Crónicas de Vhaalzord - Libro 4 - 1
Val se retira a descansar en las altas montañas de un pequeño reino del Continente Oriental Todo se le complica cuando el reino es invadido y la princesa superviviente va a parar allí precisamente
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 4
Capitulo- 1
La gran ventaja de estar en el continente oriental es que en el no soy conocido, cierto es que mi leyenda ha llegado hasta aquí, pero no ha calado como en los demás continentes, aquí aun en el caso de que dijera mi sobrenombre, Vhaalzord, más del 90% de la gente no sabría quien soy. Digamos que durante..., llamémosle "mi periodo de locura", solo pise el gran contiene, el continente sur, y el continente occidental, aunque en este solo fueron apenas cien años escasos, pero creedme que deje una honda y profunda huella... ejem, casi mejor que lo dejamos así. Solo he pisado el continente Oriental tras ese periodo, usándolo en cierta forma para mis periodos de "relajación". Siempre he evitado los conflictos, estando perdido por sus zonas montañosas, descansando en ellas algunas veces, incluso he disfrutado aquí de algún que otro largo periodo de años, en una de estas ocasiones estuve aquí, alejado del mundo, por un periodo de casi 30 años.
Cuando decidí venirme a estas tierras, tenía claro lo que quería, olvidarme de todo otra vez durante al menos cinco o diez añitos como mínimo, establecerme en un lugar tranquilo, confortable, con preciosas vistas, pero sobre todo que este apartado del mundo, un lugar donde relajarme y poder descansar antes de volver de nuevo al camino. Y lo encontré, un pueblo precioso en la montaña, en el reino de Tharkand, un reino montañoso, eminentemente agrícola y con ricos cazaderos de montaña, con esto ya os podéis imaginar que no es un reino excesivamente rico que digamos, aunque su población vive muchísimo mejor que en otros inmensamente más ricos que he recorrido en mis viajes por otros continentes, creedme.
Me construí una cabaña en la montaña, para comer cazaba, para obtener dinero curtía las pieles de los animales, vendiéndolas en el mercado del pueblo o cambiándoselas por otras cosas a sus habitantes. Dado que los comerciantes solo iban cada seis meses hasta allí, una de ellas con los recaudadores de los impuestos, el resto del tiempo funcionaba entre la gente una especie de ley del trueque que ya tenían todos ellos asimilada. No me costó nada adaptarme a la paz y la tranquilidad de aquel sitio.
Durante todo el tiempo que pase allí mi única compañía como armas eran mi bastón y una afilada daga que llevaba en la cintura bien visible ya que me dedicaba a cazar con trampas y lazos principalmente. No os penséis que por allí aquello de llevar una daga o un cuchillo a la cintura era raro, que no, había bastantes cazadores en esas montañas y lo normal era llevar algún cuchillo bien afilado para los animales que cazabas, estaba en la gloria. Quizá más raro era lo de llevar bastón, pero con su poca tradición mágica, unido a que para la montaña te venia de perlas, sobre todo cuando había nieve, y que yo procuraba usarlo siempre que podía como apoyo para caminar, no llamaba tampoco la atención una vez se acostumbraron a ello. Simplemente era una rareza mia.
El motivo de que los magos normalmente llevábamos algún bastón o algo de similares características, es porque resulta un instrumento perfecto en el que llevar siempre un par de hechizos rápidos y un arma en las manos puesto que por lo general no llevamos armadura. Depositas sobre él un par de conjuros de retención y sobre ellos depositas después los que quieres tener disponibles, en estos casos por lo general siempre es alguna barrera y algún azote u otro conjuro ofensivo más serio a la par que como ya habréis supuesto por anteriores historias, si se sabe usar el propio bastón es un arma tan buena como otra cualquiera. No obstante debo de reconocer que muchísimos magos suelen llevar más que bastones, lanzas, o armas de ese estilo (Pensad en armas parecidas a las naginatas japonesas por ejemplo). En mi caso es mi Shilkka camuflada por un conjuro de transformación como un simple bastón.
Los magos por lo general evitamos llevar armaduras por muy buenos motivos, tened en cuenta que muchos de los conjuros se aprenden con el uso de las manos gesticulando al hacerlo, como por ejemplo con las bolas de fuego, cuando se lanza un dardo ígneo o de otro tipo por ejemplo, también se suelen usar las manos como si se estuviera lanzando con ellas, algo que es otra muletilla mas como el propio “conjuro hablado” como ya os conté anteriormente. Por otro lado imaginaos vestidos con una armadura metálica mientras preparáis una bola ígnea… o algún conjuro de Frio… puede ser hasta divertido ver lo que le pasa al mago como le falle el conjuro por culpa precisamente de la armadura al entorpecerlo en sus movimientos y provocar el fallo al desincronizarlo... de traca.
Un mago podría ir perfectamente armado de pies a cabeza con espada, escudo, armadura completa, casco cerrado, caballo con su propia armadura sin el menor problema para su magia… pero si para hacer un hechizo está acostumbrado a mover los brazos… en un combate mágico donde la vida del mago dependerá el 90% de las veces de la velocidad con que puedas usar tus hechizos lo de llevar una armadura que por lo general será pesada o muy pesada… como que es llamar al desastre, se convertiría antes o después en presa fácil simplemente por agotamiento.
Por otro lado imaginad un momento el combate entre dos magos… te lanzan magia ígnea, tu escudo aguanta, lo retiras un segundo para poder contraatacar… hasta ese momento todo perfecto, pero ahora imaginad lo mismo llevando una armadura metálica. Si ese mago llevara armadura metálica posiblemente el fuego del ataque la hubiera colocado al rojo vivo salvo que la hubiera incluido en el escudo (no mentare la posibilidad real de soldar incluso partes de ella entre sí), al ser de metal digamos que para que no se caliente al rojo aparte de evitarla daños gastaría muchísimo más poder del necesario normalmente, y si el mago no la incluye en el escudo no lo podría retirar para atacar a su vez hasta que esta se enfriara… con lo que no podría devolver los ataques a su adversario, resultado, el mago resultaría muerto antes o después por culpa precisamente de la armadura.
Cuando un hechizo ígneo se lanza sobre alguien sin armadura evidentemente el mago siempre protege con su escudo sus ropas también, pero tened en cuenta que la tela no guarda el calor, si la llegara a afectar la tela ardería y punto aunque dentro del escudo es algo que nunca pasa ya que si por el calor la tela ardiera el mago también, pero el metal de las armaduras por alguna razón sí que lo absorbe siempre aunque este dentro del escudo, si te limitas solo a poner un escudo normal por encima suyo la jodiste ya que la armadura se calentara. Paradójicamente ni las espadas, ni los cuchillos, ni las dagas… solo las armaduras, y principalmente sus petos, supongo que es por la mayor acumulación de metal en ella y porque las armas por lo general suelen ir enfundadas en cuero o tela… en fin, no se buen porque pero es lo que pasa.
Por eso debes de evitar también que la armadura se caliente, lo que supone tener que usar un escudo mucho más complejo, complicando mucho más la creación del escudo en este caso, lo que aparte de un mayor gasto de poder se traduce en un mayor tiempo para poder disponer del escudo que es justo de lo que habitualmente no dispones. Os cuento todo esto para que no penséis estupideces del estilo de que el metal interfiere con la magia o algo así, y que por eso los magos no llevan armaduras… El motivo real de no llevarlas es porque nos perjudican más que benefician al usar la magia. Por otro lado tened en cuenta que nuestros escudos mágicos nos hacen las veces de armadura, así que en cierto modo si lo veis de esta otra forma tampoco tiene ningún sentido llevarla.
Nadie en su sano juicio si no va a una guerra llevaría puesta las 24h una armadura completa porque acabaría destrozándolo, igual que el mago no llevaría un escudo todo el tiempo por el drenaje de poder interior que sufriría… por eso es el ponerlo en el bastón, porque al tenerlo en contacto directo con tu mano seria cuestión de un segundo el quedar cubierto con él, de paso también tendrías con el segundo conjuro del bastón, la ocasión de poder meterle al listo de turno un conjuro ofensivo en los morros sin necesidad de concentrarte ni nada por el estilo, amén de que llevarías en todo momento en las manos un arma letal si la sabes usar, y es muy raro encontrarte con un mago que no sepa usarlo.
Viví en esas montañas durante más de dos largos años de paz hasta que se desato el desastre... El pequeño reino de Tharkand fue invadido por su vecino del sur, Nard-Tordhold. Este era un Pequeño Imperio, o un reino un poco más grande de lo normal, como queráis verlo, que hacía poco que había perdido a su rey en un golpe de estado. El anciano rey fue depuesto y ejecutado por un ambicioso sobrino, general del ejército por linaje... explico esto último porque no es que fuese una lumbrera como estratega precisamente. Tras hacerse con el poder asesino a todos los familiares del rey a los que logro echar el guante, después de eso empezó a mirar a su alrededor para ver cómo y hacia adonde podía extender su incipiente poder. Su mirada fue a caer sobre el débil y pacifico reino de Tharkand, sometiéndolo en menos de un mes escaso siguiendo con su tradición al tratar con una familia real, elimino a todos los que pudo, solo se le escapo la princesa, única hija y heredera, lo que ya de por si podríamos denominar como una metedura de pata en toda regla por su parte, ¿o no?
Un día por la mañana mientras estaba revisando el estado de mis trampas y lazos, me tropecé con gente que venía huyendo de la aldea vecina, por lo visto las tropas invasoras habían ido a por los impuestos con un fuerte contingente de soldados notificando de paso a la población que tenían el grandísimo honor de pertenecer desde hacía algunos meses al poderoso imperio de Nard-Tordhold, como los impuestos que exigían eran como diez veces superiores a lo normal nadie tenía dinero para pagar, así que empezaron el saqueo, las violaciones, las muertes... y todo el que pudo escapo rumbo hacia la aldea vecina, es decir a la misma donde yo me encontraba. Tuvieron a bien detallarme todo lo que paso en su aldea antes de que escaparan, sin olvidarse de describirme al jefe de los soldados, el que ordeno todas las brutalidades contra la misma.
Para que no os llaméis a engaños con lo del tiempo y las distancias, os diré que en aquellas montañas debido a las vueltas y revueltas que algunas veces hay que dar, una aldea puede estar a menos de 10km de otra, y tardarse varios días, porque lo mismo existe algún barranco entre ambas donde no se puede tender ningún puente aunque fuera de cuerdas, lo que te obliga a dar un rodeo de campeonato, o se comunican entre sí por un camino de cabras rápidamente pero el camino general da unos rodeos de aúpa que es el que conocen únicamente los que no son oriundos de ellas.
Este era un caso parecido, afortunadamente para “mi aldea” antes de llegar allí estos pobres se encontraron conmigo diciéndome lo que había para que pudiera llevarme todo lo que pudiera cargar y como ellos escapara a lo más intrincado de las montañas antes de que llegaran. Pensaban llegar a la aldea, dar la voz de alarma y seguir con rumbo a las montañas donde no pudieran dar con ellos, supongo que algunos otros habrían ido también a otras aldeas para lo mismo. Una vez que se fueran los soldados pensaban que volverían a sus hogares sin peligro, así de ridículas eran sus pretensiones.
Debo no obstante reconocer que pese a todo eran gente que me caía bien, eran trabajadores y gente honrada, no sabéis con lo agusto que yo estaba lo que me jodìan que vinieran con esas donde yo vivía. Unas pocas horas después, por la tarde, llegaron los soldados, más de un centenar, y los recaudadores que iban tras ellos a la zona donde tenía mis cazaderos. Como os explicaría lo que eran estos, más que soldados parecían delincuentes con uniforme, el "oficial" que estaba al mando parecía más un preso que otra cosa, que tío mas patibulario de verdad. La cosa es que además no llevaban ningún mago tampoco con ellos, cosa curiosa, aunque en este continente por otro lado tampoco había muchos magos que digamos, y casi todos eran de otros continentes, así que...
La primera pregunta del oficial fue si me iba bien la caza mirándome como miraría un lobo a su presa, con una mirada codiciosa a más no poder. Evidentemente como podéis suponer mentí como un bellaco, les dije que tenía aproximadamente el quíntuple de lo que realmente había en el almacenillo de mi cabaña, donde guardaba las pieles ya listas para ser vendidas en el mercado. Qué alegría me dio ver como se le iluminaba la cara con esa sonrisita codiciosa... después me pregunto por mi cabaña y yo amablemente le di todas las indicaciones precisas para llegar a ella, más contento el oficial con mi colaboración... Que majo el tío cuando dio órdenes a sus hombres de matarme... Justo lo que yo estaba esperando, que me invitara amablemente a jugar con ellos.
Tres soldados de forma despreocupada se abalanzaron sobre mí, haciéndolo también de forma muy descuidada, sin duda viéndolo cosa hecha... cuando mi querida Shilkka canto su dulce canción de muerte fue algo precioso de verdad, los tres literalmente descuartizados por los repetidos cortes que les di emocionado de por fin poder matar a alguien otra vez... creo que fueron cinco cortes para cada uno en menos de veinte segundos, cayéndose a trozos delante de sus horrorizados compañeros... que vieron en esos momentos aparecer tras de mí como al menos una veintena de veloces y aterradores Lobos Espectrales de las Estepas del Norte del Gran Continente, que como surgidos de la nada se abalizaban sobre ellos, destrozándolos con sus ataques.
Mis seis dagas Khlomn hicieron su trabajo eliminado a seis de esos "soldaditos", igual que mis dos colmillos de la luna, que se encontraron dos que intentaban escaparse... ni que fuera a permitirle a ninguno que saliera de mis territorios de "caza" vivos. Después de que yo tuviera el placer de eliminar una decena más de soldados, cortándolos, troceándolos con la Shilkka como si fueran manteca caliente. Los últimos seis que quedaban ilesos en pie, incluido el oficial, se me rindieron. La cosa estaba peor de lo que pensaba con estos soldaditos de pega, excesiva tranquilidad para ellos sin lugar a dudas en este pacifico país, estaban acostumbrados a una resistencia prácticamente nula de sus habitantes y se fueron a encontrar conmigo... que mala suerte, ¿no?. Mi orden a los lobos fue clara y concisa... "Matadlos a todos menos al jefe, ese es mío".
Obviamente cuando dije lo de "ese es mío" lo hice señalándolo con el dedo para que supieran a quien no tocar... tan listos no son esos lobos como para saber a quién me refería sin señalarlo, aunque no pondría yo la mano en el fuego sobre su inteligencia, más listos que estos imbéciles disfrazados de soldaditos desde luego que sí que lo eran. Con el jefe me estuve "esparciendo" durante las más de 70 horas que aguanto vivo mientras lo torturaba, en parte para obtener información, en parte por el perverso placer de hacerlo por hacerlo, torturarle por torturarle, así de simple, en cierto modo estuve recordándole todo lo que me contaron los aldeanos que ordeno a sus difuntos y devorados hombres, con los que por cierto, mis adorables lobitos se estaban dando un festín de aúpa. Devorarlos fue algo que les permití antes de desconvocarlos ante la aterrorizada mirada del jefe, al que animaba diciéndole que no sufriera, que no pensaba que los lobos le dieran una muerte tan dulce, esto fue justo cuando dos de ellos devoraban las entrañas de uno de sus hombres que todavía gritaba pidiendo piedad y ayuda.
Al final las alimañas de las montañas se encargaron de los muertos, dejándomelos mondos y lirondos para que me pudiese deshacer de sus huesos, para eso es divina la magia ígnea, sobre todo los hechizos de concentración ígnea, que alcanzan temperaturas increíblemente altas, con ellos puedes convertir los huesos en polvo, incinerándolos prácticamente por completo... Los caballos de los difuntos soldaditos los lleve a un valle alejado en el interior de las montañas, dejándolos sueltos en el, dado que no tenían depredadores naturales en esa zona supuse que poco a poco se asilvestrarian y con tiempo, según fueran criándose irían poco a poco extendiéndose por las montañas. A la larga pensé que serian una nueva fuente de riqueza para la zona esos futuros caballos salvajes.
Los pocos aldeanos que escaparon de la otra aldea se quedaron en la que yo estaba, cuando regresaron algunos de ellos para ver cómo había quedado la cosa se encontraron con todos muertos, los soldados para dar un escarmiento por la fuga de aquellos pocos habían masacrado sin piedad a todos los habitantes, solo lamente que la muerte de los soldados fuera algo tan dulce como la que tuvieron, al menos me consolé con la del jefe de la partida. Suerte tubo de que me ocupe de él antes de saber lo de la aldea, sino os aseguro que le hubiera despellejado vivo, en el estricto sentido de la palabra, encargándome además de evitar con mi magia que muriera antes de haber terminado por completo con él.
Durante los dos siguientes meses, tres nuevos destacamentos de soldaditos desaparecieron en esas montañas exactamente igual que los que les fueron precediendo. En la Capital del Imperio de Nard-Tordhold, el emperador debió de pensar que el que cuatro destacamentos de entre 80 y 150 soldados desaparecieran sin dejar rastro lo mismo se debía a que un ejército rebelde se escondía en dichas montañas. Una noche en la que las tres Lunas estaban presentes, otorgando a la noche una claridad fantasmagórica, 1200 soldados se adentraron en la montaña con rumbo a la aldea aquella que existía allí, en sus altas faldas, la misma a la que todos los anteriores destacamentos se dirigían cuando desaparecieron de la faz de la tierra, sin que nadie supiera que los había pasado. Lo peor de todo fue el deshacerme de todas sus armas... me pegue una autentica paliza recogiéndolas para esconderlas en unas cuevas de la zona más abrupta de las montañas, ni por casualidad llegaría nadie a ellas, había que estar loco para ir hasta allí por el peligro de la zona.
Esa madrugada muchos de los cazadores de esas montañas llegaron a las distintas aldeas de la misma a la carrera, completamente aterrorizados. Según decían se oían en las montañas ruidos de pelea, el golpear metálico de las armas, gritos de agonía, alaridos de muerte, inhumanos bramidos de gozo y placer. Según algunos incluso pudieron ver espectrales y gigantescas criaturas que parecían muertos, cuyos ojos rojos como la sangre brillaban en la oscuridad, unos ojos que parecían emitir un brillo perverso, yendo sobre caballos a los que se les veían los huesos, tan muertos como sus jinetes, contaban también que de algunas de sus sillas colgaban cabezas sangrantes en manojos... Eso es algo que a los Khulgan les he visto hacer solo en contadas ocasiones, y no, no tengo ni idea del por qué y creedme que no es algo que les vaya a intentar preguntar.
Estas criaturas habían sido vistas por algunos tramperos galopando como seres maléficos por las montañas, con sus armas chorreando sangre... junto con enormes y aterradores Lobos casi tan grandes como caballos acompañándolos. Fogonazos repentinos como relámpagos de una inexistente tormenta y el fulgor del fuego se veían también en las montañas, sin que tampoco hubiera incendio ninguno, esto último también había sido visto por los densos bosques de las faldas de la parte baja de las montañas... todo esto fue algo aterrador para aquella pobre gente.
Por la mañana los que aguantaron el tipo vieron enormes manchas de sangre por toda la montaña, como si hubiera habido una carnicería en ella, pero no había ningún muerto a la vista. Cuando por el imperio se extendió la noticia de la desaparición sin dejar huella también de esos 1200 soldados en la misma zona que los anteriores, causo el terror a lo desconocido, entre los soldados empezó a aparecer una más que seria resistencia a ser enviados a aquella zona concreta. Todas esas montañas empezaron a ser consideradas como algo tabú por todo lo ocurrido en ellas, uniéndose esto último a las desapariciones anteriores, generando una autentica sicosis.
Sin embargo los temores del alto mando iban por otro lado, mas de 1600 soldados habían desaparecido en aquellas montañas sin dejar rastro, ellos se temían que lo que realmente pasaba es que se hubiera situado allí escondido un ejército rebelde de ciudadanos de Tharkand, que ese fuera el motivo real de las desapariciones de sus soldados. Sabían que si la cosa seguía así, de esta forma, con este miedo que empezaba a generarse entre sus tropas, cuando ese ejército saliera de las montañas tendría muchísimo terreno ganado a nivel sicológico. Todo parecía un plan realizado con vistas a la primera batalla en terreno abierto con ellos, podría ser un autentico desastre para el Imperio el permitir que esto siguiera adelante de este modo.
Para terminar de rematarlo llegaron ciertos visitantes que no me hicieron la menor gracia a las montañas, perseguidos a media distancia por unos 70 soldaditos. A los visitantes los deje pasar, los soldaditos no tuvieron tanta suerte, una docena de mis dulces Lobitos Espectrales se hicieron cargo de ellos, matándolos sin el menor asomo de piedad. La visita resulto ser la princesa de la casa real de Tharkand, la única superviviente de hecho, la futura reina, si es que conseguía recuperar el trono claro. Habían acudido a esas montañas al abrigo de los rumores de la existencia en ellas de un ejecito rebelde... que ahora sería más que obvio para ellos que no existía.
El problema de todo esto para ellos es que por algún motivo inexplicable, destacamento tras destacamento del ejército Imperial, estaban desapareciendo en cuanto entraban en esas montañas. También estos visitantes sabían que varios exploradores también habían desaparecido mientras indagaban lo que ocurría allí. Ellos lo supieron por sus espías entre el enemigo, y yo porque era quien se había estado divirtiendo todo este tiempo en ir cazándolos uno por uno como si fueran alimañas. No tuve la menor duda de que se estarían haciendo machismos preguntas al respecto.
Durante todo un año mantuve las montañas libres de espías, soldados y exploradores. Solo pasaron sin problemas por ellas los comerciantes que siempre iban, y estos visitantes, que empezaron a entrar y salir de la aldea de forma bastante regular, ya que por lo que me entere, consideraron que en ella habían conseguido una base de operaciones totalmente segura para intentar recuperar el trono para la princesa, para liberar su país de los invasores. Digo que los comerciantes que siempre iban porque intentaron colar un par de espías disfrazados de comerciantes que tuvieron la mala suerte de encontrarse conmigo por el camino, ellos desaparecieron igual que los soldados, pero en esta ocasión sus cosas las encontraron intactas otros comerciantes que decidieron aprovechar la ocasión y no decir nada al respecto por razones más que evidentes.
Cierta mañana en el invierno, me fui a dar de bruces con la princesita de marras que parecía estar de paseo turístico por la montaña, se había escapado de sus cuidadores y se perdió. La muy tonta en pleno invierno, con nieve y sin un dedito de frente, se puso a jugar junto a un arroyuelo y termino pasando lo que tenía que pasar si se hace el tonto saltando por las piedrecitas que sobresalen en el, que se cayó de culo en el agua helada, mojándose de arriba a abajo, enterita del todo. En esa zona tenía que recoger algunas presas de mis trampas, así que pese a estar ella me acerque tranquilamente para hacer mi trabajo.
Según llegue donde ella estaba saliendo del agua completamente empapada, me miro y lo primero que salió de sus preciosos labios fue un... "¡¡Eh!!, ¡¡tú!!, tráeme ropa seca que ponerme”. Ni buenos días, ni hola, ni nada, solo una orden seca. ¿Alguien duda de que ni me moleste en contestarla tras su bordería?, no la hice ni puñetero caso, pase por su lado sin molestarme en mirarla siquiera una sola vez.
Al final su tiritona me dio pena y la lleve hasta mi cabaña donde me esperaba más del mismo tratamiento con ella. Nada más llegar empezó una vez más con groserías, burlas mordaces y borderías varias. Cuando dijo que mi cabaña la parecía sucia fue cuando colmo mi paciencia. Después de lo que me dijo de la cabaña, amablemente la proporcione material para que la limpiara ya que tanto la molestaba lo "sucia" que estaba según ella... La verdad es que se rio en mi cara de mis pretensiones hasta que le cayó encima el primer guantazo. Con el segundo dejo de hacer el tonto, y con el tercero se puso en marcha con la limpieza de la cabaña mientras le caían lagrimones por las mejillas, supongo que del dolor de los golpes o por la humillación que estaría considerando que para ella era el limpiar, lo que sinceramente me traía al fresco, todo esto evidentemente tras ponerse una túnica limpia de las mías que le preste para poder secar sus ropas.
Para terminar de arreglarlo cayo la primera gran nevada de la temporada dejándonos allí a los dos incomunicados, genial ¿que no?. La primera semana fue de aúpa, todo la parecía mal a la niña, se quejaba por todo, por absolutamente todo, lo que realmente me entraba por una oreja y me salía por la otra, ese era el caso que le hacía a la tonta del bote esta. Creo que como se dio cuenta enseguida del enorme interés que me tomaba con sus constantes quejas, por lo que se cabreo más todavía, haciéndose aun más insoportable, tensando poco a poco la cuerda conmigo de mala manera. No sé qué era lo que la molestaba más de mi, si que no la hiciera caso, o los continuos ataques de risa que me daban con sus pataletas…
La cosa llego al extremo una noche con la insoportable princesita con lo de dormir... pues no me vino la muy mema de buenas a primeras, exigiéndome tener un dormitorio independiente para ella sola. Veía que o cortaba por lo sano de una sola vez con la impertinente princesita metiéndola algo de sentido común en la cabeza, o como mínimo metiéndola miedo, después de reírme todo lo que quise y mas con su ocurrencia y pataleta posterior, decidí que hasta aquí habíamos llegado, me puse en marcha para darla un escarmiento que la iba a costar olvidar, a ver si de esa forma entraba en razón, porque joder que plasta de chica, ostias.
Según me dio la espalda tras montarme la bronca y cabreada por mis risas, emplee sobre ella cierto conjuro para después cogerla por la cintura pegándola contra mí, poniéndola mi polla sobre el culo, haciéndosela notar sin problemas. Dejo la pataleta en el acto al sentirme allí. Se empezó a revolver como una fiera, pero no se lo permití sujetándola con fuerza, inmovilizándola prácticamente, es más, introduje descaradamente la otra mano por la abertura lateral de su túnica, alcanzando sin demasiados problemas su coñito... que con mis manejos sobre su rajita poco a poco iba cogiendo humedad, llegando un momento en que parecía que iba a marchas forzadas, empezaba a lubricar a lo grande. Se ve que mi hechizo junto con mi tratamiento sobre su coñito empezaba a funcionar, empezaba a ponerse caliente como una perra, así que simplemente la dije que si seguía por ese camino quizá me olvidara de mis modales y la empezara a tratar como a una mujer, que me sentía muy solo durante los periodos de nieve, y que ella era realmente atractiva, toda una hembra, que me moría de ganas de desnudarla para poder follàrmela.
Como tenue defensa argullo que todavía era virgen y que era una princesa. Arrecie mi castigo sobre su coño y mis apretones a su culo, mientras la mordisqueaba una oreja, diciéndola que no me importaba que fuera virgen, que me encantaría follarme a una princesita virgen... que sería la ostia para un cazador como yo, ella me pedía entre gemidos y jadeos ahogados que por favor la dejara, que la respetara. Ante eso la dije que la haría disfrutar igual que a cualquier puta de la ciudad... ni os digo como la sentó la comparativa de mal pese a no poder dejar de gemir entre dientes ni un solo instante, y ni os cuento ya cuando después de oír eso no pudo más y se corrió en mis manos... creo que fue la mayor humillación que había sentido hasta la fecha la princesita.
Sinceramente creo que fue su primera vez en manos de un hombre, cuando la deje sobre su lecho estaba agitada y jadeante tras el orgasmo, para mi asombro se tumbo, se acurruco y se quedo dormida enseguida. Eso sí que os aseguro que me descoloco del todo, porque pensé que al soltarla se mostraría asustada, pero no, solo se tendió en sus pieles, se acurruco y se quedo dormida… estupefacto, me dejo estupefacto la niña. O creáis que tenía muy claro pese a toda mi experiencia si yo había jugado con ella o ella era la que en realidad había jugado conmigo…
Estuvimos así como dos meses, encerrados allí sin poder movernos por la nieve, en ese tiempo la princesita cambio muchísimo, pero mucho más de lo que os podáis imaginar. Empezó a trabajar conmigo en todo, desde ayudarme a tratar las píeles, aprender a cocinar, incluso a intentar aprender a hacer cualquier cosa en la que yo me pusiera con la cabaña. Parecía otra persona distinta por completo. Incluso alguna noche ya al final de nuestra estancia allí aislados oí perfectamente cómo se masturbaba creyendo que yo dormía, vi en la penumbra como introducía sus dedos entre sus piernas manipulando su sexo tal y como yo hice aquel día...
Como poco a poco iba moviendo levemente sus caderas en su ansia de buscar un mayor contacto con sus empapados dedos, dedos que alternaba con su boca, dedos que lamia para después devolverlo al interior de su ansioso sexo... Un sexo que buscaba cada vez algo más, que buscaba más de lo que cada vez ella le iba dando. Poco a poco mientras una mano se encargaba de su cada vez mas hambriento sexo, la otra iba ocupándose de sus pezones, acariciándoselos, masajeándoselos, tironeándoselos... emitiendo gemidos ahogados, jadeos sincopados, hasta caer rendida por un prolongado orgasmo, empapando las pieles sobre las que dormía con sus jugos, con la ardiente humedad que Expedia su sexo durante sus "solitarias" sesiones.
Poco a poco fue mejorando el tiempo, desapareciendo la nieve lenta, pero progresivamente. En ningún momento durante todo el tiempo que pasamos los dos juntos di la menor muestra de ser un mago, no hice nada de magia, o por lo menos no delante suyo en todo caso. Para la princesa solo era un trampero más. Ella por su parte había cambiado muchísimo de carácter y de forma de ser, me imagino que mis constantes cortes y que no la dejara hacer lo que la diera la gana al principio también influyo en ella hasta cierto punto. Si conseguía recuperar su trono sin duda ninguna seria una excelente reina en cuanto cogiera algo de experiencia en el cargo, porque era muy inteligente y poco dada a cometer errores de bulto.
Por algún motivo en el continente Oriental no hay demasiados magos oriundos. Casi todos los que circulan por él como dije antes, proceden de uno de los otros continentes. Es un continente un tanto atípico en algunas cosas, sus países por ejemplo no son excesivamente poderosos, tampoco son muy grandes, ni tienen normalmente guerras entre ellos. Ello hace que no posean grandes ejércitos, pero eso a su vez les permite lograr que sus impuestos sean muy comedidos. Además, al hacerlo de esta forma parece que los países de este continente tampoco sean excesivamente ricos que digamos. Todo este cumulo de cosas es lo que hace que ningún gran imperio de cualquier otro continente se plantee siquiera la idea de expandirse por allí, ello les supondría unos gastos muy, muy altos de guerra, para obtener a cambio unos beneficios muy parcos como resultado.
Su sistema de comercio también es un tanto endogámico, principalmente es siempre entre países del propio continente, tanto las importaciones como las exportaciones son relativamente pequeñas hacia otros continentes. Pese a su relativa precariedad económica aparente, por otra parte sus caminos son excelentes, hay una gran cantidad de médicos por todos lados y la pobreza es ciertamente mínima también por estos lares. Digamos que en cierta forma sus países no son muy ricos porque la mayor parte de sus presupuestos van destinados a su sociedad, a su desarrollo, a su bienestar primario (comida, medicina, comunicaciones, educación) y no a sus ejércitos como en el resto de continentes. Digamos también en honor a la verdad que sus países en realidad son de una pobreza "relativa". Eso no quita para que como está pasando en este mismo momento, surja en algún sitio un ambicioso que estropee su... digamos que más o menos "idílica" existencia.
Cuando comprobé que los comerciantes habían pasado rumbo a la aldea para comerciar, y que ya no había peligro para ir a la aldea por la nieve, preparamos los caballos con las pieles para ir al mercado a venderlas, la princesa Samirna monto en un caballo y yo en otro, poniendo rumbo hacia la aldea. La princesa fue todo el camino hasta entrar en ella muy seria y pensativa.
CONTINUARA