Cruzando guantes - Capítulo 23
Los efectos del combate se dejan ver en las guerreras.
Atrás habían quedado incontables asaltos y el agua caliente de la ducha era una caricia para los músculos de la campeona. Le ardían los arañazos que tenía y su lengua recogía la sangre que asomaba por sus labios pero, estaba feliz. Había derrotado a esa engreída y con eso le bastaba.
Sabía que en los próximos días debería evitar ser vista por los vecinos y algún papparazzi para evitar conjeturas y tener que salir a dar explicaciones o desmentir tal o cual versión. De hecho, estaba pensando en qué le diría a su marido y manager cuando la sombra proyectada en el suelo la sobresaltó.
Con una lentitud y suspenso dignas de una película de terror, Analía se hizo presente y ambas se miraron en silencio. La Pantera tenía una toalla, que colgó junto a la de La Leona, y un pote de jabón líquido. Hizo un gesto de reverencia con la cabeza y se metió en la ducha, junto con su rival.
Mercedes se sorprendió y esperaba un nuevo intercambio de golpes pero, la retadora la sorprendió al verter una gran cantidad de jabón en la palma de la mano y comenzar a enjabonarle el antebrazo. Analía la miró, como esperando aprobación y ambas parecieron sonreír detrás de sus ojos firmemente clavados entre sí.
La Pantera enjabonó y masajeó los brazos de su némesis, sin pronunciar palabra, ambas bajo el cálido chorro de la ducha, disfrutando de la calma posterior a la tormenta.
Los siguientes minutos se enjabonaron y acariciaron mutuamente, gimiendo quedamente cuando una se detenía en los pezones de la otra. Analía se arrodilló y ayudó a limpiar los muslos, tobillos y pies de su enemiga, quien le devolvió el gesto de la misma manera.
Bajo el agua, las dos se miraron e intercambiaron una sonrisa, sin maldad ni desafío. Algo que ninguna podría explicar pero, que las dominaba. Y se abrazaron. Ambas sisearon cuando sus pechos volvieron a encontrarse y los pezones se aplastaron juntos. La Leona descansó su cabeza en el hombro de su rival, quien la imitó y ambas se acariciaron la espalda en silencio, con el único sonido del agua cayendo sobre los cerámicos y sus respiraciones cansadas.