Crónicas de Vhaalzord - Libro 23 - 1
Mina y Val llegan por fin al Gran Continente desembarcando en la Ciudad de Filestra donde ya ese mismo día empiezan sus problemas
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 23
Capitulo- 1
Val se encontraba en la proa del veloz barco que le trasladaba junto a Mina a la ciudad portuaria de Filestra en el Gran Continente, miraba hacia adelante, hacia el horizonte, en su mente podía notar la presencia de los dos Halcones Azules que se mantenían vigilantes en el cielo, sobre el barco, así como a la docena y media más que recorrían el Gran Continente explorándolo para él. Era el barco más rápido al que Lord T'ldord había podido echar mano, concretamente era uno que la propia Hermandad usaba de forma habitual a modo de correo, o mensajero del consejo de la misma.
Estaba muy preocupado por mi compañera, no creía que llevase bien los nuevos cambios habidos en ella de un modo tan repentino. Primero su fuente de poder había crecido como más de mil veces, lo que aunque no lo parezca, ya era un problema en sí. Segundo, se había visto obligada a cambiar por completo el modo de tratar su poder al regenerar este más rápido de lo que estaba acostumbrada, obligándola a gastar para poder sobrevivir, que era justo todo lo contrario a lo que ella estaba acostumbrada. Tercero y quizá mas importante aunque menos urgente, ahora en ella residía el poder Oscuro de Nakriss, el poder de una Guardiana, algo de lo que Mina intentaba evitar hablar como fuese, pero que el sabia, que realmente no se podía permitir hacer.
Sabia como se debía de sentir Mina en esos instantes, la euforia que debía de experimentar al poder usar tal cantidad de poder sin necesidad de controlarse, es más, el estar necesariamente forzada a emplearlo libremente y con escasas limitaciones más la enorme capacidad interna, de hecho varios conjuros suyos impulsaban el viento sobre el barco, realizados únicamente por el afán de “tener que gastar capacidad mágica”. Pero esa euforia, contra lo que pudiese parecer, era un serio problema, porque los sentidos se embotaban, la percepción de la realidad sufría cambios, era mal comparada, como una gran borrachera de aguardiente o un mal viaje de un alucinógeno… Esta euforia era la que al principio de su existencia como Vhaalzord, había decidido el destino de su batalla personal contra el dominio sobre si del Dios Loco, y en todas las ocasiones, le había hecho perder la partida al hacerle perder su propio autocontrol, y le había conducido de masacre en masacre, de matanza en matanza. No podía permitir que Mina pasase por eso…
Iba a tener que hacer algo con Mina al respecto una vez llegasen al continente, y no estaba muy seguro de querer, porque si no era por las buenas, iba a tener que hacerla entrar por el aro por las malas, y eso era algo que podía ser extremadamente duro para ella. En un principio también tenía pensado hablar con ella sobre Lord T’ldord, quería saber cómo le había podido descubrir y salir viva, no quiso hacerlo cuando estuvo explicándola sobre los Dragones y sus reinos, porque bastante le estaba costando asimilarlo todo como para ponerse a indagar, y ahora mismo, en su actual situación, tampoco parecía el momento propicio para ello, debía de centrarse en obligarle como fuese a controlar los efectos secundarios de su poder, eso era prioritario y no quería distracciones abriendo de nuevo el tema de los Dragones…
Mina cuando se despertó estiro el brazo hacia el hueco vacío donde debería de haber estado Val, rápidamente abrió los ojos mirando hacia allí, volviendo la cabeza luego para revisar el resto del camarote. Se levantó en el acto, vistiéndose rápidamente, y subió a cubierta, cuando le localizó en la proa avanzó hacia el con una sonrisa en los labios, luego se situó a su lado pasándole un brazo por su cintura, haciendo que Val inconscientemente imitase su gesto.
- ¿Ocurre algo? -preguntó Mina al verle cara de preocupación.
- Sí, he enviado Halcones Azules al Gran Continente y no me gusta lo que me han mostrado, la situación allí es mucho peor de lo que Lord T'ldord nos dio a entender...
- ¿Quieres decir que nos mintió?
- No, digo lo que he dicho Mina, simplemente es más grave, él lo ve desde la perspectiva de un Dragón, y bastante poderoso además. Aunque pueda no parecértelo, créeme que para nosotros el mundo es un poco diferente a como ellos lo ven.
- No lo entiendo -le miró curiosa.
- Es simple, él lo ve desde la perspectiva de arreglarlo él personalmente o junto con otros de su especie si su Nhakkar así lo decidiese, y un Dragón no impone lo que un humano, ni tiene las sensibilidades de este o su fuerza, sin duda ellos tendrían menos problemas que nosotros de darse a conocer en cualquier problema que surgiera. Piensa en cientos de ellos atacando a la vez…
- Comprendo lo que intentas explicarme, pero... ¿entonces qué hacemos?
- Témenos varias opciones, todo siempre dependiendo de cuál de los dos caminos que tenemos por delante decidamos emprender... El primero sería perseguir a Shargon, y el segundo, directamente buscar el templo para esperarle allí... En el estado actual en que esta todo, creo que difícilmente podríamos hacer ambas a la vez...
- Pero aunque decidamos buscar el templo, nada nos impediría ir hacia las Tierras Salvajes preguntando por el camino si alguien sabe algo sobre Shargon, ¿no crees? -razonó Mina.
- Sí, es muy posible que pudiésemos, pero serviría de poco si no pudiésemos seguir el rastro de su recorrido, y si vamos hacia una dirección concreta, eso es lo más probable que pase.
- Estoy de acuerdo con esa apreciación, pero también es cierto que no perdemos nada por intentarlo si decidimos ir a buscar el Templo, incluso quizá a medio camino, nos interese más ir a por el que andar buscando el Templo o lo que queda de él.
- Si, aunque primero debemos de llegar a Filestra, pertrecharnos allí y hacernos al camino rumbo al Norte, hacia las Tierras Salvajes y la dirección a priori más probable de Shargon, o al Noreste siguiendo la costa y luego cortar hacia el Oeste a la altura del territorio Mielar... Una vez emprendido el camino fuera de Filestra, ya veremos qué decisión tomamos al respecto, ¿qué opinas?
- Que es una buena idea, lo primero es lo primero, y eso es pertrecharnos convenientemente para aguantar largos días sin poder entrar en ningún sitio decente o que merezca la pena. Además, si la cosa esta tan mal como dices, lo más probable es que nos convenga movernos por caminos poco transitados para poder evitar tropiezos serios y esquivar todas las poblaciones importantes... -terminó Mina, quedándose pensativa mientras miraba a Val de reojo, como pensándose si decirle alguna cosa.
- Sí, pero por el momento disfruta del mar, ya tendremos ocasión de preocuparnos por todo ese tipo de cosas -le sonrió Val a la vez que la besaba en los labios. siendo correspondido enseguida.
Val había conseguido esquivar convenientemente lo relativo a qué hacer para llevar su búsqueda a buen término, y esto no era otra cosa que el modo en que avanzarían hacia su objetivo. Una opción era tratar de pasar lo más desapercibidos posible y la otra que barajaba en bien de Mina, era el que Vhaalzord el Nigromante volviese a cabalgar por el mundo abiertamente, con el baño de sangre que eso terminaría por suponer, y contra lo que cualquiera que conociese su leyenda pensase, en ello no se implicaría necesariamente a los Khulgan. Estos únicamente habían sido la parte más… exótica, por decirlo suavemente de lo que en realidad había hecho en esa época. Había otra opción intermedia, usar la primera y solo recurrir a la segunda cuando fuese necesario, pero creía sinceramente que tarde o temprano, de hacer eso, terminarían con la segunda opción en exclusiva... y había otra consideración más en todo esto, que para el “problema” de Mina, él creía que la ideal era la segunda… pese al baño de sangre que supondría.
Además veía un pequeño problema añadido, uno que empezaría a actuar nada más desembarcar en el puerto de Filestra, y no era otra cosa que el que Mina y él iban a quedar señalados como miembros, o como mínimo, como personas contratadas por la Hermandad. Del continente Occidental y en ese barco solo podían llegar dos tipos de personas contratadas por la Hermandad de la Costa, mercenarios o “especialistas”, y no hacía falta ser ningún lumbrera para determinar a qué rango pertenecerían dos personas que habían llegado solas en un barco rápido fletado para su exclusivo uso, uno que se sabía perfectamente a que se dedicaba. Era posible que nuestra llegada en él pusiese nerviosa a mucha gente, tanto dentro como fuera de la propia Filestra, incluso puede que uno de ellos fuese quizá el propio Gobernador en caso de tener algo que ocultarle a sus jefes. Según Lord T’ldord era alguien nuevo, y a él personalmente, parecía no gustarle en absoluto, lo que ya era una clara indicación para Val.
Unos días después el barco amarró en los muelles de Filestra, no había nadie para recibirles, aunque eso era algo que Val ya se esperaba que pudiese suceder, y que le dejaba en claro varias cosas. En Finkal, la ciudad de la costa Norte del Continente Occidental de donde habían partido, Val había hecho que al igual que él, Mina se hiciese con cierto tipo concreto de ropas. Se trataba de pantalones anchos de color oscuro, una cinta ancha en la cintura capaz de ocultar cuanto menos seis dagas Khlomn y de llevar un par de Dagas pesadas a la vista. También una larga camisola de seda de Arañas Gigantes de las Montañas del Centro del continente occidental, también de color oscuro, muy liviana y ligera, pero que permitía una gran libertad de movimientos con una particularidad añadida, protegía tanto del frio como del calor, por una cualidad especial de la seda de Araña. El coste de los dos pares de camisas comprados para cada uno, era realmente desorbitado, con ese dinero podían haberse pagado una veintena de los mejores caballos de la ciudad y les sobraría.
Para terminar hizo que le fabricasen para cada uno, unas larguísimas capas de Lana tejida e impermeabilizada con ceras especiales, cuyas capuchas prácticamente les tapaban el rostro por completo, además de contar con un muy práctico embozo que únicamente permitía verles los ojos, y eso con mucha suerte. Val no pudo evitar sonreírse cuando Mina al ponerse el conjunto completo, mirar a Val y más tarde a ella misma hizo la pregunta del siglo, “¿Quiénes podían usar una ropa tan estrafalaria?”, la respuesta, “los Ejecutores y asesinos de Elite”, la dejo con la boca abierta provocando las risas de Val. Mina resulto obvio que no estaba excesivamente conforme con esas ropas, pero Val se negó a explicarle para que exactamente las quería, porque Mina no lograba verles su utilidad.
De hecho cuando bajaron del barco llevaban ropajes “normales”, esas concretas, iban perfectamente guardadas en sendos fardos que ambos llevaban a modo de equipaje, que era lo que despistaba a Mina, que había esperado que las usaran precisamente allí. Lo primero que les sorprendió a ambos es que no parecía que hubiese ido nadie a recibirles, y ambos habían visto la misiva que Lord T’ldord había enviado al Gobernador, siendo muy claro en ella con lo que quería que se hiciese a su llegada. Lo normal hubiese sido que por simple precaución al llegar ese mensaje de quien llegaba, es que el Gobernador tratase de evitarles cualquier problema mientras estuviesen en la ciudad, y eso en cualquier sitio se traduciría por una escolta armada que aquí brillaba por su ausencia.
Nada más alejarse un poco de los muelles Val ya empezó a sentir la presencia de algunos ojos fijos en ellos, desplego su poder con cautela. Dado que estaba empezando a anochecer, la zona era peligrosa por sus numerosos rincones y recodos. Al haber bajado de ese barco concreto y dado que todos en esos muelles debían de saber de quién era, el ser atacados sería altamente improbable, o algo muy serio. De por sí sería extraño que en una ciudad de la Hermandad los llamados bajos fondos no les perteneciesen y estuviesen bajo su control “no oficial”, por lo que un ataque contra ellos de un modo u otro, no sería nada bueno.
Gracias a sus criaturas, percibió que tres idiotas que estaban preparándose para asaltarlos, fueron disuadidos por dos hombres con pinta de secuaces de la Hermandad, sus criaturas no pudieron indicar a Val lo que hablaron esos cinco, pero si como se marchaban los tres potenciales asaltantes de allí en dirección contraria a la suya…, por el contrario, los otros dos hombres parecieron seguir sus pasos.
- ¿Qué ocurre? -preguntó Mina.
- Nos están siguiendo dos hombres, aunque se mantienen bastante alejados como para dejarse ver.
- ¿Un conjuro de invocación?
- Si, tal y como dices, de invocación, con varias criaturas a nuestro alrededor.
- ¿Esperas problemas?
- No lo sé, esperemos a llegar hasta el gobernador, a que hablemos con él y luego ya veremos. Lo de tener a esos dos siguiéndonos podría no ser más que una precaución lógica por su parte en las actuales circunstancias.
- Si, podría ser... pero por favor, avísame si la escolta aumenta.
- No te preocupes que te lo hare saber... Por cierto Mina...
- ¿Sí?
- Ahora ya son seis los que nos siguen, cuatro más se han unido al cortejo a nuestros lados aunque como los dos anteriores, extremando las precauciones de no ser descubiertos.
- Está bien, estaré lista si tratan de hacer algo... ¿qué crees?
- No lo sé, pero es seguro que el gobernador sabe que veníamos a verle, según me dijo Lord T'ldord de eso y de que nos tenía que pertrechar era de lo único que le iban a informar. Esto puede que solo sea para asegurarse que no tengamos problemas que luego podamos transmitir. Determinados dirigentes de la Hermandad no se caracterizan por ser muy pacientes con los errores, y uno de los que peor fama tiene es precisamente el jefe de la Orden Carmesí.
- Entonces puede que no sea nada... –dijo Mina omitiendo que no le gustaba nada que el gobernador no hubiese estado para recibirles.
- Sí, es posible, pero como tú muy bien has dicho, estemos preparados por si acaso...
Val se preparó también para dejar de lado las sutilezas si llegado el caso, les fuese necesario ponerse serios en algún momento, y en esta ocasión lo de las sutilezas iba muy enserio. Siguieron avanzando hacia las puertas de la ciudad, decidieron dar un rodeo con el fin de observar la ciudad y comprobar si alguien les estaba siguiendo más gente. Para su sorpresa en un momento dado, sus criaturas le indicaron a Val que los seis sujetos que les tenían controlados, habían sido interceptados por soldados de la guarnición, y en plan “malo”, de hecho dos de ellos terminaron con una espada en el pecho al querer sacar sus armas. Val se lo comento a Mina…
- ¿Estás seguro de ello?
- Completamente, me parece que son soldados de la guarnición… bueno, en realidad estoy seguro de ello…
- Esto no me gusta, porque esos seis tenían pinta de ser de la Hermandad, aquí hay problemas Val…
- A mí tampoco me gusta esto, y tienes razón, aquí está pasando algo extraño, sigamos de momento con lo que habíamos planeado y ya veremos cuando estemos ante el gobernador… -terminó Val.
Lo hicieron de ese modo, estuvieron “paseando” por la ciudad, dando rodeos hasta llegar finalmente a la residencia oficial del gobernador, donde como era normal, fueron interceptados por los guardias de la puerta, que extrañamente no parecían pertenecer a los soldados de la guarnición de la ciudad, e interrogados sobre los motivos de su presencia allí afuera, que obviamente dijeron que eran entrevistarse con el Gobernador. Ciertamente eso causo un gran jolgorio entre los presentes en la puerta, con lo que se anduvieron riendo unos buenos minutos en los que Val y Mina esperaron pacientemente a que se les pasase el ataque de risa.
Una vez todo el mundo tranquilo y claro como el agua que no tenían mucha intención de dejarles pasar, opte por como primera opción, usar el salvoconducto que Lord T'ldord nos había extendido... Al verlo los guardias se pusieron pálidos, y su primera intención fue llevar sus manos a las armas, pero entonces sonó a nuestras espaldas el frio raspar del acero al salir de las fundas, nos volvimos y vimos un considerable número de soldados de la guarnición espada en mano mirando de forma amenazadora hacia donde estábamos nosotros, aunque no sé porque, me dio la impresión que esa expresión no iba con nosotros precisamente. Los guardias retiraron las manos de las armas con extrema lentitud, haciéndonos entrar después en el edificio junto con ellos, cerrando tras nosotros las puertas con los pasadores de hierro e incluso bajando un rastrillo interior que las protegía a modo de malla…
Mina mientras andábamos, me miró un tanto perpleja arrugando el morro un poco, lo que quería decir básicamente que todo aquello no le estaba gustando, y cada vez menos, algo que compartía completamente con ella. Los guardias de la puerta habían estado a un tris de atacarnos, mientras que era obvio que la patrulla aquella de soldados de la guarnición no parecía que estuviesen presentes a nuestra llegada al domicilio del gobernador por casualidad, y que además parecían querer intimidar a los guardias, o quizá incluso, esperasen algo por parte de cualquiera de ambos… Todo aquello cada vez les parecía más extraño, por lo que casi a la vez empezaron a reforzar sus escudos y a prepararse varios conjuros de ataque por si acaso sus sospechas fuesen ciertas.
Cuando llegaron ante el gobernador, Mina le lanzó una mirada de Advertencia a Val, aunque este ya había notado las complejas tramas mágicas que parecían inundar aquel lugar. La gran sala había quedado aparentemente sellada con ellos dentro, por lo que lograron averiguar al expandir varios conjuros de rastreo con total sutileza, es que además del Gobernador y sus consejeros, más los diez guardias de las puertas, ocultos en las salas adyacentes tras el asiento del Gobernador estaban al menos dos magos y una veintena más de hombres fuertemente armados… Otra cosa que notaron ambos, es que el gobernador pese a estar tan “protegido” sudaba como un cerdo, y que su pulso daba la impresión de estar muy acelerado… En sus ojos también pudieron leer una mezcla de ira contenida, precaución, miedo e indecisión… En definitiva, el gobernador les temía a ambos…
Val fue el que llevó la conversación con el Gobernador, presentándole en primer lugar los respetos que le transmitió Lord T’ldord para él. Luego estuvieron hablando los dos de generalidades hasta que por fin entraron en materia, ofreciéndoles a ambos todo lo que les resultase necesario para su misión, sea cual fuera esta. Val empezó a enumerar lo que ambos necesitarían que el Gobernador les suministrase, Caballos, comida, medios de acampada, en definitiva lo necesario para un largo viaje en el que querían evitar lo más posible los sitios poblados… Tanto Val como Mina se dieron cuenta de que el Gobernador al escuchar sus peticiones se relajó enormemente, incluso se mostró mucho más risueño con ellos, al extremo de gastarles alguna broma.
Después de despedirse de él, justo cuando ya se disponían los dos a marcharse, para sorpresa de Mina, Val se giró y mirando fijamente al Gobernador…
- Una última cosa excelencia.
- Por supuesto, dígame… -respondió risueño el Gobernador.
- Podría por favor explicarme para que pueda evitar matarlo… ¿Por qué motivo nos ha tendido esta emboscada?... y le aconsejo que me dé una explicación muy buena para ello, pues mi paciencia no es que este muy allá en estos momentos… –Val movió sus manos señalando a su alrededor.
- Hijo de puta… ¡¡¡¡MATADLOS!!!! –chilló asustado.
- ¡¡¡Joder!!! –exclamó Mina, sorprendida por lo que había hecho Val.
Val no dudo, desplego su poder por completo, sus ojos se volvieron negros y los zarcillos aparecieron a su alrededor, luego en segundos dos Magos Khulgan aparecieron tras él y Mina, y una docena de Guerreros Khulgan junto a ellos. Con un solo gesto Val ordeno que atacasen, luego en voz alta se limitó a decir suavemente “el Gobernador es mío” mientras se ponía en marcha en su dirección. Para cuando Mina, pese a estar preparada, quiso intervenir, a su alrededor ya se estaba desarrollando una matanza, le costó trabajo encontrar algún enemigo al que poder matar, pues los Khulgan estaban realizando una labor excelente en ese sentido…
Cuando Val llegó hasta el Gobernador este se lanzó contra él espada en mano, aterrorizado, muerto de miedo, sus golpes eran peligrosos precisamente por eso, porque el miedo le hacía ser imprevisible. Val sin embargo apuntándole de repente con la palma de la mano le envió una descarga de energía mágica que le lanzó por el aire contra la pared a tres metros de distancia, dejándole inconsciente por el golpe. Cuando llegó hasta su lado se inclinó, poniendo sus manos sobre su cabeza inicio el hechizo de lectura mental, cuando termino con ello, le degolló. Se reincorporo dirigiéndose hacia Mina... que esperaba con la espada en la mano, con la hoja llena de la sangre de uno de los atacantes que yacía tendido junto a ella… cuando estuvo a su altura…
- Venga, vámonos, aquí ya terminamos, y aún tenemos algo que hacer en Filestra…
- Oye, se puede saber a qué coño ha venido todo esto, podíamos habernos marchado sin derramar sangre… -le dijo mientras andaba rápida a su lado.
- Te equivocas, hay gente esperándonos en las afueras de la ciudad. El Gobernador nos tenía preparado un gran recibimiento, tanto si nos quedábamos o si nos marchábamos…
- ¿Pero porque?, no lo entiendo…
- Porque pensaba independizarse de la hermandad, y nosotros venimos de parte de Lord T’ldord, el jefe supremo de la Orden Carmesí, el puño de hierro de la Hermandad en el barco más rápido que tienen, creyó que éramos asesinos y él nuestro objetivo.
- Pero eso lo descubriste tras leerle la mente, antes de eso no lo sabias…
- Mina, por su recibimiento en el puerto, que se de sobra que te diste cuenta que no hubo, es obvio que el Gobernador nos temía. También ten en cuenta que él sabia de parte de quien veníamos, de modo que al no tener comité de recepción, estaba claro que pasaba algo con él, algo que seguramente a la Hermandad no iba a gustarle…
- Vale, eso ya lo sé, era de lo más obvio… pero no veo la necesidad de esto, no nos incumbía…
- Pero creo que te olvidas de algo, Dragones. Son nuestros aliados, y tienen un importante activo con la Hermandad, Filestra es la bisagra que mantiene unidos todos sus territorios de esta parte del Gran Continente, el enlace entre los del Este con los del Oeste. Ahora mismo tenemos dos accesos francos aquí, uno es este y el otro por el norte, aprovechando los contactos de tu pueblo.
- Entiendo, no podemos permitirnos el que la Hermandad pierda Filestra…
- No, toda esta zona es ingobernable si no se tiene su puerto, el asunto de la incapacidad de mover suministros en gran escala resultaría mortal para cualquier ejército. Mientras la hermandad sostenga esta ciudad en su poder, toda esta parte del continente estará fuera de la órbita de nuestra presa…
- Pero el que el Gobernador traicionase al a Hermandad no quiere decir que estuviese aliado con Shargon…
- A medio día de aquí hay acampado un ejército que pensaba atacar la ciudad dentro de dos días, en cuanto la rotación de las guardias de las puertas, pusiese en la norte a la gente precisa. Con ese ejercito viaja un nigromante muy poderoso que según parece fue quien le ofreció la oportunidad. No sé si será Shargon o no, pero cuando nos marchemos vamos a hacerle una visita a ese ejercito…
- ¿Cuándo nos marchemos? ¿Es que no nos vamos aun de la ciudad? –pregunto sorprendida.
- No, antes de ello, voy a conversar con el grupo de soldados que tendrían que facilitar el acceso a ese ejercito por la puerta Norte –respondió Val antes de desconvocar a los Khulgan y abrir las puertas para salir.
Mina se le quedo mirando mientras Val avanzaba hacia los soldados de la patrulla, que aún seguían esperando donde la última vez que les vieron. Cuando Val llego cambio varias palabras con su suboficial al mando, luego le enseño el salvoconducto de Lord T’ldord, y después, le conto lo que averiguo sobre lo que ocurriría dos días después… A los soldados de la patrulla se les cambio la cara. El suboficial indico a Val donde estaban los soldados que estaba este buscando y se ofreció a acompañarles para “ayudarle” a tratar con los traidores, a la vez mando un par de hombres en busca del Jefe de la Guardia de la Ciudad. Lo cierto es que no tuvo mucha historia, llegaron a los barracones donde entraron Val y Mina acompañados del suboficial, mientras los soldados se quedaron fuera para impedir que nadie entrase. El suboficial le señalo a Val quienes eran los que le interesaban, y este sin esperar más, elimino a los cuatro traidores usando dagas Khlomn. Los cuatro cayeron muertos sin llegar a saber que era lo que ocurría siquiera…
Tras ello Val se despidió del suboficial, tras salir él y Mina camino del depósito de abastos de la ciudad, donde le indico el suboficial que podrían conseguir lo que deseasen de la guarnición con solo enseñar al responsable el salvoconducto de Lord T’ldord, este explico a los soldados presentes el motivo de la muerte de esos cuatro. Mina estaba muy sorprendida del comportamiento de Val, no sabía bien como tomarse todo esto, normalmente la agresiva era ella, pero comparado con este Val, ella era como un cachorrillo jugando a ser adulto… Además estaba ese repentino interés de su parte en que Filestra no abandonase la Hermandad… decidió preguntarle…
- Oye Val, ¿por qué este repentino interés en que la ciudad no salga de la Hermandad?, y no me trago lo de los Dragones, por mucho que sea todo lo razonable que tú quieras…
- ¿Recuerdas que te conté de algunas veces tenia ciertas corazonadas sobre cosas que debía de hacer, y que luego, antes o después me eran de utilidad?
- Si, y te dije que quizá fuese como una especie de prescindía o algo que tu experiencia te marca de ese modo aunque no seas consciente de ello…
- Si bueno, pues lo de Filestra es igual, tengo un runrún en la cabeza que parece indicarme que por algún motivo debería de tratar de proteger los intereses de la Hermandad en ella, incluso puede que en el continente… Como siempre que he hecho caso me ha ido bien, después de terminar con el gobernador, voy a encargarme del ejército que la amenaza…
- Vaya… -resoplo sorprendida-, tú y yo solos contra un ejército entero, sí señor, un combate justo… -termino irónica.
- No, lo cierto es que no será nada justo… Ellos van a ser los primeros en saber que Vhaalzord el Nigromante, cabalga de nuevo por estas tierras… -luego sonrió sarcástico mirando a Mina-, y por si fuese poco, a su lado está la “Bruja Roja”… decididamente un combate nada justo.
Mina le miro no muy segura de como tomarse aquello último, si como un cumplido o como una fina ironía con la que se estaba intentando meter con ella para pincharla un poco. De todos modos, se estuviese metiendo o no con ella, eso en su cabeza le duro muy poco, todo lo que ocupo su pensamiento tras aquello eran las historias que siempre escuchase sobre Vhaalzord como si fuesen cuentos, la emoción de saber que este volvería a cabalgar como antaño y que ella estaría a su lado en esta ocasión… Eso la excitó, y a más de un nivel… sus ojos miraban a Val cada vez con mayor lujuria… Pero Val en sus ojos también vio algo más, veía su cada vez mayor ansiedad por que llegase el momento del combate, algo que en la Mina que conocía no debería de estar ahí…
Val por su parte iba pensando en Mina, en su recién adquirido poder y en los problemas que podían surgir si no obtenía rápidamente un buen grado de autocontrol sobre sí misma, cosa de lo que por cierto, ya empezaba a dar síntomas, leves aun, pero síntomas. Le preocupaba el efecto que tanto poder repentino podría tener sobre ella, él había pasado ya por eso durante sus primeros años bajo el control del Dios Loco, pero en su caso este había sido un problema añadido y muy serio además. El modo más rápido para obtener ese grado de autocontrol que Val sabía que Mina iba a necesitar para el futuro, y por cierto quizá no muy lejano, era conseguirlo por la vía dura, sufriendo sus consecuencias en cabeza propia… Pensaba aprovechar este viaje para darle a Mina una sobredosis de “enseñanzas” de ese tipo… Esto significaba, que iba a morir muchísima gente…
CONTINUARA