Crónicas de Vhaalzord - Libro 25 - 1
Tras encargarse de Zmall, deben de ir al Templo, pero antes de eso Val hace una revelación, ya que será tres y no dos las personas que vayan a entrar dentro. Y eso es algo que a los Mielar, no les hace la menor gracia
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 25
Capitulo- 1
Tras la definitiva caída de Shargon, o Z’mall, como prefiráis llamarlo, no me olvide del famoso Libro de Hechizos de su culto que supuse en poder de Shargon. ¿Lo busque?, si, ¿pero lo encontré?, no, para nada. Entre los restos de las cosas de sus seguidores, viviendas, campamentos que también localizamos muy bien escondidos en lo profundo de los bosques, no di ni con la mínima pista de su presencia, y os garantizo que al igual que con el de Rezos, su mismo poder fluyendo de su interior al haber sido abierto sería como una luz en plena oscuridad. El problema con el libro es que dada la presencia real del propio Z’mall con su Avatar, este realmente no hubiese sido necesario, pues como es evidente, Shargon-Z’mall tendría esos conocimientos en su interior a su disposición.
Pero… y si, supongo que siempre existe un pero. Pero por ciertos indicios no estaba yo tan seguro de que Shargon hubiese dejado ya de ser él cuando usara ciertos conjuros en el pasado, y no digo ya específicamente cuando nos atacó y tendió aquella trampa que casi le cuesta la vida a Mina. Ahora cada vez estoy más convencido tras sentir el poder del verdadero Z’mall por unos instantes antes de que se lo llevasen los Damok, que en esa trampa de haber sido él realmente quien dominase ya el cuerpo de Shargon, ninguno de los dos habríamos salido con vida, retornos o resurrecciones posteriores de uno o de ambos aparte. Si el libro aún existía, estaba claro que no lo había traído consigo, y si bien creía a Z’mall a pies juntillas como un ególatra engreído, no lo tenía por ningún estúpido.
El dejar ese libro tras de sí, con el poder que albergaba en su interior para quien se atreviese a tratar de hacerlo suyo, le daría en caso de perder contra mí de nuevo, otra oportunidad de acceder a un Avatar, aunque dudo que llegase nunca siquiera a imaginarse, que yo en vez de tratar de destruirle dado el odio que le profesaba y aun le profeso, le entregase a los Damok. Pienso que si en este caso Z’mall pese a su convencimiento de salirse con la suya, por si acaso, muy probablemente debió de dejar tras de sí un método para poder regresar algún día, ya fuese en cien o en mil años. Pero yo con mi, por una vez, uso de la cabeza con frialdad al hacerle entrega a los Damok, he roto por completo todos y cada uno de sus planes o esperanzas de futuro para él y para su pueblo. De todos modos, ese libro de existir aun y estar oculto por algún sitio, soy consciente de que antes o después aparecerá dejando una profunda huella de su presencia de nuevo en el mundo… Y en ese momento, yo estaré allí para poder destruirlo de modo definitivo.
Bueno, basta ya de divagaciones y regresemos al presente de la historia que os estoy narrado. Los Mielar tardaron poco, realmente muy poco en organizar un nuevo Gran Consejo, del anterior tan solo habían sobrevivido tres miembros a los que protegí, además claro del anciano Grohks. El resultado fue que el consejo aprobó aún más rápidamente si cabe el autorizarnos a Mina y a mí el acceso al Templo que estaba en su territorio.
Cuando el anciano nos lo comunico acompañado de Gungan y los otros tres miembros que había salvado de Shargon, tanto Mina como yo nos alegramos y se notó. Grohks y Gungan trataron de hacernos ver la locura que suponía lo que habíamos solicitado al consejo ante la atenta mirada de los otros tres...
- No deberíais de alegraros, lo que habéis conseguido es cierto que no es nada fácil, pero en si esa es la parte cómoda de lo que pretendéis. No tenéis ni idea de cómo o que es ese lugar, me parece que os lo estáis tomando muy a la ligera...
- El Khushiar tiene razón, puede que os parezca que lo peor ya ha pasado, pero eso no es así, esta era la parte "fácil", ahora viene lo realmente complicado, que es conseguir una vez dentro, salir vivo de allí.
- Vhaalzord, eres poderoso, muy poderoso a decir verdad, dudo que nunca más vaya a ver alguien que lo sea tanto como tú lo eres. Pero ese lugar... está en otra altura diferente, más lejana y peligrosa de lo que lo estas tu entre los hechiceros. Creo firmemente que deberíais de replanteároslo ambos por vuestro propio bien...
- Anciano -repliqué, haciendo una pequeña pausa-, debemos de acceder al templo, no es que queramos o no, es que necesitamos hacerlo imperiosamente, es más, desde que estamos en estos bosques no he dejado de sentir su llamada, y lo digo de verdad, en sentido literal de mis palabras. El Templo me está llamando.
- Está bien, pero deberíais de saber, que tendréis que acceder a su interior por vuestros propios medios, nosotros tan solo os situaremos en su puerta, desde ese punto, será totalmente cosa vuestra el dar el siguiente paso -dijo Grohks.
- Pero tened en cuenta que una vez allí, ese paso deberéis de darlo, y una vez dentro vuestra vida estará a merced de lo que el Templo desee haceros. En ese punto no podréis echaros para atrás en vuestra resolución, si no entráis, si no elegís, nosotros mismos os mataremos para limpiar la mancha que habréis dejado en nuestro honor como guardianes del mismo.
Asentí ante sus palabras sin sonreír, aunque creo que a más de uno de ellos en esos instantes se le pasó por la cabeza lo que yo le había hecho a Z’mall, y a quienes había llamado para castigarlo. Por otro lado, veía a Mina cada vez estaba más preocupada por aquello a lo que nos íbamos a tener que enfrentar, y eso que no tenía ni una mínima idea todavía de que en realidad, eran ella y otra “persona”, quienes más riesgo iban a correr allí adentro. Pero se me presentaba un nuevo problema a la vista, eso era que en el templo íbamos a entrar tres, y no dos como todo el mundo parecía creer.
Cuando se lo dije a todos los presentes, se me quedaron mirando cómo no entendiendo nada de nada. Claro que peor cara pusieron todos los Mielar que estaban alli cuando dije que quien nos acompañaría estaría ya esperándonos en la entrada del templo, se vio con claridad lo que todos ellos pensaban al respecto. Entendí por las caras de los presentes, que todo el predicamento que teníamos sobre ellos acababa de desaparecer en ese mismo instante. Tan solo por todo lo que nos debían, era por lo que aún nos iban a permitir acceder a los "Tres", y fue algo que los otros miembros del consejo dejaron muy claro.
La entrada al Templo fue una auténtica sorpresa por mi parte, no se parecía a nada de lo que me hubiese esperado encontrar, de haber estado buscándolo y no emitir tal cantidad de poder, podría haber pasado cientos de veces frente a su entrada sin ser capaz de localizarla, entre otras cosas porque a diferencia del de la Isla de Nauruem, este era completamente subterráneo. La entrada estaba en la boca de una gran cueva oculta entre densas plantas y un nutrido grupo de gigantescos árboles. De hecho y aunque pueda no parecerlo el acceso a la misma era un intrincado sendero entre los árboles y las plantas que había que saber que se encontraba allí para poder usarlo. Cuando estábamos a punto de entrar en el sendero de él surgió una mujer de ojos dorados que se abalanzo sobre mí, abrazándome y dándome besitos en las mejillas mientras daba chillidos de alegría. No dudé en devolverle sendos besos en las mejillas antes de separarla de mí y alzarla dándole un par de vueltas en rededor mío mientras la observaba sonriente con gran atención, pues este no era en absoluto un comportamiento normal en ella.
A todo esto no os quiero decir las caras tan expresivas a mí alrededor, por un lado Mina que parecía haberse tragado media docena de limones exprimidos, y por otra la comitiva de Mielar que de repente parecían inusualmente agitados al mirarla sin olvidarnos de sus bocas completamente abiertas. Una vez que la puse sobre el suelo, pasó su brazo por mi cintura abrazándose a mí, al punto que tuve que usar un par de conjuros, el primero para evitar que me partiese literalmente en dos dada la fuerza con que me apretaba contra ella. El segundo, realizado poco después de verla bien vista, fue para protegerme de otros efectos muy diferentes dado su estado, y de los que ya os comentare más adelante.
Ni os digo la cara de mala hostia de Mina y como repentinamente se fue directa a por la recién llegada al verla tratarme con esa "familiaridad" tan acusada, pero logré detenerla en el acto con un simple gesto y un "alto" en tono seco. Mire a Amaratha a la cara, pues era ella, y lo que vi me sorprendió, entendiendo en el acto lo que estaba ocurriendo allí y motivo por lo que al instante, con la debida discreción lance ese segundo conjuro del que os hablé antes. Tenía abrazado a mí a un Dragón Hembra en pleno periodo de celo, algo tremendamente peligroso incluso para los propios machos de su especie. No os digo ya como puede ser el estar cerca para un humano, o como en mi caso, un humano que parecía ser el blanco directo u objetivo primordial de su "calentón".
La siguiente sorpresa llegó cuando vi como todos y cada uno de los Mielar clavaban sus rodillas en tierra ante Amaratha, ante la cual posaron su frente en el suelo, dejando con mucho cuidado todas y cada una de sus armas a la vista justo a su lado. Todas ellas sobre el suelo, perfectamente ordenadas y con las empuñaduras dirigidas hacia ella. Cuando vi sus reacciones me hice una composición de lugar de lo que ocurria que resultó ser bastante exacta, especialmente cuando Grohks la llamó “Kiantare Dracos”, que puede ser traducido más o menos como “Diosa Dragón”.
Viendo el cariz que estaba empezando a tomar todo esto y especialmente el cada vez más agrio gesto de Mina hacia ella, decidí hacer la presentación formal de ambas... Creedme que incluso estuve tentado de rezarle a Nakriss, que era lo más parecido que yo conocía a un dios, para que no se liaran repentinamente a golpes entre ellas pillándome a mí en el medio...
- Mina, te presento a Amaratha, el Dragón Reina del Norte, y Amaratha, ella es Mina, mi pareja. Aunque ya la conoces de cuando la salvaste al cuidarla tras el ataque de Shargon que casi le cuesta la vida.
- La conozco, ella es tu hembra, aunque la verdad, la veo muy poquita cosa para ti... -dijo en tono claramente ofensivo mientras parecía sisear entre dientes en su dirección.
- Oye, zorra hija de siete padres, reptil inmundo, quien coño te crees que eres para... -de un movimiento seco con la mano le corté a Mina la diatriba al ver los ojos, repentinamente de tonalidades cambiantes, de Amaratha.
- Ya está bien, se terminó Mina, ¡¡¡Cállate!!! -le espeté cuando fue a hablar de nuevo, luego me volví de nuevo a Amaratha.
- Estas alterada por el celo, trata de controlarte... Conoces conjuros de tu especie para ello, úsalos...
- ¡¡¡Y que coños crees que he tratado de hacer!!! –pareció inspirar profundamente para calmarse tras el arranque de cólera-. Por eso mismo me vine a buscarte, porque no logro controlarme en absoluto. Antes de decidirme a ello me ha faltado poco para matar a dos machos que se rieron de mi celo.
- Pues no veo que funcione mucho la idea de venir a buscarme...
- Más de lo que crees, es solo ellos y porque tu estas delante mío por lo único que aún no me he lanzado a matar a tu hembra por mirarme de ese modo en que lo está haciendo, tratando de disputarme a mi macho.
- ¡¡¡Oye zorra!!! -se alteró del todo Mina empezando a convocar su poder en serio.
Me vi obligado a desatar mayor cantidad de poder en ráfagas de aire del que me hubiese gustado, haciendo aparición en el acto los zarcillos sobre mí, e incluso rompiendo el conjuro de atención sobre mi rostro, revelando la verdadera forma de mis ojos. Sin embargo fue suficiente como para darles a ambas un serio toque de atención, pues al ver a Mina, también Amaratha empezó a convocar su propio poder mientras iniciaba su transformación a Dragón ante los aterrados ojos de los Mielar, pese a saber claramente lo que era.
- ¡¡¡Tú!!!, estate quieta -reprendí a Mina.
- ¡¡¡Y tú!!!, lo mismo, estate también quieta y vuelve a tu forma humana, ¡¡¡Ya!!!, ¡¡¡Las dos, venga!!! -dije con todo seco, cortante y duro a ambas, mientras mis zarcillos giraban enloquecidos a mi alrededor.
- Eso está mejor -al ver que ambas se relajaban-, ahora tranquilizaos la dos, todo esto es por el templo y su influencia, que parecéis idiotas al no daros cuenta de ello.
- Pero es que... -trataron de hablar las dos a la vez, sin que se lo permitiese.
- Ya basta. El templo os está llamando a ambas, y por tanto afectando a vuestros respectivos poderes que aún no están consolidados ante Nakriss, deberíais las dos de ser conscientes de ello a estas alturas. Y ahora majestad, si hacéis el favor de decirles a estos hombres que nos guíen a la entrada al templo, seria todo un detalle el poder ponernos de inmediato en marcha... -añadí sarcástico.
Tras ordenárselo Amaratha, y si, tal y como lo escucháis, se lo ordeno, que no se lo pidió. Me empecé a hacer preguntas sobre todo esto, porque si algo estaba claro, es que los Mielar habían sabido en todo momento lo que era, y se suponía que eso no podía ocurrir con los Dragones, pues el conocimiento de su existencia representaba la muerte. Pero todas estas preguntas no tuve otro remedio que dejarlo para más adelante, pues empecé a tener verdadera urgencia por llegar al templo y solucionar para siempre este problema que se me planteaba con esas dos. Estaba cada vez más claro que el poder del templo, su llamada, o lo que fuese que provenía de su interior, les estaba afectando por momentos, de modo que ahora mismo tenia por un lado una novia celosa con ganas de guerra. Por otro, una Reina Dragón en pleno celo conmigo como objetivo, y con tantas o más ganas de “guerra” que la otra. El papelón no os penséis que no era cojonudo, que sí.
Para terminar de arreglarlo, los hasta la aparición de Amaratha, cabreados Mielar por la inclusión repentina a la visita de una tercera persona desconocida, parecían ahora estar como en un placentero e increíble trance cada vez que posaban sus ojos sobre esta. Eso sí, posarlos tan solo para retirarlos rápidamente instantes después completamente ruborizados de placer. Si os dijera que entendí algo, os mentiría como un bellaco, para mí era algo tan inexplicable como desconcertante de ver. El caso es que todos juntitos entramos en la cueva, si desde fuera no parecía nada anormal, en su interior la cosa cambiaba notablemente, pues todas las paredes y techos aparecían finamente tallados con un montón de lo que parecían representaciones de escenas de la vida cotidiana en aquel sitio. Se veían "monjes" con túnicas dirigiéndose al pueblo llano, quienes más o menos se parecían a los actuales Mielar, quienes según esto no es que hubiesen cambiado excesivamente en todos estos milenios… y “Dragones”, en especial me fije en una escena donde los “hombres” parecían rendir pleitesía a lo que parecía una… “Reina Dragón”.
Tras ver todo esto con la boca abierta nos adentramos en las profundidades de las montañas, o más correcto quizá fuese decir, bajo ellas. La roca parecía ser del más puro y duro granito que pudiese hallarse en sitio alguno, pero sin embargo estaba claro que esas galerías habían sido horadadas por la mano del hombre. La sensación que me dio todo esto fue la de una visita con los Mielar como nuestros amables y simpáticos guías, no una peligrosa incursión por terrenos desconocidos. La sensación fue cambiando a medida que nos adentrábamos mas y más en las profundidades, hasta llegar a su límite máximo cuando alcanzamos una enorme caverna semiesférica con una altísima bóveda en la que las antorchas relucían, destellando contra el mineral que la recubría, por lo que parecía estar llena de diminutos espejos reflejando cada rayo de luz que salía de las antorchas. Y aquí fue donde todo se empezó a poner de lo más interesante para mí, pero no tanto para Mina y Amaratha.
El anciano Grohks se dirigió entonces directamente a mi...
- Nosotros llegamos hasta aquí... Como veras tenéis nueve posibles caminos donde elegir, en cada uno de ellos sobre el dintel de la puerta al corredor hay una serie de signos grabados. No sabemos nada sobre ellos o a donde conducen, a todo el que ha llegado aquí y ha decidido seguir adelante no lo hemos vuelto a ver otra vez con vida.
- Excepto a Shargon, ¿no?
- No, tampoco, cuando fue conducido hasta aquí se marchó en esa dirección -señalo a una de las puertas-, pero apenas llego a internarse veinte o treinta metros antes de darse media vuelta y renunciar a su "derecho" al acceso. Vosotros tenéis ahora y aquí la misma opción, si renunciáis no os permitiremos regresar nunca, pero salvareis la vida.
- No te preocupes, eso no será necesario, nosotros volveremos, lo que no tengo ya tan claro es cuánto tiempo tardaremos en hacerlo... Mina, Amaratha, venga, seguidme... -dije poniéndome en marcha en dirección a uno de las puertas.
Me dirigí concretamente a la que se encontraba a la derecha de la que uso Shargon. En realidad y aunque no sabía cómo, era perfectamente capaz de entender los signos y símbolos que aparecían por todos lados, incluso aquellos que recordaba pero no conocía del Templo de la Isla de Nauruem. En realidad, aunque no sabía cómo, si me suponía el modo en que ese conocimiento había entrado en mi cabeza, Nakriss. Según avanzábamos mi atención se dividía en dos frentes, por uno el pasadizo o las salas por las que sabía que nos veríamos obligados a cruzar antes de llegar a las esferas, y por otro, tenía un ojo permanentemente puesto sobre mis dos acompañantes, que no es que pareciesen muy felices la una con la otra. Lo cierto es que si bien de Amaratha al conocer su estado no me sorprendía en absoluto, sí que lo hacía de Mina, que en lugar de mi compañera, una persona juiciosa y con temple, ante la Dragón solo parecía ser otra "hembra" disputándose al macho.
Llego el momento temido por mí en que no tuve más opción que emplear en ellas una magia que si bien conocía, había empleado poquísimas veces más allá del momento de mi vida en que aprendí los conjuros. Normalmente todo tiene su opuesto, y en este caso, además de un buen número de conjuros que sabía para excitar a otra persona, también conocía los de rango opuesto, aunque como es obvio, estos no los usaba, pues hasta este mismo instante no los considera como "útiles". Lo cierto es que conocerlos no es lo mismo que poder usarlos, como ya dije, un mago inteligente solo usara un número limitado de conjuros en su vida, para de ese modo controlarlos a nivel instintivo. Os aseguro que el poder hacer estos hechizos me costó un enorme esfuerzo, tiempo y concentración. Esto ocurrió en una sala con varias representaciones de una extraña raza de humanos que rápidamente identifique como "Guardianes", y que también contenía una cantidad enorme de texto que ignore, sabiendo de algún modo la poca o nula utilidad que tenía para nosotros. Fue en aquel lugar donde ambas "mujeres" eligieron que debía de darles una respuesta sobre qué era lo que íbamos a hacer allí en realidad, pues a estas alturas a ambas les quedaba claro que posiblemente no les gustaría a ninguna de ambas. Lo cual por cierto, yo ya sabía a estas alturas que eso no significaba que fuesen a tener opción alguna al respecto. La primera fue Mina, directa a la yugular...
- ¿Que se supone que estamos haciendo aquí dentro?
- Yo nada, pero vosotras dos sí. Estáis aquí para convertiros en Guardianas... de Nakriss... o algo muy parecido a lo que estos eran. Solo que vosotras dos iréis aún más lejos, ya que vuestros poderes están incompletos y deben de ser consolidados en la magia pura de Nakriss. Por eso vamos a la cámara de las Esferas que aquí existe... ya te dije que quizá, tuvieses que… -trate de explicar, interrumpiéndome para ponerme de inmediato a la defensiva al ver la reacción de ambas, a cual más virulenta, por cierto, y sin dejarme terminar de hablar.
- ¡¡¡Tú estás loco!!! Ni por un momento pienses que voy a meterme de nuevo entre esas esferas.... la última vez... ¿te recuerdo lo que ocurrió? ¡¡¡Casi me matan!!! ¡¡¡Y me ibas a decir que quizá tenga que morir para esto!!! ¿Pero tú estás loco o que coños te pasa? –me soltó a grito limpio.
- De eso nada, no quiero tener nada más que ver con esta maldita magia oscura... Bastante es que circule por mi cuerpo y me haga el daño que me hace como para ir a por mas voluntariamente... ¡¡¡Ni se te ocurra pensarlo siquiera!!! –añadió también a voces Amaratha, comportándose más como una “Dama” de mercado de ciudad que como una Reina Dragón, pensé irónicamente que se le habían pegado más costumbres humanas en su trato con estos de las que pensaba.
- ¿Me podéis decir alguna de las dos que parte es la que no entendéis? Lo digo porque sois bastante listas, y a estas alturas es algo que deberías de tener muy claro. ¿Pero es que de verdad pensáis que tenéis algún tipo de opción sobre esto? Pues permitidme deciros que no, ya os lo advertí cuando os pregunte si queríais continuar, no hay más formas de afrontarlo, y siento deciros que no tengo la menor intención de veros desparecer a ninguna de ambas de mi lado. Porque eso es exactamente lo que pasaría, os guste o no os vais a convertir, que además, tampoco es tan malo.
- Pero que... -le corte en seco a Amaratha.
- Ya basta, llevo preguntándoos a ambas no se ni el tiempo sobre todo esto, y lo sabéis, las dos siempre me contestáis lo mismo, no habéis cejado de avanzar por este camino en vuestro empeño por seguir a mi lado pese a lo negro que os lo he puesto. Pues bien, esta es la última vez que pregunto porque no habrá más oportunidades. ¿Queréis seguir conmigo o preferís volver ahora mismo sobre vuestros pasos para continuar con vuestra vida?
- Tú y yo estamos ya entrelazados hasta el mismo momento de nuestra muerte, nos guste o no… somos casi como una pareja normal humana -dijo Amaratha con suficiencia mirando a Mina, que apretó los labios.
- Corrección, tú y yo “estábamos” entrelazados… Amaratha, han pasado muchas cosas que no sabes en todo este tiempo sin vernos, pero quizá la más importante, es que he averiguado que soy una… “criatura” de Nakriss, podrías definirlo si quieres, como que es mi progenitor, si te hace sentir más cómoda. Ahora mismo, ese enlace pende de un hilo que se cortara en cuanto entre en esa sala a la que vamos, y no pienses que no lo haré, porque no tengo alternativas a ello.
- ¡¡¡Estás loco!!!, ¿Cómo va a ser tu progenitor una Luna?, desde luego que… -Mina la cortó sarcástica.
- ¡¡Ahhh!! ¿Qué no lo sabias? Nakriss no es una luna, es según tengo entendido por lo que me explico Val, un ente encerrado en su interior, es en realidad quien creo este mundo y muchos otros hacia milenios… Mucho antes de que ninguna de nuestras razas existiese o él les diese la vida… Porque podríamos decir, que fue el quien nos dio la vida originalmente… ¿Lo he explicado bien “amor”? –remató con todo el recochineo, haciendo chirriar los dientes de Amaratha.
- ¿Y eso cuando coños se supone que pensabas contármelo? –se me encaró Amaratha.
- ¿Qué te parece cuando hubiésemos hablado durante la ceremonia del huevo? Pero al acelerarse todo y presentarte aquí por tu cuenta, o atraída por la misma Nakriss, no me has dejado otra opción que hacerlo de este modo, ¿o es que crees que yo las tengo más que tú? No “su Majestad del Reino Dragón del Norte”, aquí quien lleva la voz cantante es Nakriss, y todos nosotros estamos bailando al son que nos toca… ¿o piensas que el que no seas capaz de controlar tu celo y te vieses impulsada a buscarme es otra casualidad?
- Pero… es que… -intento hablar Amaratha a la vez que Mina.
- Val, entonces… - Las corté a las dos en seco.
- Ya está bien, las dos, y ahora escuchadme bien con las orejitas bien abiertas, porque solo lo explicare una vez, aunque tratare de hacerlo lo mejor que pueda, ¿estamos?
- Si –contesto Amaratha mostrando síntomas de estar a punto de volverse Dragón, víctima del enfado que empezaba a acumular, más la presencia de la otra hembra a su lado.
- Si –replicó repentinamente relajada y calmada Mina.
Mi explicación no resulto realmente del agrado de ninguna de ambas, incluso ni del mío, pues nuevamente Nakriss parecía seguir jugando con nosotros, ya que me hizo ciertas revelaciones solo instantes antes de empezar a hablar que me dejaron... estupefacto del todo. Cada vez tenía más claro que tenía algún tipo de ruta para conseguir su tan ansiada liberación, y que no nos lo iba a poner a ninguno más fácil ni aun por ser sus piezas clave en ella, porque lo que me dijo muy claro en ese segundo de “confianza”, es que nos necesitaba a los tres, si o también, por las buenas o por las malas, tal y como ya me estaba yo temiendo casi desde un principio de empezar a saber la verdad de toda esta historia.
Y por cierto, para que os hagáis una pequeña idea del verdadero problema que me suponía el “celo” de Amaratha, os diré que una hembra Dragón es lo más promiscuo que existe hasta el momento en que elige su macho, después de eso, es fiel hasta la muerte, y más le vale al Macho en bien de su propia vida, tener ese mismo sentimiento hacia la hembra. Por fortuna esto ocurre así prácticamente siempre entre estas criaturas, rara vez se “desparejan”. Pues bien, Amaratha en pleno celo había venido a buscarme a mí sin intentar siquiera aparearse con ningún macho de su especie… Empecé a conjeturar con la idea de que quizá, y solamente quizá, Amaratha, técnicamente hablando, ya no pudiese ser considerada exactamente como un Dragón, y eso, era un muy serio problema para mí.
CONTINUARA