Crónicas de Vhaalzord - Libro 18 - 2
Val hace un intrigante y preocupante descubrimiento los Khulgan, sus Khulgan, han cambiado ya no son los de antes
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 18
Capitulo- 2
Según me dijo Mina, nos dirigíamos hacia una pequeña población cercana, situada a unos cien kilómetros de distancia de Filestra. No sabía que era exactamente lo que le debía de haber pedido al Gobernador para que nos hubiesen cargado con semejante muerto de misión, pero debía de ser bastante importante. Por lo que me estuvo explicando, los negocios de la organización en la región habían sufrido varios ataques, tanto locales, como caravanas, como navíos mercantes… en fin, habían atacado en todos los puntos de comercio de la Hermandad. Cuando terminó de informarme…
- ¿Qué opinas?
- Que todo es muy extraño, un ataque externo no puede ser, la Hermandad es demasiado poderosa como para poder desbancarla y expulsarla de esta zona sin atacar también en el resto de sus territorios, sería una ingenuidad. El único modo sería una guerra abierta en todos sus territorios…
- Por eso tiene que ser algo interior, a esa misma deducción llego el gobernador, igual que yo cuando me lo explicó…
- Ya, pero no confía en nadie a su alrededor, por eso quiere que lo investiguen personas ajenas a la Hermandad. Pero sigo sin entender porque nosotros…
- Porque salimos tranquilamente de los desfiladeros… -la mire fijamente.
- ¿Y eso como lo saben ellos?
- Porque según me dijo, los tienen vigilados, prefieren saber “que” sale de ellos, y no esperaban ver salir a dos personas indemnes, o por lo menos, no a dos, que no hubiesen entrado anteriormente por ese mismo lugar. Pensó que si habíamos sido capaces de atravesarlos, bien podíamos ser los idóneos…
- Entiendo, y supongo que el “incidente” con la Orden Carmesí, también influyó, ¿no? –dije pensativo, poniéndome en el lugar del Gobernador.
- Evidentemente, hemos atravesado los desfiladeros de Kliwn y además, eliminado a cuatro miembros de la Orden Carmesí sin inmutarnos, pese a estar en plenas fauces de la Hermandad, somos perfectos para el trabajo –me miro, vi que dudaba de añadir algo más.
- Claro, y cualquier otro gobernador, estaría encantado de hacernos picadillo si con eso conseguían que la Orden les debiese un favor, ¿no? –dije, añadiendo lo que no había querido decirme ella.
- Si, exactamente, eso mismo…
- Te dará también lo que necesitabas de él… -la mire fijamente.
- Si –apretó los dientes-, eso también entra en el trato –me miro fijamente, esperando.
- De acuerdo, vamos a ver que podemos averiguar sobre todo esto.
- ¿No vas a preguntarme?
- ¿Sobre lo que le has pedido?
- Si, sobre eso –su mirada parecía querer leer mi mente.
- No, la verdad es que no. Tú tienes tus secretos, y los respeto, son tuyos.
- Ya, y a cambio, supongo que quieres que yo respete los tuyos, ¿no?
- Tal y como acabas de decir, si, eso mismo –dije mirándola a los ojos.
- Bien, de acuerdo, me parece algo justo, aunque… -entrecerró los ojos-, sigues siendo muy extraño Val, pero que muy, muy, muy extraño… ¿Lo sabes, verdad?
- Si, lo cierto es que si, pero eso es parte de mi encanto personal –sonreí, arrancándole una carcajada-.
Lo que no tenía claro es que se suponía que íbamos a hacer a esa pequeña población a la que nos dirigíamos, no veía que allí pudiésemos averiguar algo importante, pero quien conocía los detalles era Mina, no yo, de modo que opte por no decir nada de nada al respecto.
Entramos en la pequeña población, y fuimos de inmediato al primer local que encontramos a nuestro paso. Mina entro en él, miró detenidamente a todos los presentes, y con paso lento se dirigió a una mesa donde estaban sentados bebiendo tres hombres. Me disponía a seguirla, cuando se paro, se dio la vuelta un instante y me dijo que me quedase junto a la puerta, que fue justo lo que hice.
Algo que si que parecía haber cambiado, es el hecho de que una mujer entrase en un local de mal ambiente, por lo menos en aquel sitio, porque la presencia de Mina no pareció extrañar a nadie. Vi como se sentaba con los tipos y estuvo hablando un buen rato con ellos, como supondréis, hice un pequeño conjuro detector con sumo cuidado, y tal y como me imaginaba había energía magia en el ambiente que parecía proceder de Mina. Espere pacientemente a que terminase lo que fuese que estuviera haciendo. Cuando se levanto se vino directa hacia mí, al llegar a mi altura me soltó un lacónico “vámonos”.
Montamos de nuevo a caballo yéndonos de la ciudad por el mismo camino por el que vinimos…
- ¿Averiguaste algo?
- Sí, hay un granjero al que tenemos que ver, por lo que parece vio a un grupo extraño por esta zona hace cosa de una semana. Justo un día antes de que una caravana de la Hermandad resultase atacada.
- Bien, vamos entonces –dije.
Ni por un momento hice comentario alguno más, de nuevo Mina me miro con fijeza frunciendo el ceño cuando pensó que no la veía. Me sonreí para mí, aún le seguía sorprendiendo y confundiendo mi falta de curiosidad, junto con la facilidad con que aceptaba todo lo que ella decía. Creo sinceramente, que era la primera vez que tras tantos días juntos, no había tenido ni el menor problema con uno de sus escudos, especialmente siendo un hombre.
Sobre una hora después llegamos a la entrada de la granja, Mina descabalgo, entregándome las riendas de su caballo, espere encima de él sin descabalgar. Vi como hablaba con un hombre a la entrada de la casa, en ese momento, el Halcón Azul que tenía en el cielo me alertó de la presencia de una docena de jinetes que se dirigían al galope hacia la casa, pero justo por la espalda de esta, fuera de la visión de cualquiera de los tres. Se dividieron al llegar a la construcción, pasando la mitad por cada lado, cuando llegaron donde estaban Mina y el Granjero, dispararon con sus ballestas sobre ellos. Nada más advertirme el Halcón me puse en marcha con rapidez, de modo que cuando aparecieron se encontraron conmigo y el caballo de Mina en el medio, lo que les impidió hacer puntería, aunque si alcanzaron al caballo de Mina.
Dieron una vuelta completa sobre la casa y siguieron galopando en la dirección desde la que llegaron... decidí no hacer uso de mis habilidades en ese sitio, ya que perdería tiempo y daría tiempo a Mina a reaccionar. Sin pensármelo partí tras ellos pese a que Mina me grito que no lo hiciese. A lo lejos vi un pequeño bosquecillo no muy grande, me di cuenta de que hacia allí era donde se dirigían. Justo antes de llegar dieron media vuelta para caer sobre mí. Desgraciadamente para ellos, yo era considerablemente mejor con las espadas. Los dos primeros, los únicos que se colocaron a mi alcance, cayeron en segundos con sus barrigas abiertas de lado a lado por sendas cuchilladas. Seguí galopando en dirección a los arboles con una idea fija en mente… me asegure de que me siguiesen hasta allí.
Justo cuando calcule que estaba en el centro más o menos, y que ninguno seriamos visibles fuera de aquellos arboles me detuve, permitiéndoles que me rodeasen…
- Vas a morir –dijo el que parecía el jefecillo.
- Yo creo que no… no tenéis ni idea de donde os habéis metido chicos… -sonreí como un lobo-.
- Di lo que quieras, vas a morir… -palideció como un muerto.
Convoque mi poder al máximo posible, utilice directamente el poder de Nakriss, mis ojos se transformaron al instante, los zarcillos hicieron su aparición… y esto, aún asustando a mis oponentes, no fue lo que provoco que chillaran de miedo como niños pequeños. Fue la aparición entre ellos de los Guerreros Khulgan que convoqué… enseguida me di cuenta de que quizá hubiese sido un error hacerlo… estos… no eran mis Khulgan…
Notaba perfectamente como habían cambiado, podía sentir su cambio, ya no eran igual que antes… El Guerrero más cercano al que me amenazó, extrañamente el Jefe de los Khulgan con su imponente estatura y corpulencia que por primera vez no aparecía junto a mí, nada más estabilizarse su cuerpo, extendió su brazo, su mano completamente extendida, encerrada por completo en un guantelete de acero, empleando una fuerza descomunal perforo la cara del individuo, los dedos del Khulgan le salieron por la nuca. El ruido de los huesos de cráneo al romperse fue terrorífico… pero lo sorprendente vino luego…
- Aquel que amenace a nuestro señor debe morir –dijo el Jefe tras matar al hombre, para continuar-, ahora matadlos a todos ellos…
Fue cuestión de segundos, en menos de medio minuto todos los atacantes estaban muertos. Cuando terminaron, todos los Khulgan me saludaron golpeando sus puños contra sus petos de acero a la altura del corazón a la voz de “¡¡Mi señor!!”, luego todos ellos, incluido su jefe, rielaron y desaparecieron. Como dije antes, los Khulgan habían cambiado bajo el poder de Nakriss, eran si cabe mil veces más temibles que antes, o por lo menos, esa fue la sensación que quedo en mi tras verlos y sentirlos.
Su apariencia era más o menos idéntica, pero sus ojos ya no refulgían, ahora eran como los míos, negros. Al mirarlos parecían sendos pozos sin fondo de negrura, no se apreciaba nada en el interior de sus cuencas, daba grima mirarlos más de un segundo. Me di cuenta de varias cosas pese a lo breve de su aparición, su fuerza había aumentado muchísimo y eran más drásticos en sus acciones, más despiadados, pero sobre todo, parecían mucho más radicales en cualquier acción que me pusiese en un mínimo riesgo. Habían eliminado a esos hombres sin darme tiempo a ordenar nada, no me había dado casi tiempo ni a pensar… y lo más terrorífico a mi entender, ninguno de los Guerreros, ni uno solo e ellos, había llegado a desenvainar sus armas… Ante esos hombres, al no llevar armaduras protegiéndolos, se habían limitado a matar a todos simplemente golpeándoles con sus manos cubiertas por sus guanteletes de acero con todas sus fuerzas. A tres de ellos les arrancaron el corazón, sacándoselo con la mano por sus espaldas… y a otro, uno de los Khulgan le sacó todas las tripas antes de que otro de los Guerreros le reventara la cabeza metiéndole los dedos desde uno de sus oídos…, podría seguir… pero creo que vomitaría de recordarlo…
Les registré a todos, llevándome cualquier cosa que pudiese ser del interés de Mina, cuando llegué le dije que estaban todos muertos, e hice entrega de todas sus cosas. Mina me miró fijamente, y entendí porque, había matado a una docena de hombres en muy poquito tiempo, es más, en un tiempo ridículamente corto. Sin embargo, no hizo la menor intención de ir, o de pedirme que la llevase a donde los había matado, lo que me alivió considerablemente, ya que si veía la matanza dar una explicación me iba a resultar complicado. Había curado la herida de su caballo, y por lo que parecía, tenía prisa por llegar a donde fuese que le indicase el granjero.
Tras una hora u hora y media de marcha llegamos a una pequeña ensenada donde se podía ver un barco anclado en ella, o mejor dicho, un barco que empezaba a desplegar sus velas para hacerse a la mar. Mina puso su caballo al galope en dirección a la playa, donde llegamos justo para ver al barco salir a mar abierto, para mi sorpresa, Mina realizó un poderoso conjuro ígneo que lanzo contra la embarcación, siendo este rechazo y respondido con dardos mágicos que el escudo de Mina repelió a su vez. Durante al menos dos minutos Mina y quien quiera que fuese en ese barco estuvieron lanzándose conjuros ofensivos, yo me había situado tras ella, observando detenidamente como usaba su poder, sorprendiéndome de que ni por un instante apareciese el halo rojo rodeándola.
Cuando el barco se empezó a perder de vista y la distancia ya no era válida para poder atacarle, Mina se dio la vuelta, en sus labios había una sonrisita sardónica, me dijo un “venga, vámonos” y montando a caballo se puso en marcha hacia la salida de la playa. No había observado que hiciese ningún conjuro de marcaje sobre el barco para luego poder rastrearlo, algo que en un combate contra un mago sería inútil, ya que el contrario lo descubriría enseguida, luego quería decirse que de algún modo en el transcurso de ese combate, había descubierto algún cosa importante.
- ¿Volvemos a Filestra? –pregunté.
- No, vamos a por ese barco, ya se hacia dónde se dirige… -sonrió con malicia.
- ¿Llegaremos a tiempo?, ellos irán mucho más rápido que nosotros…
- Sí, no te preocupes, no me importa donde vayan en estos instantes, se dónde terminaran por aparecer antes o después, allí les esperaremos.
- Bien, de acuerdo, vamos…
Me miro sonriente y puso su caballo al trote, me situé a su lado pero un par de metros rezagado, durante un par de horas seguimos en ese plan sin cambiar ni una sola palabra. Luego nos pusimos a la par y conseguí que Mina me fuese contando cosas de por dónde pasábamos, lo cual no me importaba nada, pero sin embargo, lo que si me interesaba era todo lo que comentaba sobre sus costumbres y formas de hacer las cosas en la región, algo que sí que me era útil para comparar con mi época. Cuando le pregunte hacia donde nos dirigíamos, me respondió que a una pequeña ciudad costera, Targarlt, controlada también por los Hermanos de la Costa.
Cuando llegamos lo primero que hicimos, antes de nada, fue dirigirnos directamente al puerto, donde pudimos ver que el navío en cuestión aún no había llegado. Mina se dirigió a una casa donde por lo que vi alquilaban habitaciones, la casa en cuestión estaba bastante escondida, era un sitio un tanto rebuscado, lo que me indico que esta no era la primera vez que Mina estaba en esa ciudad. Cuando nos instalamos en nuestras habitaciones, Mina me llevó a comer a un sitio también bastante rebuscado para encontrarlo en el laberinto de callejuelas de la zona de “ocio” de esa ciudad. Al menos, hasta el momento había observado que lo de separar la zona de diversión del resto de la ciudad se seguía llevando a cabo por todos lados.
Al caer la noche y tras cenar, regresamos a nuestras habitaciones, entonces Mina me dijo que ella tenía que irse a un lugar para hablar con alguien, no me dijo quien, y yo tampoco le pregunte, aunque si, evidentemente, quise ir con ella…
- Está bien, entonces vamos, te acompañare.
- No, debo ir sola, tú espérame aquí o vete a tomar algo por ahí si así lo deseas, esta noche, estas libre.
- Mina, soy tu escudo, si no estoy contigo, será difícil que pueda hacer mi trabajo…
- Lo sé, pero en este caso es necesario, y no puedes acompañarme. Se termino la conversación Val… -dijo al ver mi intención de seguir.
- Está bien, entonces estoy libre de hacer lo que desee esta noche, perfecto, pero cuídate.
- Claro, por eso no te preocupes, sabes que lo haré.
Nada más salir Mina por la puerta esperé un par de minutos, deslizándome por el tejado de la casa, pasando de este al de otra adyacente, una vez en la esquina de esta, me asomé con mucho cuidado para otear el callejón de la entrada. Pude ver a Mina esperando a unos veinte metros de la puerta, sin duda debía de pensar que saldría tras ella, por muy tranquilo que me hubiese esmerado en parecer con su idea de no acompañarla. Me sonreí para mi, estaba claro que de vez en cuando sin duda por nuestra cercanía y mi forma de combatir, se le olvidaban algunas de mis habilidades como ejecutor, como la de ser solo una sombra cuando seguía a alguien… aunque siendo como era “La Maga Roja”, y sin hacer uso total de mis otras “habilidades”, le daba de diez a veinte minutos para que me localizase tras de ella… pero aun así, decidí seguirla.
Sentí varios conjuros activarse, conjuros que me hubiesen descubierto sin remedio de no darse el caso de ser yo también un mago. Evidentemente no los desbarate, eso hubiese sido tanto como decir “aquí estoy”, pero sí que los hice pasar sobre mí sin que me detectasen. Pasaron cinco minutos más antes de que Mina se diese por satisfecha y se pusiese en marcha hacia donde quiera que fuese. La seguí por los tejados de las casas, me costó lo suyo, especialmente por los cruces de calles, por fortuna no llego a salir a ninguna calle especialmente anche, se movió por callejas y callejones de forma constante hasta el momento en que se detuvo ante una puerta. Dio tres toques, esta se abrió y Mina entró dentro.
Con muchísimo cuidado me situé sobre el tejado de la casa, desplazándome en silencio por el hasta encontrar un lugar por donde poder colarme dentro. Por fortuna me di cuenta a tiempo de la presencia de perros en su interior, lo que de poner un solo pie en la casa me hubiesen descubierto, de modo que me conforme con quedarme fuera a la espera de que Mina reapareciese, tampoco me atreví a usar ningún conjuro de rastreo… Por el momento, si veía que tardaba en exceso, entonces quizá sí que decidiese tomar otras medidas más “arriesgadas” para mi discreción personal. Mina salió de la casa tan solo una hora después de entrar en ella, nuevamente inicio un rastreo que evite... aunque como digo, no me daba mucho tiempo antes de que me localizase.
Como a unos dos minutos de distancia, vi a un par de sujetos con ballestas ligeras, estaban apuntando sobre la espalda de Mina. Era consciente de que los escudos de Mina estaban situados, pero también sabía que si esos dos llegaban a disparar, se los cargaría en el acto por puro acto reflejo, algo que no me convenía en absoluto. Dándome toda la prisa que fui capaz, salte del tejado a su lado, cayendo justo entre ambos, una vez equilibrado tras el aterrizaje, golpee sus cabezas con las empuñaduras de mis Dagas Pesadas, dejándoles inconscientes sin que emitieran el más leve ruido siquiera. Les até, decidí dejar la persecución de Mina para ocuparme de esos dos, ella sería muy capaz de cuidarse sola y por otro lado, no había reaccionado a su presencia cuando hizo el rastreo al salir, así que supuse que sabía que yo me encargaría de ellos porque ya me debía de haber detectado, me sonreí, porque eso quería decir que la había subestimado. Me los eché con enorme esfuerzo al hombro de uno en uno, llevando a ambos a un corral cercano, y a cuyo encargado había pagado generosamente por irse a tomar unas jarras de bebida.
Les ate, les prepare debidamente antes de hacer que despertasen los dos, entonces me situé ante ellos, con mi rostro embozado con la capa, empezando con las preguntas de forma directa…
- ¿Quién os envía?
- No sé de qué nos habla, solo estábamos paseando.
- Sí, eso, solo paseábamos…
Sonreí, mirándoles como un lobo miraría a su presa, me acerque un pequeño taburete en el que me senté, justo delante de ellos, listo para seguir con la charla…
- Está bien, lo entiendo, son hombres duros que no piensan hablar… Pero eso me presenta un problema, y es que si no me cuentan lo que deseo saber, me voy a poner desagradable, y no creo que a ninguno de los dos les apetezca mucho que eso pase.
- No sabemos nada de lo que dice, solo estábamos paseando los dos –reitero en mismo de la vez anterior.
- Una vez más, que quizá no me entendiste bien, ¿quién os manda?
- Que le pasa, ¿es que esta sordo?, le digo que no sabemos de que habla.
La respuesta además fue de lo más socarrona, parecía como si me estuviesen tomando a cachondeo. Mi mano salió disparada cruzándole la cara e un guantazo al hombre que acababa de hablar, tras esto repetí de nuevo mi pregunta. Estaba en esos momentos para pocas bromas con ninguno de los dos, tenía más ganas de cortarles el cuello que de otra cosa.
Tras atarlos en el establo, había dejado suelto sobre ellos un conjuro muy superficial de lectura mental, únicamente me proporcionaba los pensamientos intensos que el sujeto tuviese en cada momento. En este caso, me sirvieron para averiguar quién de ambos era el que me interesaba que hablase. Por otro lado, mi investigación sobre ellos, y dado como estaba el mundo con el tema de los magos, investigue si tenían algún tipo de protección activa, y si, encontré un par de conjuros sobre ellos que se usaban para impedir lecturas profundas de mente. Además eran unos conjuros de lo más eficaces, ya que lo que hacían simplemente friendo el cerebro del pobre infeliz a la menor señal de un conjuro de lectura sobre ellos. El mío no activo esas defensas debido por un lado a que era yo quien lo estaba usando, y por otro, a que no llegaba a molestarle como para provocar su respuesta.
Tras esto, procedí a interrogar al otro sujeto, fue con el que me despache a gusto a guantazos, aunque se resistía a hablar con todas sus fuerzas entre ánimos por parte de su compañero. Cuando considere que la situación estaba madura fue cuando procedí con verdadera dureza contra ellos… Primero contra el que en realidad no me interesaba, inicie mi interrogatorio en serio clavándole despacio un par de centímetros de la hoja de una de mis Dagas Pesadas, para después moverla retorciéndosela en la herida mientras le preguntaba. Obviamente no colaboraba, en parte por el acondicionamiento mágico a que estaba sometido.
Poco a poco fui introduciendo mas y mas la hoja de la Daga, girándola mientras preguntaba, a la vez iba intentando buscar un modo de suprimir el acondicionamiento por unos segundos, suficiente como para permitirle derrumbarse y que me contase lo que fuese, cualquier cosa, aunque no fuera la verdad, mi objetivo real era su compañero. Tras casi una hora y media de tortura con ambos, al final logre obtener un nombre, Duello… no sabía quién demontres podría ser, pero si donde encontrarlo, ya que uno de los últimos pensamientos del que me interesaba se centro en un local concreto de la ciudad. Me deshice de los cuerpos tirándolos a cierta distancia de allí, limpie como mejor pude el establo y me puse en marcha hacia el local.
Allí me esperaba una sorpresa, el tal Duello no era un, era una, de hecho, era una mujer de mediana edad con unas curvas de infarto y una cara de viciosa que tiraba de espaldas. No tarde ni un minuto tras entrar y pedir una bebida en saber que era ella, Saya Duello, la mujer más reclamada del local, la más cara y también la más selectiva que se podía uno encontrar, no se iba con cualquiera, solo con quienes ella elegía, aunque eso sí, tenía una tarifa realmente cara.
Saque dinero de sobra, jugué también fuerte, además gane, hice todo lo posible para atraer su atención, y al final termine consiguiéndolo, aunque no todo fue como pretendía que fuese. Nada más llegar, pidió posiblemente lo que debía de ser la bebida más cara que había en ese garito, obviamente a mi costa, no dije ni media, me limite a pagar y añadir también otra bebida idéntica para mí. Cuando se dio cuenta de que debía de ser un pardillo con mucho dinero sus ojos se iluminaron y entonces se centró por completo en mí.
Sentada a mi lado en plan cariñoso, antes de que me diese cuenta tenía a mano dentro de mi calzón y estaba acariciándome la polla con mimo, al punto de que a los dos minutos tenía una erección más que considerable. Lo que vio, entre mi bolsa y mi polla, no debió de desagradarle para nada, puesto que se levantó tirando de mi para llevarme hacia la parte privada del local, o lo que según parecía era lo mismo, directamente a follar con ella. No mentiré, tras casi tres mil años sin sentir absolutamente nada, el deseo sexual que la tal Saya acababa de despertar en mi era totalmente arrollador, me estaba muriendo de ganas de follármela hasta que reventase.
Me llevo a una habitación donde pretendió desnudarme sin más, no la di ni tiempo, la tire con fuerza sobre la cama, levantándola el vestido y rompiéndola la ropa que llevaba debajo. Me saque la polla y sin mediar más palabras se la clave hasta el fondo, de una sola estocada, como un animal, sin pensar por las ganas que le llevaba. Lanzo un gran grito, seguido por un profundo gemido y varios jadeos en cuanto me empecé a mover, embistiéndola con saña, con todas mis fuerzas, haciéndola gritar. Estaba desbocado por completo, mi pensamiento se centraba en follármela a como diese lugar. Llegado un momento, se la saque del coño, y dándole la vuelta la coloque a la entrada de su culito, lentamente mi polla fue perforándola centímetro a centímetro entre sus gritos de dolor, algo más tarde transformados en ahogados jadeos de placer.
Era plenamente consciente de que tendría que averiguar que tenía que ver la tal Saya Duello con los dos asesinos, pero antes, decidí desahogarme del todo con semejante hembra… de verdad que estaba disfrutando de un modo increíble follándomela…
CONTINUARA