyugado por aquella visión, tan excitante que no pude evitar volver a sentirme excitado, y mi pene volvió a cobrar vida, erectándose entre mis piernas.

  • Vaya, capitán Clayton… Parece que te gusta lo que ves, ¿no?

  • No... yo…

  • Vamos, no te reprimas, puedes hablar con libertad…

  • S-sí… Me gusta lo que veo…

  • Se nota, parece que tu “amiguito” piensa igual que tú…

  • Pe-perdón, Miss…

  • ¿Cómo has dicho?

  • Le pido perdón si le ha molestado. No he podido evitarlo…

  • Jajajaja… – el sonido de la carcajada resonó en la sala – No te preocupes, es natural. Además, me siento muy halagada.

  • ¿No está enfadada conmigo?

  • ¿Enfadada? No, por favor… – se quedó mirándome fijamente y volvió a hablar – Dime, ¿te gustaría hacer el amor conmigo?

  • ¿Qué ha dicho, Miss?

  • Lo que has oído, si te gustaría hacerme el amor, follarme, meterme esa linda polla tuya…

  • Yo… Sería un placer, un honor, pero no me lo va a permitir, ¿verdad?

  • ¿Por qué crees eso?

  • Es que es usted tan hermosa, tan sensual, y a la vez tan dominante que no creo ser digno de ello…

  • Mmmmm… Me gusta tu sinceridad, y creo que voy a ser magnánima contigo – Se volvió hacia una de las chicas – Sandra…

  • ¿Sí, Miss?

  • Desata a nuestro… invitado, por favor…

  • Como usted diga, Miss.

La chica se acercó a mí y pude ver que su vestido era aún más corto que el de su jefa, dejando ver parte de su redondeado y perfecto culo y haciéndome pensar que si se agachaba un poco podría ver todo su sexo. Sin decir palabra se agachó para desatar las correas de mis tobillos para dejarme libre, aunque hizo algo que me dejó desconcertado: haciendo un gesto enganchó al collar que aún ceñía mi cuello una correa metálica, entregando el otro extremo a Miss y alejándose sin decir palabra para volver a su cometido en los paneles de control. Ésta se levantó de la silla en la que había permanecido sentada y dio un suave tirón de la correa.

  • Vamos, perro, sígueme…

  • Cómo usted diga, Miss – dije mientras empezaba a caminar hacia ella.

  • Pero así no. ¿Cómo andan los perros?

  • A cuatro patas, Miss – Contesté mientras adoptaba la postura y permanecía con la cabeza gacha.

  • Eso está mejor, sí. Venga, vamos…

Sus pasos se dirigieron hacia la puerta de la sala y salimos a un pasillo que llevaba hasta lo que pensé sería su habitación privada y cruzamos el umbral de la puerta. En su interior, decorada con un gusto exquisito, podía verse una enorme cama redonda que presidía la habitación, vestida con sábanas que me parecieron de seda, mientras que en una tarima a su lado se veía un sillón que más bien parecía un trono que otra cosa. Al otro lado de la habitación se encontraba una puerta que, supuse, llevaría a un cuarto de baño privado. Caminó hasta el centro de la habitación y se quedó parada, de espaldas a mí, para a continuación empezar a despojarse de su vestido. De reojo, sin dejar de mirar al suelo, pude ver como poco a poco su espalda quedaba al descubierto mientras seguía bajándolo hasta que lo que apareció ante mis ojos fue el culo más perfecto que he podido ver en mi vida. Me imaginé entre sus piernas juntas un bonito coño, esperando a ser lamido y penetrado, pero mis ojos casi se me salen de las órbitas cuando me ordenó que la mirase y se dio la vuelta.

Allí, oscilando entre sus piernas, en lugar de un coño había una polla tan enorme que, una vez repuesto de mi sorpresa inicial, me costó trabajo asimilar dónde y cómo pudiera haberla escondido para que no se notase. Me impresionó su longitud, que aún estando en reposo podría superar unos 25 centímetros, y su grosor, surcada por gruesas venas, mientras que su glande aparecía brillante por la cantidad de presumen que lo cubría. Era la primera vez que veía una polla así, tan cerca de mí, y sentí durante un instante un leve sentimiento de rechazo, aunque no podía apartar mi mirada de ella. Con los brazos en jarras y sus manos en sus caderas volvió a hablar.

  • ¿Impresionado, perro?

  • Sí, Miss.

  • Ya veo, no apartas la mirada. ¿Te gusta lo que ves?

  • Sí, Miss.

  • Mmmmm, me alegro… Pues bien, perro, trátala como se merece…

-¿Qué quiere decir, Miss?

  • Vamos, no te hagas el tonto, ya sabes a lo que me refiero… Luego, si te portas bien, quizá te deje disfrutar de mí…

De inmediato comprendí lo que me estaba insinuando aunque, todavía un poco reacio, permanecí unos instantes mirándola, como dudando, hasta que comprendí lo que quería que hiciese. Podía percibir su aroma y, olvidando mis dudas, abrí la boca y saqué mi lengua para acercarla a aquel enorme capullo, mientras lo miraba fijamente, hasta que por fin lo rocé dándole una suave lamida. Si el olor me había encantado su sabor no me desagradó en absoluto, y de nuevo volví a lamer, recogiendo un poco de presemen que mantuve un instante en mi boca, paladeándolo como si fuese el mejor de los vinos. Me sorprendí a mi mismo rodeando la base de aquel magnífico trozo de carne y seguí lamiéndolo, recorriéndolo por toda su longitud. Mi lengua subía y bajaba, cada vez con más deseo, hasta que la cogí con mi mano y la levanté para pasar la lengua por sus huevos depilados, lo que hizo que empezase a ronronear como una gata por el placer que, sin duda, debía estar proporcionándole. Pronto abrí mi boca y empecé a meterla en mi ya golosa boca mientras la miraba a los ojos, aunque al principio me costase debido a su grosor, hasta que sentí su mano en mi nuca apretándome suavemente contra ella para que me la metiese más adentro todavía. Pronto mi nariz estaba rozando su pubis y mis dedos rozaban sus huevos, cada vez con más deseo, hasta que la noté palpitar dentro de mí. Se iba a correr, no me cupo duda, pero en vez de retirarme apreté más todavía para que no la sacase, hasta que con un gemido de placer que más bien parecía un rugido empecé a sentir los chorros de semen en mi garganta, uno tras otro, que intenté tragarme para que no se desperdiciase nada. Cuando por fin dejó de salir me la saqué de la boca y me quedé mirando a Miss esperando algún gesto o comentario de aprobación, aunque lo único que hizo fue acariciar mi cabeza mientras volvía a sonreír.

Mientra mamaba aquella polla, la primera de las muchas que me he comido en mi vida, sentí tal placer y deseo que ni me percaté de que me había corrido yo también, como demostraba el charquito de semen entre mis piernas. Pero todavía quería más, sentía el deseo dentro de mí. Cuando noté su semen en mi boca sentí una especie de destello en mi cerebro a la vez que mi mente parecía aclararse, como si me sintiese libre y lo que acababa de hacer fuese algo que hubiese deseado toda mi vida. Lejos de haberse aflojado tras el orgasmo, su polla permanecía erecta y tan dura como cuando había empezado a chupársela, así que sin decir palabra me subí a la cama y me puse a cuatro patas separando mis nalgas con mis manos, ofreciéndole mi culo para que me lo follase. Sin duda debió complacerle mi ofrecimiento, ya que se acercó y rozó mi ano con su glande para, a continuación, apretar un poco y empezar a metérmela. Cuando noté como me atravesaba sentí un poco de dolor ya que, aunque mi culo ya estuviese dilatado por los consoladores de la silla, su grosor hizo que al principio sintiese que me partía en dos.

De repente sentí un roce en mis huevos, dándome cuenta de que eran los suyos, por lo que sin duda me la había metido entera, permaneciendo quieta unos instantes dentro de mí hasta que mi culo se acostumbró a aquel delicioso intruso. Mi culo pareció aliviar la presión y sentí como empezaba a moverse dentro de mí, en un delicioso vaivén que me hizo empezar a gemir de placer. La sacaba casi en su totalidad, dejando dentro tan sólo el glande, y de improviso volvía a meterla de un solo empujón, lo que me hacía echar mi culo hacia atrás, buscándola, para que no se saliese. Poco a poco iba aumentando el ritmo de la follada que me estaba dando, hasta que el ritmo del bombeo fue tan brutal que me hacía gritar de placer. En mi mente sólo cruzaban imágenes de pollas follando mi culo, mi boca, lo que hizo que me volviese a correr sin tocarme en mi primer orgasmo anal. Eso pareció gustarle y siguió empujando con fuerza hasta que, sintiéndola tensarse dentro de mí, se corrió en el interior de mi culo. El placer que sentí dentro de mí me hizo caer derrotada, perdón, derrotado (¿He hablado en femenino?) sobre la cama, con su polla aún dentro de mí, hasta que sentí como empezaba a sacármela para dejarme descansar allí tumbada, perdón, tumbado (¿Otra vez?) hasta que me recuperé del inmenso placer recibido. No pude evitar caer poco a poco en un placentero sueño mientras la escuchaba decirme que descansase.