Crónicas de Vhaalzord - Libro 27 (final) - 5
Aquí termina la historia conocida de Val, Mina y Amaratha, porque como en todas, la vida de los protagonistas nunca acaba con el fueron felices y comieron perdices, sino que esta aun continúa
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 27
Capítulo- 5
Al final, como ya conté, pasamos de largo el Reino de Nixhem, aunque no el campamento donde la organización en cuestión cuya magia tenia trazas Arcanas se estaba haciendo fuerte. Al frente de 8.000 Guerreros y 70 Magos Khulgan, atravesamos su territorio, exterminando a todo el que tuvo la mala suerte de cruzarse con nosotros tras los interrogatorios a los líderes capturados del grupo, incluyendo una pequeña partida de patrulla del Ejército de Nixhem y sobre los que supimos que estaban cobrando para no ver nada en absoluto… por dicho motivo, los Khulgan les arrancaron los ojos y la lengua, luego las heridas fueron cauterizadas, sus cuerpos puestos en forma gracias a la magia de los Magos convocados. Como castigo fueron abandonados desnudos, ciegos, mudos, sin monturas y sin agua en medio del desierto para que este los ejecutase a su modo… Antes de abandonar Nixhem, junto con Mina, Amaratha y un centenar de Khulgans aparecimos ante las puertas de la última guarnición del reino del Desierto.
No me presente, ni a mis compañeras, creo que viendo la escolta que llevábamos les quedo meridianamente claro con quien estaban tratando, y supuse acertadamente que hasta la última guarnición de los Reinos e Imperios aliados habrían recibido noticias de mi “presencia”, la de mis “Guerreros” otra vez sobre la faz de la tierra y más importante aun, los colores de mi estandarte. Me limité a notificarles el castigo sufrido por su patrulla de traidores, dejándoles clara de mi parte la prohibición de tratar de encontrarles antes de que se cumpliese una semana desde ese instante o de que prestasen cualquier tipo de ayuda a alguno de ellos. Les deje entrever la impresión de que si no obedecían, volveríamos y todos los presentes serian quienes cumplirían entonces el castigo impuesto a esos traidores por obra y gracia de mis Guerreros. Al marcharnos deliberadamente hice que todo el grupo pasásemos bajo las murallas, principalmente, porque sabía de sobra que si bien Mina, Amaratha y yo miraríamos al frente sin hacerles el menor caso, eso no sería precisamente lo que hiciesen los Khulgan. Estos al ponernos en marcha en fila de a dos hacia las murallas tomaron en sus manos sus armas, pasando bajo las murallas con sus armas en la mano, mirando hacia la gente que se asomaba sobre los parapetos, y para terminar, como también sabía que harían, emitieron un suspiro antes de guardar nuevamente sus armas al empezar a alejarnos, que a los defensores debió de sonarles a una especie de Gemido de decepción por no poder masacrarlos… Y es que como finalmente concluimos los tres a trazar este plan, la imaginación colectiva humana, bajo la más estricta situación de pánico, siempre tiende a hacer ver las cosas aún más terroríficas de lo que en realidad son. Desde allí nos adentramos en la jungla atravesando el reino de Goradh, como ya explique anteriormente.
Desde allí nos adentramos en los desfiladeros de Kliwgord, como también dije en el capítulo anterior, lo primero fue buscar el sitio idóneo en el que instalar una puerta con destino al Templo de Nauruem. Desde allí y contra el consejo de mis dos acompañantes regresamos al Templo para descansar, lo peor llego después, cuando les comunique a ambas que en esta ocasión seria yo solo quien fuese a ver al Lich, que ellas quedarían en el templo a esperarme a que terminase. Ni que decir la que se armó con ambas, ninguna estaba dispuesta a ceder en lo más mínimo, dejaron también absolutamente claro que irían conmigo, bien a mi lado, bien siguiéndome, añadiendo Mina que por si se me había olvidado, ella también sabia con exactitud la situación de la Torre de los Huesos. Al final lo conseguí, aunque no fue fácil, no me quedo otra que recurrir a medidas extremas…
- Te lo dejaremos muy claro Val, o nos das una buena razón para que no vayamos contigo, o lo haremos, te guste o no… -atajo Amaratha la interminable discusión, dando por zanjado de ese modo el tema.
- No podéis venir conmigo porque seréis un completo y absoluto estorbo para lo que tengo que hacer con el Lich, os lo he dicho como cien veces en estas últimas dos horas de discusión -recalqué.
- Danos el motivo de ello, si es válido te dejaremos ir… -admitió Mina, haciéndose una seña con Amaratha.
- Está bien, seréis un problema, y muy serio, porque quiero llevarme conmigo al Lich a los senderos de los muertos. Tengo dos opciones para hacer eso, bien usar un conjuro especifico, tremendamente poderoso pero muy arriesgado, o bien usar uno más expansivo a nuestro alrededor, pero nada especifico con los “caminantes” que me acompañarían. Por eso no podéis venir conmigo, no podría garantizar vuestra seguridad, ni aquí, ni muchísimo menos en el otro lado, puesto que no tenéis ninguna de la dos ni siquiera una leve noción de Nigromancia.
- Ambas somos magas poderosas, no te olvides de ello, y además, yo soy una Reina Dragón… No somos unas doncellas que necesiten la permanente protección de su “caballero” –siseo más que dijo una cabreada Amaratha.
- Está bien, señoritas que sois poderosas hechiceras… -Alce mis manos comenzando la ejecución de un conjuro.
No era ningún estúpido, a estas alturas ya sabía perfectamente cuando llegado un momento tenía perdida la batalla con esas dos, y este era uno de esos instantes, por lo que decidí actuar drásticamente para “convencerlas”. Ejecute un conjuro Nigromántico bastante poderoso sobre el espacio que ocupábamos los tres, para entendernos se trataba de una especie de teleportación básica para los tres sobre el reino de los Muertos, solo que en el exterior de sus fronteras… Si nuestros cuerpos permanecieron en su lugar, protegidos por una serie de conjuros que nos reclamarían a la menor señal de alerta, nuestros… “espíritus” por definirlo de algún modo, habían sido arrastrados a las fronteras exteriores, sobre los senderos de los Muertos. Sobre los hielos de los polos, en los reinos Dragones, la temperatura siempre es gélida, terriblemente gélida, nadie sin un escudo térmico o ropa adecuada sobreviviría más de un minuto a la intemperie. Aquí el frio que se sentía era peor, porque te atravesaba directamente el alma, y nada, ningún conjuro funcionaba para poder aliviarlo, no te mataba, pero era como si cientos de pequeñas agujas atravesasen perpetuamente tu carne, aun estando solo en espíritu. Hasta el nigromante más incompetente era capaz de superar eso y no quedar completamente “inutilizado” por ello, si bien no te podías proteger de esas sensaciones que te atravesaban desde el momento de entrar, sí que había modos de “no sentir”.
No era ese mi caso concreto, pues yo sí que era un Nigromante lo suficientemente poderoso como para “no sufrirlo” en mi alma y quedar libre por completo de sus efectos, incluso para llegado el caso poder haber escudado no sin enorme esfuerzo a mis dos acompañantes, cosa que evidentemente no hice. Dos minutos después estaba de regreso con mis dos compañeras, quienes si ya de por si eran frioleras, tardaron aún más de tres horas hasta que volvieron a “recuperar el calor” como ellas mismas lo definieron. Fue decisivo para que aceptasen que no, que decididamente no estaban en condiciones de poder acompañarme en “esa ocasión”. Traducido a su “lenguaje” particular para conmigo, eso solo significaba, que había dos poderosas hechiceras que tenían pensado tomar clases, aunque fuesen solo de lo más elementales y para poder como poco sobrevivir allí donde fuimos, de Nigromancia. Obviamente, no me pareció del todo mala idea, aunque no diré, que me pareciese algo totalmente positivo, ya que pese a lo que la gente pudiese pensar, la Nigromancia no era un arte “gratuito”, por su conocimiento se pagaba un fuerte peaje, y muy peligroso, aunque obviamente, trataría de hacerlo de forma que ellas dos no tuviesen que pasar en lo posible por ello.
Sé que todo el mundo se estar frotando las manos pensando en lo que sea que fuese a hacer a la Torre de los Huesos y en lo que pasase, pues siento decepcionarlos a todos, porque esta es una de esas cosas, de las que jamás dejare constancia por escrito, pues nunca se sabe quién puede leer estas líneas. Mis tratos con el Lich, lo que hablamos, donde fuimos, lo que hicimos, o lo que no hiciésemos, simplemente quedara entre ambos. Solo diré, que si mi idea salía bien, a muy largo plazo, la Nigromancia terminaría por transformarse en algo que si bien era mucho más poderoso, sí que también sería más inicuo. Confiaba y esperaba que con el tiempo la Nigromancia pasara a transformarse en Necromancia, perdiéndose en el camino el poder de tratar directamente con la Muerte, incluso de tú a tú si eras lo suficientemente poderoso, a cambio del poder más terrenal sobre los muertos. Tenía fundadas esperanzas de que en el proceso terminase perdiéndose el poder exclusivamente Nigromántico de poder caminar por los senderos del reino de los muertos con “cierta” seguridad. Y para eso, el Lich, como ente Nigromántico a la vista más poderoso de mundo, me era de enorme utilidad. Además, el principal enemigo de un Lich o Semilich, radica en aquellos capaces de traspasar las fronteras del reino de los muertos… y ningún Necromante sería capaz de ello sin perecer también a su vez. Algo que por cierto no fue para nada del agrado de mis dos “compañeras” y durante una temporadita, para nada amantes o simpáticas. Al negarme a contar nada, fue como si el Caos se desatase en toda su violencia sobre mi pobre cabeza… vaya dos fieras.
Cuando salimos de los desfiladeros un mes después de terminar en la torre de los huesos, lo hicimos bajo nuestro propio estandarte, junto con el de la Hermandad, bajo el cual ondeaba también la enseña de Lord T’ldord. No dimos casi de bruces con una patrulla de la Hermandad, que por cierto salió a galope tendido nada más vernos en dirección a la ciudad fortaleza de Filestra. Supongo que el ver surgir de los llamados desfiladeros de los muertos a tres personas encabezando una columna de 200 Guerreros y una docena de magos Khulgan, no es como para quedarse mucho tiempo mirando. Nuevamente empleamos el truco que usamos en la última guarnición de Nixhem, nos presentamos ante las murallas de Filestra, empleando un conjuro amplificador de voz hice llegar mi petición al gobernador de la ciudad, para que le trasmitiese mis “gracias más sinceras” a Lord T’ldord por permitirme viajar por territorio de la Hermandad bajo su estandarte, y ahorrarme de ese modo la necesidad de abrirme paso a sangre y fuego. Tras esto nos pusimos en marcha, nuevamente pasando la columna entera bajo las murallas, desde la que tanto los soldados de la Hermandad, como la población civil, pudieron observar perfectamente quienes eran nuestra escolta, y sobre que íbamos montados. Tal y como suponíamos, el hecho de que Vhaalzord el Nigromante volvía a cabalgar sobre el mundo, y que le acompañaban la Bruja Roja junto con la Ultima Leyenda surgida de lo más profundo de los Archipiélagos, la conocida como La Dama Blanca”, por las largas túnicas de níveo color que acostumbraba a usar… y que Amaratha cierto es que habitualmente lucia.
Una vez fuera de la vista de Filestra giramos hacia el oeste, para luego dirigirnos en dirección Norte, hacia las enormes moles que eran las montañas centrales del Gran Continente. Aquí habíamos decidió apostar por únicamente tres puertas, una con los Mielar y bajo su protección, una segunda en el Oeste, en lo más profundo de las Grandes Montañas Centrales, y la tercera en Territorio Talkinq, concretamente en las profundidades de los bosques de Khar-Tol-Khild. Desestimamos el situar una en los territorios de los Hombres del Norte debido a su situación geográfica y a las bajísimas temperaturas que había a lo largo de casi todo el año… El ocultar una puerta en alguna cueva seria cosa fácil, pero el luego después poder usarla, eso era algo muy diferente, cualquier nevada y posterior helada podía inutilizar con facilidad la puerta hasta la época de deshielo, dejándola útil para tan solo unos tres meses al año. Tras abandonar el territorio de la hermandad nos limitamos a viajar tan solo bajo el “escudo” diplomático de nuestro estandarte, aunque creo sinceramente, que el mejor escudo eran los propios Khulgan de nuestra escolta… más que nada por el modo de quitarse todo el mundo de en medio en cuanto los divisaban avanzando por las carreteras en perfecta columna de a dos tras nosotros tres.
Es curioso, pero resulto que lo que más nos ayudó al final para darnos a conocer en aquellas tierras, fue aquello a lo que menos importancia dimos durante nuestro viaje, pero que sin embargo más laborioso nos resultó. Hasta el instante de internarnos en las grandes montañas, no tuvimos el menor encontronazo con fuerza militar ninguna, se cuidaron muy mucho de ponerse ante nosotros, sin embargo, sí que paramos a auxiliar a un buen número de “accidentados” en su afán de desaparecer de nuestra vista. El mero hecho de que nosotros tres, Vhaalzord el Nigromante, La Bruja Roja y La Dama Blanca ayudásemos a los accidentados ante los morros de unos más que amenazantes Guerreros Khulgan que se mantenían a la expectativa con sus armas en la mano, volviéndoles a poner otra vez en situación de reemprender su viaje tras el paso de nuestra columna, sin que ellos o sus pertenencias sufriesen percance alguno a nuestras manos, paradójicamente, provocaría a medio plazo el ser “aceptados” por la población civil de buen grado en sus cercanías, todo lo contrario que le ocurria a las autoridades. Claro que en esto también influyó y no poco, el hecho de pasar de modo sistemático bajo las murallas de toda aquella ciudad con la que nos cruzamos, ya fuese grande o pequeña, con o sin la menor importancia en la zona.
Una vez encontrado el sitio ideal para la puerta, lo cual nos llevó prácticamente dos semanas, tuvimos que regresar al Templo Nauruem para poder descansar. En esta ocasión mi fatiga no era tanto por la convocación permanente de tal cantidad de Khulgan, sino por el constante control que debía de realizar sobre ellos para evitar “accidentes” tontos con la gente que nos íbamos cruzando por el camino. Al entrar en las montañas reduje el número de nuestra escolta, pasamos de algo más de dos centenares de Khulgan entre magos y Guerreros, a poco más de una treintena. Para los estrechos senderos, e incluso para las vías más importantes allí arriba, más de esa cantidad pasaba de ser una muestra de fuerza eficaz, a un severo engorro. Aquí fue donde la fama de los Khulgan como enemigos mortales a los que más traía a cuenta no ver nunca de cerca gracias a mi leyenda, valía su peso en oro. En nuestro deambular, la gente, la escasa gente con la que nos fuimos a encontrar, o en las pequeñas aldeas que tuvimos que cruzar, todas las miradas eran idénticas, de absoluto terror al ver lo que se les acercaba. En casi todas las ocasiones aprovechamos para preguntar tras presentarnos, primero Mina como la Bruja Roja, luego Amaratha como La Dama Blanca, y finalmente yo como Vhaalzord el Nigromante… a los Khulgan los obviamos, puesto que era más que evidente que no tenían el menor problema en reconocerles.
Tras tomarnos un mes de descanso en el templo, nuevamente regresamos a la puerta de las Montañas con la intención de alcanzar desde allí los intrincados y espesos bosques de Khar-Tol-Khild, en la frontera del territorio Talkinq. Por las montañas y hasta entrar en las tierras salvajes nos movimos con apenas una veintena de “escoltas”, sin embargo, al entrar dentro de las mismas, esta entre magos y Guerreros, se amplió a unos tres centenares de Khulgan. Del mismo modo, fue poner los Hrull los cascos en las tierras salvajes, y tanto yo como mis compañeras, procedimos a poner rápidamente una cantidad suficiente de ojos en el cielo como para evitar ser sorprendidos, además de para poder rastrear el camino que teníamos por delante con suficiente antelación. En esta ocasión no pensaba andar dando rodeos, tenía la intención de cruzar en diagonal el Territorio de las Tribus, para entrar en los Grandes Bosques por el territorio de las Tribus Lantares…
Confieso que Mina me advirtió que quizá tuviésemos problemas con ellos pese a llevar escolta, que ya sabía cómo eran de “estúpidos”. No dude en tranquilizarla quitándole importancia, recordándole que lo que llevábamos a la espalda eran Khulgan, no humanos normales. Lo que no dije en ningún momento, es que en realidad tenía la esperanza de que en efecto, los Lantares fuesen de verdad “tan estúpidos” como para poderme permitir hacer una demostración de intenciones con ellos, que era con las intenciones que pensaba atravesar sus territorios, con planes de exterminio total para la tribu al completo. Para refrescaros la memoria, os recordare que tras la guerra civil entre las diferentes Tribus Lantar, las más consecuentes entre estas se dividieron en Khorisas y Ekates. Entre ambas y con los mejores terrenos de caza de la Tribu, quedaron los elementos más radicales y agresivos, los cuales desde entonces no habían parado de guerrear con todo el que tuviesen a su lado, y dado que las fronteras Talkinq a través del poderoso bosque había quedado para las otras dos tribus, fueron los Territorios los que pagaron el pato.
Numerosas pequeñas tribus fueron masacradas por los Lantares en los últimos cien años, ampliando estos sus territorios de caza en las llanuras por la fuerza de las armas, empezando a recuperar nuevamente los territorios perdidos por las tribus Lantar durante la guerra civil. Tenía muy claro que en los Territorios la mejor declaración de intenciones que se podía hacer ante las Tribus, era con sangre, y en este caso, la de los Lantares era la que mejor me podía servir para dejar tras de nosotros un claro rastro de intenciones si en algún momento nuestros deseos se veían contrariados. Por si alguien se lo pregunta, quizá Mina y Amaratha, de haber sabido con exactitud mis planes no hubiesen estado muy conformes, especialmente la primera, pero os garantizo que por mi parte, la masacre que se avecinaba no me suponía el menor problema ético. A los Lantares les tenía ganas, y tan solo les iba a dar una oportunidad… trucada eso sí, pero si fallaban, pensaba quitármelos de enmedio para los restos.
En esos instantes, sabíamos ya por los contactos Talkinq de Mina, que los Lantares estaban dando problemas en los territorios conquistados durante su Guerra Civil por las tribus Tairas y Tumbares. Por eso en gran parte era mi intención de atravesar directamente por en medio de sus territorios, porque cuando los Lantares estaban en disposición de Guerrear a gran escala, era muy probable que no se parasen dos veces a ver bien visto quienes eran los que se adentraban en sus territorios como una fuerza armada, especialmente si esta no era lo que parecía en realidad. Nos hice atravesar los territorios de las tribus en columna de a cinco tras de nosotros, ampliando de ese modo el ancho de fila y recortando la extensión. Aprovechando especialmente el anochecer o el amanecer, nos hice cruzar en completo silencio, con el único retumbar de los cascos de los Hrull, por medio de varios poblados de pequeñas tribus. Y lo más asombroso de caso, consiguiendo cruzarlos sin que nadie resultase herido. Creo firmemente y gracias a las varias criaturas mágicas dejadas detrás para observar reacciones, que los distintos habitantes de tales poblados, no se dieron cabal cuenta de quienes eran los que estaban cruzando por medio de su campamento hasta que no estábamos perdiéndonos nuevamente en la penumbra. Por regla general, cuando parecían despertar de su sopor y estupefacción, reconociendo, o creyendo saber lo que sus ojos le habían mostrado, era cómico el modo en que usaban todo tipo de símbolos para tratar de alejar de ellos el mal, o la mala suerte… en algunos casos no quedaba claro si eran para uno u otra.
Dos días antes de acercarnos siquiera a territorio Lantar, procedí a realizar varios conjuros de ilusión sobre todo el grupo procurando que pasase desapercibido para mis dos compañeras, lo que me costó horrores, pues debía de realizarlo de modo que ellas dos nos viesen a todos completamente normales. Solamente deje como única muestra real de quienes éramos, nuestro estandarte flameando al viento. Durante el trayecto hasta entrar en sus territorios únicamente un pequeño grupo de guerreros de una tribu nómada de los Territorios se situó en nuestra línea de visión, pero dado que apenas eran una veintena y nosotros más de trescientos, quedo en una mera anécdota. Lo que no ocurrió con los “Lantares” que eran en realidad mi objetivo, desde aproximadamente la primera media hora de entrar en lo que ellos consideraban como sus tierras, estuvimos bajo vigilancia, mientras que nuestros ojos en los cielos verificaban como procedentes de todas sus aldeas, con excepción de dos, se empezaban a concentrar sus Guerreros. Otra cosa que observe, es como esas dos aldeas, situadas cerca de la frontera con los Ekates, comenzaban a movilizarse al completo con la evidente intención de escapar a lo que pudiese ocurrirles una vez que nuestra presunta amenaza resultase solucionada. Las dos aldeas se empezaban a poner en marcha en dirección al territorio Ekate, los cuales no olvidemos, seguían también siendo tribus Lantar.
Si bien me gustaría poder decir que el primer sorprendido fui yo, lo cierto es que no, quien más se sorprendió del número de Guerreros Lantares que nos salieron al paso, fue la propia Mina. Confieso que pese a todo los subestime, me esperaba una fuerza aproximada a los siete u ocho mil Guerreros y hechiceros Lantares como mucho, habida cuenta de su fragmentación en tres diferentes Tribus, algo parecido también estimaba Mina sobre sus fuerzas. Pero para nuestra sorpresa, en primer lugar nos dejaron internarnos en su territorio, para luego estando nuestra situación bajo el control de sus exploradores, hacer avanzar sus fuerzas desde tres direcciones diferentes con la clara intención de envolvernos. A medida que gracias a nuestros “ojos del cielo” empezábamos a reunir datos, no pude por menos que sonreír. Por fin parecía que cuanto menos una de la “Tribus civilizadas” había aprendido por fin una lección que los pueblos de la Tierras Salvajes no podían, o no querían comprender, y es que el único modo de evitar que en terreno abierto la caballería tome ventaja, es impedir que se despliegue con suficiente espacio de maniobra. Y aparentemente, nuestra fuerza expedicionaria de trescientos “soldados”, tan solo era de caballería, de modo que cercándonos por tres lados, nos negaban un espacio para desplegarnos con el que ellos por su parte, si contaban.
Atrás parecía quedar para los Lantares la típica fila de guerreros en fondo de tres o cuatro frente al enemigo, y las gloriosas cargas directas masivas contra el enemigo basándose en la fiereza tanto como en la superioridad numérica cuando por fin conseguían enfrentar en una batalla decisiva. Entramos en una especie de vaguadilla, una vez dentro de la cual y aprovechando la mayor altura de varias de las suaves lomas que teníamos tanto a nuestros flancos, como ante nosotros, los Lantares hicieron aparecer el grueso de su fuerzas. Sabia por mis Halcones, que dos pequeños grupos de unos cien Guerreros se empezaban a cerrar sobre nuestras espaldas con el fin de que nadie pudiese escapar con vida de la encerrona. Lo que ningún Lantar fue capaz de observar, es como dos pequeños grupos se desgajaban de nuestra formación apenas media hora antes de haber entrado de lleno en su trampa. Cada uno de los grupos estaba formado por dos magos y seis guerreros encargados de darles protección hasta el momento en que alcanzasen el lugar que les había asignado para que llamasen y desplegasen sus fuerzas…
Sin decir palabra ninguna, simplemente con un triple giro de puño hice que los Guerreros se situasen en tres líneas de a uno formando tres lados en Angulo, dejándonos en el centro entre las líneas, a Mina, Amaratha, yo mismo y una decena de Guerreros con tres magos. Unos aproximadamente quince mil guerreros Lantares esperaban para lanzarse sobre nosotros una orden de sus jefes, e incluso en esto me di cuenta de que habían cambiado, ya que cuando iniciaron su ataque, no fue algo masivo con todos al galope contra nosotros como yo esperaba, sino que fue una carga bien organizada, con los guerreros justos como para no estorbarse entre sí, pero si con los suficientes como para ser muy superiores en número a nosotros y no tener problemas. Los Lantares sufrieron tres desagradables y aterradoras sorpresas en cuestión de apenas veinte segundos…
- La primera sorpresa les llego cuando retire los conjuros de ilusión que nos protegían y que sus hechiceros, al igual que Mina y Amaratha, habían sido incapaces de notar. Apareciendo ante ellos con todo su horror, el hecho de estar cargando contra “Guerreros Khulgan” y lo que esto podía significar para su pueblo si de verdad era yo el hombre que sobre un Hrull los observaba desde el centro de la formación defensiva que trataban de atacar.
- La segunda sorpresa, les surgió de bruces en la propia formación de mis Guerreros en el momento de por su parte cargar también contra ellos… ya que estos pasaron de una única línea, a ser esta de tres en fondo, lo que significo, que en solo un segundo se habían triplicado las fuerzas a las que se enfrentaban. No creo que el ver como de repente el triple de Guerreros Khulgan de los que creían se abalanzaban sobre ellos como lobos sedientos de sangre, hiciese mucho porque mantuviesen su sangre fría.
- La tercera, última y definitiva sorpresa, se la llevaron cuando desde la retaguardia, ambos flancos Lantares, pudieron observar como próximos a caer sobre ellos aparecían en dos grupos idénticos, casi un Millar largo de Magos y Guerreros Khulgan. Y escindiéndose de estos grupos, dos pequeños pelotones de una treintena de Guerreros se dirigían a toda velocidad sobre los Guerreros Lantares que pensaban ser el cierre de la trampa que nos habían tendido. De hecho estos fueron los que iniciaron la cadena de pánico, al tratar de escapar de sus perseguidores usando incluso sus propias líneas como obstáculo, mientras cabalgaban dando chillidos de miedo con el nombre de los “Khulgan” y “Vhaalzord el Nigromante” partiendo constantemente de sus labios.
Si esta maniobra se sus propios guerreros al escapar, descoloco un poco inicialmente a las líneas Lantares que estaban tratando a su vez de girar para ver de hacer frente a los Guerreros que les caían desde su espalda, fue el primer choque real con estos el que decidió la batalla. De ser algo medianamente organizado pese a la absoluta sorpresa de la aparición de más fuerzas hostiles por su espalda, paso a convertirse en una especie de sálvese el que pueda al verse atacados por Khulgan desde dos direcciones diferentes y opuestas, sobre todo cuando la primera línea tanto al frente como a la espalda, cayó en el primer cruce de aceros. El caos subsiguiente que se generó solo consiguió que el trabajo de exterminación de los Khulgan fuese aún más sencillo, siempre era más fácil ensartar con la espada, el hacha o la lanza la espalda de alguien que huía, que el pecho de quien te hacia frente, sin que por ello fuese a cambiar en absoluto el resultado final, o sea, un Lantar muerto.
Tres horas más tarde, más de diez mil Lantares yacían muertos, por no decir destripados o algo peor, sobre el suelo del sitio donde creyeron poder emboscarnos. Nuevamente con la escolta de tres centenares de Guerreros y Magos nos pusimos en marcha hacia los bosques de Khar-Tol-Khild para crear la última de las puertas que se abrirían al mundo desde el Templo de Nauruem. Mientras que nuestra columna avanzaba, rematando cuanto herido Lantar nos cruzábamos, el resto de las fuerzas que convoque, divididas en cinco grupos, procedían a la completa exterminación de la Nación Lantar en ese territorio y la de todo aquel que escapando hubiese logrado llegar a los territorios vecinos. Paradójicamente, solo se iban a salvar las dos aldeas que por una especie de milagro habían decidido no mandar guerreros contra nosotros, y por el contrario optaron por escapar hacia el territorio de sus parientes Ekates. Del mismo modo y pese a también será Lantares, ni Ekates, ni Khorisas iban a ser molestados por mis Khulgan en su razzia de extermino.
Lo peor del bosque de Khar-Tol-Khild, no fue su espesura o el hecho de vernos obligados por eso mismo a reducir nuestras escolta al mínimo de una docena de Guerreros y dos Magos, no, lo peor fue dar con el lugar adecuado para la puerta. Para nuestra “desesperación”, tardamos algo más de dos meses en conseguir un sitio optimo que cumpliese con los requisitos necesarios para poder ocultarla… reconozco que fue total, y absolutamente enervante ver como sitio tras sitio que Mina o yo proponíamos como emplazamiento, se nos caía por uno u otro motivo. Al final, y pese a no gustarnos a ninguno, conseguimos el lugar perfecto en las estribaciones del bosque sobre las Gigantescas Montañas del Norte, un sitio prácticamente impracticable para poder acceder aun por error si no se conocía que estaba allí y con el que dimos por absoluta chiripa.
Desde allí nos dirigimos hacia territorio Talkinq, ya que Mina quería presentar sus respetos tanto a su aldea, como a las miembros del triunvirato. Pesaba aprovechar el hecho de que en esos días, parecía que las Talkinq estaban realizando una gran reunión de aldeas en las cercanías del gran bosque. Ni que decir tiene que no aparecimos de repente y por sorpresa dada la compañía que llevábamos como escolta, una treintena de Guerreros y Magos Khulgan a petición expresa de Mina, que no quiso que el numero fuese mayor, para según ella… “no resultar amenazante”. Entramos en la aldea como si fuésemos de ella de toda la vida, con todos los ojos Talkinq fijos en lo que llevábamos a nuestras espaldas, eso si, con sus manos visiblemente alejadas de cualquier cosa que remotamente pudiese parecer una arma. Luego de despedir a nuestra escolta y observar como de aliviado respiraba repentinamente todo el mundo a nuestro alrededor, presentamos nuestro estandarte ante todas las jefas de Clan, quienes aparentemente y tan solo por casualidad, se encontraban allí. Obvio decir que Mina había sido quien se encargó de advertir al triunvirato, que más les valía que la Gran Matriarca de cada una de las aldeas estuviese esperándonos en la Aldea de la reunión del triunvirato.
El presentar el estandarte ante ellas como mío y que desde ese momento cuando lo alzase siempre acudiría con escolta, hizo realmente innecesaria la advertencia de que más valía que nadie se cruzase en mi camino o el de mis dos compañeras salvo para levantar la mano a nuestro paso y saludar. Lo cierto es que todo estuvo a punto de terminar muy, pero que muy mal, cuando una de la Matriarcas, repentinamente adujo que si bien era obvio que tanto La Bruja Roja, como Vhaalrzord el Nigromante merecían un respeto más que elevado, no creía que fuese lo mismo con “la persona que nos acompañaba”, y lo recalco, para que imaginéis el tono de voz en que lo dijo pese a lo respetuosa que trato de parecer la frase. No os hacéis idea de lo enorme que es la Gran Tienda de Reunión que la Talkinq levantan para los Grandes Consejos de la Matriarcas de sus clanes, y lo pequeña que puede llegar repentinamente a parecer, cuando aparece en ella como de la nada, un enorme y furiosísimo Dragón Reina… La verdad, es que quedo muy bien el paripé que hicimos ante las Matriarcas, especialmente el numerito de casi a la altura de los pechos de la matriarca que hizo tan inoportuno comentario, sujete con mi mano el extremo de la garra central de la pata delantera derecha de Amaratha, que parecía querer abrir en canal a la Matriarca…
- Vale Amaratha, ya está bien, por favor, recupera tu forma humana de nuevo… y por los dioses, no se te vaya a ocurrir exhalar fuego aquí adentro o nos achicharraras a todos… -dije sonriendo irónico a las Matriarcas.
- Está bien, pero no me gustan que me desafíen de ese modo… o que me traten como si fuese estúpida… -su voz sonó aún más rasposa y metálica de lo normal, cosa que evidentemente, ella estaba haciendo de cara a la galería.
- No te preocupes, creo que ya has dejado demostrado ante las matriarcas, el porque te mereces el mismo tipo de respeto que Mina o yo mismo –replique irónico mientras miraba como las matriarcas, tragando saliva como podían asentían ante cada palabra mía.
- Aun así… aun esta lo otro… -me replico, moviendo la cabeza para mirarla a todas, una por una mientras de sus fauces salían pequeñas nubecillas de vapor-, ahora conocen nuestra existencia.
- Que no te preocupes Amaratha, todas estas mujeres tienen conocimientos y secretos sobre sus espaldas, que se hacerse públicos podrían poner en un gran riesgo a su pueblo. Este no es ni el primero, ni el más importante secreto que hubiesen tenido que guardar… Y recupera ya tu forma…
- Madres –avanzo Mina, atrayendo la atención de las matriarcas sobre ella-, se paga con la muerte de todo el que los haya visto o sepa de la existencia del Pueblo Dragón. Amaratha, para que os hagáis una idea, de ser Talkinq estaría directamente en el siguiente escalón al del Gran Triunvirato y muy por encima de cualquier matriarca, sanadora, hechicera o cualquiera otra… Antes de irnos, Val y yo os lazaremos con un conjuro de atadura especifico que os evitara el poder revelar este secreto… Solo el Gran Triunvirato se vera libre de ello y podrá revelarlo a sus sucesoras, del mismo modo que en su día, mantuvo el de la existencia de Val por el mundo y los demás relacionado con él.
Obviamente, Mina cuando lanzo esa pulla, se refería al único gran secreto sobre mí que aun guardaba el Triunvirato como si fuese Oro, la presencia de mi sangre en los genes del Clan Esghiberdh, el Clan de Dhi y de mis hijas, de las cuales era descendiente directa por ambas partes la propia Mina. Tras dejarlo todo atado, y bien atado, partimos de allí rumbo al a puerta del bosque de Khar-Tol-Khild. Tras alejarnos, internarnos en el bosque y reponer nuestra escolta de Guerreros, Mina y yo no pudimos evitar preguntar a Amaratha por el numerito que había montado al transformarse ante las Matriarcas. Su contestación, fue típica de Dragón, dijo “simplemente porque por algún sitio humano teníamos que empezar a dar a conocer a mi raza”. Mina y yo simplemente nos miramos, porque dada su entonación, o como nos había respondido, ya sabíamos que no sacaríamos nada mas de ella al respecto, había dejado claro que era una de esas cosas de Dragones que no había forma de que nosotros como humanos pudiésemos comprender con facilidad. Y antes de que saquis conclusiones, o dire que el hecho de que las Talkinq fuesen el pueblo de Mina, o de que arrostrasen aun secretos relacionados con nosotros sin que nunca se hubiesen revelado, si influyo en Amaratha, os garantizo que fue algo tan mínimo que no merece la pena tenerlo siquiera en cuenta. Tras esto regresamos al Templo a través de la puerta del bosque.
Durante los cincuenta años siguientes, salimos poco de la isla de Nauruem, dedicándonos esos años a forjar de cerca nuestra alianza con dicho pueblo. Nuestras salidas al mundo simplemente fueron a modo de recordatorio de nuestra existencia, hicimos flamear un poco nuestro estandarte por los diversos continentes, los Khulgan en el proceso mataron a varios cientos de sujetos poco agradables, etc., etc., etc… Nada que se saliese de nuestros planes a medio o largo plazo para el mundo.
EPILOGO
Aun a día de hoy, no he logrado dar con el libro de Hechizos del maldito, mientras que el de Rezos continúa su viaje continuo en el pozo de lava del Reino Dragón del Sur, un sitio donde nadie sería capaz de ponerle las manos encima con excepción de un día concreto cada varios centenares de años, día en el que por cierto, yo estaré presente en el pozo con el fin de asegurarme de que nadie pueda alcanzarlo. Cualquier noticia que aparezca o nos hagan llegar sobre su posible ubicación, es rápidamente investigada, del mismo modo que ante la menor duda de la procedencia de algún hechizo con características extrañas. Cualquiera que use el libro, que trate de resurgir el culto del Dios Loco o simplemente haga impostura de cualquiera de nosotros tres o del estandarte que portamos, será exterminado sin piedad, iniciándose su caza desde el mismo instante de enterarnos… Y creedme, que el que caiga vivo en nuestras manos en uno de estos incumplimientos, más le valdría no haber nacido.
Si bien durante los primeros cincuenta años usamos poco las puertas para pisar los demás continentes excepto para casos excepcionales, sin embargo sí que hicimos profusión de uso de las que yo podía crear entre los diversos mundos creados por Nakriss, mi padre. Otra cosa que obtuvimos los tres de esas visitas, fue una perspectiva general del modo en que podría avanzar la civilización en nuestro mundo, y no en todos los casos fue algo halagüeño. Una de las pocas cosas que tuvimos muy claras y que en prácticamente todas las ocasiones de repetía, era el problema a largo plazo del aislamiento de los Nauruem. Buena parte de esos cincuenta años los usamos para tratar de ir modificando lentamente la mentalidad de las nuevas generaciones de la Isla sobre el “aislamiento” de su pueblo. Los tres éramos conscientes de que a medida que avanzase la civilización, con sus nuevos inventos, los Nauruem deberían de abrirse al mundo para no quedar tecnológicamente muy retrasados y terminar por ser algo obsoleto que al final terminaría por sucumbir, despareciendo de la historia al igual que otros muchos pueblos que no supieron adaptarse. Nuestras prioridades a medio plazo para Amaratha, Mina y yo, pasaban por el desarrollo aperturista de los Nauruem, el preparar al mundo para la existencia de los Reinos Dragon, el mantener la magia activa sobre el mundo, seguir mostrándonos de vez en cuando bajo nuestro estandarte por los diferentes continentes, y finalmente, seguir explorando los mundos de mi padre para poder aprender de sus éxitos tanto como de sus errores.
Entre los mundos visitados, obviamente también ha estado el vuestro, la Tierra. Mundo interesante con sus carruajes metálicos sin caballos, vuestros monstruos de metal que vuelan, o la misma clase de gente amiga de lo ajeno que te saca un arma para quitarte lo que no les pertenece… ¿Que pensabais, que solo existíais vosotros y vuestra ciencia? ¿Qué no existe nada más que lo que se puede medir y tocar? Como creéis sino que podríais estar leyendo esta historia. La magia existe, al igual que otros muchos mundos en diferentes planos del universo y con los que quizá un mundo sin magia nunca pueda llegar a cruzarse. De momento, no creo que ninguno de los tres pueda decir que alguna de las visitas que hemos hecho a otros mundos haya sido en vano o inútil totalmente.
Aunque reconozco que en este caso de vuestro planeta, la visita fue más una maldición que otra cosa, os juro que aunque me desagrada sobremanera el modo en que la civilización se ha desarrollado en vuestro mundo, sin embargo, Mina y Amaratha no parecen opinar igual, a ambas parece enloquecerlas eso que vosotros llamáis… “ir de compras”… y que sin duda más parece una tortura diseñada para hacer sufrir al género masculino por las mujeres que otra cosa. Es creo, lo único que ha generado algún tipo de discusión entre los tres, ellas por un lado y yo por otro, en las visitas que hasta el momento hemos realizado a los mundos creados por mi Padre. Por fortuna en el caso de nuestro y el vuestro, el Oro sigue siendo Oro en cualquier lado, y parece que lo de venderlo en ciertos ambientes, también es algo extendido en los mundos de mi padre… o en casi todos, y el vuestro no es una excepción. Creo que he perdido la cuenta de cuanto Oro habremos cambiado ya para “esas cosas de ellas” que siempre terminan llevándose en cada visita.
Por cierto, que también en vuestro mundo esa clase de gente a la que le gusta lo ajeno, chillan como si fuesen niñas cuando un Guerrero Khulgan les atraviese con su espada y luego los alza en vilo para comenzar a desmembrarlos. Ni decir tiene de la magia, que por lo que se ve en vuestro mundo en algún momento fue completamente olvidada… el terror que parece generar cuando quien se cree el más fuerte se está quemando vivo gracias a mis conjuros… En fin, os confieso que son los únicos instantes en vuestro mundo que resultan medianamente interesantes para mi… Pero esos viajes a vuestro mundo, a otros mundos, o el modo en que se desarrolle la civilización en el mío, eso es otra historia muy diferente a esta que he contado y que del mismo modo quizá algún día también me decida a plasmar para que pueda ser leída...
FIN…
Vhaalzord, el Nigromante.