Cruzando Guantes - Relato en capitulos cortos
Dos boxeadoras rivales en su enfrentamiento más visceral y definitivo.
Mercedes, La Leona, era la campeona regional de boxeo femenino. El exigente entrenamiento la había dotado de firmes y poderosos muslos, firmes nalgas y pechos pequeños pero erguidos. Sus manos eran pequeñas, pero de muy buena pegada.
Había alcanzado su décima defensa por el título mundial y rondaba los treinta y cinco años. Sus ojos rasgados escudriñaban, sagaces, detrás de una nariz algo achatada, sensuales pómulos y un par de carnosos labios. Sus enrulados cabellos castaños se mecían con el viento solo cuando no estaba en competencia.
En las últimas semanas, la rival número uno, de una localidad cercana y temible retadora le había arrojado el desafío a través de las pantallas de un certamen de baile. Se cruzaron amenazas veladas tras gélidas sonrisas y estuvieron a punto de ir a las manos en vivo y en directo, pero fueron separadas por los colaboradores.
La temible oponente no era otra que Analía, conocida como La Pantera. De peso y tamaño similar, rondando 1,60 de altura, se diferenciaba por tener pechos levemente más grandes y una melena de negro azabache sobre los hombros. Durante sus enfrentamientos solía elegir una cola en la parte superior de la cabeza, estilo shaolin. Un poco más violenta y menos táctica que la campeona, era reconocida y temida por la potencia de sus puños. La sed de gloria quemaba sus entrañas y la empujaba cada vez más hacia el inminente enfrentamiento.
Durante los dos meses previos a la velada estelar, los medios locales y algunos internacionales entrevistaron a las púgiles mientras realizaban pronósticos y desplegaban las más extensas estadísticas.
En el pesaje, las dos amargas rivales se encararon, nariz contra nariz, echándose el aliento, sin apartarse la mirada. Sería un duelo épico e histórico.
La noche de la pelea por el título, se midieron las dos protegidas de cada luchadora. Como si hubiera más necesidad de alimentar el fuego de la rivalidad. La Leona y La Pantera se habían prometido dolorosas derrotas por nocaut. Inclusive, la morena vaticinó que no la derribaría de inmediato para torturarla. La Leona prefirió optar por un engimático silencio y anunció que sus puños hablarían por ella.