Crónicas pasiegas

Un joven antropólogo anónimo realiza una entrevista en profundidad a Daniel, un anciano representante de la minoría étnico-cultural pasiega, en la que rememora su pertenencia a la resistencia antifranquista en las montañas cántabras, y su estrecha relación con el jefe de la partida, Raúl.

(Las palabras pertenecientes al habla pasiega aparecen subrayadas en negrita a lo largo de todo el texto)

Me adentro en la cabaña de Daniel y Rosa, un matrimonio pasiego de 95 y 92 años respectivamente. D. Daniel me va mostrando con la parsimonia propia de esta brava gente las distintas estancias de la por otra parte diminuta instalación; me recuerda que no es una cabaña vividora , como las situadas en los prados de invierno, monte abajo, y que por eso carece de muchas de las comodidades propias de éstas últimas, pero no parece importarle en absoluto. Daniel es un hombre recio de otra época. Parece encontrarse bien de salud, aparenta como mínimo quince años menos, y no muestra a simple vista los achaques propios de edad tan avanzada. La magnífica genética propia de esta población ganadera del norte de España hace el resto.

Salimos al exterior, al amparo del buen tiempo reinante estos días de julio en la zona, muy fría y húmeda durante gran parte del año, y nos acomodamos debajo de un timbre , un álamo centenario a la puerta de su cabaña. Me comenta que su mujer, Rosa, y él, han tenido nueve hijos y veintitrés nietos, pero que ahora la mayoría viven en las grandes ciudades, léase Madrid, Bilbao, Santander y Burgos, y otros hijos y nietos están desperdigados por la geografía pasiega, principalmente en San Roque, Las Machorras y Espinosa de los Monteros. Dice que ellos han sido muy felices aquí en la montaña trabajando de vaquerizus , y que no cambiarían esto por nada del mundo. Su mujer no está presente en este momento en la cabaña porque ha bajado unos días a San Roque con una hija a comprar algunas viandas y a visitar a los nietos y biznietos. Asegura que no le importa quedarse solo en la braniza porque se siente aún fuerte y no necesita ayuda de nadie para “ empallar bien el tascón de hierba en el payu de la cabaña”. Genio y figura…

Grabadora en mano, le pido que tenga la bondad de narrarme hechos de su pasado, de sus vivencias como ganadero en las montañas pasiegas, con su propio estilo de hablar, propio de la zona. Daniel parece secretamente complacido de convertirse por una vez en su vida en el centro de atención de un forasteru, y se muestra encantado de colaborar en este proyecto de carácter antropólógico.

  • Antes por aquí éramos unos cuantos, ahora ya casi no quedan pasiegos como los de entonces. Ahora los mozus ya no quieren saber de estas cosas, no les hables de embasurar los praus , ni tampoco saben guciar como se hacía antes de cabaña a cabaña.

- Guciar es gritar, ¿verdad? . Utilizar sonidos guturales para comunicarse entre cabañales a través de los montes…

- Isu es. Isu de guciar lo usabámos para roldar las mozas. Yo conocí a la Rosa en el 39, un poco después de la guerra aquella, que por aquí fue muy dura, muy dura, ¿sabe usted?

  • ¿Llegó a participar usted directamente en los combates, Daniel? ¿Qué edad tenía entonces usted? ¿18, 20 años a lo sumo?

  • Yo, para cuando empezaron los combates aquellos tendría unos 18, me acuerdo bien porque estábamos segando las branizas a dalle con mi padre, entonces no había maquinaria ni nada de eso, y recuerdo que hacía mucha calor , y que nos vinieron a decir del pueblo que se habían sublevao unos militares, subían muy apuraos los hijos del Pelayo y los del Gabino, y nos decían que iban en contra del pueblo y todo isu

  • Toda esta zona pasiega del norte de Burgos quedó dentro del territorio republicano, al contrario que el resto de la provincia, que fue conquistado de manera muy rápida por los militares sublevados. ¿Cómo se vivió por estas alturas esa situación tan anómala?

  • No se crea, por aquí no hubo mucha guerra; isu sí, llegaron unas columnas de la parte de Santander y se establecieron allá por el Portillo de la Sía. Las mandaba un tal Arsenio, no eran muchos, unos 200 a lo sumo, que decían que habían llegao para proteger el puertu. Y mi hermano el mayor, Poldo, que mudaba tan bien el palu que daba gloria verlo, se unió entonces a ellos, porque decía que los facistas isus querían quedarse con todo, y mi padre no quería que se fuera con la columna esa y le decía: “mira, hijo, no me andes con regudiñas que aluego …”

  • ¿ Regudiñas ? ¿Eso que quiere decir?

  • Si, conflictos, ya me entiende ¿no? Pero el Poldo, que era mas duro que un tiju , se echó al monte con ellos, y luego nos dijeron que se bajó al llanu con una partida a tomar Villarcayo, y se ve que estuvieron por la zona de Fresnedo y del valle bajo del Nela, y en un combate de aquellos cayó mi hermano. Tenía 22 años el angelicu.

  • Vaya, lo lamento mucho. ¿Y usted llegó a luchar en aquella guerra?

  • Yo era muy mocicu por entonces, a mí me llamaban el resquilón , porque me gustaba mucho resquilar , trepar a los árboles, vamos, me acuerdu que era muy vivo por aquellos días, y yo no pensaba en la guerra. A mí no me gustaban los facistas isus , pero yo ir a la guerra no, no…

  • ¿Y tenía mas hermanos en edad militar?

  • Bueno, pues por ahí andaba también el Diego, que tendría unos 20 añicus, y que tampoco quería ir a la guerra, ni al servicio militar ni nada, el sólo quería hacerse el tochu para que no le llamaran a filas ¿comprende? Ese no se metía en políticas ni nada de isu , y además por entonces andábamos sorrapando unos praus y mi padre quería arreglar el cumbre de la pallada pa’ que no entraran humedades en invierno, porque aquí hacenunos inviernos muy duros…¿sabe usted?

  • Me consta, me consta…

  • Pero peor que la guerra fue lo que vino después…aquí se pasó mucha hambre, ¿sabe?, porque subía la guardia civil a los pueblos en invierno y los desalojaba y las vaques se nos morían que daba pena verlas las probucas dellas , aunque fue mas por la parte de Vega de Pas, aquí como que no venían tanto, pero también, también tuvimos lo nuestro…

  • ¿Y qué es lo que buscaba exactamente la guardia civil por estos lares?

  • Pues que va a ser, lo que llamaban los maquis , los huidos y esa gente, los alzadus en armas contra Franco. Y esu no lo podían consentir los del llanu…

  • No deja de ser curioso que identifique a las fuerzas de represión franquista con la gente del llano, que, dicho sea de paso, no son étnicamente pasiegos.

  • Digo del llanu porque subían de Espinosa por el campizu con mucha autoridad y con mucho regodeo, y se hacían los amus de toda esta zona.

  • Pero no eran pasiegos ¿verdad? Quiero decir que ustedes no les veían como a gente del lugar, aunque vinieran de Espinosa.

  • No, la gente de Espinosa… ellos dicen que no son pasiegos, y tampoco hablan como nosotros, que le ponemos a todo la u al final, ya sabe. Pasiegucos somos pocos, ¿sabe? estamos contados, y ahora mas aún si cabe.

  • Perdone que le haya interrumpido. Me estaba contando que subía la guardia civil a hacer batidas buscando “maquis” por la zona. ¿Usted llegó a conocer a alguno en persona?

  • Pues claro, hombre… pero si yo mismo fui “maqui” un tiempuco, allá por la zona de Calseca y Valdició.

  • Me deja usted muy sorprendido, Daniel. Pensaba que no estaba interesado para nada en la política, y resulta que fue usted todo un resistente contra el franquismo.

  • Bueno, isu que dice usted es bien cierto. Lo que pasó fue que en Las Machorras nos vinieron a decir que todas las familias tenían que entregar quintos a los militares, y como mi hermano Diego se había hecho el tochu , y se había librau de la mili esa, que entonces duraba tres años, no se crea usted, pues me vinieron a decir que conmigo no se podían hacer apañus , y que tenía que irme a Burgos cuando llegara el momento. Eso sería sobre el año 40 ó 41.

  • Y entonces optó por echarse al monte. Fue una decisión muy valiente por su parte.

  • Yo no quería irme lejos de estas montañas, y pensaba que al cabo de un tiempuco se olvidarían de mí y podría volver como si no me hubiera marchado nunca ¿sabe?

  • ¿Y su familia estaba de acuerdo?

  • No, claro, mi madre no quería ni hablar de isu , y mi padre decía de esconderme en el borcil con los chones , para que cuando llegaran esos señores del reclutamiento se pensaran que estaba escondido en los montes, pero yo sabía que eso no iba a salir bien, y decidí echarme al monte con los alzadus . Entonces había muchas partidas de esas, y pensé que podía encontrar mi lugar en alguna dellas .

  • ¿Y se marchó un buen día, así por las buenas?

  • Sí, sí, recuerdo que era un día muy trempano en la mañana que soplaba el viento ese que por aquí llaman el vaqueru , que trae lluvia de la parte de Santander, y subí al payu a coger mis cuatro cosas, las envolví en un sábano con la velorta , de la forma que decimos aquí “en sagadillo “, embrazalao a la espalda, y me eché al monte antes de que se estropeara el tiempo.

  • Al principio debió resultar muy duro, me imagino.

  • Que le voy a contar a usted. Fíjese como sería de duro que las primeras noches me echaba a dormir en covaratas , alguna vez hasta me metí en un cubío , de isus que se utilizan para dejar reposar las cántaras de natar la leche, pero de isus grandes hechos de piedra que hasta cabe una persona de pie, eso sí, muy mal pa’ dormir allí. Y aluego el miedo a los animales, porque por allí roldan los lobos, y así pasaban los días, ormando entre los garmachones , esperando encontrar una partida de fugitivos para unirme a ellos de una santa vez. Y escondidu siempre para que los guardias no me vieran, porque asechaban desde el campizu de abajo; y yo escuchaba a mis vaques desberrando y me desesperaba yo solicu pensando en mis padres lo mal que lo estarían pasando por mi culpa, pero no podía irme a Burgos a hacer la instrucción aquella, además esa gente entonces no nos quería a los pasiegos, decían que éramos esto y lo otru y lo de mas allá. Siempre fue así en la parte de Burgos, y tengo entendido que también hacia Santander era parecíu.

  • Y al final tuvo suerte en su búsqueda, por lo que veo.

  • Sí, pero fue curioso porque resultó que fue un día que me esmané en la niebla y casi me entorco por una peña, y fue en ese momento de peligro cuando se ve que me escucharon guciar , y vino un grupito de la partida del Rejones a rescatarme. Y ya a partir de entonces me quedé con ellos.

-¿Y dónde estaba situada esa partida con exactitud?

  • Pues yo diría que hacia la zona de Soba y de Valdició, en la parte de Santander, pero si nos seguían los pasos de cerca cruzábamos por el puerto de Lunada, y a veces llegamos a requisar viandas a pueblos de la montaña de Burgos como Sotoscueva y Valdeporres, pero aquello ya era mas arriesgau, porque por allí habían muchos guardias por entonces.

  • ¿Y cómo fue su vida entre aquella partida de guerrilleros?

  • Pues lo normal, yo como era el mas chicu, que me decían “el mocicu” me encargaba de la intendencia, yo no sabía de armas como ellos, que llevaban años huyendo por las montañas, y entonces a mí me tenían de encargau de la comida, que muchas veces eran patatas hervidas en un calderu, porque allí arriba se pasaba mucha hambre, y algo de caza de vez en cuando, aparte de lo que nos entregaban en los pueblucus por los que atravésabamos, que a veces caía algún chon o una ternera, pero éstas casi siempre nos las llevábamos a la fuerza, porque los probes vaquerizus en esos años también pasaban lo suyo, no crea.

  • ¿Y había buen ambiente entre aquellos hombres rudos? ¿Se relacionó bien con ellos?

  • Bueno, ya sabe como va esto, con unos mas que con otrus. Eramos diez en la partida y yo era novato allí, pero todos me ayudaban como podían. Aprendí mucho castellano allí arriba, gracias a un maestro nacional que había huido de la zona de Mena, porque yo hasta entonces me defendía sólo con el pasiego íse que se hablaba entonces en estos montes perdíus. Y se hablaba mucho de política y de Franco, y de esto y lo otro, pero yo estaba a lo mío, yo sabía que cuando pasaran unos años iba a volver a mis cabañales, si no me mataban antes los guardias en una batida, claro; pero ellos no, ellos sólo conocían el monte porque no podían volver al llano, porque les afusilaban seguro si lo hacían.

  • ¿Había pasiegos entre ellos? ¿Quién era el jefe de la partida, por ejemplo?

  • Sí, había dos pasiegos que habían huido de la parte de San Roque, el Eloy y el Ramón, que íste hasta tenía un oficio en su pueblo, era el machaquero , que decimos nosotros, el herreru del lugar. Y el jefe era el Rejones, que se llamaba Raúl, y era un galán de buenas hechuras y bien plantau, que decían traía locas a las mozas de su pueblo, en la parte de Puente-Viesgo. Creo que él era de esa zona, sí.

  • ¿Hizo amistad con alguien en particular? Quiero decir, ¿había gente de su edad?

  • No, ya le digo que yo era el mas mozu del lugar, y claro, no querían que yo hiciese amistades con nadie de aquellos tipos, porque decían que siendo yo tan bien parecíu, que entonces era muy rubio y con los ojucos claros, muy pasiego, ya sabe usted, pues que podía haber malquerencias de la parte dellos, y no querían eso, no.

  • No sé si lo he entendido bien…

  • Sí, hombre, yo se lo explico; a ver, como allí arriba no había mujeres, ni pensamiento de haberlas, vamos, y al llano no se podía bajar porque había mucho peligro, pues ellos pensaban que siendo yo tan mocicu y tan pinturero, a lo peor podía haber reyertas entre ellos por encamarse conmigo, ya ve que cosas pasaban entonces.

  • Bueno, esas cosas siguen sucediendo hoy en día. O sea, que pensaban que podían llegar a pelearse por usted, como si se tratase de una mujer. ¿Y usted que pensaba de todo eso? ¿Vio en peligro en algún momento su integridad física?

  • A mí me daba reparu quedarme con uno muy fortachón que le llamaban el Lumbreras, porque decían que sabía latín, y que era de la parte de Vizcaya, de Lanestosa, creo, porque yo notaba que me miraba raro mientras yo trajinaba con los pucheros. Y por eso yo intentaba siempre acercarme al Rejones, porque como era el jefe y tenía mucho genio todos le respetaban por eso, y su palabra era ley.

  • Así que gracias al jefe de la partida usted pudo dedicarse a sus labores con total tranquilidad.

  • Bueno ….decir que no fue tal que así, porque, en confianza, como en esos inviernos hacía mucho frío, y en esas covachas en que dormíamos no había muchos esconces bien resguardaus, teníamos que echarnos las mantas por encima y dormir apelotonaus por parejas, y aún así maldito frío que hacía en aquellos montes. Y a mí me tocaba dormir siempre con el Rejones, que además él siempre me lo pedía que fuera yo el que se echara con él, y yo encantau, porque él se buscaba el mejor rincón, el mas calentuco, ¿sabe?. Y claro, como había que dormir tan arropaus y tan abrazaícus, pues no había manera de librarse de aquello, ya sabe usted a que me refiero.

  • No del todo…¿A qué se refiere? ¿Me está diciendo que mantuvo relaciones sexuales con el jefe de la partida durante su permanencia en la misma?

  • Hombre, usted verá…allí estaban muchos machus, y yo no quería que me sucediera nada con ninguno dellos, pero para isu necesitaba tener cerca al Rejones. Y resultó que al Rejones también le gustaba yo, y contra eso no se podía luchar. Pero al menos él era mas templau que los otros y no me hacía dañu, se movía muy despacio ¿sabe? Para que los otrus no se despertaran, decía, aunque yo a día de hoy pienso que lo sabían, pero no decían nada. Se hubiera líado una muy gorda si hubieran dicho algo, porque al Rejones no le gustaba nada que mentaran el tema de mujeres ni nada de ísu . El decía que nuestro deber era luchar para liberarnos del facismo , pero de mujeres no se hablaba mucho ahí arriba, no. Y de lo que hacíamos por las noches junto a los rescoldos de las brasas, menos aún. El Rejones era muy suyo para ísas cosas.

  • O sea, que usted fue un adelantado sexual a su tiempo por fuerza mayor. ¿Fue muy difícil para usted aceptar esa situación tan humillante?

  • Pues mire usted, al principio sí, pero con el tiempu le fui cogiendo gusto, a ver si me entiende, a mí me gustaba mi Rosa ya de tiempo atrás y yo soñaba todas las noches en la montaña con el día en que el cura de Las Machorras publicara las aploclamaciones ésas en la puerta de la Iglesia, pero también le cogí cariño al Rejones, pa’ que voy a negarlu. Era un mozu muy fuerte y valentón, y no se arredraba ante nada ni ante nadie.

Y por isu mismu pa’ un jovenzuelo como era yo entonces, que andaría por los 22 años, pero parecía todavía un chicuzu , digo que para mí era un honor que el jefe de todos nosotros me eligiera pa’ esfogarse conmigo. Y aunque las primeras veces me escocía un poco el curso , como le decimos nosotros en la tierruca, con el tiempo aprendí a “contenerle” mejor y ya no me dolía ni nada. Y Raúl era un hombre cariñoso, él no era amigo de violencias para conseguir sus fines, él siempre me decía que si yo no quería hacerlo no pasaba nada.

  • ¿Y nunca le dijo que no?

  • Pues la verdad que no, mire usted, porque a mí me imponía mucho aquel hombre, y siendo yo tan jovenzucu pues me “venía arriba” muy fácil, ya me entiende, y como él era tan moreno y tan buen mozu que parecía un artista de ísus del cine, pues yo me quedaba a veces por las noches a acolumbrarle mientras tocaba la armónica, que había aprendido a tocarla en el frente de guerra, decía, y lo hacía muy bien, y a mí era un tipo que me gustaba mucho y no me importaba que me hiciera esas cosucas, si era para bien de los dos, y él decía que era igual de bueno para un hombre abrazarse a la manta como al mantel. Y no se piense que a mí me obligaba ni nada de isu , porque al cabo de un tiempucu yo también disfruté mucho con aquello que hacíamos, no se crea usted que no.

  • Vaya, vaya con D. Daniel. O sea, que estaba usted un poco enamoriscado de aquel partisano de las montañas.

  • Sí, se puede decir que sí… además él me enseñó a leer y escribir, porque yo apenas sabía juntar las letras cuando subí al monte, y se ocupaba de que yo leyera, había por ahí algunas novelas baratas que había traído el maestro aquel, y yo las devoraba en el tiempo libre, porque la vida de maqui es muy desganada, no hay mucho que hacer en todo el día, y él me pedía que aprendiera bien el castellano, que era por mi bien, y me corrigía si hablaba todo con la u, y me decía en broma “ya salió el asturianu falando bable” porque había un asturiano en la partida que hablaba así, y yo me enfurruñaba y le decía que yo no era asturianu como el Julián, que era pasiego de Burgos, pero que en mi tierruca se hablaba también así.

  • ¿Y cual fue el final de la partida? ¿llegaron a entrar en combate? ¿les detuvieron, se autodisolvieron o algo así?

  • No, nada de isu . Combatimos con los civiles muchas veces, y nos hicieron algunas bajas, el bueno del Remigio, que había tenido un bar en Reinosa, al probe lo hirieron y acabó cayendo por una quebrantada como si fuera un jato perdío entre los riscos, que penuca me dio aquello. Y aluego , sería ya el 43 ó el 44, que fue que yo le hablé de volver a mi cabañal para visitar a mi gente, pero él me pidió que me quedara con ellos, porque se ve que se había encaprichau conmigo, y me decía que yo era parte de la cuadrilla y que me iba a echar mucho de menos, pero yo sabía que mi lugar no estaba allí arriba, y además yo apenas sabía disparar y cada vez nos seguían mas de cerca los guardias y teníamos que cambiar de escondite mas seguíu.

  • Así que optó por volver a su pueblo y casarse con su novia de adolescencia…

  • Sí, además mi hermano Diego subía de vez en cuando a entregarnos viandas, poca cosa, a veces algo de manteca aterrendada o partes de un chon, sí era buen año, que no siempre se pudo hacer, y le daba noticias mías a mis padres o me contaba, por ejemplo, que en el pueblo pensaban que había muerto o que me había pasado a Francia, como tantos otros pasiegos de aquella época, que luego andaban por los pueblos vendiendo helados con esos carritos ambulantes, de ísus antiguos que iban a pedales. Y nadie sabía decir si yo estaba en un sitio o en otro, o si estaba vivo o muerto, y hasta mi novia le tenía que preguntar a mi hermano para saber de mí, y me mandaba mensajitos con las pocas letras que sabía para contarme nuevas del pueblo y tal.

  • ¿Y su hermano nunca observó nada raro respecto a su relación con el Rejones? ¿Llegó a enterarse de aquello?

  • Yo pienso ahora que algo sí sospechaba, porque a mí me tenían, como ya le he contado, para las labores de intendencia, y él decía que eso eran cosas de mujeres, y que sí me hacían cocinar y cuidar el fuego, qué cosas no me obligarían a hacer por las noches, y mas de una vez le pidió a Raúl delante de mí que no permitiera que aquellos hombres me pusieran la mano encima, y el Rejones se reía así de medio lado como hacía él cuando le tomaba el pelo a la gente, y le decía: “Sí, hombre, tranquilo, que mientras yo esté al frente de esta partida ninguno de estos berracos le pondrá la mano encima a tu hermano”. Y era verdad todo lo que decía el buenu del Rejones, pero se callaba otras cosas que no venían a cuento. Pero Diego no era tochu , aunque se libró de la mili haciendo como que lo era, porque enseguida acolumbró que yo me reía por lo bajo, y que Raúl me ponía a veces esos ojitos que no decían nada pero lo decían todu, y se debió llevar la impresión de que yo estaba perdidicu para la Rosa. Pero no fue así, porque ya te digo que bajé a visitar a la familia alguna vez, y al final me dijeron que ya no me buscaban ni nada y me quedé en el pueblo a ver que tal. Y hasta hoy…

  • ¿Y no pudo despedirse del Rejones? ¿No volvió a saber de él?

  • Bueno, él ya imaginaba que yo no iba a volver a la partida, porque sólo éramos seis ya conmigo, los demás habían muerto, y algunos ya hablaban de pasar a Francia cuando acabara la guerra de afuera, y creo que eso fue lo que hicieron porque ya no se volvió a saber dellos por esta zona desde el 44 ó 45. No sé que habrá sido de todos ellos pero imagino que saldrían adelante, porque habían pasau por mucho allí arriba y podían soportar cualquier otro contratiempu.

  • ¿Y nunca le ha contado a su mujer nada de lo que ocurrió allí arriba?

  • ¡Noooo, hombre! Esas cosucas no se cuentan a las mujeres, yo tampoco sé lo que hizo ella mientras estuve fuera, se decía en el pueblo que tenía amores con el hijo del Cosme, que aluego se casó con su prima della , pero yo no lo creo, porque mi Rosa es una mujer decente y en los pueblucus éstos todo se sabe con el tiempu. Yo creo que no hicimos nada malo el Raúl y yo, y bueno, decir que todos en la partida nos respetaban mucho, yo no sé si sabían algo o lo sospechaban, pero allí nadie abrió la boca, y todos terminaron por cogerme aprecio y alguno hasta lloraba cuando ya les dije de volverme al pueblo. Y hasta me entregaron unos papeles falsus para que se los mostrara al alcalde facista y al cura del pueblu, diciendo que yo había estado haciendo la mili en Santander y aluego había trabajau un tiempucu en los astilleros ísus de la parte que llaman Maliañu. Y debieron tragarse el cuentu, porque a mí ya no me molestaron mas y pude casarme de seguido con la Rosa, que es lo que yo quería hacer.

  • ¿Y conserva algún recuerdo del Rejones, o de su época como guerrillero en la montaña?

  • Pues mire usted que el otro día subí a la pallada , y voy y me encuentru con una novela de esas de aventuras que leía en las covaratas del monte, y se titulaba “El corsari negru”.

  • ¡Ah, sí! De Emilio Salgari. Muy buena, yo también la leí de niño.

  • Pues me fijé en la última página y vi que Raúl me había escrito una dedicatoria de su puño y letra, Mire, se la muestru, espere aquí, no se levante, me valgo yo solicu (se adentra en la cabaña con paso quedo y regresa al cabo de un par de minutos con un libro de tapas amarillentas y desgastado por su frecuente uso en otros tiempos). Mire, dice así: “Para el pasieguco mas valiente y aguerrido, y el cocinero mas “apañao” del frente guerrillero norte, que tus ojos claros de mirada limpia brillen por muchos años mas, con todo el cariño de tu compañero Raúl”.

  • ¡Que bonito! Se nota que le tenía un gran aprecio…

  • Si, bueno… (se emociona por primera vez a lo largo de la entrevista) Yo creo que era algo mas fuerte aún… (me escudriña literalmente con la mirada, como preguntándose lo que pensaré de todo esto) y creo que usted que es tan joven, por su edad lo puede comprender mejor, y yo le digo ahora que si hubiera sido en estos tiempus no sé si tal vez no me hubiera quedau con el Rejones pa’ los restus, como se viene a decir en estos casos…¡hay que ver que tiempos tan curiosos aquellus y que pocu se necesitaba para ser feliz en esos días!. (Una lágrima aflora en su rostro. Apago la grabadora y me despido de él con la sensación de encontrarme ante un testigo privilegiado de la historia de España en el siglo pasado, y, sobre todo, ante un hombre de bien y un auténtico pasiego, uno de los mayores cumplidos que se le pueden hacer a un ser humano en estos tiempos confusos).

FIN