Crónicas Porno (1)

Andy y Sindy son actores porno y se encuentran en la sala de maquillaje. Hoy Andy no trabaja y no hay cámaras apuntándoles, y siente que puede pasar cualquier cosa. Pero hay una tercera persona: la maquilladora.

Encontré a Sindy con la maquilladora. Se alegró de verme. Sindy, no la maquilladora, ésta ni me miró.

  • Hey, Andy! ¿Cómo tú por aquí?

  • Andaba cerca. Me habías dicho que pasase a saludarte si coincidíamos. Pero veo que sales pronto a escena, así que mejor te dejo, no?

  • No seas tonto. Quédate un rato. Ruedas hoy, supongo.

  • No, vine a acompañar a Ringo.

  • Buena polla, también. Rita, te presento a Andy, uno de los mejores rabos que me he llevado a la boca.

Rita, la maquilladora, me saludó y siguió a lo suyo, pincelando el ojo de Sindy. Aunque no fuera actriz, Rita trabajaba en el porno y habría visto y oído de todo, estaría acostumbrada a hablar de pollas, y de verlas. Como nosotros los actores, pero sin intervenir en la acción. Yo no, pero muchos compañeros andaban por ahí en el catering o por los camerinos con la polla al aire, como si les fuese a caer una mamada del cielo. Vale, a veces era verdad, pero mantén lejos tu pene de mi comida.

La estaba dejando muy guapa, pero claro, Sindy era muy guapa. Había llegado muy lejos con sus armas: hermoso rostro, fuera del estereotipo de actriz porno, cuerpo de escándalo (este sí que digno del porno), y una buena cabeza para gestionarlo todo. Trabajaba muy bien, era una profesional y le encantaba el sexo. Ahora estaba con una peluca rosa, el maquillaje era del mismo color en sus párpados cerrados. De cintura para arriba vestía sólo un sujetador rosa de encaje, supongo que el requerido para la escena. De cintura para abajo, en cambio, llevaba unas cómodas mallas de yoga.

  • ¿Cuándo sales?

  • En una hora.

  • ¿Con quién ruedas?

  • Nos dirije Carrie Brooks, una vieja amiga. Pero Rita, lo que mi amigo Andy quiere preguntar es con quién voy a follar -bromeó Sindy, Andy sonrió, Rita ni siquiera reaccionó-. Con el viejo gilipollas de Rocky Ambers. La idea me deja el chocho más seco que Arizona. Un auténtico retrasado. Y tiene esa polla de mierda.

  • Es más grande que la mía.

  • Precisamente. Verás, Rita, Andy tiene el tamaño justo, y es bien gruesa. Hasta es bonita -sin siquiera mirarle, con los ojos cerrados por el maquillaje, le acarició sus partes por encima de los vaqueros-. La de Rocky es más larga, demasiado, me hace daño. Porque folla como un toro mecánico. Pam, pam, pam. Para mí, es como un turno en la fábrica, pam, pam, que se corra en mi cara y me voy a cobrar el cheque. ¿Te estás animando?

No había dejado de acariciarme. Rita miraba de reojo. Estaba acostumbrada a ese tipo de tonteos. Los actores nos calentábamos antes de salir a cámaras, nada para tomarse en serio.

  • Cómo no me voy a animar. Además, estás muy guapa y sexy con esas mallas.

  • Toca por debajo de ellas. Estoy seca. Toca, joder. Se supone que salgo a rodar ahora.

  • Pues ponte lubricante, ¿no?

  • Que me toques, joder. Ya me lubricaré yo. Ayúdame.

Sindy me guió la mano por su vientre desnudo en dirección a la cintura. A partir de ahí mi mano siguió sola y se sumergió debajo de los pantalones de la actriz. Acaricié sus bragas y también deslicé la mano debajo de ellas. Toqué su clítoris y sus labios con cuidado, sí que estaba seca. Con el dedo mayor, fui acariciando el clítoris, suave y firmemente.

  • Mmmmmh. Gracias, cariño. Así llegaré de mejor tono.

Estuve unos minutos acariciándole el coño por debajo de las mallas. Sindy respiraba cada vez más profundamente, con los ojos cerrados. Y Rita, increíblemente ajena a todo, retocando las pestañas.

- Rita, ¿y si te enseño el rabo de mi amigo? Creo que merece una liberación. ¿Te molestaría?

- No, mientras me dejéis trabajar. Vamos justos de tiempo.

Rita era una mujer de unos cuarenta y algo, latina, de piel morena y mechas castañas, atractiva y discreta. Vestía vaqueros y camiseta, muy sencilla, a diferencia de los animales que se ponían delante de las cámaras para rodar sexo para vuestras pajas. Era una trabajadora, una buena profesional, y allí pagaban muy bien a quien era buen profesional y no hiciese gilipolleces, da igual si era maquillando, limpiando o poniendo el culo, cada uno con su oficio. Su única preocupación era dejar a Sindy bien guapa y sexy, y un desfile de penes delante de sus ojos no la iba a distraer.

En cambio, su presencia me intimidaba un poco al principio, aunque estaba acostumbrado a follar rodeado de extraños, cámaras, técnicos y demás. Para ser sincero, tenía muchas ganas de ver a Sindy y reeditar un buen polvo, pero sin cámaras, pero ya veía que aquel no era un buen momento, con su amiga a punto de salir. Sindy me gustaba de verdad, y eso no era bueno en este negocio.

Pero ahora no estaban en escena y la intimidad de los tres en el camerino le daba morbo. Le estaba dedeando bien a su compañera y ésta le estaba acariciando la polla y poniéndolo cachondo, y le excitaba que una tercera persona estuviera presente. Qué coño, disfrutaría lo que me llegase, hoy no iba a trabajar y no tenía que reservar su semen para nadie.

Así que me abrí la cremallera y me saqué mis dieciocho por seis centímetros casi erectos del todo. Sindy me la agarró y me la empezó a jalar.

- Rita, ¿vas a empezar pronto con mis labios?

- Pronto.

- ¿Puedo comerle el pollón a mi amigo un rato?

- Sólo un minuto, tengo que empezar pronto o no me llegará el tiempo.

Sindy se reincorporó del asiento, bajó la cabeza en dirección a mí y me la empezó a mamar, metiéndola muy profunda en su boca. No llegaba a un deep throat, pero sabía lo que se hacía. Yo ya no podía acariciarle por la postura, así que me quedé de pie, vestido pero con mi polla fuera y en su boca, y Rita haciendo un descanso y mirando fríamente a ver cuándo se acababa aquello mientras bebía de una botella de agua. Sindy era genial, tengo un gran autocontrol porque soy un profesional, pero me costaba no correrme allí mismo. La mamada no era la típica del porno, es decir, la que se trata de dar espectáculo y de que el actor no pierda la erección. Era una mamada para disfrutar. Los dos, porque Sindy se metió la mano ella misma por debajo de las mallas y comenzó a pajearse. Medio minuto después levantó el culo y se bajó las mallas, enseñándonos su pubis y cómo meneaba sus labios.

- Venga, Sindy, ya. Los labios -era Rita. Se refería a los labios de la boca, evidentemente. Sindy se quitó mi pene de su boca y se sentó bien. Eso sí, se quitó las mallas del todo y las bragas y siguió acariciándose el coño.

Rita le empezó a pintar los labios con un pincel rojo. Su clienta me pajeaba despacio con el brazo derecho, y con el izquierdo se masturbaba. Yo ya estaba a mil y sabía que ella también. Sin interrumpir a Rita, le aparté la mano a Sindy de mi pene, me puse de rodillas a sus pies y le empecé a comer el chocho. Le pasaba la lengua por el clítoris como una turbina, mientras le metía dos dedos. Sindy arqueó la espalda, ese ataque no lo esperaba, Rita protestó  por ese movimiento y Sindy trató de mantener la compostura. Pero yo quería más.

Interrumpí el cunilinguis y me levanté. Le empecé a frotar la entrepierna con mi pene, observé que Rita me vigilaba de reojo. Le levanté las dos piernas y las puse encima encima de cada apoyabrazos. Y la penetré y me la comencé a follar despacio, estaba empapada. Ella comenzó a gemir.

Era algo incómodo pero estábamos disfrutando. Rita acabó con los labios y comenzó a observar el metesaca.

- ¿Has acabado, Rita? -pregunté a la maquilladora.

- Sí, está lista.

- ¿Y cuánto le queda para salir?

- Doce minutos. Deberías irte corriendo. Pero ni se te ocurra hacérselo encima. O dentro.

La que se corrió fue Sindy, gritaba como una loca, se llevó los dedos al clítoris mientras la penetraba. Yo no iba a aguantar mucho más.

- Me corro -anuncié.

- Permíteme -nos interrumpió Rita.

Para mi sorpresa, se puso de rodillas a mi lado y forzó que me girase hacia ella, saliendo entonces mi polla disparada de la vagina de Sindy en dirección a su cara. Con mi capullo a pocos centímetros de su cara se quitó la camiseta y el sujetador, tenía unas buenas tetas. Se metió mi polla en la boca y me la comenzó a mamar furiosamente. No pude más y me empecé a correr por litros, estaba excitado como un animal, los primeros chorros dentro de su boca su boca, ella la sacó y me corrí el resto en su barbilla, sus tetas y cuello.

Los tres jadeábamos, a Rita se le escurría el semen de sus tetas al suelo. Rita se levantó y se limpió con pañuelos de papel. Sindy se acariciaba el chocho, más lentamente, divertida por el final de la escena. Yo, sin más, me la guardé en mis pantalones.

- Gracias, Andy, eres un amigo. Espero que no te haya sido una molestia -bromeó.

- Siempre a tu servicio, para ayudar a una amiga.

- ¿Y tú qué, zorrón? -le dio una palmetada en el culo de Rita-. Te ha calentado vernos, ¿no?

- Me gusta mirar, una no es de piedra. Y ya había acabado mi trabajo.

- Cuando llegues a casa hoy toda cachonda, le vas a dar trabajo también a tu Antonio.

- Hasta dejarlo seco -Rita se volvió a poner la camiseta-. Chaval, no te hagas ilusiones, tienes un buen rabo pero estas tetas tienen dueño. Y tú, ponte las bragas bonitas, que sales a escena.

Nos despedimos. Sindy me dijo que esperaba que nos volviéramos a ver. Me quedé pensando si yo mismo prefería que fuera con los dos a solas o otra vez con Rita de espectadora. O de algo más que espectadora. Sindy me tiró un beso con sus labios de rouge, Rita recogía sus instrumentos y ni se giró cuando me marchaba.