Crónicas de Vhaalzord - Libro 4 - 3
Empiezan los problemas para Val, es nombrado como general en jefe del ejército por la Princesa Val continua defendiendo en invierno las montañas en solitario contra invasores Aparece una joven aldeana
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 4
Capitulo- 3
Cuando el resto del grupo llego donde nosotros estábamos se encontraron con aquella carnicería... Las caras de los soldados eran un poema, y la del oficial ni os cuento. Para ese entonces yo ya volvía a parecer un inocente trampero mas, uno de los tantos que pululaban por las montañas.
Una cosa para la que si me sirvió todo esto fue para comprobar la determinación de la princesa para cumplir la promesa que me hizo. Evidentemente al oficial le contaron los dos todo lo que había pasado, pude ver como discutían los dos con la princesa, como los tres me lanzaban de vez en cuando furtivas miradas... Tenía claro que tanto el oficial como el consejero querían respuestas, y también resultaba más que evidente que la princesa no les permitía hacerme las preguntas necesarias para poder obtenerlas.
Tal y como pensaba que pasaría salió a colación el tema del pequeño ejército que habían logrado reunir, todos estuvimos de acuerdo en que lo prudente seria traerlo hasta las montañas, en lo mas recóndito de ellas había espacios donde además de poder acampar holgadamente podrían ser entrenados con eficacia. El problema de esto es que los dirigentes del mismo también vendrían a las montañas, y eso si que no me hacia la menor gracia. La princesa iba a tener que crecer más rápido de lo que ella se creía, y en muchos más aspectos de los que ahora pudiera llegar a imaginar siquiera.
Contra todos mis pronósticos los oficiales que estaban al mando eran gente bastante seria, responsable y sobre todas las cosas, leales a la princesa por completo. Por consejo mío la princesa mantuvo como únicos consejeros cercanos a ella a los dos hombres que habían estado con ella, velando por ella desde el inicio de todo esto. También por petición mia hizo que la veintena de soldados que fueron con ellos se quedaran como sus guardias personales, ya que considere tras sondearlos a conciencia que le eran leales hasta la muerte. De estos últimos me encargue de entrenarlos personalmente más adelante por petición expresa del consejero convirtiéndolos en autenticas maquinas de matar si se terciara la ocasión.
En los siguientes dos meses el entrenamiento de los soldados fue intensivo. En este periodo nos enteramos que otros dos pequeños reinos habían caído también bajo la bota del Imperio de Nard-Tordhold. Estaba visto que este pretendía seguir expandiéndose todo lo que pudiera y sinceramente ninguno de sus vecinos era rival para él. Lo que más gracia me hizo de las reuniones que mantuvo el "gran consejo de la princesa" eran las ideas tan peregrinas que tenían todos sobre cómo hacer la guerra al imperio, unas ideas a cual más absurda.
Incluso hubo quien propuso una confrontación en campo abierto con el ejercito del imperio, derrotarlos y liberar a los pueblos oprimidos... Las carcajadas que pegue se debieron oír incluso en la capital imperial cuando escuche semejante memez. Lo que proponía semejante imbécil era simple, enfrentar a los 4000 soldados que habían logrado reunir, que únicamente habían medio entrenado a esas alturas sin estar además perfectamente armados todos ellos, a un ejército imperial cuyos efectivos se podían estimar en unos 60000 hombres más o menos guarniciones aparte... como para no descojonarse de la risa en su cara. La parte mala es el mosqueo que se pillo la princesita por mis risas, por cómo me empecé a reír con las estupideces que decía uno de sus mas nuevos consejeros... menudo idiota el pollo.
Después de esa reunión hubo un conato de bronca con la princesa, y digo conato porque se tuvo que morder la lengua cuando la recordé que si la iba a ayudar era por petición suya, no por ofrecimiento mío. Que hiciera el favor de no pretender que me callara cuando alguien soltaba alguna estupidez de la magnitud de la que soltó el imbécil ese de marras. Mi principal baza es que era el único mago que tenían, ya que si algún bando tenia alguno, ese era el imperio, aunque muy pocos y bastante malos he de decir. Por fin se habían dado cuenta de la importancia de tener algún mago en sus filas y “desgraciadamente para ellos”, solo me tenían a mí como dije antes, con lo que tuvieron que tragarse lo que pensaban decirme para regocijo mío.
Tras muchos tiras y aflojas al final la princesa hizo algo que ni yo mismo me esperaba siquiera, me entrego a mí el mando total del ejercito para que decidiera que era lo que se debía de hacer en primer lugar. Contra todo pronóstico también por parte de todos los presentes, creo que incluso ni la propia princesa se lo esperaba acepte el cargo que me ofreció... digamos que los pille a todos a contra pie, me dio la impresión que fue algo para ponerme en mi sitio y no se esperaban que aceptara... de locos. Lo peor para ellos fue cuando se dieron cuenta de que me lo había tomado en serio y me puse manos a la obra, para rematarlos del todo y tras estar conmigo en la planificación de la campaña tanto los mandos de las tropas, como el oficial les dijeron que por mucho que pudiera sorprenderles, claramente yo sabía perfectamente lo que me hacia como comandante del ejército, creo que eso dejo con la boca abierta a todo el mundo.
Dividí el "ejercito" en cuatro grupos... tres grupos de infantería, y uno de caballería de unos 800 soldados. Excepto la caballería, el resto permanecerían en las montañas para protegerlas y porque serian usados como reemplazos de bajas, heridos, etc.
Mis instrucciones fueron sencillas y enormemente especificas para todos los soldados que participarían en la salida de las montañas, obedecer todo lo que se les mandase por absurdo que les pudiera parecer en ese momento, tan simple como eso, nada más.
Dividí la caballería en cuatro grupos de 200 soldados. Por delante de cada grupo además de mis propios espías mágicos, iban una treintena de ellos como exploradores hablando con la población nativa de la región, obteniendo datos precisos de los movimientos del imperio por la zona, obteniendo de esa forma información de lo más precisa sobre su número, situación y movimientos. Los soldados tenían que comportarse bien con la población bajo estricta pena de muerte para el que hiciera el más mínimo saqueo o diera problemas con los civiles.
En esta época era cuando se recaudaban los impuestos, momento que yo elegí para salir de las montañas... Una vez localizados los recaudadores de prácticamente todo el territorio ocupado por el imperio, impartí órdenes para partir a cazarlos a todos ellos uno por uno, sin que ninguno pudiese escapar. Cada grupo de cuatro recaudadores iban acompañados por una veintena de soldados de escolta... Cuando verificamos que esta situación era la estándar por todo el reino dividí cada uno de los cuatro grupos en dos, duplicando nuestra capacidad de interceptarlos.
Durante un periodo de veinte días los fuimos cazando como alimañas. Nos hicimos también con sus libros de información sobre los impuestos pagados por cada ciudadano, los que no habían podido pagar, sus castigos, etc... Tanto los recaudadores como los soldados fueron pasados a cuchillo por orden mia. Esto no iba a ser un paseo, esto iba a ser a sangre y fuego, mas nos valía que todo el mundo se fuese acostumbrando a ello. También fuimos cazando poco a poco a los pelotones que enviaban para ver el porqué de los retrasos de los recaudadores, cayendo sobre ellos también a sangre y fuego, diezmando las tropas imperiales aprovechando que los íbamos pillando en grupitos muy pequeños de soldados. Con los libros de recaudación capturados, con los pertrechos de los muertos en nuestro poder, así como el dinero de los impuestos ordene el regreso a las montañas.
Fue todo un éxito como operación, aunque tuvimos unas cuarenta bajas, la mayor parte eran heridos, apenas hubo 4 muertos por nuestra parte al emboscarlos aprovechando la superioridad numérica que teníamos sobre ellos. Eliminamos casi 2000 soldados enemigos más los recaudadores, quedándonos además con sus mejores caballos que fueron siendo enviados a las montañas poco a poco durante el transcurso de las operaciones a cargo de los heridos, caballos cuyo valor para nosotros era increíble como podéis suponer. Obviamente nos acabábamos de convertir en toda una molestia para el imperio, ya que les habíamos dejado sin los ingresos por impuestos de todo el territorio ocupado del reino de Tharkand.
Con estos libros y por petición mia se hizo la recaudación habitual de los impuestos del gobierno legitimo que había anteriormente y se dispuso todo para poder ir devolviendo esas cantidades de mas, en contra de la opinión de muchos de los nuevos consejeros que querían apropiárselos para los gastos de la guerra... pero dado el éxito de una operación a la que se intentaron oponer con todas sus fuerzas por considerarla absurda, ahora no tenían ni fuerza, ni argumentos de peso, ni posición solida para oponerse de forma contundente a mí, por fortuna para todos ellos.
Con la devolución de las partes que les habían cobrado de exceso, con la información a todo el mundo de que esto era por obra de la princesa... lentamente, despacio pero imparablemente el apoyo y la ayuda solapada a la resistencia de la princesa iba creciendo en progresión geométrica. Un mes más tarde organice la segunda salida de los soldados... esta vez hice que se dedicaran a los destacamentos de ocupación del ejército imperial, para ello dividí los 3000 jinetes que iba a emplear en esta ocasión al disponer de muchos más caballos y tener armas de sobra para todos, en grupos de 500 soldados. Realmente convertí esos 4000 soldados de que disponíamos en una perfecta y estructurada fuerza de caballería… todos los que se quedaron en las montañas, los menos hábiles con un caballo, fueron entrenados mientras estuvimos con las operaciones por sus mandos tal y como yo pedí aprovechando los caballos que les quedaron.
Nuevamente fue toda una masacre, durante casi veinte días volvimos a desperdigarnos cada grupo en otros más pequeños de cien soldados para darles caza, reuniéndonos a la menor señal de peligro ante algún destacamento “grande” (por grande me refiero a unos 60 a 80 soldados, atrayéndolos entonces a una trampa, cayendo los 500 al completo entonces sobre ellos). Una vez cumplido el tiempo que estipule la orden era clara, sin importar lo que estuvieran haciendo, lo cerca que alguno de los grupos tuviera un destacamento enemigo para destrozarlo con todo planeado y tal, todos y cada uno de ellos dejaban en el acto todas sus operaciones para regresar sin discusión de ningún tipo a las montañas bajo pena de muerte para el que desobedeciera las ordenes. Podéis creerme si os digo que a estas alturas sabían todos ellos perfectamente que serían implacable por lo que me habían visto ordenar tranquilamente en las anteriores razzias contra los recaudadores.
En esta ocasión unos 3000 soldados imperiales fueron abatidos por los grupos. El número de bajas sufridas fue de unos 60 soldados "únicamente", el número de muertos en esta ocasión ascendió a una veintena. Al regresar de esta forma, sin entretenernos evitamos que las tropas que el imperio mando a por nosotros nos dieran caza… entrando en la seguridad de “nuestras montañas”.
Durante todo el periodo primaveral, de verano, y gran parte del otoño fue la tónica que seguimos de operaciones no permitiéndoles salirse de mis cronometrados programas de castigo sobre las tropas imperiales, para el invierno hice que el ejército se refugiara en las montañas, protegiéndose en ellas para descansar y recuperarse. Durante este periodo habíamos perdido casi 300 soldados sin contar los heridos, con cada salida mejorábamos en nuestras tácticas perdiendo cada vez menos hombres.
Al final de la “temporada” nos retiramos a la seguridad de la montaña, habíamos causado la muerte a más de 19000 soldados imperiales que fuimos cazando con paciencia en grupos pequeños por todo el imperio, casi un tercio de su ejército estimado aunque en su mayoría pertenecieran a pequeñas guarniciones aisladas, pero aun así considere que nuestras bajas por heridos, casi 800 en toda la temporada sobre algo más de 4000 soldados eran excesivas aunque más tarde fueran de nuevo recuperados en su mayoría para el ejercito, debíamos de entrenarlos más si queríamos ser verdaderamente letales en nuestros ataques.
El Imperio había obtenido los impuestos de su propio territorio y de los dos nuevos países ocupados, lo que significaba que para primavera posiblemente hubiera incrementado en número sus efectivos contratando mercenarios y estos desde luego eran muchísimos más peligrosos que los tibios soldaditos imperiales. Debía de encontrar algún modo de controlar eso... de intentar que, o no pudieran contratarlos, o que estos les salieran mucho más caros, a mayor precio menor número de tropas profesionales frente a nosotros, pura matemática. Lo que no me imaginaba en ese momento es que el propio imperio me serviría prácticamente la solución a esto de los mercenarios en bandeja de plata. Estuve buena parte del invierno devanándome los sesos sobre como poder hacerlo hasta que el imperio paradójicamente trajo la solución hasta mí puerta como aquel que dice.
Ahora teníamos más pertrechos y caballos que hombres ya que el principal motivo para atacar las pequeñas patrullas o guarniciones eran principalmente sus caballos y armas, a la par que debilitar poco a poco la moral de los soldados imperiales. En gran parte gracias a todo esto, según las informaciones que llegaban de los agentes que teníamos repartidos por todos lados, había bastante gente dispuesta a enrolarse en nuestro ejército. Durante ese invierno el ejercito paso de los 4000 iniciales (sin contar las bajas) a unos 12000 aproximadamente. Desgraciadamente con este incremento de soldados también hubo otro incremento un tanto desagradable... Tuvimos un fuerte incremento de parásitos que acudían a ver si podían sacar tajada de lo que empezaba a parecer el posible bando ganador a la larga de seguir la cosa de este modo.
Con el grueso de las nuevas tropas llegaron nuevos "antiguos altos cargos del reino", que de repente habían recordado quienes eran y lo valiosos que eran todos ellos, incluido un general que rápidamente y sin encomendarse a nadie tomo bajo su mando a las tropas. Una cosa que me hizo cierta gracia es que observe como los soldados "antiguos" me miraban a mi... estaba convencido de que si hubiera dado la orden de hacer trizas al general lo hubieran hecho sin la menor duda. La princesa confiaba en mi, conmigo habían ido todos ellos de victoria en victoria y en cambio este otro papanatas lo único que había hecho en el mejor de los casos es esconderse del imperio todo este tiempo, hasta que había visto los vientos de cambio en la suerte de la guerra.
Poco a poco vi como los nuevos recién llegados iban minando el poder de la princesa, quitándoselo loncha a loncha, capa a capa. Por mucho que tanto el consejero y el oficial trataban de hacer para evitarlo, esto era inútil si la princesa no tomaba cartas en el asunto, y en este caso se pasaba de condescendiente con todos ellos por el mero hecho de ser antiguos "hombres" de su padre, lo que no les impidió a casi ninguno de ellos el dejarle en la estacada a la primera de cambio.
Con mis sondeos mentales pude saber exactamente quienes de ellos podían ser útiles y quienes no... Que eran la inmensa mayoría de ellos y por diversas causas incluyendo el que eran desde todo punto de vista unos traidores aprovechados. Curiosamente los que menos “útiles” eran, resultaban ser precisamente los que más poder querían acumular a costa de la princesa.
Permití que incluso a mi me relegaran al ostracismo, aunque confieso que por mis propios intereses ya que si debía defender la montaña también este invierno quería estar solo para poder convocar libremente a mis “guerreros” sin descubrirme de verdad. Todo esto fue permitido por la princesa sin que moviera ni un solo dedo por evitarlo, igual que pasó con el consejero y el oficial. Lo único que ninguno de los nuevos pudo lograr es el alejar a estos dos y a la escolta de la princesa, aunque lo intentaron para poder controlarla, fue por lo único que no trago en lo mas mínimo llegando a cabrearse incluso, haciendo que los listos de turno replegaran velas momentáneamente al ver como se ponía con ellos.
Me reuní en secreto con el consejero y el oficial, primero les solicite ciertas averiguaciones sobre todos los nuevos para que nos informaran a mí y a la princesa, obviamente les guie sobre nombres y datos de los mismos que debían de buscar, con lo que las pruebas contra esos traidores solo era cuestión de un poco de tiempo. Después les pedí que cuidaran los dos a la princesa porque yo iba a permitir que me echaran de allí el grupito de recién llegados en un intento de hacer reaccionar a la princesa, la escusa desde luego fue malísima, sobre todo tras la información que les había facilitado, como tontos no eran se dieron cuenta de que debía de tener otro motivo, pero respetaron mi decisión, aunque no de buena gana todo hay que decirlo. Los dos preocupados en su último intento por quitarme la idea de la cabeza me dijeron que eso que tramaba, lo que fuera por lo que quería irme, sería muy peligroso dada la situación, porque la princesa podía no reaccionar, y entonces no podría regresar...
Sonriéndoles a los dos como si fuese un lobo les recordé una cosa muy importante, le recordé a ambos que la verdadera ley en aquellas montañas era yo, que las había defendido solo contra varios centenares de soldados enviados a ellas y ninguno había logrado regresar vivo... Después poco sutilmente lo reconozco, les recordé a ambos que todos ellos estaban ahora mismo en mis montañas, creo que a ambos les recorrió un escalofrió al oírme decir todo eso, por primera vez les acababa de reconocer que la desaparición de todos aquellos soldados había sido única y exclusivamente cosa mia. También creo que ambos recordaron lo que les paso a los soldados que mandaron de cebo y a los espías que los seguían…
Les di instrucciones a ambos para que los mandos “antiguos” del ejército siguieran para los entrenamientos y que no permitieran salida ninguna de los campamentos bajo ningún concepto en invierno. Seguro que ninguno de los dos lo vio después de lo que sabían de mi como preocupación por mi parte por lo duro de los inviernos de la montaña sobre unos soldados no acostumbrados a estar en ellas, seguro que ambos se dieron cuenta de que lo que yo quería era que no estuvieran pululando con patrullas por ellas por si acaso debía de llamar a mis amiguitos, y creedme que por la forma en que asintieron ambos estaba seguro de que lo harian.
Ese invierno hubo una nueva intentona por parte del imperio sobre las montañas al atardecer... intento acceder a ellas por mar mediante un pequeño ejército de mercenarios del norte del Gran Continente Central llegados por barco a cierta pequeña cala situada en sus faldas mas inaccesibles excepto por el mar. Eran aproximadamente unos 5000 guerreros, su gran error, no pudo haber mandado peores mercenarios a las montañas para enfrentarse a mí, aunque eso el imperio no lo sabía, claro, su idea había sido excelente de no ser yo quien se fuera a ocupar de ellos, ya entenderéis porqué digo esto.
Cuando mis pequeños observadores me dieron el aviso de que se empezaban a internar en las montañas me ocupe de estar al tanto de sus movimientos. Me puse en movimiento una vez que accedieron a la parte de densos bosques de las faldas de la parte media de las montañas, pero esta vez sin embargo sometí bajo vigilancia también a mis tropas y a las aldeas, no quería interrupciones de nuevo cuando me estuviera divirtiendo… ejem, perdón, digoooo… encargándome de ellos al proteger la montaña. Como ya digo, esta vez me asegure concienzudamente de que nadie me estuviera siguiendo otra vez para "ayudarme".
Cuando ocupe la posición que considere idónea para mis planes amplificando mi voz en los bosques les interpele en voz alta para que abandonaran mi territorio, para que abandonaran mis montañas si no querían perecer todos ellos... Les dije algo así como que no volvieran a cometer los mismos errores de su pasado, los mismos que cometieron sus ancestros cuando me atacaron en sus territorios.
Sus risas, sus insultos, sus mofas, sus gritos de batalla indicaron un claro rechazo a mi invitación. Sus canticos de guerra venían a decir más o menos que estaban allí para expulsar a los enemigos de su patrón, que matarían al "autoproclamado señor de esas montañas", sus canticos decían que ellos eran los hombres del frio norte, que eran los más duros de este mundo, que no conocían el miedo, que no temían ni siquiera a la muerte puesto que esta era bienvenida. Tras mi aviso y viendo sus respuesta, di mis órdenes a mis “Guerreros”... estas eran simples, muy simples, "matad a los hombres del Norte"...
Tras recibir mi orden centenar y medio de Guerreros Khulgan, acompañados de ocho de sus magos y el jefe de ellos cayeron sobre los Hombres del Norte surgiendo de las entrañas de la suave ventisca de nieve que soplaba en esos momentos... media docena de Guerreros permanecieron conmigo como mi escolta, algo que siempre sucedía en estos casos. Los gritos de guerra de los valientes Guerreros del Frio Norte se transformaron rápidamente en gritos de miedo, en gritos de autentico terror al ver surgir ante ellos a una constante pesadilla en los más profundos sueños de todos los pueblos del continente central...
En los últimos momentos de sus vidas al ver surgir ante ellos a los Khulgan los Hombres del Norte fueron plenamente conscientes de que lo que habían hecho realmente al entrar en esas montañas malditas, era invadir los dominios del más aterrador y nefasto ser que según sus leyendas jamás hollara la tierra... Que habían desafiado, que habían osado atacar igual que sus antepasados más de mil años antes a Vhaalzord, El Nigromante, que lo que la voz les dijo era totalmente cierto… que acababan de cavar sus propias tumbas y si no salían pronto de allí puede que incluso las de su propio pueblo…
Fue una autentica carnicería por parte de los Khulgan, los Hombres del Norte no intentaron siquiera defenderse salvo cuando sentían a los Khulgan a centímetros de sus espaldas, solo entonces se acordaban de defenderse, algunos incluso ni así, solo pensaban en huir de allí lo más rápido que pudieran, haciéndolo totalmente aterrorizados, facilitando con ello su propia muerte. Para mis Guerreros Khulgan fue un paseo…
Pese a todo ello hice que los Khulgan permitieran la huida de apenas una docena de guerreros... algo necesario para mis planes. Tras su huida desconvoque a casi todos los guerreros, dejando como mi escolta tan solo a una veintena de ellos y dos de los magos, convocando a ocho lobos espectrales, a los que di orden de seguirlos mostrándose ante ellos constantemente para controlarlos simplemente. Esto solo consiguió aumentar su terror al ver aquellas temidas criaturas de sus tierras también a mi servicio, mientras yo seguía tranquilamente a caballo a los lobos con la seguridad de no ser sorprendido por ningún Hombre del Norte, aunque con mi escolta dudo que ninguno se hubiera atrevido a acercarse a mí.
A través de los lobos pude ver cómo llegaron a la ensenada donde tenían sus barcos amarrados junto con sus compañeros que se quedaron al cuidado de su flota... Pude ver como en escaso tiempo izaban apresuradamente las velas de media docena de ellos mientras el resto comenzaba a arder... volvían a su tierra, quemando las naves que no podían llevarse tras de sí.
Convoque a media docena más de Lobos Espectrales del Norte y un halcón en el cielo para ver atraves de sus ojos lo que pasaba en los barcos... Entonces me mostré con todos ellos desde lo alto de un acantilado a los hombres que huían. Pudieron verme montado a caballo, erguido, impávido en lo alto del acantilado envuelto en una gran capa negra con capucha, tapándome está completamente la cabeza y no permitiéndole a ninguno verme el rostro ya que quedaba envuelto en sombras, obteniendo un aire de lo mas tétrico junto a la veintena de Lobos Espectrales que había junto a mí y que miraban hacia los barcos fijamente...
Fue simplemente un toque de teatro en toda esta situación, pero de lo más efectivo... pude ver atraves de los ojos de mi halcón como los guerreros me señalaban con los mas que reconocibles para ellos Lobos Espectrales que me acompañaban... en ese momento tras de mí hicieron su aparición la veintena de Guerreros Khulgan con los magos sobre sus aterradores caballos recortándose sus siluetas contra el horizonte... aumentando su impresión con la aparición de mi terrorífica escolta, dejándoles más que claro por si todavía les hubiera quedado alguna duda a quien se acababan de enfrentar, haciéndoles dar gracias a sus dioses por poder escapar de allí.
A través de los ojos de mi pájaro pude ver como los supervivientes de los Hombres del Norte permanecieron en la borda mirando hacia mi mientras que fueron capaces de divisarme, imagino que para grabarse mi imagen bien grabada en su memoria... Lo que ellos no sabían en esos momentos es que yo consideraba que por esto de ahora me debían una… y ya me llegaría el momento de cobrarme su deuda de una forma u otra, pero eso es otra historia ajena a esta… ¿o quizá no del todo?.
Tras esta huida sabia que en cuanto llegaran a sus tierras se correría la voz de lo que había pasado a la velocidad del rayo por prácticamente casi todo el continente. Para cuando llegara la primavera el Imperio no encontraría a ningún mercenario del continente central perteneciente a las tribus de la zona más salvaje del mismo, que eran su mayoría, que estuviera dispuesto servirle, y muchísimo menos a acercarse a estas montañas. Por otra parte con todo esto también había logrado que los mercenarios ajenos a estas tribus que decidieran venir, hubieran multiplicado su precio en varias veces aprovechando la coyuntura.
Los hombres del norte son famosos por su coraje, su valentía, su ferocidad, por ser implacables y por su falta de miedo, hasta el punto de ser poco menos que fanáticos de la guerra. Pensad que su máximo deseo, su máximo anhelo, la meta de su vida por decirlo así es morir en combate, morir valientemente con sus armas en la mano, matando enemigos, jamás se retiran, jamás se rinden, huyen o piden cuartel, perecen antes que hacer algo semejante, antes que permitir semejante deshonor. Por ese motivo son los mejores mercenarios que nadie pueda contratar, por eso mismo además sus precios son los más elevados. Los guerreros cuando empiezan a notar que en poco tiempo ya no podrán luchar más y no pertenecen a sus consejos de ancianos, ya que el pertenecer a estos es un honor en si mismo tan alto como el perecer en batalla, se dejan matar en la primera batalla en la que participan para obtener la gloria de una muerte digna de un guerrero.
Hace mil quinientos años aproximadamente, durante la que posiblemente fue mi peor época de locura, atacaron por diversión en los gélidos paramos de su tierra a alguien al que nunca debieron de molestar, intentaron darle muerte, una muerte atroz y dolorosa simplemente por divertirse, por pasar un rato divertido con el extraño que se había atrevido a entrar en sus tierras... Un año después el orgulloso e implacable pueblo de los hombres del norte había sido diezmado, aunque más preciso seria decir, masacrado por ese alguien.
De ser un pueblo de más de 180000 almas pasaron a ser apenas 4000 en total. Durante ese periodo de tiempo “él” con varios cientos de sus terroríficos guerreros se dedico a ir cazándolos a lo largo y ancho de todo el norte... poblado por poblado, exterminando a todos los miembros de su pueblo que se encontraba en su camino, sin prejuicio de edad o sexo. Los llamados Guerreros Khulgan sembraron el terror entre los hombres del norte, pero con todo ello pese a su crueldad no eran nada comparados con lo que podía llegar a hacer su amo con quien caía en sus manos, aquel al que molestaron por divertirse, ese alguien tenía un nombre que nunca podrían olvidar por muchos siglos que pasasen, un nombre y una historia que se mantenía viva aun hoy en día, todo ello avivado por las historias que se contaban desde entonces entre su pueblo como advertencia para que no volviera a pasar nunca más, por si el volvía a aparecer alguna vez, el nombre y la historia de "Vhaalzord, El Nigromante".
No creo que nunca os cuente nada de lo que paso o de lo que hice, no creo que nunca este preparado para ello, para hacer frente a mis acciones en esa época, controlado por mi parte del Dios Loco o no, fui yo quien lo hizo. Como digo no os diré que fue, pero creo que os podréis hacer una idea solo con pensar en que semejantes hombres me temían a mi más que a todo el ejercito Khulgan que me acompañaba.
Un día tal y como había aparecido, Vhaalzord se esfumo de sus estepas... sin dejar el menor rastro. Los supervivientes consideraron que se dio por satisfecho en su venganza..., la verdad es que fue porque logre recuperar el control lo suficiente como para alejarme antes de que terminara por exterminarlos a todos ellos.
Todos los supervivientes juraron no volver a cruzarse en su camino, y mucho menos enfrentarse a él de nuevo, para eso dejaron multitud de historias que ir contando a los niños, entrando a formar parte de todos y cada uno de ellos con el tiempo, para que sus sucesores fueran conscientes de las consecuencias de enfrentarse a él. Creo que quizá ahora podréis entender un poco mejor el terror de esos guerreros al ver ante si a los Khulgan, a los auténticos y verdaderos Khulgan de sus historias ancestrales, creo que también comprenderéis porque simplemente huyeron... sabedores de lo que le paso en el pasado a su pueblo por atreverse a enfrentarse a él, al amo de estos crueles y despiadados guerreros, que además era todavía incluso muchísimo peor que ellos según sus leyendas.
Creedme si os digo que si los hombres del Norte dicen ante alguien de las tribus que han sido diezmados por Vhaalzord y sus Khulgan en persona, que han huido de allí para salvar sus vidas, nadie en su sano juicio va a reírse de ellos, en primer lugar porque lo matarían en el acto, y en segundo lugar porque no creo que haya nadie vivo que pueda decir que vio huir a un Hombre del Norte. Muchísimo menos ninguno va a ir para comprobar si es verdad o mentira con semejantes antecedentes sobre ellos, y mucho menos aun los mercenarios de las tribus, unos hombres que seguro que antes o después han conocido combatiendo junto o contra ellos a los hombres del norte, y todos saben de sobra que si ellos dicen algo, su palabra es ley porque jamás mienten. También además todos ellos saben de lo único que lograría que estos guerreros huyeran como alma que lleva el diablo sin mirar atrás, sin considerarlo una deshonra y dando gracias a sus dioses incluso por permitirles seguir viviendo, sin contar con que no son gente a las que se pueda engañar con un simple truco en ese aspecto en concreto.
Por otro lado confesare que también muchas de esas Tribus Salvajes en esa época mia de locura tuvieron sus propios tropezones conmigo parecidos al de los Hombres del Norte, algunas de ellas no tuvieron tanta suerte y ya no existen, algo de lo que son también más que conscientes todas las que de un modo u otro sobrevivieron… Tras decir esto podéis entender porque sinceramente no creía que ninguno de ellos quisiera correr el más mínimo riesgo de volver a tener otro “incidente” casual conmigo.
Por eso he dicho antes que era el peor error que podía haber cometido el Imperio, mandar a estos mercenarios. Una vez que se corriera la voz de esto, el numero de mercenarios dispuestos a correr riesgos en esta zona descendería radicalmente, y los que aceptaran venir por no creer en mí, desde luego incrementarían su precio en bastante, al menos diría que en siete u ocho veces la tarifa normal, puede incluso que mas, en mucho mas, lo que para nosotros sería una muy buena noticia. Incluso una vez aquí veríamos si de verdad serian capaces de entrar en las montañas o no, la reputación de los hombres del norte pesaba muchísimo más de lo que pudiera parecer a simple vista, aun fuera de las tribus.
De cualquier forma esto sería un duro varapalo para el imperio cuando llegara la primavera. Bueno al menos eso esperaba. Lo que no me resulto tan divertido fue la recolecta de las armas y bienes de todos los muertos..., así como el deshacerme de ellos. Cuando regresara supuse que me esperaría otra batería de caras largas con sus correspondientes preguntas en cuanto entregara todo ese arsenal. No pude por menos que reírme cuando me dio por pensar en la pobre Princesita, cuando regresara iba a tener que hacer horas extras para evitar que me pudieran coser a preguntas al respecto, se iba a acordar de su promesa durante una larga temporadita.
En la montaña un par de días más tarde, me encontré con una de las jóvenes de la aldea que estaba buscándome. Estaba empapada por completo, tiritando de frio, así que me la lleve a la cabaña dándola algo caliente para hacerla entrar en calor, además de prestarla algunas prendas mías de ropa para que se pudiera quitar las suyas y poder secarlas. Me explico que había decidido salir a buscarme porque la cosa se estaba poniendo muy fea, según parecía el nuevo general y algunos de los nuevos consejeros tenían algunos soldados con ellos como guardias personales que más que eso parecían auténticos rufianes... que ni siquiera los guardias de la princesa podían con ellos ya que los superaban en número, o aunque ella no lo supiera, porque yo les di antes de irme ordenes estrictas de no interferir con nada salvo que fuese peligroso para la princesa.
Por lo que me conto abusaban de todo el mundo, solo la princesa parecía ser lo que evitaba que ya estuvieran violando a las mujeres, animados y apoyados por sus jefes. Tras contarme esto y otros abusos se echo a llorar en mis brazos... siguió contándome como habían amenazado a muchas de las jóvenes de la aldea con matar a sus padres si no accedían a sus demandas sobre ellas, por lo que me conto todavía no había pasado nada pese a que ninguna había accedido, pero no sabían cuanto tardaría en pasar, cada vez estaba peor la situación, y según ella esos rufianes cada vez estaban más envalentonados. Cuando le toco a ella sufrir las amenazas decidió desesperada ir en mi busca…
Se la veía agotada por completo, hice que se pusiese ropa mia seca, se durmió poco después en mis brazos, abrazada a mí. Debía de ser la primera vez en mucho tiempo que esa joven dormía con tranquilidad y sin miedo. Por lo que me dijo había venido a buscarme porque los jóvenes de la aldea por lo que oían hablar de mí a los escoltas de la princesa pensaban que solo yo podría oponerme a los desmanes de estos recién llegados, antes de que la cosa fuera todavía a peor.
Me acosté con la joven en mi lecho de pieles diciéndola que a la mañana siguiente descansados iríamos a la aldea. Tras esto me dispuse a dormir tapándonos con algunas de las pieles mientras en la chimenea ardían varios troncos que mantendrían la cabaña con una agradable temperatura hasta por la mañana. La mantuve abrazada ya que eso parecía darla tranquilidad.
Tuve un dulcísimo despertar... Sentí como algo húmedo rodeaba mi miembro, abrí los ojos y pude ver como la chica estaba chupándome la polla. Me miro a los ojos sin por ello dejar lo que estaba haciendo, me deje llevar y disfrutar por ella, corriéndome en su boca poco tiempo después. Se trago todo lo que solté en su boca... no dejo escapar ni una sola gota de mi leche. Tras ello vino a mí para besarme, algo a lo que no me negué pese al sabor en su boca de mi propio semen.
Mientras me besaba el pecho dulcemente me iba quitando la ropa diciendo que me llevaba deseando desde el principio de aparecer por la aldea... pero que desde que era el general que había vencido a los soldados del imperio y estaba intentando poner en su trono a la princesa me deseaba muchísimo más, que quería aprovechar esta oportunidad para estar conmigo, aunque solo fuese una única vez. También me dijo que tras todo lo que había pasado necesitaba sentirse querida, que por favor no la rechazara…
No os extrañéis porque en esta tierra lo de la promiscuidad de los jóvenes en las aldeas era algo nada extraño, pero solo tenían esta libertad hasta el momento de sus bodas, en el que ya solo se deberían a su pareja, tanto uno como otro sexo.
Me reincorpore ayudándola a desnudarme del todo ya que ella estaba ya completamente desnuda. La hice tumbarse sobre las pieles metiéndome entre sus piernas para devolverla el favor. Empecé a besar la cara interna de sus muslos mientras mis manos se los acariciaban, junto a su culito y espalda. Poco a poco fui acercándome a su monte de Venus, llevando lentamente mis labios y mi lengua hasta el por la cara interior de sus muslos, desencadenándola cada vez más agudos y ahogados gemidos de placer. Estaba a punto de caramelo, fue simplemente rozarla el coñito con la lengua para que se corriera en mi cara como un grifo.
Una vez logrado esto trepe por su cuerpo sin parar de besárselo, el ombligo, los pechos, los hombros, el cuello, los labios... para finalmente y mientras la besaba en los labios me introduje en el interior de su coño lo más profundamente que pude. Sin advertencia previa me introduje en su coño... Al sentir como mi polla abría su vagina emitió un gemido ahogado y un jadeo agónico. Una vez comprobé que se había acostumbrado a tenerla dentro empecé a moverme sobre ella, fòllandomela sin la menor piedad... empezando a darla como un salvaje mientras con una de mis manos la estrujaba los pechos.
Su orgasmo fue realmente devastador... cayó derrotada por completo a la vez que me corría en su interior, llenándola el coño de leche. Me salí de su interior quedándome junto a ella de medio lado, devorándola a besos lentamente. Una vez que se recupero se incorporo metiéndose mi polla en la boca hasta limpiármela del todo, la parta mala es que con esto se me puso otra vez como una piedra, entonces para mi sorpresa se puso a cuatro patas meneando ante mí el culito preguntándome si me gustaría rompérselo como a una niña mala... ni que decir tiene que acepte.
Usando un poco de grasa animal me unte la polla y le di a su estrecho culito. Me situé tras ella apuntando mi pene sobre su agujerito... cuando me dijo que estaba lista se la metí hasta las amígdalas, abriéndome paso dentro de su culo como un sacacorchos en el tapón de una botella. Una vez que note que se relajaba poco a poco, pasándosela el dolor que sin duda le había debido de infringió... empecé a moverme despacito por eso.
Mientras la embestía una de mis manos martirizaba sus pechos mientras la otra hacia lo propio con su coño, fòllandomelo con mis dedos a la vez que mi polla se enterraba por completo en su culo, sin la menor piedad. Al final me corrí otras dos veces en su prieto culito mientras ella alcanzaba al menos tres orgasmos con la follada, quedando completamente muerta en mis brazos, por lo que me dijo esta debía de haber sido la tercera o cuarta vez como mucho que lo hacía, pero que deseaba que fueran muchísimas mas después de todo lo que había disfrutado en mis brazos. La deje descansar, reponerse de la ración de sexo mañanero que nos habíamos dado mutuamente. No hubo el menor problema entre los dos para irnos ya que siguió todas mis indicaciones sobre qué hacer y preparar para ponernos en marcha.
Regresaba a la aldea dispuesto a poner orden, y también a poner a la princesita en su sitio real en el mundo. Incluso pensaba bajarla a guantazos de su mundo de fantasía si era necesario.
Por otra parte también tenia claro que a mi regreso pondría orden con la sanísima idea de que la sangre me llegara a las rodillas cuanto menos…
CONTINUARA