Cronos

Un titán milenario muestra su poder a una timida adolescente.

Belle volvía de su primera clase de bachillerato tan arrobada por el frío que se colaba entre los pliegues de su falda como por la desconcertante experiencia de verse rodeada de muchachos. Tras 15 años de inocentes clases en las que Don Germán había sido el único miembro del desconocido sexo opuesto que había pasado por sus aulas, y casi por su vista siempre pegada al suelo, la presencia de chicos en las estancias del Colegio de las Carmelitas no podía haber sido más perturbadora.

Belle llegó a su cálida habitación rosa, plagada de peluches, y se despojó de libros, gorro, bufanda, camisa y camiseta, botines y falda. Miró con desconfianza el sujetador que ella y su madre, con mutuas sonrisas cómplices, habían comprado hacía unas semanas. Era el primero y también se liberó de él, frente al espejo. La presencia de mozalbetes, ruidosos y extraños, en su pequeño mundo infantil, le había incomodado tanto como su blanca figura, braguitas de algodón y larguísimos calcetines de hilo, le resultaba extraña en su reflejo. Había descubierto a uno de los chicos, un imberbe pelirrojo todavía innominado, mirando directamente a su bien abotonada blusa. El rubor le llegó hasta las orejas pero no supo cómo reaccionar.

Qué descarado. Pero qué estaba haciendo. ¿Por qué...? Tengo una cara y a mí me gusta que... No, mejor que no, me pone nerviosa que me miren a los ojos. ¡Pero si casi no tengo pecho! Además mis areolas son demasiado grandes, demasiado oscuras, demasiado feas. Sí, feas como yo, flacucha, desgarbada, vergonzosa fea, fea , fea, fea!, fea! Belle siguió gimiendo mientras se ponía la parte superior de su querido pijama de gatos, demasiado larga, que le tapaba hasta el nacimiento de los muslos. -Hola -susurró una voz a sus espaldas.

Belle se dio la vuelta con el corazón latiéndole desaforadamente. Sobresaltada, lo que tenía ante ella no conseguía encajar en su adormecida mente. Era un muchacho alto de pelo azabache, delgado, de una palidez extrema que contrastaba con sus ojos negros, pozos oscuros que, de forma inexplicable, transmitían de todo menos frialdad. Una túnica negra ceñida al talle con una tira de cuero era su única vestimenta. Sus labios, de un rojo incalificable en la albura de su terso rostro, formaban, con gruesos perfiles de extraña voluptuosidad, una sonrisa triste y cansada, pero a la vez confiada, anhelante, cálida. -Hol...la -acertó a pronunciar Belle, todavía conmocionada por la súbita aparición y por la innegable relación que parecía tener su presencia con el difuso discurrir de sus pensamientos. - No hace falta que hables. Me conoces desde el principio de los tiempos y no lo sabes pero confías en mí de un modo que no puedes comprender. Nuestra llama arde más allá de los confines de la existencia humana y la pasión que nos separó nos une una vez cada mil eones con el inextricable hilo que teje el destino de las almas. Descubres la verdad en mis palabras, pero aún no has alcanzado la plenitud de tu consciencia. SOY CRONOS ÚLTIMO DE LOS DOCE y mi fuego quema con furia el injusto hilo que las caprichosas moiras han tejido entre los dos. - Nooo...oo, yo, no..., cómo has entrado, yo... - ¡Calla odiado amor! El tiempo y el espacio no tienen secretos para mí, maldito entre los malditos. El discurrir de la existencia se ha detenido en este preciso momento que sólo es nuestro. Así ha sido siempre, desde que naciste, te he observado y te he mimado, con el maldito amor humano que jamás un titán debió conocer. Eres mía como la tierra pertenece al cielo y el tiempo supremo que me domina y me contiene ya no puede frenar el impulso del deseo sobrehumano. No puedo esperar a tu plenitud y nada tienes que decir.

Me siento transportada vertiginosamente entre cientos de manos delicadas tan sólidas como nada de lo que hasta ahora había pasado por mi anodino mundo. No entendía nada de lo que pasaba mientras, en el centro de una plaza abarrotada de mudas figuras estáticas, siento como mis muñecas quedan fijas por suaves terciopelos a una extraña estructura de madera, un marco de recio roble que parece estar creado sólo para mí. Las mismas sedas atan mis tobillos a la base del delicioso y desconcertante tálamo y un nuevo lienzo cubre de tul mis ya cerrados párpados.

Descubro temerosa demasiadas manos siguiendo con flexible seguridad la orografía de un cuerpo que parecen conocer mejor que yo misma. Pero tranquila y confiada, sumida en un dulce sueño de nerviosa fe irracional, comprendo las palabras de Cronos acerca del tiempo y el espacio. Sólo son las manos del elegido del destino las que acarician casi sin rozar, los tímidos brotes de transparente pelusa que cubre mi primera piel. Con la yemas de sus dedos delinea en un simultáneo estallido de un lento descubrir, los contornos de mis caderas, la curvatura de mis gemelos, el interminable y sinuoso camino de mi arqueada espalda y el increíblemente próximo hueco de mis muslos. Entonces, como una sinfonía superpuesta en la que cada nuevo instrumento se añade a la base melódica inicial, noto sus labios. Noto su lengua.

Mientras miles de dedos expertos redescubren la virginidad de mi epidermis y desgarran con furia mi pijama de gatitos, perforan sin piedad mis braguitas de algodón y se deshacen con soltura de mis delicados calcetines; mientras todos los cabellos de mi pelo vibran, eléctricos, al paso de sus falanges amadas por unas exóticas coletas; noto como se humedece mi cuello. Sus dientes aprisionan los lóbulos de mis orejas y su lengua presiona firme el contorno de mis carótidas. Recorre insaciable el valle entre mis senos y se hunde en las profundidades de mi vientre. No puedo creer que ahora, mi amado dios del tiempo, detengas el irrefrenable galopar de tus mórbidos labios, a la vez tan llenos de vida. Pero no, la pausa sólo anticipa la nueva explosión de sensaciones. Mis terminaciones nerviosas, recorridas por una ardiente savia de vida propia, hacen endurecerse la punta de mis senos que llaman a gritos al amo de mi cuerpo y de mi vida. Mis ojos cerrados abren puertas a mi tacto. Aprisiona mis pezones, ambos, con distintos grados de presión y delicadeza, mientras su boca succiona con delectación cada dedo de mi cuerpo. El delicioso músculo, tan húmedo y suave sobre mis pechos, vibra al compás de mi propio deseo. Cielos y estrellas palidecen ante Cronos y su reina, imágenes ancestrales inundan mi mente con una terrible sensación que me hace clavar las uñas de mis aprisionadas manos en los labios que los saborean. Mi sexo hambriento ya no puede más. Mi inexperto cuerpo no sabe como llamar al desconocido dueño de sus secretos, pero no importa. Él lo sabe y aun así espera. La sinfonía de nuestro amor salvaje y sutil descubre un nuevo instrumento mientras su lengua vuelve a posarse sobre mi dorado vello púbico. Nunca un recorrido tan corto pudo ser tan largo, y nunca un oasis en el desierto pudo saciar tanta sed. Muerde mis labios con suavidad y noto como su lengua acaricia, sólo una vez en esta ocasión, el endurecido clítoris que corona el cálido monte de mi feminidad.

Vuelve a posar su dulce hálito entre mis rígidas piernas y creo morir. Trato de abrir aun más los rígidos muslos que aprisiona el deseo de mi amado amante en nuestro potro de placeres y descubro alucinada que no puedo dejar de contener la respiración. Jadeo ante la plaza pública, pero los mudos transeúntes no pueden ver el extásis de su conocida colegiala. La presion de mi amado crece y el ritmo frenético de una sed siglos aprisionados forma en mi mente la imagen de su negra cabellera hundida en mi regazo. Más, más, grita mi boca, arrebatada a mi voluntad. Mi vientre enajenado no puede creer lo que sus manos, su boca, sus labios, su lengua..., dibujan al unísono en los enigmas milenarios de la mujer, mujer entre mujeres, que soy yo en este momento. Se para, oh dios mío, vuelvo atrás en mis sensaciones y no puedo describir la experiencia. El tiempo retrocede y avanza a veces brusco, a veces eterno, y todos los matices de nuestro amor vuelven a manifestar su insoportable carga de placer absoluto en mi mil veces acariciada carne. Cuando la única solución a tanto deleite parece la muerte, una nueva pausa me permite tomar aliento entre agudos gemidos. Noto sobre mis labios una delicada forma que, con suavidad, solicita casí con timidez que mis inexperta boca sacie su hambre con la fuente de toda vida. Hambrienta, tomo con suavidad el cálido miembro de mi querido titán. Mi lengua sacia su sed con el palpitante sexo de Cronos, mi amo. Pero a la vez, mientras la punta de su virilidad de ambrosia se pliega sobre el hueco de mis mejillas, volviendo locas a mis glándulas salivales, noto la fuerza. Concibo sin palabras el poder de la hembra superior y se que mi amado es mío. Succiono con frenesí y clavo mis dientes en la dura carne.

El titán no dice nada pero su mente y la mía está unidas por una consciencia superior a la de cualquier hombre y mujer que jamás se hayan amado. Sé lo que siente y ese poder me... Ooooooh! Al mismo ritmo con el que el sexo de Cronos acaricia, con una dulzura que no puedo expresar, el nacimiento de mi garganta, siento sin aviso como mis labios húmedos ceden el paso entre mis piernas a una fuerza devastadora. Convertida en un manantial de pura sexualidad, la flor de la madre tierra abraza y moldea cada suave ondulación del febril sembrador. Siento una breve punzada de dolor al desgarrarse mi himen, pero ese dolor no hace sino unirse a mi delectación matizando un nuevo concepto de erotismo que se une a la nueva vida descubierta en un instante de la vida de los mortales que permanecerá por siempre en mi propia vida. No puedo resistirlo, pero de nuevo lo hace, juega con el tiempo y retrocede, vuelve a provocar que recree las sensaciones marcha atrás, ahora adelante, ahora atrás, oooh, dios mío, no, oh, Cronos, mi nuevo y único Dios.

Cuando vuelvo a sentir el desmayo o la muerte como única salida a mis sensaciones vuelve a sonar en primer plano la melodía de unas manos que no han dejado de acariciarme. Del mismo modo que las yemas de sus dedos apenas osaban rozar mi piel en las primeras caricias, que me parecen tan lejanas, ahora toman con súbita furia mis nalgas y las abre con una pasión que de nuevo me hace disfrutar del dolor. Sí, mi titán, tómame, tómame pues soy tuya. Le noto a mi espalda y la celestial composición de nuestro encuentro de nuevo se reorganiza para dar paso a otro gustoso regocijo para mis sentidos. Siguiendo el ritmo de los sueños, mi señor me toma frente a mí y tras de mí, me colma de su esencia, entra dentro de mí haciéndonos en verdad uno en dos, el andrógino primitivo vuelve a nacer y somos el culmen de la creación y de la existencia. El tiempo sigue a los pies de Cronos y la escalada de placer parece no tener fin. Ya en verdad sin aliento grito con el estallido de millones de orgasmos simultáneos que bajo la batuta de mi amado director de tan embriagadora armonía, se repiten una y otra vez, una y otra vez, hasta el infinito, en una desgarradora explosión de gozo inenarrable, que ninguna mujer mortal podría soportar. ===========================NOTA===================== Bueno, a ver. El relato no acaba aquí. He estado pensando como plantear la historia y creo que debo ser fiel a esta sección y bueno, para que voy a amargar a nadie con un escrito (la continuación de esto) que no tiene nada que ver con lo que, supongo, se busca en esta sección. Pero para ser honesto conmigo mismo, y bueno, ya que la historia está en mi cabeza, pues eso, que ya seguiré otro día con el resto, que, en fin, no tiene mucho de relato erótico. ;). Saludos y gracias por llegar hasta aquí.