Cronicas sexuales 1

Narra las experiencias de una pareja joven y fogosa, de como en un abrir y cerrar de ojos y de una manera casual y casi accidental, se adentran en el mudo del sexo liberal, con el que habían fantaseado mucho mientras tenían sexo, pero que hasta entonces no se habían atrevido a probar.

CRONICAS SEXUALES 1

Por aquel entonces yo había cumplido ya 27 años y mi novia aún tenía 25, era quince meses menor que yo. Formábamos una pareja normal en todos los sentidos, incluido en el apartado del sexo, éramos bastante activos en este apartado, aprovechábamos cualquier momento para estar juntos y follar. El vivir con nuestras respectivas familias, hacía que el buscar un lugar para poder hacerlo, fuera a veces complicado. Teníamos que esperar a la noche para irnos a un lugar apartado y follar en el coche, con los inconvenientes que esto implicaba, siempre pendientes de no ser descubiertos, el no poder hacer de todo por el poco espacio, no poder asearse luego, etc.

A veces teníamos algo más de suerte, porque su cuñada, la mujer de su hermano, se enrollaba muy bien con nosotros, entre ellas mantenían muy buena relación, a pesar de que era unos cuantos años mayor que nosotros, eran más que cuñadas, eran amigas íntimas. Por eso no era de extrañar que, cuando el matrimonio y sus dos hijas salían, sobre todo los fines de semana, esta le dejara una llave de su casa, para que pudiéramos estar juntos allí.

Ya por aquel entonces fantaseábamos con la idea de incluir a otras personas en nuestras maratonianas sesiones de sexo, aunque solo nos atrevíamos a eso, fantasear. Ni siquiera conocíamos el término swinger, ni en qué consistía exactamente el sexo liberal. También es verdad que internet era un lujo que se podían permitir muy pocos, y la telefonía móvil estaba arrancando aún, era muy raro ver a alguien con un móvil por la calle.

En nuestras fantasías se nos ocurría de todo, recuerdo que incluso ella me llegó a decir que le gustaría ver cómo me corría en la boca de otra chica, o que no le importaría ver cómo me follaba a otra en la postura del misionero mientras ella, situada al lado nuestro, se masturbaba. Era una auténtica morbosa, a pesar de que luego, en el día a día, pareciera todo lo contrario. Yo también le decía cosas guarras, como que me gustaría ver cómo se morreaba con otra chica y luego las dos hacían un 69, incluso que estaba dispuesto a compartirla con otro hombre y ver cómo se corría con otra polla que no fuera la mía. Lo más curioso fue que me llegó a confesar que si yo aceptaba, le gustaría estar a solas en una habitación follando con otro hombre, mientras yo esperaba fuera. Esto, al principio no me hizo mucha gracia, pero llegó un momento en el que terminó por ponerte también bastante cachondo, me imaginaba estar sentado en un sillón, sabiendo que tras la puerta de un dormitorio estaba mi novia con otro, y que yo me acercaba a la puerta y oía como follaban.

Pero en todas las parejas hay cosas que siembre son motivo de conflicto, y la nuestra no iba tampoco a ser diferente. Mi novia tenía el defecto de estar muy pendiente de sus amigas, hasta el punto de que esto influía muchas veces en nuestra relación. Fue por una de estas situaciones por la que comenzó esta historia.

Teníamos planeado ir el viernes a la playa, yo estaba de vacaciones, y por aquel entonces ella no estaba trabajando. Era un día ideal para ello, ya que pensábamos ir a una playa nudista que se encontraba a más de cien kilómetros de distancia, y al no ser fin de semana, era más fácil no encontrarnos mucho tráfico, además se podía conseguir aparcamiento más fácilmente y la playa estaría mucho menos concurrida, con lo cual estaríamos más cómodos.

Practicábamos el nudismo, aunque no tanto como queríamos, sobre todo por la lejanía de la playa, pero si estábamos acostumbrados a estar si bañador en la playa sin avergonzarnos porque los demás nos vieran totalmente desnudos, incluso a mi novia le costaba bien poco deshacerse de la ropa, quedarse en bolas y bañarse en el mar desnuda ante la mirada de la gente, incluso no se cortaba cuando otros hombres, también desnudos, estaban junto a ella, en la orilla del mar. Sinceramente, esto me ponía un montón.

Volviendo al tema, el jueves, con el día de playa organizado, me llegó con la noticia de que no podíamos ir a la playa porque tenía a ayudar a una amiga a hacer unas reformas en la casa de la hermana de esta, se trataba de pintar una habitación y colocar muebles nuevos. Esto me molestó mucho, pretendía cancelar nuestra salida, sabiendo que era mi mes de vacaciones, para ayudar a una amiga a hacer algo de lo que podían encargarse perfectamente otras personas, y para colmo no era para ella, sino para la hermana.

Pillé un cabreo enorme y terminamos discutiendo, sobre todo porque ella no atendía a mis razones. Era tan testaruda que se negó a cambiar de opinión, con lo cual el viernes se fue a ayudar a su amiga y la hermana de esta, y yo, para fastidiarla, aunque no me apetecía demasiado ir solo, me fui a la playa.

Llegué a media mañana, efectivamente cogí poco tráfico y conseguí aparcamiento fácilmente, esto, en vez de alegrarme, me cabreaba más, pensando el día de playa que había desperdiciado mi novia.

Busqué un sitio tranquilo y coloqué mi toalla, mi intención era la de estar un par de horas y regresar, ya que no llevé sombrilla para protegerme del sol, y realmente había ido solo por chinchar a mi novia.

El día estaba ideal, el mar calmado, sin viento, muy soleado y poca gente, incluso demasiado poca como para poder alegrarse algo la vista. Pues eso, estaba ideal para estar en pareja, pero muy aburrido para estar solo.

Al cabo de casi una hora no sabía qué hacer, así que recogí la toalla y me fui a dar una vuelta por una zona que tenía fama de ser un punto de encuentros sexuales, tenía curiosidad por ver cómo estaba el ambiente, e incluso estaba dispuesto, si se me presentaba la oportunidad, a picar algo.

Justo cuando comenzaba a dirigirme a la zona, me topé con un hombre mayor, debía rondar los sesenta años. Al saludarme, pude darme cuenta de que era español y no extranjero. Era un tipo corpulento, con algo de tripa y unos genitales bastante grandes, ambos estábamos totalmente desnudos.

Yo correspondí al saludo y luego el tipo comenzó a hablar, parecía tener ganas de mantener una conversación. Al final terminamos hablando largo y tendido. Me dijo que solía frecuentar la zona, en ella siempre encontraba algún que otro encuentro, sobre todo con turistas que venían de vacaciones. Me preguntó si yo solía hacer lo mismo, a lo que yo respondí que no, además tenía pareja y que salvo ese día, como excepción, solía venirme con ella. Luego me comentó que el día estaba bastante aburrido, había estado buscando algún encuentro pero no había conseguido nada. Prosiguió diciéndome que iba a dar otra vuelta para ver si había algo interesante, y luego regresaría a su casa. Me preguntó si quería venirme con él para que conociera la zona y viera cómo funcionaba el tema de los encuentros.

Yo acepté, estaba aburrido y también me estaba planteado el regresar a mi casa. Así que nos pusimos en marcha. Tenía que reconocer que era algo nuevo para mí, caminar por la zona nudista acompañado por otro tío, ambos desnudos.

Llegamos a una pequeña explanada, por encima de esta era todo arbustos y matorrales donde la gente liberal se ocultaba para mantener encuentros sexuales. El tipo me preguntó si no me importaba untarle protector solar por la espalda ya que el sol estaba pegando fuerte, era ya medio día. Yo dudé en un primer momento, pero luego, aún no muy convencido, acepté. Le puse protector y luego se lo unté por la espalda hasta llegar a la cintura. Pensé que me sería desagradable pero no fue así.

Luego el tipo se convidó a hacer lo mismo conmigo, igual en otro momento hubiera dicho que no, pero el sol me estaba dando fuerte y acepté más por necesidad que por otra cosa. Sentí sus rudas manos masajear mi espalda, por otro lado bien formada y musculada por mis entrenamientos en el gimnasio. Incluso no dije nada cuando llegó hasta el principio de mis nalgas. Luego, sin más, el tipo me preguntó: Compañero ¿por qué no dejas que te folle?

Aquello me cogió por sorpresa, no pensé que el tipo quisiera enrollarse conmigo, siguió hablando y me dijo que con la experiencia que tenía y los años, le daba igual follarse a una mujer que a un hombre, en el sexo todo era válido, y que ya vería con el tiempo, como yo terminaría pensando como él.

Yo le dije rotundamente que no, sin perder las formas ni enfadarme por su propuesta, me parecía perfectamente lícita que la hiciera, otra cosa es que intentara ser grosero o peor aún propasarse, ya que recibiría una respuesta inmediata y contundente por mi parte. Pero tenía que reconocer que a pesar de no tener la menor intención de aceptar su propuesta, sí que me daba morbo sentirme deseado, que un desconocido se fijara en mí y le apeteciera tener sexo conmigo.

El tipo terminó de untarme con el protector,  por entonces mi miembro ya ha había crecido algo, eso sí, sin llegar a ponerse en erección. Pero esto no pasó desapercibido por mi acompañante y vio en esto una oportunidad para seguir insistiendo. Incluso me dijo: Vamos, se ve que te pone, te estás empalmado, te gusta la idea de que te folle.

Y tenía que reconocer que me estaba excitando, pero no hasta el punto de dejarme follar, y menos viendo el pollón que tenía, no era muy largo, pero si muy gordo. Tenía unos testículos también muy grandes y le colgaban bastante ya que tenía también un escroto enorme, parecía el de un toro de lidia. En otras circunstancias y con gente delante me hubiera puesto en mi sitio, reafirmando mi heterosexualidad, pero estando solos, no me hacía falta y además me estaba gustando la situación.

Al ver que no iba a conseguir su propósito, me propuso que si no me dejaba follar, por lo menos le hiciera una mamada, tenía preservativos y podría hacérsela con uno puesto. Y no sé porque, pero terminé aceptando su propuesta, bueno, si lo sé, me estaba gustando aquello y como dice el refrán, la curiosidad mata al gato.

Reemprendimos la marcha y no colocamos tras unos arbustos, lejos de las miradas indiscretas, aunque si alguien pasaba cerca nos podía ver perfectamente.

Colocamos nuestras toallas juntas sobre la arena y nos tumbamos el uno junto al otro. Luego me comentó que solía rasurarse el pubis y el escroto, y me preguntó si yo no lo había hecho nunca. Le respondí que recortarme el pubis sí, pero nada más. Entonces sacó de su mochila, un paquete de maquinillas desechables de afeitar y me propuso que los rasuráramos el uno al otro, yo acepté. El tipo cogió una maquinilla y sin ningún tipo de pudor, comenzó a rasurarme el pubis, luego tomó mi polla en sus manos, para repasarme los bordes y terminó por afeitarme el escroto.

La verdad que me gusta ver cómo lucían mis atributos totalmente depilados y aquel juego del tipo me había puesto muy excitado. Tras esto sacó otra maquinilla y me dijo que había llegado mi turno.

Repasé su pubis, aunque no necesitaba mucho trabajo, ya que acostumbraba a llevarlo depilado. Después llegó el momento de repasarle la base del pene, era la primera vez que tocaba la polla de otro de hombre. La tomé en mi mano y me gustó, su tacto, su piel, su olor, ya que estábamos algo sudados por el calor, olía a polla, a macho.

Terminé de rasurarle el pubis y luego tomé sus huevos para afeitarlos. Unos huevos muy grandes, los cuales palpé con gusto, para deleite de mi acompañante. Terminé de afeitarlos y me quedé sobándoselos. Nunca me había imaginado que sería capaz de aquello, pero así era, se había dado la situación propicia y me ponía lo que estaba haciendo. Me estaba gustando darle placer a aquel hombre mayor, y me gustaba cogerle y sobarle los huevos.

El tipo se incorporó, se sacudió el vello corporal y sacó un preservativo de la mochila. Luego me ordenó: Compañero, colócame el condón y pégame una mamada.

Yo asentí, no podía hablar, sentía una mezcla de nerviosismo y excitación. Abrí el envoltorio de condón, luego tomé su polla, empujé hacia atrás hasta que conseguí que el prepucio dejara al descubierto un enorme y rosado capullo. Luego le coloqué el condón.

El tipo me apremió: Vamos, chúpame la polla compañero, veras que te gusta.

Y yo lo hice, me la metí en la boca y comencé a mamarla, no era tan difícil, sobre todo si uno está acostumbrado a recibirlas regularmente como ocurría en mi caso, que mi novia solía hacerme unas soberanas mamadas.

A pesar de tener el preservativo puesto, me estaba gustando sentir su polla dura dentro de mi boca, y oírlo gemir de placer era algo realmente excitante.

Se la estuve chupando un buen rato, mientras oía sus morbosos comentarios: Compañero, para no haberlo hecho nunca, sabes cómo mamar una polla, se te da muy bien. Me estás haciendo gozar mucho. Seguro que ahora te vas a acostumbrar a mamar pollas, una tras de otra.

Me hizo apartar la cabeza y luego se deshizo de preservativo. En un primer momento pensé que iba a correrse, pero en vez de esto me hizo ademán de que volviera a mamársela, pero sin el condón. Yo estaba tan cachondo que no me negué, es más, me apetecía probar el sabor de una polla, en concreto aquella gorda polla, su olor me ponía y quería degustarla.

Me la metí de nuevo en la boca, estaba ya mojada, empapada de líquido pre seminal, algo salado. Lo degusté sin hacerle ascos, y al poco sentí como el cuerpo de mi acompañante se tensaba y su polla, con movimientos rítmicos, bombeaba su esperma dentro de mi boca. El tipo gemía como un perro mientras se corría. Luego su polla fue perdiendo rápidamente la erección, algo que me sorprendió, porque yo era capaz de seguir empalmado después de correrme.

No me tragué su corrida, no estaba preparado para tanto, la escupí en la arena, y me sorprendí de la gran cantidad de semen que había eyaculado.

Nos sentamos y al momento nos dimos cuenta que teníamos compañía. Un turista extranjero nos había estado observando. Iba también desnudo y estaba empalmado, normal después de haber estado presenciando el espectáculo.

Para mi sorpresa, mi acompañante lo convidó a acercarse, y el tipo ni se lo pensó. Por su acento nos dimos cuenta que era alemán y mi amigo le preguntó también en un perfecto alemán, si quería sexo.

El turista me señaló con el dedo, y no había que ser muy listo para darse cuenta que lo que le apetecía era enrollarse conmigo. Mi amigo le dijo que sí, sin contar con mi aprobación, pero yo reaccioné y le pregunté que pretendía, a lo cual me respondió que si quería solo podíamos masturbarnos. Luego siguió hablando con el tipo alemán para luego traducirme.

Me dijo que el turista quería chupármela y que luego si quería yo podía hacer lo mismo con él, o solo masturbarlo por lo menos. Al final acepté y el tipo se arrodilló ante mí, estaba deseando chupármela. Sentí en calor de su boca, como entraba por mi capullo y me llegaba al cerebro, con lo cachondo que estaba, su boca me pareció una delicia. Sabía cómo comerse una polla, incluso mejor que mi novia, y consiguió que me corriera. No hizo ascos y se tragó mi corrida, y luego repasó mi capullo, incluso apretándolo, en busca de mis últimas gotas de leche.

Luego me llegó el turno a mí, tenía claro que no iba a chuparle la polla, pero el tipo se conformó con que lo masturbara. Me coloqué tras de él pero un poco hacia el lado derecho, para poder pajearlo con mi mano derecha. Tenía la polla de tamaño medio, como la mía, pero algo más delgada, con el capullo en forma cónica, eso sí, la tenía mucho más dura que la de mi acompañante.

Comencé a meneársela con movimientos rítmicos, primero lentamente y luego algo más rápido. El tipo gemía y me susurraba cosas al oído, no lo entendía, pero su acento y tono de voz me ponían mucho. Mi compañero me tradujo algunas cosas de lo que me susurraba: que yo era muy guapo, que tenía un cuerpo muy bonito, que estaba muy bueno, que sabía cómo masturbar a otro hombre, que le estaba dando mucho placer.

En fin, era todo halagos, que incluso sin traducción sonaban muy bien, por el tono de voz y el acento, tanto fue así, que sucumbí al morbo y al vicio, que le voy a hacer soy así. Solté su polla y me arrodillé ante él. Me la metí en la boca y comencé a mamársela, el tipo se volvió loco y no tardó nada en correrse, sentí por segunda vez en el día, y en toda mi vida, una corrida en la boca. La recibí completa, y luego el tipo retiró su polla de mi boca, seguía empalmado, no como mi compañero. Yo escupí su corrida también, a tanto no llegaba, ya había hecho por el día bastante, para ser la primera vez que tenía sexo con hombres.

El alemán se abrazó a mí, quería comerme a besos, pero yo  no me dejé, era algo que no me apetecía, él comprendió que no era lo mío, aun así, según me tradujo mi acompañante, pretendía volver a quedar conmigo, algo a lo que yo no estaba dispuesto. Lo que había ocurrido aquel día era algo puntual y no tenía la intención de que pasara de eso, me gustaban las mujeres y no los hombres, aunque ahora era consciente de que, por puro vicio, era capaz de hacer lo que había hecho.

Tras este encuentro regresé a mi casa. Por la tarde me vi con mi novia, me pidió perdón por haber estropeado nuestra salida organizada a la playa, pero me parecía fácil que lo hiera después de haberme chafado el día, las mujeres son muy inteligentes, primero la hacen y luego se disculpan, así quedan bien después de haberse salido con la suya. Lo que nunca le dije es que lo había pasado de miedo teniendo un encuentro liberal con otros hombres.

Para resarcirse me propuso que podíamos ir el lunes a la playa, y yo como siempre, acepté.

Llegamos a la playa temprano, nos instalamos, sombrilla incluida para poder aguantar todo el día, y nos desprendimos de la ropa. Hacía bastante calor y no tardamos en necesitar un chapuzón para refrescarlos. A pesar de que había poca gente, nuestros cuerpos destacaban porque estábamos blancos, era nuestro primer día de playa de la temporada, sin contar las dos horas que había estado yo el viernes. Nos dirigimos, ambos totalmente desnudos, cogidos de la mano, hasta la orilla. Yo tenía que hacer esfuerzos para no empalmarme, la situación me resultaba siempre muy morbosa.

Mi novia no es que fuera espectacular, pero estaba buenísima. No era alta, pero tenía un cuerpo, que no era delgado, más bien atlético, algo ancha, sobre todo de espaldas, pecho medio, coronado con dos pezones color rosa pálido, piernas no muy largas pero bien formadas, con los gemelos marcados, y cuádriceps desarrollados, como las piernas de una atleta, y lo mejor, un culo amplio, redondo y muy duro.

Era evidente que la poca gente que se encontraba cerca se fijaba en nosotros y sobre todo en ella, cosa que nos daba igual, y a ella más, que incluso comenzó a tocar el agua para comprobar su temperatura sin importarle que dos extranjeros mayores, ambos desnudos también, estuvieran al lado de ella.

Estuvimos un buen rato en el agua, estaba fría pero muy relajante. Luego nos dirigimos de vuelta a nuestras toallas para tomar el sol. Con lo que no contaba es con que me tropezaría de nuevo a tipo mayor del viernes. Me quedé bastante cortado, pensando que el tipo podía meter la pata estando mi novia presente. Pero no fue así, sabía cómo reaccionar ante cualquier situación y fue de lo más discreto. Aun así, era evidente que el tipo no le quitaba ojo a mi novia, pero por otro lado me parecía algo natural, si te ponen un bombón desnudo ante ti, no vas a desviar la vista, miras y re miras.

Mi novia me preguntó de qué nos conocíamos y yo le expliqué que nos encontramos el viernes y estuvimos hablando un rato para pasar el tiempo, el tipo confirmó mi explicación. Tras lo cual seguimos hablando algo, mi novia no parecía cortarse por ello, y seguramente ya se había fijado en los atributos del tipo, como para no verlos, su gorda polla y sus grandes huevos colgando. También tenía claro que el tipo estaría encantado si pudiese follarse a mi novia. Pero aquello quedó en una simple conversación amistosa y el hombre se despidió cortésmente de nosotros. Su experiencia le decía que era mejor dejar las cosas así, en otra ocasión podía intentar algo, ya por lo menos ya había un primer contacto, forzar ahora las cosas podría estropearlo todo, era mejor dejar la puerta, o por lo menos entreabierta.

Pasamos un día estupendo, incluso terminamos follando en la playa, para ello, por la tarde, tras recoger las cosas y quitar la sombrilla, nos fuimos hasta unos parapetos hechos con piedras y que daban bastante intimidad a la gente que quería estar alejada de las miradas indiscretas. En uno de esos huecos follamos, estábamos bastante excitados. El sol, la playa, hacerlo al aire libre, el poder ser descubiertos, eran alicientes añadidos. Además, en mi cabeza recordaba la escena de la charla que habíamos mantenido con el hombre mayor, de cómo notaba su deseo hacia mi novia y de cómo a esta no le incomodó la situación, incluso de cómo la pillé mirándole la polla y los huevos al tipo.

Nos fuimos con la idea de volver otra vez. Los siguientes días los pasamos follando todo lo que podíamos, si ya de por sí lo hacíamos con bastante regularidad, esos días los encuentros se incrementaron, cualquier sitio nos valía. El jueves, su cuñada le dejó la llave de su casa y pasamos la tarde allí, follando como locos. En medio de nuestro encuentro saltó el tema de la playa, me atreví a preguntarle que le había parecido el tipo mayor con el que habíamos estado hablando, y ella no respondió, yo insistí comentándole que tenía la polla muy gorda, y unos huevos muy grandes, y tampoco respondió, pero su silencio me hacía pensar que le excitaba lo que yo le decía.

Yo ya estaba a tono otra vez y me fui a por ella. Cuando ya estábamos en plena faena, en la postura del misionero, era una buena posición para que ella no pudiera disimular lo que sentía, le pregunté de nuevo. Entonces noté claramente lo que presentí antes, el tema le ponía mucho, así que aprovechando que estaba muy excitada seguí pinchándola. Le pregunté si se había fijado en cómo le colgaban los huevos, que nunca había visto un escroto tan grande. No pudo evitar cerrar levemente los ojos y emitir un leve y casi imperceptible gemido, pero fue lo suficientemente apreciable para mí, como para saber que iba por buen camino. Así que seguí a lo mío diciéndole más cosas: Sé que te gustó como tenía la polla, muy gorda. Seguro que no te importaría comérsela, incluso los huevos.

No hizo falta más, se corrió en mis brazos, y yo seguí: El tipo te miraba, estaba loco por follarte, y ¿sabes? No me importaría nada que lo hiciera, me gustaría verlo.

Volvió a correrse casi al instante, parecía como poseída. Entonces fue ella la que comenzó a preguntarme: ¿De verdad no te importaría? ¿Te gustaría verlo? ¿Y se me la mete en la boca?

Aquello me puso a mil por hora, le respondí que si, que no solo no me importaría, es más quería que la follara, verlo metido entre sus piernas dándole polla, y si quería chupársela también, como si quería tragarse su corrida.

En aquel momento dejamos todos los prejuicios atrás, aquello era puro morbo, sin tabúes. Ella se corrió una vez más y yo no pude aguantar y terminé corriéndome también. Fue una tarde memorable.

Ya una vez descansados, acordamos ir a la playa al día siguiente, aunque no lo teníamos previsto, y a pesar de que no hicimos ningún comentario más sobre el tema, ambos éramos conscientes de que si nos encontrábamos con aquel hombre mayor, podría pasar algo, pero habría que ver si la situación se daba o no.

Para resumir un poco, al día siguiente, viernes, nos encontrábamos ya en la playa. Esta vez ocupamos uno de los parapetos protegidos por un pequeño murito hecho de piedra. Con este y un hueco creado en la arena, hacía que tumbados no se nos viera desde ningún punto, incluso sentados solo se nos veían las cabezas.

Hacía ya un par de horas que estábamos allí, y aunque estábamos muy cómodos, también en nuestro interior, estábamos algo decepcionados porque nuestro hombre no había aparecido. Yo, por mi parte, tenía ganas de que pasara algo, y estaba seguro de que mi novia también quería. Hasta que por fin el tipo apareció.

Pasaba caminando cerca de nuestro nido y se paró un momento para saludarnos. Yo me levanté para darle la mano, y para mi sorpresa, mi novia también se incorporó y lo saludó dándole un par de besos en las mejillas.

El tema estaba en convidarlo sin ser demasiado descarados, no por él, sino porque era mejor y quizás más excitante que las cosas surgieran con naturalidad. Así que en vez de decirle directamente que se sentara con nosotros, yo lo invité a tomar una cerveza que por supuesto aceptó. La invitación acarreaba que para ello debía sentarse con nosotros. Al final terminamos los tres sentados dentro del parapeto, tomando las cervezas, con mi novia sentada en medio de los dos.

Mientras bebíamos se hizo el silencio, hasta que el tipo se atrevió a acariciar levemente el brazo de mi novia, era una forma de tantear el terreno. Al ver tanto la permisividad de ella como la mía, se atrevió a seguir acariciándola, pero su mano pasó del brazo al terso muslo de ella. Llegado a este punto tuve una erección imposible de disimular. Tanto mi novia como el tipo ya sabían que por mi parte había vía libre para lo que fuera.

Y para mi sorpresa, fue mi novia la que prosiguió dando un paso adelante, y dirigiéndose al invitado le dijo: Mi novio y yo estuvimos comentando lo gordo que tienes el pene.

Ya nuestro invitado sabía que tenía las puertas abiertas, y de par en par nada menos, respondió a mi novia: Si, estoy orgulloso de lo que tengo, ¿Quieres tocarlo?

Y sin tiempo para más, tomó la mano de mi novia y la llevó hasta su entrepierna. Entonces mi novia palpó su polla y luego sus huevos, y le respondió: Si que lo tienes bastante gordo y tus huevos son grandes, me gustan.

Él respondió de nuevo: Pues los puedes coger todo lo que quieras.

Yo no daba crédito a lo que estaba pasando, sobrepasaba todas mis expectativas, me iba a desmayar de la excitación tan grande.

Nuestro amigo ya estaba en plena erección y mi novia ya le estaba meneando la polla con una mano, mientras que con la otra se sobaba los huevos, todo ello sin inmutarse porque yo estuviera presente. Al fin y al cabo yo había empezado el juego y había consentido llegar a ese punto, si me molestaba, no haber empezado aquello.

El tipo le dijo: Vamos, pégame una buena mamada cómo se las tienes que hacer a tu novio.

Ella asintió y luego me miró, pero con su mirada no tenía la intención pedir mi aprobación, era una mirada de deseo, de lujuria, incluso de desafío, quería que yo fuera consciente de lo que iba a hacer y de que le apetecía comerse aquella gorda polla. Así que tras mirarme, se agachó y se metió la polla en la boca.

Su cabeza de movía arriba y abajo, con un movimiento rítmico. Mientras se la mamaba, de vez en cuando se la sacaba de la boca y le repasaba el capullo con la lengua, después otra vez dentro y volvía a mamársela, luego se la volvió a apartar de la boca y se dedicó a chuparle los huevos, el hombre estaba como loco, y yo no podía más, así que le dije al tipo: Vamos, no esperes más, fóllatela ya, estás deseando metérsela y ella la quiere dentro, yo también quiero ver cómo la montas.

Dicho y hecho, mi novia se tumbó boca arriba y él se colocó entre sus piernas. Ella le ayudó a colocar la polla en el sitio correcto, y no tuvo más que empujar para metérsela. No había condón de por medio, ella tomaba la píldora, así que por ese lado no había problemas, por lo demás si nos arriesgamos, pero la situación lo requería. Nuestro invitado se merecía follársela a pelo, mi novia quería sentirla y ser llenada con su corrida, y yo también lo deseaba, y no solo eso, esperaba mi turno para cuando él terminara, ocupar su lugar, follarme a mi novia lubricada con su corrida.

Ni en el más morboso de mis sueños me hubiera imaginado llegar a una situación así, en menos de diez días había pasado de mantener una relación de pareja convencional, a disfrutar de prácticas sexuales que no había pensado hacer en la vida. Por un lado mantener sexo con otros hombres y por otro tener sexo compartiendo a mi pareja con otro hombre. Me preguntaba que sería lo siguiente, igual un intercambio, un trío con otra chica. Después de lo que estábamos haciendo, podía esperarme cualquier cosa.

Volviendo al momento de la playa. Me parecía increíble ver a mi chica follada por aquel hombre mayor. Poco podía ver de ella debido a la corpulencia del tipo, solo podía ver su cabeza y sus piernas rodeando la cintura de su amante. En su rostro se reflejaba el placer que le estaba dando aquel tipo, y no parecía importarle que yo fuera consciente de ello, simplemente disfrutaba de la situación, del momento.

Por su lado, nuestro compañero de juegos, debía de estar encantado. No todos los días podía follarse a una chica joven, además con su novio presente y consintiendo, y que no fuera una turista extranjera.

Terminó por correrse dentro de ella y seguidamente se apartó. Yo no pude esperar más y ocupé su lugar, que habitualmente era el mío. Pero era la primera vez que iba a follarme a mi novia después de haber pasado por los brazos de otro, y eso me ponía mucho.

Se la metí de golpe, y sentí el chapoteo de su coño encharcado de semen. Mi polla entró con mucha facilidad. La follé con fuerza, sentía como mi pubis y mis huevos se mojaban, era una mezcla del flujo vaginal que segregaba mi novia y de semen de nuestro amigo.

No pude aguantar mucho y me corrí. Mi novia estaba encantada viéndome, y yo tenía que reconocer, que si no era el más, sí que era uno de los orgasmos más intensos que había tenido en mi vida.

Tras el soberano polvo, nos quedamos los tres tumbados, relajados, recuperándonos del esfuerzo. Luego nuestro invitado, tras despedirse, se marchó. Por nuestra parte hubiéramos repetido, pero el hombre nos reconoció que ya, a su edad, no podía permitirse más de un polvo a día, era incapaz de mantener una erección en condiciones para repetir y menos volverse a correr. Todo no puede ser perfecto, pero tampoco nos podíamos quejar con el encuentro que habíamos protagonizado.

Mi cabeza daba vueltas, aún me parecía un sueño todo aquello, y más aún que mi novia se prestara tan fácilmente a entrar en este. Me hacía pensar que seguramente había una parte de ella, de su pasado sexual que me era desconocida. No me parecía normal tanta facilidad para experimentar, pero ya habría tiempo de sonsacarle, me picaba la curiosidad, y quería saber más cosas sobre ella.

Llegamos a tener otro encuentro con nuestro amigo, fue a la semana siguiente. Más de lo mismo, aunque esta vez su corrida fue a parar al interior de la boca de mi novia, que se tragó hasta la última gota, como solía hacer conmigo. No me importó, para su sorpresa, besarla luego apasionadamente, por supuesto ella nunca supo que yo también había degustado aquella gorda polla.

Después de aquello no volvimos a coincidir con aquel hombre. Tras las vacaciones nos era imposible volver a la playa entre semana y el tipo no lo hacía ni los sábados ni domingos. El siguiente verano ni le vimos. No supimos más de él, nos quedó el recuerdo de un par de excitantes encuentros, que nos sirvieron durante mucho tiempo como aliciente en nuestras sesiones maratonianas de sexo.

Después de aquello sucedieron otras cosas, pero eso ya es otra historia.