Crónicas de Vhaalzord - Libro 26 - 4

Finalmente y tras varios encontronazos, Mina y Val por fin se reúnen con Amaratha, la Reina Dragón del Norte.

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 26

Capítulo- 4

Al final logramos atravesar la ciudad andando como funambulistas de edificio en edificio entre la densa niebla hasta poder llegar a las murallas. Una vez allí aprovechamos una pequeña zona de las mismas y que gracias a la poca visibilidad creaba un punto ciego en la vigilancia, aunque eso sí, también ayudo el hecho de que el soldado que lo tenía bajo su custodia se cayese por la muralla al exterior, dejándonos de ese modo vía libre. Bueno, vale, está bien, reconozco que le rompí el cuello y después lo lance al vacío siguiendo los consejos de una Mina realmente enfadada conmigo por obligarla a darse el paseíto por la ciudad sobre unas cuerdas en lugar de convocar a los Khulgan y arrasar con ella... Se empeñó en que esa muerte nos convenía disimularla, y bueno, pensé en el acto que no había nada como hacer feliz a una mujer... especialmente si estaba muy cabreada y era Mina.

El caso es que sobre media hora después de alejarnos de la ciudad, y mientras buscábamos un sitio donde poder "charlar" los dos con toda tranquilidad durante lo que quedaba de noche, Mina me hizo una observación que me obligo a pensar muy seriamente en mi forma de actuar desde que sabía quién era yo realmente. Lo peor no obstante, no fue darme cuenta al razonar fríamente y desde fuera, por decirlo de forma que se me entienda, que mi queridísima compañera tenía toda la razón del mundo. No, eso realmente no fue malo, lo de verdad desastroso, es que me di cuenta de que debía de cambiar a la de ya mismo mi forma de actuar durante prácticamente toda mi vida consciente. Casi me eche a temblar ante la sola idea de tratar de enmendar de un día para otro un comportamiento adquirido durante más de dos mil años... Tenía que empezar a asumir de una vez, que pese a lo que los demás creyesen, la realidad era que el Vhaalzord el Nigromante que fui antaño dejo de existir tal como era, tal como se le conocía o tal y como se comportaba, en el mismo momento en que tome la decisión de admitir ser el "Nishinn-tag-Nakriss" y aceptar de sus "manos" el legado que ello suponía... aunque en esos instantes realmente no fuese del todo consciente de ello.

Mi primer cambio activo y consciente en mi forma normal de proceder, tuvo lugar nada más llegar al sitio donde íbamos a pasar la noche. Fue tardar en prepararlo todo para poder descansar, y lanzarme sobre Mina con la sanísima intención de follármela. Y ojo, que no sabría decir a ciencia cierta quien de los dos tenía más ganas, porque si yo me lance a por ella, cosa que normalmente no hacía, Mina fue más agresiva de lo normal en cuanto empezamos a morrearnos. Tardo menos de cinco minutos en empezar a tomar la iniciativa de desnudarnos enseguida, luego, algo extraño en ella, me entrego a mi toda la iniciativa tras derribarme y montarse encima, cuando ya me las prometía muy felices pensando en ser yo quien se lo hiciese a ella.

El sexo fue salvaje, y cuando me refiero a salvaje, lo hago en el más estricto sentido literal de la palabra. Una vez se situó encima mío y se ensarto a lo bestia, con una sonrisa un tanto rara, me soltó un aún más extraño… “y ahora que piensa hacer mi dueño y señor…”. Lo único que se me ocurrió fue derribarla, girar sobre nuestro eje sin permitirme salir de su interior y empezar a follarla con fuerza nada más terminar debajo de mí. No hubiese sido más que otro polvo de los que ya estábamos acostumbrados entre Mina y yo, de no ser por determinadas circunstancias de las que en un principio ni me percate. Como siempre cuando follábamos en este plan, yo trataba de incrustarla contra el suelo mientras que ella con sus piernas haciendo cepo en mi cintura trataba de rompérmela, por lo que debíamos ambos de recurrir a pequeños escudos para evitar “daños” colaterales por cualquier posible “mala suerte”.

Yo no cesaba de embestir su coño con mi polla cada vez más fuerte, mientras que sus uñas parecían hundirse en mi espalda más, y más profundo. El clímax del dolor me llegaba cuando al tocar el extremo de mi polla su cérvix ella tiraba hacia si de sus dedos, abriendo surcos en mi espalda, notando yo perfectamente el fluir de mi sangre así como el calambrazo de dolor por su parte con el golpe de mi ariete. Estuvimos follando poco más de quince minutos escasos, terminamos derrengados, pero deshecho a un nivel que de habernos atacado en esos instantes no se bien como hubiésemos sido de efectivos defendiéndonos y manteniendo nuestros poderes bajo control.

No fue hasta la mañana siguiente al levantarnos y hacer un rastreo mágico buscando magos en nuestras cercanías, cuando descubrí buena parte de lo sucedido la noche anterior sin que nosotros fuésemos conscientes en ningún momento. Toda la zona irradiaba poder, era casi como un faro marcando el camino para cualquier rastreador que nos estuviese buscando. Me quedo claro que la noche anterior no solo habíamos estado follando del modo habitual, incluso podría decir que no me sorprendió ver que ninguno de los dos teníamos nuestras habituales marchas tras una noche de “pelea”. Fuese lo que fuese lo que ocurrió, tuve muy claro que el poder oscuro de Nakriss que fluía por nuestras venas estuvo directamente involucrado. Puedo decir que me obligo a recapitular sobre como deberíamos de continuar, ya que estaba seguro que a estas alturas debían de saber dónde estábamos, sino exactamente al estar involucrada la magia de Nakriss, si la zona.

Tras el sexo, mientras hablábamos de nuestra situación y nos recuperábamos de la fatiga, que no de las heridas como ya expliqué, gracias a varios conjuros, Mina estuvo dando rodeos hasta que se decidió a entrar en materia con lo que de verdad quería decirme. Básicamente, empleo casi dos horas de diplomacia, tratando de que no me ofendiese o enfadase, al definirme como indeciso y "oscilante" últimamente en mis decisiones. Me recalcó que desde el instante en que descubrí quien era, y adquirí mis nuevas "habilidades", se podría decir que de algún modo había estado dando bandazos sin sentido en mis acciones... No pude evitarlo, eso sumado a lo de la noche anterior me hizo estar dándole vueltas a lo que me acababan de soltar en la cara y había averiguado. Peor aún, termine dándole internamente la razón a Mina en muchas de las cosas que dijo, quedándome claro que debía de tomar medidas y dejar mis "inseguridades" como “Nishinn-tag-Nakriss” a un lado para volver a ser, paradójicamente, el mismo Vhaalzord decidido que era antes.

Cuando reanudamos la marcha nuevamente, nada más divisar el camino principal Mina se sobresaltó al no avisarle de lo que pensaba hacer. Me miro completamente perpleja al darse cuenta de que a nuestras espaldas habían aparecido dos magos y treinta guerreros Khulgan sobre sus respectivos Hrull en columna de a dos tras de nosotros. El tercer Guerrero de la columna tras Mina portaba un enorme estandarte que se mecía al viento según avanzábamos al trote. Sonreí al percatarme de que se acababa también de dar cuenta de otro hecho más, y era que no me había molestado en disfrazar ni a los Khulgan, ni a los Hrull. Todo el mundo podía ver perfectamente lo que eran. Si bien quedo claro que estos en aquellas gentes no causaban la misma sensación que en los reinos humanos, tampoco eran estúpidos. Un guerrero es un guerrero, y cualquier persona en su sano juicio sea de donde sea, siempre procuraría no ponerse por medio. Además, la presencia de los Hrull por su parte, también ayudaba a que las monturas de cualquiera que se cruzase con nosotros repentinamente decidiesen por iniciativa propia no "estorbar" nuestro avance, causándoles problemas adicionales a sus dueños para controlarlos.

  • Pero... ¿no se suponía que teníamos que evitar precisamente esto? -pregunto sorprendida Mina, señalando directamente a los guerreros y magos tras nosotros.
  • Sí, pero como tú me dejaste muy claro, debo de volver a ser yo y despreocuparme de quien se supone que debería de ser, o como... Ahora entiendo que soy quien soy, y que independientemente de cualesquiera otras circunstancias me gustase que fuesen, mi época de pasar desapercibido en casi todo momento como la mejor opción, ha dejado de existir. En estos momentos por ejemplo, como poco somos los representantes de la reina y estamos bajo su protección. Desde ahora y hasta el mismo instante de encontrarnos con ella, iremos con un sequito adecuado a nuestra actual posición en el reino...
  • ¿Y crees que por ello nos dejaran pasar tranquilamente? -pregunto con evidentes dudas.
  • ¿Sinceramente? -sonreí sarcástico-. No, no lo he pensado ni por un momento siquiera, pero son Dragones, y la gran mayoría de ellos tienen la misma dificultar en comprendernos que nosotros con ellos. Simplemente voy a cambiar radicalmente mi forma habitual de actuar... y si lo han planeado todo basándose en sus conocimientos sobre mi pasado… se van a llevar una sorpresa muy desagradable.
  • Entiendo, Vhaalzord siempre trata de relajar las cosas y pasar desapercibido... ¿es eso, no?
  • Básicamente si, vamos a tratar de romper en pedazos todas las "seguridades" que tengan sobre nosotros... incluyendo todas las cabezas posibles que se pongan por delante para tener contentos a estos –señale por encima de mi hombro hacia los Khulgan.
  • ¿No les llevara eso a actuar personalmente?, me refiero a los Dragones… -aclaro al ver mi gesto.
  • No, y si algún Dragón interviene directamente en causarnos problemas, la reina no se lo va a tomar nada bien, lo cual no le conviene a ninguno de los Clanes, menos aún tan cerca de la eclosión del huevo de la nueva reina. De todos modos, si algún Dragón se nos enfrenta, simplemente lo mataremos y continuaremos adelante…
  • Como si eso fuese a ser así de simple matar uno de esos bichos –masculló Mina.
  • Más de lo que tú puedas llegar a creerte, cariño… ahora mismo mucho más… -pensé para mi sonriendo por dentro ante los conocimientos que poco a poco iban surgiendo en mi mente con el paso del tiempo, algo que seguía sin comprender.
  • Luego tendremos dificultades igualmente... –repuso Mina ya en voz alta y dirigiéndose directamente a mí.
  • No Mina, para nada, dificultades no, tan solo leves molestias incomodas...

Tardamos poco más de una hora, quizá hora y media en tener nuestro primer encontronazo. Quedo claro que tras nuestro paso por la ciudad habían tomado nota de nuestras “habilidades”, pues nos esperaban abiertamente tropas de la ciudad que dejamos la tarde-noche anterior. Por su parte quedo también claro que no nos esperaban ver con “escolta”, y muchísimo menos una como aquella, además de con el estandarte real con nosotros. Cincuenta soldados más o menos junto con al menos seis magos, debieron de parecerles más que suficientes para nosotros dos solos, pero de repente se habían encontrado con “esto”. Mina sin mirarme y entre dientes me marco que también teníamos algunos enemigos en los flacos, girando suavemente mi cabeza vi a nuestros laterales, en una posición levemente más alta que nosotros un total de al menos ocho arqueros por cada lado… Sonreí al entender mi error, realmente si les había sorprendido nuestra escolta, pero no, no nos habían subestimado ni por casualidad. Desgraciadamente para ellos, pese a no subestimarnos, sí que se quedaron cortos, escandalosamente cortos.

No entable conversación alguna con quien los dirigía, realmente no me moleste, no más allá de pedir amablemente que nos abriesen paso…

  • Dejadnos pasar… estamos bajo la protección de la reina Amaratha…
  • Entregaos, habéis causado varias muertes en la ciudad sobre las que debéis responder. Si no lo hacéis atacaremos…

Sinceramente, que en las presentes circunstancias en que me encontraba, tras todo lo que había pasado, el que me amenazase un Dragón… pues bueno, tendría un pase dentro de quien pensaría que es él, y quien era yo, ¿pero un humano de un reino Dragón…? ¿Y encima un imbécil como el que tenía pinta de ser quien se dirigió a mí? Como contestación simplemente extendí mi mano, en la cual apareció mi Shilkka en cuestión de un segundo con su hoja completamente desplegada, lanzándome contra el estúpido y el centro de sus soldados al galope sin advertencia de ningún tipo. Sus magos tuvieron un fin desastroso victimas de Mina y los Magos Khulgan, por cierto que mi arrancada no sorprendió a nadie, pues todos, incluida la propia Mina saltaron a mí misma vez contra nuestros adversarios.

Duraron poco, especialmente los arqueros, a cuyas espaldas y por sorpresa aparecieron media docena de Khulgan que dieron cuenta de ellos antes de que fuesen capaces de soltar una sola flecha. Por mi parte mientras que con una mano movía mi querida Shilkka en plan sable de caballería partiendo gente por la mitad, con la otra mano me entretenía incinerando soldaditos con mi fuego negro, que como ya había aprendido, generaba pánico ante su color… Aquí no fue ninguna excepción, los soldados trataron de salir corriendo en cuento vieron la carnicería… los pocos sobre los que no caemos encima al principio, claro. Como siempre digo, si hacer frente a un Khulgan es ya muy malo de por sí, el darle la espalda para que pueda descuartizarte más cómodamente aun, es ya una auténtica locura, pero… cada uno pierde partes de su cuerpo como quiere.

El amable caballero que me conmino a entregarnos Mina y yo, fue uno de los incinerados, solo que en su caso, fue de un modo bastante lento… extremadamente lento y cruel, que diría Mina al hacerlo de dentro hacia afuera protegido por varios conjuros. Solo puedo decir, que hasta el último de los Khulgan disfruto de sus gritos cuando al ponernos en marcha lo sujete con una cuerda al pomo de mi silla y me lo lleve arrastrando tras nosotros durante los casi veinte minutos que aguanto con vida para no perdernos nada del “espectáculo”. De paso, también como advertencia para futuros… “valientes”, sabedor de que esto correría como el fuego sobre la yesca, adelantándonos incluso más que probablemente en nuestro camino a la capital. Tras eso solo me quedaba ver como influía en nuestros adversarios, si para bien, o simplemente nos complicaba aún más las cosas.

Finalmente salimos del territorio del Clan Gris para adentrarnos en el del Clan Azul, puesto que a última hora había decidido esquivar el del Clan Rojo, sabedor de que tanto en el Sur como en el Norte, después de varios problemas con ellos me la tenían… digamos que “guardada”. No es que me preocupase en exceso, pero es esos momentos no me podía detener a entablar una guerra abierta con ningún Clan de Dragones, y los más probables para atreverse a llegar a ese extremo en las actuales circunstancias eran ellos, los Rojos. Por otro lado, el Clan Azul eran, por lo poco que yo realmente sabia, y por los datos que repentinamente aprecian en mi cabeza, tradicionalmente muy conservadores, prudentes y extremadamente leales a las Reinas Dragón, incluso algún punto por encima del poderos y muy, pero que muy peligroso, Clan Negro.

Aun así, no negare que con ellos me lleve una auténtica sorpresa ante su reacción al entrar en sus territorios. Nosotros seguíamos con nuestro viaje, apartándose velozmente de nuestro camino todos con quienes nos encontrábamos, dejándonos instantáneamente el paso franco. Apenas una hora u hora y media después de cruzar los límites del Clan Azul, salió a nuestro encuentro un grupo de soldados, calcule que serían al menos seis o siete decenas… Nos encontramos con ellos formados en dos líneas, con sus Wyvwer escarbando la tierra, como si estuviesen nerviosos por lanzarse a por nosotros. Levante la mano marcando un alto, a la vez que gire el puño para marcar a los Khulgan que formasen en línea para una carga… Una vez que todos estuvieron en sus posiciones…

  • Somos viajeros bajo la protección de la Reina Amaratha, no queremos problemas, de modo que por favor, dejadnos paso libre…
  • ¿Sois Vhaalzord el Nigromante? –atronó la voz de quien parecía ser el comandante de las fuerzas del Clan Azul.
  • Sí, yo soy Vhaalzord el Nigromante… -me adelante un par de pasos.
  • Señor, mi Nahkkar ha dado órdenes de que se os escolte a todos hasta la frontera con el territorio Real.
  • Gracias… acepto la escolta.

La verdad es que si acepte fue porque según hablaba, el comandante hizo un gesto y sus hombres comenzaron a formar en columnas de marcha, poniéndose de inmediato una veintena de ellos con el estandarte del Clan Azul delante, y el resto a nuestras espaldas. El comandante y su segundo se pusieron en paralelo conmigo y con Mina. Obviamente, de no ser Guerreros Khulgan con algunos de sus magos lo que llevase a mis espaldas, no hubiese permitido semejante situación, hubiese aceptado algunos hombres con sus estandartes, pero nunca un número tan elevado, y muchísimo menos situarse el grueso de ellos a nuestras espaldas. No dije nada, ni hice el menor gesto, aunque creo que Mina fue muy consciente de mi preparación del conjuro de llamada… Durante todo el camino con nuestra escolta, mantuve listo con un conjuro preparado de un refuerzo casi instantáneo de un millar de Khulgan.

Cuando llegamos a la frontera del territorio del Clan Azul con el de la Reina, me lleve la sorpresa de encontrarnos esperando a la propia Amaratha junto con Shless, el aun Gran Nahkkar. Perfectamente alineados tras ellos dos pude observar no menos de dos centenas de soldados, junto con varios portaestandartes que hacían flamear al viento la enseña de la Reina Dragón. Nuestra escolta nada más verlo, saludo y se dio media vuelta para regresar a sus cuarteles. Por mi parte al llegar, descabalgue junto con Mina para hacer la correspondiente reverencia a Amaratha. Fui incapaz de esconder la sonrisita irónica que asomo a mis labios y que hizo estallar a Amaratha en una carcajada.

  • Lo sé, lo sé, todo esto es únicamente pura parafernalia, si fuésemos atacados ahora mismo harían mucho más daño tu treintena de Guerreros que mis casi doscientos soldados –argullo irónica Amaratha.
  • Debo de añadir, que al verlos tan de cerca se entiende perfectamente el terror que has desatado durante milenios por todo el mundo… -añadió Shless sin apartar ojo de los Khulgan.
  • ¿Y era necesario tanto soldado? –indago Mina tratando de cambiar de tema.
  • Realmente no, pero por protocolo… -Shless fue interrumpido por un bufido de Amaratha.
  • No digas más tonterías Shless, sabes también como yo que esto es simplemente un modo diplomático que usa el Gran consejo para saber en todo momento donde estoy.
  • Supongo que con doscientos soldados a tus espaldas y con tanto estandarte real flameando al viento será complicado poder pasar desapercibida, ¿no?
  • ¡¡¡JAAAAA…!!!, complicado no, lo siguiente… -mascullo una enfadada Amaratha.
  • Pero tú eres la reina… -dijo Mina sin terminar la frase.
  • Error Mina, yo no soy la reina, yo “AUN” soy la reina, y créeme que tratándose del Gran Consejo Nahkkar es una apreciación muy importante. Al estar por nacer una reina que va a sustituirme, mi poder como tal esta “restringido”…
  • Pero tienes la lealtad del Gran Nahkkar, y si no entendí mal lo que me explico Val, eso es importante en esta situación, ¿no?.
  • Si, muy importante, pues su poder es igual de firme que antes hasta el momento en que la nueva reina lo confirme en su puesto, o nombre a otro cualquiera de los Nahkkar. Mi poder sobre el Reino es actualmente estable gracias al apoyo incondicional de mis Gran Nahkkar…
  • Majestad, sabéis que… -Amaratha interrumpió a Shless.
  • Lo sé de sobra Shless, sé que me eres completamente leal mientras continúe en el trono. Y como ya te he dicho, no tienes de que preocuparte, pues mi sucesora te confirmara como Gran Nahkkar a su debido tiempo.
  • Majestad… -Shless hizo una reverencia.
  • Y bien, algún problema vosotros dos durante el camino hacia aquí… -alzo una mano evitando que contestáramos-, y no me refiero a los encontronazos con soldados de varios de los Clanes, especialmente esos imbéciles del Gris. ¿Mina?
  • Si, bueno, quiero decir no, no más que eso a que te has referido… -replico Mina mirando sorprendida a la reina.
  • Entiendo… supongo que entonces aún habrá que esperar… -mascullo Amaratha mirándome de reojo.
  • Porque tengo la sensación, de que con esa pregunta te estabas refiriendo a algo relacionado directamente conmigo y mi actual situación… ¿Amaratha? –indagué, aunque sin muchas esperanzas de éxito.
  • Desde que he llegado he estado en lo más profundo de nuestras “bibliotecas”, por manejar un símil que los dos podáis entender, al punto que descuide todo lo demás… -fue interrumpida por un repentinamente serio y enfadado Shless.
  • Algo que nunca debió de ocurrir Majestad, lo primero es lo primero…
  • Si, ya lo sé Shless, me lo has repetido como cien veces en los últimos cuatro días –suspiró Amaratha-. Bueno encontré algo, una especie de profecía, o quizá tan solo fuese un breve comentario a modo de advertencia de O’toldf, el primero y sin duda el más sabio de todos los Dragones Blancos que han existido.
  • ¿Y qué decía? –pregunté repentinamente interesado.
  • Algo sobre un legado y aceptar un cambio drástico en quien se es… -quedo a media frase dubitativa.
  • ¿Solo eso? –replico Mina-, ¿y según tu qué significa?
  • Supongo que hay algo más que eso para que te hayas estado centrada en ello y olvidarte de todo lo demás, ¿verdad Amaratha?
  • Gran parte del escrito es ininteligible más allá de lo que he dicho, es lo único que pude sacar en claro de todo ello. Pero al final del todo, había una frase muy larga en la que se podía leer un único vocablo… Nishinn-tag-Nak... aunque el final del mismo aparecía carcomido y no se podía leer, sin embargo todo apunta a que la referencia era sobre el Nishinn-tag-Nakriss… El hijo de Nakriss.
  • Es decir, tú, Val –dijo Mina volviéndose rápidamente hacia mí.
  • O quizá no… -repliqué mirando a Amaratha fijamente.
  • Pero… -Mina fue interrumpida por Shless.
  • Bien, todo esto es muy interesante, pero contra antes lleguemos a la capital, mejor para todos, especialmente nosotros. En estos instantes no me gusta estar tanto tiempo alejado del Gran Consejo, muchos movimientos en muy poco espacio como para que me sienta cómodo con ello –repuso un Shless anormalmente serio.
  • Creo que tiene razón, es hora de ponernos en marcha, tenemos aún bastante tiempo para poder seguir hablando de esto… -replico Amaratha.
  • Y de como abrir la puerta con el Reino del Sur –dijo sorpresivamente Mina.
  • Si, y de cómo puedo abrir la puerta entre ambos reinos de modo que quede estable… -admitió Amaratha.

Tras esto se terminaron todas las conversaciones, poniéndonos rápidamente en camino, quedando los cuatro rodeados por dos anillos protectores, en el interior los Khulgan, y en el exterior los soldados de la Reina. Obviamente, los cuatro también estábamos más que protegidos por varios conjuros de diversa índole y que fueron reforzados nada más ponernos en marcha… Mantuvimos el silencio hasta llegar a los muros exteriores de la capital tras catorce horas de marcha ininterrumpida… Mina abrió los ojos con asombro al observar la gigantesca capital del Reino Dragón del Norte, la cual al igual que la del Sur, rodeaba por completo un enorme cono volcánico.

CONTINUARA