Crónicas de Vhaalzord - Libro 20 - 4

El encuentro de Val con Amaratha será de lo más interesante, al punto de obligarlo a replantearse todos sus planes futuros

CRÓNICAS DE VHAALZORD

Libro - 20

Capitulo- 4

Desgraciadamente para mí, al detenerme provoque que se fijasen en mí, no diré como podían saberlo porque no lo sé, pero lo cierto es que de repente alguien grito que yo era un fugitivo de la Orden y todo el mundo se puso en marcha contra mí. Tras eso se me termino el tiempo para poder pensar, solo tuve tiempo de actuar para evitar que me matasen, la dos dagas que llevaba en mis manos se enterraron en los cuellos de los acólitos que tenía más cerca, de los tres restantes se encargaron mis espadas, pero con eso, sí que se me agotó por completo el tiempo.

No tuve opciones validas a las que poder recurrir, incluso el intentar largarme de allí por patas tampoco era ya una opción viable, solamente vi un camino a seguir, aunque reconozco que actue más por instinto de supervivencia que por otra cosa… Incorporándome solté mis espadas, alce mis brazos y deje que mi poder se desplegase por completo empezando por mis escudos, intensificándolos al máximo, mis ojos se transformaron, los zarcillos me envolvieron, golpeando de modo salvaje a un acolito que había logrado situarse junto a mí, enviándolo a más de dos metros, fue como si una maza hubiese impactado contra él. Consciente de que era mi única oportunidad, no escatime, para casi cincuenta acólitos, convoque una treintena de Guerreros Khulgan, tras estos hice que aparecieran una docena de Lobos Espectrales para evitar que nadie pudiese escapar de allí con vida, nada más terminar de materializarse, tal y como parecía suceder últimamente los Khulgan sin esperar orden ninguna se lanzaron a una orgia de muerte acompañados por los Lobos.

A la vez que ellos se lanzaban al ataque yo reclamé mi Shilkka y me sumergí en la lucha, fui destripando, cortando, decapitando a todo el que se interponía en mi camino, incluso en alguna ocasión con acólitos a los que algún Khulgan ya había clavado como un pajarito también recibieron su golpe de mi parte. Tras terminar de masacrarles a todos continúe mi camino desconvocando a mis “tropas”, pero en esta ocasión y al estar internándome en las montañas añadido al susto del encontronazo decidí correr ciertos riesgos, por lo que puse un halcón a vigilar desde el cielo y mantuve un par de lobos junto a mi como exploradores. El halcón se perdió en el cielo y los Lobos se adelantaron, internándose ellos solos por su cuenta.

No me gustaba lo que acababa de pasar, cierto que ya no tenía el riesgo del Dios Loco, y que pese al descontrol que provocaban en mi mis sentimientos no era algo tan peligroso, pero seguía siendo igual de renuente que antes al uso con libertad de mi magia, dos milenios de costumbres arraigadas no es fácil de cambiar. Tened en cuenta, que pese a los cientos de año pasados desde que adquirí mi nuevo poder, dado que había estado “durmiendo”, para mí seguían tan frescos los problemas con el Dios Loco como antaño… Se podría decir que lo que para otros esa época era un pasado muy lejano, sin embargo para mí, todos ellos eran recuerdos de haberme pasado el día de ayer como aquel que dice.

Era consciente de que me iba a costar mucho poder superar esa renuencia a usar mi magia son libertad. Me costaría acudir a ella cuando fuese necesario en una pelea y no como ahora, que solo procuraba hacerlo como último recurso incluso corriendo en algunos casos riesgos que no tendría porque asumir, ya que seguía en mi mente con la idea fija de no perder el control… Aunque por otro lado también admitía para mí, que lo de los ojos y los zarcillos no dejaban de ser un problema muy serio a la hora de pasar desapercibido… Finalmente tuve que desechar seguir pensando en ello, me daba dolor de cabeza, me ponía de mal humor para finalmente no solucionar nada de nada, especialmente porque por otro lado tenía que añadir al coctel la presencia de Mina cuando estaba a mi lado… todo un lio.

La Orden del Dragón Rojo por lo que estaba empezando a darme cuenta, parecía funcionar más como una nación que como una especie de gremio de Magos que someten un territorio. No es que lo tuviese excesivamente claro, pero empezaba a resultarme preocupante lo relacionado con ellos, fuese su líder un verdadero Dragón o no, parecían estar en todas partes y muy bien, de hecho, excesivamente bien informados para lo que debería de ser normal. Hasta el momento siempre que me había cruzado con algún acolito este había sabido que era un “proscrito” por ellos…

Me interne en las montañas extremando mi cuidado al máximo, buscando un lugar seguro donde poder entrevistarme con Amaratha, de nuevo había comunicado conmigo para urgirme a hacerlo lo antes posible. El que me apretase tanto para algo, aun siendo Amaratha era un Dragón, y no era nada normal en su naturaleza semejantes prisas. Pero como de costumbre, cuando lo que necesitas es aislamiento y buscas encontrarte en el lugar más solitario posible, de algún modo, terminas metiéndote justo en todo lo contrario. Después del tropezón con los acólitos me fui a encontrar con que en las montañas parecía un día de fiesta de cualquier aldea o ciudad, había gente por todos lados.

En mis tiempos nadie en su sano juicio andaría por esas montañas ya que al otro lado estaban las tierras salvajes, pero por lo que se ve, eso había cambiado en los últimos 600 años, en cuestión de dos días me había cruzado con cinco tramperos o cazadores, lo que era un número de gente considerablemente alto. Por si fuese poco, mi queridísimo Halcón, por entre un claro en las nubes que cubrían el cielo, diviso lo que me pareció un grupo considerable de acólitos que iban en mi dirección y a los que me convenía esquivar, no por nada, sino porque si empezaba a matarlos cada vez que me tropezase con ellos terminaría por atraer la atención de la Orden al completo hacía este sitio.

Los acólitos estaban como a unas seis o siete horas de distancia, por lo que contando con la ayuda de mi halcón me desplace aún más hacia el norte, internándome en lo más profundo de las montañas para esquivarlos. Cuatro horas después, mi halcón me los seguía mostrando directamente con una ruta que les llevaría de bruces contra mi… Me empecé a mosquear, empecé a considerar la posibilidad de que fuesen capaces de localizarme de algún modo. Lo primero que hice fue pararme, luego convocar varios Lobos Espectrales y Halcones Azules, enviándoles a buscar animales mágicos a mi alrededor, también desplegué conjuros sobre los alrededores, incluyéndome a mí mismo, mis pertenencias y mis monturas… pero sin el menor éxito.

Al final tome la decisión de no intentar esquivar nada, sabiendo sus posiciones me prepare para encargarme de ellos, por lo observado en este caso también llevaban tres magos. Al final encontré el terreno adecuado y espere… cincuenta acólitos y tres magos cayeron de lleno en una emboscada formada por treinta Guerreros Khulgan, dos magos Khulgan, una decena de Lobos Espectrales y yo mismo. Sin el menor aviso los Magos Khulgan y yo mismo lanzamos conjuros contra los magos de la Orden, pillándoles por sorpresa y eliminándoles al instante, después de eso, los Guerreros y Lobos saltaron sobre ellos, haciendo una autentica masacre con los acólitos. Dado lo despreocupados que parecían ir, empecé a pensar, que quizá ese cambio de ruta cuando yo me moví, solo fuese accidental y ni supiesen de mi presencia… pero lo deje estar, porque me estaba empezando a volver paranoico, mis acciones, mis reacciones, incluso mis decisiones en todo este asunto de la Orden me estaban empezando a parecer cada vez más erráticas y sin sentido.

Después de eso continúe internándome en lo más profundo de las montañas hasta que unos días después conseguí dar con un lugar perfecto en apariencia para poder reunirme con Amaratha, y así se lo transmití. En esta ocasión y dado como estaba funcionando todo con la orden desplegué vigilantes, una treintena de Lobos Espectrales se movían por los alrededores con orden de evitar cualquier interrupción. Estuve dudando si desplegar también algunos Guerreros Khulgan, pero no me atraía la idea de usarlos de ese modo, por algún motivo “sabia” que eso no sería una buena idea…, algo me decía que jugar con los Khulgan o faltarles el respeto menospreciándolos era algo muy poco aconsejable y peligroso.

Amaratha tardo unos cinco días en aparecer, y para sorpresa mía, lo hizo completamente sola. Como últimamente, lo hizo en su forma humana vestida con un largo y vaporoso vestido blando. Lo primero que hice fue acercarme y ponerle una manta por encima, lo que recibió con una sonrisita de humor…

-      Gracias, pero no era necesario, recuerda que en realidad soy un Dragón, no una humana…

-      Ya, pero a efectos ahora mismo eres una chica, si alguien te viese se vería raro y yo quedaría muy mal por no “cubrirte” dejándote pasar frio… -dije divertido.

-      Jajajajajaja, vale, captado… -dijo sonriéndome.

-      ¿Has venido sola? –pregunté curioso.

-      Sí, me he… escapado –dijo soltando luego una carcajada.

-      Pues cuando regreses Shless va a estar contento contigo… -vi cómo se ponía seria.

-      Es un Nahkkar, pero no tiene más que opinión y opción a aconsejarme. Nadie, ningún macho puede imponer nada a una Reina.

-      Entiendo –vi que se estaba enojando-, pero de todos modos que te conste que yo también me enfadaría contigo por correr riesgos de este modo –dije con sinceridad y un toque de humor que capto y pareció relajarla.

-      ¿De verdad? –me preguntó con un gesto de muy humana y femenina coquetería.

-      Jajajajajajajaja, -me reí-, si, de verdad Amaratha, incluso quizá te diese una buena azotaina –respondí guiñándole un ojo.

-      Jajajajajajajaja, entonces será mejor que no lo haga más estando tu cerca –siguió con la broma riéndose también ella.

-      Bueno, y dime, ¿qué pasa para que te hayas venido tan aprisa?

-      Mis sueños han vuelto –respondió muy seria-, mis sueños con humanos.

-      Tan graves han sido…

-      Tú cría… o mejor dicho, la cría de tus crías, la que te ha estado acompañando, ha sido con ella con quien he soñado… y creo que ahora mismo viene a toda velocidad a tu encuentro…

No os digo el respingo que pegué cuando dijo que había soñado con Mina y que está según parecía se había puesto en marcha para encontrarme, automáticamente mi vista se fijó en mi anillo, el anillo de comunicación que ella misma me había dado cuando nos separamos… y me maldije internamente por ser tan estúpido. Un anillo como ese además de para mandar aves mensajeras, también servía para localizar a su portador, incluso era posible que fuese eso lo que los acólitos estuviesen usando para encontrarme, la magia de Nakriss era invisible para cualquiera a menos que fuese buscada específicamente y aun en ese caso dudaba que fuese nada sencillo, pero ese anillo aun procediendo de Mina, no dejaba de ser magia humana. Cuando busque en mí, pasé por alto el anillo puesto que era de Mina y yo buscaba magia “extraña”, me estuve maldiciendo por idiota durante un buen rato.

-      Está bien, soñaste con Mina… ¿sobre qué?

-      El Gran Templo… creo… que se lo mostré…

-      ¿Qué le mostraste el Templo?... –me sobresalté-. No fastidies Amaratha…

-      Y hay más… creo que no sé cómo, pero conoce de nuestra existencia, creo que ha visto Dragones en algún momento…

-      Ya… sí, eso ya lo suponía…

-      ¿Cómo que lo sabías? –se alteró.

-      He dicho suponía Amaratha, no sabía, y… -me cortó con tono seco.

-      Eso en ti es casi como saberlo de cierto, la diferencia es mínima, explícate… -su voz sonó más a orden de Reina que a petición de amiga, lo que no me extrañó, dado lo paranoicos que son los Dragones con eso.

-      Cuando tuvimos tratos con la hermandad de la Costa y el “enviado” de Shless habló con nosotros, me dio la impresión de que Mina sabía lo que era de verdad…

-      ¿Por qué no nos lo dijiste?

-      Pues muy simple Amaratha, primero porque solo lo supongo, aunque creo que sí, sí que lo sabe, y segundo, no pensarías que iba a permitir que la mataseis.

-      Pero en ese momento no sabías que era una de tus crías –adujo.

-      No, no lo sabía, pero sí que había algo muy extraño en ella… por cierto Amaratha, cuando hablamos la última vez tuve una sospecha que finalmente pude verificar… Mina posee magia Draconiana en su interior, ¿Cómo coño puede ser posible?

-      ¿Que posee magia Draconiana?... –preguntó más para sí que para mí, aun siendo un Dragón o más bien, precisamente para ser un Dragón, me pareció que se puso algo pálida.

-      Si, y la única forma de que pase eso es que un Dragón haga el rito de traspaso… Pero por lo que se necesitáis de unas condiciones determinadas y un lugar específico para poder crear un mago humano con acceso a vuestra magia… ¿Cómo es posible?

-      No lo es… ese rito debe de ser realizado en nuestro territorio… a menos que… -se detuvo.

-      ¿A menos que?

-      A menos que un Dragón con el poder de un Shaddin-Nur fuese el artífice, los Dragones Blancos que lo consiguieron eran capaces de ello por su simple voluntad… podían transferir con un humano libremente y creo que casi a voluntad… aunque no estoy segura del todo de ello, pero creo que sí, podían…

-      Si, vale, aceptemos que eso es así, pero ahora mismo, no existe ninguno que sepamos, ¿o no?

-      No, no existen, pero también quizá, un Dragón con el poder puro de Nakriss en su interior también fuese capaz, es posible que incluso funcionase en él… o ella, poder hacerlo en sueños… o algo parecido -susurró.

-      Para, para, para… un momento, a ver, que yo me entere. ¿Estás diciéndome que puede que tú misma dentro de uno de tus sueños hayas abierto esa puerta para ella?

-      Sí, es lo único que se me ocurre –me miró fijamente, clavando sus ambarinos ojos en los míos-, salvo que un “Guardián” lo haya hecho, ellos en teoría también podrían… Por lo que he averiguado, un Guardián también es capaz de abrir espectros concretos del poder puro de Nakriss… pero que sepamos en miles de años no han existido… hasta ahora… y ahora quien tiene ese poder, eres tú mismo.

-      Genial, era ya lo que nos faltaba, que tú o yo podamos hacer esas cosas… -me pase las manos por la cabeza.

-      Yo no lo sé, tú si Val, de eso estoy segura. Yo posiblemente con esa humana lo hiciese en mis sueños, pero no tengo ni idea de si lo he hecho podría volver a repetirlo, o como pude hacerlo. Lo más probable es que de algún modo conectase contigo como ya ha pasado antes y si fui yo, que usase en cierto modo tú poder atraves de la magia Oscura de Nakriss que poseo para ello. Pero –meneo la cabeza en un gesto muy humano- no tengo ni idea, son suposiciones, incluso puede que fuese yo misma con mi poder Oscuro, como te digo no lo sé.... Pero te garantizo una cosa, que si estoy completamente segura de que tú si puedes y posiblemente yo también, según los textos antiguos que he visto es algo que la magia Oscura de Nakriss puede hacer, eso es indudable.

-      Vale, dejémoslo porque no podremos sacar más en claro de ello por el momento…

-      Si, mejor… pero eso de que sepa de nosotros… que conozca que existimos…

-      Tranquila que el secreto está a salvo, ni siquiera se ha confiado conmigo, guardó el secreto cuando le vimos en la Hermandad, solo me insistió en que si le veía huyese si no quería morir a sus manos.

-      Bien, aceptare eso… yo me encargare de evitar que tomen medidas si se llega a saber… pero tú debes de controlarla, ¿de acuerdo? –asentí.

-      Gracias Amaratha, y ahora el Templo, ¿que fue el sueño?

-      No lo recuerdo con exactitud, pero creo que le mostré la construcción… y su ubicación exacta.

-      Bien, ¿solo eso? –pregunte mirándola fijamente mientras me pasaba las manos por la cabeza ante el follón que se me avecinaba, además sospechando que había algo no me contaba.

-      Bueno… -se detuvo indecisa.

-      Amaratha, por favor, dime…

-      Creo que también quizá pude mostrarte en su terraza superior… viéndote por los ojos de R’halrhaz, por fortuna tu rostro permanecía en la sombra… así que por ahí no es posible que te identifique como esa persona –dijo sonriéndome y por lo que aprecie un poco nerviosa… si es que eso era posible apreciarlo en un Dragón.

-      Bien, y ahora el truco, ¿Qué es lo que no me has dicho?

-      Estoy bastante segura de que en una de las imágenes que le pasé, R’halrhaz te llama Vhaalzord. Te identificó como “ese Vhaalzord”. Y por otro lado, tampoco se bien como obtuve esas imágenes de alguien tan poderoso como R’halrhaz, más cuando él estaba en esos momentos en el Reino del Sur, y yo en el mío, en el Norte…

-      Está bien, resumiendo, que en el sueño le has dado a Mina imágenes del Gran Templo, le has informado de donde esta exactamente, y que en algún momento la persona que está buscando desde hace más de doscientos años, ha estado allí… Además has podido leerle la mente a alguien tan poderoso como R’halrhaz que estaba al otro lado del mundo, ¿algo más? –pregunté serio.

-      No, nada más, por eso quería verte con urgencia… -sonrió-, aunque creo que ya es bastante, ¿no? –dijo con evidente humor.

-      Bien, te lo agradezco, pero creo que tenemos un serio problema Amaratha… tus sueños, no los entiendo… y no digamos de hacerme una idea de cómo se supone que funciona… todo esto…

-      Ni yo tampoco, pero lo cierto hasta el momento no nos han fallado, todo lo que he dicho, o lo que he hecho durante los mismos, has sido útil antes o después, como lo de que te reconociesen en los reinos humanos supervivientes… Cada vez estoy más convencida que eso también fue cosa de uno de mis sueños…

-      Y yo también, empiezo a pensar que esos sueños son parecidos a mis “intuiciones”… De vez en cuando sé que tengo que hacer algo, o creo que necesito hacerlo, no sé cómo definirlo, pero cuando ha pasado y lo he realizado, jamás me he tenido luego que arrepentir de ello, de hecho antes o después me he alegrado de hacer caso. Por lo que veo, las dos cosas pueden ser parecidas, algo que sabemos que hay que hacer aunque no lo entendamos del todo… aunque en tu caso, sin tu control consciente…

-      Creo que es hora de separarnos otra vez, pensare en lo que has dicho, pero te aseguro que todo esto me está empezando a dar dolor de cabeza, que diría un humano… -titubeó- Val, tu cría… las esferas de Templo, si tiene esos tres espectros de la magia de Nakriss… la humana, la Draconiana y la Arcana… Por lo que he visto en tu mente sobre ese sitio, podría ser muy peligroso para ella…

-      Lo sé… las he sentido en acción, y desde luego yo me salve por los pelos y solo gracias a mi enorme poder, no te preocupes, iré con cuidado con eso.

-      Bien… otra cosa, deberías de darte prisa, no creo que tarde mucho en aparecer, y tú ahora mismo tienes muchos enemigos tras de ti por todas las muertes que has causado… -sonrió-, deberías de solucionarlo antes de que te alcance…

-      Si, lo sé, por cierto, ¿sabes si ese autoproclamado Dragón Rojo es realmente uno de los vuestros?

-      No, no lo sé seguro, pero no debería, no tengo conocimiento de ello y si tanto mi reino como el de Sur estuviesen detrás lo sabría. Pero si es de verdad un Dragón Rojo… -sus ojos centellearon-, preferiría que me avisases en lugar de matarlo. De ser así nosotros nos encargaremos de él… aunque si llega el caso… que no te tiemble el pulso en hacerlo… mátalo y destruye todo rastro de él.

-      Lo tendré en cuenta, si llega, ten por seguro que así lo hare, gracias Amaratha…

Como despedida me dio un suave beso en la mejilla con una gran sonrisa, después de eso, su forma cambio a la de un Enorme Dragón Reina, alzo el vuelo y desapareció en el cielo, al que ascendió tras una especie de cortina mágica que supongo la protegía de miradas indiscretas, algo de lo que anteriormente no me había dado cuenta nunca. Ahora sabía que Mina estaba de camino y usando el anillo para poder localizarme, de modo que investigue y me estruje la memoria hasta dar con un conjuro valido para poder hacer la operación inversa… Gracias al hasta el momento considerado por mí como un insulso y estúpido conjuro, fui capaz de seguir el poder mágico del anillo hasta su creador, en este caso Mina. No es que diese mucha información más allá de la dirección en la que se encontraba… tampoco hacía gala de facilitar una distancia aproximada por generalizada que fuese. Pero por lo menos me servía de orientación, conseguí saber que Mina en esos momentos debía de estar cabalgando hacia mí por los Territorios de las Tribus…

Decidí ponerme en marcha en dirección a la fortaleza de la Orden sin más dilación y con la mayor velocidad posible, pero para ello tenía que tomar medidas quizá un poco extremas. Me deshice de uno de los caballos y buena parte de las provisiones, tan solo me quede con tiras de carne seca y los pellejos que agua que podía llevar con comodidad, preparándome para un agotador viaje a la máxima velocidad que pudiese.

Mi vestimenta también la altere, me vestí como si fuese a hacer el trabajo de un ejecutor, cualquiera que se cruzase conmigo pocas dudas podría tener de que era alguien realmente peligroso, y quizá eso atrajera aún más rápidamente hacia mí a los acólitos. Botas oscuras, pantalón negro, camisola negra, chaqueta de cuero duro negra y mi fina capa amplia también de color negro, iba embozado en mi capucha con un pañuelo oscuro cubriéndome la boca, la parte superior de la capucha hacia sombra sobre la parte superior de mi cara manteniéndome en un total anonimato. En la parte delantera, ante la silla, llevaba dos ballestas montadas, listas para ser usadas en un par de segundos…, y colgado tras la silla una carjad con cuarenta dardos…

Lo que nunca he entendido y creo que nunca llegare a entender es porque la gente tiene que ser tan estúpida. Me cruce con tres personas en las siguientes seis horas, su forma de apartarse de mi camino me resultó incluso cómica, se llevaron un susto de muerte cuando me plante ante ellos al trote como salido de la nada, incluso uno de ellos hizo gestos para el mal augurio dirigidos contra mí. Sin embargo, poco después de estos encuentros, me tropecé con tres sujetos que muy amablemente me solicitaron detenerme, me pegaron un grito, sacaron las armas y se dirigieron casi a galope hacia mí… La verdad es que tampoco hacía falta ser muy listo como para saber que lo siguiente seria pedirme la bolsa, y para terminar, matarme.

Lo de no pararme y no cambiar la velocidad de mi marcha, pasando por completo de ellos no haciéndoles caso, más la forma en que iba vestido debería de haberles puesto sobre aviso de que alguna cosa no marchaba bien, pero no… no se dieron por aludidos, ellos iban a lo suyo, o mejor dicho, a por mí bolsa. Me gustaría poder decir que me hicieron detenerme y fue un combate épico, pero sería mentir como un bellaco… simplemente solté las riendas, me gire sobre la silla, y con la mano izquierda lance varios dardos mágicos sobre uno de ellos, abatiéndolo, de inmediato con la derecha procedí a hacer lo mismo con otro, descabalgándolo también tras recibir no menos de seis dardos. El último se lo debió de pensar mejor porque dio media vuelta al galope, mala suerte para el no hacerlo antes, se mantuvo dentro de mi límite, por lo que una docena de dardos mágicos le atravesaron la espalda… todo ello sin aminorar mi marcha.

A todo esto, tenía el problema del anillo de Mina, si era lo que atraía a los acólitos hacia mí podría bloquearlo sin problema, pero ello significaría que ella tampoco podría encontrarme sin un considerable esfuerzo, y eso gracias a que la creación era suya por lo que podría rastrearla. Pero bloquearla tenía también el inconveniente de que cuando Mina llegase quisiese investigar la razón por la que su anillo había tenido esos problemas, lo que me podía poner en una situación un tanto apurada. Desde que hable con Amaratha sabía que antes o después debería de hablar en serio con ella sobre quién era yo de verdad, pero bueno, tampoco creía que fuese necesario apresurarse mucho con ello, si no me había encontrado conscientemente en 200 años, un poco más de tiempo tampoco sería tan grave, ¿o no?

El único modo de poder llegar a la fortaleza sin tener que tener un ejército de Khulgan a mis espaldas era usando mis habilidades como ejecutor. Si comprobaba que efectivamente ese maldito anillo era el que me estaba delatando, bueno, debería de hacer algo intermedio, vería de bloquearlo durante el tiempo necesario como para encargarme de los enemigos que sin duda me iban a caer encima. Puse en el cielo cuatro Halcones para vigilar mis alrededores.

Nada más regresar a las llanuras, en una pequeña zona arbolada por la que pasaba un rio, me encontré con un campamento de carromatos del que me alerto uno de mis Halcones. Bloquee el anillo, deje el caballo en la entrada de la zona y me moví por mis propios medios por ella hasta llegar a la zona donde estaba situado. Me fui a encontrar con algo… curioso cuanto menos, ya que por lo que estaba viendo se trataba de un campamento de “vida alegre”, eran cuatro o cinco hombres y al menos docena y media de mujeres. Estuve pensando un rato en que hacer, necesitaba descansar para reponerme, este sin duda era un sitio perfecto, discreto y con… “entretenimiento”…

Como he dicho me lo pensé un poco, al final decidí que sí, que necesitaba un poco de tiempo de relajación y asueto para mí, por lo que modificando mi vestimenta y procurando verme lo menos amenazador posible me presente ante ellos. Como primero de nada, salieron a mi encuentro los hombres, todos ellos con armas en las manos, aunque lograban que no pareciesen amenazadoras… Me acerque con las manos en alto y mostrando las palmas, a la vez que deseaba buen día en general… Nada más entrar en el claro…

-      ¿Qué deseáis forastero? –preguntó el hombre que parecía el jefe.

-      Soy un viajero, estoy fatigado y os vi aquí cuando me disponía a buscar un sitio donde descansar. Me preguntaba, si estaríais abiertos en este momento, o no es así hasta que lleguéis a la próxima población…

-      Bueno, si tienes dinero para pagar nuestros servicios, te diré que sí, que estamos a tu disposición para aquello que desees… dentro de una lógica, claro –me sonrió.

-      Bien, era lo que quería escuchar… ¿Podría por este precio obtener tranquilidad y descanso con alguna de las hermosas jóvenes? –pregunte tirándole siete platas…

-      Por supuesto mi señor –respondió haciéndome una reverencia- dos de nuestras Doncellas os acompañaran encantadas…

-      Seguidnos a Arana y a mi… -dijo una chica rubia de amplias caderas-, me llamo Calia…

-      Encantado de seguiros, Arana y Calia…

Y sí, me marche tras ambas mujeres hasta el interior de uno de los carros, lo cierto es que ambas estaban buenísimas, y se me estaba empezando a hacer la boca agua solo con pensar en follarme a ambas a la vez…

CONTINUARA