Cronicas sexuales 3
Narro un encuentro bastante especial que tuvimos mi mujer y yo, de los pocos que hubo durante el tiempo que estuvimos casados
Después de mi fugaz affaire con mi cuñada, mi interés por mi mujer decayó un poco. Por supuesto que aquel encuentro había tenido bastante que ver, pero no fue la única razón. El rechazo cada vez mayor por su parte a tener sexo, también influyó mucho en ello. Aunque al poco tiempo hubo una reactivación de nuestra vida sexual, aunque no duró demasiado.
Dos fueron los detonantes de este cambio. El primero ocurrió un día de playa, de los pocos que disfrutábamos por aquel entonces, ya que este apartado también había cambiado a peor. Pero la casualidad hizo que, después de mucho tiempo sin hacer nudismo, volviéramos a la playa que antes frecuentábamos. Pasamos un día relajado, ya por la tarde, mientras estábamos tumbados al sol, noté que no estábamos solos. Un tipo se había colocado muy cerca de nosotros por debajo de nuestros pies, y no paraba de mirarnos mientras se manoseaba los genitales.
Advertí de ello a mi mujer, que instintivamente cerró las piernas en un movimiento reflejo de pudor. Pero aquella situación me resultaba bastante morbosa, me venía a la cabeza la historia que habíamos mantenido estando aún de novios. Le propuse a mi mujer que volviera a abrir las piernas y dejara que aquel desconocido pudiera admirar su almeja.
Mi propuesta pareció gustarle y abrió de nuevo sus piernas, incluso las colocó ligeramente flexionadas, para que el mirón pudiera tener la mejor panorámica posible de su sexo. Entonces el tipo, al ver que le seguíamos el juego, se animó y comenzó a masturbarse sin cortarse lo más mínimo, porque pudiéramos percatarnos de lo que estaba haciendo.
Me atreví a hacerle un ademán para que se acercase hasta nosotros, cosa que hizo sin pensárselo dos veces. Esperaba que mi mujer no se enfadara por ello, ya que lo hice por mi cuenta y riesgo sin contar con ella.
Pero este no fue el caso, y el tipo se sentó junto a nosotros. Tenía una polla bastante larga, aunque más bien delgada, y para mi sorpresa, mi mujer la tomó en sus manos y comenzó a masturbarlo. El tipo estaba encantado y, por supuesto, yo también. Era una escena de lo más morbosa, estábamos sentados junto a un desconocido y mi mujer haciéndole una paja. Ella parecía encantada frotándole la polla con las dos manos. Así consiguió que el tipo se corriera, soltando una gran cantidad de semen que salió a borbotones de su capullo, manchándole las manos. Luego el tipo se marchó y yo le dejé a mi mujer unas servilletas de papel, para que se limpiara el semen. Después me tocó el turno a mí, recibí una paja exquisita por parte de mi mujer, era algo que hacía tiempo que no me hacía, la disfruté mucho.
Ya en casa por la noche, follamos, fantaseamos con aquel encuentro en la playa, parecía que nuestros días felices de sexo habían regresado.
Unos diez o quince días después de aquello, mi mujer, tras regresar del mercadillo del pueblo, un domingo al mediodía. Me hizo el comentario de que se había encontrado a un conocido de la familia, muy amigo de su padre. Hacía años que no sabía nada de él, porque se había ido a vivir al extranjero. Para ella fue una sorpresa encontrárselo en el pueblo.
Por lo visto se saludaron y estuvieron charlando acerca de la familia, y según me contó mi mujer, la había felicitado por su matrimonio. Además de esto, le había dicho que ahora estaba mucho más guapa y que se la veía más mujer, ya que cuando él se fue ella aún era una adolescente. Esto lo dijo mi mujer con orgullo, parecía que le gustaba lo que aquel hombre le había dicho, e incluso a mí me sonaba a un descarado cortejo.
Preparamos el almuerzo y tras comer y recoger la cocina, nos tumbamos un rato a hacer la siesta. Aún no nos habíamos quedado dormidos cuando de repente, como en un flash, me vino a la cabeza el encuentro que me había relatado mi mujer. No sabía por qué, pero había algo que me excitaba. Estaba poniéndome cachondo y comencé a buscarla, a acariciarla primero y luego a meterle mano. Parecía estar bastante receptiva, mucho más de lo que últimamente era habitual en ella.
Ya estábamos totalmente desnudos sobre la cama y metiéndonos manos recíprocamente. Aproveché la situación, para preguntarle sobre el amigo de su padre. En su forma de contestarme noté algo, no estaba seguro de si podía ser debido a que sintiera algo de interés por aquel hombre, o simplemente porque se sentía alagada.
Terminamos follando, en la postura del misionero. Estábamos en ello cuando de nuevo seguí ahondando en el tema. Le pregunté si aquel hombre le gustaba, si le atraía, pero no obtuve respuesta, aunque intuía que algo de eso había, porque la sentía cada vez más excitada. Así que seguí presionándola: Creo que ese hombre te pone, no pasa nada por eso, igual te gustaría estar con él, yo estaría dispuesto a que te follara.
Este comentario causó el efecto que yo quería, mi mujer no pudo evitar correrse, y yo aumenté mi ritmo para hacerla gozar más y obligarla a que se corriera de nuevo. Mis comentarios seguían: Lo ves, te gustaría tenerlo entre tus piernas. Estoy seguro que el tipo está loco por ti, igual desde que eras una chiquilla.
Aquel comentario fue como abrir la caja de pandora. Estaba muy excitada, me reconoció que no le importaría nada que la follara, y que sabía que el hombre siempre había estado muy interesado en ella, entonces volvió a correrse. Tuvo un orgasmo largo e intenso, que la dejó agotada, tras el cual se quedó tan agotada que yo no pude terminar y me quedé a medias, aunque satisfecho con el resultado.
Nos quedamos dormidos, pero cuando nos despertamos, lo primero que hice fue recordar el tema, encima estaba bastante excitado ya que antes no había podido desahogarme. Ella ya no ocultaba su interés por el tipo, y yo tenía ganas de que sucediera algo. Volvimos a follar, y entonces, ya abiertamente fue ella la que sacó el tema a relucir. Me susurró al oído que, en su momento, fantaseo muchas veces con aquel hombre, y que se masturbaba pensando en él. Luego me preguntó si yo estaría dispuesto a dejarla follar con él. Yo le contesté que sí, no pude aguantar más y me corrí, estaba babeando de placer pensando en aquello, mientras soltaba mi carga de semen dentro de su coño.
Pasamos unos días fantaseando con aquello, hasta que nos decidimos a preparar un encuentro con el tipo en cuestión, aunque tuviera que ser en nuestra propia casa.
Lo organizamos meticulosamente. El hombre le había dicho que estaría solo unos meses en el pueblo, ya que después regresaba a Holanda con su mujer, que era de allí. Había venido para resolver un tema de propiedades familiares. Por ello nos pareció que hacerlo en casa era una opción aceptable, ya que el hombre no se iba a quedar a vivir en el pueblo y no tendríamos el compromiso de tenerlo siempre rondándonos, para mantener encuentros con regularidad.
Sabíamos, por lo acontecido en las últimas semanas, que el tipo solía ir los domingos por la mañana al mercadillo del pueblo. Mi mujer se acercó hasta allí con la idea de encontrarse con él e invitarlo con cualquier excusa a venir hasta nuestra casa.
Y así pasó, se encontraron entre los puestos del mercadillo, en la plaza del pueblo. Tras saludarse y comenzar a charlar, mi mujer lo convidó a que se viniera a tomar un café a casa y así vería como era esta. Por supuesto él aceptó, no tenía nada que perder y si mucho que ganar.
Cuando entraron en casa y él se dio cuenta de que yo me encontraba allí, seguramente se quedó bastante decepcionado.
Yo aún no lo conocía cuando me lo presento mi mujer. Apareció ante mí un hombre bastante mayor, de unos 65 años, de complexión fuerte, y a pesar de su edad, muy bien parecido y con una más que aceptable presencia.
No sentamos a charlar en el salón, y luego mi mujer se fue hasta la cocina a preparar café.
Era más que evidente que el tipo de bebía los vientos por mi mujer, y aquello me ponía mucho. Tras tomar el café seguimos hablando, pero ahora ella se había acomodado a su lado.
Ya habíamos quedado en que yo me disculparía un momento para ir al baño. Momento que aprovecharía ella para flirtear con él y luego dejarse pillar por mí, y que nuestro invitado viera de que era algo que yo aceptaba. Y eso hicimos.
Tras disculparme e irme al baño, dejé pasar algo más de cinco minutos, y cuando regresé, los encontré hablando muy animadamente. Seguramente estaban flirteando y mi mujer se estaba dejando querer. Ella tenía puesta su mano sobre uno de sus muslos, y el tipo, al percatarse de que yo lo aceptaba con la mayor naturalidad del mundo, se atrevió a hacer lo mismo con ella.
De nuevo se percató de mi permisividad. Mi mujer tenía un par de botones de la blusa abiertos, y por el hueco se podía ver perfectamente su sujetador y la parte superior de sus pechos. Nuestro invitado le hizo el comentario de que tenía la blusa desbrochada, pero fui yo el que le respondí. Le dije que no pasaba nada por ello era algo natural y más estando en casa.
Entonces el tipo se atrevió a intentar abotonarle la blusa, y mi mujer le reprochó que lo hiciera, pero no porque se atreviera ello, sino porque igual no le parecía atractivo su pecho, cosa que yo apoyé haciendo el mismo comentario: Tiene un pecho muy bonito, no hace no tiene por qué ocultarlo, todo lo contrario.
El hombre ya era consciente de que allí había tema. Era un tipo con experiencia, casado con una mujer holandesa, igual había probado más cosas que las que nosotros pensábamos o podíamos imaginar.
No se cortó ni un pelo, y en vez de seguir con lo que estaba haciendo, metió una de sus manos por la abertura de la blusa y comenzó a manosearle el pecho. Ella suspiró a sentir la ruda pero cálida mando de nuestro invitado acariciando sus tetas. Por mi parte yo ya estaba en plena erección.
El tipo me miró lascivamente, quería que yo fuera consciente de lo que estaba haciendo.
Mi mujer terminó por quitarse la blusa y deshacerse del sujetador, quedándose con el torso desnudo, mostrando sus erguidas y duras tetas a nuestro amigo. Este estaba maravillado mirándolas, seguramente llevaba toda la vida deseando ver cómo eran aquellas tetas en forma de pera. Se apoderó de ellas y comenzó a besarlas y succionar los pezones, aquello terminó por poner cachonda a mi mujer, que también había fantaseado muchas veces con verse en los brazos de aquel hombre maduro.
Yo estaba tan excitado que era incapaz de moverme de mi sitio, mientras mi mujer se daba el lote con nuestro invitado. Los acontecimientos de aceleraron, en un abrir y cerrar de ojos, los dos ya estaban desnudos, abrazándose y comiéndose a besos. Luego mi mujer bajó hasta la entrepierna de él y tomó su polla. Una polla algo corta, pero muy gorda, con un capullo bastante grande, y comenzó a mamarla. El tipo casi se muere de gusto, jadeaba como un perro, seguramente nunca se había imaginado que llegaría aquel día, que por fin su polla estaría en aquella boca tan deseada.
El tipo volvió a mirarme, mientras mi mujer permanecía agachada, a la altura de su entrepierna, comiéndole la polla. No solo disfrutaba de la mamada que le estaba haciendo ella, sino también del morbo que le producía que yo lo presenciara.
Ella se la chupaba con desesperación, era evidente que si el tipo la había deseado toda la vida, ella también sentía lo mismo. Lo que me extrañaba es que ella no se hubiera dejado follar antes.
Él la hizo parar, luego comenzó a besar su cuerpo, primero sus tetas, para luego ir bajando hasta el vientre y terminar en su coño. Se lo comió con ansia, mordisqueándole los grandes labios vaginales y repasando su diminuto clítoris con la lengua. Tragaba hasta la última gota de flujo vaginal que segregaba, y eso que mi mujer solía segregar bastante. Así consiguió que ella se corriera con su boca. Yo podía ver su mirada perdida mientras el placer la embargaba por completo.
Después llegó el momento cumbre. El viejo semental se colocó sobre ella, y esta lo recibió abierta de piernas. Comenzaron a follar con fuerza desde el primer momento, era algo que había pendiente entre ellos desde hacía muchos años.
Podía oír el sonido que se producía al chocar pelvis contra pelvis, y como este sonido iba cambiando a medida que los flujos de ambos iban empapando sus cuerpos.
Mi mujer se corrió de nuevo y luego nuestro invitado soltó su corrida dentro de ella, estaban extenuados. Él se apartó a un lado y ella permaneció tumbada, luego nuestro invitado se dirigió a mí: Es tu turno, la tienes preparada, fóllatela, tienes una hembra impresionante, siempre supe que lo era y ahora lo he podido comprobar.
No me hice rogar, ante la pasividad de ella, me coloqué encima y se la metí de golpe. Su coño estaba empapado y con las primeras embestidas también yo terminé igual, notaba como mi polla, mis huevos, e incluso mi pubis, estaban impregnados, no solo del flujo de mi mujer, sino también del semen de nuestro invitado. No pude aguantar mucho y también me corrí.
Mi mujer se fue al baño para asearse y nosotros dos comenzamos a vestirnos. Nuestro invitado aprovechó la ausencia de ella para soltarme una perlita: Me da que hace tiempo que no te comes una polla, porque te gusta comerte una buena polla ¿verdad?
Su comentario me dejó muy cortado, pero él siguió: Tranquilo, no tienes por qué avergonzarte, y menos preocuparte, no voy a comentarle nada a ella.
Tras despedirnos, el hombre se marchó. Y nosotros, esa tarde la pasamos follando como hacía mucho tiempo que no hacíamos. Ambos, recodando como la había follado aquel hombre mayor, yo incluso fantaseé en mi mente con chuparle la polla a él.