Crónicas de Vhaalzord - Libro 3 - 5 (final)

Llegamos al final de la aventura… Mis dos gatas se bufan entre ellas temiendo una guerra en toda regla… En la biblioteca no encuentro lo que busco, pero si algo infinitamente peor… Visitan la academia El Emperador, El Gran Mago y el Ministro del Interior

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 3

Capitulo- 5

Días después parecía que la cosa iba muchísimo más tranquila en la academia, aunque sabía que por debajo había una corriente de nerviosismo a mi costa. Tanto investigadores como profesores estaban todos ellos tensos como cuerdas de ballesta... Seguían preocupados por lo que fuera que yo estuviera haciendo allí, una cosa más fue a complicarme la vida, el Emperador visitaría la academia en el plazo de un mes, supuse que ese era el tiempo que tenia para entrar en las zonas reservadas de la biblioteca y desaparecer sin dejar huella de allí.

La parte buena de la visita es que parece que a todo el mundo le dio una especie de motivo para que yo estuviera allí, y por otra parte es como si al estar allí dos años seguidos haciendo lo que fuera que estaba haciendo esta visita fuera para conocer mis datos, lo que me ponía directamente al servicio del propio Emperador, no digo que esto no lo llevaran muy traído de los pelos, pero supongo que los nervios a veces juegan malas pasadas, o como mínimo pasadas bastante raras.

Al final mis pequeñines tuvieron éxito, lograron darme la información necesaria para poder entrar en aquellas zonas restringidas, al saber lo que hicieron, como lo hicieron, y que trampas pusieron para mí fue coser y cantar el poder entrar en las zonas prohibidas de la gran biblioteca. Entre en la misma de donde salió el pergamino para convocar a los Khulgan... y debo de decir que lo que me encontré allí fueron muchas cosas que me preocupo muchísimo que existieran, pero que a mí no me servían para nada, ya que más del 95% de lo que allí había yo ya lo conocía, independientemente de que lo hubiera utilizado alguna vez o no, y el resto... bueno, digamos que había oído ciertos rumores sobre la existencia de la mayor parte de lo que había, y ahora acababa de comprobarlo, la mayor parte de lo allí existente era de un peligro letal para cualquiera que lo intentase usar para obtener poder... pero que muy, muy, muy peligroso.

Como podéis suponer yo iba buscando algo muy concreto, algo que pensaba que estaba en alguna parte de esa biblioteca, algo que en su interior estaría a salvo pero que sinceramente prefería que no existiera, y si lograba localizarlo lo destruiría, una cosa que guardaba en su interior datos que ya conocía sobre ciertas ruinas que no quería que anduvieran por el mundo al alcance de cualquiera, era algo que prefería saber yo únicamente… gustase o no gustase, solo esperaba que de encontrarlo no tuviera problemas con nadie porque no me gustaría tener que tomar medidas drásticas contra nadie en ese academia o en el Imperio, pero si era necesario… no dudaría lo más mínimo en absoluto.

Al final no encontré lo que andaba buscando, pero me fui a topar con algo infinitamente peor en todos los sentidos... un libro de rezos o conjuros del Dios Loco. Los rezos en principio no me preocupaban en lo mas mínimo, ya que el Dios Loco difícilmente podría responderlos, pero los conjuros eran otro tema muy, muy diferente. No sabía exactamente qué libro seria, pero existían tres muy concretos que preferiría que hubieran estado destruidos, uno de ellos lo destruí yo mismo en mis años de locura, los otros dos desaparecieron sin que supiera que fue de ellos aunque reconozco que pensaba que ambos habían desaparecido junto con el Gran Templo del Dios cuando destruí la ciudad. Justo hasta este día en que me fui a topar con uno de los dos... pero ahora la cuestión era… ¿cuál de ambos?, o lo que era todavía peor a estas alturas... ¿Y el otro?.

Ambos libros eran para los altos sacerdotes en la jerarquía de los adoradores del dios. El libro de rezos se suponía que permitía al sacerdote tras determinados sacrificios obtener algo de conocimiento proveniente del mismo dios. Eso no me preocupaba en exceso ya que la única parte que todavía sobrevivía del Dios Loco, afortunadamente para la humanidad estaba residente en mi... digamos alma y no creía que allí pudiera servir de algo el que "la rezaran".

El otro Libro sin embargo era mucho más peliagudo. El libro de hechizos sencillamente debía de ser destruido, no quería ni pensar en las barbaridades que podrían encontrarse en dicho libro conociendo como conocía la particular personalidad del Dios Loco, es decir, su profunda locura. No tenía dudas de que los altos sacerdotes con la anuencia del Dios pudieran dominar los hechizos contenidos en el, pero sin el apoyo y anuencia del propio Dios... malo, sinceramente pensaba que podía ser muy, muy, pero que muy malo.

Deje el libro en su sitio con mucho cuidadito y continúe con mi búsqueda por las restantes salas prohibidas de la biblioteca sin el menor resultado. Encontré muchísimas cosas peligrosas pero que digamos que eran... "manejables" por cualquier mago con suficiente poder y experiencia. Volví al final al libro de marras del Dios Loco. Durante una semana estuve todas las noches con él, y únicamente investigando con sumo cuidado sus protecciones sin osar intentar abrirlo... encontrándome con cosas enormemente desagradables en ellas, desde luego no podía hacer nada con el libro sin levantarlas, pero si lo hacía sin el debido cuidado y conocimiento de las mismas desde luego se enteraría en la academia hasta el apuntador, lo cual sería malo, pero que muy malo para todo el mundo en vista de las protecciones que llevaba.

A cada cosa que averiguaba sobre el libro iba a peor el asunto, cada vez me daba más mala espina, estaba llegando a ser una total distracción para mí. Mi preocupación por el libro empezaba a reflejarse también en el exterior, cualquiera podía darse cuenta de lo pensativo que estaba todo el tiempo. Ni os digo lo que esto supuso para investigadores, profesores y alumnos con los rumores que corrían sobre mí. El colmo llego cuando en la arena de entrenamientos me toco enfrentarme con un compañero... la verdad es que por mi parte reconozco que fue una total desconsideración hacia él lo que hice, pero se paso de listo y estuvo a punto de pagarlo muy caro, estuvo a punto de pagarlo con su vida. Actué instintivamente y se me fue la mano.

Entramos en la arena para combatir ambos una pelea mágica, intercambiamos algunos azotes, los míos muy débiles ya que no prestaba atención, ni interés ninguno. Uno de los que me lanzo amenazo a simple vista con tumbar mis defensas... momento que aproveche para rendirme. No me di cuenta de cómo se indignaba mi rival por pensar que le estaba menospreciando, me di la vuelta confiado para retirarme, yéndome otra vez a mi mundo interior a pensar en el maldito libro, o lo que es lo mismo, de viaje a babia una vez más, para que sea más claro.

Mi indignado oponente no tuvo otra ocurrencia que lanzarme un azote por la espalda, al sentirlo golpear contra mis defensas que desde que descubrí el libro estaban siempre activas, así de preocupado estaba con él, no quería sorpresas de ningún tipo. Como digo al sentir la activación de mis defensas  me volví contra mi oponente  por instinto, y suerte tuvo de que pude desviar el ataque en el último instante, sino desde luego le hubiera destrozado entero.

Lance a mi vez de forma instintiva como represalia por su ataque un azote de tal potencia que estuvo a punto de derribar por completo las poderosas defensas levantadas en la arena, de hecho tuvieron que suspender las practicas porque al menos un tercio de ellas habían caído, destrozadas completamente por mi azote...

Lamentablemente esto sirvió para dejar definitivamente claro a todo el mundo que desde luego yo no era ningún alumno, y que desde luego además era un mago muy poderoso y esta vez sí que nadie tuvo ninguna duda sobre lo que pensar de mi verdadero poder como mago. Dije antes que se me fue la mano, y lo dije porque lo que yo había hecho con las defensas de la arena con un azote, ataque supuestamente no letal, posiblemente no podrían hacerlo en el imperio más de una veintena de magos... y lo peor de todo este asunto es que yo desde luego no era ninguno de ellos.

Tanto los investigadores como los profesores de la academia conocían a esa veintena de magos y claramente como ya he dicho, yo no era ninguno de ellos, entonces la pregunta que se empezaron a hacer todos ellos fue de lo más obvio, ¿quién narices se suponía que era yo?. Y lo que era todavía peor, ¿de donde había salido para que ninguno de ellos tuviera noticias de mi persona?.

El asunto se estaba empezando a complicar de mala manera tras esto, evidentemente en esta ocasión sí que dieron novedades a sus superiores y estos debieron de dárselas también a los suyos, recorriendo la cadena entera pese a su punto ciego con la academia, esto ya sí que había sido demasiado. Al final resulto que dos días después comunicaron que a la visita del emperador se sumaría la de tres de los cinco miembros del Gran Consejo de Magos y el propio ministro del interior.

Cuando me entere junto con los demás de la academia supuse lo que todos aquí pensaban, que el consejo y el ministro sin duda también debían de pensar que yo estaba al servicio directo del emperador, y que por algún motivo este tenía muchísimo interés en verme directamente en la academia... Ahora tras estas nuevas incorporaciones todo el mundo en la academia estaba seguro de que mi jefe directo era el mismísimo Emperador, lo que me facilito todavía más mis movimientos con respecto a profesores y el cuerpo de magos militares de protección de la academia, los investigadores también me empezaron a pasar por alto, o sería más exacto decir que casi todos ellos me empezaron a pasar por alto.

Mi principal problema es que se me acababa el tiempo y no había avanzado nada de nada con el puñetero libro del Dios Loco, ni siquiera había podido averiguar cuál de los dos libros era ese, lo que era realmente frustrante, con el peligro que en mi caso acarreaba semejante cosa, y mas con algo referente al Dios Loco. Digamos que para terminar de complicármelo todavía más el libro empezaba a afectarme a nivel interno, era como si la brizna del Dios residente en mi tuviera cierta resonancia mágica con el libro, lo que desde luego me preocupaba bastante más aun.

Por su fuera poco después de mi "demostración" alocada de poder en la arena se redoblo sobre mí la vigilancia de alguno de los investigadores... o como dije antes sería mejor decir que se redoblo el interés por mí de Nhizra. Otro problema es que pese a lo que pareció en un principio en el tejado, de la buena sintonía entre ambas, tanto ella como Lizeth parecían dos gatas en celo después de aquello, solo las faltaba bufarse mutuamente.  Y no penséis que era por mí, digamos que era más que nada por no tenerse que reconocer mutuamente que las gusto a las dos la situación que se dio y el morbo que hubo durante el encuentro entre los tres. Pero bueno, que se le iba a hacer, eso era asunto de ellas dos y no mío, que lo solucionaran como las diera la gana que bastantes problemas tenía yo ya.

El ultimo día que pase con el libro me encontré con dos desagradabilísimas sorpresas sobre el... La primera es que descubrí que me sería del todo imposible destruirlo sin usar tal cantidad de poder que instantáneamente haría que enloqueciera, y si lo hacía antes de que el libro estuviera destruido podía ser peor el remedio que la enfermedad. La segunda es que era el libro de rezos y no el de hechizos como me temí en un principio, pero aun así me encontré con que por alguna razón que desconocía este libro tenía su propio poder… No sabía si los rezos funcionarían o no al intentarlo con el ritual correcto, pero estaba claro que el libro abierto me estaba afectando cada vez más, lo que de por sí ya era malo del todo, miedo me empezó a dar el otro libro que todavía no sabía dónde estaba o si seguía intacto siquiera, el de hechizos.

Otra cosa que también logre averiguar sobre el libro es su peculiar construcción y mas que probablemente origen de su poder. Las tapas eran escamas de Dragón que protegían el libro de cualquier intento mágico contra él, ya que los dragones son prácticamente inmunes a casi toda la magia, escamas que habían además sido debidamente tratadas con magia por los sacerdotes del Dios para servir también como portadoras de los conjuros de protección del libro… y sus hojas… bueno, sus hojas realmente eran de piel humana sobre la que se había tatuado el texto, para después ser arrancada de su dueño mientras aun estaba vivo para así poder ser tratada con magia y que pudiera aguantar intacta durante milenios al “estar viva”.

Si nadie debía de tener acceso a los conocimientos del dios que sin duda albergaba en su interior, ya que como comprenderéis me apresure a volver a cerrarlo y séllalo, una cosa tenía más que clara, quien desde luego sí que no podía ponerle un solo dedo encima era yo bajo la locura del la brizna del Dios por si las moscas... eso podría llegar a ser incluso peor que un desastre, podría ser algo letal de verdad para como mínimo todo el continente Sur, ya que era en el que nos encontrábamos en ese momento.

Tened en cuenta que todo esto de la teórica peligrosidad del libro solo era por sospechas al ser el libro de rezos y estar muerto el Dios Loco, pero reforzadas por la resonancia cada vez más fuerte que se creaba entre el libro y yo, o mi pequeña parte del Dios... Debido a esa "resonancia" para mí era cada vez era claro el aura de locura y pura maldad que provenía del libro, no quería ni pensar en el caso de abrirlo cualquier estúpido ambicioso lo que podría llegar a pasarle si a alguno de los rezos le diera por funcionar.

No tenía la menor duda de que cualquiera que por un milagro, y ya entenderéis mas adelante porque digo que milagro, se lograra hacer con el control del libro se convertiría en alguien terriblemente poderoso simplemente por tener este su propia magia aun no funcionando bien su contenido de rezos, ya que esta magia podría por ejemplo ir drenándose de forma lenta pero constantemente sin el menor problema a favor del mago ya que el propio libro la regeneraría. Se podría usar el libro por ejemplo usando conjuros defensivos sobre el propio mago pero uniéndolos a la magia propia del libro con coste cero para el poder interno de su poseedor, convirtiéndose en algo muy valioso para cualquiera solo por eso, pero también era cierto que en ese mismo momento se habría condenado a sí mismo, ya que antes o después el mismo libro con su magia o por sus propias protecciones terminaría por destruir su cordura y su vida. Pero la cuestión es cuánto daño podría hacer antes de que eso llegara a pasarle a su posible dueño.

Por suerte todavía tenía una carta que jugar en todo este lio, una que me había guardado para mí en todo esto y que no creí en ningún momento tener que llegar a utilizar. La cosa es que yo realmente conocía al emperador, la cuestión es si él sería capaz de acordarse de mí o no, cierto es que tenía un medio para hacer que me recordara, pero eso sin duda desataría por su parte multitud de preguntas a las que no tenía el menor interés en tener que contestarle.

En mi anterior paso por el Imperio él era un niño de diez años que iba de gira por el mismo por orden de su padre, porque según su opinión debía de conocer a su pueblo si quería ser un buen emperador, saber como vivían, como trabajaban, a que aspiraban. Era un crio de diez años con una escolta de una treintena de guardias de la elite imperial bajo el mando de un jovencísimo oficial de una de las más poderosas casas del imperio, más dos magos militares también encargados de su seguridad, todos ellos vestidos como simples comerciantes.

Ese viaje coincidió con un periodo de dos años en el que ciertos piratas decidieron alegremente que el Imperio seria una presa fácil y jugosa, era muy, muy, muy rico, no había participado en guerras en más de 200 años, por lo que debieron de suponer que su flota y su ejército no tendrían la experiencia del de otros países, también sabían que tampoco había unidades de mercenarios contratadas en el así que... según lo veían ellos seria coser y cantar.

El Imperio sin duda podría reunir en caso de guerra un ejército de un tamaño tal que ninguna nación de sus proximidades estaría capacitada para aguantar una sola de sus embestidas, pero dado que ellos solo atacaban, saqueaban y se retiraban, aunque en algún momento pudieran toparse con patrullas imperiales pensaban que su falta de experiencia práctica seria una ventaja enorme para ellos concediéndoles un tiempo prolongado para poder hacerse inmensamente ricos... así que se animaron a saquearlo.

Para su desgracia tardarían menos de como digo dos años en saber el porqué de esa paz tan extensa, no escapo ninguno de la docena de piratas que saquearon en algún momento las costas del Imperio durante ese periodo, fueron perseguidos por todos rincones del mundo hasta ser totalmente exterminados todos y cada uno de ellos, todos los que en algún momento atacaron territorio imperial. A los dos últimos piratas que se atrevieron a saquear costas imperiales, para que os hagáis una idea, los cazo un grupo de barcos de guerra de la flota de guerra imperial que los persiguió, encontrándolos por fin a más de 6000 km de las costas del imperio, cuando ya se habían retirado meses antes de la zona por la peligrosidad demostrada por el imperio y su flota al dar caza sin cuartel, a todos y cada uno de sus compañeros, cazándolos uno por uno de forma implacable.

Ese día iba yo en mi deambular por el continente Sur, cuando vi un barco en una ensenada, el barco lo reconocí como un barco de cierto conocido pirata, pero me extraño lo lejos que se encontraba de su zona de actuación... había desembarcado parte de su tripulación y estaban atacando lo que parecían unos mercaderes... estos parecían proteger a un jovenzuelo. La verdad es que no me lo pensé en absoluto, eran piratas atacando sin duda a gente decente, y una estupendísima oportunidad de estirar un poco los músculos matando unos cuantos de esos desechos de la humanidad, así que baje a la cala a toda prisa no fuera que llegara tarde al reparto de los muertos, digoooo... de los enemigos.

Una docena de los mercaderes había caído ya, de dos magos que vi desde el promontorio el más veterano yacía en el suelo inerte y el otro, uno muy joven no aguantaría en exceso. Vi como los piratas que atacaban a los mercenarios, unos 50 o 60, abrían una brecha en su línea, yendo dos de ellos a por el muchacho, que les esperaba con cara de valentía con una espada en la mano... También vi como el oficial salió a la carrera para intentar interceptar a ambos piratas, la verdad es que no le di tiempo a demostrar nada de nada, mi Shilkka canto su canción de muerte matando a los dos antes de que pudieran llegar a tocar siquiera al muchacho. Después de esto me puse delante de él tras sonreírle y darle un golpecito amistoso en un hombro.

Lo primero que hice fue encargarme del barco, acumule una enorme cantidad de poder, lanzando una bola de fuego que envolvió el barco en una llamarada, reapareciendo el barco, al desaparecer está, completamente envuelto en llamas, saltando todos los tripulantes que pudieron por la borda. El mago superviviente me miro con cara de asombro, el hacer eso con un barco que estaba como a kilometro y medio requería de una cantidad enorme de poder mágico, y yo acababa de hacerlo como si nada. Después del espectáculo de fuego y llamas los comerciantes redoblaron sus esfuerzos contra los piratas...

Entre por la brecha abierta en la línea de comerciantes moviendo mi Shilkka con extrema alegría, con su hoja silbando al cortar el aire, cantando canciones de muerte al moverse, segando vidas de piratas a mi paso, dejando tras de mi piratas muertos o en proceso de conseguirlo debido a sus miembros cercenados limpiamente por mi letal Shilkka, brazos, piernas, alguna que otra cabeza también...

Una vez que ya vi que los mercaderes eran más que capaces de matar al resto de piratas me situé al borde del mar, dedicándome entonces a ir matando uno por uno a todos los piratas que estaban en el mar, fue como una especie de tiro al plato, solo que mis "proyectiles mágicos" lo que hacían eran tiro al pirata. Me llevo menos de cinco minutos eliminar a todos aquellos a los que fui capaz de distinguir en el agua, no se realmente si los mate a todos o no, tampoco use magia ni nada parecido para asegurarme de ello, no eran problema mío, al fin y al cabo lo que quería que era divertirme salvando de paso a los comerciantes estaba hecho.

Una vez hubo terminado todo y mientras yo me dedicaba a ir curando poco a poco a los heridos, incluido el oficial y el mago superviviente que estaba herido pero se podría recuperar en pocos días, el joven se me presento... por increíble que parezca y en contra de la opinión de sus escoltas supervivientes me dijo quien era realmente, declarándose en deuda conmigo. Se quito del cuello un pequeño medallón que llevaba, dándomelo, diciéndome que si algún día necesitaba de él simplemente se lo hiciera llegar... me hizo gracia su solemnidad y aplomo, así que le acepte el medallón que me tendió, medallón que ahora reposaba en mis manos mientras pensaba si el entonces jovenzuelo y ahora Emperador lo recordaría o no.

Una cosa que si recuerdo era la adoración con que aquellos hombres miraban a aquel joven, algo que no se si lograre llegar a entender algún día, de verdad que no. También el oficial y el mago me agradecieron la ayuda prestada a los heridos, sobre todo por aquellos que sin mi intervención habrían muerto sin remedio, y por mi ayuda al futuro emperador más o menos me fueron a decir lo mismo que lo del chico, pero con otras palabras... realmente era un poco incomodo todo aquello.

Hacia al menos más de veinte años de aquello, ahora ese chico era un hombre hecho y derecho,  sin duda querría respuestas a lo que le pensaba pedir y a algunas otras cosas obvias en cuanto me viera... en fin, tampoco tenía muchas más opciones salvo que como una de estas considerara seriamente el abrirme camino a sangre y fuego por la academia para llevarme de allí el libro. El problema de eso era que luego no sabría que demonios hacer con él, incluso el hecho de poder tirarlo a lo más profundo del océano me parecía un riesgo excesivo, casi podría asegurar que el sitio más seguro si no era destruido era la gran biblioteca, pero debían de ser tomadas muchas más medidas para su seguridad.

Diez días antes de que llegara el emperador decidí tomar una precaución para asegurarme el poder ver al emperador para poder darle el medallón. En la sala prohibida donde estaba el libro use mi poder para reforzar sus conjuros de protección y defensivos, al punto que se lio gorda tal y como yo esperaba. El director con el jefe de investigadores fueron a entrar para verificar el manifiesto y comprobar que no faltaba nada tampoco en esa sala, ya que durante todo este tiempo anterior habían estado los dos haciendo lo mismo con las otras tres, un trabajo titánico, podéis creerme que sí. El resultado fue que no pudieron entrar de ningún modo... avisaron a varios profesores y los restantes investigadores, incluida Nhizra. Cuando los tres espías que deje en la antesala me avisaron de que estaban allí todos intentando abrir la puerta me presente allí tan campante ante su total asombro.

Claro que peor fue todavía su sorpresa cuando se encontraron conmigo diciéndoles que tenían prohibido el acceso a esa habitación hasta que llegara el emperador y el mismo les autorizara. No creo que os hagáis una idea de la que se lio cuando termine de hablar. Si algo sabia era que no podía prohibirles eso, pero sí podía usar sus temores conmigo para negociar con ellos para que accedieran a poder entrar en mi presencia, y eso era simple, solo debía de demostrarles que podía acceder limpiamente a la sala.

Muchos de esos conjuros digamos que iban codificados, solo quien tuviera el código (como si dijéramos un "ábrete sésamo") podía abrirlos limpiamente, ni os digo la palidez que les invadió a todos cuando ante sus atónitos ojos abrí todos los sellos de la puerta de la sala. En teoría la forma de entrar solo la conocían ellos y el consejo de magos al que hicieron llegar la forma de poder acceder como estaban obligados. Eso unido a lo que había dicho del Emperador para sus ojos me colocaba en su órbita de forma definitiva ya que desde luego este sí que me hubiera podido facilitar esos códigos sin problema como os podréis imaginar... Como estarían de sobresaltados que ni se les ocurrió pensar en cómo podía haberme hecho llegar a la academia algo semejante sin que ellos se enteraran, algo que me vino al pelo.

Entre con los dos a la sala, estando acompañándoles todo el tiempo, solo les impedí llegar al sitio donde estaba el libro, cuando intentaron ir esta vez sí que se lo impedí con firmeza. Ambos fueron conscientes de que aquella vez no daría mi brazo a torcer, y después de lo visto mas valía no ponerme muchos problemas, sobre todo después de lo del robo de la biblioteca y demás, muchos fallos de seguridad como para estar los dos tranquilos. Tras eso el director decreto mi salida de las clases y mi asignación como la de un invitado mas a la recepción del emperador, manteniéndome asignada mi habitación por petición propia en vez de que me trasladaran a una de las que se usaban para este tipo de cosas... eso me permitiría descansar tranquilamente mientras los demás estaban en clase, debía de estar lo más recuperado posible para cuando viera al emperador, por la cuenta que nos traía a todos.

Dos noches antes de la llegada del emperador me sorprendió una de las profesoras en un pasillo, me paro para tener una charla conmigo. La verdad es que no la estaba haciendo excesivo caso ya que estaba de un insinuante de aúpa... solo la falto saltarme al cuello para ser más clara. Su túnica entreabierta, dejando ver un exceso de piel suave y carne turgente, un canalillo embriagador ya que la túnica parecía tener problemas para contener dos pechos de un buen tamaño, dos pechos que se adivinaban duros y erguidos tras la escasa tela de la túnica que los cubría. Su voz con un tono cada vez más sensual y atrayente, sus manos que poco a poco de estar moviéndose delante de mí en un aparente afán de darme una explicación visual de lo que me estaba contando. Unas manos que en poco tiempo empezaron a posarse sobre mí con cada vez un mayor atrevimiento. Llego un momento en que solo la falto decirme en voz alta que quería que me la follara.

La parte divertida es que como por coincidencia aparecieron por cada extremo del pasillo Nhizra y Lizeth, una por cada lado, y no veáis la carita que pusieron las dos a la profesora al verla con esas pintas que llevaba. La verdad es que habían tardado mucho en aparecer las dos ya que llevaban todo el santo día detrás mío, cada una por su lado eso sí. La conversación entre las tres fue un tanto tensa para mi gusto, y eso que el término zorra o parecido no llego a aparecer en ningún momento entre las tres. Aunque con las cositas que se dijeron lo insinuaron más de media docena de veces por cada una de ellas... fue increíble, tan increíble como que me largue de allí sin que se dieran cuenta ninguna de las tres de lo concentradas que estaban discutiendo y diciéndose lindezas entre ellas.

Un tiempo después de haber llegado a mi habitación llamaron a la puerta, mis pequeños centinelas ya me habían informado que eran ellas dos, y encima las dos juntas. Les abrí la puerta invitándolas a pasar, la conversación la verdad es que fue bastante breve, simplemente se ofrecieron las dos a ayudarme en lo que necesitara si la cosa era referente a la seguridad del emperador. La verdad es que no me extraño la devoción que ambas parecían demostrar por el emperador, en los poco más de diez años que llevaba en el trono había mejorado con mucho la vida de la población del imperio, obviamente esto en parte era debido también a la larga paz que sus antecesores habían sabido mantener.

No obstante me acerque a ambas poniendo cada una de mis manos en cada una de sus cabezas, lanzándolas a las dos una sonda mental para saber si me decían la verdad, las hice más daño del necesario con la sonda para darlas a entender a las claras lo que estaba haciéndolas pero verifique que eran sus verdaderas intenciones sin dobleces... bueno también descubrí otra cosa más que venían dispuestas a hacer, pero se les habían jodido las ganas al encontrarse allí con la otra, y ya no digamos el medio cabreo que tenían con la petarda que se encontraron jugando conmigo en el pasillo.

Cuando las solté se llevaron las manos a la cabeza doloridas por la sonda, entonces las dije que las tendría encuentra, y añadí que si alguna quería todavía seguir con sus "otras" intenciones para conmigo estaba más que dispuesto a llevarla al limite... Que precioso color cereza que tomaron sus rostros ante mi poco discreta insinuación... y que risas más agradables que me eche contagiándolas a ambas tras el primer mosqueo inicial por mis risas.

El problema principal que tuve es que ambas gatas saltaron a la vez contra mí, derribándome sobre mi cama, arrancándome la túnica a trozos, dándome besos y mordisquitos de forma desenfrenada por casi todo mi cuerpo. Una vez que estuve desnudo se apartaron un momento para dejar caer sus túnicas rápidamente al suelo para después lanzarse otra vez a por mí. Mientras Nhizra se entretenía lamiéndome el pene, Lizeth paso a comerme la boca, mientras sus manos buscaban mis pezoncillos para retorcérmelos hasta hacerme soltar un gemido agudo de dolor.

Una vez que tuve mi polla a tope hice un gesto con la mano en la cabeza de Nhizra para que se apartara un momento, entonces aproveche para separar de mí a Lizeth, obligándola a ponerse a cuatro sin que pudiera hacer nada de nada. Después de eso me coloque detrás de ella metiéndosela en el coño hasta el fondo... Una vez empecé a moverme hice señas a Nhizra para que se pusiera delante de Lizeth, a la que obligue a bajar la cabeza hasta el encharcadisimo coño de Nhizra... Para mi sorpresa no me hizo falta hacer mucho que digamos, en cuanto lo tuvo enfrente de ella se amorro a comérselo, arrancándola un orgasmo increíble mientras yo me la follaba desde detrás, llevándola a su vez a otro orgasmo para ella. Ambas quedaron un poco tocadas después de sus orgasmos.

Después cambiamos de tercio, se situó delante mío Nhizra, y abierta de piernas delante suyo, Lizeth... mientras yo me follaba salvajemente el coño de Nhizra, esta le pegaba la comida de coño de la noche a la pobre Lizeth, que pegaba unos alaridos de placer al sentir su boca y su lengua en su coñito. A las dos las paso lo mismo, tuvieron que usar sus manos para mantenerse quietas y que no las incrustara en el cabecero por la violencia de mis embestidas. En esta ocasión se corrieron un poquito antes de que me llegara a mí la mia quedando ambas derrengadas. Aun así me sorprendieron cuando al darse cuenta de que al seguir meneándomela estaba apuntito de correrme, ambas se levantador pidiéndome que me corriera en sus caras. Chorro tras chorro, mi semen fue golpeando contra su paladar, sus ojos, sus narices, sus labios, su cuello... después de terminar se repartieron la limpieza de mi polla.

Una vez me la limpiaron las dos se lanzaron la una a por la otra, lamiéndose ambas los chorretones que las manchaban, repartiéndoselo luego en sus bocas con unos chachondisimos besos que me estaban poniendo otra vez a cien. En este caso debo de admitir que con una vez quede listo, llevaba muchísimo liado con lo del libro, el desgaste físico había sido muy, muy importante. Aun así hubo otra segunda después del numerito lésbico que me montaron las dos en primicia, se sentaron una frente a otra con sus piernas cruzadas, quedando coño sobre coño. De repente tras besarse como lobas empezaron a restregarse mientras se agarraban de las manos, frotando coño con coño, alcanzando unos orgasmos increíbles.

Tras ver eso mi pene volvía a pedir guerra otra vez. Sin embargo esta vez estaba preparado. Me tumbe sobre la cama haciendo que se fueran sentando encima una detrás de la otra. La primera fue Nhizra, una vez que se clavo sobre ella la abrace contra mí. Fue entonces cuando sintió algo duro en su culito, Lizeth con una vela a indicación mia se la estaba empezando a meter en el culo... no os digo como al sentirse invadida por allí se movía Nhizra encima mío, que forma de contraer el coño, de mover el culo también, buscando la mejor de las penetraciones por ambos sitios hasta correrse sin parar. Tras ella ahora la siguiente invitada era Lizeth que también se corrió, corriéndome yo al final del todo en el coño de Lizeth. Nhizra se amorro a el después de mi corrida, recogiendo todo el sobrante de semen directamente del coñito de la otra, después como en la anterior ocasión se lo repartieron como buenas amigas, o lo que fueran las dos. Tras eso se vistieron yéndose ambas cada una por su lado, o quizá no, no lo sé aunque tengo mis sospechas, ya que me dio la impresión de que Nhizra parecía haber tomado a Lizeth esa misma noche bajo su tutela o algo similar, pero eso es otra historia distinta.

El emperador llego al día siguiente, uno antes del día previsto, pillando a todo el mundo por sorpresa, con el iban bien visibles los tres grandes magos y el ministro. Para mi sorpresa uno de los tres magos era aquel mago que estaba como el emperador cuando era jovenzuelo, el mago que fue herido, por sus ropas y posición junto a al emperador comprendí que era el mismísimo Gran Mago, el jefe del consejo de magos. Para terminar de rematarlo al otro lado del Emperador, el que debía de ser el tan temido ministro, resulto ser el oficial a cargo de la protección de aquel jovenzuelo al que salve la vida hacia tantos años.

Ahora debía de evitar ser demasiado visible hasta que pudiera darle al emperador su cadena, entonces veríamos si de verdad me recordaba o no, sin olvidarme del otro detalle sobre mí, el de como se tomarían los tres el que no hubiera envejecido nada de nada, lo que sin duda sería motivo de más explicaciones de las necesarias para lo que quería, pero bueno. Ya sabéis, el que algo quiere, algo le cuesta.

El emperador, el ministro y los magos habían acudido a caballo, acompañados de 200 soldados de la guardia imperial, digamos que habían acudido de “incognito” y por sorpresa. El emperador no permitió que se interrumpiera el normal funcionamiento de la academia, aunque ya me explicara alguien como puede ser eso posible con su escolta desplegada a su alrededor... vigilándolo todo, en fin. Vi como inmediatamente el jefe de investigadores hizo un aparte con el Gran Mago a los que se unió el ministro, mirando ambos hacia a mi mientras el investigador hablaba... el emperador se acerco también a ellos, vi que cuando el investigador se retiraba tanto el emperador como el ministro y el Gran Mago permanecían hablando, sin dejar de mirarme fijamente los tres... cabeceando y negando una vez uno, otras otro, como si me reconocieran pero se negaran a creer lo que veían sus ojos, o algo así.

Durante la cena en el gran salón, donde estaba todo el mundo uno de los camareros me dijo que el emperador me pedía que por favor me acercara... al llegar a donde él estaba…

- Emperador : ¿Nos conocemos, verdad?

- Val : Creo que sí, ya que esto es vuestro.

Nada más ponerle delante de la cara el colgante, tanto él como el ministro y el Gran Mago pegaron un salto, cogiendo el emperador el colgante en el acto con la boca todavía abierta de la impresión...

- Gran Mago : Pero... pe... pero... Si es imposible, hace más de veinte años... ¿Pero cómo...?

- Ministro : No puede ser, es imposible… ¡¡¡¡Eres tú!!!!

- Val : Si no os importa a ninguno de los tres, mejor sería poder hablar a puerta cerrada y sin oídos curiosos cerca.

El emperador ni corto ni perezoso le pidió su despacho al director yendo este delante camino de él haciendo de guía para nosotros aunque yo conociera de sobra el camino. El emperador se puso en marcha tras él, seguido del ministro y del Gran Mago, antes de que saliera por la puerta le pedí un favor al emperador que me autorizo con un gesto, entonces me volví y para asombro de todo el mundo llame a Lizeth y a Nhizra para que nos siguieran, cosa que hicieron las dos completamente aturdidas, ante la mirada perpleja del Gran Mago y del ministro que se quedaron a esperarnos.

Para no hacerlo muy cansado os diré que cuando llegamos al despacho estuvimos hablando de lo que sucedió aquel día, interrogándome los tres hasta quedar satisfechos y totalmente convencidos de que por imposible que pudiera parecer, efectivamente era yo el que tenían delante de ellos. Veinte años después, y sin envejecer nada de nada. Prefiero no explicaros con las caras con que nos miraban a los cuatro Nhizra y Lizeth, o como me empezaron a mirar a mí las dos tras escuchar todo lo sucedido más de veinte años atrás y que no había envejecido…

Les explique parte solo de lo que pasaba con la biblioteca, por lo que me dijeron el Gran Mago y el ministro uno de los motivos para haber ido con el Emperador era lo que les informaron de que un alumno había convocado un "Khulgan", que gracias a los dioses se quedo sin la energía mágica que lo sustentaba antes de que hiciera una carnicería. Tanto ellos como el Emperador querían asegurarse de que no volviera a suceder nada como aquello otra vez... Otro motivo evidentemente había sido mi demostración de poder, los tres estaban deseosos de saber quién demonios se suponía que era yo, llevándose una autentica sorpresa al verme la primera vez por no poder creer lo que sus ojos les mostraban.

Por lo que dijo el Gran Mago los Khulgan son una leyenda que preferiría que se quedaran para siempre en la leyenda y no volvieran a aparecer nunca mas... que desde luego esa vez tuvieron suerte, y entonces en plan coña dijo Nhizra que si volvía a pasar siempre podrían pedir ayuda a Vhaalzord, el Nigromante. Ninguno de los presentes le rio la gracia, creo que incluso al Gran Mago le dio un escalofrió, seguro que pensó que eso sería ya lo único que le faltaría, que otra leyenda saliera también de las fantasías para hacerse realidad, y mas una como esa, con su fama.

Cuando les explique lo que quería insistieron en ver el libro los tres. El Gran Mago quiso que también estuviera presente su segundo y más que probable sucesor... La verdad es que tanto Lizeth como Nhizra estaban sorprendidas de que aceptaran de tan buen grado todo lo que yo decía... ¿A que mi magia de manipulación es francamente buena, eh?.

La parte mala es que esa pequeña sugestión solo fue eficaz hasta llegar delante del libro, luego tuve que dejarlos libres, también debo de decir que el segundo del Gran Mago nos siguió de lo más reticente pero nos siguió. Cuando el Gran Mago salió de mi manipulación se dio cuenta en seguida de lo que había pasado, pero afortunadamente también se dio cuenta en el acto y antes siquiera de poder decirme nada al respecto de que lo del libro iba más que en serio, solo con verlo ante él vi claramente como le dieron escalofríos, igual que a su segundo, ambos palidecieron al percibir perfectamente lo que emanaba del mismo. El Gran Mago no dijo ni media sobre lo de mi pequeña manipulación para convencerlos de ir hasta allí, por cómo me miro creo que debió de opinar que la peligrosidad obvia del Libro en cuestión sin duda hacia necesario el riesgo que yo había tomado con ellos.

También observe como tanto Nhizra como Lizeth miraban asustadas el libro maldito… ellas como magas también podían sentirlo sin dificultad. Supuse que si ahora era tan clara su manifestación es porque había sido abierto por mí recientemente, volviendo a impregnarse exteriormente con algo de su propia magia… Desde luego llamaría la atención de cualquier mago que se topara con él, induciéndolo a investigarlo en el acto como mínimo, con el peligro consiguiente.

Cuando su segundo iba a cogerlo para abrirlo visiblemente atraído por él se lo impedí, diciéndole que estaba protegido por conjuros especialmente contra magos... que si lo intentaba siquiera podía desencadenar algo grave... después se volvió sorprendido a mi preguntándome que como era posible que yo pudiera abrirlo sin problemas. Entonces le dije que porque conocía la mayor parte de sus protecciones, y además el libro reconocía una parte ínfima de mi, por eso me permitía abrirlo sin “peligro” (Digamos que como si fuera un sacerdote, supuse que la brizna del Dios Loco presente en mi era lo que me permitía “tocarlo” sin peligro).

El Gran Mago y el Emperador me pidieron si les podría abrir el libro para verlo por dentro, respondí afirmativamente a su petición, pero con la condición de que siguieran mis instrucciones a rajatabla, algo que ambos aceptaron. Les dije a los dos no magos que se pusieran tras Lizeth y Nhizra, y después les dije a los seis que vieran lo que vieran no se les ocurriera moverse de donde estaban, de salir del escudo que les haría crear enseguida o de hacer nada de nada como intentar atacar lo que fuera que vieran, le dije muy, muy serio que si hacían lo mas mínimo todos ellos morirían sin que yo pudiera evitarlo... los seis asintieron prometiéndome no mover ni un solo musculo sin mi permiso expreso, viendo que el libro en verdad sí que era peligroso, sobre todo los magos que podían sentir su poder latente.

El Gran Mago, su segundo, Lizeth y Nhizra siguiendo mis instrucciones levantaron unas barreras defensivas determinadas que les pedí. Vi como los cuatro magos tomaban buena nota de ellas, supongo que no sabían ninguno de ellos, obviamente Lizeth desde luego no, que se podían hacer barreras de protección con esa intensidad y capacidad de protección con un uso de poder tan escaso salvo que la barrera fuera atacada, si no me equivocaba ya descubrirían su punto débil dentro de poco, aunque esperaba que no fuera necesario, por si las moscas reforcé sus barreras con otra mia que si llegaba el ataque a determinado nivel las sustituiría…

Estas barreras que les enseñe a usar solo tiraban un leve hilillo mágico a la fuente interna del mago, algo insignificante para cualquiera por débil que fuera, sin embargo al ser atacada recurría sin control a la misma fuente, extrayendo tanto poder como fuese necesario para resistir el ataque lo que en mi caso, ya que esta era la barrera que siempre uso no tendría el menor problema, cualquier otro con un ataque de varios magos combinados podría incluso llegar a matar al mago que la estaba usando si este no le ponía limitadores para evitar que pudiera drenarle por completo, ya que como os explique una vez que se agota el poder recurre a la propia vida.

También supuse que todos ellos se darían cuenta si les llegaba algún ataque como sospechaba que pasaría, de que al haber puesto sobre todos cuatro barreras distintas, una por cada mago, estas se repartirían la resistencia al ataque, acudiendo a su mago únicamente a por una cuarta parte del poder necesario para resistir. Dado que yo puse también la mia propia para activarse si algún ataque llegaba a determinado nivel ninguno de ellos corría realmente peligro de ser Drenando por la barrera, además de que si la cosa salía bien y ellos hacían lo que les había dicho ya les enseñaría a los cuatro a usar esos limitadores de las barreras para evitar drenajes peligrosos… al fin y al cabo serian los guardianes de ese libro, digamos que ese sería mi pago por su “favor”.

Según tire del libro para abrirlo sin hacerlo de la forma adecuada para ello, paso lo que yo pretendía. Cierto conjuro de protección del mismo que yo buscaba salto, activándose en el acto sobre mí, convocando una pesadilla en toda regla para casi todos los presentes y para colmo se dieron todos los magos cuenta de que lo hacía usando mi propio poder interior, es decir, el del incauto que lo había abierto para que la pesadilla que había liberado encima se alimentara de su magia interior o de su vida si no era mago... Yo además sabía con toda seguridad que si llegaba por casualidad a matar al mago, inmediatamente buscaría alimentarse del intruso más cercano y así sucesivamente hasta solo quedar el libro tras lo cual se desactivaría por decirlo de forma comprensible.

El conjuro activo una invocación, uniéndola en el acto a mi fuente interior al ser el que abrió el libro tan alegremente, una docena de Guerreros Khulgan y tres perros del inframundo hicieron acto de presencia. Estos eran unos perros que más que perros parecían armadillos por su coraza en la parte superior del cuerpo, pero con unos colmillos duros como el diamante y del tamaño de un dogo. Totalmente salvajes e incontrolables, solo eran seguros para convocador, en este caso el libro, atacando todo lo que no fuera el sin necesidad de instrucciones de ningún tipo, motivo por el que yo no los solía convocar nunca... Comprobé de reojo como la cara de los seis que estaban tras la barrera expresaban el terror más absoluto por lo que vieron aparecer ante nosotros, tened en cuenta que entre ellos y la pesadilla solo me encontraba yo y desde su punto de vista por muy poderoso que fuera seguro que pensaron que nos podíamos dar todos por muertos…

Saltaron nada más aparecer contra nosotros, el que fue a por mí cayo partido por la mitad por mi Shilkka sin llegar siquiera a rozarme, a los otros dos los rechazo el escudo que crearon los cuatro magos, notando estos en el acto el punto débil de la barrera que estaban usando al sentir el aumento del uso de su poder interno por parte de esta con el ataque, pero también se dieron cuenta que a pesar de lo terrorífico del ataque seguían vivos y la barrera había vuelto tras rechazarlo sin problemas a su consumo anterior, lo que para los magos sin duda fue todo un agradable descubrimiento, me refiero a la eficacia real de la barrera. Tras el ataque los perros no tuvieron más oportunidades ya que los hice trizas con mi Shilkka. Pero los Khulgan eran otro cantar...

La docena de Khulgan ni se habían movido salvo para sacar sus armas, pero por lo demás estaban estáticos mirándonos, sobre todo a mi ya que se estaban alimentando de mi poder y por ello no tuvieron el menor problema en reconocerme, pero al ser convocados por el libro no sabían a qué atenerse. Avance hacia adelante pasando entre ellos, ignorándolos por completo ante el asombro de las seis personas que tras las barreras me miraban con cara de estar alucinando, me acerque al libro cerrándolo, activando de nuevo todas sus defensa y además sellando su cierre con mi propia magia para evitar que alguien pudiera volver a abrirlo sin estar yo presente, o que por lo menos le costara lo que no está en los escritos poder intentar abrirlo ya que use un hechizo arcano* como sello... después de eso me gire para dirigirme a los Khulgan que no me perdían de vista...

- Val : Tenéis dos opciones... o volvéis, o perecéis los doce a mis manos, elegid.

No me convenía luchar allí con ellos, el destrozo podría ser enorme, así que sin esperar su decisión convoque al jefe de los Khulgan, si estos daban miedo imaginad al jefe, que les sacaba dos cabezas y medio cuerpo de anchura a los demás... el sí que era aterrador del todo. Cuando apareció volví hacia él la cabeza para hablarle tranquilamente mientras nos miraba alternativamente a mí y a sus "soldados"...

- Val : Si no se desconvocan en el acto los voy a destruir... ¿te he traído para que me digas si alguno en particular te interesa que vuelva intacto o no?

Un sonido Gutural salió de la garganta del Jefe, los Guerreros Khulgan hicieron una inclinación de cabeza hacia su jefe primero y después hacia mi persona, desconvocándose a continuación. El Jefe miro a los magos y al emperador tras su escudo con claros deseos de poder destrozarlos, algo que ellos notaron perfectamente puesto que vi claramente el escalofrió que les recorrió a todos ellos cuando los miro, después inclino levemente su cabeza hacia mí, devolviéndole yo el gesto ya que me pareció que era algo necesario en ese momento, no me preguntéis porque pero así fue, a continuación lo desconvoque.

Después de la demostración nadie se atrevió en ese momento a decir nada, estaban todos ellos tratando de digerir lo que acababan de presenciar sin poder terminar de creérselo, pese a que lo habían visto con sus propios ojos. El Gran Mago salió un momento y ordeno a quienes estaban fuera traer un cofre de acero forjado. Tras regresar a los pocos minutos y dárselo volvió a entrar cerrando tras de sí nuevamente las puertas, poniendo incluso un sello sobre ellas, acercándose donde estábamos depositando el cofre sobre la mesa y encerrando a continuación el Libro en su interior. Cerro el cofre mágicamente poniéndole las ligaduras más poderosas que fue capaz de hacer, tras el repitió la operación su segundo, y para mi sorpresa por petición del propio emperador, el Gran Mago hizo que tanto Lizeth, como Nhizra hicieran lo mismo, evidentemente este estuvo guiando a Lizeth para que fuera capaz de hacerlo también. Obviamente quedo claro que el emperador tras lo que había visto quería la mayor cantidad de poder sellándolo a la vez, aunque a mí no se atrevió a decirme nada al respecto.

El emperador estuvo de acuerdo en la construcción de una cripta secreta subterránea en la biblioteca para ese tipo de cosas, siendo bastantes las que les fui indicando que allí había... solicitándome el emperador ayuda para poder identificar todo lo que supiera peligros en la biblioteca y de lo que ellos no tuvieran conocimiento.

Evidentemente cuando estuvimos a solas fuera de allí en un sitio más cómodo, “seguro”  y todos ya más calmados llegaron las preguntas sobre mí, sobre los Khulgan, y cómo era posible no solo que yo hubiera convocado a aquel Khulgan tan enorme, sino que los otros me hubieran obedecido en todo momento impidiéndoles eso atacarnos.

Nhizra me pregunto de sopetón y sin que me lo esperara si el que fue convocado aquella vez en la arena también fui yo quien lo hizo regresar, algo a lo que conteste afirmativamente con un gesto de cabeza...

Vi que todos ellos tenían el mismo nombre en los labios y una misma pregunta que no se acababan de atrever a hacerme… al final fue Lizeth quien primero reunió el valor necesario para hacerlo…

- Lizeth : ¿Eres... glup, (estuvo tragando saliva de forma ostensible) Vhaalzord, el Nigromante?...

- Val : Jajajajaja, recuerda lo que dijiste cuando lo discutimos en clase, eso solo es un mito... Solo una leyenda que no existe…

Fue como romper el dique, intentaron hablar todos al tiempo, pero al final fue el Emperador el que se impuso sobre los demás al preguntar…

- Emperador : Pero él no envejecer... lo de los Khulgan... el terrible poder que posees... tú debes de...  (No le deje continuar)

- Val : Yo solo soy un mago poderoso al que le cuesta envejecer, que un día te salvo y que en la biblioteca simplemente ha tenido suerte... Solo eso, ¿vale?, por favor… ¿sí?

- Gran Mago : Creo que efectivamente así es mejor para todos, evidentemente todos tenemos el mismo nombre y la misma leyenda en mente… pero…

El Gran Mago me miro evaluándome, sin duda sopesando la posibilidad de querer saber algo que quizá sería mejor ignorar… al final se decidió por algo digamos que intermedio… o una forma de saber sin tener que darse por aludido llegado el caso.

- Gran Mago . Quizá baste con una simple inclinación de cabeza que no signifique nada de nada, así todos quedaremos tranquilos y después de eso dejaremos que los fantasmas, las leyendas y las cosas como ese libro descansen tranquilos... ¿vale?, ¿estáis todos de acuerdo? ¿Majestad? (El emperador se limito a asentir, igual que todos los demás)

- Val : (Simplemente asentí con la cabeza a la petición del Gran Mago, viendo como todos inhalaban con fuerza al ver mi movimiento... mientras palidecían como muertos todos ellos, mas todavía que cuando vieron a los Khulgan y los perros ante ellos, que ya es decir)

- Emperador : (Recobrándose) Ahora que todos sabemos quiénes somos de verdad, creo que esto se quedara aquí, nada de esto que ha pasado o que hemos sabido se le contara a nadie, ¿está claro para todos?

El asentimiento de cabeza de los cuatro magos y del ministro fue instantáneo a la orden intrínseca del emperador de considerar el incidente como secreto. Haciendo un aparte con el emperador, el gran mago, su segundo y el ministro, les hable a los cuatro de ambas mujeres, que esperaban nerviosas a que decidiéramos que hacer ahora o a que decidieran esos cuatro hombres su futuro después de saber todo lo que sabían. Los cuatro me dijeron que no las perderían de vista, que desde luego gente como ellas eran un tesoro que había que cuidar y mimar ya que eran el futuro del imperio.

Ambas sin saberlo siquiera y pese a sus temores, acababan de entrar en la órbita de cuatro poderosos padrinos… Además antes de irme las ayude a ambas a aprender una forma relativamente sencilla de poder aumentar lenta pero progresivamente su capacidad interna de magia, dándolas de ese modo a ambas la llave para poder convertirse en pocos años en magas tremendamente poderosas, aparte de enseñarlas junto con los otros dos magos como usar limitadores con las barreras que les había ensañado en la biblioteca, algo de lo que los cuatro quedaron muy agradecidos siendo conscientes del gran poder de estas, así como también por esto mismo del peligro intrínseco de dichas protecciones de no limitarlas debidamente. Como siempre he dicho, me gusta devolver los favores a la gente que me ayuda…

Aun estuve en la academia casi dos semanas en las salas prohibidas junto con el emperador, el ministro, los dos grandes magos, Lizeth y Nhizra, además también estuvieron con nosotros, el director de la academia, el jefe de investigadores y el gran bibliotecario ayudándonos a registrar de forma detallada todos los pergaminos y objetos que yo conocía pero que no se sabía para que servían como pago por su futura custodia sobre el libro. En estas casi dos semanas les había resuelto casi todas las dudas sobre el 95% de los objetos guardados allí y que no conocían para que servían.

Si puedo decir como anécdota graciosa que esos tres pobres hombres debieron de terminar peor de lo que entraron tras lo que vieron en ese tiempo que estuvieron con nosotros en las zonas prohibidas. Si antes de la llegada del emperador y su sequito tenían muchas preguntas sobre mí, tras su paso con nosotros por lo que para todos fue una inspección de las zonas prohibidas, pero en realidad fue un maratón de identificaciones por mi parte bajo la directa y campechana supervisión de los tres hombres más poderosos del imperio, que además parecían conocerme perfectamente tratándome con muchísimo respeto y deferencia aun tuteándome todo el tiempo como si fuéramos amigos de toda la vida, igual que ambas alumnas, lo que era en cierto modo contradictorio del todo… ni os cuento la de preguntas que se debieron de hacer a mi costa, seguro que para ellos fue todo un alivio cuando me marche de allí, a saber lo que se les pudo llegar a pasar por sus cabezas tras esto, ¿no creéis?.

Tras eso partí de la academia, llevándome conmigo un sello imperial un tanto especial que el propio emperador me dio, para que si alguna vez era capaz de averiguar cómo se podía destruir ese libro de forma segura pudiera hacerlo, solo tendría que mostrarlo a el mismo o a su sucesor para que me reconocieran, me dijo que dejaría instrucciones lacradas para su sucesor sobre el sello y sobre a quién se lo había dado, para que no hubiera sorpresas extrañas con nada referente a ese libro maldito.

Ahora me encontraba con que además de mi eterna búsqueda habitual, me empezaba también a convenir ir buscando si el otro libro cuya ubicación desconocía estaba dando vueltas por el mundo y no destruido como pensé en un principio… En todo esto solo tenía una cosa clara a estas alturas, y esa era que desde luego ambos libros como mejor estarían es destruidos.

Tras salir de la academia puse rumbo al Continente Oriental, necesitaba descansar urgentemente tras mi “enfrentamiento” con el poder del libro.

EPILOGO

Nhizra fue escalando puestos poco a poco bajo la atenta mirada del Emperador, El Gran Mago, El Ministro del Interior y el Segundo del Gran Mago, que en su momento ocupo el primer puesto. Primero la hicieron ser maestra en la academia, llegando a tener que escuchar como sus alumnos iban desechando leyenda tras leyenda a cual más fantástica en bien de la verdad de la magia. Solo se libro de la quema la leyenda sobre los Khulgan, dada la experiencia sufrida en la propia academia, aunque el tiempo que todo lo puede lo fue lentamente difuminando.

Pero sobre todo, tanto Nhizra como Lizeth cuando ocupo su puesto como profesora en la academia, escucharon con ironía como sus alumnos tiraban por tierra de forma sistemática año tras año la leyenda de Vhaalzord, el Nigromante, alguien en quien ningún mago en su sano juicio podría creer según sus alumnos, lo que más gracia les hacía a ambas dado lo que ellas sabían, era escucharles decir sistemáticamente y muy seguros de sí mismos que ninguno de ellos creía en la posibilidad siquiera de que hubiera existido alguna vez.

Nhizra llego al consejo de magos encargándose ella misma de que Lizeth fuera nombrada a su debido tiempo directora de la academia. Entre ambas impulsaron un mayor control y la creación de distintas cámaras secretas que protegían determinados fondos de la Gran Biblioteca especialmente peligrosos, ampliando en mucho su leyenda...

Ambas estuvieron siempre bajo la directa protección del propio emperador…

FIN

* Arcano : Un hechizo arcano es un hechizo de una antigüedad tal, o tan secreto que difícilmente nadie lo conocería en ese momento.