Crónicas de Vhaalzord - Libro 27 (final) - 2
Ahora le llega el turno al poderoso Reino Naval de Qhorit de recibir las advertencias de Val sobre la Isla de Nauruem
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 27
Capitulo- 2
Cuando aparecí ante las murallas, con Amaratha a mi izquierda y Mina a mi derecha, reiterando mis exigencias, una nube de flechas y dardos fue lanzada contra nosotros, mientras los Nauruem permanecían en una nerviosa expectativa, muriéndose de ganas por intervenir, pero férreamente controlados por sus jefes. Después de su “contestación”, me identifique como quien realmente era, Vhaalzord el Nigromante, repitiendo que… o se marchaban ya, en el acto, embarcaban en la flota, o les destruiría a todos ellos. Esta vez fueron risas, carcajadas y todo tipo de improperios acompañados de frases “graciosas”, junto a otras, bastante, bastante ofensivas. Las risas se convirtieron en gritos de miedo justo en el mismo momento en que desplegué mi poder haciendo aparecer a los magos formando un semicírculo entorno a las murallas. El sonido procedente de la fortaleza paso del miedo al más absoluto terror cuando los magos Khulgan hicieron aparecer más de 5.000 de sus poderosos guerreros.
Tuve que apretar los dientes cuando todos ellos se enlazaron con mi fuente interna de poder para alimentarse, lo cual como ya sabéis a estas alturas, no merma en absoluto mi capacidad mágica, pero sin embargo, desde mi transformación en el “Nishinn-tag-Nakriss” me resultaba doloroso. Con el tiempo descubrí el motivo, inconscientemente filtraba mi poder en esos enlaces para que no tuviesen acceso a la pura magia oscura de Nakriss, lo cual significaba molestias, transformándose lentamente en dolor contra más grande tuviese que hacer el filtro. Aun recordaba su aspecto cuando les permití acceder a la magia humana, arcana y Draconiana antes de que estuviese completo, o como eso había resultado en mis propios Lobos Espectrales, cuando les convoque usándola. No estaba nada seguro que como les podría afectar semejante cosa, y sinceramente, ese no me pareció para nada el mejor momento para andarme con experimentos al respecto. Junto a nosotros tres, apareció el Jefe Khulgan junto a unos veinte guerreros y tres magos, que por cómo se distribuyeron, estaba meridianamente claro que iban a ser nuestros escoltas. Ampliando mi voz, una vez todos los Guerreros estuvieron en posición, con sus terroríficos rostros vueltos hacia mí, di la orden… “nadie debe de sobrevivir”. Tras esas palabras, se lanzaron al asalto de las murallas mientras los magos las atacaban con enorme fiereza.
Los ataques de los magos lograron romper las defensas mágicas de los muros abriendo en ellos enormes brechas por donde los guerreros se precipitaron hacia el interior. Los magos defensores, al verse superados por los magos Khulgan debieron de elegir, defender los muros o defender a las tropas. Eligieron la primera opción, entre otras cosas porque comprendieron que nunca podrían defender las murallas de modo eficaz, eran demasiados magos apuntando juntos a unos pocos lugares muy concretos, lo que hacía imposible que fuesen capaces de bloquear todos los ataques, siempre abría alguno que se abriría paso derrumbando los muros. Otro problema para los defensores radicó precisamente en la composición de sus soldados, mercenarios casi en su totalidad, estos luchan siempre por dinero, poder y gloria. Bien es cierto que no les importa morir en pos de ello, pero una cosa era enfrentarse a los Nauruem, y otra muy diferente hacerlo a la pesadilla que se les estaba echando encima, muchísimo menos, cuando al alcance de su mano tenían una flota de barcos anclada que les podría sacar de allí con vida. Para que se produjese la estampida en dirección al puerto, solo fue necesario que los mercenarios viesen como parte de los muros se desplomaban, abriéndose enormes grietas por donde “eso” que se acercaba a ellos a toda velocidad podría entrar fácilmente.
Como siempre he contado, si existe algo que nadie dejaría de reconocer en el mundo si ha escuchado alguna de mis “leyendas”, es un Guerrero Khulgan, y en ese momento, se abalanzaban por miles sobre las murallas. La situación se agravó aún más, pues semejante número de Khulgan juntos había dejado por otro lado muy claro, que yo no había mentido sobre quien era, y peor aún, mi voz les había llegado perfectamente a todos cuando transmití mis “ordenes” a los engendros que se les echaban encima… “nadie debe de sobrevivir”. No creo que nadie dentro de las murallas se tomase a broma mi declaración, y mucho menos el que no la cumpliría cuando quedo claro que de verdad, estaban ante Vhaalzord el Nigromante. Los Khulgan entraron en la ciudad matando a todo aquel que se ponía por delante, fuese quien fuese o lo que fuese, nada vivo quedaba a su paso, incluidos los animales.
A una señal mía, Amaratha y Mina alzaron sus manos convocando entre ambas a la tempestad, que llego rugiendo desde alta mar, cayendo sobre la desprevenida flota que permanecía anclada y cuyos barcos estaban amarrados unos a otros en alta mar. Las primeras naves que cayeron víctimas de la tempestad desencadenada, fueron las ligeras naves exploradoras destacadas a unas pocas horas de distancia de la Isla, justo en el área donde se empezó a formar la violenta tempestad de Mina y Amaratha. Desde allí esta comenzó a avanzar hacia la isla desde tres direcciones diferentes para terminar juntándose sobre el extremo sur, directamente contra la poderosa Flota Malkard, golpeándola en dirección hacia tierra y el resto de sus compañeras.
Los Malkard de modo muy inteligente habían usado el propio arrecife que impedía el libre acceso al contorno de la isla cercano a la ensenada como zona de amarre. Habían ideado un ingenioso sistema de postes anclados al arrecife, los cuales sostenían una especie de pasarela de tablones entrelazados con largos troncos hacia el mar entre los que fijaban los buques, que estabilizaban e impedían que los barcos se moviesen más allá de medio metro a babor o estribor, algo que evitaban luego al amarrarlos unos a otros. El ingenioso invento demostró funcionar muy bien con el mar en calma, e incluso algo encrespado, pero por el contrario, también mostro su peor cara cuando le alcanzo la brutal tempestad en pleno apogeo. La fuerza de esta lanzo los barcos de modo muy violento contra las pasarelas o entre ellos dependiendo de sus posiciones. Estas no aguantaron, arrastrando y rompiendo con ello también los postes de sujeción, lo que provoco que los barcos terminasen contra el arrecife que habían estado tratando de dominar. Si bien el estar amarrados entre sí, impedía que todos los barcos terminasen desfondándose contra el arrecife, ya que el choque de uno por regla general protegía o bien a los de su lado, o bien a los que tenían tras de sí, esos mismos amarres hacían que el barco dañado arrastrase a los de más tras de sí al fondo del mar al llenarse a agua por las brechas de su casco.
Los pocos que lograron separarse a tiempo no viéndose arrastrados al fondo por sus compañeros, o contra las rocas por la fuerza del huracán desencadenado, eran como pequeños tablones flotando en medio de un mar embravecido como nunca antes habían visto. Por orden mía, tanto Mina como Amaratha protegieron a una birreme y un pesado transporte de lo peor de la furia del océano, lo que no impidió que sufriesen severos daños y perdiesen en el mar a una buena parte de su tripulación mientras luchaban a brazo partido para mantenerse a flote. La idea era muy simple, si queríamos que se supiese lo que había ocurrido, necesitábamos supervivientes. El Almirante de la Flota trato de escapar con su Quinquerreme y las dos Birremes ancladas en puerto, pero para mi propio regocijo, sus propios mercenarios transportados terminaron por mandarlas a pique al tratar de subirse a las mismas y empezar a ser masacrados por sus tripulaciones… Se conoce que alguien debió de decidir, que si ellos no podían escapar, los de los barcos, tampoco lo harían.
Siete horas después del comienzo, pude desconvocar a mis fuerzas, los únicos del exterior vivos que quedaban en la Isla de Nauruem éramos Mina, Amaratha y yo… El ejército Malkards había sido completamente eliminado, la fortaleza derruida y su flota enviada al fondo del mar por la tempestad creada por mis “chicas”. Gracias a mis halcones Azules, pude observar como las dos maltrechas embarcaciones se alejaban lo más rápido que podían de aquella pesadilla que habían vivido. Tras esto, Mina, Amaratha y yo habíamos dejado también muy claro a los propios Nauruem hasta que extremos alcanzaba nuestro poder, junto con algo aún más importante, que teníamos la resolución necesario como para usarlo y llevarnos por delante a cualquiera que se interpusiese en nuestro camino.
Sabía muy bien, por como todo había transcurrido después de ponernos en marcha hacia el templo y de que se usasen por primera vez por la gran mayoría de los guerreros, cazadoras, sanadoras y hechiceros Nauruem las puertas para regresar rápidamente a sus respectivas aldeas, que si bien no verían lo ocurrido o lo que habíamos hecho con sus enemigos como una explicita amenaza contra ellos, sí que lo verían como una seria advertencia de a que se enfrentarían exactamente si rompían en algún momento sus acuerdos con nosotros. Madara por su parte, aprovechó esa sensación de “advertencia” en los jefes y principales representantes Nauruem presentes en la derrota de sus enemigos, para fortalecer la posición de las curanderas como las únicas encargadas del uso de las puertas mágicas de la Isla que tan generosamente habíamos creado para ellos.
Una vez dentro del templo, tranquilos y a solas, los tres estuvimos hablando largo y tendido sobre nuestro siguiente pasó a dar. Llegamos a la conclusión, que lo primordial seria completar la protección de la Isla Nauruem ante el propio Rey de Qhorit, y abrir una puerta sobre dicha isla. Después de conseguir eso, nuestros siguientes pasos debían de ser reforzar los vínculos que teníamos con el Imperio de Tharkand en el continente Oriental, y el poderoso Impero de Khrissa, en el continente Sur. Una vez terminásemos con esas tres puertas, las que considerábamos más urgentes de abrir y tener listas, pasaríamos a un problema secundario en esos instantes, pero que nos pillaría de paso rumbo al Norte… la Torre de los Huesos, situada sobre la antigua ciudad de Kliwgord, en los desfiladeros del mismo nombre y que conectan el Gran Continente con el Continente Sur. Tardamos aproximadamente cinco días en definir nuestros planes para la primera parada, Qhorit, donde según los datos que aporto Amaratha gracias a la información obtenida de la hermandad de la Costa por T’ldord, el actual Rey podría tener los días contados a manos de su actual Senescal y Regente… cosa que no nos convenía en lo más mínimo.
Para partir de la Isla en dirección a Qhorit, tomamos la vía más fácil sin necesidad de magia, el que los Nauruem nos consiguiesen “pasaje” en el primero de los barcos que comercian con ellos que apareciera. Apenas una semana después de establecer como actuaríamos al llegar a Qhorit, se presentó un comerciante de la pequeña Isla de Rhikar, perteneciente al Reino de Khirland, principal aliado de Quorit, y en cuya armada estuve sirviendo durante un tiempo como tercer oficial del barco de Guerra, Dragón del Mar. Reconozco que resulto emocionante el volver a embarcarse de nuevo, me agrado, teniendo además un viaje placentero y sin sobresaltos. No diré que la tripulación del barco, desde el capitán al último grumete, no nos mirase con curiosidad, pero nadie se atrevió a hacernos la menor pregunta, mostrándose extremadamente precavidos con nosotros, y siendo más que evidente su alivio cuando desembarcamos en el puerto comercial de la pequeña Rhikar. No nos costó nada llegar al principal puerto de Khirland, y desde allí menos aún, conseguir tres pasajes para el gigantesco puerto de la ciudad de Qhorit, Capital del Reino del mismo nombre.
La llegada a nuestro destino, estuvo marcada por una total ausencia de incidentes de cualquier tipo, incluso entre Mina y Amaratha no se produjo la menor discusión, o como ellas lo definen, “intercambio de ideas”. Pero no tardamos mucho en descubrir que el poder ver al Rey podría llegar a ser bastante más complicado de lo que habíamos previsto en el Templo antes de iniciar el viaje. Tan solo había una posibilidad de hacerlo por las buenas, las audiencias los viernes por las mañanas, y evidentemente, no cualquiera era recibido en una. Pero era algo que no nos preocupaba, pues el sello real de Khrissa que tenía en mi poder, me podría habilitar perfectamente para cuanto menos, llegar ante el Rey durante la Audiencia habitual… Llegamos un lunes, lo que nos dio cuatro días para ir tanteando el ambiente en la capital, y este desde luego, este no era nada halagüeño para nuestros intereses, parecía casi darse ya por hecho que el actual Regente y senescal del Reino, le arrebataría el trono al joven Rey si es que este no moría antes de la enfermedad que según parecía llevaba casi ya un año padeciendo. Aprovechamos también ese tiempo, para movernos hacia la parte montañosa de la Isla y que Mina abriese una puerta de carácter permanente, situando luego las correspondientes custodias para que nadie que no fuésemos nosotros pudiese usarla.
También durante esos días se escuchaban rumores de una enorme derrota de la flota de Malkards, el gran rival de Quorit por la supremacía sobre los Archipiélagos, en la zona de la Isla de Nauruem. Incluso Mina y Amaratha llegaron a oír como un hombre le susurraba a otro, que todo ese seguro que era una añagaza del regente para poder sacar la Flota de sus puertos en la Isla, que era lo único que había impedido hasta el momento que se atreviese a deshacerse del Rey. Entre los tres usamos los cuatro días que teníamos en desplegar varias criaturas mágicas por la ciudad con la exclusiva misión de averiguar quién era quien en la ciudad, en el gobierno, y que afiliaciones tenia cada uno. Tardamos dos días en descubrir que había una especie de guerra encubierta entre el Senescal y el propio Rey, ya que este último se oponía al envío de la Flota contra los Malkard, tras haberse confirmado por medio de sus espías la destrucción de su Flota en su intento de establecer una base en Nauruem. Si bien el Rey por lo que averiguamos, no había podido evitar los preparativos para atacar a los Malkard en Nauruem cuando estuviesen ocupados descargando, sin embargo en esos instantes, ese problema no existía, por lo que el Rey había recuperado el control absoluto de la flota.
El Viernes por la mañana nos presentamos en palacio para tratar de conseguir audiencia… “por las buenas”. El sello Imperial de Khrissa nos sirvió para abrirnos la puerta con gran facilidad al recurrir al manido truco de ser “enviados” de su Serenísima Majestad la Emperatriz Thalrsia II con un mensaje para el Rey Thulgard X de Quorit. Uno de los ministros del senescal trato de que le diésemos el “mensaje”, desgraciadamente para él, no aceptamos, ya que nuestra “señora” había sido muy explícita, únicamente a su Majestad en persona. Realmente Khrissa no era alguien verdaderamente importante para Quorit, que les resultase especialmente útil o amenazante, ya que estaban demasiado lejos como para suponer un peligro. Sin embargo, eran Aliados firmes del Imperio Tharkand, y estos sí que eran realmente importantes para la propia seguridad de Quorit. Tharkand y sus aliados en el continente Oriental se situaban directamente sobre la frontera Occidental marítima de Quorit, manteniendo la zona un alto grado de estabilidad enormemente necesaria para los intereses del Reino. Además, la Flota de Tharkand era lo suficientemente poderosa como para resultar un problema por sí misma, o lo que sí que sería de verdad algo muy a tener en cuenta, podría conceder bases a la tampoco nada desdeñable Flota de Khrissa, y la unión de ambas, sí que situaría en inferioridad numérica a la Flota del Reino.
Todo esto anterior que puede parecer de Perogrullo, entro dentro de una de las clases magistrales de política que me dio Amaratha sobre la situación real actual del mundo según Lord T’ldord. En resumen, tal y como ella anticipó, unos mensajeros de Khrissa quizá no fuesen algo importante, pero las conexiones y alianzas del Imperio en las fronteras más seguras del reino, desde luego sí que lo eran. Tardamos poco más de una hora en ser admitidos ante la presencia de su majestad el Rey, quien por cierto, y pese a la gran cantidad de maquillaje junto con algún conjuro que llevaba, se veía claramente que no estaba nada, pero que nada bien. El Rey fue directo al grano, su voz sonó fuerte y segura cuando me pidió que le transmitiese el mensaje del que era portador, aunque pude apreciar lo que le costaba mantenerse en esa “farsa” de salud de hierro. Me aclare la garganta, sonreí irónico y comencé a hablar, viendo como poco a poco la cara de todos los presentes fue cambiando… Primero sorpresa, para terminar con risas en algunos, y cólera en otros por lo que todos los presentes, excepto el Rey, pareció considerar como una tomadura de pelo. Contra todo pronóstico de parte de los tres, el Rey simplemente me pidió una prueba de que era realmente quien decía…
Me presente como Vhaalzord el Nigromante, e indique que era el representante de los pueblos Nauruem, y que en esto hablaba también por los Imperios de Tharkand y Khrissa. Por su parte el senescal dio de inmediato orden de apresarnos y a grito pelado, luego directamente nos sentenció a muerte a los tres. La supuesta Guardia Real, dejo claro a quien servía realmente, ya que ignoro la orden expresa del Rey de ignorar al senescal. Diez segundos después, todo el mundo en el salón del trono trataba de escapar por donde podía, incluso alguno salto desde las enormes ventanas pese a estar en un segundo piso, cuando una Veintena de Guerreros Khulgan con tres magos hicieron su aparición. Las primeras víctimas fueron los Guardias Reales, la segunda fue a mis manos, el propio Senescal. No me moleste en disimular ninguno de mis rasgos mientras sujetaba del cuello y ejecutaba sobre el senescal un conjuro de lectura mental que le destrozo el cerebro, arrojándolo cuando termine contra los Khulgan que me hacían de escolta y que se limitaron a descuartizarlo como diversión. Di varias órdenes a los Khulgan e instrucciones a mis compañeras, las cuales se marcharon de inmediato, acompañando a cada una fueron seis guerreros y uno de los magos. De la mente del senescal había obtenido todos los nombres y caras de sus “aliados”, transmitidos mentalmente mediante un conjuro a mis compañeras, estas fueron alegremente a la caza de “trofeos”, ya que cuando regresaron sus Khulgan llevaban consigo un buen número de cabezas.
Tras esto ejecute sobre el rey un conjuro para purgar el veneno. El dichoso conjuro ya sabéis cual es, el problema era el de siempre, que dolía como un condenado mientras hacia su trabajo. Una hora después Mina y Amaratha regresaron con su escolta, las cabezas y las armas llenas de sangre, para entonces, la guardia Real había sido totalmente aplastada por los dos centenares de Guerreros que deje sueltos por el palacio minutos después de que ambas partiesen. Mataron a todo aquel que llevara uniforme de la Guardia Real o les hiciese frente de cualquier modo. Una vez solucionado el pequeño problema de Rey, y con este sentado firmemente en el trono, principalmente gracias a mi presencia… Aunque quizá también fuese debido, a que toda la capital fue testigo de la presencia de los Guerreros Khulgan implantando la ley marcial por “orden del Rey” y de cómo estos se lo “tomaron” de serio. Del mismo modo he de indicar, que hubo quien con un grandísimo despliegue, no sé si de valor o de locura, se quejó, aunque por poco tiempo, pues mis guerreros tenían la mala costumbre de separar la cabeza del cuerpo del “opositor”, con lo que la cosa finalmente transcurrió tranquila.
En pocas palabras, lo que más o menos le transmití al Rey recién coronado y su nuevo gobierno, fue que la isla de Nauruem estaba bajo mi completa protección. Deje muy claro que todo el mundo debía de ser consciente desde ya, que si bien los Nauruem no eran nada dados a devolver “las visitas” de sus invasores, yo no iba a tener semejante problema, y sería quien lo haría por ellos. Además les especifique que sería tan educado con el agresor como en los mejores tiempos de mis leyendas. Luego señalando a los Khulgan presentes añadí, “y eso significa que ellos vendrán conmigo”. Eso sí, lo dije siempre con una agradable sonrisa en los labios y un tono de voz la mar de dulce. Cuando termine de comunicar lo que tenía que decir, no creo recordar a nadie perteneciente a Quorit presente en aquella gran sala, que no estuviese incluso más pálido que si hubiese muerto. Confieso también, que la parte de mentar mis leyendas y luego señalar a los Khulgan, fue idea de Mina, quien me hizo considerar que una imagen “global y visual”, sería mucho más contundente que una amenaza “de palabra”. Y todos los presentes en la sala, habían sido testigos de la actuación de mis Khulgan y lo graciosos que eran cuando jugaban con sus adversarios antes de matarlos…
Partir de Quorit no fue ningún problema, los miembros del barco que nos llevarían hasta la costa del Tharkand en el continente Oriental no se opusieron a que subiésemos a bordo, de hecho durante todo el viaje no se atrevieron a abrir la boca en nuestra presencia o a mirarnos a la cara. Luego, tanto la población como el propio gobierno del Reino de Quorit, estuvieron más que encantados de facilitarnos en todo lo posible el viaje a donde fuese que quisiésemos ir desde allí, el Rey incluso se ofreció a que fuese una de sus birremes rápidas quien nos trasladase. A los tres nos hizo muchísima gracia lo apurados que parecían todos porque desapareciésemos lo antes posible, y eso que para esas alturas ya había retirado a mis Khulgan y eran las tropas leales al Rey quienes controlaban la capital. Supongo que los cerca de mil muertos que dejaron tras de sí los Khulgan durante los dos días que se ocuparon de que se respetase la ley marcial influyo algo…
Al llegar a la costa de Tharkand, en lugar de esperar a llegar a puerto, hice que nos desembarcasen en la costa. Una vez llegamos a ella, convoque tres Hrull, en los que mis dos compañeras montaron con ciertas reticencias que me provocaron ponerme de buen humor. Nos dirigimos hacia las altas montañas de Tharkand para en primer lugar establecer la puerta de entrada al Imperio desde el Templo Nauruem. La realidad, es que pretendía regresar al Templo por la puerta y descansar allí unos pocos días con calma, tanto el ataque al sur de Nauruem, como lo realizado en Quorit y el constante estado de guardia en el barco que nos traslado estaba empezando a hacer mella en mi… lo que entonces no sabía, es que había algo más de fondo en ese “cansancio”. La Montañas Tharkand se encuentran sobre la costa Occidental del Imperio, justo al extremo contrario de donde nos encontrábamos, para llegar allí debíamos atravesar prácticamente todo el Imperio de extremo a extremo. Con ello llego la siguiente encrucijada con mis compañeras, decidir si nos movíamos los tres solos, o nos proporcionábamos “escolta”. Fue Amaratha quien en realidad resolvió la cuestión… para mi sorpresa…
- Mejor nos movemos nosotros tres solos, Val ahora mismo no se encuentra en condiciones de asumir el desgaste que le supondría mantener la escolta convocada.
- Bueno, el únicamente tendría que convocar dos magos, y ellos hacerlo con una docena de Guerreros cada uno, si no entendí mal como funcionaba –replico Mina, mirando a Amaratha extrañada, al igual que yo.
- Lo sé, lo entendí cuando me lo explicasteis. Otra opción sería establecer aquí la puerta, buscar en este lugar una buena zona, o irnos hacia el Norte, a la profundidad de los bosques del Reino de Shydlar. Es un firme aliado de Tharkand desde hace varios cientos de años por lo que tengo entendido por T’ldord… -apuntó Amaratha.
- No nos viene bien, la puerta permanente nos interesa situarla en las Montañas de Tharkand. No están excesivamente lejos de la capital y tienen cientos de lugares apropiados donde situarla, sería difícil de encontrar incluso por accidente y estará muy lejos de miradas indiscretas –decidí con voz firme.
- Además supongo que de esas montañas se podría incluso a llegar a salir a la llanura con todo un ejército detrás sin la menor advertencia de su presencia, ¿no? –preguntó una sonriente e irónica Mina.
- Deduzco por como lo dices, que algo así ya ocurrió alguna vez en el pasado, ¿no Mina? –preguntó Amaratha mirándome sonriente.
- Si, algo así ya ocurrió en el pasado… Durante mi búsqueda de Val, encontré ciertos datos que si por separado no indicaban nada especial, cuando los mirabas como conjunto, me dejaron muy claro quién fue el que comando dicho ejército y contribuyo a crear el embrión del actual Imperio de Tharkand –dijo Mina de manera contundente.
- Si, ese fui yo, igual que también ayude a crear la férrea alianza entre Tharkand y Shylard, o entre Khrissa y Nixen…
- O entre la propia Tharkand y Khirssa… Incluso es muy posible que incluso fomentases la idea de la futura relación entre Tharkand y Quorit… -replicó Amaratha mirándome pensativa.
- Ahora que lo dices… -Mina se quedó también pensativa-, parece como si en estos instantes estuvieses empezando a recoger todo lo que has estado sembrando poco a poco durante todos estos milenios…
- ¿Vosotras creéis? –pregunté en tono indiferente.
- Incluso la situación del territorio de mi propio pueblo es un punto de lo más adecuado para los planes que hemos estado discutiendo sobre la situación de las puertas… Justo en lo más profundo de los bosques de Khal-tor-Khild sería el lugar perfecto para la del Norte de las Tierras Salvajes.
- Supongo que todo esto, procede de esa historia de tus corazonadas que me contó Mina –argullo una pensativa Amaratha-. Visto lo visto, creo que merece la pena que continuemos siguiéndolas al pie de la letra cuando tengas alguna de ellas… Y ahora, más vale que nos demos prisa en llegar, crear la puerta y regresar al Templo lo más rápido posible, nos estamos quedando sin tiempo…
Aunque intente que Amaratha me explicase porque le estaba entrando repentinamente tanta prisa, se negó. Pero lo peor no fue eso, sino que dos días después, y tras lo que me pareció una más que tensa charla entre ambas, también Mina comenzó a impacientarse con nuestra “lentitud”. Si por ellas dos hubiese sido, habríamos tenido que ir cambiando de Hrull cada pocas horas para evitar reventarlos… Un par de días antes de llegar a las montañas, por la noche, estando los tres acampados, me desperté quedando como en una especie de duerme vela. Me costaba centrar mi atención, pues no era ninguna de nuestras criaturas dispersas por el perímetro dando la alarma lo que parecía haberme hecho salir de mi sopor.
Entre las tinieblas del sueño, me pareció escuchar hablar en casi susurros a Mina y Amaratha, y como esta última, dirigiéndose a su compañera en un tono que mostraba cierta furia, le espetaba algo como… “quieres follártelo de una puta vez, porque si no vamos a tener problemas antes de llegar”. Después me pareció escucharle a Mina un suave “pero es que…”, y por parte de Amaratha, con un silbido agudo antes de… “que te lo folles ya de una puta vez, cada vez me cuesta más aguantarme…”. Oí perfectamente el momento en que Amaratha con paso firme abandonó el campamento y por fin desperté del todo cuando sentí como dos minutos después de esto, como la boca de Mina cercaba en sus labios mi polla, empezando a hacerme una mamada realmente brutal.
Dado lo que había escuchado anteriormente, intente reaccionar, justo cuando Mina abandono mi polla con su boca, para sentarse sobre mi cintura a horcajadas e introducirse mi polla en lo más profundo de su coño. Aquello sinceramente no se ni que fue, porque Mina se esmeró en follarme y que me corriese en su interior, cosa que logro justo tras correrse ella. Después de eso, se embarcó en una nueva mamada de la que no pude librarme, trate de que apartase la cabeza y obtuve un gruñido que hizo que la dejase seguir a su gusto. Me volví a correr, esta vez en su boca, y pese a todo siguió, logrando poner mi miembro otra vez en forma, volviendo a follarme como una desesperada. Eso sí, aunque trato de nuevo de que se me levantase una cuarta vez, lo cierto es que estaba tan agotado que le resultó imposible, lo más surrealista para mí, llego cuando trate de usar un conjuro sobre mi miembro con el fin de no “fallarla”… Con voz de estar realmente cabreada, me soltó un guantazo al ver mis intenciones a la voz de… “Gilipollas, ni se te ocurra usar magia, con lo que me ha costado dejarte deshecho… venga, duérmete ya de una puta vez, joder”…
Con vergüenza confieso, que estaba tan, pero tan agotado, que me dormí…
CONTINUARA