Crónicas de Vhaalzord - Libro 23 - 4
Mina continua su aprendizaje por la vía dura, y en esta ocasión, la culpa de la nueva masacre recae directamente sobre ella
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 23
Capitulo- 4
Cuando salieron de los territorios de la Hermandad la situación cambio, aunque no excesivamente. Mina intento convencer a Val de cabalgar bajo otro estandarte, según le dijo, debería de hacerlo bajo el suyo propio, crear uno para la ocasión, algo a lo que se negó de plano, y como no, trato de hacerle entrar por el aro de un modo relativamente simple, esa misma noche cuando se acostaron para descansar…
Se encontraba tumbado de lado un poco mosqueado con Mina por sus “ideas”, y especialmente por cómo se ponía si estas no eran tenidas en consideración. Porque una cosa es que la escuchase, hablase con ella, y luego al final se lo negase, y otra como había pasado con lo del estandarte propio, simplemente se negase de plano sin prestarla mayor atención. Estaba Val pensando en ello cuando sintió como un cálido cuerpo se metía con él bajo sus mantas y se abrazaba contra su espalda… No le hacía falta volverse a mirar para saber de quien se trataba, aunque no tuvo más remedio que hacerlo, ya que la mano de Mina paso sobre su cintura y termino directamente acariciándole la polla bajo el calzón.
Se giró, se encaró a ella y con una voz cargada de deseo, aunque no penséis que no trato de disimularla, le pregunto…
- ¿Se puede saber de qué vas Mina?
- Pues creo que está claro…
- A si, y dime entonces, ¿de qué?
- Pues de puta… de “tú” puta… -en ese instante se subió sobre él, mostrándose tal cual estaba, completamente desnuda.
- Pero… -un dedo sobre la boca de Val le obligo a callar.
Menos de veinte segundos después, su polla estaba profundamente enterrada en el interior de Mina mientras esta se “mecía” lentamente sobre él, estrujándole la polla con los músculos de su vagina, masajeándosela con ellos, llevándole a la desesperación por que aquella tortura terminase… En el tiempo en que ambos llevaban juntos como pareja, Mina se había “espabilado” lo suyo, si al principio iba de lanzada pero en realidad era un pelín tímida, ahora, desde luego ya no tenía ese problema. No dudaba en lo más mínimo en saltar sobre el pobre Val para echar un polvo en cuanto se pegaba un calentón por cualquier cosa… y la verdad, es que era una autentica diosa follando.
Mina tenia las piernas de Val cogidas con las suyas propias en una presa que impedía que pudiese ejercer presión sobre ella con sus caderas e intentase romper su control sobre él, sus manos se cerraban sobre sus muñecas, fijándolas con fuerza contra el suelo, aparentemente le tenía completamente controlado. Cierto que al final, de un modo u otro, siempre acababa por zafarse de ese control, y terminaba por manejar la situación, aunque también era cierto, que a Mina una vez que empezaban a follar, ya le daban igual cuatro que cuarenta, pero aun así, para ello, había que tomar el control y cada vez le resultaba más difícil poder usar sus trucos con eficacia contra ella. Mina seguía exprimiéndole la polla, de hecho en cuestión de cinco minutos le había arrancado un orgasmo haciendo que se corriese como un corderito en su interior, sin embargo, no por eso había cejado en su control sobre su polla, logrando con sus músculos vaginales y la infernal rotación de su cadera que su polla nuevamente se pusiese en forma…
Val decidió recurrir a un truquito que aún no había empleado contra Mina, el que usaban las prostitutas Durand del Continente Sur con sus clientes, y que les hacían ser las más caras allá donde una de ellas ejerciese, el aumentar voluntariamente la temperatura de su sangre. Val era muy capaz de hacerlo hasta con cinco grados, pasar de 37 a 42 y limitarlo exclusivamente a su polla, pero eso tenía un precio ya que esa sangre antes o después terminaría circulando por el resto de su cuerpo, con lo que debía de ser extremadamente cauto cuando lo usaba, so pena de ponerse realmente enfermo con fiebre. Empezó a aumentarla con suavidad, pero procurando no pasar de un grado y medio… tan solo lo justo como para que empezase a notarse en las entrañas de Mina…
De pronto, en cuestión de un par de minutos, Mina empezó a notar como perdía poco a poco el control de sus músculos, como todo su coñito parecía estar empezando a arder, como una terrible sensación de placer empezaba a acumularse en cada parte del túnel ocupado por la polla de Val… Se removió sobre, él, roto sus caderas de modo diferente para intentar evitar el cada vez más cercano orgasmo, pero todo inútil, porque además, y para su enojo, con cada cambio de movimiento, con cada nuevo intento, lo único que lograba es que su propio placer se exacerbase… Al final no fue capaz de resistirlo y un violento orgasmo la alcanzo mientras sus caderas se movían frenéticas sobre Val, completamente fuera de su control…
El leve desfallecimiento de Mina al correrse, fue el instante aprovechado por Val para hacerla girar de golpe sobre el mismo, haciendo que quedase debajo, con las piernas muy abiertas y su polla aun en el interior de su coñito. Val la sujeto por los gemelos, alzando sus dos piernas por encima de sus hombros, poniendo sus manos sobre sus pechos, empezando a retorcérselos sin piedad, arrancándola un leve chillido de dolor. Ese fue el instante en que Val aprovecho para subir su sangre otro grado más de temperatura y empezar a embestirla con todas sus fuerzas, follándosela a un ritmo brutal. Los golpes contra sus glúteos eran sonoros y secos, como si estuviesen dándola azotes…
Las manos de Mina se aferraban a los antebrazos de Val, en un principio para tratar de quitarle sus manos de sus pechos, para que dejase de retorcérselos de aquel modo, sin embargo ahora tan solo eran un punto sobre el que sujetarse, sobre el que tratar de mantener un mínimo control sobre su cuerpo, que en esos instantes solo era controlado por su propio placer, ajeno a cualquier orden que su cerebro tratase de impartirle… Incluso su garganta, sus labios, eran incapaces de seguir nada coherente fuera de los cada vez más intensos jadeos y gemidos. Mina sentía literalmente, arder su coño y hasta lo más profundo de su interior, pero el placer que esto le estaba proporcionando junto con las embestidas cada vez más brutales de Val la estaban llevando al paroxismo del orgasmo… temía el instante en que este le alcanzase. De hecho, cuando llegó, solo fue consciente del inicio, pues a los diez segundos, se podría decir que su mente se desconectó y únicamente su cuerpo quedo, sufriendo en solitario las convulsiones de sus músculos producto del embriagador efecto de placer al que la follada había arrastrado su cuerpo.
Mina había quedado completamente ida, lo que no era óbice, para que en su cuerpo no notase los remanentes del placer sufrido por este. Estaba más que claro que en esta ocasión, había perdido ante Val por completo, era su derrota más humillante desde que estaban juntos… En cuanto se recuperó lo suficiente y se sintió capaz de hablar con cierta coherencia, apretando los labios se dirigió a Val…
- ¿Qué narices me has hecho?
- ¿Yooooo? –pareció sorprenderse Val, aunque sus ojos divertidos desmentían lo que parecía transmitir el resto de su rostro.
- Si, tú, ¿Qué coño mi has hecho esta vez para dejarme en ese estado? ¿No habrás usado algún conjuro sobre mí para ayudarte verdad?...
El tono de voz de Mina transmitía peligro, desde que empezaron juntos, y especialmente, desde que se iniciaron en esta especie de “peleas”, Mina ya dejó muy claro que la magia debía de quedar fuera de todo esto. El primer polvo en serio que tuvieron ambos, a Val se le ocurrió la brillante idea de blindar su pene con un escudo para reducir las sensaciones y durar más, a la vez que sobre ella uso otro para aumentar su sensibilidad, evidentemente, Mina alcanzo un elevadísimo número de orgasmos gracias a toda esta ayuda, pero la cosa no fue como el espero dado el resultado. Mina le cantó la gallina a conciencia sobre lo de usar sus poderes en esa situación…
Según le dejo claro, una cosa era por ejemplo fortalecer sus músculos de las piernas porque se la estaba follando en vilo contra la pared, y otra usar la magia para aguantar más tiempo sin correrse o para que su sensibilidad aumentase, todo eso se lo prohibió. Esto de las prostitutas Durand, era un pequeño truco que evidentemente necesitaba algo de magia, pero no modificaba sustancialmente nada de lo que Mina la hubiese dicho antes, que estaba prohibido hacer cuando follaban, de modo que, en ese aspecto se sintió bastante seguro.
- No Mina, no he hecho nada extraño sobre ti para que te perdieses de ese modo. Simplemente, me pareció oportuno ganarte en esta ocasión, y además, hacerlo de un modo contundente…
- ¿Y porque nunca antes había hecho lo que sea que me hiciste hoy? –pregunto, ahora ya enojada.
- ¿Y porque debería de haber puesto sobre la mesa desde el inicio todos mis trucos? Querida mía, ya deberías de saber, que yo siempre me guardo algo en la manga por si acaso…
- ¿Qué es lo que me hiciste cacho cabrón?
- Lo único que hice fue que te corrieses como una Loba Espectral en celo… –le contesto besándola, metiéndole la lengua hasta la campañilla.
- Eres el peor cabronazo que nunca haya conocido… -jadeo agitada tras el beso.
- Y tu mi putita calentorra siempre con ganas de discutir…
Al final fue Mina quien corto todo aquello aparentemente cabreada, aunque en realidad, estaba muy lejos de ello, pero era consciente de que si no lo hacia así, difícilmente descansarían para el día siguiente, pues ella misma era la primera aun con ganas de seguir con la fiesta. Pero era consciente de que en esos momentos con el cansancio acumulado que llevaban, no era algo que les conviniese permitirse a ninguno de los dos…
Al día siguiente se volvieron a poner nuevamente en marcha, pero desde luego, con unos quinientos jinetes tras ellos, lo que estaba totalmente descartado era el pasar desapercibido, y a medida que se alejaban del territorio de la Hermandad, a Val cada vez le fue quedando más claro que la opción más sensata de seguir con el mismo plan, era lo que Mina le había sugerido, el tratar de cabalgar bajo algún estandarte con el que poder ser identificados… Dado que no existía ninguno que le diese la confianza necesaria como para caminar bajo su sombra, nuevamente, regresaba a la idea e Mina, el problema era que usar como tal. Mina propuso varios, a cual más peregrino, desde el que llevaba un Lobo Espectral al del Guerrero Khulgan, pasando por uno con la cabeza o las garras de un Hrull, o incluso la Runa de los Guardianes que vio en el Templo, en la sala de las Esferas…
Fue un auténtico dolor de cabeza el tener que tratarlo con Mina, o más bien, el intentar convencerla de que tampoco tenía tanta importancia como ella parecía estar dándole, pero no hubo forma humana de conseguirlo. Me decante por lo más simple, un estandarte de color enteramente negro, pero Mina enseguida puso el grito en el cielo, argullo que ni siquiera en las Tierras Salvajes alguien tendría algo tan “pobre” como estandarte de batalla… Fue cuando dijo estas palabras que por fin lo entendí, que por mucho que no lo pareciese o que me hiciese olvidarlo, Mina era una Talkinq, una Guerrera además de maga, y con esos antecedentes… en fin… que me deje convencer, pero a mi modo… digamos que fue otra especie de “corazonada” de las mías. Use para el estandarte uno de los animales más extraños que existían en la Isla de Nauruem y que nunca pensé que terminarían por existir allí de verdad. El resultado fue un estandarte Negro con un Halcón Azul…
Durante los siguientes dos meses, Mina continuo con su truco de avisar con las aves a los campesinos de los territorios por los que cruzábamos, estas cada vez viajaban más lejos para ello, obviamente procurábamos evitar cuidadosamente zonas muy pobladas. No obstante, en estos dos meses nos fue imposible evitar, aunque tampoco es que pusiésemos mucho esfuerzo para ello, dos grandes batallas… La primera fue contra un idiota que se hacía llamar “El Dios Viviente de Alomar”… El caso es que la ciudad de Alomar la habíamos dejado atrás ya cuando el muy cretino nos intercepto, o más bien quizá, nosotros nos fuimos a dar de bruces contra su ejército, que en nuestra opinión, más que establecerse allí para tratar de emboscarnos, en realidad había escapado de la ciudad por si decidíamos atacarla.
El caso es que pudimos evitarlos dando un pequeño rodeo de dos días, y tanto Mina como yo, aunque especialmente ella en este caso, decidimos atravesar justo por en medio de donde ellos estaban. Ocho mil Infantes y mil trescientos jinetes… a los que les cayeron encima cinco mil Guerreros Khulgan con cuarenta de sus magos… Por cierto que “El Dios Viviente de Alomar”, descubrió no ser tan “Dios” y si por el contrario, bastante mortal, y mortal chillón por cierto, porque no os digo que forma de gritar cuando los Khulgan se empeñaron en desmembrarlo con los Hrull. Aunque al final esto no pudo ser, pues los lindos caballitos terminaron por comérselo vivo en lugar de permitir a sus jinetes que se divirtiesen con él… Al final, sinceramente, no tengo nada claro si logro escapar alguien de allí… pero lo dudaría mucho.
La siguiente vez, sí que confieso que fue culpa mía y de Mina por estar discutiendo y no prestando atención a nuestros pájaros… Había logrado que cuando convocaba mis Halcones Azules, pudiese tender una especie de enlace a Mina para que esta también fuese capaz de acceder a sus ojos… pero claro, luego vino el problema de querer usar esa capacidad a la vez y nos las teníamos tiesas los dos por ello. Como digo, esta segunda vez fue culpa de ambos que por no estar a lo que debíamos estar, nos metimos en medio de una guerra en toda regla, en lo que podríamos llamar, una “Batalla Decisiva”.
Con nuestros quinientos jinetitos nos metimos en un valle un tanto acusado por el que salimos a una especie de meseta o altiplanicie, donde lo más sensato en nuestro caso era avanzar por uno de los varios cauces secos que la atravesaban. Pues nada, que justo cuando estábamos en el centro, salimos del cauce, el terreno era llano, aunque formando pequeñas lomas a nuestros lados. Pues de repente, en lo alto de esas lomas aparecieron ambos ejércitos enemigos… Según vimos con los Halcones cuando por fin les prestamos atención y dejamos de discutir entre nosotros al ver el percal, en nuestro flanco izquierdo serían unos treinta mil infantes con siete mil jinetes, mientras que en el Flanco derecho, habría unos veintiocho mil infantes con unos diez mil jinetes. Desde luego si había una posición que no podía ser peor, esa era la nuestra, justo en todo el medio, en todo el centro entre ambas fuerzas.
Ambas formaciones estaban más o menos desplegadas del mismo modo, en ambos casos con la caballería repartida entre ambos flancos y con sus arqueros en retaguardia, pero a cubierto tras una línea de grandes escudos rectangulares clavados en el suelo ante ellos. La infantería de primera línea, con una rodilla en tierra y sus escudos también ante ellos, veíamos perfectamente por nuestros halcones que además de sus lanzas con sus correspondientes espadas, todos contaban con rudimentarias ballestas de construcción apresurada y muy barata. Dudábamos que fuesen capaces de disparar más de una vez con ellas sin que se rompiesen, aunque de ser mejores, también ciertamente era muy dudoso que fuesen a tener tiempo para una recarga, por lo que para lo que las querían les sobraba con ellas. Y justo en medio estábamos nosotros, Mina y yo, con cinco magos y unos quinientos jinetes Khulgan a nuestro alrededor muriéndose de ganas de que les permitiésemos lanzarse al ataque sobre ambos ejércitos enemigos… Eso sí, todos perfectamente encuadrados bajo la protección de un conjuro de ilusión que los ocultaba mostrándoles como simples mercenarios “normales”.
Mina quiso… o más bien, se empeñó en tratar de negociar para sacarnos de nuestra apurada situación, y creedme que eso era algo que yo entendía como excesivamente ingenuo incluso hasta para ella, aunque la deje, especialmente cuando vi que empezaba a entrar en una espiral de poder gracias a que la obligue a intensificar muchísimo sus escudos, aunque siempre bajo el umbral de su halo. La verdad es que trato de hacerlo, claro que para ello tuvo que amplificar su voz con el fin de llegar a la cabeza de ambos ejércitos, lo que de momento ya la delato como hechicera, cosa nada buena por cierto, porque te convierte en el blanco número uno de las flechas en cuanto estas son disparadas. Como resultado de su primera intentona, obtuvo en respuesta las carcajadas de ambos bandos, a la vez e incluso parecía que perfectamente sincronizadas… junto con algunas voces discordantes llamándola de todo menos guapa, lo que más se repetía eran los términos, loca, puta, ramera e imbécil, lo cual según pude apreciar no es que les hiciese excesiva gracia, digo esto por el intenso halo de color rojo que empezó a envolverla al escuchar los “comentarios”, lo que hizo aumentar su uso y acumulación de poder de forma exponencial.
Pero bueno, al menos reconozco que ese halo de color rojo intensísimo a su alrededor tuvo la virtud de conseguir que todo el mundo dejase de reírse e insultar en el acto, lo malo, fue que se identificó con perfecta claridad como “La Bruja Roja”, y eso, por lo que pude observar, ya no le hizo gracia a nadie en ninguno de ambos bandos, ya que el reírse de alguien tan poderoso en su propia cara, solía traer muchos disgustos, normalmente o casi siempre, relacionados con la propia mortalidad. Con los Ojos de los Halcones pude ver perfectamente como los soldados de ambos grupos, tras ver ese halo rojo envolviéndola, empezaron a moverse inquietos y por supuesto, nadie volvió a soltar una sola risita más, pero es que, incluso los líderes de ambos bandos parecían repentinamente muy inquietos… El problema en este tipo de situaciones, y lo sabía por experiencia, es que el miedo es un muy mal consejero, y por lo general, casi siempre se termina por elegir la peor opción posible para alguien… con al final, una enorme cantidad de muertos de por medio.
Le pedí por favor a Mina que se calmase un poquito, pues la veía bastante alterada con los calificativos que la gritaron, aunque reconozco que esto pasase ya lo que pasase, me venía bien para “culparla” luego de ello con vistas a que me permitiese entrenarla para que aprendiese a controlarse. Todos mis esfuerzos con ella resultaron en vano, y para terminar de arreglarlo, lo siguiente que dijo fue algo así como…
- “Bueno, decidíos, ¿nos dejáis seguir u os tenemos que matar a todos para poder hacerlo?, pero no tardéis, porque mi paciencia se agota…”
Desde luego no fue la oferta de paz más inteligente que he visto en todos mis siglos de vida, incluso podría haber dicho que era una oferta directamente para provocar un ataque… El problema aquí fue que según lo vi, nadie llego a decidir nada de nada, una solitaria flecha voló hacia Mina, esta alzo la mano y la consumió en el aire, pero tan solo un segundo después, miles de ellas se alzaron desde ambos bandos… Por los Halcones vi que había sido un error de alguien, pero tras el ataque inicial contra Mina, los Khulgan por iniciativa propia se habían puesto en marcha viéndome obligado a una convocación de urgencia de sus magos, junto a mi apareció el jefe de estos, y después de ello… llego el Caos…
Para fortalecer el escudo contra las flechas y los ataques mágicos que siguieron, me vi obligado a cancelar la ilusión que nos cubría, mostrándole a todo el mundo por primera vez quienes tenían en frente de verdad… Cinco segundos después de esto, Cuarenta magos aparecieron a nuestro alrededor y solo veinte después, unos veinte mil Guerreros Khulgan mas hicieron su aparición, partiendo en dos grupos al galope contra nuestros enemigos. Mina tranquilamente se situó a mi lado, a esas alturas ambos teníamos nuestros ojitos y demás efectos al descubierto, yo mis zarcillos y Mina con un halo cada vez de un rojo más intenso. Cuidado que el hecho de que Mina estuviese a mi lado, no quería decir que no hiciese nada, desde allí se entretenía en acribillar con dardos mágicos a cualquiera que no tuviese ya a un Khulgan encima tratando de destriparlo vivo…
Allí en único que no se molestaba en mata a nadie era yo, aunque eso sí, tenía mi Shilkka en las manos, junto a mí y Mina estaban diez inquietos Guerreros, ya que el jefe de estos decidió unirse a la fiesta. Di orden a los diez para que se uniesen a sus compañeros, pero como solía pasar en estos casos, los que se suponían mi escolta, era la única orden que se negaban tajantemente a cumplir, por lo que al final, yo mismo terminaba también integrándome en los combates, eso era más divertido que verlos de esa guisa… Al final, hice la de siempre, indique a Mina que se mantuviese a mi lado, concretamente a mi izquierda y me lance al galope contra uno de los flancos, ¿Cuál de ellos?, sinceramente, eso careció de importancia, fue contra el que más probabilidades de encontrar adversarios vi.
La batalla duro dos horas y media, porque como entenderéis, por mucho terror a los Khulgan que los soldados tuviesen, o bien se negaban por lo general a dejarse matar dócilmente o bien no dejaban de correr hasta no estar muertos, no es que eso supusiese mucha diferencia, pero al menos, era algo que retrasaba a los Khulgan en su matanzas. Yo creo que termine con una decena de soldados, y Mina con un mago más unos ocho arqueros junto a diez o doce infantes… De la caballería de ambos grupos, creo que no vi a ninguno vivo tras el primer encontronazo con los Guerreros, conociendo a los Khulgan ya había supuesto que serían los primeros en morir, no por nada, sino porque era más fácil que se les pudiese escapar alguien a caballo, que a pie, creedme que eso era algo que detestaban y les enfadaba por igual… Al anochecer, el campo estaba lleno de cadáveres de hombres y caballos… Ambos ejércitos habían sido masacrados, hasta ese instante no me di cuenta de una cosa, y es que si bien yo retire el conjuro de ilusión nada más empezar, la parte en que aparecían los estandartes Negros con el Halcón Azul, debió de haber sido conjurada de nuevo por la propia Mina, pues estos seguían flameando a un inexistente viento sobre varios de los Guerreros Khulgan, que parecían sostenerlos en sus manos…
Mina en ese instante, tras desconvocar al grueso de los Guerreros, en el preciso momento en que miraba por fin a mi alrededor completamente calmado, intentando saber el número de muertos que había causado al lanzar contra ellos a los Khulgan, hizo un comentario que pretendía ser divertido con una sonrisa que murió en sus labios al escuchar mi contestación…
- Sabes una cosa Val, si quisieras convertirte en Rey, ahora mismo hay dos importantes territorios sin defensa, solo te haría falta un ejército para ello… -se rio.
- Eso lo tengo aquí mismo Mina. Mira esas tropas que yacen sobre el suelo regando el campo con su sangre, ¿quieres que los levante para ti y te convierta en reina…? -dije muy serio, su risa se cortó de golpe.
- Perdona… no pretendía…
- Sabes, nada de esto tiene la menor gracia –señale a mi alrededor-, aquí han muerto setenta mil personas porque tu perdiste el control cuando te empezaron a insultar…
- Eso no es justo…
- No, no lo es Mina, tienes razón, para nada es justo el culparte de ello, ya que posiblemente no hubiésemos tenido más remedio que acabar haciendo esto mismo de todos modos. Pero ten claro, que el detonante en esta ocasión, fue tu halo Rojo, y apareció porque perdiste el dominio sobre ti misma, por tanto fuiste la directa responsable por ello de toda esta masacre…
- Lo siento, pero es que sus insultos… Además, yo no fui quien ataco primero, fueron ellos… -se defendió.
- Claro que sí, ya te lo he dicho, posiblemente…, no, casi seguro que abríamos acabado por hacer esto mismo. Pero tú deberías de ser consciente de tu situación en estas circunstancias. Esos hombre veían a una maga, se estaban riendo de una maga cualquiera, metiéndose con ella, y de repente, se encuentran con que a quien han estado insultando resulta ser “La Bruja Roja”…
- Eso lo entiendo, comprendo que les diese miedo, pero sigo diciéndote que ellos me atacaron, y eran miles Val…
- Sigues sin comprenderlo Mina. Veras, en el instante en que descubriste quien eras, pasaste la decisión de combatir o atacarnos, de sus generales, al soldado que antes se dejase llevar por su miedo o cometiese alguna estupidez, y eso lo hizo el que te lanzo la primera flecha… Luego, cuando tú la destruiste en el aire con un simple conjuro de magia como si resultase lo más fácil del mundo, desataste el terror del resto… prendiste el fuego de su miedo hacia ti…
- Pero yo no pretendía… -la corté.
- ¿No te has preguntado ni por un solo instante, porque no retire la ilusión de los Khulgan desde el inicio?
- Pues porque éramos apenas quinientos, ellos muchos miles, nos hubiesen atacado en el acto para tratar de aprobé… ¡¡¡Oh, Dioses!!! – gimió-, y eso mismo es lo que yo hice con mi halo, provocar el ataque…
- Eso mismo Mina…
- Y porque me lo permitiste, porque estoy segura de que sabias que pasaría esto o algo muy similar al menos… te conozco, sé que cuanto menos lo supondrías...
- Si, lo suponía, es cierto, pero como ya te he dicho, también daba casi por hecho que tendríamos que abrirnos paso luchando, lo que del mismo modo suponía convocar a un ejército de Guerreros Khulgan y exterminarlos a todos. Por eso he preferido dejarte actuar y que por ti misma, ahora te des cuenta de tus errores… y las consecuencias que aparejan estos…
- Podrías habérmelo explicado sin más… -dijo enfurecida.
- No Mina, no es tan simple. Ya no eres la maga humana de antes, te guste o no, quieras hablarlo o no, ahora eres como mínimo una Guardiana, con un poder mucho más allá de lo que siquiera supones en estos momentos… En ti reside el poder Oscuro de Nakriss, la Luna Negra…
- Eso no es… -la corté en tono glacial.
- Eso es así Mina, tienes más poder que ningún otro mago humano, pero ese poder llevar consigo una responsabilidad y una aceptación de lo que se puede hacer o no con él, algo que parece que tu no quieres admitir. Pero eso es algo que antes o después tendrás que hacer, la cuestión es si lo harás por las buenas o por las malas. Este –señale alrededor-, es un buen ejemplo de ese “por las malas”, setenta mil muertos por no controlarte. Ahora ya sabes lo que lleva aparejado el que pierdas el control sobre ti o tu poder y que aparezca tu halo rojo cuando no deba… Por lo menos alégrate, por esta vez, las consecuencias únicamente las pagaron soldados, quizá la próxima si no aprendes, quienes reciban este tratamiento, sean también ancianos, mujeres y niños, de modo que para la próxima procura calmarte y no perder la cabeza.
Tras la charla nos pusimos en camino, dejando tras nosotros el macabro campo de batalla, solo que en esta ocasión reduje nuestra comitiva, paso a ser de dos Magos y unos treinta Guerreros nada más… Mina se dio cuenta de ello, así como de la preocupación que parecía embargarme en esos instantes, ya que desde que partimos hacia dos horas, no había dicho nada y parecía perdido en mi propio mundo, sin prestarle atención a nada…
- ¿Pasa algo Val? –me sobresalto.
- ¡¡Eh!!, no nada Mina, nada, tranquila…
- Eso no me sirve, si pasa algo quiero saberlo, lo de las lecciones por la vía dura está muy bien, pero igual que eso debo saberlo, si te preocupa algo, lo que sea, también, si tengo que aprender, quiero hacerlo sobre todo, no únicamente de lo que tu pienses que es conveniente –me quede mirándola, calibrando que hacer.
- Está bien, si me preocupa algo Mina, y es algo serio…
- ¿Los Khulgan? –la mire sorprendido-. Venga Val, no me mires así, has dejado solo unos pocos Guerreros junto a nosotros, y no es porque estés tan cansado como para verte forzado a ello, especialmente porque esa convocación es cosa de sus magos y no tuya. Se sumar, y todo apunta en esa dirección, no sé cómo puedes pensar que no me iba a dar cuenta.
- Si, en eso tienes razón, y en lo otro también, me preocupan un poco. No es que este muy seguro de ello, pero me parece que su presencia permanente aquí con nosotros, junto con tanta batalla continua, por pequeñas que están hayan sido, está empezando a hacer efecto sobre ellos…
- Si, también lo creo, pensé que era mi imaginación por no conocerles bien, pero me estaban pareciendo cada vez más violentos y ansiosos de sangre… -me dijo Mina mirándome a los ojos.
- Sí, eso es justo lo que me temo, que puede llegar un momento en que al atravesar con ellos una aldea, si alguien cualquiera nos hace frente, exterminen a todo el mundo, sea quien sea y haga lo que haga.
- No podemos permitirnos eso… -Mina quedo pensativa un instante, luego…- Y bien Val, ¿qué hacemos al respecto? –respingué.
- Y a mí que narices me cuentas, te recuerdo que esta idea fue tuya, queridísima Mina… -le ofrecí mi mejor sonrisa.
- Retíralos por completo, lo mismo así vuelve todo a su cauce si descansan un poco de estar aquí tanto tiempo, ¿no crees?
- ¿No pretenderás que nosotros nos detengamos también a esperarles, verdad? –la mire sorprendido.
- No, para nada, podemos continuar solos, es cuestión de hacer las cosas de otro modo…
- No me lo digas, ahora querrás que traiga varios Lobos Espectrales para que nos hagan compañía, ¿a qué si?
- Eso mismo, y mientras estamos así, podríamos recortar distancia rápidamente hacia el interior hasta llegar a las Montañas, si vamos por ellas o por sus faldas, nos serán mucho más útiles los Lobos que los Khulgan…
- Eso te lo admito, pero hasta ese instante, no voy a retirar a los Guerreros, dejare este número y veamos de movernos deprisa por las rutas que veamos que estén menos transitadas… Ocúpate de ello, por favor…
- Pero para eso… -apretó los labios-, de acuerdo, me encargare de buscar por donde podríamos movernos tropezando con la menor gente posible… -tras lo cual, ocho nuevos Gavilanes del Norte aparecieron en el cielo para hacer compañía a mis tres Halcones Azules-.
Lo que en realidad me preocupaba pese a lo que quisiese pensar Mina, no eran los Khulgan con sus cada vez mayores ansias de sangre, pues como ya dije cien mil muertos arriba o abajo sobre mí “conciencia”, no iban a ser gran diferencia. Lo que me preocupaba de verdad era la propia Mina con su “simplicidad” de pensamiento y el hecho de que se estuviese divirtiendo cada vez más con todo esto. El problema no era ella en sí o esas “características”, sino el hecho de que pese a tratar de controlarlo, algunas veces me resultaba muy obvio que se dejaba llevar inconscientemente por su poder, por esa “borrachera” como yo la llamaba porque le gustaba, y eso, sí que era preocupante para mí.
Pero lo que me tenía realmente tenso en este caso y por lo que estaba perdido en mi mundo cuando ella me interpeló, era mi método para hacerla entrar por el aro, lo que estaba haciendo para obligarla a que se controlase, enseñándola por las malas los efectos de esa falta de autocontrol. El problema que temía era el reguero de sangre que iba dejando tras de sí en sus “estudios”, y como le afectaría esto cuando se diese cuenta de mi método, porque antes o después, estaba seguro de que lo haría… Hasta el momento le había dejado a ella trazar los planes de nuestro viaje, yo me había limitado a pulirlos lo justo y poner la mano de obra, pero esto hacia que todas esas muertes, fuesen a parar sobre su conciencia, que no era tan… “amplia” como la mía por decirlo suavemente… esa era mi real preocupación por Mina.
CONTINUARA