Cruzando guantes - Capítulo 11

La Leona y La Pantera, frente a frente, sin que parezca romperse la paridad.

Analía se dejó llevar por el odio y, en pleno abrazo, le dio un torpe rodillazo en la ingle que hizo aullar a la campeona y doblarse, aflojando la presa. La Pantera retrocedió y le colocó un derechazo que la hizo tambalear y, cuando se preparaba para rematarla, La Leona le trabó los brazos a ambos lados del cuerpo y le dio un cabezazo que le hizo empañar la vista y tambalear torpemente.

Ambas se empujaron y mantuvieron una distancia prudencial, mientras se examinaban. Sus cuerpos firmes y trabajados brillaban por el sudor y sus pequeños pero turgentes pechos eran coronados por enhiestos pezones que apuntaban desafiantes.

Mercedes se pasó la lengua por el labio superior para limpiarse una gota de sangre, mientras Analía se tocaba la nariz con el guante derecho. Los ojos de ambas refulgían con odio y turbación.

-Tramposa hija de puta! -protestó la retadora. -¡Te voy a matar!

-¡Mirá quién habla, yegua hija de puta! -espetó Mercedes, más molesta que dolorida, dado que el rodillazo no había tenido tanta fuerza.

-¿Querés jugar sucio, conchuda? Bancátela, ahora...

-Vamos a ver si te la bancás, cara de concha...

Furiosa, Analía se quitó los guantines y los revoleó fuera del ring para, seguidamente, hacer lo propio con las vendas y desnudar sus manos.

Mercedes se rió, con sorna y la imitó sin quitarle la mirada de encima.

El volcánico odio que se tenían las impulsaba y ambas levantaron las manos en posición de ataque, listas para lanzarse nuevamente.

El primer impacto fue de La Pantera, quien acertó en la boca de su oponente y continuó con un golpe al estómago, que la hizo retroceder. La campeona, por su parte, desvió un izquierdazo y contraatacó con un derechazo al plexo solar y un gancho al hígado que forzó un nuevo clinch. Ambas se golpearon, con los puños desnudos, en ambos costados, mientras sus cabezas descansaban en el hombro rival, fundidas en un cruento abrazo, agotadas. Los pechos se aplastaron nuevamente entre sí y cada una aprovechaba el vaivén de sus cuerpos para clavar los pezones en las areolas rivales.

Cuando los rosados de Analía y los morenos de Mercedes se doblaron juntos, ambas tuvieron un escalofrío y jadearon. La una en el oído de la otra.