Crónicas de Vhaalzord - Libro 17 - 5 (final)
Las cosas se complican aún más para Mina y Val...
CRÓNICAS DE VHAALZORD
Libro - 17
Capitulo- 5
Tras el nuevo encontronazo, surgieron nuevos y más graves problemas. El grupo que dominaba realmente el tráfico, según se comentaba en los bajos fondos, estaba controlado por el cabeza de una de las familias más poderosas de Nixhem. Al día siguiente volvimos a tener nuevos altercados, en este caso con el sujeto en cuestión, por lo que parece, quiso vernos en persona para asustarnos con su importante e imponente presencia, dejando clara su influencia sobre el trono. Yo permanecí callado mientras Mina dialogaba con él, o más bien, recibía insinuación tras insinuación de lo que nos pasaría a ambos sino nos doblegábamos a su capricho... Todo iba bien hasta que uno de su guardaespaldas intervino...
- Jefe, déjeme encargarme de la zorra y de este inútil, déjeme matarlos...
Solo segundos después las dos manos del guardaespaldas estaban sobre su garganta intentando evitar desangrarse debido al enorme tajo que había recibido en la yugular. Según hizo la petición, de un rápido movimiento, saque una daga y en décimas de segundo le hice un profundo corte sobre la yugular, salpicando de sangre a su señor, que se encontraba justo a su lado. Sin inmutarme para nada guarde de nuevo la daga, usando de seguido mis dos espadas para terminar con otros dos guardias que habían tenido la mala idea de intentar ayudar a su compañero, los decapite a ambos.
El pobre tipo estaba completamente lívido y muy asustado, en sus ojos se podía leer perfectamente el intenso miedo por su vida que estaba sintiendo en esos momentos. Hice un rápido movimiento con una de mis espadas, poniendo el filo sobre su cuello, situándome a su lado, pasando una mano sobre sus hombros en plan amigo, dándole un golpecito sobre el brazo en un gesto aparentemente cariñoso, para a continuación decirle...
- Ella discute, yo directamente mato a quien nos incordia, debería haber indagado sobre nosotros antes de ordenar que nos intentasen eliminar -después de eso y a una seña de Mina le solté.
Cuando se alejaba rodeado por el resto de su comitiva, al estar a una distancia de nosotros más que prudencial, volvió la cabeza una sola vez, pude sentir sobre mí la intensidad de su mirada y la fuerza de su odio.
- Amenazarle no ha sido buena idea Val.
- No te preocupes.
- Por si te has olvidado has eliminando ante sus narices a sus guardaespaldas, le has aterrorizado delante de gente, le has humillado. Ese tío no es de los que perdonan, créeme, tendremos problemas con él.
- No lo creo… -sonreí maliciosamente al contestar.
- Pues yo sí, esta vez sí que nos has metido en un buen lio…
- Queridísima Mina, deberías de confiar más en tu escudo, te aseguro que no tendremos problemas con ese hombre…
- Ya, seguro.
Tan solo unas cuatro horas después se presentaron preguntando por nosotros, eran soldados de la guardia de palacio, soldados de la guardia real. Según dijeron su única función era transmitirnos una invitación de su majestad para presentarnos en el salón del trono lo antes posible, debían de haber hecho sus averiguaciones, porque en total, nos habían venido a buscar unos cuarenta soldados y seis magos para guiarnos. No pudimos evitar aceptar tan amable invitación por parte de su majestad, acompañando a nuestros escoltas ante su presencia.
Cuando entramos en el salón del trono, había un buen número de personas por allí deambulando, el rey aparentemente estaba sentado en su trono, departiendo animadamente con alguien que por las trazas debía de ser su primer ministro. Nada más cerrarse las puertas tras de nosotros el Rey volvió la cabeza, fijando sus escrutadores ojos sobre nosotros, me pareció notar tras ellos la presencia de una agudísima inteligencia. Vi que cuando se fijó en mí miro a su derecha con una irónica sonrisita en los labios, aunque rápidamente la reprimió, justo donde el Rey dirigió su vista se encontraba un hombre que nos miraba a Mina y a mí con odio, un hombre que reconocimos al instante.
Bienvenidos los dos, os he llamado para que por favor, me expliquéis el motivo de que queráis matar a uno de mis nobles aquí presente -dijo señalando con un displicente gesto a nuestro "enemigo"-, me gustaría saberlo para decidir si debo de concederle vuestras cabezas o no -sonrió.
Perdón majestad, pero nosotros no queremos hacerle nada al Barón, lo cierto es que han sido sus hombres en repetidas ocasiones quienes nos han molestado -replico Mina con gesto serio.
Entonces no pretendéis matarle como el afirma, ¿verdad?
Morirá Majestad, creedme que morira, lamentándolo mucho -respondí lacónico, sorprendiendo a Mina que se puso tensa por mi contestación.
Pero podríais hacerlo de forma discreta por favor. Veréis, es que eso de matar a mis nobles como a un cualquiera no está bien visto, si pudierais hacerlo de un modo discreto... o quizá, aunque solo fuese… más creativo...
!!!MAJESTAD!!! –chilló el barón, luego, de repente, se llevó las manos a la garganta, gorgojeó, se empezó a poner azul, soltó espuma por la boca y cayó fulminado al suelo, muerto.
Vaya -exclamo el Rey mirándonos a Mina y a mí con una sonrisita-, no hay duda, esto ha sido ciertamente... eh… creativo, y rápido, también ha sido muy rápido -dijo clavando sus ojos fijamente en nosotros-. De modo que la Emperatriz Thalrsia tenía razón, es usted después de todo, además tal y como se dice, absolutamente letal... Bien, pueden retirarse y continuar con su camino cuando deseen...
Me di cuenta cuando salimos que Mina llevaba los dientes apretados, me hizo gracia, ya que estaba suponiendo que las cripticas palabras del Rey iban dirigidas a ella, a la famosísima Bruja Roja, y no a su desconocido hombre escudo. Lo cierto es que tuvimos también cierta suerte que sinceramente no me esperaba cuando aproveche aquel pequeño abrazo que le di cuando le advertía, y que use para envenenarle, ya que el Barón no había dejado muy clara que digamos su sucesión, de modo que entre la familia estalló una pequeña guerra civil por ver quien se hacía con su control. En esa situación, nadie tenía hombres para desperdiciar contra nosotros, por lo menos de momento. Afortunadamente nos pudimos poner en marcha al día siguiente.
El principal peligro al que se veían sometidas las caravanas de esclavos no era cuando iban con ellos para su venta, sino cuando regresaban del gran mercado central de Nixhem, era mucho más lucrativo y seguro robarles entonces que iban cargados de oro, que cuando llevaban los esclavos, que tendrían que mal vender y por termino general solo traerían problemas con las autoridades si a estas les daba por ponerse un poco más pejigueras de lo habitual. Numerosas bandas operaban fuera de los límites de los reinos del desierto, era salir de este para entrar en las agónicas y calurosas junglas de la parte central y norte del continente Sur para que empezasen los problemas.
Una cosa que tenía clara es que Mina si surgían problemas debería de medir muy bien que hacía, debía de evitar a toda costa volver a mostrar su halo rojo... o podríamos llegar a tener un serio problema. Claro que yo en mi caso, debería también de dejar de lado la magia y concentrarme solo en mi papel de escudo de Mina. Al igual que ella, si tenía que acudir a mi magia por cualquier emergencia, estaría en problemas, se terminaría mi anonimato en el acto, algo que por cierto no quería perder, especialmente ante ella... Digamos que eso era debido a otra de mis “corazonadas”.
El grupo que nos había contratado consistía en el jefe, una docena de hombres y ocho mujeres, más un mago, no muy bueno, por cierto. Como refuerzo íbamos nosotros y otros tres tipos de aspecto nada tranquilizador, tenían más pinta de ladrones que de guardias, no me fiaba de ellos para nada, yo me ocupé todo el tiempo de la retaguardia y de estar detrás de esos tres. Mientras estuvimos en la jungla estuve tranquilo, allí era muy difícil que nadie nos pudiese sorprender, sin que la propia jungla les descubriese si se sabía comprenderla, y yo, sabía cómo hacerlo. La parte mala del viaje vino cuando empezamos a entrar en la montaña.
En los tramos montañosos cubiertos de jungla había multitud de sitios perfectos para tendernos una emboscada, motivo por el que Mina y yo nos adelantábamos unos quinientos metros, dejando de paso, una distancia prudencial entre los tres "sospechosos" y nuestras espaldas. Un serio problema que tenía, es que Mina parecía controlar hasta el más mínimo de mis movimientos, con lo que me era imposible del todo conjurar ninguna criatura para que nos ayudase, me tuve que conformar con mis aptitudes como ejecutor para intentar adelantarme a cualquier clase de trampa. Por fortuna mis aptitudes funcionaban tan bien como mi magia, conseguir descubrir una emboscada solo unos pocos instantes antes de habernos metido de lleno en ella, por lo que pudimos retroceder con el debido disimulo, alegando hacer una parada para poder beber los dos. Nos detuvimos a las puertas de la emboscada.
Mientras Mina relajaba su observación sobre mí al ir a hablar con el responsable de la seguridad de la caravana, aproveche la ocasión para usar un leve conjuro de lectura de mentes sobre esos tres hombres que despertaban mis sospechas, confirmándolas, ya que sus mentes mostraban planificaciones por parte de cada uno para, al escuchar cierta señal, eliminar a su blancos asignados, que eran, el jefe de los guardias, Mina y el otro mago. Cuando terminó de hablar con el jefe de guardias y esta tomo la decisión de cómo actuar, se dispusieron a enfrentarse a los enemigos, pero sorprendiéndolos. Según se puso en marcha todo el mundo, esos tres se acercaron rápidos a terminar con sus blancos, quince segundos después estaban tirados en el suelo, eliminados por mis dagas Khlomn.
Tras esas muertes los emboscadores nos atacaron, pero ya sin contar con el factor sorpresa de un ataque desde dentro. Con la débil protección que tenían, más la sorpresa recibida cuando vieron como mataba a sus infiltrados y el momento de duda que eso les generó, estuvieron perdidos de antemano. En esta ocasión no pude usar mis espadas, todos ellos fueron abatidos por flechas y dardos de ballesta, yo me limite a situarme delante de mí protegiéndola mientras esta dejaba caer conjuro ofensivo tras conjuro ofensivo sobre nuestros atacantes, eliminando a dos de ellos en solo segundos. Todos cayeron en pocos minutos, y los tres que intentaron escapar fueron perseguidos por varios de los hombres y mujeres de la caravana, matándolos también. El resto del viaje fue de lo más tranquilo, no volvimos a tener sorpresas desagradables, hasta llegar a la Ciudad de Gorath.
La Ciudad Estado de Gorath estaba controlada por una cofradía de magos, el primer servidor como se hacía llamar su actual Maestre era un anciano de aspecto nada divertido y según me contó Mina con muy malas pulgas. Aunque resulte paradójico, excepto en determinados territorios, en la mayor parte del mundo los magos se movían con total libertad, yendo de un lado a otro, aunque eso sí, procurando no inmiscuirse en los asuntos de cofradías, gremios, ordenes o como se diesen a llamar las diversas organizaciones de magos que realmente dominaban toda esa zona del mundo "no civilizada".
En Gorath estuvimos buscando un barco que nos acercase lo más próximos posibles la antiguo estrecho de Kliwn, antaño destruido por un violentísimo terremoto que también termino con la poderosa ciudad de Kliwgord... Lo cierto es que nadie quería arrimarse a la zona ni por casualidad, era un sitio prohibido, tabú, maldito. Al final tuvimos que optar por ir por la vía dura, atravesar las zonas boscosas y pantanosas hasta llegar a las enormes montañas que daban al estrecho. Una vez en ellas, deberíamos de viajar por el territorio de la Torre de los Huesos, algo que nadie en su sano juicio haría jamás, aunque viendo la confianza con que Mina tomo esa decisión, supuse que no sería la primera vez que se adentraba en ellos.
En Gorath debo de decir, que me metí en un antro de mujeres de vida alegre, yéndome a "descansar" con dos de ellas, con el consiguiente cabreo de Mina cuando se enteró de mi escapada, principalmente porque me fui sin decirle nada. Mientras estuve allí accidentalmente escuche hablar de una partida de Mercenarios, Ladrones, Magos de dudosa reputación y Asesinos que había partido hacia unos días con la sanísima intención de saquear la Torre de los Huesos... Me temí que tuviésemos problemas con ellos, que antes o después nos los encontráramos y nos tocase tomar alguna decisión radical para solventar el problema, algo que por cierto, tampoco es que me importase excesivamente, la verdad, el tener que matarlos digo.
Salimos de la ciudad y nos pusimos rumbo a la zona de la Torre. No sé bien que composición de lugar se harían sobre nosotros dos, pero lo cierto, es que apenas nos habíamos alejado de la ciudad cuando recibimos un ataque por sorpresa. Cuatro tipos debieron de pensar que estábamos locos, pero que debíamos de ser unos locos con muchos recursos, y que sería una pena que estos se perdiesen sin ser aprovechados por nadie, de modo que se lanzaron a por nosotros. Estábamos solos, en los alrededores no parecía haber ni un alma. Una Mina aun considerablemente enfadada por mi escapada, se dejó llevar por la furia, volviendo el fulgor rojo a rodearla cuando convoco su poder, pero con una intensidad de color que aún no había visto.
Los cuatro valientes al ver aquello se pararon en seco, me recordó a lo que pasaba conmigo, en este caso sin embargo, el parón, la boca abierta y la cara de miedo, era por la presencia ante ellos de una leyenda, la Bruja Roja, a la que por cierto, parecieron darse cuenta de que estaban a punto de atacar. Lamentablemente no duraron mucho vivos, dos de ellos cayeron por mis espadas, los otros dos lo hicieron acribillados por dardos mágicos de Mina, matándolos sin piedad. Les registramos quedándonos lo que consideramos que tenía valor o podía sernos de utilidad por algún motivo.
Por fin había podido ver y analizar desde cerca ese halo Rojizo que rodeaba a Mina cuando convocaba de forma más o menos descontrolada su poder, fue una auténtica sorpresa. Ese halo rojizo estaba compuesto por Magia Arcana, y era algo parecido a mis zarcillos, ese halo por lo poco que pude investigar, también era como una especie de escudo protector instintivo. Pese a esa súbita aparición a su alrededor otorgándola cierta protección, no fui capaz de distinguir en ella ningún modo de control voluntario del poder Arcano. Poseía cierto poder, pero dudaba seriamente que pudiese ser capaz de usarlo de modo voluntario algún día. Todo esto fue algo que me resulto, en extremo enigmático.
Al poco de internarnos en la zona montañosa dimos con los primero individuos del grupo que nos precedió, concretamente dos tipos de aspecto siniestro, estaban despanzurrados en una sima, parecían haber caído por sorpresa allí abajo, sus cuerpos apenas tenían ya carne, gracias a los pequeños depredadores y aves de la zona. Un día después encontramos a otro de los tipos, solo que este tenía muchísimo peor aspecto, estaba de un color azulado que daba grima, por lo que dijo Mina, estaba infestado de "Peste Azul", algo que por lo que parece, transmiten determinados seres cercanos al señor de la Torre de los Huesos, en otras palabras, los alzados de entre los muertos.
Esa noche, nos refugiamos en una cueva para descansar, encendimos una hoguera aprovechando que leña precisamente, no nos faltaba. Mina dispuso de varios conjuros que nos alertarían de la presencia de cualquier intruso. Realmente me resultaba algo chocante ver cómo era otra persona quien disponía de los conjuros de protección necesarios para no tener problemas inesperados, podría haberlos mejorado o puesto a mi vez los míos, pero seguía teniendo la sensación de que Mina aún seguía vigilándome con la perseverancia y fijeza de un halcón... Esa noche tuve una conversación con ella que realmente me sorprendió.
Eres muy extraño val, ¿te lo habían dicho ya alguna vez? -dijo Mina sorpresivamente.
Extraño, ¿y eso porque?, no te entiendo -la mire fijamente.
Sabes quién soy, has podido verme bien cuando he combatido. Me has visto usando mi poder en al menos dos ocasiones, sin embargo, no has hecho ni una sola pregunta al respecto -me miro con cara de curiosidad.
No, cierto, no lo he hecho. Sé que eres Mina, y para mí eso es suficiente. Sin embargo –intente cambiar de tema- creo que no es la primera vez que cruzas por estos desfiladeros, ¿verdad?
Lo dicho, muy raro –sonrió irónica, dándose perfecta cuenta del cambio de tema-. Sí, no es la primera vez que estoy aquí, realmente si sabes lo que haces no es tan peligroso, pero a partir de ahora procura no separarte mucho de mí, la mayoría de las criaturas con las que nos veamos no estarán realmente vivas. Es cierto que algunos atacaran, pero otros, la inmensa mayoría no nos molestaran salvo que nosotros les molestemos antes. De modo –me señalo con un dedo acusador- que deja las armas tranquilas excepto que veas claramente que somos atacados, y en ese caso, bajo ninguna circunstancia consientas que te toquen, destrúyelos antes de que puedan intentarlo siquiera, o estarás perdido ya que muchos de ellos transmiten la peste azul.
Tranquila que no hare ninguna tontería, permaneceré cerca de ti en todo momento.
Otra cosa, según entremos en la torre usa algo para cubrirte la nariz y la boca, moja lo que sea con algo de agua y te lo pones encima. Toma, añádele esto –dijo dándome unas hojitas-, son hiervas muy olorosas, créeme que nos harán falta.
Gracias –dije mientras las tomaba-, confía en mí, estate tranquila que hare lo que me digas.
Vale, eso espero, obedece mis órdenes al instante, sepas lo que quiero hacer o no. Y otra cosa, aquí los animales alzados que van agrupados funcionan como manadas, sean de la especie que sean, si están juntos y molestas a uno, atacaran todos. Así que mucho cuidado con lo que haces… si identificas a alguno como “agresivo” me lo dices de inmediato…
Debo de reconocer que Mina sabía perfectamente lo que se hacía, al día siguiente solo tuvimos que enfrentarnos a un par de cabras montesas, o a sus esqueletos para ser más exactos, sin querer me cruce ante una de ella y ambas de inmediato me atacaron a la vez. Salvo estas excepciones, el resto de seres en esas condiciones y estado con los que nos cruzamos, se limitaban a mirarnos con sus cuencas vacías, luego volvían la cabeza y continuaban con lo que estuvieran haciendo. Sin embargo esas dos cabras fueron otra historia, según aparecimos por un recodo nos dimos de frente con ellas, ni cinco segundos tardaron, enseguida cargaron contra nosotros, Mina tardo únicamente un par de segundos en ponerse en forma y empezar a usar conjuros contra ambas criaturas, derrumbándose una tras la otra al recibir el hechizo enviado por Mina.
Sin embargo, debo de admitir que todo lo referente a esto que había estado viviendo y sintiendo, me resultaba extraño, raro, bastante raro. Mi apodo de Nigromante no era enteramente gratuito o puesto por una confusión por mi uso constante de los Khulgan. Realmente y durante todo un año estuve viajando por los límites del mundo de los muertos, y los conjuros que ataban a estas criaturas no parecían estar hechos desde este plano, algo que me resultaba un poco preocupante, ya que venía a confirmar mis sospechas sobre el más que probable inquilino de la Torre de los Huesos. Durante el camino hacia la torre, seguimos topándonos con miembros del grupito que partió delante de nosotros, sin duda con intención de saquear la Torre, aunque al ritmo de cadáveres que iban dejando, si llegaba alguno vivo hasta ella seria de chiripa.
Tal y como lo estaba viendo todo, no hacía falta ser muy listo para deducir que la forma más segura de cruzar los desfiladeros era sin meter ruido, sin moverse muy rápido, yendo con mucho cuidado con el fin de evitar molestar aún por error a sus “particulares” habitantes. Hasta el momento el único encontronazo que habíamos tenido con alzados, fueron las cabras y porque al aparecer de golpe frente a ellas impidiéndoles seguir su camino las molestamos, provocando su ataque. Estaba seguro que el peor enemigo de alguien allí era el miedo, que podía hacer que atacases nada más ver algún cadáver andante dirigiéndose hacia él, lo que entonces sí que desencadenaría de verdad la agresión.
Llegamos a lo alto de un acantilado desde donde podíamos ver perfectamente la Torre de los Huesos un poco más adelante, y junto a ella, se apreciaban un número elevado de criaturas que se paseaban por sus cercanías. No tenía la menor duda de que si osábamos acercarnos a ellos seriamos atacados sin remisión, ya que para eso estaban, para proteger la torre y a su amo. Según pude observar, Mina empezó a concentrarse en varios tipos de conjuros con la intención por lo que vi, no de derrotarlos, sino de esquivarlos y poder entrar así en el interior de la torre, ya que la intención era acceder sin ser detectados, y para eso, de verdad, Mina era una experta que se las apañaba sola perfectamente.
Mientras lo preparaba todo, me estuvo indicando que observase detenidamente a los guardias de la torre, y entendí enseguida a lo que se refería. Pocas de todas aquellas criaturas atacarían directamente solo por andar entre ellas siempre y cuando no fuesen molestadas, pero sin embargo, había otros que si, en cuanto pisáramos la zona en la que estaban nos atacarían, arrastrando al resto de los presentes con ellos, lanzando sobre nosotros a aquella “manada” de seres muertos. No sería sencillo, pero obviamente, el no tener que esquivar a todos ellos, sino únicamente a unos pocos, nos podría permitir alcanzar la torre sin tener que llegar a combatir.
Con ayuda de sus conjuros, de sudar mucho, de esquivar ciertos animales, de cambiar mil veces de dirección para evitar molestar a los “inofensivos”, por fin tras cerca de tres horas entre ellos para recorrer poco más de un kilómetro, logramos alcanzar la puerta de la torre. Al entrar accedimos a una especie de gran antesala donde tras cerrarse la puerta tras nosotros, tuvimos la desagradable sorpresa de encontrarnos con cuatro tíos de color azul que se venían encima nuestro con las armas en la mano, también estos eran de la partida que nos precedió.
Como ya dije anteriormente, los muertos en general son muy torpes, lentos y nada difíciles de esquivar, aunque eso en realidad siempre depende del Mago o Nigromante que les despierte. Cualquier mago puede hacerlo, pero solo un especialista en ello, un Nigromante entrenado es capaz de sacarles todo el partido posible, y este que tenía ante mí, viendo sus criaturas, era un tanto ecléctico e inconsistente en el uso de su poder, tenía criaturas muy poderosas con otras que eran realmente ridículas de ver. Sin embargo, estos guerreros, no eran ninguna tontería, principalmente porque en la sala el olor a podredumbre era auténticamente asfixiante pese al pañuelo y las hojitas aromáticas que llevaba sobre la nariz.
De los primeros se estuvo encargando Mina tranquilamente mientras yo mantenía a raya al resto de ellos, hasta que al final Mina termino por abatir al último. Me resultaba irónica la situación, ya que aunque Mina era muy eficaz contra los alzados según estaba viendo, a mí, como Nigromante, me hubiese sido facilísimo deshacerme de todos estos… “incordios”. No obstante cada vez tenía más claro a que nos enfrentábamos, y que era exactamente el señor de la Torre de los Huesos, confiaba en que Mina no hiciese ninguna tontería ante él, o puede que me viese obligado a intervenir como Nigromante, descubriéndome.
Fuimos avanzando por la Torre en busca del señor de la misma, allí adentro no había duda ninguna, todo ser con el que nos encontrábamos, nos atacaba de inmediato. Fuimos recorriendo metódicamente todas las dependencias una por una hasta que al final logramos dar con él, pero lamentablemente también aparecieron por allí un gran número de sus criaturas, con más que evidentes signos de tener intenciones de detenernos por la vía mala. Me situé ante la puerta, con ambas espadas en las manos, cruzándolas por delante con rápidos movimientos cada vez que alguno intentaba alcanzarnos, cortando todo lo que se situaba a mi alcance.
Me vi obligado a quedarme fuera con ellos, entreteniéndolos, mientras Mina entraba en lo que parecía el salón de un trono, con un enorme butacón hecho enteramente por huesos humanos, sentado sobre él había lo que yo me había supuesto desde el principio, un hombre o lo que quedaba de él. Por lo poco que pude ver antes de cerrar la puerta Mina tras de sí, eso que estaba en el trono en realidad era un Lich, alguien que ni está en el mundo de los muertos ni en el de los vivos, permanece una especie de limbo intermedio, aunque unida su alma a sus restos, en este caso a sus propios huesos.
Conocía perfectamente que era lo que podía conducir a un Mago Nigromántico a ese estado límbico, de hecho, la razón por la que anteriormente no hubiesen existido sobre el mundo durante muchos años seguidos, era porque cuando me encontraba con ellos, al ser yo un Nigromante también, o lo que es lo mismo, justo el tipo de Mago que en mejores condiciones se hallaba para destruirlos, se ponían nerviosos y me atacaban, lo que terminaba por cabrearme, por lo que terminaba de verdad eliminándolos indefectiblemente. Estaba empezando a darme cuenta de que quizá, mi ausencia de seiscientos años, sí que se había notado en el mundo, pese a lo que yo pensaba cuando me lo dijeron que eso era una tontería.
La verdad es que una vez que Mina pasó la puerta cerrándola tras de sí y dejándome fuera para contener la avalancha, para mí las cosas fueron a muchísimo mejor, no en vano era Vhaalzord, el Nigromante. Fuera del alcance visual de Mina y seguro de que al ocuparse del Lich no tendría tiempo para fijarse en mí, convoque mi poder. En este caso no dude ni por un instante, recurrí al poder puro de Nakriss, de nuevo sentí los zarcillos rodeándome y adquirí la visión que me otorgaba mis extraños ojos, con la que fui capaz de ver las tramas de los conjuros con que los habían vuelto a la vida, reconociéndolos en el acto, así como sus puntos débiles. Me aproveche de estos últimos para ir uno por uno deshaciendo la magia que les mantenía sujetos en este mundo, uno tras otro fueron cayendo a mi alrededor.
Cuando media hora después Mina salió, una expresión lúgubre acompañaba su cara, veía que estaba sudando a chorros, en su cara se notaba el cansancio por la concentración que tuvo que mantener ante el Lich. Dentro, sentado todavía sobre su trono de huesos, el Lich parecía reírse a carcajadas. Mina me miro haciendo un movimiento negativo con la cabeza, puso una mano sobre mi hombro y en un susurro me dijo un "vámonos, venga". Por primera vez se detuvo un instante perpleja para mirar a su alrededor, donde había multitud de cuerpos derrumbados, sin mostrar aparentemente signos de lucha, su mirada se fijó en mí, fue una mirada especulativa. Estaba seguro que se estaba preguntando como había podido deshacerme de tantos alzados sin aparentemente esfuerzo ya que no estaba sudando, ni parecía agotado para nada por el combate que debería de haber tenido para conseguir aquello, pero debió de considerar que lo mejor sería largarnos de allí antes de que al Lich le diese por volver a poner en marcha a sus guardianes.
No dije absolutamente nada referente al Lich, ni indague sobre el motivo por el que aún seguía existiendo sabiendo de sobra que Mina era más que capaz de haberle eliminado sin la presencia de sus guardianes atacándola. Del mismo modo, ella tampoco preguntó qué había pasado fuera del salón del trono de la torre, como habían podido caer tantos alzados ante mí. Al salir de la Torre, ninguno de los alzados de fuera nos atacó, nos vigilaron pero ninguno, ni siquiera los más agresivos, supuse que era cosa de su maestro, del Lich, permitiéndonos marchar sin ser molestados.
Pusimos todo el terreno que pudimos entre la torre y nosotros antes de detenernos a descansar. Una vez más tranquilos inicié una conversación...
Por lo que vi no lo mataste, o quizá sea mejor decir, que no le devolviste a la tumba -apunté.
No, está loco, completamente loco, ya no existe ningún culto en la torre, todos los acólitos que quedaban junto a él también eran alzados. Nuestra misión era averiguar si había sido cosa de la Torre de los Huesos los últimos ataques y problemas surgidos en el Imperio, incluido el último que tú presenciaste.
Entiendo –dije asintiendo, con una idea rondando mi cabeza, continúe, exponiéndola-. Supongo que el dejarle es porque la Torre y su territorio genera pánico, ningún reino, ciudad, cofradía o lo que fuese, desde los desfiladeros de Kliwgord hasta los reinos del desierto, con Nixhem a la cabeza, tiene la capacidad necesaria para poder enfrentarse al Imperio. La torre actúa como muralla entre los dos continentes y en cierto modo, es la primera línea de defensa de Khrissa, luego eliminar al Lich sería contraproducente para el Imperio, ¿me equivoco? -dije.
Si, más o menos es como dices, la Torre y el miedo que genera impide un uso serio de los desfiladeros para atacar el continente Sur por el temor que representaban los alzados existentes en ellos. Un ejército podría ser derrotado antes de llegar a cruzarlos, sus propios muertos se unirían a sus enemigos, tal y como ya ha sucedido cuando algún “iluminado” ha tenido la brillante idea de atacar la Torre de los Huesos.
Entiendo, ciertamente para el Imperio es preferible que la Torre permanezca ya que cualquier camino que quieras usar para pasar de un continente a otro termina ante ella o en sus cercanías. Pero si no eran responsables de los problemas que últimamente han tenido es que alguien estuvo usando el miedo que genera para desviar las sospechas hacia allí, interesante. Y dime Mina, ¿adónde iras ahora? -pregunté curioso.
Al Norte, ya que estoy aquí, atravesare por los desfiladeros y seguiré rumbo al Gran Continente. Pero primero enviare un mensajero alado a Khrissa para informar a la emperatriz. Vi como convocaba un ave, como le anudaba a una pata un papel que había estado escribiendo anteriormente durante casi dos horas.
Ya veo, de modo que te adentraras en el Norte.
Tras esto estuvimos hablando de muchas cosas más, pero no volvimos a tocar el asunto hasta el día siguiente tras levantarnos, prepararnos algo de comer, comérnoslo y prepararnos para partir. Quedamos con los caballos uno frente a otro...
Bueno, ha sido un placer conocerte Val, lástima que tengas que regresar a casa, me hubiese gustado continuar contigo -dijo Mina sonriendo.
Vaya, creí que no te gustaban los hombres –dije sonriendo.
Y no me gustan, siempre termino teniendo problemas con ellos, -me sonrió- lo único que quieren es mandar.
Entiendo, y yo me adapto bastante a ti, no intento eclipsarte.
Jajajajajajajaja. No, no es eso exactamente, pero tú no tienes problemas en que una mujer te mande, y no, sé que tampoco eres tan dócil como puedas haber aparentado hasta este momento. Pero me caes bien Val, se puede ir contigo, no hay conflicto ninguno entre los dos, aunque seas muy extraño –se rio al decirlo.
Pues sigamos juntos. Sabes Mina, yo también voy hacia el norte -dije risueño.
Te han encargado una nueva misión, ¿cuándo?, no vi llegar ningún ave con un mensaje -preguntó sorprendida.
¿Que misión?, no te entiendo... –la mire irónico.
Pues la que te han debido de mandar tus superiores en Khissin para irte ahora hacia el norte –dijo un poco confundida.
¿Que superiores? Yo no trabajo para el Imperio, solo le hacía un favor a la emperatriz, una vez que he cumplido puedo ir donde quiera, y ahora será mejor que nos pongamos en marcha –dije golpeando los flancos de mi montura con los talones.
Después de esto puse mi caballo en movimiento, llevándole al trote en un instante, mientras que Mina se quedaba allí clavada como una estatua, con la boca abierta por la sorpresa. Sentía sus incrédulos ojos clavados en mi espalda, perforándome como si quisiesen leer en lo más recóndito de mi interior. Escuche perfectamente los cascos de su caballo acercándose a un trote rápido con el fin de alcanzarme, cuando estaba a un par de metros...
Oye, que narices significa eso de que no trabajas para Khrissa, oye párate que tenemos que hablar de eso... ¡¡¡VALLLLLL!!!
Jajajajajajajajajajaja -no puede evitar soltar la carcajada, enfadándola mucho más.
Nuevamente pego otro berrido con mi nombre, instándome a que parase o me haría todo tipo de cosas desagradables, lo único que podía hacer era seguir riéndome a carcajadas mientras aumentaba la velocidad de mi caballo.
EPILOGO
Lo cierto es que desde que entre en el mundo humano me di cuenta de un detalle importante, al menos para mí. Con la desaparición de mi alma de la parte enquistada en ella del dios loco, habían vuelto a mí los sentimientos. Los estaba sintiendo con muchísima fuerza, eran algo con lo que ya no estaba acostumbrado a tratar, una cosa era fingirlos siguiendo una conducta aprendida durante más de dos mil años, y otra muy distinta, volver a tenerlos, o más bien, padecerlos tras semejante periodo de tiempo sin estar presentes en tu vida...
Cierto es también que Mina me atraía, primero como mujer ya que era preciosa de verdad, y luego como La Bruja Roja, porque que me resultaba un misterio, pero también me gustaba su fuerte personalidad, eso era algo que me ayudaba de algún modo a mantener la cabeza fría. Además, esa situación suya tan peculiar con la magia Arcana me intrigaba, también el hecho clarísimo de que debía de estar buscando algo o a alguien, sin contar como ya he dicho, con que era toda una belleza, simpática, con un cuerpazo y que el viajar con compañía más o menos fija sin ser yo quien llevase la voz cantante resultaba algo completamente nuevo para mí. No estaba acostumbrado a no ser el responsable de las decisiones a tomar... y era algo… digamos que, entretenido.
Mi intención era recorrer todo el territorio que pudiese, mirando cómo había cambiado todo, buscando el significado de mi actual situación, y el Gran Continente era un sitio perfecto para empezar. Por otro lado desconocía como funcionaba todo en este mundo, aprendía rápido, me adaptaba aún más rápido, pero todo eso llevaba tiempo, y durante ese aprendizaje, me venía muy bien estar acompañado por alguien en quien poder apoyarme, y para eso, ella me resultaba perfecta. Dado esto, me decidí a seguir viajando con Mina mientras siguiésemos teniendo intereses parecidos o al menos, estos coincidiesen.
FIN