Crónicas: El esclavo de Sádika

La serie "Crónicas", complementa mi anterior relato "La diosa del dolor", esta es la primer entrega.

Crónicas: El esclavo de Sádika.

Este es el primer relato de una serie llamada "Crónicas", estos complementan el relato "La diosa del dolor" por lo que recomiendo leer este antes, de cualquier forma no es imprescindible.

La vio salir del baño desnuda, su piel se revelaba hermosa a la luz de las velas; camino hasta pararse frente a él, los pechos a escasos centímetros de su boca, se desesperaba en la silla, sin poder moverse. Ella lo miro con picardía, era su juguete y quería jugar.

_¿Sabes que va a pasar cuando me ponga ese traje?_dijo señalando el conjunto de cuero que había sobre la cama.

La boca silenciada por una mordaza no podía responder, pero los ojos invadidos de pánico dijeron todo.

_Si, tenes razones para asustarte. Cuando me visto con cuero me pongo muy violenta, me olvido de que sos una persona, me olvido de que somos iguales, me convierto en una diosa. Y esta diosa es muy sádica, esta diosa es implacable. Pero antes te voy a dar el ultimo placer que vas a tener en esta vida.

Se sentó sobre su falda, las pieles se tocaron, el cuerpo atado a la silla se estremeció, Daniela lo sabia en su poder, decidió que ese contacto era suficiente placer, se levanto y le golpeo la cara, su placer aumentaba con cada golpe, con cada lagrima. Con la mordaza caída el joven lloraba, las lagrimas se mezclaban con la sangre, recorrían un tortuoso sendero, morado e hinchado, para morir en sus piernas desnudas.

Entre su confusión logro distinguir a la que seria de ahora en mas su diosa, se calzaba el mono de cuero, lentamente, con cada centímetro de piel que el cuero cubría, se volvía mas hermosa y malvada, las botas la levantaron del suelo, la elevaron sobre los hombres, los guantes la volvieron mas temible, con garras de acero saliendo de cada una de las puntas de sus dedos.

El prisionero, al ver acercarse tan siniestra y hermosa figura tembló de miedo y excitación, en su mente se creaba la idea de someterse a esta diosa bella y terrible.

Por eso cuando las garras de metal cortaron las cuerdas que lo atrapaban, se arrojo a los pies de su diosa prometiéndole obediencia ciega. Este acto, lejos de inspirar piedad en ella, inflo su vanidad y aumento su violencia.

El esclavo sintió el metal abrir surcos en su espalda, la sangre se ofreció a los ojos, los gritos confirmaron el dolor, oleadas de éxtasis subieron por el cuerpo de Daniela, el dolor la llamaba a ser mas cruel. Tomo un atizador que hacia horas estaba en el fuego, el hierro, al rojo vivo, cauterizo las heridas de la espalda, los dientes se rompían entre ellos, conteniendo el dolor. Los ojos de Daniela ardían de placer al ver al hombre postrado, sin fuerzas y sufriendo tanto, el ser causante de su estado la llenaba de violencia y malicia. Se paro frente a el, tomo un látigo, negro y largo, le ordeno que se arrastrara hasta sus botas. El esclavo levanto la cabeza del suelo, entre lagrimas y sangre diviso las botas de su diosa, su cuerpo se arrastro sobre la alfombra que era como una lija para su abdomen.

_Seré tu esclavo por siempre._decía con las pocas fuerzas que le quedaban, mientras se acercaba a las botas_ En todo te obedeceré, soy tuyo, diosa de los infiernos.

El látigo estallo en su espalda, abriendo viejas cicatrices.

_No hablaras a menos que te lo ordene.

El esclavo se arrastraba.

_Serás un cuerpo sin voluntad, ni pensamientos.

Las botas estaban cada vez mas cerca, casi podía oler el cuero.

_Tu cuerpo será vulnerado, mutilado y torturado según mi placer.

La punta de los dedos rozo la bota, en ese momento la mano fue aplastada por un taco de metal, la otra bota piso la cabeza del esclavo, el fino taco penetro la mano, el dolor fue indescriptible, los gritos no cesaban; la diosa, parada aun sobre la cabeza y con el taco clavado en el medio de la mano, sonreía y gozaba del momento.

Cuando al fin se canso el esclavo se había desmayado, furiosa lo golpeo en todo el cuerpo, las afiladas uñas probaron sangre cien veces cada una, los dientes en el suelo, sobre un lago de sangre.

Al recobrar la conciencia lo primero que vio fue a su diosa, estaba bañada en sangre, la mirada de fuego penetrándolo, escupió en su cara, y le dijo:

_Ahora solo pensaras en mi._acto seguido levanto los huevos con una mano, muy despacio corto la bolsa con sus garras de metal, y arrojo lo extirpado a la estufa.

Así, el esclavo vio su ultimo rastro de ser humano quemarse en el fuego.

Cada mañana Daniela se levantaba, sacaba a su esclavo de su celda y lo golpeaba, cuando su cara comenzaba a sangrar, lo tiraba al piso y se sentaba en su cara, el esclavo debía lamer su vagina todo el tiempo que ella quisiera, disfrutaba sentir la sangre en su vulva, por lo general pasaba horas así, sintiendo la lengua ensangrentada.

Luego lo llevaba a patadas al baño donde debía asearla.

Luego la vestía con su traje, siempre recibía otra golpiza antes de que su diosa lo abandonara en su celda.

En la soledad, encerrado por barras de metal, la locura lo fue envolviendo, todas sus ansias de libertad se habían esfumado, y junto con sus testículos había ardido su ultimo deseo sexual; el mundo se había reducido a una habitación oscura, donde su única luz era la siniestra figura vestida de cuero. Esta figura ocupaba todos sus pensamientos, sus sueños, su vida. Se había vuelto adicto al dolor, a servir a su diosa, nada en el mundo era mas importante que ella.

Por otra parte, Daniela estaba encantada con su esclavo, lo veía totalmente sometido y esto no hacia mas que aumentar su desprecio hacia el, los castigos eran cada vez mas terribles y el placer cada vez mas grande, se sentía embriagada por el poder de poseer completamente a una persona y su sadismo aumentaba cada día.

Así paso el tiempo, el esclavo, brutalmente lastimado, se volvía mas sumiso con cada castigo, la diosa, mas despiadada y ruin.

Por las mañanas, cuando aun estaba desnuda, miraba a su prisionero, encerrado entre gruesos barrotes, nada de humano quedaba en el, ella lo había degradado, lo había paseado por los mas oscuros recintos del infierno, y el cada vez mas fiel, pasaría por miles de tormentos mucho peores de los que había pasado, solo con una palabra de su diosa, ¿por que?, se preguntaba Daniela, ¿por que la adoraba tanto?, todo lo que había recibido de ella era dolor, sufrimiento, ¿que lo impulsaba a besar el suelo que ella pisaba?. Una mañana, simplemente, decidió preguntarle.

_Decime pedazo de mierda._dijo al tiempo que le pateaba las costillas a través de los barrotes_Cuando caíste en mis manos eras un hombre, yo, con crueldad, te degrade hasta convertirte en la asquerosa criatura que ahora sos, ¿por que me veneras como si fuera tu salvadora, como si fuera un ángel que bajo del cielo a besar tu vida?

_Gracias mi diosa, por permitirme decirle lo que pasa por mi cabeza desde el primer día que la vi ponerse su traje de cuero._fueron las primeras palabras pronunciadas en años, por una boca acostumbrada a sollozar_ Al recibir sus primeros golpes sentí que las llamas del infierno consumían mi cuerpo, la sangre corría por mi cara, pero mi alma solo quería entregarse a usted, ponerse a sus pies. Después la vi cubriendo su cuerpo con el traje de cuero, mi corazón vio la luz por primera vez, mis piernas temblaban, no respondían, y cuando sus garras cortaron las cuerdas, mi cuerpo simplemente callo a sus pies, junto con mi vida. En ese momento supe que usted era una diosa, ¿por que arrodillarme ante una cruz, con la promesa de la eterna felicidad?, cuando mi alma solo descansa en sus crueles manos.

Daniela escuchaba atónita, todo este tiempo había jugado a ser una diosa, ahora se daba cuenta que, para su esclavo, realmente lo era. La excitación crecía en ella, invadía su cuerpo y la obnubilaba, con las piernas débiles camino hasta el armario donde descansaba su traje de cuero, mientras se lo ponía la excitación crecía, el poder que sentía era inmenso, era una diosa, sádica, implacable. Saco a su esclavo de la jaula, lo lanzo contra una pared, el cuerpo callo al suelo y fue presa de una violenta lluvia de patadas, la bota iba y venia, marcando el cuerpo con velocidad y furia. Cuando se detuvo, el cuerpo magullado yacía contra la pared, sin demora dibujo todo su cuerpo con sus garras, sin dejar ningún lugar sin decorar. El placer se reflejaba en los ojos de la diosa, tanto dolor, tanta sangre, el éxtasis de la completa liberación.

Dos almas que el dolor unía, hijos del infierno, corazones oscuros que laten en lagrimas y agonía.

Agradezco cualquier comentario.

Me gustaría contactarme con algún dibujante que le interese ilustrar mis relatos, y así hacer una publicación conjunta.