Crónicas de Vhaalzord - Libro 4 - 2
Val regresa a la aldea con la Princesa dejándola en buenas manos La Princesa Samirna es alguien con las ideas muy claras, tal y como descubre Val Se complica todo el asunto
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 4
Capitulo- 2
Cuando entramos en el pueblo percibí una gran conmoción en las caras de los aldeanos. Más tarde me enteraría de que era por la princesa, la daban por perdida, todo el mundo había pensado que se la habían logrado llevar de allí sin que nadie se diera cuenta. El Imperio por lo visto tras los desastres de la montaña empezó a hacer circular el rumor de que habían logrado cazar y dar muerte a la princesa, coincidiendo esto con su desaparición. Al no dar con ningún rastro de ella en las montañas pensaron que o se había perdido falleciendo allí sola, o quizá era como el Imperio había dicho, que algunos asesinos enviados por ellos la habían eliminado.
Lo cierto es que si no encontraron su rastro es porque después de llevármela a la cabaña me encargue de eliminarlo por completo, ya que no quería que nadie diera con mi cabaña. Si mandaban mas “exploradores” lo último que quería era que hubiera lo más mínimo que les pudiera llevar hasta mi, y la princesa Samirna desde luego dejaba unas huellas de lo mas claritas cuando andaba por las montañas. Incluso un ciego podría haber dado con ella de no haberlas eliminado yo antes.
La verdad es que los aldeanos se pusieron de lo más contentos al verla sana y salva, exactamente igual que “sus hombres de confianza”, aunque lo de estos fue solo al principio. Cuando vi como fruncían el ceño los dos “principales” mirándome, supe que iba a tener problemas con ambos a cuenta de la princesa. El grupo que la acompaño hasta la aldea estaba compuesto por un consejero de los más cercanos al difunto rey que cuando el imperio ataco se encontraba seriamente indispuesto en su casa sin poder ir a ejercer sus funciones junto al rey, lo que le salvo de morir, y más de una veintena de soldados de la guardia real al mando de un oficial de la misma que fueron comisionados por el rey con el encargo de que sacaran con vida de allí a la princesa, me era más que obvio que debía de tener muy, muy claro lo que ocurriría para tomar semejante decisión con su única hija. También les ordeno que algunos soldados a por el consejero enfermo para que su hija tuviera alguien en quien poder confiar, a parte de los soldados y el oficial, con ella.
Estos soldados estaban siendo usados como mensajeros por ambos, recorriendo el reino con la sana intención de reunir un ejército para poder echar al imperio de él y que la princesa se pudiera sentar en el trono. Al estar los comerciantes ya allí negociando con los demás tramperos y meterme en medio de todo el fregado, ninguno de los dos pudo acercarse a mí para hablar. Me lo pase genial viendo sus esfuerzos por intentar cogerme a solas, pero cuando pensaban que lo iban a lograr siempre me las ingeniaba para pegarme a alguien a negociar, o a intervenir en alguna conversación, lo que fuera para ir poco a poco sacándolos de sus casillas, poniéndolos de los nervios.
Después de encargarme de mis negocios deje que ambos me pudieran abordar a solas. Tal y como me temía era sobre la princesa, concretamente sobre el tiempo que había pasado conmigo a solas en la montaña, las preguntas también eran las que más o menos esperaba. Digamos que les preocupaba que la tierna princesita hubiera dejado de ser virgen en este tiempo pasado a solas conmigo. Con infinita paciencia estuve más de una hora intentando convencerles de que no había pasado nada entre nosotros. Cuando vi que se habían quedado más o menos tranquilos tuve la amabilidad de soltarles otra bombita encima.
No veáis cuando les di como un tercio del dinero que había conseguido al negociar mis pieles para que se lo dieran a la princesa. A su pregunta del porque de ese dinero, les dije tranquilamente que era su parte, que se lo había ganado por su trabajo con las pieles de los animales cazados. Que cara que pusieron los dos, casi me reí en sus morros al verles…
- Consejero : ¿Pero ha hecho trabajar a la princesa?
- Oficial : ¿No se habrá atrevido de verdad a algo semejante?
- Val : Pues claro que sí, no pensaría que la iba a dar de comer por la cara, ¿no?, se tenía que ganar la comida de algún modo, digo yo.
Que escándalo que montaron los dos, que gritos, que voces, que lenguaje tan soez para unos caballeros… que mosqueo que se pillaron los dos conmigo. Lo curioso es que como hablaban tan alto algunos aldeanos que lo estaban oyendo todo hacían movimientos apreciativos sobre lo de que la princesa estuvo trabajando como una más para ganarse su sustento… Digamos que para los aldeanos paso en cierto modo de ser “la” princesa, a ser, “mi” princesa, y creedme que había bastante más diferencia de la que cualquiera pudiera llegar a pensar en ese cambio en la apreciación de la gente hacia ella.
Para acabar de rematar a los dos, Samirna que se unió a nosotros se mostro encantada delante de todo el mundo de recibir su dinero… Cuando los dos la dijeron que me debía de devolver el dinero, que una princesa no podía hacer esas cosas… joder el cabreo que se pillo la niña, menos de guapos los puso a los dos de todo. Dejo a todos los que se pararon a escuchar con unas sonrisas de oreja a oreja al oírla decir que ese dinero era suyo porque se lo había ganado pegándose unas palizas a trabajar con las pieles de aúpa, y que por muy princesa que fuera su trabajo era igual de bueno que el de cualquier otro, y ese era su dinero, un dinero que según dijo había sido ganado honradamente y con muchísimo esfuerzo, de modo que no pensaba devolver ni media moneda. El resultado fue que cuando se cayó por fin, se escucharon algunos tímidos aplausos que rápidamente cesaron ante las miradas del consejero y del oficial, dispersándose los curiosos manteniendo en sus caras unas sonrisas de oreja a oreja.
Aunque en ese momento no lo supieran ellos, con esta discusión hicieron por su causa más que si hubieran mandado cientos de mensajeros a todos los pueblos del país para contar las bondades de apoyar a la princesa. Los mercaderes se fueron encargando de extender la noticia de que la princesa estaba a salvo, y no solo eso, sino que también todo el resto que habían oído contar, incluidos los chismorreos, lo de las pieles, lo del dinero, en fin, todo. Esto hizo que tanto el respeto, como la estima por la princesa subiera muchísimos enteros por todo el reino. Poco a poco para la gente con todas estas cosas empezó a pasar de ser “La Princesa”, para ser “La Princesa Samirna”. Empezó a ser apreciada por ella misma y no por ser la hija de su padre solamente.
Poco a poco habían ido logrando reunir gente para poder ir formando un pequeño ejército, pero se encontraban ahora con un problema, tenían que armarlos adecuadamente y eso era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Por lo que se comentaba en la aldea debían de haber logrado reunir unos 4000 hombres para formar el pequeño ejército, pero apenas habían logrado armar a poco más de un millar de ellos y tan solo habían conseguido reunir unos 350 caballos, estaban muy en precario como podréis comprender por estos datos. Creedme si os digo que estuve pensando durante un buen rato si meterme en líos o no, creo que medite durante al menos… digamos que en total serian unos 10sg mas o menos antes de irme a hablar con la princesa. Que queréis, tanta tranquilidad al final aburre a cualquiera, incluido yo. Además, que no había sido yo el que había mandado soldaditos a tocarme las narices, que coño.
Le pedí si sería capaz de escaparse para acompañarme durante un par de días a solas en las montañas, quería enseñarla algo, pero únicamente a ella. No es que estuviera muy conforme pero dado que era yo quien se lo pedía, y que si hubiera querido hacerla algo había tenido ocasiones más que de sobra para haberla incluso matado sin que nadie se hubiera enterado nunca, acepto. Otro cantar fue cuando les dijo al consejero y al oficial lo que pensaba hacer… ni os digo el follón que se monto entre los tres. Como condición para poder ir la impusieron la obligatoriedad de llevarse al menos a cuatro soldados con nosotros, para mi sorpresa me guiño disimuladamente un ojo y acepto.
Al día siguiente apareció a buscarme equipada como cuando estuvo conmigo en la montaña, llevaba tras de sí mis caballos listo todo para que nos fuéramos los dos solos. Cuando la pregunte sobre lo que pensarían los otros dos riéndose me dijo que una de las cosas que había aprendido de mi mientras estuvimos juntos es a no discutir cuando no había forma de ganar o salirse con la suya… era mejor decir que si y después hacer lo que la diera la gana, justo como en ese momento con lo de acompañarme. Os juro que no se si eso que dijo que aprendió de mi fue bueno o malo… me dejo un poco pillado, la verdad.
Tuve la impresión de que si recuperaba el trono sus consejeros iban a tener una reina de lo más divertida… se lo iban a pasar pipa con ella. Cuando nos íbamos la hice prometerme algo antes de partir… yo la iba a enseñar una cosa que les podría servir, pero a cambio no quería nada de preguntas sobre ello, y por supuesto que me dejara totalmente al margen de todo.
Acepto corriendo y sin pensárselo. No pude evitar sonreírme para mi mismo pensado que acababa de meter la pata hasta el cuezo con su alegre promesa, que poco sabía ella en esos alegres momentos lo que le iba a costar el mantenerla ante sus dos personas de confianza. La enseñe un camino lo suficientemente sencillo para que más tarde pudiera ella hacer de guía desde la aldea hasta donde guarde las armas de todos los soldados que me había ido encargando de eliminar. Había armas suficientes como para armar perfectamente a unos 2000 soldados prácticamente según calculo ella misma, tras ello la lleve desde allí al valle donde deje a los caballos, mas de 1300 quizá, vi que ya habían formado una gran manada y estaban comenzando a asilvestrarse, si los querían prácticamente iban a tener que volver a domarlos otra vez. La verdad es que me lo pase en grande con ella cuando le enseñaba todo esto.
Cuando llegamos a las cuevas y le mostré a Samirna las armas de sus lindísimos labios surgió una ristra enorme de preguntas de todo tipo, con una sonrisa maliciosa que la empezó a sacar de quicio me limite a recordarla su aventurada promesa en la aldea de “nada de preguntas viera lo que viera”. Se lo tomo bastante mal, si, desde luego que la jodío bastante lo de su promesa, pero pese a todo la intento cumplir, mordiéndose los labios de la rabia dejo las preguntitas quietas.
Mientras la llevaba al siguiente destino la iba mirando de reojo mientras me iba riendo de la que la esperaba, esto sería bastante peor para su “alocada” promesa. Vi que iba concentrada en sí misma, seguro que estaba dándole vueltas a como coño podía tener yo almacenada semejante cantidad de armas tan homogéneas…
El acabose fue cuando llegamos a los caballos, en ese valle había otra pequeña cueva en la que metí todas las sillas de montar cuando deje sueltos a los caballos. Ni os cuento como se puso la princesita cuando se dio cuenta de que tanto las sillas como los caballos llevaban los sellos del ejército Imperial. Creo que ahí fue donde por primera vez empezó a asociar esas armas, esas sillas y esos caballos con todos los soldados imperiales desaparecidos en las montañas. Me cosió literalmente a preguntas, y creo que se cogió uno de los cabreos más gordos de toda su vida al ver que yo no decía ni media. Con deciros que cuando la volví una vez más a recordar su promesa cuando salíamos de la aldea se puso incluso literalmente a patalear de la rabia… Durante todo el viaje de regreso a la aldea, dos días enteros, no me dirigió la palabra ni una sola vez fuera de lo estrictamente necesario para el buen fin del viaje, y más que la palabra parecía que estaba intentando morderme del cabreo que llevaba.
Justo a poca distancia de la aldea la dije que la dejaba sola ya que me regresaba a la montaña… me pregunto entonces enrabietada si de verdad pensaba que tanto el consejero como el oficial eran tan, tan, pero tan idiotas o algo así, como para no darse cuenta que era yo quien les había llevado hasta esos pertrechos. Me dijo que seguro que querrían respuestas sobre cómo había llegado a mis manos, y más aun, sobre qué narices era lo que les había pasado a sus dueños. Con una sonrisa irónica en los labios que me iba de oreja a oreja la dije que sí, que evidentemente se darán cuenta en cuanto se lo enseñase para que lo aprovecharan, pero que no habría el menor problema ya que no podrían encontrarme para poder hablar conmigo ya que solo ella podría ser capaz de llegar hasta mi cabaña.
La remate cuando riéndome en su cara la recordé una vez más lo que me prometió, dándola las gracias por su “aventurada” promesa. Ni se despidió de mí, me miro con cara de rabia, hizo girar sobre si al caballo completamente rabiosa y partió rumbo a la aldea al trote. Creo que por primera vez fue consciente de la que se le avecinaba con sus dos subordinados, porque ellos querrían saber a toda costa lo que había pasado con esos soldados, y solo yo podría darles esas respuestas. Lo peor de todo es que también me ocupe de que fuera consciente de que ellos también se darían cuenta que ella era la única que sabría como poder localizarme con total seguridad… a eso me refería cuando decía que se dio cuenta de la que se le venía encima.
Realmente estaba dispuesto a echarla una mano para recuperar su trono, pero tenía una cierta curiosidad maliciosa en saber cómo coño se las apañaría para salir de esta sin romper sus promesas y sin quedar mal con sus dos principales apoyos. En cierta forma era una especie de prueba, si lograba salir airosa de ella la ayudaría, sino… Bueno sobre eso ya veríamos también, porque tampoco es que el imperio hiciera mucho como para que no decidiera intervenir pese a todo. Pero en este caso todo dependería realmente de si seguían tocándome las narices en plan pesados con lo de mandar soldaditos a las montañas otra vez. Si seguían en ese plan iban a terminar por obligarme a tomar medidas serias contra ellos para que dejaran las montañas en paz de una vez por todas y para siempre.
A la semana de haberla dejado de camino a la aldea se presento en la cabaña completamente equipada como para quedarse otra vez conmigo. Cuando la inquirí sobre lo que hacía allí me soltó algo que me hizo partirme de risa ante su total enfado, lo peor es que me gano por la mano como se suele decir, prometiéndola ir con ella a la aldea y ayudarla en lo que pudiera, pero la puse una condición para ello. Mi condición fue que no respondería preguntas de nadie, y ella debía de escudarme si se ponían pesados. No la hizo la menor gracia sobre todo porque sabía porque lo decía, pero no la quedo otra que tragar con mi petición si quería mi ayuda, o más bien incluso el que yo diera la cara con ella.
Nada más llegar sin cortarse en lo más mínimo empezó a desempacar sus cosas, alegando que se quedaba conmigo, añadiendo más o menos que sus partidarios no tenían armas suficientes para enfrentarse al imperio, que no quería una masacre de su gente y que ella desde luego no se las enseñaba al consejero y al oficial para que después la martirizaran a preguntas que no podía responder. No estaba dispuesta por lo que me dijo a ser la típica “princesita” consentida e inútil, si no podía hacer las cosas bien era preferible que las hiciera otra persona. Todo esto que puede parecer una perogrullada lo dijo de una forma que no pude por menos que echarme a reír sin poder parar lo que genero su automático cabro conmigo. Como ya he dicho con esto me gano por la mano, por muy estúpido que pueda parecer… Bueno vale, también lo hice porque cada vez le tenía más ganas al imperio y porque me aburría ya con tanta tranquilidad, que todo hay que decirlo.
Cuando llegamos a la aldea una vez más pude ver a ambos hombres histéricos con la desaparición de la princesa, me refiero al consejero y al oficial del ejército. Pues si alguno de vosotros estáis pensando que la princesa se disculpo en lo más mínimo se equivoca de medio a medio, además no les dio ni la más mínima explicación, únicamente les dio órdenes a ambos de que se prepararan con todos los hombres y caballos disponibles para acompañarnos a los dos a recoger unos materiales. Cuando los dos la preguntaron qué era lo que teníamos que recoger, la princesa simplemente les dijo que ya lo verían ellos por sí mismo, porque si se lo decía no la iban a creer. Tras eso se fue cortando tajantemente cualquier intento de pedirla explicaciones de a que se estaba refiriendo.
Al día siguiente nos pusimos en marcha rumbo a la cueva de las armas. Nos acompañaban el consejero, el oficial y la docena de soldados que permanentemente quedaban siempre en la aldea para la protección de la princesa, con nosotros también venían todos los caballos que habían podido reunir. Cuando la princesa vio las armas la primera vez no se dio cuenta de donde debían de haber salido, pero tanto el oficial como el consejero supusieron o más bien, sospecharon en el acto de quienes tenían que ser tal cantidad de armamento homogéneo, evidentemente pensaron ambos en lo mismo, en las tropas imperiales desaparecidas en la montaña. Cuando fueron a empezar con las preguntas la princesa les cortó a los dos en seco, les dijo que nada de preguntas, que la única condición que puse para entregarles estas armas y ayudarles era esa, que nada de preguntas.
Aceptaron los dos a regañadientes… pero cuando llegamos a donde los caballos fue el no va mas, en ese momento lo de que las armas procedían de las tropas desaparecidas en la montaña dejo de ser una sospecha para convertirse en una certeza al ver las sillas y los caballos con las marcas imperiales impresas en ambos. Esta vez aunque la princesa lo intento no consiguió pararlos, las preguntas me empezaron a llover de inmediato. Querían saber en primer lugar lo más evidente, ¿Qué coño era lo que había pasado realmente con esos soldados?.
Mi única respuesta fue un lacónico “están muertos” y tras eso no volvieron a lograr arrancarme ni media palabra más al respecto ante su cada vez mayores indignación y cabreo por mi silencio. Ese día se decidió que acamparíamos en el valle, los soldados se encargarían de las guardias, aunque yo seguía con mis hechizos de siempre, vigilando a nuestro alrededor por si acaso junto con todo el resto de la montaña. En ese valle, en una de sus laderas existe un pequeño arrollo que termina en un pequeño remanso de agua totalmente oculto por la densa vegetación, aun estado de pie nadie podría verte aunque pasara a dos metros de ti. Un sitio perfecto para un baño nocturno, de modo que hacia allí me dirigí.
Cuando llegue tuve el problema obvio, su protección era tan perfecta que no vi que la princesa estaba dentro bañándose hasta no estar prácticamente encima de su orilla, quedándome perplejo del todo al verla. El remanso cubría por encima de la cintura nada más, pero aun así permitía nadar suavemente. Cuando la princesa me vio me invito a desnudarme y a entrar en el agua con ella, negándome de plano con la escusa de la desnudez. Entonces sí que me quede con la boca abierta del todo, ya que se puso en pie, saliendo hacia donde yo estaba, mostrándose totalmente desnuda ante mí. Entonces con voz muy suave y sugerente me dijo que ahora para estar en igualdad de condiciones debía de desnudarme yo.
Si pensaba que me echaría para atrás se equivoco de medio a medio, no me hice de rogar, desnudándome tranquilamente mientras no apartaba mis ojos de los de la princesa, cuya mirada lentamente, muy lenta y deliberadamente fue descendiendo por mi ahora desnudo cuerpo, hasta llegar a mis pies, para después volver lentamente hacia arriba, deteniéndose en mi ahora completamente erecto pene. Después su mirada subió hasta llegar de nuevo a mis ojos, entonces me tendió la mano diciéndome… “vamos a bañarnos”.
Estuvimos nadando un buen rato los dos, en un momento dado yo me apoye en unas rocas de espaldas, con los brazos estirados sobre ellas y me quede mirando perdido en mis pensamientos a las dos lunas que ahora estaban en el cielo. Solo unos instantes después de eso sentí como Samirna se situaba sobre mí, quedando como si estuviera sentada encima mío, quedando su sexo temerariamente cerca del mío. Mirándome a los ojos me paso los brazos alrededor de mi cuello, pero no hizo la menor intención de besarme ni nada parecido, simplemente se quedo en esa posición, expectante, mirándome a los ojos, como esperando a que yo hablase sobre la situación en la que estábamos en ese mismo momento.
La verdad es que no pude por menos que hacerlo, por su propio bien, ya que me daba la impresión de que no se daba cuenta del todo de lo que estaba haciendo… de lo peligroso que podía ser este jueguecito que se traía conmigo.
- Val : Samirna deberías quitarte de encima, estás jugando con fuego…
- Samirna : ¡Ah!, ¿Pero piensas que estoy jugando?
- Val : Creo que no te das cuenta de que estamos desnudos los dos y que además te has colocado peligrosamente cerca de mí. Esto no está bien Samirna.
- Samirna : Peor era la situación cuando yo me masturbaba pensando en ti por las noches en tu cabaña mientras tú te limitabas simplemente a mirarme, ¿no? (Ni os digo la cara de idiota que se me debió de quedar al oírla decir eso)
- Val : ¿Sabías que estaba despierto mirándote?
- Samirna : Por supuesto Val, es más, por eso lo hacía, esperaba poder excitarte lo suficiente como para que dejaras de verme como la princesa, como tu invitada y me vieras solo como una mujer anhelante… que te olvidaras de ese sentido tan estúpido de la caballerosidad que demostraste conmigo y que me sacaba de quicio… (Lo malo es que empezaba a ver que con ella las cosas se me empezaban a ir de las manos, pero que mucho)
- Val : Mira Samirna, esto no es ningún juego, ¿sabes?. No te puedes ir enamorando del primero que te encuentres, tú eres una princes… (No me dejo terminar, puso una de sus manos sobre mi boca para no dejarme decir mas mientras ella empezaba a hablar)
- Samirna : Mira Val, no temas porque no me voy a enamorar de ti, y no porque no me gustaría hacerlo, sino porque de algún modo se, de algún modo tengo muy claro que no sería correspondida por ti, no me preguntes cómo pero lo sé Val, créeme que lo sé, y créeme que me duele porque me gustaría no fuera así, pero…
- Val : (Fui a hablar pero no me lo permitió, siguió con su mano en mi boca, haciéndome eso de shhhhhm cuando vio que intentaba hablar)
- Samirna : Pese a todo Val, tengo una cosa muy clara, y es quien quiero que sea la persona con la que lo haga por primera vez… Y esa persona eres tú, te llevo deseando desde que estábamos en tu cabaña y me diste “aquella lección”, desde entonces llevo deseándote, deseando que seas mío... Aquí y ahora solo somos un hombre y una mujer, una mujer que quiere que la estreches entre tus brazos y que la hagas gozar por primera vez…
- Val : ¿Estás segura de esto Samirna?, después no habrá vuelta atrás… solo será sexo, nada más, no vayas a enamorarte porque no funcionaria de ninguna manera…
- Samirna : Estoy segurísima, tanto que estoy esperando si me acercas mas a ti clavando tu pene en mi interior por fin, o si por el contrario decides separarme de tu cuerpo, sea lo que sea, decidas lo que decidas mi trato y relación contigo te aseguro que no cambiara.
No me lo pensé mas, no me lo pensé ni un solo minuto más, solo esperaba que de verdad supiera lo que estaba haciendo porque si no lo pasaría francamente mal antes o después. La sujete por la cintura acercándola contra mí, pasando a poner en contacto mi polla con su coñito, con la intención de poco a poco ir calentándola todo lo posible a la vez que ejecutaba sobre ella ciertos hechizos para ayudarla en lo que iba a suceder después.
Me equivoque en mis apreciaciones de medio a medio, desde luego no necesitaba calentarla en lo mas mínimo, parecía una hoguera, como no la dejaba metérsela hasta el hígado, solo la permitía puntearse con mi capullo, se las apaño para poder restregar todo su coño contra mi cuerpo… Estaba desatada, enfebrecida por completo, apenas su coñito, con su clítoris completamente inflamado se empezó a restregar contra mí se corrió como una burra entre alaridos de placer. Estaba más que claro que no necesitaba nada de nada para excitarse, desde luego tenía muy, muy clarito lo que deseaba, cuando, como y de quien lo deseaba. Volvimos a las andadas, pero esta vez mientras ella estaba otra vez intentando ver como poder escapar de mi presa sobre sus caderas para poder así clavarse en mi polla sin mayor dilación.
Decidí hacerlo lo más intenso posible, lo más sorprendente posible para ella para intentar evitarla los sustos. La abrace contra mí, pegando mi boca a la suya, comiéndomela a besos, mientras una de mis manos le acariciaba el culo poniéndola poco a poco de lo más cachonda. Cuando lo considere oportuno por la fogosidad que me mostraba le introduje un par de dedos en su culito, haciéndola pegar un gemido de sorpresa y placer en mi boca. Entonces, en ese preciso momento fue cuando le enterré en su interior toda mi polla, metiéndosela hasta el fondo, rompiendo su virginidad de una sola vez, de una dolorosa y drástica vez. Mi boca, mis labios ahogaron el chillido de dolor que soltó. Poco a poco entonces fue cuando deje fluir sobre ella los conjuros que previamente prepare y que fueron reduciendo su dolor de forma lenta pero progresiva... preparándola a la vez para exacerbar su placer.
Permaneció abrazada a mi cuando sintió el dolor, yo permanecí también quieto, sin moverme, solo la besaba el cuello, los labios, la mordisqueaba las orejas mientras dejaba poco a poco que mis hechizos fueran haciéndola efecto. En cuanto me dijo que se la empezaba a pasar el dolor casi por completo, y me dijo que esperaba que hubiera sido mucho peor, empecé a moverme lentamente, despacio, muy despacio, recuperando el ritmo poco a poco.
Mientras me movía veía como poco a poco sus ojos se iban desorbitando, estaba empezando a sentir los primeros coletazos de su orgasmo potenciado por mis conjuros, anunciando la llegada del grueso del mismo. Cuando la llego fue algo totalmente demoledor para ella. Estuvo durante casi diez minutos abrazada a mí sin poder hacer, decir o coordinar nada de nada. Como ya os he dicho había ido potenciando sus sensaciones placenteras poco a poco, intentando que su primera vez fuera algo especial para ella, vanidad masculina supongo o un intento de ser un buen amigo quizá, sinceramente no lo sé.
Durante media hora me dedique simplemente a follármela por el coño sin parar, haciéndola alcanzar tres orgasmos, estaba totalmente desfallecida del todo por las sensaciones resultantes de sus orgasmos. Cuando estábamos para terminar al darse cuenta de que yo no me había corrido me aparto, se puso delante de mí, meneándomela con fuera hasta que explote, soltando chorro de leche tras chorro de leche sobre ella, sobre sus pechos, cara, pelo, torso, estomago… también vi como se lo restregaba todo por el cuerpo como si fuese algún tipo de ungüento para la piel. Tras esto pude ver como se llevaba la mano a los labios lamiéndosela mientras me miraba fijamente a los ojos con una incipiente cara de vicio que no podía con ella.
Tras esto decidí que lo mejor era dejarlo aquí antes de que se liara mas la cosa, de forma que nos vestimos volviendo con los demás, por alguna extraña razón no nos habían echado de menos, creo que incluso ni se dieron cuenta de cuando regresamos los dos. Evidentemente algún que otro pequeño hechizo tenia buena parte de la culpa. Otra cosa que me quedo más clara que el agua con la princesa es que lo de follar no se había acabado ni muchísimo menos, de hecho me lo dijo ella misma cuando nos íbamos del remanso. Me soltó que por esta vez se daba por satisfecha porque la dolía todo el coño, por lo que me dijo pensaba que sin duda la pasaba eso por ser la primera vez, pero que en cuanto se recuperara me fuera preparando, porque quería que me la follara por todos los sitios que se me ocurrieran, que quería que le enseñara todo lo que yo supiera al respecto.
Cuando a la mañana siguiente nos pusimos en marcha la princesa iba inusualmente contenta, tanto el oficial como el consejero me miraban con cara de sospecha… No sé si se olerían algo o no, pero lo cierto es que en ningún momento nos permitieron estar solos a la princesa y a mí, siempre se las apañaba uno de ellos para permanecer con nosotros con alguna causa totalmente justificada…
Durante dos días estuvimos todo el tiempo así, me mosqueo la cara de la princesa cuando esa noche antes de tumbarnos a dormir les dirigía a los dos miradas de enfado, y había llegado a temer la lengua de la princesa en esos casos con la gente con la que tiene confianza. Desgraciadamente mis peores temores se confirmaron. Ambos se las apañaron como las noches anteriores para poder dormir entre ella y yo, cuando más contentos estaban los dos por sus logros para mantenernos separados la princesa les bajo de su nube a tortas.
Aprovechando que nadie podía oírnos les dijo a los dos en voz baja que esperaba que cuando quisiera quedarse a solas conmigo para poder follar a gusto tuvieran la delicadeza de retirarse y dejarnos solos, que desde luego no pensaran de ninguna manera que iba a admitir mirones para que vieran como fóllabamos. Por un momento creí que tanto al consejero como al oficial les daba algo al oírla soltar eso, el consejero como salida la respondió que sin duda la princesa debía de haber sufrido sin duda algún tipo de calentura por efecto del sol… La tierna y dulce princesita le respondió con toda la cara que no, que la única calentura que tenia era en su coño por las ganas de que yo le metiera otra vez la polla hasta sacársela por la boca si hiciera falta, que la encantaba follar conmigo, que había disfrutado como veía que lo hacían las perras de caza de su padre cuando los sementales las montaban. No sé cómo a esos dos nos les dio un infarto, yo desde luego casi me atragante al oírla, que tía más bruta la princesita de marras con el lenguaje y sus comparaciones... joder, joder con la tierna e inocente princesita de cuento…
A la mañana siguiente surgió un problema bastante peliagudo para mí, pero que bastante. Mis pequeños espías me avisaron de un destacamento de soldados, unos 40, pero también de que había algo raro en todo esto porque estaban siguiéndolos. Expandí mi poder, concentrándome en buscar específicamente estos que seguían a los soldados, encontrándome con tres espías, indudablemente estaban siguiendo a los soldados, no me cupo la menor duda sobre la situación, los soldados (mercenarios realmente, carnaza para sacrificar) eran un cebo para saber qué era realmente lo que ocurría en esas montañas.
Con la escusa de ver mis trampas me aleje del grupo, internándome rápidamente en la montaña, desplegando más criaturas para abarcar más bosque ante mí por si había más gente tras los espías que detecte. Me dirigí rápidamente camino del cebo del imperio, con la sanísima intención de que nadie saliera vivo de allí, ni soldados, ni espías. No tenía otro remedio que interceptarlos rápidamente ya que iban directos hacia nosotros, por eso mismo debía de ser también muy rápido en acabar con ellos. Salí ante ellos con mi pinta de trampero, cosa que hizo que no despertara sospechas, por lo menos hasta que tras de mi aparecieron la princesa y el consejero buscándome… Por lo visto la princesa quería ayudarme con las trampas, pese a la oposición del oficial y el propio consejero, pero aun así, este la acompaño para que no estuviera sola.
La princesa se quedo estática, asustada al ver el panorama, el consejero saco su espada para defenderla y a mí se me llevaban los demonios con la estupidez de la princesa, y mi propia negligencia al no haberlos vigilado para asegurarme de que no hicieran algo así. No me quedo otra opción que descubrirme como mago ante los dos y actuar rápidamente para evitar que pudieran hacer algo contra ella. Ante los asombrados ojos de la princesa y del consejero mi bastón paso de la nada a ser mi Shilkka, a nuestro alrededor aparecieron de repente una veintena de poderosos y enormes lobos espectrales del norte que a una orden mía saltaron sobre los mercenarios ignorando a mis dos aterrados acompañantes, porque ni os digo la cara que se les quedo al consejero y a la princesa al ver a mis dulces Lobitos. Tres de los lobos partieron siguiendo mis instrucciones en busca de los tres espías que huían a toda velocidad al ver la situación, los tres lobos no les permitieron llegar muy lejos, regresando tras acabar con ellos a unirse a la fiesta con sus demás hermanos.
Ante el asombro de mis dos "invitados", acabe sin inmutarme con cinco soldados que se venían a la carrera sobre nosotros blandiendo sus armas, esquivando a los lobos que masacraban a sus compañeros. Cuando un soldado intento escapar de la masacre pasando cerca nuestro, una de mis dagas se enterró en su nuca, eliminándolo en el acto, cayendo muerto a escasos tres metros de la princesa y su consejero. Apenas cinco minutos después de que todo hubiese empezado, término con todos los soldados y los espías destrozados por los lobos, o muertos por mí. Me volví hacia Samirna y el consejero que estaban pálidos, situados a mi espalda, diciéndoles que había que traer al grupo para recuperar también estas armas mientras desconvocaba los Lobos y devolvía ante su cara mi Shilkka a su aspecto habitual de inofensivo bastón. El consejero me soltó enseguida la primera pregunta…
- Consejero : ¿Quién eres realmente?... ¡¡¡¿Qué narices eres?!!!... Y no me cuentes eso de que solo un simple trampero, ¿Cómo….? (No le deje seguir, mirando fijamente a una temblorosa princesa solo conteste)
- Val : (Sonriendo Maliciosamente) Recuerde mi única condición, “nada de preguntas”…
CONTINUARA