Crónicas de Vhaalzord - Libro 20 - 1
Val descubre que sin la presencia de Mina junto a él para ayudarle a controlarse a cada segundo, eso de volver a tener sentimientos es una auténtico problema en su situación especialmente en el caso de los negativos
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 20
Capitulo- 1
Había salido a territorio civilizado desde las Montañas casi ocho meses después de ponerme en marcha, todo me había salido mal. No solo tardé más del triple de lo normal, sino que estuve de problema en problema en las Tierras Salvajes porque el Hrull en lugar de hacerme avanzar más rápido me hizo entretenerme matando a quienes se encapricharon de él. Por unas cosas u otras, en algún caso me vi obligado a eliminar incluso aldeas enteras con todos sus habitantes para evitar que mi regreso fuese desvelado, aunque paradójicamente a la larga eso fue precisamente lo que mis masacres indicaron a los habitantes de aquellas tierras.
Mi principal problema es que no estaba acostumbrado a lidiar con sentimientos verdaderos, especialmente con los negativos, enfado, ganas de vengarme, ganas de matar, especialmente esa última particularidad. Llevaba más de dos mil años fingiendo esos mismo sentimientos, hacia teatro simulando sentirlos, pero estando completamente frio a ellos, sin embargo ahora no, los podía sentir de verdad y tenía que controlarlos, descubrí que eso no era algo tan sencillo como yo creía que era hasta ese momento. Con Mina estaba muy pendiente de no descubrirme ante ella, con lo que conseguía mantenerme bajo control al estar muy pendiente de todo, pero sin su presencia a mi lado… bueno, era un desastre tras otro.
La primera muestra fue al día siguiente de entrar en el territorio de las Tribus, me encontré a la salida de una aldea con una partida de guerreros que sin más me atacaron. Me acerqué con las manos alzadas en señal de respeto y solo saque por el contrario un ataque con flechas, más de una docena, al punto que reconozco que me sorprendieron por no esperarme algo tan repentino, tuve que tirarme de forma violenta al suelo para no ser alcanzado. El Hrull sin embargo no tuvo esa suerte, una flecha le rozó precisamente por mi movimiento y se salió de control, atacándoles… Cayó sobre ellos como un engendro salido de sus pesadillas, aunque eso fue lo de menos.
Lo cierto es que yo no fui mucho mejor, lo primero que sentí fue furia, lo siguiente deseos de matarlos, luego mi poder se me escapó de control alzándose todos mis escudos y defensas a su máxima capacidad a la vez que se rompía la conexión con el hechizo de ilusión del Hrull debido a ello, descubriendo lo que de verdad era mi montura. A la vez ese aumento brutal de poder fue arrastrando con ello los efectos secundarios habituales ahora para mi, mis ojos negros y los zarcillos defensivos que siseaban a mi alrededor, lo siguiente que hice llevado por mis impulsos instintivos fue convocar a los Khulgan, lanzándolos en el acto contra ellos, completamente enfurecido por su ataque… Una vez llegados a este punto no pude evitarlo y continúe hasta el final, destruí a toda esa tribu, no podía permitir que nadie supiese de mi presencia. Desgraciadamente durante mi viaje por las Tierras Salvajes, esa solo fue la primera de varias perdidas de control por mi parte debido al bombardeo sorpresivo de mis sentimientos sobre mi… La parte buena, es que poco a poco fui aprendiendo a “defenderme” de ellos… por decirlo de algún modo.
Ahora me dirigía al Oeste del Gran Continente, mi prioridad era llegar al Templo en la Isla de Nauruem y por supuesto, intentar controlar mis “emociones” como fuese. Era consciente de que las Talkinq y la 18ª Aldea no serian capaces de retener durante mucho tiempo a Mina con ellas por muchos ritos para ser hechicera “legal” que quisiesen que pasase, era la Bruja Roja, pasaría por las pruebas a toda velocidad, por lo que en cuanto se cansase de estar allí se pondría en contacto conmigo para que volviésemos a viajar juntos, cosa que no diré que no me agradase, porque si lo hacía, y mucho además. Con ella parecía menos Lobo Solitario que antes a la par que estaba más “tranquilito”…, lo que admitiré que me gustaba, en ambos aspectos.
Viajar solo me estaba resultando mucho más problemático de lo que pensaba cuando deje a Mina con las Talkinq y la muestra de ello ya la tuve como os he contado en los Territorios de las Tribus, debería de haber aprendido de ello, pero… en fin, era el “gran y temido Vhaalzord” y en mi sabiduría eterna ya estaba consiguiendo controlarme, ¿o no?. Había salido a territorio “civilizado” hacia dos días, y ya estaba en problemas… otra vez. Y eran problemas con magos, que era mucho más serio… o casi, esta vez fue el Hrull y su increíble estampa... o la de su ilusión de ser un caballo.
El caso es que según me dijeron cuando me pararon en seco con una orden cortante, pertenecían a la Orden del Dragón Rojo, y su señor era, obviamente, “El Poderoso Dragón Rojo”, quien quería como ofrenda mi caballo… Si bien en otras circunstancias me hubiese partido de risa en su cara y después les hubiese masacrado por imbéciles, sin embargo ahora, tras encontrarme con uno de los “Dragones” de Shless en la Hermandad de la Costa, decidí que, pese a la pérdida de tiempo que me supondría, me convenía comprobar eso del “Poderoso Dragón Rojo”, solo por si acaso. Recordaba perfectamente los problemas con ese “color de Dragón” especifico, por lo que prefería perder algo de tiempo y asegurarme de que era exactamente lo que ocurría con esa “secta”, gremio, organización o lo que fuese.
Intenté convencerles para que me llevaran con ellos y de este modo hacer ofrenda personalmente de mi caballo a su poderoso señor, pero como que no, como que preferían matarme, quitarme el caballo y ser ellos quienes se lo ofrendaran… y además parecían especialmente interesados en hacerlo de ese modo… Pese a todo, continúe intentándolo hasta el final…
- Pero no es necesario que nos enfrentemos, yo mismo os acompañare ante vuestro señor y…
- Nada de eso forastero, nadie ajeno a la orden vera a nuestro señor…
- Pero mi caballo es digno de él, entonces…
- Tu caballo le será ofrendado por nosotros…
- Entonces os lo entrego para que se lo llevéis ¿no?
- No, lo cogeremos nosotros mismos tras tu muerte… tu vida será parte del tributo a nuestro señor. Seremos su más fieles siervos… –dijo uno de ellos rezumando orgullo.
- Ya veo –me incorpore un poco sobre la silla, echándome hacia adelante-, eso quiere decir que no hay ninguna otra opción…
- No, solo la de morir a nuestras manos…
- El problema es que no creo que eso pase… -dije irónico.
Uno de ellos se debió de cansar de escucharme, porque alzo una mano y lanzo contra mí una docena de dardos mágicos, no tuve más que reconocer una cosa, que el mago era realmente bueno con ellos, todos dieron en menos de tres segundos sobre el mismo punto de mi escudo, algo complicado de hacer y muy peligroso para el receptor de la atención. El problema real en que me vi envuelto con este ataque, es que mis escudos estaban activados y esos dardos llevaban más poder del que en un principio proveí. Al no estar Mina y no tener que estar “tan” pendiente de lo que hacía, desato un reflejo por mi parte que incremento considerable de mi propio poder en un instante, lo cual, trajo consigo la aparición ante ellos de ciertos problemillas secundarios… Unos ojos negros sin fondo y unos zarcillos mágicos también de color negro que me envolvían protegiéndome como si fuesen un escudo… Me pase la mano por la cara maldiciendo nuevamente mi estupidez y mi descuido, parecía que no era capaz de aprender a mantenerme alerta constantemente sin tener la presencia de Mina a mi lado...
- Bueno ahora el problema es mucho más serio, tras verme así, no os puedo permitir seguir viviendo a ninguno de ambos…, por cierto, supongo que aún querréis mi caballo, ¿verdad? -sonreí.
En menos de un segundo tras decir eso retire el conjuro de ilusión que había sobre el Hrull, la cara de ambos magos al ver en lo que estaba montado no me decepciono para nada… Esta si antes al ver mis efectos secundarios estaba lívida, ahora expresaba el más puro y abyecto terror, un miedo atroz al engendro que ahora veían que era mi “caballo”. Ambos al unísono intentaron dar media vuelta sobre sus aún más aterrorizadas monturas, encontrándose con otra sorpresa desagradable… varios Lobitos enseñándoles sus colmillos mientras parecían estar empezando a relamerse por anticipado…
- Lo siento, creo que no os dije nada de mis “compañeros”, ¿verdad? –sonreí-, se trata de Lobos Espectrales Mágicos… diez en total… y están deseando que seáis su próxima comida… -mi sonrisa se hizo cruel-… ¡¡¡Atacad!!! –ordene, dirigiéndome a los Lobos.
Intentaron defenderse empleando sus escudos más poderosos, algo que evidentemente no permití. A uno de ellos se los tumbe con únicamente veinte dardos mágicos, pero sin embargo, al otro me costó un poco más, ya que su escudo tenía un total de más de setenta puntos vulnerables… por lo que lo hice por “fuerza bruta”. Cuando todos los escudos resultaron tumbados, los Lobos se encargaron de ellos, permitiendo por mi parte que los devorasen vivos. Tras eliminarles a los dos me hice con sus monturas, sustituyendo el Hrull por caballos de verdad.
Una de las cosas que averigüé yendo con Mina, al ser ella quien usaba la magia y no yo, es una debilidad intrínseca en esta. Posiblemente de no haber sido así no lo hubiese hecho, de ser yo el que estuviese usándola quizá no me hubiese dado cuenta de ese detalle y su relación con lo poderosos que eran los conjuros. También es cierto que tenía algo muy importante que ellos no, que era el contar en mí con el poder de Nakriss, que era lo que me permitía obtener tan importante ventaja relativa sobre cualquier otro, especialmente en conjuros defensivos. Entre otras cosas también, gracias a ello y a todo lo pasado, por fin averigüe el motivo por el que los Dragones Blancos eran tan temidos entre los suyos pese a su “debilidad” mágica.
Paradójicamente, descubrí que un conjuro, contra más poderoso era y más problemático resultara poder tumbarlo por la cantidad de magia requerida para poder hacerlo… más débil resultaba ser en realidad, ¿extraño, no?. Mi poder oscuro me permitía detectar los puntos débiles de un conjuro sin excesivo esfuerzo, aunque requería tiempo, pero mis ojos negros, cuando aparecían, esos me hacían verlos con claridad meridiana, para mi eran perfectamente visibles entre las urdimbres de los conjuros, muy similar a como pasaba antes con mis Ojos de Dragón, solo que ahora su precisión al localizarlo era absoluta. Una barrera por poderosa que fuese podía ser derribada si sus puntos débiles de las conexiones entre urdimbres eran tocados a la vez… Una enorme y poderosa barrera con tres puntos débiles, o tres puntos de “conexión” entre las urdimbres, se derrumbaría si en el mismo instante tres golpes de energía los tocaban, por ejemplo tres dardos mágicos impactando al tiempo sobre ellos provocarían su derrumbe…
Yo hasta el momento, con mis ojos de Dragón lo que había hecho era atacar puntos débiles concentrando mi magia sobre uno de ellos para crear fisuras en las defensas y por ellas encajar golpes a mis adversarios, “derribándolas” de ese modo, al obligarles a reconstruirlas de nuevo y aprovechar el momento sino querían seguir recibiendo golpe tras golpe por mi parte… Lo cual ahora me daba cuenta de que era un mal uso de mis capacidades en esa época…, ya que nunca entendí bien del todo lo que hacían los Dragones Blancos y porque realmente eran tan temidos.
Cualquiera pensaría que lo más sabio era reducir el número de puntos débiles de un conjuro, especialmente una barrera defensiva, estos eran debilidades estructurales en ella que necesitaban mucha energía mágica para mantenerse intactos. Esto requería, que contra mas hubiese, más poder era necesario para lograr que en caso de combate esta aguantase. A menor número de puntos débiles, mas solida era la barrera y más daños aguantaba con menor gasto de magia y menor posibilidad de brechas en ella por dichos puntos, y más complicado de alcanzarlos “por casualidad” al estar muy separados entre sí… Sin embargo, gracias a la observación sobre Mina con mi poder y a sus combates en este tiempo, descubrí que al crear un conjuro eliminar todos los puntos débiles no era algo factible o por lo menos yo no estimaba que se pudiese hacer así, sin embargo si se podían reducir estos al menor número posible, en algunos casos muy concretos, un mago o maga excepcionalmente “poderoso, sabio y con mucha experiencia”, podía reducirlos a dos o tres como mucho… lo que hacía que una de esas barreras fuese casi indestructible para un mago sin el uso de enormes cantidades de poder… lo que en un combate entre magos resultaba crucial.
El tumbar una barrera semejante creada por alguien tan poderosa y con unas capacidades como las de Mina, requeriría de un poder inmenso al alcance me muy poquitos magos, el desgaste de su fuente interna de poder para hacerlo sería realmente brutal, por esa razón estos eran siempre atacados por varios magos a la vez si de verdad pretendían matarlos… Sin embargo, casi por accidente, descubrí que si esa misma barrera tan poderosa, tan solo contase con tres puntos débiles en sus urdimbres, tres dardos lanzados sobre ellos que impactasen a la vez serian suficientes como para derrumbarla de un solo golpe… dejando el camino expedito al siguiente ataque. Tres dardos lanzados una decima de segundo antes que un segundo grupo de los mismos, haría que estos últimos alcanzase al blanco sin remisión, eliminando fácilmente al adversario… Obviamente sería muy difícil dar sobre esos puntos débiles a la vez puesto que no estaban quietos y fijos esperando a ser golpeados, fluctuaban por todas las urdimbres… y esto más lanzar los otros con ese retardo. Era casi imposible del todo hacer esto, excepto que los puntos débiles pudiesen ser vistos de forma excepcionalmente clara… que era justo mi caso con mis ojos Negros, o anteriormente con mis Ojos de Dragón Blanco, resultando que contra más poderoso fuese el conjuro, menos puntos débiles tendría y más fácil seria para mí o un Dragón Blanco, “derribarlo”.
Afortunadamente yo nunca tuve problemas con eso gracias a la extensión de mi fuente interna. Al ser tan enorme, nunca me preocupo el consumo de poder como para tener que estar midiendo su uso, por lo que no me moleste nunca en ver como reforzar una barrera usando menos cantidades de poder. Dadas mis peculiaridades en aquella época, mi problema era otro, mi problema era como usarla sin tener que hacer uso consciente, por lo que no tuve otra opción que desarrollar una barrera que pudiese anclar a mi fuente directamente y de este modo hiciese que no me afectase un gran incremento de poder en caso de ser atacado para no enloquecer por culpa del “Dios Loco”, quizá esto fue lo que me salvo más de una vez.
Después de descubrir todo esto, fue cuando por ejemplo, entendí por fin porque los Dragones Blancos eran tan temidos por los demás Dragones, y donde estaba de verdad su gran ventaja, en sus ojos. Yo los había poseído, por ello sabia que podían ver las urdimbres con sus puntos débiles, solo que hasta ahora no había comprendido cabalmente lo que realmente significaba poder hacer esto y la ventaja que suponía, ya que les permitía derribar “fácilmente” cualquier barrera de sus adversarios, y contra estos mas la intentasen fortalecer reduciendo sus puntos débiles, más fácil aún les resultaba a estos hacerlo…, contra más poderoso resultaban sus enemigos, más fácilmente podían deshacerse de ellos, y obviamente, eso era algo que no pensaba ir contando.
Como podréis comprender, desde el mismo momento en que lo descubrí, mis barreras ahora de modo consciente tenían más de medio centenar de “puntos débiles”. Me obligaba a usar mucho más poder y a hacer algo para que no se abriesen brechas accidentales, lo que me llevo a situar una segunda barrera de menor intensidad bajo la primera para evitar eso precisamente, ese era el principal motivo por el que al mínimo ataque sobre mí, mi poder crecía de tal modo que mis “efectos secundarios” rápidamente quedaban al descubierto… Como siempre, lo que me venía bien para una cosa, me venía mal para otra… Como ya sabía, el ver la urdimbre de un conjuro ofensivo, me permitía saber qué hacer para bloquearlo de modo más efectivo… pero poca incidencia mas allá eso tenían mis ojos negros en ello. Y ahora, lo que quería era probar todos estos “presuntos” conocimientos adquiridos.
Retomando la historia, ninguno de los dos era un gran mago aunque no discuto que malos tampoco, pero me costó poco destrozar sus defensas por la vía dura, a lo bestia, y de este modo dejarles francos para que los Lobos los devorasen. El motivo de esto, fue que en nuestra charla, en sus primeras palabras me orientaron sobre donde estaba la base de la Orden y su Gran Señor, por lo que no me eran necesarios para nada. Además, había logrado averiguar muchas cosas sobre magia yendo con Mina, pero no pude poner en práctica soluciones para ver cómo funcionaban para no descubrirme ante ella, de modo que como he dicho antes, en cierta medida… ahora iba buscando la posibilidad de “probarlas”… y una Orden de Magos, me seria un sitio perfecto para ello, ¿o no?. Me puse en marcha en esa dirección, muriéndome de ganas por llegar y presentar mis respetos…
Por el camino me volví a encontrar con otros dos magos, que me detuvieron de malas maneras, preguntándome de inmediato por mi caballo, puesto que según dijeron lo habían “reconocido” como de la Orden. Ni me moleste, ante sus asombrados ojos, mi Shilkka apareció en mis manos, un giro rápido contra ellos y mientras uno perdía la parte superior de la cabeza a la altura de los ojos, el otro perdía la cabeza completa junto a uno de sus hombros al recibir el corte en diagonal… Tras esto, continúe mi camino sin pararme ni un segundo… Lo cierto es que mi caballo era la antítesis de cualquier equino que desatase pasiones, alto, desgarbado, de color negro, pelo hirsuto y con un aspecto raro, muy flaco, pero pese a eso reconozco que era uno de los mejores caballos que nunca hubiese visto, pese a su aspecto era muy veloz y sobre todo resistente… Era una montura perfecta para mi, era magnifica y además no llamaría la atención o despertaría la codicia de nadie, pero conocía ese tipo de hombres, y estaba claro para mí, que esos dos debían de estar dispuesto a “incautarse” de todo lo que se encontrasen en su camino, por desgracia para ellos.
Estaba completamente concentrado en ir a buscar al jefe de esa orden, cuando Amaratha se comunico conmigo, y según parecía, necesitaba verme por algo muy, muy importante, lo que sabiendo cómo eran de neuróticos los Dragones sobre “discreción”, la opción más rápida para lo que la Reina del Norte quería, era dirigirme de nuevo a las Montañas e internarme en ellas, serian cuatro días de viaje yendo rápido, y además, bueno… digamos que la Fortaleza del “Dragón Rojo”, me pillaba de paso, que por cierto, menudo nombrecito tan original con que la bautizo la Orden… Por lo que había averiguado, era la sede central de esa “Orden”. En otro orden de cosas, Amaratha me medio intento comunicar algo que no entendí muy bien, además me confirmo algo que comentamos en nuestro anterior encuentro, en la parte en que hablamos telepáticamente ante Shless, era una cosa que me iba a obligar a hacer algo, muy, muy peligroso, sobre todo con mi actual poder, algo que no sabía cómo me saldría.
Avanzaba tranquilamente, con un par de halcones en el cielo controlando mis alrededores, eso me daba cierta ventaja, pero no quería decir que nada se me pudiese acercar sin que lo viese, como así paso realmente, o más bien, yo me acerque sin verles a ellos. Eran tres hombres y una mujer, se encontraban “entretenidos” con lo que parecía un matrimonio, se hallaban como a unos dos o tres minutos de distancia del camino principal, justo en un sitio que yo había considerado optimo para poder pasar la noche a cubierto.
Al hombre le habían atado y por lo que vi cuando llegué, se les debía de haber ido la mano con él, ya que estaba muerto. La mujer por otro lado, bueno, estaba con la ropa destrozada, claramente los tres tipos habían pasado por entre sus piernas, y en esos instantes, quien estaba ocupada con ella era la mujer. Se encontraba con ella tumbada, atada de pies y manos, acuclillada sobre su cabeza, con su falda arremangada y obviamente obligando a su víctima a comerle el coño bajo amenazas, posiblemente de muerte, ya fuese contra ella, o contra su, ya en esos instantes, “difunto” marido. La pobre mujer estaba destrozada, dudaba que sobreviviese más de un par de horas, si es que llegaba.
Solo me dio tiempo a decir “hola”… los tres hombres se hicieron raudos con sus armas viniéndose a por mí, la mujer se levanto y para mi sorpresa, porque no me lo esperaba, de un rápido movimiento degolló a la mujer sobre la que había estado, girándose de inmediato para junto a sus compañeros, hacerme frente y por supuesto, según parecía… “matarme”… pobres ilusos.
Descabalgué tranquilamente mientras me fijaba en cómo se abrían para rodearme, tras quedar de pie junto al caballo, le di un golpecito en la grupa para que se moviese, sabiendo que no iría muy lejos, ya que le había atado a mí con un conjuro, pensaba que estaba de suerte, estos cuatro me iban a venir muy bien para mis necesidades. Por sus caras veía que los cuatro parecían enormemente satisfechos de que hubiese descendido del caballo, me debían de estar tomando por una especie de idiota o algo así, cosa que confirmo uno de ellos al hablar, dirigieron sus primeras palabras hacia mi…
- Vas a morir, nunca debiste haberte parado aquí –dijo uno de los hombres.
- No, no lo creo, me da la leve sensación de que seréis vosotros quienes muráis, porque seré yo quien termine con vosotros… aunque no ahora mismo, claro, os necesito vivos para una… “cosita” –respondí con una sonrisa maligna mientras sacaba mis espadas, cortando las suyas de raíz.
- Crees que con eso nos vas a asustar, solo por decir que vas a… matarnos –dijo riéndose la mujer.
- No, para nada, de hecho ya os he dicho que os quiero vivos de momento. De hecho, la verdad es que solo pienso matar con cierta “rapidez” a tus compañeros, aunque lo van a pasar muchísimos peor que tu. Sabes, hace mucho que no estoy con una mujer, y visto lo que has hecho, me apetece la idea de violarte, torturarte y para terminar, matarte lentamente… pero todo eso, después de que veas lo que les espera a ellos, quiero que lo disfrutes –le dije con una sonrisa de lobo.
- Pero quien te crees que eres para hablarme así, no sabes con quien hablas –dijo sulfurada la mujer.
- Vale Siape, déjale hablar, con lo que ha dicho su muerte no sea rápida –dijo el que parecía el jefe a la mujer.
- Vale, pero es mío, quiero cortarle la polla personalmente, quiero verle desangrarse hasta morir –dijo con voz cruel.
- Pues bien Siape… ¿te llamas así, no?, pues bueno, hare contigo lo que he dicho, pero tus compañeros… bueno, es igual, ya que tampoco morirán con “suavidad…” –solté una risita maligna que les puso de los nervios-. Por cierto, ya que preguntabas, te diré que me llamo Val, y entre otras cosas, también soy un “ejecutor”… o un asesino especializado si lo prefieres así… -sonreí con suavidad.
- Y yo soy mago… -dijo otro de los hombres, iniciando un conjuro con una sonrisa cruzándole la cara de oreja a oreja- y por muy asesino que seas, no puedes hacer nada contra mí… jajajajajajajaja.
- Bueno… eso sería si no fuese, por un nimio detalle sin importancia, que yo también lo soy… además de un asesino… -sonreí convocando una llama en las hojas de mis espadas, pareciendo estas que estaban ardiendo.
- Bonito truco…
- Si solo fuese eso… -dije usando mi poder sin someterle a restricciones.
Desplegué mi poder completamente, sin controlar cantidades del mismo, alcé mis escudos anclados con grandes cantidades de magia, mis ojos rápidamente se volvieron negros y los zarcillos hicieron su aparición… Convoque enormes cantidades de poder, guardando al instante mis armas de nuevo, poder que lance contra mis adversarios, alzándolos del suelo y enviándolos a varios metros de distancia por el aire, una y otra vez hasta que los tres por fin quedaron inconscientes, incluido el mago. En cuanto a la mujer… bueno, esta se quedó inconsciente en el primer ataque, no quise cebarme en ella en esos instantes… La quería intacta para poder violarla a placer…
Una vez todos quedaron inmóviles, me las apañe para atar a los tres hombres a unos árboles, de forma que sus sogas los mantuviesen en pie, hiciese lo que decidiese hacer con ellos. En cuanto a la mujer, esta se encontraban enfrente a ellos, a unos quince metros, sentada contra el tronco de un árbol, también atada de pies y manos, en su caso además, también amordazada… No quería escuchar sus estúpidos gritos de miedo cuando empezase el espectáculo con sus compañeros, o por lo menos, no muy altos.
Debía de probar aún ciertas cosas, ciertos conocimientos con mi nuevo poder, debía de aclarar algo concreto de lo que me confirmo Amaratha, y estos tres me podían ser muy útiles para ello. Lo cierto es que no lo iban a pasar nada bien, y también, que me importaba tres pimientos lo que sufriesen por ello. Cuando despertaron los cuatro me situé entre medias mirándoles fijamente, con una sonrisita cruel en los labios… me dirigí al que parecía el jefe y me pregunto quién era…
- Sabe, le mentí. Mi nombre no es exactamente Val, se me conoce normalmente así, pero realmente soy Vhaalzord, el Nigromante… -vi sus expresiones solté una carcajada.
- Si, si, lo sé, lo sé, estoy loco, me creo un personaje de cuento. Pero saben, es curioso, durante más de dos mil años mi nombre infundio terror, y sin embargo, actualmente excepto en unos pocos sitios… me he encontrado con que por lo general mi leyenda es la de alguien… “bueno”, todo un “héroe” que hace irse a dormir a los niños prontito para ser como yo –nuevamente solté una carcajada sarcástica, especialmente al ver como luchaban contra las sogas que les ataban-, la gente no sabe lo que está pidiendo.
- Ustedes tres, me van a servir para hacer una pequeña prueba… y durante la misma, posiblemente lamenten haber nacido… -sonreí cruel.
Me di media vuelta, enfrentando a los cadáveres de las dos personas que habían matado. Concentre mi poder, extendí mis manos y me concentré, el conjuro que iba a intentar era uno muy, muy, muy difícil y peligroso, lo había intentado muy pocas veces anteriormente… No me fiaba de mi poder lo suficiente como para poder hacerlo por el temor a enloquecer, y las tres veces que lo intente antes fallé, todas y cada una de ellas, una enloquecí por el Dios Loco, no os digo la que lie, y en las otras dos morí de un modo desagradable al perder el control de la situación, en esta esperaba que el poder de Nakriss marcase la diferencia... Cuando el conjuro estuvo listo aumente mi poder a extremos antes imposibles para mí sin enloquecer, evidentemente tanto mis ojos Negros como los zarcillos hicieron su aparición nuevamente…
Los cuatro intentaron romper con todas sus fuerzas sus sogas, deshacerse de sus ataduras para escapar al ver como el matrimonio volvía a alzarse de nuevo pese a estar muertos… Mi poder seguía manando de mí hacia ambos cadáveres, estos miraban fijamente a todos los presentes con sus ojos muertos… Al final fue la voz de la mujer con voz cavernosa, en parte por el tajo de su cuello quien habló, enseguida deje caer al marido en su descanso…
- ¿Qué deseas de mi… Guardián? ¿Por qué no abriste una puerta para que pudiese acceder directamente…? Siento hambre…
- Contéstame tres preguntas y te dejare comer… -señale hacia los tres hombres atados que se debatieron al escucharme-, uno por cada pregunta.
- ¿Y esa mujer? ¿Y su carne…?
- Ella es mía… pero quizá… depende de lo que me digas… si me siento satisfecho es muy posible que también te la entregue para que te alimentes…
- Pregunta Guardián… pero…
- Puedes empezar a comer si quieres, pero recuerda, uno por pregunta…
- Graaaaciassss… -dijo mientras avanzaba a uno de los hombres.
Mi primera sorpresa fue que me llamase Guardián, no me lo esperaba, pero aunque me hubiese encantado preguntarle por ello, sabía que no podía salirme de mi guión, debía de hacer las preguntas que llevaba preparadas, así como desplegar los conjuros necesarios para defenderme de sus palabras cuando contestase, solo por si intentaba mezclar hechizos o algo peor entre ellas… Era un ser del Inframundo, muchas religiones y sectas a estas criaturas las denominaban simplemente como Damok o Damorking…, más conocidos como “Demonios” por el común de la gente a falta de un nombre mejor… Su principal y predilecto alimento era la carne humana, cuanto más viva y latente mejor, si además estaba aderezada con miedo, entonces para ellos eso ya era… sublime, una autentica delicatesen.
La nigromancia más poderosa se realizaba siempre recurriendo a ellos como intermediarios de ese poder… pero era algo extremadamente peligroso acudir a ese tipo de conocimientos y tratos… Pero el acudir directamente a un Damok y atreverse a que tomase forma, solo alguien con gran poder y enormes conocimientos Nigrománticos debía de intentarlo… para que os hagáis una idea de lo peligroso que es, pensad que yo lo intente tres veces y falle en todas, aunque sabiendo lo que sabía ahora, sospechaba que fue por la interferencia inconsciente en mis conjuros de mi entonces desconocido para mi, poder Arcano con mi magia Humana, o al revés, que no lo tenía muy claro. Vi como empezaba a devorar a uno de los bandidos, arrancaba a bocados trozos completos de carne mientras este chillaba aterrorizado y por el dolor… El resto de ellos no le iban a la zaga… Era consciente de que ahora era el momento de preguntar, pero debía de tener mucho cuidado con no dudar de mis preguntas o no estar seguro de ello, tenía que ser firme y sobre todo mantenerme sereno. Mi primera pregunta fue…
- La torre de los huesos, el Lich, ¿por qué lo creasteis? Contesta, encontré rastros de vuestro poder allí… -técnicamente era cierto, solo que no me di cuenta hasta después de haber hablado con Amaratha y que esta me hiciese participe de ciertas sospechas.
- Era un proyecto… Guardián, queríamos poder ocupar su cuerpo… pero logro bloquearnos… Para evitar cumplir con nosotros sus tratos decidió convertirse de ese modo… pero algún día será nuestro y entonces lo pagara muy caro… Siguiente pregunta… ahhhhh…
Rápidamente paso al segundo bandido, había devorado por completo gran parte del rostro y las entrañas del primero… Yo había procurado que viviese todo lo posible con el fin de poder hacer la pregunta y luego pensar en su respuesta con calma antes de hacer la siguiente. Tal y como suponía, solo había abandonado su primer fuente de alimento porque esta había muerto…
CONTINUARA