Cruise Lockdown

Debido a un problema fuera de su control, Zach se ve obligado a compartir una habitación con otros dos chicos por largo periodo de tiempo. Jamás habría imaginado que una situación así le llevaría a descubrir nuevas fases en su sexualidad.

ADVERTENCIA: ESTA HISTORIA CONTIENE ESCENAS EXPLÍCITAS DE SEXO. TODO ES BAJO CONSENTIMIENTO Y NINGÚN ACTO DE VIOLENCIA SE EFECTÚA CONTRA NINGUNA PERSONA.

N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó. SÓLO ES UNA HISTORIA, ¿VALE?

Agradecimientos: d avid, otrebo, gatita1028, 3dimension, matteo2610, cokcrin y Roy Erik por sus comentarios en mi historia anterior. :3

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Cruise Lockdown


Por E. L. Lief


Traducido por Nino Cloudz

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And if I only could I’d make a deal wiht God, and I’d get him to swap our places…

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Abrí la boca sin saber si quería reír o echarme a llorar. Las palabras que habían sido emitidas por los altavoces del crucero seguían siendo procesadas por mi mente; entonces, vi que la multitud que se encontraba en el piso inferior hacía exactamente lo contrario a lo que les habían instruido.

-¿Es normal lo que nos acaban de anunciar?- pregunté. Todavía no comprendía si debía estar alarmado por la situación o no. La multitud del salón principal claramente estaba entrando en pánico.- Quiero decir… ¿esto pasa seguido?

-No lo creo,- me contestó Jason, luciendo un poco pálido; me devolvió la mirada con la boca completamente abierta.- Estamos bien jodidos.

-¿Crees que podamos escapar en uno de los botes salvavidas? He visto uno cerca de aquí, si nos apuramos podemos tomarlo.

-¿Acaso no escuchaste lo que dijo la señorita? En este momento están asegurando que nadie salga del crucero. Y lo que es peor, si descubren que te he traído aquí, imagina el escándalo. Voy a perder mi trabajo.

Me encogí de hombros.

-Nadie sabe que estoy aquí.

-Ah, ¿sí? ¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que alguien te reconozca?

Tenía un buen punto. Solté un suspiro. Estaba comenzando a sentirme impaciente por toda la situación. No sabía si tenía que tomarme en serio la advertencia o simplemente tomarlo como un pequeño inconveniente en mi aventura.

-Bueno, si quieres caminaré todo el tiempo con la cabeza agachada,- dije, de forma sarcástica, y Jason me miró de forma desaprobatoria.

-Lo digo en serio, Zach. No me puedo quedar contigo. Si alguien te ve no les digas que fui yo quien te dejó entrar.

Levanté la cara y le dediqué una mirada de incredulidad. Sus palabras dejaban claro lo que pensaba hacer.

-¿Lo dices en serio? Estás jugando conmigo, ¿verdad?

Jason negó con la cabeza.

-Tú trasero no está en peligro, el mío sí. Me despedirán si nos descubren. Sólo trata de no llamar la atención. Si todo sale bien nadie sabrá que estás aquí.

Jason comenzó a alejarse de mí, y yo di unos pasos para tratar de seguirlo. Me sentí sorprendido de ser abandonado.

-¡La mujer dijo que debemos permanecer en nuestros sitios!

Mis palabras no parecieron importarle demasiado. Simplemente desapareció por la escalera en espiral, dejándome a solas en el lugar más magnífico, pero en la peor situación posible. El océano detrás de mí parecía brillar a través del majestuoso cristal de la ventana. Me quedé completamente en silencio en el vasto y elegante salón, en la parte más alta del crucero.

*

Vale, déjenme explicar todo desde el principio.

Mi nombre es Zachary Miller y, por si te lo estabas preguntando, sí, soy ese Zachary Miller. Comencé con mi carrera de actuación y modelaje a una edad muy temprana, pero, hasta hace poco, me he convertido en una especie de celebridad.

Tengo catorce años, y la verdad es que no podría decirles si me estoy adaptando correctamente a la fama emergente. Sí, indudablemente es genial ser reconocido por fans, y ser tratado con cariño y respeto por completos extraños en las calles, pero la sensación constante de vigilancia se ha tornado abrumadora con rapidez. Apenas puedo ir a por un helado a la tienda más cercana a mi casa sin que alguien me pida tomarse una foto conmigo, y cada vez que salgo un poco desaliñado corro el riesgo de que algún paparazzi me tome fotos y que las publique por todo internet.

Ya me he acostumbrado a la exposición pública desde hace mucho tiempo porque, como he dicho, desde que era niño he aparecido en comerciales y he hecho pequeños papeles en películas y programas de televisión. Sin embargo, hasta hace poco nadie me reconocía si yo no lo mencionaba. Era ahí cuando todo el mundo comentaba: oh, que genial, con razón te me hacías conocido. Pero ahora todo el mundo parecía saber en dónde estaba en todo momento.

La actuación, por otro lado, era indudablemente el lado positivo de mi carrera. Me encantaba fingir que estaba aprendiendo magia al frente de la cámara, montar escobas, y vestirme con ropa medieval. Mi papel más famoso, el responsable de mi fama, era El Joven Mago. Sorprendentemente era un personaje bastante sólido, que marcaría la vida de cualquier actor. Y, aunque la historia estaba ubicada en una era de fantasía medieval, era muy seria y madura, y atraía a audiencias jóvenes y adultas.

Ya que mi personaje, Will, había sido secuestrado en el segundo y actual filme de la franquicia, muchas de las escenas que se estaban grabando estaban enfocadas en los caballeros que lo buscaban. Por eso me habían dado algunos días libres del set. Esa era la razón por la cual había decidido irme con Jason de vacaciones.

Él y yo nos conocimos hace algunos años, cuando estaba interpretando un personaje para un programa de televisión. En ese entonces Jason trabajaba como asistente personal en el estudio. Aunque su mayor sueño era convertirse en fotógrafo profesional. Hacía poco se había conseguido un trabajo como fotógrafo en un crucero. Y debido a que el barco atracaría en Italia por el fin de semana, el cual era por coincidencia el lugar lleno de paisajes medievales donde estaba grabando la película, había accedido a dejarme entrar para pasar el fin de semana con él.

Como soy una estrella muy joven, y apenas estaba comenzando mi carrera, no estaba acostumbrado a cosas tan glamurosas y jamás me había subido a un barco de ese tamaño. Tan pronto como Jason me escabulló a través de la rampa de acceso, contemplé la magnitud de la nave, la cual era tan grande que parecía más un edificio que un barco. Para mí era un verdadero misterio cómo se las arreglaba para flotar.

Los pasillos eran enormes y bien iluminados, y los salones estaban adornados con candelabros y telas hermosas. En la cubierta había varias piscinas esparcidas por todas partes, algunas con techos y otras al aire libre. También había salones de fiesta, casinos y restaurantes. Era absurda la cantidad las cosas que podían caber en un barco, y cada vez que mi mente recordaba que nos encontrábamos flotando, mis piernas comenzaban a temblar, y mis pensamientos infantiles preguntaban: ¿por qué no nos hundimos?

Jason me había dado un tour de casi una hora y al parecer ni siquiera habíamos recorrido la mitad del crucero. Había pasillos a los que ni siquiera podía entrar, porque sólo tenía catorce años. Otras partes, por otro lado, parecían estar diseñadas para un ambiente más familiar e infantil, las cuales estaban llenas de niños acompañados de sus padres. Cuando pasamos por ahí me fundí con la multitud con la cabeza baja y con los lentes oscuros bien puestos, rezando porque nadie me reconociera.

Finalmente, llegamos al lugar que Jason había reservado, un piso por arriba del salón principal. Estaba engalanado por un suelo brillante de madera, y, en lugar de paredes, solamente había tres grandes piezas de cristal, que formaban enormes ventanas que daban una increíble vista hacia el océano. Unas cuantas mesas circulares descansaban alrededor del espacio vacío.

-Esta es un área VIP,- me explicó Jason.- Cuando personas importantes quieren reunirse pueden rentar este espacio. Sin embargo, cuando no está siendo ocupado, nos sirve como estudio fotográfico. Las ventanas de cristal me ayudan con la iluminación, y la vista hacia el mar es perfecta. Tiene un costo extra, por supuesto, pero te sorprendería saber la cantidad de pasajeros que pagan por una sesión de fotos con este paisaje de fondo.

Yo asentí con la cabeza, estaba anonadado con la belleza del mar.

-¿Aquí es donde quieres tomarme las fotografías?- le pregunté, y el chico se encogió de hombros, como si no hubiera pensado en ello.

-Es una opción.- Yo lo miré de manera escéptica, sin terminar de creer en sus palabras.- No tiene que ser ahora mismo.

Ese había sido nuestro trato. A cambio de que Jason me dejara entrar en el crucero, yo posaría para unas fotografías con mi camisa desabotonada.

Sé que suena ridículo, pero era un poco raro lo mucho que eso significaba para él. Como un fotógrafo principiante, podía ganar una buena cantidad de dinero por una sesión con una joven celebridad como yo, especialmente si las fotografías iban sin un poco de ropa. Y también, incluso más importante que el dinero, se haría de contactos valiosos en blogs y revistas.

Mi madre, la cual también era mi agente personal de tiempo completo, se pondría furiosa cuando se enterara, pero, honestamente, no me importaba un carajo. Todas las reglas que había comenzado a imponerme, sobre todo en cómo tenía que vestir y qué fotografías me podían tomar, habían comenzado a sofocarme. Era especialmente protectora de que nadie me tomara fotografías sin playera.

Incluso había tenido una vergonzosa pelea con el director de El Joven Mago por una escena en la que aparecía desnudo de la cintura para arriba. Había puesto tantas condiciones en la ejecución de la escena que, cuando finalmente llegaron a un acuerdo, el tiempo de la escena se había reducido significativamente a lo que inicialmente estaba planeado. También me había conseguido un bono extra bastante bueno.

Creo que sus preocupaciones habían comenzado cuando vimos un reporte de búsquedas de Google, en donde uno de los términos más recurrentes bajo mi nombre era ‘Zachary Miller sin camisa’. Eso le había hecho preocuparse por mi exposición a las cámaras. Aunque la mayoría de las búsquedas las hacían adolescentes, la habían alertado sobre el valor de mi imagen. Por eso había acordado con Jason que me tomaría fotos con mi camisa abierta, pero no sin ella.

Sinceramente, yo encontraba bastante frívolo que algo tan trivial pudiera ser tan importante. Aunque era un actor, me sentía un poco tímido al momento de mostrar mi cuerpo. Supongo que todos los chicos de catorce años sentían lo mismo. Aunque en ese punto, yo solamente hacía lo que me ordenaban. Quítate la camisa. Ahora póntela. Mira a la cámara. Sonríe. Pon cara seria… Todo era parte de mi trabajo, así que no me molestaba nada hacerlo.

Reconozco que soy considerado un chico encantador, encajo en los estándares de belleza. Y aunque me sentía un poco incómodo con toda la situación, no era necesario armar un escándalo. Si alguien quería verme sin camisa, quién era yo para negárselos.

*

Jason y yo íbamos de salida del salón VIP cuando escuchamos el anuncio que era emitido a través de los altavoces:

-Atención a todos los pasajeros…- hubo una breve intermitencia, que después fue acompañada por un largo silencio. Entonces la voz femenina regresó.

-Les habla la dra. Carter, representante del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades. Le pido a todos los pasajeros que presten la máxima atención a este mensaje. La CDC tomará el control de este barco de forma inmediata para ser aislado. No hay razones para entrar en pánico, pero debido a la posibilidad de contagio, necesitamos que se queden en sus sitios hasta que los miembros de la tripulación les asignen una nueva ubicación. Les repito: no hay ninguna razón por la cual deban entrar en pánico.

››Este procedimiento es muy común, y la situación será resuelta a la mayor brevedad posible. Una vez que se encuentren en sus habitaciones, les pedimos que no tengan interacciones con nadie más que no pertenezca a su familia, y tampoco deben cambiar de locación. En unos minutos les haremos saber las medidas de seguridad que tomaremos a partir de ahora. Las salidas y botes de rescate están siendo sellados en este momento; ningún pasajero puede entrar o salir de este barco y todas las actividades quedan suspendidas. Les agradezco a todos su atención, y les garantizo que todas sus preguntas serán respondidas lo más pronto posible,- terminó la doctora de forma tranquila. Aunque la seriedad de su voz era un tanto preocupante.

*

Ahora me encontraba a solas en el salón donde Jason me había abandonado, y todo lo que podía ver era a la multitud del piso inferior revolviéndose con nerviosismo. Los pobres empleados casi eran golpeados por pasajeros enojados que exigían explicaciones. El caos comenzó a establecerse con rapidez, y la voz de la doctora tuvo que salir nuevamente de los altavoces para repetir que no había razones para entrar en pánico.

Unos cuantos minutos pasaron, que pronto se convirtieron en horas, mientras los pasajeros eran reubicados en sus cabinas. Me preguntaba si tenía que llamar a mi madre. Tal vez ya iba siendo hora de confesarle la situación en la que me había metido, pero, por otro lado, tenía la esperanza de que todo se resolviera en unas cuantas horas.

Finalmente vi a una mujer con el reconfortante uniforme rojo de crucero entrar por la puerta del salón. Estaba utilizando una de esas mascarillas de cirujanos o dentistas. Caminó rápidamente hacia mí y pareció muy sorprendida de encontrarme ahí. Me preguntó lo que estaba haciendo en el salón, pero apenas me dio tiempo de contestarle cuando comenzó a bombardearme con preguntas sobre dónde estaban mis padres y en qué habitación me había hospedado. No le conté todos los detalles, obviamente, pero le dije que mis padres estaban fuera del barco y que me encontraba solo. No era exactamente una mentira.

Quizás en una situación menos apremiante habría preguntado más detalles acerca de mi identidad, ya que era un adolescente sin supervisión en un crucero, pero seguramente la chica estaba hasta el cuello de peticiones, así que dejó de interrogarme para no perder más tiempo conmigo. Intercambió algunas palabras con alguien a través de un radio, y después me ordenó que la acompañara. La seguí a través de la escalera de caracol y por un pasillo bien iluminado. Finalmente, nos detuvimos frente a una habitación con el número 204 grabado en la puerta. Antes de abrirla se dio la vuelta para mirarme.

-Te asignaré en esta habitación con otros dos chicos en tu misma situación. Ninguno de ustedes debe abandonar esta locación. Si necesitan cualquier cosa marquen al 009 en el teléfono para hablar con alguien de la recepción. Todo el mundo debe estar llamando en este momento, así que es probable que nadie pueda atenderlos al principio, pero tengan paciencia. Un grupo de doctores vendrá a su habitación para hacerles una breve revisión y determinar los siguientes pasos a seguir. Lamento hablarte tan rápido, pero tengo que reubicar a más gente. ¿Entendiste todo lo que te dije?

Asentí con la cabeza. Me ordenó que dejara mis zapatos afuera de la puerta y que tomara una ducha antes de hacer cualquier otra cosa. Con toda prisa, se las arregló para dedicarme una sonrisa y guiñarme un ojo.

-Te quedarás en una de nuestras suites más lujosas, así que podría ser peor, niño. Disfrútalo.

Solté una risa y negué con la cabeza. Un segundo después abrí lentamente la puerta.

*

Me quedé sin aliento al ver el tamaño de la suite; lucía más como un departamento pequeño. Al lado de la entrada había una pequeña mesa al centro de varios sillones ordenados en círculo. Más allá se encontraban un escritorio y un mini refrigerador, los cuales ocupaban un pequeño espacio frente a dos enormes camas dobles. Sin embargo, lo que llamó mi atención fueron dos chicos que me dedicaron miradas ansiosas al percatarse de mi llegada inesperada.

Uno de ellos parecía tener mi edad, tenía el cabello castaño, un poco más corto y oscuro que el mío. Utilizaba una playera blanca y una chaqueta azul de mezclilla, estaba sentado sobre una de las camas y sostenía su celular en una mano. El otro chico parecía ser un poco más joven, estaba de pie encima de la cama; él utilizaba calcetines blancos, pantalones cortos de playa, una playera sin mangas de color verde y en una mano sostenía una bolsa de plástico. Me sentí un poco incómodo por su repentina atención, así que les dediqué una sonrisa amigable.

-Hola.

-Hola,- contestó el más pequeño.- ¿Trabajas aquí?

Le sonreí y negué con la cabeza, creo que era bastante obvio ya que iba vestido con lentes oscuros, unos vaqueros y una camisa de manga corta.

-Hay una gotera…- dijo el chico como si eso explicara todo.

-¿Qué?- pregunté confundido.

-Hay una gotera por encima de la cama, el colchón está empapado. Traté de notificarlo en la recepción, pero nadie me contesta.

-Ah,- dije de forma comprensiva, sin saber qué hacer con la información. El chico más pequeño me miró a los ojos y me sonrió.

-Supongo que podemos esperar. La otra cama está seca, y es enorme… seguro que cabemos todos.

Le dediqué una mirada de sorpresa.

-¿En la cama? No creo que no quedemos aquí por tanto tiempo,- dije mientras me quitaba los zapatos tal como la mujer me había ordenado.- Creo que resolverán el problema antes de que se termine el día.

El chico desconocido me miró con ojos enérgicos. Tenía una de esas expresiones alegres y traviesas de alguien que siempre está tramando algo.

-Oh, en definitiva, nos quedaremos aquí por semanas hasta que el virus nos haya contagiado a todos o simplemente desaparezca. Aunque mi teoría es que todos nos vamos a transformar antes de…- la diversión en la voz del chico era contagiosa, aunque no entendía ni una sola palabra de lo que estaba diciendo. No pude evitar reírme.

-Vale, Sean, ya fue suficiente,-  el otro chico finalmente habló, se levantó de la cama y dio unos pasos hacia mí. Me sonrió de forma educada antes de comenzar a explicarme:- Piensa que estamos en una película de terror, y que es el inicio de un apocalipsis zombie.

Yo me reí y dirigí mi mirada de uno al otro.

-Espero que haya armas escondidas en el refrigerador…

El chico mayor sonrió y levantó su mano para saludarme.

-Me llamo Henry, y el niño loco de allá es mi primo, Sean.

-Yo soy Zach,- dije respondiendo a su saludo.

El chico menor pareció sorprendido cuando estrechamos nuestras manos.

-Henry, no debiste haberlo tocado antes de que tomara una ducha… ahora es probable que tú también estés infectado.

Henry puso los ojos en blanco, pero yo asentí con la cabeza.

-Tiene razón, la mujer que me trajo aquí me ordenó que fuera directo a bañarme. Pero no te preocupes, Sean, los virus de zombies solamente se transmiten a través de mordidas.- El chico sonrió y asintió con la cabeza enérgicamente. Caminé por la habitación hasta llegar a la puerta del baño, pero me detuve antes de entrar.- Um, ¿saben si hay ropa extra en la habitación?

Henry negó con la cabeza.

-Sólo hay unas cuantas batas. ¿No trajiste tu maleta?

Negué con la cabeza, todas mis cosas las había dejado en la habitación de Jason.

-No te preocupes, te prestaré de mi ropa. Creo que somos de la misma talla.

Me quedé sorprendido por la amabilidad del chico.

-¿Estás seguro? No quisiera ser una molestia.

Su respuesta fue abrir la cremallera de su maleta, la cual se encontraba en el suelo al lado de la cama. Rebuscó unas cuantas cosas antes de lanzarme una playera roja y unos shorts negros. Le agradecí con una sonrisa y asentí con la cabeza. Me quité los lentes oscuros.

-Vale, me iré a bañar, y entonces podremos hablar. Quiero saber qué demonios está pasando aquí.

*

Debo admitir que la ducha me cayó de maravilla. El chorro de agua era fuerte y cálido. La regadera estaba por encima de una bañera gigante.

El baño, al igual que el cuarto principal, era enorme y estaba lleno de lámparas. El agua caliente casi hacía que me olvidara de la situación caótica en la que me había metido.

Cuando hube terminado, tomé una de las toallas esponjosas y me sequé pensativamente. Me puse los mismos calzoncillos que había estado utilizando y la ropa que Henry me había prestado. Eran de mi talla y me quedaban a la perfección.

Cuando salí del baño, sintiendo el suave suelo bajo mis pies descalzos, caminé hasta la cama y me senté sobre la alfombra al frente de Henry.

-Muchas gracias por la ropa. Me quedó súper bien.

El chico, siempre tan amigable y educado, asintió con la cabeza. Sean estaba sentado sobre el colchón de la cama y cambiaba los canales de la televisión.

-¿Creen que tengamos acceso a un canal de porno?

Henry puso los ojos en blanco.

-Cierra la boca, Sean. Te apuesto a que ni siquiera sabes qué es eso.

-Sí sé, imbécil, te recuerdo que sólo eres un año mayor que yo.

Me reí ante su comportamiento.

-Ustedes son muy cercanos, ¿no es así? Si no me hubieran dicho que son primos habría pensado que eran hermanos.

Henry asintió y Sean le lanzó una almohada a la cabeza.

-Sean y yo crecimos juntos, pero hace un par de años, él y mis tíos se mudaron a Australia. Por eso hicimos este viaje, supongo. Mi mamá quería que nuestra familia se reconectara o algo así…

-¿Y en dónde están? ¿Tus padres y tus tíos?- pregunté interesado.

-En la ciudad,- contestó Sean, poniendo el control remoto a un lado.

-Todos teníamos que ir, pero este pequeño decidió que quería quedarse en el barco, y nadar en la piscina… como si toda la semana no hubiéramos hecho lo mismo,- dijo Henry y su primo se encogió de hombros.

-Querían ir a visitar una iglesia, Henry. Dudo mucho que tú también hubieras querido ir. De otra forma no te hubieras quedado conmigo.

-Me pidieron que me quedara para que no estuvieras solo, idiota. Además, sólo era un día.

-Entonces, ¿si querías irte con ellos?- preguntó Sean como si estuvieran en una corte y el chico mayor abrió la boca.

-Bueno… no.

El chico más pequeño se rio y yo hice lo mismo.

-Creo que te ha acorralado,- dije juguetonamente, y Henry se encogió de hombros con una sonrisa tímida.

-Como sea, nuestros padres estaban furiosos porque no quisimos ir con ellos, y se van a enojar aún más cuando descubran que el barco ha sido sellado por la CDC y que estamos encerrados sólo porque Sean no quería ir a una iglesia.

Involuntariamente miré hacia la puerta como si esperara que en cualquier momento un grupo de doctores entrara por ella para revisarnos en búsqueda de una enfermedad desconocida.

-¿Creen que no quedemos aquí por mucho tiempo?

Henry se encogió de hombros.

-No creo. Dijeron que este es un procedimiento más común de lo que parece, pero nadie nos ha dado más información. Nos preguntaron por nuestros padres, y cuando les dijimos que no estaban en el barco nos trajeron a esta habitación. Eso fue todo.

Agité positivamente la cabeza, comprendiendo perfectamente lo que sentían.

-Hicieron lo mismo conmigo. ¿Qué creen que haya pasado? ¿Será serio? ¿Escucharon algo más?

Ninguno de los dos contestó. Entonces noté que Sean abrió los ojos como platos y giré mi cabeza hacia Henry, quien lo miraba con una expresión confundida.

-¿Qué te pasa, Sean? ¿Estás bien?- preguntó.

El chico más joven solamente levantó una mano para apuntar en mi dirección.

-Espera un momento.- Sus ojos estaban fijos en mí y me estudiaban de pies a cabeza. Tomé un suspiro muy profundo, ya sabía lo que diría incluso antes de que abriera la boca.- ¿Eres… eres Will de la Tormenta?

Henry frunció el ceño con confusión.

-¿Qué?

Cuando volteó a mirarme, asentí con la cabeza ligeramente y les dediqué una sonrisa. El chico mayor agitó su cabeza negativamente, sin entender muy bien lo que estaba pasando.

-Espera… ¿Will, el de El Joven Mago?

Volví a asentir, un poco decepcionado porque había sido reconocido. Especialmente porque la conversación parecía ir perfectamente. Aún así, me las arreglé para sonreír amigablemente.

-Esto es genial,- dijo Henry con sorpresa.- No puedo creerlo. Con razón te me hacías conocido, pero tenías los lentes de sol puestos y… dios mío, Sean debe estar en shock. Está enamorado de ti.

-¡No es cierto!- protestó el más joven y yo solté una risa.

-Las paredes de su habitación estaban tapizadas con posters tuyos. Solamente los quitó porque una vez sus papás le preguntaron si era gay.

-Cierra el pico, Henry.

-No puedo creer que no lo hayas reconocido antes, Sean.

El chico extrovertido ahora tenía las mejillas rojas y me miraba apenado y sin palabras.

-Yo… no estoy enamorado de ti, pero me encantan tus películas.

No pude evitar reírme por la repentina timidez del chico.

-Lo sé, Sean. No te preocupes, pero si fuera cierto me sentiría halagado.

-Eres muy buen actor,- agregó Henry y yo asentí con una pequeña sonrisa.

-Gracias.

Hubo un momento de silencio en donde parecía que nadie sabía qué decir. Henry tomó la iniciativa y, con una mirada comprensiva, habló.

-Zach, debe ser terrible que te reconozcan en todas partes, ¿cierto? Lamentamos el escándalo. Es que no podía creer la coincidencia de que el protagonista de las películas favoritas de Sean estuviera aquí, en la habitación con nosotros, y que no te hubiera reconocido.

-Está bien,- dije calmadamente y le sonreí.- Me pasa todo el tiempo.

-Lo imagino, pero debe ser un martirio. Por eso llevabas puestos los lentes de sol, ¿verdad? Ya me parecía que era un poco raro.

Me encogí de hombros sin saber qué contestar. Habría sido un poco maleducado decirle que me sentía incómodo. Se suponía que las celebridades jamás debían decir que no les gustaba conocer fans por todas partes; era como una regla bien sabida por todo el mundo.

-En realidad no me importa. Los fans siempre me han tratado muy bien,- dije, con mi discurso bien memorizado, pero Henry entrecerró los ojos.

-Oye,- dijo, calmadamente.- No estás en un programa de entrevistas. Nos puedes decir la verdad.

Me reí ante su propuesta tan directa y negué con la cabeza.

-Vale, la mayor parte del tiempo me parece genial, pero debo admitir que a veces es un poco cansado. En algunas ocasiones sólo quiero ir al parque y comerme un helado, pero no pasa mucho tiempo antes de que una multitud se aglomere a mi alrededor.

-Que horrible, eso debe ser muy molesto,- dijo Sean, y aprecié su comprensión. La mayoría de las personas me juzgaba cuando trataba de explicarles las dificultades de ser un actor famoso a la edad de catorce años. Era como si un rico tratara de explicar que tener mucho dinero fuera un problema. Nadie me tomaba en serio.

Poco a poco la conversación volvió a su curso natural, y nuevamente me sentí cómodo. Les conté acerca de mi situación. Que me había metido a escondidas en el barco, y que ni mi madre ni los productores de la película sabían dónde me encontraba. Escucharon mi historia con fascinación.

-¿Por qué te metiste a escondidas?- quiso saber Sean sin mayor ceremonia.- ¿Acaso no eres rico?

-¡Sean, eso no se pregunta!- lo reprendió su primo.

Dudé un momento, un poco avergonzado por el comentario tan abrupto, pero al final terminé riendo.

-Mi mamá es la que administra todo lo que gano. Y como les acabo de decir, hace poco empecé a ser famoso, así que no he tenido mucho tiempo para disfrutar este tipo de cosas. La verdad es que nunca me había subido a un barco tan grande, y estaba esperando con ansias tiempo libre para una aventura como esta. Lejos de mi madre.

-Tu amigo, el que te dejó entrar, debe ser súper buena onda,- dijo Henry, cruzando sus piernas al estilo indio sobre la cama.

-En realidad, no,- dije inmediatamente.- El imbécil me abandonó a la primera señal de problemas.

Los dos chicos se echaron a reír.

-Aún así, arriesgó su trabajo para dejarte entrar e iba a dejar que durmieras en su habitación… no cualquiera haría eso.

Pensé en ello. No sólo era de buena voluntad que Jason me hubiera hecho ese favor. Sí, éramos amigos, pero sabía que le estaba dando algo a cambio.

-Sí, pero por un precio,- respondí al fin.

-¿Cuál?- Como siempre, Sean quiso saber ansiosamente.

-Iba a dejar que me tomara unas fotografías.- Por un instante todos nos quedamos en silencio. Los dos primos me observaron como si esperaran que dijera algo más, y, finalmente, vi a Henry sonreír escépticamente.

-¿Eso es todo?

Me sentí avergonzado por lo que estaba a punto de decir, pero continué con mi explicación.

-Um, sí, pero las fotografías las iba a tomar con mi camisa desabotonada y abierta.

Henry y Sean soltaron una risa.

-¿Eso vale un boleto en un crucero?

Me reí junto a ellos, demostrando lo absurda que mi vida podía ser.

-Te quedarías sorprendido si supieras lo mucho que valen unas fotos como esas.

Los ojos de Sean brillaron con interés.

-Oh, ¿de verdad? ¿Entonces te puedo tomar una?

-¿Para qué?- lo interrumpió Henry.- ¿Para guardarla debajo tu almohada y mirarla toda la noche?

Las mejillas del chico más pequeño se sonrojaron y volteó a mirarme avergonzado.

-No le creas nada.

Yo le sonreí, y el chico pareció percatarse de que no me importaba si tenía su habitación llena de posters míos. Un segundo después se deshizo de su vergüenza y volvimos a platicar.

Les expliqué el dilema que representaba quitarme la camisa en público. Mi mamá siempre me obligaba a utilizar esas ridículas playeras de protección UV para que nadie pudiera tomarme fotografías sin saberlo. Mucho menos permitía que hiciera sesiones fotográficas posando semidesnudo.

-Aunque, pensándolo bien, creo que tu mamá sólo quiere protegerte,- dijo Henry con sinceridad.- No todo el mundo puede soportar tanta exposición. Cuando era niño una agencia contactó a mi madre para ser modelo, pero después de unas sesiones le dije que no me gustaba. No podía imaginar a mis fotografías siendo publicadas en todas partes, mucho menos en calzoncillos. Creo que soy un poco tímido.

Le sonreí un poco sorprendido.

-Oh, ¿de verdad fuiste modelo de calzoncillos?

Henry se encogió de hombros, parecía avergonzado.

-En realidad modelaba todo tipo de ropa, pero casi todo estaba enfocado en ropa interior y trajes de baño.

Asentí con la cabeza comprensivamente.

-Al principio no es nada fácil, pero te vas acostumbrando. Y bueno, si te sirve de algo, creo que serías un gran modelo.

Hablé sin pensarlo, pero, tan pronto como escuché mis propias palabras, me sonrojé un poco y noté que a Henry le pasaba lo mismo. Mientras nos mirábamos a los ojos con timidez, el barco comenzó a moverse y sonó un pitido, acompañados del suave balanceo del agua bajo nosotros. Nos miramos con sorpresa por el repentino movimiento, y, una vez más, una voz comenzó a emanar de los altavoces.

*

-Atención a todos los pasajeros. Les habla la dra. Carter, representante del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades. Primero que nada, les agradezco la calma y comprensión por parte de la mayoría de ustedes. En este momento estamos navegando unos cuantos kilómetros mar adentro para facilitar el aislamiento y evitar accidentes por estar demasiado cerca de la costa. Hace unos minutos hemos recibido un cargamento de recursos y profesionales de la salud; es necesario la realización de una cuarentena. Sé que la situación puede parecer aterradora, pero les garantizo que es solamente una medida preventiva.

La voz de la doctora hacía todo lo posible por transmitir una sensación de calma, aunque, al mismo tiempo, reafirmaba la seriedad del escenario.

-Aun así, es esencial que cada uno de los pasajeros continúe aplicando las medidas de seguridad establecidas. En el transcurso de las siguientes horas seguiremos realizando asignaciones para cada unas de las personas que se encuentran con nosotros, les pedimos, de la manera más atenta, que permanezcan en las cabinas que los miembros de la tripulación les han asignado. Dentro de las próximas veinticuatro horas nuestros médicos pasarán a cada habitación para resolver sus dudas y hacer algunas pruebas.

Los chicos y yo nos miramos de forma aprehensiva mientras escuchábamos el mensaje.

-La extensión 009 también estará disponible para resolver posibles dudas, pero en este momento se encuentra saturada por la enorme cantidad de llamadas. Si sufren de algún síntoma y necesitan de asistencia médica, pueden utilizar la extensión 010, así que les rogamos que la utilicen sólo con ese propósito. Otras situaciones, de extrema emergencia, serán resueltas a través de la extensión 011.

››Los servicios de restaurantes, piscinas, y todas las actividades fuera de sus habitaciones quedan suspendidas a partir de este momento. Las comidas serán entregadas directamente en sus habitaciones. De igual forma les pedimos que eviten cualquier tipo de contacto con el personal de servicio al momento de la entrega, esto con la finalidad de preservar la salud de los trabajadores y la propia.

››Una vez más, comprendo su angustia, pero les pido un poco de calma y paciencia para que todo sea resuelto lo más pronto posible. A partir de este momento se declara decretada la cuarentena, así que hago énfasis en la importancia de que permanezcan en sus habitaciones. Muchas gracias por su atención, nos veremos pronto.

Cuando la voz se quedó en silencio, sentí que mi pecho comenzó a encogerse. Nadie habló por unos cuantos segundos hasta que se rompió el silencio. Me sentía incapaz de interpretar la información que acababa de recibir.

-Cuarentena, ¿qué significa eso?- preguntó Sean.

Henry desvió la mirada de mí para observar a su primo.

-Significa que tenías razón, Sean. Creo que nos quedaremos aquí por unos cuantos días.

*

Las siguientes horas fueron eternas. Y, para empeorar las cosas, las señales de los teléfonos celulares parecían no funcionar. La angustia de la falta de información solamente me puso más ansioso. Traté de llamar a mi madre como cincuenta veces, pero ninguna llamada ni ningún mensaje era completado.

-No estamos tan lejos de la costa como para perder la señal, ¿verdad?

-No tengo idea de cómo funcione,- dijo Henry, quien también trataba de comunicarse con sus padres.- Un poco antes de que llegaras aquí, sí teníamos señal.

Perfecto, pensé; no podía ir peor. Estaba aislado en un barco, en el medio del océano, durante una especie de epidemia, la cual era lo suficientemente seria como para que la CDC pusiera en cuarentena al barco entero, y, por si fuera poco, nadie sabía dónde estaba. Al menos los padres de los chicos sabían que se encontraban aquí, así que le llevaban mucha ventaja a mi mamá.

Comencé a preguntarme las posibilidades de que mi madre siguiera mis pasos para descubrir que estaba en un barco. Le había dicho que iba a pasar el fin de semana en la casa de un amigo. Si me llamaba y no contestaba, seguramente lo llamaría para verificar que estaba bien, y entonces descubriría que le había mentido.

Cuando la noche cayó sobre el crucero, y el cielo se veía tan oscuro que era difícil distinguirlo del agua negra del océano, un empleado dejó una bandeja con nuestras cenas afuera de la puerta. Comimos sin hablar demasiado, y decidimos acostarnos temprano para dormir. Esa fue la parte más vergonzosa porque sólo había una cama para los tres.

*

Los chicos fingieron buscar cosas en sus maletas por una eternidad, era claro que estaban posponiendo quién tendría que cambiarse de ropa primero, hasta que Henry levantó la mirada y me preguntó:

-¿Te gustaría que te prestara ropa para dormir, Zach?

Yo me encogí de hombros. La ropa que me había prestado antes seguía limpia, solamente la había utilizado para estar en la habitación. Aunque, para ser honesto, los shorts eran un poco gruesos. Sin embargo, no estaba acostumbrado a dormir con playera, excepto cuando hacía mucho frío.

-Eso creo. Quiero decir, si no es mucha molestia.

-Para nada,- me contestó.- No me queda mucha ropa en la maleta. La mayoría de nuestras cosas se quedaron en el equipaje de nuestros padres, pero podemos compartir lo que tengo aquí.- El chico arrojó algunas de las ropas sobre la cama para que pudiera verlas.

-Muchas gracias, Henry, de verdad. Lo que tú quieras prestarme me va bien; ¿cómo les gusta dormir? Es decir, ¿utilizan pijamas?

Los dos primos se miraron el uno al otro, y Henry pareció sonrojarse un poco.

-Um, depende de la noche. Comúnmente sólo utilizo shorts o un bóxer, pero puede que sea incómodo ya que vamos a compartir la misma cama, y no sé qué utilices tú…

Sean solamente se quedó en silencio.

Me sentía tan avergonzado como ellos. Les dije que por mí no había ningún problema, y que a mí me gustaba dormir de la misma forma. Henry sonrió y me entregó un par de bóxers. Le agradecí y fui a cambiarme al baño. Cuando regresé a la habitación, utilizando solamente la ropa interior que me habían prestado, noté que ambos chicos lanzaban miradas discretas hacia mi cuerpo. Por un rato nos quedamos en silencio. Sean parecía haberse quedado hipnotizado. Me sonrojé un poco por la atención que me estaba dedicando, pero Henry rompió su trance con un pequeño chiste.

-Adelante, Sean, ya puedes tomar tu foto. Imagina cuánto dinero podrías ganar.

Me eché a reír al igual que el chico más pequeño. Entonces Henry se metió al baño y unos minutos después salió, vestido solamente con unos bóxers similares a los que yo traía puestos. Sean, por el contrario, dijo que prefería quedarse dormido con la misma ropa que llevaba puesta, así que solamente se quitó la camisa. Cuando noté que tenía un pequeño bulto asomándose al frente de sus shorts, sospeché cuál era la verdadera razón de su decisión.

Se nos dificultó un poco encontrar posiciones cómodas debajo de las sábanas de la enorme cama.

Para el alivio de todos, el colchón era tan espacioso que cada uno tenía su propio sitio sin estar apretujados. Aun así, nos sentíamos solos y necesitábamos estar cerca, y tan pronto como Sean se quedó dormido volteó su cuerpo hacía mí, y pude sentir que su brazo se envolvía alrededor de mi cintura para abrazarme como si fuera una almohada gigante.

*

Nos despertamos con un sobresalto cuando un equipo de la CDC tocó a nuestra puerta tan pronto como los primeros rayos de sol anunciaron el siguiente día. La dra. Carter, quien nos había dado instrucciones a través de los altavoces del barco, fue personalmente a nuestra habitación. Iba acompañada de dos asistentes, y nos explicaron, con mucha calma, todo lo que estaba sucediendo. Era muy amigable, y su voz siempre mantenía un tono alegre. De vez en cuando nos dedicaba un comentario gracioso para aligerar nuestra ansiedad, pero su mirada cansada nos indicaba que la situación era muy seria.

La doctora nos explicó que uno de los pasajeros había sido diagnosticado con una enfermedad aún desconocida. Por lo tanto, cualquier persona en el crucero que hubiera tenido contacto con él tenía que ser aislada por una cuantas de semanas.

También me dijo que mi madre ya sabía donde me encontraba porque había rastreado la ubicación de mi celular, y que había amenazado a todos con demandas si no era tratado bien.

Le dediqué una sonrisa nerviosa cuando me dijo eso. Sentía que mi privacidad había sido invadida, pero al menos ya sabía donde estaba. La familia de Henry y Sean también había sido aislada, pero como se encontraban en tierra firme, estaban cumpliendo su cuarentena en un hotel.

Después de la conversación inicial, nos hizo una serie de pruebas mientras sus asistentes esparcían un producto a través de la habitación. Nos tomó la temperatura y nos hizo varias preguntas para ver si alguno de nosotros había tenido síntomas. Al final nos indicó que no había de qué preocuparnos porque al parecer todos nos encontrábamos bien, pero que no debíamos abandonar la habitación bajo ninguna circunstancia.

Nos hizo la promesa de que regresaría para darnos seguimiento, y finalmente salió de nuestra habitación. Esa fue la primera visita de muchas que vendrían en los siguientes días.

*

Es curioso que la cohabitación en situaciones extremas puede crear relaciones íntimas inimaginables. Estar aislados en la misma habitación por días enteros, convirtió a aquellos adolescentes en el 100% de mi contacto social.

Era divertido ver cómo nuestras relaciones evolucionaban con cada día que pasaba. Al principio apenas y éramos unos conocidos, pero Henry y Sean se convirtieron rápidamente en amigos de verdad. Y debido a lo turbulento de la situación, le agradecía al universo inmensamente por haberme puesto en esa habitación con ellos.

Aunque desde el principio nos habíamos caído bien, los primeros días los dedicamos a conocernos más a fondo. Era claro que nos costaba estar semidesnudos frente a los demás. Sin embargo, unos días después, y con muy poca ropa limpia, los calzoncillos eran todo lo que utilizábamos para vestir.

Además, estar encerrado limitaba nuestras actividades casi por completo, así que pasábamos el tiempo platicando, gastándonos bromas y viendo películas. Durante esos días debí hablar con ellos más que con cualquier otra persona que hubiera conocido en mi vida. A veces nos quedábamos en silencio, como si hubiéramos terminado con todos los temas de conversación existentes, pero alguien siempre terminaba recordando algo más, y la conversación continuaba.

Incluso con su buena compañía, algunos días me parecía muy deprimentes. Los miembros de la CDC cada día estaban más ocupados por los casos de contagios nuevos y apenas y les daba tiempo de ir a nuestra habitación. A veces solamente nos dejaban la comida y toallas limpias, además de sábanas y batas de baño. Las batas se convirtieron en un aditamento muy útil cuando los calzoncillos de Henry comenzaron a escasear, así que comenzamos a lavar nuestra ropa en la bañera.

Los días de aislamiento se fueron entremezclando uno sobre otro, y no era poco común que alguno de nosotros se despertara de mal humor o indispuesto emocionalmente. Aún así, siempre tratábamos de inventar una actividad nueva para motivarnos el uno al otro.

*

Lo más angustiante, sin embargo, era la falta de contacto con nuestros padres. La dra. Carter era la única que mediaba nuestras conversaciones, pero sus visitas eran cada vez más raras. Nos había dicho que algunos de los equipos electrónicos de la CDC interferían con los dispositivos móviles y que bloqueaban la señal en nuestra habitación y las de otros pasajeros. También nos dijo que era demasiado arriesgado llevarnos hasta el centro de comunicaciones del barco. Por lo tanto, siempre mandábamos nuestros mensajes a través de ella.

Aunque la doctora siempre nos aseguraba que todo estaba bajo control, su estrés cada vez se hacía más y más evidente. Su mirada lucía cansada, y ya no era capaz de esconder su preocupación. Debía ser una situación muy demandante para ella. Después de unas cuantas visitas, se hizo evidente que preguntarle cuándo podríamos salir era inútil, porque simplemente no sabía cómo respondernos. Nadie podía.

*

Al final, terminamos por acostumbrarnos a nuestra nueva rutina. Parecía inútil esperar a que todo terminara pronto. Decidimos que lo mejor era simplemente hacer lo que nos ordenaban y esperar pacientemente. Sin embargo, éramos tres adolescentes, y algunos impulsos eran muy difíciles de contener.

Afortunadamente la habitación era bastante grande, más que suficiente para ejercitarnos para disipar nuestros pensamientos. Para mantener las cosas interesantes, comenzamos a apostar sobre cuántas sentadillas y cuántas abdominales podíamos hacer cada uno. Aunque otros impulsos, los cuales eran demasiado vergonzosos para tres chicos en plena pubertad, parecieron acumularse hasta el punto del desborde. Más de una vez había despertado a mitad de la noche con una erección debajo de mi ropa interior. Cuando eso ocurría tenía que esperar varios minutos antes de poder levantarme de la cama para que nadie se diera cuenta de lo que había sucedido.

Sabía de primera mano que lo mismo le pasaba a Henry y a Sean porque, en varias ocasiones, alguno de ellos se levantaba en medio de la oscuridad de manera inexplicable, y de repente se colocaba una almohada sobre el regazo para disimular.

Y aunque ninguno de nosotros hablaba de ello, era evidente que no íbamos a aguantar demasiado tiempo sin masturbarnos.

Durante el transcurso del día cada uno se escabullía en el baño sin decir nada, y se encerraba por varios minutos. Sobra decir que toda la situación era muy vergonzosa porque el seguro de la puerta estaba roto, y era bastante obvio lo que hacíamos ahí dentro.

El erotismo era casi constante, y me di cuenta de que había comenzado a prestar más atención a los cuerpos de los otros chicos. En una ocasión me sorprendí al preguntarme cómo eran sus penes e imaginar cómo se pajeaban. Puede que los otros dos también pensaran lo mismo. A menudo Henry, cuando platicaba conmigo, no dejaba de mirar mi bulto, con sus ojos amigables y lindos. Sin hablar de Sean, quien obviamente estaba enamorado de mí desde que me había reconocido como el actor principal de sus películas favoritas.

Una noche tuvimos un problema con el termostato, y la habitación se puso tan fría que tuvimos que irnos a la cama con varias capas de ropa y calcetines, envolviéndonos con las sábanas y abrazándonos tan fuerte y cerca como era humanamente posible.

En un punto tuvimos que llamar a la recepción, pero nos dijeron que estaban al tanto de la situación y que lo arreglarían lo más pronto posible. Afuera, una tormenta caía sobre el océano, provocando olas que hacían que el barco se balanceara.

-Lo que pasa es que están tratando de congelarnos para morir…- dijo Sean, temblando de frío. Como era el más pequeño lo teníamos acunado entre el cuerpo de Henry y el mío.- Han decidido que es más fácil controlar la situación si nos convierten en paletas de hielo.

-O quizás descubrieron que el frío es la única debilidad de los zombies que caminan por todo el barco,- dije de broma, provocando una risa del chico más joven.

-Ya van a empezar otra vez con los zombies,- dijo Henry, un poco malhumorado por el frío, pero Sean simplemente lo ignoró, y me miró con una sonrisa traviesa.

-Lo que dices no tiene ningún sentido. ¿Por qué el frío habría de debilitar a los zombies?

Me encogí de hombros.

-Mañana le preguntamos a los de la CDC. Fueron ellos quienes decidieron convertir nuestra habitación en una nevera.

-¡Ya sé! Quizás bajaron la temperatura para conservar los cuerpos de los muertos,- dijo Sean, imitando una voz aterradora, pero tan pronto como terminó de hablar, los tres nos pusimos un poco serios.

El contenido de sus palabras dejaba ver un oscuro tono de realidad. Pude sentir que un afilado escalofrío me recorría el cuerpo. No teníamos idea de lo que estaba sucediendo afuera, y aunque todo el mundo no se cansaba de repetir que todo estaba bien, era probable que hubiera gente muriendo en el barco.

Los minutos pasaron y la temperatura solamente fue descendiendo más y más, a un punto en el que todos comenzamos a tiritar contra el cuerpo del otro. Había comenzado a preocuparme porque quizás si podríamos morir así.

-Será mejor que llamemos a la recepción otra vez,- sugirió Henry con voz temblorosa.

-No creo que eso cambie nada,- le respondí sin mucha esperanza.- Tenemos que irnos de esta habitación.

El chico mayor me miró con sorpresa.

-¿Acaso te has vuelto loco? Nos han repetido miles de veces que no debemos abandonar nuestros sitios.

Traté de pensar en otras opciones, pero no se me ocurría nada. Encima de nosotros teníamos puestos todos los cobertores disponibles, y la ropa que no estábamos utilizando estaba colgada en el baño y se encontraba húmeda porque la habíamos lavado.

-No podemos salir de la habitación,- dijo Sean con los dientes castañeando.- Pero sí podemos meternos en el baño.

-Ahí adentro hace tanto frío como aquí, Sean. La puerta está abierta y seguramente el frío se ha colado en su interior.

Entonces entendí lo que Sean estaba proponiendo.

-No, Henry, tiene razón. Una vez adentro cerramos la puerta y nos metemos en la bañera con agua caliente.

Hubo un breve silencio mientras todos procesábamos la idea.

-¿Todos juntos?- preguntó Henry, mirándome de forma extrañada, y yo asentí con la cabeza.

*

El frío era tan insoportable que no nos quedaban muchas ganas para discutir por mucho tiempo, así que, sin mayores señales de protesta, nos metimos al baño y comenzamos a llenar la bañera con agua caliente. El vapor que emanaba pronto comenzó a calentar el ambiente y comencé a sentirme mejor.

-No es necesario que nos conviertas en sopa, eh,- dijo Sean, ajustando el grifo del agua fría un poco. No pude evitar reírme. Cuando el agua alcanzó un buen nivel, cerré las llaves y nos miramos el uno al otro. Sin decir palabras nos preguntábamos quién quería ser el primero en desvestirse.

-Iré yo,- dijo Henry de repente y comenzó a quitarse la ropa. Seguí cada movimiento de sus manos con mis ojos mientras se quitaba los calcetines, la playera, los shorts, y al final su ropa interior. Su cuerpo era un poco pálido, delgado y su piel lucía muy suave; pero lo que más me cautivó fue su trasero, pálido y firme, cuando comenzó a escalar por encima de la bañera.

Estábamos acostumbrados a vernos en ropa interior, pero aún así dudé un poco antes de desvestirme para unirme a él. Una vez que estuve desnudo, y para distraer las miradas que inmediatamente se posaron sobre mi cuerpo, me metí rápidamente en la bañera y me senté, sintiendo la deliciosa sensación del agua caliente que eliminaba poco a poco el frío de mi cuerpo, el cual no dejaba de tiritar.

Sean fue el último de desnudarse, también fue el más tímido para mostrar su cuerpo. Comprendí que para él era un poco más difícil, siendo el más joven de los tres, así que quise dejarle claro que no había nada de qué estar avergonzado.

-Ven con nosotros, Sean, el agua está perfecta.

-Tal vez un poco más tarde,- dijo tímidamente.- Ya está comenzando a hacer calor aquí afuera.

-Es mejor si te metes al agua,- replicó Henry.- Vamos, te aseguro que nadie se va a reír, ni te vamos a juzgar.

-Es cierto, Sean, además todos somos hombres. Henry y yo ya estamos desnudos y nos has visto,- le dije para alentarlo.- Te prometo que aquí estarás mejor.

El chico pensó por un rato, pero después comenzó a quitarse la ropa. Se quitó los calcetines y la playera, pero cuando llegó el momento de bajar su short se detuvo.

-Chicos, lo que pasa es que tengo una…- comenzó, pero parecía que se había quedado sin palabras.- Mi…

Sabía cuál era el conflicto interno del chico, así que completé sus palabras lo más naturalmente que pude.

-Tu polla se ha puesto dura, ¿verdad?- dije sin mucha ceremonia.- No te preocupes; a la mía le pasa lo mismo todo el tiempo. Sé que es un poco vergonzoso, pero eso no significa nada.

Eso pareció convencerlo. Titubeantemente se bajó los shorts a través de las piernas y después los calzoncillos y se nos unió en la bañera. Aunque sólo tenía trece años, tenía un cuerpo delgado y atlético. Su cabello era tan rebelde que siempre le cubría parte de los ojos. Su piel estaba un poco bronceada porque había estado nadando en las piscinas casi todo el tiempo. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue su erección de aproximadamente once centímetros, apuntando hacia su ombligo sobre un área sin vello púbico. Era un niño muy apuesto, y seguramente tenía a muchas chicas y chicos detrás de él en el colegio.

La bañera era bastante grande, pero aún así fue imposible evitar que nuestros cuerpos desnudos se tocaran. En algún punto nuestras pieles se frotaron debajo del agua, y eso me provocó un escalofrío de timidez. Con el paso de los minutos comenzamos a sentirnos más cómodos con la situación, hasta que terminamos por platicar con la misma naturalidad de siempre. La calidez del agua era tan placentera que sentía que me podía quedar ahí por horas. Y quizás, porque nos sentíamos completamente expuestos, la conversación se tornó más personal, hasta que Henry me preguntó si había besado a muchas chicas por ser actor.

Le contesté con honestidad.

-En realidad no he besado a muchas. Es decir, debo admitir que ser famoso ayuda mucho, pero la verdad es que no me gusta aprovecharme de nadie. Aunque a veces no me puedo resistir.- Henry se echó a reír.- ¿Y qué hay de ti?

-Sólo he besado a dos. La segunda fue mi novia como por tres semanas, creo, pero después rompió conmigo.

-Ella se lo pierde,- dije divertidamente, y Henry contuvo una sonrisa.- ¿Y qué hay de ti, Sean?

El chico más joven apartó la mirada, como si no hubiera escuchado mi pregunta, y después hizo un sonido de sorpresa que sonó muy fingido. Estaba asombrado por su falta de sutileza, así que lo confronté con sinceridad.

-Nunca has besado a nadie, ¿verdad? No te preocupes, no hay prisa. No es como si estuviéramos compitiendo. Sólo es mera curiosidad, y bueno, si no has besado a nadie, ¿entonces a quién te gustaría besar?

-Vale,- comenzó a decir torpemente.- Sinceramente tengo muchas ganas de hacerlo, pero tengo miedo de hacerlo mal.

Comprendí su temor perfectamente.

-Ah, ya entiendo. Para serte sincero a nadie le sale bien la primera vez. Aunque puedes practicar con alguien antes de lanzarte. Vamos, Henry, enséñale cómo debe darse un beso,- dije juguetonamente y Henry soltó una risa.

-¿Qué? Estás demente. Es mi primo.

-¿Y…?- repliqué con una mirada provocativa.- Cuando tenía once me besé con un primo.

Henry se encogió de hombros.

-¿Cómo sé que no estás diciendo mentiras?

Solté una risa divertida.

-Estamos en el 2020, qué importa si me beso con chicos o chicas. Aunque jamás mentiría sobre una cosa así.

-¿De verdad? ¿Entonces te has besado con más chicos?

-Um, no, pero para mí no es ningún problema. Soy actor, ¿recuerdas? La mitad de los chicos que conozco son gay o bisexuales. A nadie le importa ya. Te aseguro que me besaría con un hombre si tuviera que interpretar a un personaje homosexual.

-Ok, entonces dale un beso a Sean,- contrarrestó Henry, pero yo simplemente sonreí y mis ojos brillaron ante su reto.

-Le daré un beso si tú lo haces primero.

Sean estaba sonrojado de la vergüenza por ser el centro de nuestra discusión sobre quién tenía que besarlo.

-¿Qué? ¿De qué demonios están hablando? Ninguno de los dos va a darme un beso.

No parecía muy determinado a detenernos.

-Oh, no seas gallina, Sean. Que aprendas es por tu bien.

Se quedó en silencio y eso lo interpretamos como una autorización. Henry tomó un suspiro muy profundo y después me miró atentamente a los ojos. Tratábamos de parecer calmados, pero los tres estábamos temblando de nerviosismo.

-Será un poco raro, pero va.

Henry se inclinó hacia su primo, le puso una mano en la mejilla, y lo besó. Fue un intercambio breve y torpe, sólo un roce de labios y sin lengua.

-Si le vas a enseñar, hazlo bien. Dudo mucho que a una chica le guste ser besada de esa forma,- dije provocativamente, pero Henry volteó a mirarme y me devolvió el reto.

-Enséñanos cómo se hace, entonces.

*

No sabía qué se había apoderado de mí. Un fuego abrasador, desconocido por mí hasta ese momento, estaba reemplazando a mi timidez. Entonces me acerqué a Sean, quien estaba completamente paralizado. Poco a poco envolví mi mano alrededor de su cintura, con la otra lo agarré de la nuca y lo besé.

Fue mucho menos difícil de lo que pensé. No era muy diferente a besar a una chica. La anticipación del momento había contribuido a dar lo mejor de mí, porque le di un beso de verdad, empujando mi lengua entre sus labios para mezclar nuestras salivas, al mismo tiempo que Sean dejaba escapar un pequeño suspiro por la sensación.

Aparté mi mano de su cabeza y la deslicé hasta su pecho para acariciarlo ligeramente. Fue ahí cuando Sean comenzó a reaccionar, como si se hubiera recuperado del choque inicial. Al principio el beso que me devolvió fue un poco torpe, pero pronto empezó a imitar mis movimientos, deslizando su lengua contra la mía y colocando sus manos delicadamente sobre mis hombros. Después de unos cuantos segundos, me aparté, y lo miré a los ojos hasta que él abrió los suyos y me sonrió.

-Rayos,- dijo el chico pequeño, recuperando su aliento, con una expresión de asombro. Cuando volteé hacia Henry pude ver que tenía la boca abierta, y, aunque el agua lo cubría un poco por encima del ombligo, pude notar que su verga estaba dura como una roca, al igual que la mía y la de Sean.- Fue mucho mejor de lo que creí; um, quiero decir, creo que he aprendido la lección. No es tan difícil.

-Es cuestión de seguir tus instintos,- le dije, y el chico me dedicó una pequeña sonrisa.- Ahora trata de practicar con Henry.

Sean tomó un suspiro muy profundo y sin mayor preámbulo comenzó a besar a su primo mayor. Henry se dejó llevar casi de inmediato y muy pronto le devolvió el beso con la misma intensidad, revolviendo sus lenguas y lamiendo sus labios como si su vida dependiera de ello. Era claro para mí que había echado a andar algo que no podría detener.

Cuando se separaron, fue mi turno de cerrar el ciclo. Henry apenas y había recuperado el aliento cuando envolví mis manos alrededor de sus hombros y lo besé. Creo que una parte de mí había querido besarlo desde el momento en que lo había conocido porque, una vez que nuestros labios se tocaron, todos mis impulsos fueron liberados.

Deslicé mis manos desde sus hombros hasta su pecho. Debajo de las yemas de mis dedos pude sentir que su respiración se aceleraba, y entonces seguí el movimiento hasta su abdomen y por debajo del agua, hasta llegar a su erección. Cuando finalmente pude sentir su polla dura, la agarré formando un puño alrededor de la asta e, instintivamente, comencé a masturbarlo. A un lado de nosotros, sin creer lo que estaba sucediendo, Sean parecía haberse quedado anonadado por lo que estábamos haciendo. Y, siendo honestos, yo tampoco sabía lo que hacía. Pero no me importaba. Lo único que existía en mi mundo en ese momento eran los gemidos de placer que hacía Henry, lo cuales me dieron la confianza para seguir acariciándolo.

-Chicos… ¿qué… qué están haciendo?- tartamudeó Sean, parecía que se había quedado sin palabras.

El chico más joven tenía una mirada confundida, pero estaba seguro de que se sentía tan caliente como nosotros. Por un momento solté la verga de Henry y me di la vuelta hacia él. Mi corazón estaba latiendo tan fuerte que podía escucharlo.

-Ya te has masturbado antes, ¿verdad?

El chico dudó.

-S-sí, pero a solas. Nunca como ustedes lo están haciendo.

Solté una risa.

-Yo tampoco, pero es muy divertido. ¿Quieres que te muestre?

Pensó por un momento, pero después asintió con la cabeza. Le dediqué una sonrisa alentadora cuando su mirada se tornó tímida. Lentamente estiré una mano y entonces agarré su erección, era mucho más pequeña que la de Henry. Cuando comencé a masturbarlo el chico dejó escapar un suspiro.

Empecé la paja con movimientos lentos y suaves, pero gradualmente fui incrementando el paso, tanto que el agua comenzó a agitarse alrededor de nosotros. Involuntariamente Sean movía sus caderas para encontrarse con mi mano, parecía estar completamente inmerso en el placer que sentía.

-Eres extraordinario.

Mientras acariciaba a Sean, solté un gemido cuando sentí que la mano de Henry se envolvía también alrededor de mi polla. Era la primera vez que alguien me tocaba de esa forma, y cuando el chico comenzó con el bombeo sentí que una ola de electricidad me recorría el cuerpo. Volteé la mirada hacia Henry y cuando nuestros ojos se conectaron me dedicó una sonrisa emocionada.

Nos quedamos en esa posición por un buen rato, con la mano de Henry masturbándome espectacularmente, y con Sean al borde el orgasmo por lo que le estaba haciendo.

Con una mano acariciaba al chico pequeño, y con la otra le masajeaba los testículos, los pezones y las nalgas. Cuando sentí que su pene palpitaba y se encontraba a punto de correrse me detuve y les dije que el agua se estaba enfriando y que lo mejor era salir de ahí.

*

Para ese entonces, cualquier señal de timidez o modestia había sido dejada de lado. Salimos de la bañera con agua escurriendo por nuestros cuerpos y nos arrodillamos sobre el suelo, sobre una cama hecha con las esponjadas batas de baño.

-Sean, hazle a Henry lo mismo que estaba haciendo contigo.

El chico me sonrió y obedeció inmediatamente. Al principio los movimientos de su mano fueron un poco torpes, acariciando la polla de su primo y admirando el poco vello púbico que se acumulaba en la base de la erección. Mientras él hacía eso, decidí intentar algo nuevo.

Me agaché en frente del chico más pequeño y me metí su pene, suave y lampiño, dentro de la boca. Gimió de placer cuando resbalé mi lengua por toda la longitud de su polla erecta, deslizando mis labios lentamente desde el glande hasta los testículos, introduciendo cada centímetro con determinación. Con cada movimiento trataba de hacerle una paja con mis labios, moviendo mi cabeza hacia atrás y hacia adelante, tan rápido que gotas de agua salían volando de los mechones húmedos de mi cabello. Después de unos minutos, Sean ya ni siquiera pudo masturbar a su primo, porque sus manos se deslizaron instintivamente hacia mi pelo y, con un gemido muy alto, se corrió entre mis labios, derramando varios girones de semen sobre mi lengua. El orgasmo fue inesperado; su corrida tenía un sabor salado y un poco raro así que terminé escupiéndola sobre el suelo.

-Dios mío,- gimió Sean, tratando de recuperar el aliento.

Solté una risa y le miré con ojos emocionados. Entonces me volteé hacia Henry, y acercamos nuestros cuerpos desnudos.

-¿Quieres que también te la chupe?- le pregunté, y él asintió con la cabeza inmediatamente.

-Sí, por favor.

Con una mano empujé su pecho hacia atrás, para indicarle que se acostara. Una vez que estuvo sobre las batas, admiré su piel húmeda, la cual brillaba reflejando las luces del baño; sin perder más tiempo me agaché y comencé a chuparle la polla. La de él era más grande, y al principio se me dificultó un poco. Sobre la base tenía unos cuantos vellos púbicos, pero eran casi imperceptibles. Una vez que se recuperó de la impresión inicial, hizo lo mismo que su primo y colocó sus manos sobre mi cabello, guiando los movimientos de mi cabeza al ritmo que más le gustaba.

Pasaron varios minutos, entonces me di cuenta de que su respiración se estaba agitando y que pronto comenzó a soltar gemidos.

Una de mis manos hizo un puño alrededor de su polla para masturbarlo al mismo tiempo que movía mis labios sobre la erección, y con la otra le acaricié el cuerpo, deslizando mis dedos a través de su pecho, pezones y ombligo. Era como si tocar su piel me diera vida. Con cada caricia que le daba parecía perder el control de sus jadeos. El chico callado y educado que conocía, ahora se encontraba en éxtasis, levantando su cadera para follarme la boca.

Cuando finalmente eyaculó, esta vez me encontraba más que listo, así que cuando sentí que el esperma me mojaba la lengua me forcé a tragármelo todo. Era un chico de mi misma edad, entonces la corrida no fue descomunal. Una vez que su polla dejó de palpitar entre mis labios Henry colapsó exhausto sobre el suelo.

-Es increíble, ¿verdad?- le preguntó Sean y Henry asintió con la cabeza mientras se levantaba para sentarse.

-Dioses, ahora entiendo por qué todo el mundo habla de sexo todo el tiempo.

-Ya sé, jamás había hecho algo como esto antes,- les dije sonriendo. Entonces vi que Henry y Sean intercambiaban una mirada traviesa.- ¿Qué les pasa?

-Tú no te has corrido, ¿es cierto? Estaríamos más que encantados de devolverte el favor.

Me encogí de hombros.

-¿No tienen sueño?

La única respuesta que tuve fue la mano de Henry empujando mi pecho, indicándome que me acostara sobre el suelo.

-Ahora es tu turno.

Henry se agachó hasta que sus labios se encontraban a unos centímetros de mi polla, y Sean se le unió un segundo después, entonces comencé a sentir el roce de sus bocas sobre mi erección. Los dos se alternaban para chupar mi pene, y con sus manos exploraban cada centímetro de mi cuerpo. Algunas veces lamían mi pene simultáneamente mientras se besaban, envolviendo sus lenguas sobre la punta de mi verga.

Puse una mano en cada una de sus cabezas, enterrando mis dedos entre los mechones de su cabello y tirando de ellos cada vez que sus bocas acunaban mi erección. El aire se escapaba de mis pulmones por el placer, y no podía dejar de gemir muy alto. No pasó mucho tiempo hasta que tuve el orgasmo más grande de mi joven vida.

Una vez que terminó mi eyaculación los dos chicos limpiaron con sus lenguas las gotas perladas que descansaban sobre mi abdomen.

Nos quedamos acostados un buen rato dentro del baño, pero cuando salimos el termostato parecía estar funcionando otra vez, así que nos fuimos directo a la cama sin molestarnos en vestirnos. Debajo de las sábanas nos encontrábamos desnudos, pero no nos importaba, así que nos envolvimos en un abrazo y nos quedamos dormidos.

*

Recuerdo que cuando desperté al día siguiente, los rayos del sol apenas iban asomándose por el horizonte. El viento fresco del aire acondicionado contrastaba con el calor de los cuerpos de Henry y Sean.

No puedo decirte que la cuarentena no nos marcó emocionalmente. Aquellos días fueron el inicio de una gran pandemia, la cual, a pesar de los esfuerzos de la OMS y de la CDC, se esparció por todo el mundo con rapidez y reclamó millones de vidas.

Los chicos y yo habíamos sido afortunados al ser aislados de los problemas en el exterior, y, aunque los días que habían precedido a nuestra liberación habían sido angustiantes, no se comparaban con los reportes de muertes que comenzaron a llegar a nuestros oídos a través de la dra. Carter.

La primera cosa en la que pienso cuando recuerdo aquellas largas semanas, no es la angustia del aislamiento, el miedo de enfermarme o la paranoia constate.

Es esa mañana, en donde Sean se encontraba acunado entre mi cuerpo y el de Henry. Los tres envueltos en el más cálido de los abrazos. Cuando desperté, abrí los ojos por un breve instante, recordando de repente lo sucedido la noche anterior. Pero, en lugar de sentir vergüenza o arrepentimiento, solamente sonreí ligeramente, abrazando aún más fuerte al chico que tenía a mi lado, antes de volver a quedarme dormido como si todos los problemas del mundo hubieran desaparecido de mi mente.

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FIN

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Un abrazo para todos. Sigan cuidándose. :)