Crónicas de Vhaalzord - Libro 27 (final) - 3
Para mi muy desagradable sorpresa, estando de descanso en el Templo, se presentan Shless, Gran Nahkkar del Reino del Norte, junto con Rhalrhaz, Nahkkar Negro del Reino del Sur, y probablemente el más poderoso de todos los Dragones
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 27
Capítulo- 3
Llevábamos ya dos días descansando en el Templo de la Isla de Nauruem, Amaratha parecía estar muy distraída y por algún motivo parecía evitarme. Por el contrario, después del polvazo que Mina me hecho en el Imperio de Tharkand un par de días antes de que pudiésemos crear la Puerta al Templo, esta no hacía más que gruñirme cada vez que me acercaba o se me ocurria tan solo sonreírle. Estaban las dos de lo más extraño conmigo, para más confusión por mi parte, no es que yo me encontrase tampoco excesivamente bien, no parecía empezar a recuperarme del cansancio como debería. Por si todo esto no resultase suficiente problema, mis pequeños vigías instalados alrededor del Templo, me advirtieron que se acercaban visitantes…
Unos minutos después, ante mis atónitos ojos, Shless y R’halrhaz alcanzaban la gran terraza superior del templo, cambiando instantáneamente de su forma Draconiana a la Humana, formando su habitual Guerrero con Armadura completa del color de sus escamas. Según su respuesta a mi pregunta sobre el motivo de su visita, ambos estaban allí por orden expresa de sus respectivas reinas, los dos debían de ver lo antes posible a Amaratha, que según deduje por sus palabras, para ambos reinos se había convertido en algo así como su “Suma Sacerdotisa”… más o menos, y todo ello dentro de esas cosas raras de Dragones. Creo recordar que me limite a indicarles donde estaba, avisar mentalmente a esta y rascarme la cabeza pensando ¿Qué coño era lo que estaba ocurriendo con los Dragones para que estos dos apareciesen por allí de improviso?. Apenas tardaron los dos una hora o poco más en acudir a mí para explicármelo, y casi hubiese preferido que no lo hicieran.
Según me dijeron ambos, estaban allí por petición expresa de Amaratha a Margatta, quien envió a R’halrhaz de inmediato en cuanto supo lo que ocurria. La reina W’xalrd por su parte, según Shless, también se enteró de algún modo, el sospechaba que gracias a lo cercana que esta parecía estar a Amaratha. Lo que ambos vinieron a decirme en definitiva, es que mi increíble y maravillosa Amaratha, estaba otra vez entrando en un nuevo ciclo de Celo… y que en realidad estaban allí por mí, lo que me dejo literalmente con la boca abierta. Por supuesto les pedí explicaciones y no precisamente sobre esto último que parecí no asimilarlo o no querer hacerle caso tomándolo como una de esa cosas extrañas de Dragones. Mis indagaciones fueron sobre Amaratha, ya que puesto que acababa de pasar por uno de sus periodos de celo hacia relativamente poco, esto no debería de estar ocurriendo nuevamente hasta dentro de unos años… Fue R’halrhaz quien me lo explicó con un tonillo zumbón que me resulto ciertamente molesto… solo le faltó reírse…
- Si, lo normal es que un Dragón hembra, y especialmente una Reina, tras un ciclo de celo pase unos años dentro de la “normalidad”…
- ¿Qué quieres decir con eso de “normalidad”? –pregunté, mosqueado por su entonación.
- Pues que hay ciertas excepciones. Una de ellas es cuando una Reina entra en celo, en algunas ocasiones al término de este, ha provocado una especie de “arrastre” en otras hembras que se encontraban cerca, especialmente con las que ya andaban próximas a su propio ciclo…
- Bien, pero este no es el caso, que yo sepa ni Margatta, ni por supuesto aun W’xalrd han estado en celo desde que paso por el proceso Amaratha y tengo entendido que el de las demás hembras no afectarían a un Reina, o antigua Reina… ¿no?
- Sí, es cierto, pero aún hay otra anomalía al respecto, aunque solo ha ocurrido una vez en toda nuestra historia… Una única vez, en la que varias hembras, incluida una reina, se vieron arrastradas a su periodo de celo sin haber llegado aún a él…
- Entiendo, fue la otra Reina, pero aquí eso no ha pasado… -Repliqué a R’halrhaz
- No fue una hembra quien lo provoco, sino un macho. Él fue quien arrastro a las hembras al celo, reina incluida… -intervino muy serio Shless, le mire temiendo lo que podía seguir.
- Fue un Dragón Blanco el que desencadeno el problema en esa ocasión… Y según parece, en esta ocasión, tú eres el responsable… -añadió socarrón R’halrhaz
- Pero yo no he hecho nada… -me defendí.
- Eso no tiene la menor importancia… El apareamiento entre nosotros no es algo que se parezca a lo que hacen los humanos, cuando una hembra entra en fase de celo, los machos nos vemos impelidos a aparearnos con ella… -dijo R’halrhaz.
- Entonces vosotros dos venís a… -me paré allí, no muy seguro de si me gustaba eso o no.
- No, y por eso mismo nos han enviado, ambos somos lo suficientemente poderosos como para rechazar la tentación que representara la Sacerdotisa… Estamos aquí para evitar que ningún Dragón macho se pueda aproximar siquiera a ella…
Lo cierto es que me dejaron de piedra, porque yo asumí que el problema sería yo, que si me transformaba en Dragón Blanco, y dado que Amaratha era mi compañera Dragón pudiese atacar a cualquier intruso durante el periodo de celo de esta. Sin embargo, por lo que ambos me informaron, el problema era el opuesto, no era yo quien les preocupaba si algún otro macho entraba en liza para aparearse. Las dos Reinas temían que Amaratha matase a quien se interpusiese entre ambos o que tratase de ocupar mi lugar, tal y como ya ocurrió la única vez anterior que pasó esto. En esa ocasión más de ochenta Dragones macho cayeron entre las garras de las hembras cuando trataron de aparearse con ellas, quince más fueron destrozados por la Reina por ese mismo motivo, tan solo permitieron acercase y aparearse con ellas al Dragón Blanco que inicio todo.
Entendí la idea de ambas reinas, si bien estábamos lo bastante lejos como para no atraer a ningún Dragón, en caso de que alguno se presentase, ninguno de ellos en su sano juicio se enfrentaría a R’halrhaz o a Shless si podía evitarlo, muchísimo menos, a ambos a la vez. No dije nada, pero dada la longevidad de Margatta, se podía asumir sin temor a error que ella fue una de las dos Reinas en aquella ocasión, lo que no sabía, y ciertamente, tampoco he conseguido saber nunca, es cuál de las dos, si la que entro en celo, o la que vio todo el proceso desde fuera sin poder hacer absolutamente nada. En cualquier caso, tuve claro que ambas reinas debieron pensar lo mismo y por eso mandaron a alguien capaz de mantener la zona despejada de machos sin verse afectados por Amaratha.
El caso es que tres o cuatro días después de llegar ambos Dragones, Amaratha por fin entro en periodo de celo, no sé si tardaría por mi parte más de media hora en transformarme en un salidísimo Dragón Blanco sin que pudiese evitarlo… Y eso que el modo de mirar de Mina daba autentica grima… siendo Dragón y todo. El caso es que después de la experiencia con Amaratha, tuve que replantearme todo lo referente al sexo duro entre humanos que conocía, era como para niños de teta comparado con lo de los Dragones. Se aparean en vuelo, si, se puede llamar aparear, follar o como se quiera, pero allí lo principal aparte de meterla en caliente como se suele decir, consistía en usar las garras para sujetarse a la pareja, las mías sobre Amaratha y las suyas sobre mí. Por suerte las escamas de los Dragones son duras como el diamante, y pese a nuestro estado febril en ningún momento dejamos de lado nuestros escudos de defensa, obviamente anclados a mi fuente interna… Porque pese a todo, la forma de sangrar ambos mientras follábamos en el cielo, creo que por lo que nos dijeron los testigos, Mina, R’halrhaz y Shless, creían que terminaríamos matándonos mutuamente.
Por fortuna tras corrernos ambos de modo agónico, Amaratha de forma casi instantánea y repentina dio por terminado repentinamente su periodo de celo… Con grandes esfuerzos ambos, completamente agotados por el esfuerzo, terminamos aterrizando en la terraza del templo ante los tres “mirones”. Pero las cosas no es que se pusiesen mucho mejor una vez estuvimos en la terraza, ya que trataron de evitar que recuperase de inmediato mi forma humana, del mismo modo que Amaratha también permanecía aun en su forma natural de Dragón. Para mi sorpresa, quien más énfasis puso en ello fue la propia Mina, cosa que no entendí hasta que me explicaron los motivos. Tanto Amaratha como yo presentábamos profundas huellas en nuestras duras escamas coriáceas de los lomos, lo que si bien en su caso no tendría mayor importancia al ser el cuerpo de Dragón el “natural”, en mi caso, de transformarme en humano, este sí que adsorbería semejantes daños al ser para mí el “natural”. Esto supuso, que gracias a las dulces caricias de mi amadísima Dragona, no me quedo otra que permanecer como Dragón Blanco durante cuatro larguísimos días. El motivo, es que mientras que para Amaratha, R’halrhaz o Shless, el adoptar la forma humana era como el respirar, yo por el contrario, tenía que estar en todo momento consciente de mantenerme en mi forma de Dragón.
Esto supuso para mi cuatro días en los que apenas pude dormitar mientras alguno de los cuatro montaba guardia a mi lado, en cuanto me medio dormía mi cuerpo trataba de recuperar su forma natural, por lo que no tenían más remedio que despertarme. Cuando cuatro días después, por fin pude recuperar mi forma, no lo hice tan tranquilamente, en realidad, para los dragones aún era demasiado pronto, pero dado que Mina y Amaratha eran poderosas hechiceras que dominaban un buen número de conjuros de curación, los dos Dragones macho aceptaron que adelantase mi “recuperación”. Necesite de varios de los más poderos conjuros de Mina, alguno de los cuales yo le había enseñado, y el apoyo del poder oscuro de Amaratha para poder curarme la gran cantidad de heridas superficiales que aún mantenía tras el apareamiento en forma de Dragón. Aunque los dos Dragones se marcharon a los dos días, nosotros aun estuvimos en el templo descansando durante dos semanas… Aunque más correcto sería decir, que ese fue el tiempo que ambas “compañeras” me impusieron para aceptar seguir con nuestros planes.
Ni que decir tiene, que las dos muy serias, me instaron a empezar a acostumbrarme a usar mi forma de Dragón lo antes posible, ya que según me aseguro Amaratha con gestos de asentimiento de Mina, no podíamos saber cuándo volvería a afectarla y acelerar de nuevo su proceso de Celo. Incluso los tres Dragones cuando hablamos del asunto, se sorprendieron por el tramo de tiempo tan escaso en que Amaratha estuvo en esta ocasión con el celo, lo que vi que les preocupo bastante a los cuatro, pero especialmente a ambas “mujeres”, que parecieron mirarse como si comprendiesen algo repentinamente. Al final Amaratha junto con Mina, me explicaron que quizá, y solo quizá, el despertar del celo de Amaratha procedía de las veces que Mina y yo follábamos…, lo que influía en ella como “Hembra” mía que se consideraba. Para Mina, cosa que me extraña mucho, aunque nunca se me ha ocurrido tratar de indagar, el que yo me folle a Amaratha en forma de Dragón cuando esta entra en celo, o bien, cuando simplemente quiere un polvo… no parece molestarle en absoluto. Y si, leísteis bien, follo con Amaratha cuando simplemente le apetece… aunque eso es adelantarnos mucho en el tiempo, porque en la época que estoy narrando, esa idea era del todo impensable para cualquiera de los tres.
Dejando de lado tan engorroso asunto, debo decir que regresamos nuevamente a Tharkand usando la puerta creada, y nos pusimos en camino rumbo hacia la capital, con la intención de tratar de llegar hasta el Emperador. Nuevamente confiábamos en que el sello del poderoso Imperio de Khrissa nos abriese las puertas necesarias. Lo que ni por un solo instante ninguno de los tres llegamos a imaginar siquiera, fue que nada más atravesar las puertas de la ciudad, fuésemos interceptados por un mensajero escoltado por varios soldados de la Guardia Imperial. El mensaje escrito que nos entregó resulto ser bastante escueto, tan solo indicaba el deseo del actual emperador de que como “aliados” que éramos, fuésemos sus invitados durante el tiempo que decidiésemos permanecer en su capital… Resulto obvio que de algún modo, el Emperador sabía perfectamente quienes éramos, obviamente nuestras sospechas se dirigieron de inmediato hacia el actual rey de Qhorit. Evidentemente, decidimos no rechazar la oferta, que por otro lado, nos habría de par en par el acceso pacifico al Emperador.
Durante los dos días que pasamos en el palacio a la espera del regreso del Emperador, que según su senescal, se encontraba de regreso de una visita a una de las principales del Norte, averiguamos por ejemplo, que este antes de partir había dejado instrucciones muy específicas con respecto a nosotros en caso de que finalmente apareciésemos. También que corrían rumores sobre lo acontecido, tanto en la isla de Nauruem con los Malkards, como en Qhorit, con lo ocurrido con el regente y su rey, el cual actualmente se encontraba firmemente sentado en su trono. Según los rumores, en ambos casos había estado implicado tanto Vhaalzord el Nigromante, como la famosísima Bruja Roja, además de alguien a quien definieron como… “la dama blanca”, por el largo vestido de tan prístino color con que los testigos la habían descrito… Me quedo claro, que cuanto menos la parte de mi plan de dar a conocer al mundo que no era una leyenda, sino que en verdad existía… parecía estar cumpliéndose perfectamente. Algo que tanto Mina, como Amaratha y yo también sabíamos, es que esto iba de desembocar también en tener que “tratar” con los más que probables “dobles” que nos iban a surgir para intentar aprovecharse del “tirón” de nuestros nombres… Ni que decir tiene, que si en algo estábamos completamente los tres sobre nuestros planes, era en el modo de tratar a semejante… “pieza de caza”.
Por el contrario a lo que nuevamente supusimos, no fuimos recibidos en ninguna audiencia abierta, sino que nos condujeron a una cámara privada donde el Emperador de Tharkand nos esperaba. Cuando nos facilitaron el paso a la estancia, la imagen no pudo ser más sorprendente, el Emperador se encontraba sentado tras una enorme mesa, con varias velas frente a él, y atendiendo lo que parecían ser documentos oficiales. Tras de su silla, situado a su izquierda, medio inclinado hacia adelante con una enorme carpeta de piel en su mano derecho, se encontraba quien ya sabíamos que era el primer ministro. Si levantar la cabeza, con voz clara y tono neutro, el Emperador nos instó a que tomáramos asiento y esperásemos un segundo mientras el terminaba de despachar los dos últimos documentos que según nos dijo le quedaban aún por ver. Tras menos de cinco minutos, y mientras que su primer ministro recogía todo lo que había sobre la mesa, el Emperador se recostó en su silla acolchada, mirándonos fijamente a los tres…
- Vhaalzord el Nigromante, La Bruja Roja, y supongo que esa señora que os acompaña –señalo hacia Amaratha-, es la actualmente no menos famosa, Dama Blanca –me fije en como el Primer Ministro miro con disgusto al Emperador.
- Así es, aunque creo que vuestro primer Ministro no parece estar muy acorde con vuestra opinión, Majestad… -dije en tono suave.
- Y yo le entiendo e incluso normalmente diría lo mismo que él, excepto que como ya sabéis, yo cuento con alguna ventaja proporcionada por mis antepasados. Mi querida y muy admirada antepasada, Samirna, La Primera Emperatriz de Tharkand, y su hija, la no menos Admirada Emperatriz Khala, dejaron escritos en nuestro libro, datos muy concretos sobre como poder reconoceros… Algo a lo que como ya sabéis, únicamente el Emperador y su heredero tienen acceso, por ello mi primer ministro, esta tan… “distanciado” de mi opinión.
- Si, ciertamente, conociendo a ambas, me creo efectivamente que dejasen tras de sí el modo de que sus sucesores, no se… “confundiesen” a la hora de volver a tratar conmigo. Pero eso no me aclara, como es que hemos sido recibidos por su guardia e invitados cordialmente a esta… reunión.
- Llevo esperándoles desde que desembarcaron en nuestras costas, aunque para mi sorpresa, en lugar de dirigirse directamente a la Capital a verme, los tres se adentraron en las montañas de Tharkand, donde confieso que mis hombres, enseguida les perdieron la pista. Y no han vuelto a dar con ustedes, hasta el mismo momento en que salieron de las montañas en dirección a la capital. Cuando me informaron, decidí tomar medidas para evitar que nuevamente pudiesen desaparecer sin hablar antes conmigo…
- Luego entonces, su interés no es mera curiosidad, sino que es que ocurre alguna cosa que cree que yo debo de saber… ¿no? –pregunte entornando los ojos.
- Exactamente… en este caso no es nada referente a Tharkand, si no a Khrissa, la emperatriz me hizo llegar la petición de que si usted aparecía por aquí, le pidiese que por favor se dirigiese cuanto antes a verla… Me pidió que le refiriera que era un problema, con la biblioteca… -me miro intrigado.
Tras decirme eso, no espere ni medio segundo, empecé a explicarle al Emperador el motivo de mi visita y lo que quería de él, ante el rostro cada vez más escandalizado del primer ministro. Hice entrega al Emperador de un objeto mágica ideado por Amaratha, que permitiría a este enviarme mensajes complejos en caso de necesidad. Una vez usado el mismo regeneraría lentamente si poder mágico, tenía capacidad para suficiente para usarse hasta en tres ocasiones sin periodo intermedio de “recuperación”. Una de las principales “premisas” que plantee al emperador, fue el hecho de que cuando tanto mis compañeras como yo nos moviésemos por Tharkand, emplearíamos el estandarte con el mismísimo escudo Imperial, algo que teóricamente según sus leyes, solo le estaba permitido usar al Emperador, o a alguien especialmente indicado por él. Al primer ministro se le pasaron repentinamente todas sus objeciones, cuando al instante de marcharnos, convoque nuestras monturas y escolta. Si los Tres Hrull de momento ya dieron un susto de muerte a más de uno de los presentes, los dos magos y la treintena de Guerreros Khulgan que lo hicieron tras nuestras monturas, poco menos que desato el pánico.
Rápidamente, en las manos de sendos Khulgan aparecieron los dos estandartes flameando ante una leve brisa mágica. El jinete tras Mina portaba el de Tharkand con el Escudo Imperial en todo su centro, y el que se situó tras de mí, el que había creado a petición de Mina y Amaratha… Un enorme rectángulo de Seda Roja con una gran Luna Negra en su centro, luna que cuando la tela flameaba parecía adquirir proporciones reales de fondo y profundidad… Pareciendo casi, casi real… Una cosa que cuando creamos el estandarte los tres decidimos tener muy claro, es que su uso por quien no fuésemos nosotros se pagaría con la muerte y la destrucción, fuese quien fuese, algo que nos encargamos de advertir a todos aquellos con quienes nos reunimos en esa época, Reyes y Emperadores incluidos… y os garantizo que ninguno de ellos nos tomó a broma. Partimos de palacio atravesando la capital ante las horrorizadas miradas de todos aquellos que se cruzaban con nosotros, y que incluso de forma violenta se apartaban a toda velocidad de nuestro paso. Como siempre digo, si hay algo que cualquiera es capaz de reconocer en el mundo, es un Khulgan, y las historias sobre ellos, repentinamente se vuelven completamente reales, por muy fantásticas que pudiesen parecer.
Es fue la tónica general durante todo nuestro camino, el que la gente hiciese cualquier cosa, incluso tirarse a un rio desde lo alto de un puente por el afán de desaparecer de nuestro alcance. Dado que las patrullas de soldados se replegaban a nuestro paso, sin interponerse, e incluso ayudaban cuando nos oteaban a despejar los caminos, supusimos que el Emperador debía de haber previsto algo así incluso antes de nuestra visita. Otra cosa realmente graciosa, fue cuando alcanzamos nuestra meta final, el puerto de S’amar, en la costa occidental, donde con el puerto atestado de barcos, cuando preguntamos nadie parecía trabajar o conocer a ninguno de los tripulantes de los mismos. Lo cual era gracioso, pues incluso hombres con las típicas ropas de mar, con la piel curtida por los vientos y el salitre, se definían entre las más variopintas profesiones, a cual más alejada del más mínimo conocimiento naval. Decir que se mostraban nerviosos cuando nos dirigíamos amablemente a alguien, es ser extremadamente generoso, al principio más de uno y de dos empezaron a temblar convulsivamente, tardamos casi dos días en poder ir relajando la cuestión y que la gente nuevamente comenzase a “aparecer” por el puerto.
Finalmente conseguimos pasaje en un gran barco mercante cargado hasta los bordes de mercancía de primera calidad y de lo más caro que se pueda uno suponer, que pensaba realizar su viaje sin apenas una escolta más allá de unos pocos guardias embarcados. Obviamente, supusimos que tal cantidad y calidad de carga en un solo barco y prácticamente sin protección, tenía un motivo muy claro, nuestra presencia a bordo. Los armadores y el capitán tenían toda la intención de maximizar sus beneficios aprovechando nuestra presencia a bordo, y mirado objetivamente… ¿Quién se iba a atrever a atacar un barco en el cual viajaban con absoluta certeza Vhaalzord el Nigromante y la Bruja Roja?... Dicho esto sin menospreciar para nada a Amaratha, ya que la Dama Blanca en esa época aun no era, ni muy conocida, ni temida como llegaría a serlo más adelante. El viaje transcurrió prácticamente sin incidentes, usamos algo de magia para poner en las velas una suave brisa que nos llevó de forma idónea para la navegación del barco.
El único punto negro, lo puso uno de los “guardias” que bebió por encima de lo recomendable, y encontró a Amaratha de lo más… “atractiva” y una hembra perfecta para él. No es que Mina no le gustase, no, lo que ocurrió es que pese a su estado de embriaguez tuvo la suficiente inteligencia como para evitar hacer el tonto con la Bruja Roja, en su lugar, se fue a por la más “débil”. El pobre infeliz trato de dar cariño por sorpresa a Amaratha, sorprendiéndola por la espalda y tratando de tirarla al piso a la vez que separaba sus piernas. Lo cierto es que lo hizo en un sitio, donde su acción fue observada e incluso alguno de los presentes trato de moverse rápidamente para detenerlo… sin conseguir más que dar un par de pasos antes de parar horrorizado ante lo que veía.
La muy dulce Amaratha comenzó tras liberarse por romperle ambos brazos, de seguido le arranco los ojos, para después según ella harta de sus berridos, hacer lo propio con la lengua. Procedió luego a caparlo de un modo especialmente cruel, para seguir arrancándole el corazón, metiéndoselo en la boca mientras este aun latía, para finalmente, arrojar lo que quedaba del “pobrecito” por la borda… Tras limpiarse las manos, miro a todos los presentes, preguntándoles con una dulcísima sonrisa, si alguien más tenía ganas de follar con ella sin su consentimiento… Todos negaron con la cabeza de forma violenta, sin ser capaces de soltar un solo sonido por sus labios, visiblemente conmocionados por lo que habían visto… Claro, que también supongo que la media docena de Guerreros Khulgan con sus armas en las manos, claramente deseosos de empezar a descuartizar gente, que se habían situado entre ellos y Amaratha tras mi convocatoria, debieron de tener algún peso en el hecho de que nadie fuese capaz de articular palabra.
CONTINUARA