Cruce imprevisto

Tenían práctica en el intercambio de pareja pero nunca sospecharon que, en un inocente viaje de negocios, iban a encontrar al hombre ideal para hacer de su afición al trío algo de locura. La mujer, sobre todo, gozó como jamás pensó podía llegar a gozar con un perfecto desconocido.

CRUCE IMPREVISTO.

Soy Toni y mi esposa Mari, ambos somos jóvenes y liberales, hemos tenido varias experiencias en tríos mediante una revista pero, en esta ocasión, la experiencia que cuento, fue totalmente casual e inesperada.

Yo me tenía que desplazar de Barcelona a Cádiz por un asunto de trabajo. Casi siempre viajo solo pero esta vez Mari quiso acompañarme y así lo hizo.

Mi esposa es una mujer de cuerpo exuberante, tiene dos buenas tetas y unos muslos de infarto. Toda ella es picardía. Para el viaje se puso un vestido muy corto y algo escotado. A decir verdad todo eso no era nada del otro mundo pues le gusta siempre ir bastante provocativa.

Comenzamos el viaje, que se suponía monótono, pero nada más pasar por Tarragona, el coche empezó a fallar hasta quedarse parado en el arcén de la autopista. Con fastidio y muy molesto, llamé al club de asistencia del que soy socio desde hace mucho tiempo pero mientras esperaba que se presentaran para solucionar mi problema, un conductor que pasaba se detuvo a prestarme ayuda. Era un señor de unos cuarenta años que viajaba solo. Le dije que esperaba la asistencia pero él, muy amable, me dijo que también se esperaría por su acaso su ayuda era necesaria.

Llegó la asistencia y el problema del coche era grave. No se podía arreglar en unos días y entonces, aquel señor tan amable, se ofreció a llevarnos hasta Cádiz pues, casualmente, él tenía el mismo destino.

Mari y yo aceptamos mientras la grúa se llevaba mi coche a un taller de Tarragona, al que yo pasaría a recogerlo a la vuelta del viaje. Ya con el equipaje en el coche de este señor, cuyo nombre era Adolfo, proseguimos la ruta. Mari iba sentada detrás y yo junto a Adolfo.

Mientras pasaban los kilómetros, yo me di cuenta de que Adolfo miraba, por su espejo retrovisor, más de lo debido.

Pensé que como Mari iba sentada entre los dos asientos traseros, con la falda corta enseñando sus muslos y el provocativo escote, quizás Adolfo estaría disfrutando del panorama. Solo de pensarlo se me ponía el rabo tieso.

Más adelante, cuando paramos a echar gasolina y a tomar café, aproveché, al quedarme a solas con Adolfo, para decirle que me había dado cuenta de como miraba a mi mujer.

Me pidió disculpas por si me había molestado pero yo le tranquilicé diciéndole que no me molestaba en absoluto sino que, al contrario, me halagaba y me agradaba ver que él se había fijado en mi mujer.

A continuación le conté que nosotros éramos un matrimonio liberal y que nos gustaba hacer, de vez en cuando, un trío con otros hombres.

Él, algo sorprendido, me dijo que no le importaría poder hacerlo con nosotros pero, claro, yo le dije que eso no dependía exclusivamente de mí, sino de Mari.

Hablé a solas con Mari, le dije que Adolfo estaba por ella y que si quería podríamos hacer un trío con él.

  • Por el camino me lo pensaré - me contestó ella - Ya me he dado cuenta de que él se había fijado en mí, pero primero voy ponerlo cachondo y... a ti también.

Cuando reanudamos el viaje, mi esposa se sentó al lado de Adolfo, en la parte delantera del vehículo, y yo detrás.

Como el vestido de Mari era tan corto, mostraba todos sus muslos que Adolfo miraba de reojo y cada vez que cambiada de marcha, como sin querer, con su mano rozaba esos muslos pero ella fingía no darse cuenta de tan sutiles tocamientos.

Adolfo se fue animando. Le puso la mano en el muslo de la falda. Mari separó un poco sus muslos y él viendo la facilidad que ella le daba, siguió subiendo con su mano hasta tocarle el coño sobre la braga.

La cosa se fue calentando y yo, para evitar un accidente, le dije a Adolfo:

  • Para, por favor, en el arcén.

Cuando lo hizo, les hice bajar del coche y sentarse los dos detrás mientras yo me ponía al volante. Nada más reanudar la marcha, en el asiento de atrás se reiniciaron los tocamientos. Puse el espejo retrovisor interior regulado hacia ellos para echar un vistazo de vez en cuando y pronto mi polla comenzó a engordar dentro de mi pantalón. Pronto Adolfo le levanto el vestido a mi mujer y le metió la mano bajo la braga comenzando a tocarle el coño.

Yo podía ver como sus dedos se deslizaban por la raja húmeda.

Al poco rato le ladeo las bragas y metiendo la cabeza entre sus muslos, empezó a comerle el coño.

Mari gemía de gusto, mientras se abria la parte superior del vestido que llevaba.

  • ¡Vaya par de melones más lindos! - exclamó Adolfo cuando levantó la mirada y le vio las tetas.

Mientras él se los acariciaba con las manos le pasaba la lengua por los pezones, que ella tenía ya muy duros.

Pienso que cuando él le comía el coño ella había tenido ya su primer orgasmo.

  • Sácate la ropa - oí que ella le decía.

El se abrio la bragueta, quedando su pene frente a ella.

Yo no podía verlo completo pero ella, al ver su aparato, exclamó:

  • ¡Vaya herramienta tienes!

Pensé que con esa expresión, mi mujer expresaba que él debería estar muy bien armado. Mari agachó la cabeza empezando a chuparle la polla.

Yo al principio solo podía ver como le subía y bajaba la cabeza y la cara de gusto de Adolfo mientras mi mujer se la mamaba. Después se acomodaron para permitirme ver como mi esposa se chupaba magistralmente esa verga a la vez que se acariciaba el coño.

El hombre no tardó en soltar toda su leche en la boca de mi esposa, que se la tragó sin rechistar, reteniendo la cabezota pegada por dentro de su cachete.

  • Nunca me han mamado la polla como me lo has hecho tú - oí que le decía Adolfo.

  • Eso no ha sido nada - le contestó ella - Aún puedo hacerlo mejor en otras condiciones de espacio y comodidad.

Se vistieron, les pregunté si lo habían pasado bien, cosa que ya estaba demostrada y entablamos una conversación muy amena entre los tres.

Unos doscientos kilómetros más adelante, ya oscurecido, Adolfo me dijo que si salía de la autopista en un punto determinado, conocía un motel en donde, si estábamos de acuerdo, podíamos pasar la noche.

Como no teníamos prisa y aquello prometía, aceptamos. Llegamos al motel, él se encargó de pedir la habitación y Mari y yo entramos en ella primero. Luego llegó él con una botella de cava y unos pastelitos.

En la habitación solo había una gran cama y un aseo con ducha.

Mientras Adolfo descorchaba la botella, Mari dijo que se iba a dar una ducha y se pondría cómoda.

Al quedar los dos hombres solos, él me comentó que tenía mucha suerte de tener una mujer como Mari, tan hermosa y fogosa al mismo tiempo.

Según él lo que estaba pasando junto a nosotros le parecía un sueño.

Mari salió de la ducha otra vez vestida. Con su piel aún húmeda, se sentó en el borde de la cama diciendo:

  • ¿Dónde está esa copa de cava?

  • Ahí la tienes, reina - dijo Adolfo sirviéndosela rápidamente y sentándose a su lado.

  • No estoy acostumbrada a beber - dijo ella - Cuando lo he hecho pierdo el sentido y suelo hacer locuras.

  • Si pero tus locuras, nena, son tan calientes que deberías beber más a menudo - intervine yo.

Nos terminamos la botella. Mari parecía estar algo mareada y cuando ella se marea un poco se pone muy caliente. Ella estaba sentada en el borde de la cama y nos dijo:

  • Desnudaros y venid aquí los dos.

Con los rabos tiesos, nos sentamos a su lado.

Ella nos cogió las pollas, una en cada mano y alternándolas, nos las chupó a los dos diciendo: - ¡Que capullos más hermosos tengo aquí!.

La situación me daba un morbo tremendo viendo como mi esposa mamaba la polla de Adolfo y después la mía, una y otra vez, tan sensual y provocativa que no se podía aguantar.

  • Ponte a cuatro patas encima de la cama - le dije - que quiero ver como Adolfo te la clava por detrás.

  • Sí, cariño - me contestó con voz susurrante - Quieres ver como me la meten por mi culito...

Sí, putita - añadí - quiero que te follen el culo.

Ella se puso en posición y Adolfo, sin dudarlo ni un segundo, colocó su polla en el coño de Mari y muy despacio se la fue metiendo toda hasta el fondo.

Al completar la operación, ambos se quedaron quietos como disfrutándose mutuamente, gimiendo en forma placentera, reflejando su rostro el gran deleite del cual sin duda gozaban.

Lentamente Adolfo inició un bamboleo con su cadera que fue correspondido por mi mujer.

Él se agasajaba agarrando las nalgas de mi esposa, mientras hábilmente se la culeaba, permitiéndome apreciar como le insertaba su cipote en su totalidad. Culearon un buen rato, hasta que Adolfo dijo:

Como lo prometido es deuda…-

Cambiaron la postura e hizo que Mari se sentara sobre de él para follarle el culo.

Lentamente la cabezota de esa verga comenzó a penetrar las nalgas de mi mujer.

Entre dolor y gusto, ella apretaba los dientes, jadeando y gimiendo.

Mientras la polla de Adolfo entraba y salía de su culo, él le decía muy excitado: - ¡Que culazo más hermoso tiene, que gusto me da en la polla!

Yo me pajeaba viéndolos follar hasta que Mari me dijo: - ¡Toni, trae tu polla para que te la mame, cabrón!.

Muy excitado, se la puse en la boca dándole ella una gran mamada. Me gustaba que me llamara cabrón y que se comportara como una puta cachonda. Estuvimos así un rato hasta que se la saqué de la boca pues estaba a punto de correrme y nos dispusimos a adoptar otra postura.

Aprovechando el gran trabajo de Adolfo en el coño de mi mujer, le introduje mi verga en su lubricada vagina y empezamos a machacarla por ambos lados. Ella estaba como loca del placer y entre gemidos y suspiros, decía: -¡Como me gusta sentir vuestras pollas...-

Volvimos a cambiar porque nos veniamos y ahora Mari se cogia con el culo la polla de Adolfo, con una mano se separaba las nalgas tratando de atiborrarse el recto con la mayor cantidad de esta carne.

Él le mamaba las tetas, en lo que mi mujer se ensartaba las nalgas con su verga, cada vez en forma más frenética sacándola casi completamente e insertándosela hasta los huevos. En una de esas Adolfo le metió la polla en el coño, y yo por detrás, se la introduje en el culo dándole así, otra vez, una doble follada por su coño y por su culo al mismo tiempo.

¡Vamos machos, denme caña!.

Esas palabras de Mari animaron a Adolfo que se arrancó diciéndole:

¡Que puta eres, te gusta sentir mi polla dándote por el coño y la polla de Toni follándote el culo!. ¿Verdad, puta, que te gusta esto?

  • ¡Sí, follarme más fuerte, más, cabrones!.

Se puso tan caliente que los tres nos corrimos frenéticamente llenando el coño y el culo de mi esposa con nuestra brutal corrida. Quedamos extenuados, tendidos sobre la cama, pero no terminó aquí la noche pues aún quedaba mucho por hacer.

Cuando nos recuperamos, nos duchamos y vestimos para bajar a comer algo, pues tanto sexo nos había abierto el apetito, pero como ya era tarde, la cocina del motel estaba cerrada por lo que tuvimos que buscar otro lugar donde poder comer algo. Después de mucho deambular, encontramos un sitio donde poder comer.

El local estaba casi vacío. Nos sentamos y pedí la carta. Durante la comida me di cuenta de que Adolfo tenía una de sus manos constantemente debajo de la mesa. Tiré la servilleta al suelo y al agacharme para recogerlo, miré por debajo de la mesa. La mano de Adolfo estaba entre las piernas de Mari, acariciando su húmedo coño.

Toni - Barcelona.