Crónicas de Vhaalzord - Libro 17 - 3

Si Val pensó que ya difícilmente algo podría sorprenderle, en Khissin, Capital del Imperio Khrissa, se iba a encontrar con algo nuevo, algo total y completamente inesperado

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 17

Capitulo- 3

No os hacéis a la idea de lo trastornador que resulta recibir una invitación de un ministro del Imperio para que asistas a una fiesta a los cuatro días de estar en Khissin, Capital del Imperio Khrissa. La Capital era un hormiguero humano, donde se juntaban habitantes de todos los rincones del Imperio, donde había todo tipo de artículos y donde todo se vendía, a la vez que todo se compraba. Este tipo de lugares, eran una invitación para los cuenta historias, narradores o juglares ambulantes como prefiráis llamarlos. Resultaba increíble, en estos más de seiscientos años, por lo que había observado, gran parte de la población había aprendido a leer y escribir, pero aún así, los cuenta cuentos eran aún los reyes de las historias antiguas.

Si, efectivamente me interesaba este tipo de espectáculos para saber que nuevas leyendas, que historias y demás circulaban como las más famosas. Evidentemente pague a un cuenta cuentos para que me contase alguna cosa de Vhaalzord, el Nigromante, y no os hacéis una idea de cómo me quede con ello. Según parecía estos seiscientos años habían convertido a Vhaalzord, el Nigromante en una especie de cuento, relato o historia de fantasía que alguien se invento hacia cientos de años, pero que aún tenía cierto encanto, eran según me dijo el hombre… “todo un clásico”. Casi me parto de la risa en su cara al escucharlo.

Hubo una Leyenda que contaron en una de las representaciones a las que asistí que me llamó la atención, se trataba de la historia de Dhialmina, la Bruja Roja. Me llamó la atención por dos cosas, en primer lugar el nombre, y en segundo lugar, por las varias leyendas que había sobre ella durante los últimos… deduje que quizá, doscientos años. Para mi sorpresa, el nombre se había generalizado por todos sitios, haciéndolo luego aún más todavía, debido precisamente a las historias de la Bruja Roja, lo cual le restó por completo todo mi interés por él, pero no así sus historias y la especie de orden por el que eran contadas, se parecía excesivamente a cuando, hace seiscientos años, contaban las mías, las de Vhaalzord, el Nigromante. Vi en ello una muy clara indicación, de que lo mismo, la tal Bruja Roja, estuviese vivita y coleando en algún sitio, tal y como lo había estado yo durante más de dos mil años de historias sobre mí. No obstante, evidentemente, ni pensaba, ni contaba, ni por lo más remoto, con la posibilidad de encontrarme en algún momento con ella.

Me arreglé a conciencia para la fiesta, prepare la invitación y me redistribuí mis armas, también prepare media docena de conjuros con la sana intención de que estas pasasen desapercibidas en una inspección rutinaria, siempre que no hubiese magos presentes y atentos, claro. La invitación parecía proceder del Ministro de Comercio, un cargo realmente importante en el Imperio, que era alguien a quien no conocía y que pese a hacerme pasar por un rico comerciante que estaba intentando verificar nuevas posibles rutas para mis negocios, no debería de haber llamado su atención en absoluto, todo esto, para mí, no tenía ningún sentido. Descubrí el motivo de la invitación cuando entre en palacio y pude por fin acceder a la fiesta, justo al ver junto al que me señalaron como el Ministro, a mi delicada compañera de viaje, y amante durante el mismo. No tenéis ni idea de lo que me alegro verla allí y que su marido tuviese un cargo tan importante. Pese a la presencia de al menos dos magos en la puerta, logre desviar sus conjuros de inspección lo suficiente como para pasar con todo mi arsenal conmigo.

Por increíble que os pueda parecer, el verla allí no fue nada tranquilizador precisamente. En previsión de problemas por la invitación, me había procurado lo primero el antiguo sello Imperial, y lo segundo, me las había apañado para entrar armado, y creedme que incluso excesivamente hasta para mí. Llevaba encima perfectamente camufladas, mis dagas Khlomn, los colmillos del la luna, un pequeño tubo cerbatana con media docena de dardos envenenados, unos pocos largos y afilados estiletes arrojadizos, y como no, siempre podría recurrir en caso de extrema necesidad, a mi Shilkka, que no sabía cómo, pero continuaba en esa especie de limbo donde aprendí a ocultarla… Digamos que no estaba nada presentable con semejante arsenal como para poder perderme con la señora a follar en cualquier descuido del marido, si intentaba eso, iba a tener un muy serio problema.

Intente pasar desapercibido, pero fracase rotundamente, me llamó y no tuve otra que acercarme, me presento a su marido, con el que estuve un buen rato departiendo, mientras ella permanecía cogidita de su brazo, con una pinta de ser de lo mas modosito. Me toco bailar con la señora por indicación y petición del propio marido, con lo que siendo quien era, no me quedo otra que aceptar y salir con la dama al centro de la sala a bailar con las demás parejas. El principal problema es que yo conocía los bailes de hacía 600 años, y como comprenderéis, estos habían sufrido las suficientes modificaciones como para no conocerlo de verdad, por lo que ella riéndose alegremente, fue quien me estuvo llevando y enseñando a hacerlo.

Solo diez minutos después, seguíamos bailando, pero la señora se empezó a animar en demasía por causa de la bebida, calcule que llevaría como tres o cuatro vasos de fuerte licor a cuestas. El marido no nos quitaba ojo de encima, todo el tiempo del que disponía sin nadie a quien atender era para vigilarnos, algo que empezaba a resultarme problemático. Decidí hacerle ver a la señora la vigilancia a que nos tenía sometidos su esposo, estuvo completamente de acuerdo conmigo, pero para mi sorpresa no por ello cejo en su empeño. Me dio unas instrucciones bastantes precisas para poder llegar a su domicilio cuando saliésemos de la fiesta, según me dijo, ella se encargaría de que su esposo durmiese apaciblemente en medio de una gran borrachera mientras nosotros retozábamos en sus morros durante un par de horas como mínimo, la cara que le echaba la honrada señora era increíble.

Primero empezó por disimuladamente tocarme el culo, pero tocármelo a base de bien, me lo apretaba, empujándome contra ella, que disimuladamente se restregaba contra mi polla, que a esas alturas estaba como una piedra. Me frotaba también los pechos, rozando sus duros pezones contra mí, emitía gemiditos en mi oído, susurrándome cosas como… “me pones cachonda”,  “quiero que nos perdamos y me folles”, “te deseo”, etc… No os cuento como me estaba poniendo, y lo cierto es que no negare que no me apeteciese de verdad follármela, pero era algo excesivamente arriesgado.

Viendo cómo se estaba desarrollando la cosa, decidí devolvérsela a su marido y esquivar a ambos durante el resto de la noche. Según la deje y me empecé a mover, podía sentir los ojos del marido clavados en mi espalda. Otra cosa de la que me di cuenta es que la Emperatriz, Thalrsia III, también parecía estar muy interesada en mí, no paraba de mirarme cada dos por tres, controlando mis movimientos, doble motivo para separarme de la Dama como fuese. Anteriormente lo había achacado a mi acompañante y quizá debido al numerito que estaba montándome, pero sin embargo, ahora que había dejado a la Dama con su marido, ella seguía observándome y aparentemente, se movía lo necesario para no perderme de vista ni un solo instante. De lo que deduje, que indiscutiblemente el objetivo de su curiosidad debía de ser yo, cosa que no me convenía en lo más mínimo, nunca solía ser bueno el despertar repentinamente tanto interés por parte de alguien poderoso, de modo que imaginaros una Emperatriz.

Con el fin de alejarme también de dicha observación, accidentalmente me fui a meter en medio del paso de los sirvientes que hacían de camareros, concretamente me cruce en medio de uno, justo cuando tiraba al suelo la bandeja y moviendo el brazo en sentido semicircular pretendió lanzar un cuchillo sobre la emperatriz mientras empezaba a correr hacia ella, en su otra mano apareció una daga con la que a su vez, uso para apartarme de una cuchillada. Para su desgracia, me pilló justo a su lado, con lo que me costó poco esquivar la cuchillada y extraer una Daga Khlomn de mi manga, incrustándosela de forma instintiva directamente en la nuca según paso ante mí. En ese instante dos de los seis guardias que protegían a la Emperatriz venían directos hacia nosotros con el fin de interceptar al hombre que yo acababa de matar.

Por el rabillo del ojo vi que dos de los músicos movieron sus instrumentos, sendos laudes para apunta con ellos hacia donde se encontraba la Emperatriz en ese momento, además junto a su hijo y heredero. De la caña del instrumento de cada uno de ellos, partieron dos dardos, que se enterraron en el pecho de los dos guardias más cercanos a la emperatriz y su hijo. Justo cuando cayeron, otros dos tipos más se pusieron en marcha contra ella desde dos direcciones distintas, sacando de sus ropas sendas Dagas Pesadas. Lamentablemente, los dos guardias restantes, estaban colocados de mala manera, únicamente tendrían tiempo de interceptar a uno de los atacantes, el otro posiblemente hubiese conseguido llegar a su víctima excepto porque los dos guardias que debían de haber estado ocupados con el que yo maté, ahora si estaban situados donde poder interceptarle antes de lograr llegar hasta la Emperatriz.

Había sido un plan perfectamente orquestado, de hecho, hubiese funcionado a la perfección si dos personas no hubiesen estado en ese instante donde estábamos, una era yo, y la otra una joven morena que se encontraba junto a su majestad en esos mismos instantes, charlando las dos junto con el príncipe heredero, aunque no por eso, la Emperatriz dejaba de observarme de soslayo y controlar hasta el último de mis movimientos.

Uno de los dos últimos asesinos cayó con otra de mis dagas Khlomn clavada en el cuello, solo segundos antes de que los dos guardias que se dirigían a interceptar a mi primera víctima se hubiese hecho cargo de él. El otro fue abatido por la magia de la joven de aspecto inofensivo que en esos instantes hablaba con su majestad y su hijo. Se volvió hacia él, de sus manos, en apenas un segundo y tras ver lo que me pareció un destello rojizo a su alrededor, partieron una docena de dardos mágicos que lo acribillaron. Los dos músicos fueron eliminados por dos de los invitados, por lo que luego supe, esos dos invitados fueron el Gran Mago y el Jefe del servicio de Espionaje.

Tras el intento de atentado, a los pocos segundos, el salón se llenó de guardias nerviosos, distribuyéndose por toda la sala, vi como cinco de ellos venían directos hacia mí, dos de ellos los que intentaban interceptar a mis víctimas, y que sabían perfectamente que yo estaba armado. Me prepare para ser apresado e intentar evitar cualquier enfrentamientos con ellos, empecé a levantar lentamente los brazos para evitar equívocos. Pero cuando llegaron a mí, para sorpresa de todo el mundo, la Emperatriz dio una orden directa a los soldados, les ordeno acompañarme a su presencia en el acto para poder darme las gracias, lo que provoco que los guardias se refrenasen en el acto con cualquier conato de violencia que estuviesen tentados a emplear contra mí. Cuando me acerqué, la emperatriz me dio las gracias, por supuesto no las acepte, aduje que era lo que cualquier otro ciudadano hubiese hecho en mi lugar, luego, tomándome totalmente por sorpresa…

-      Señor Val, creo que tiene con usted algo que debería de enseñarme según creo, ¿no? –dijo levantando su mano y mostrándome claramente un anillo con el sello Imperial de Khrissa que estaba en su dedo corazón, señalándolo discretamente moviendo levemente el dedo donde este se encontraba…

-      ¡Eh! Si claro, majestad… -visiblemente sorprendido saqué mi sello depositándolo sobre su mano.

Vi como lo cogía entre sus dedos, levantándolo, mirándolo detenidamente por todos lados, su hijo al verlo en las manos de su madre, fijo rápidamente sus ojos sobre mí, clavándolos en los míos con gran intensidad. Luego mirándome fijamente, la Emperatriz me lo devolvió, dando de inmediato varias instrucciones, alguna de ellas con referencia a mí. Dio orden a cuatro de los cinco guardias que me habían acompañado ante ella que me escoltaran hasta sus habitaciones, que no dejasen entrar o salir a nadie de ellas. Me rogo paciencia, aduciendo que quería hablar conmigo en privado.

El Príncipe se fue a poner en movimiento para acompañarnos, pero su madre lo impidió, haciendo que permaneciese a su lado, luego me hizo un gesto de saludo a modo de despedida y tanto los soldados, como yo, nos pusimos en marcha. Allí quedaron la Emperatriz, su hijo y la joven, la situación fue obvia para mí viendo como esta lo había organizado todo en esos segundos de caos. Deduje que la Emperatriz deseaba terminar lo que fuese que estuvieran hablando con esa chica, y que me pareció debía de ser importante, ya que aprovecharon que los soldados habían creado un cordón a su alrededor y que nadie podía acercase sin permiso. Observe mientras salíamos que casi todo el mundo en la sala no nos perdía de vista ni al grupito de la Emperatriz, ni a mí, también me di cuenta de que seguramente, varios de los más cercanos a nosotros se habían debido de dar cuenta del sello Imperial que había mostrado a su Majestad.

El siguiente problema surgió cuando, estando ya en los aposentos de su majestad, vi entrar a una doncella, con dos dagas, una en cada mano. Por el hueco de la puerta vi los cuerpos tendidos de dos de los cuatro soldados que debían de estar de guardia ante ella, bajo ellos se apreciaba un enorme charco de sangre. Al verme se vino rauda a por mí, lanzándome la primera cuchillada con la Daga según se acercó, lamentablemente para ella, su adversario era yo, un ejecutor y además de ello, un poderoso mago. Fui demasiado hueso que tragar para una asesina como parecía ser ella. Escuche ruido en el pasillo, se acercaban pasos metálicos a la carrera, se escucharon voces dando la alarma… aproveche el leve sobresalto de la asesina para reclamar el bastón y golpearla fuertemente la cabeza con él, dejándola inconsciente antes de que supiese siquiera con que le había golpeado.

Solo veinte segundos después entraban a la carrera tres soldados, y apenas dos minutos después de ellos, la Emperatriz, su hijo, el jefe de Espías y el Gran Mago. El jefe de Espías ordeno a los soldados que se llevasen a la chica a las mazmorras de palacio y que la preparasen para ser interrogada. Tras salir con ella, la Emperatriz se sentó en un alto sillón tras una mesa que aparecía llena de documentos, además de dormitorio, aquello parecía una especie de gabinete de trabajo. La Emperatriz hizo un gesto para que nadie hablase cuando su hijo hizo intención de decir algo… Luego despidió a todo el mundo quedándonos los dos a solas, cosa que la verdad, me extraño aún más que hiciese, especialmente tras el intento de asesinato contra ella. Cuando la puerta se hubo cerrado, me miro y empezó a hablar…

-      Se preguntara porque sabía que tenía ese sello, ¿verdad? –dijo cruzando sus manos bajo su barbilla y clavando fijamente su mirada sobre mí.

-      Si, la verdad es que sí, me lo he peguntado, sí.

-      Ve esa pequeña puerta a su espalda… -asentí-. Bien, tomé y por favor, ábrala –dijo lanzándome una pequeña llave que recogí al vuelo.

-      Bien –dije abriendo la puerta-, ¿y ahora qué hago? –pregunté una vez abierta.

-      Entre, encienda la vela que vera sobre la repisa y cierre la puerta tras de sí. En la pared que hay frente a usted vera unas runas, incluidas las letras del lenguaje, use su nombre como código de apertura, vera aparecer una trampilla que dejara tras ella un hueco con un cofre en su interior, tráigame lo que hay dentro del cofre.

-      ¿Mi nombre? –la miré fijamente.

-      Si, su nombre, con él podrá abrir la trampilla sin que se activen las trampas. Pero no use Val, no es ese, el acortado. Use su nombre completo, sin el sobrenombre que le acompaña.

La mire fijamente antes de hacer lo que me pedía. No obstante no me fie y comprobé con cuidado toda la habitación, preparándome por si alguna trampa se activara, y creedme que allí adentro había unas cuentas, y todas de las más letales que había visto. Cuando salí de la habitación llevaba un libro en mis manos, el nombre que había abierto la trampilla de la pared que me permitió acceder al libro, fue el mío, Vhaalzord. El cofre estaba protegido por un conjuro que no me costó nada bloquear, ya que conocía como hacerlo, al no avisarme lo tome como una especie de prueba más por su parte.

Deposite el libro ante la Emperatriz que me miro sonriente, soltándome un “veo que el cofre no ha supuesto problema alguno, tal y como suponía si era quien sospechaba”. Abrió el libro por la primera hoja y me pidió que por favor le echase un vistazo diciéndole que veía. Lentamente fui pasando hoja tras hoja, entendiendo el orden del libro y lo que representaba, aunque no entendía porque quería que lo viese…

-      Es una especie de árbol familiar, en la hoja de la izquierda aparece el Emperador o Emperatriz, como en su caso, y en la de la derecha el retrato de su heredero el día que es nombrado, o muy cercano a ello. Pero no veo que…

-      Vera señor Val, este libro lo empezó un antepasado mío, Dharothep V, un grandísimo Emperador, posiblemente el más grande de todos. Él fue quien organizo la Gran Alianza entre Khrissa, Nixhem, Tharkand y Shydlar, lo que nos ha permitido sobrevivir todos estos siglos a todos los integrantes de la misma. Pero hay algo en este libro, que nadie se logra explicar cuando lo ve por primera vez en ninguno de ellos… hasta ahora… Dele la vuelta y ábralo al revés, por favor.

Hice lo que me pidió, lo abrí por la parte de atrás, la última hoja no tenía nada extraño, era igual que las anteriores que había visto solo que evidentemente, muy antigua. Sin embargo, cuando pase la página, me lleve una auténtica sorpresa. En la siguiente hoja no venía su heredero como Emperador y el hijo o hija de este el día en que fue nombrado heredero de modo formal, no. En esta hoja estaba mi retrato, y en la página adyacente, ocupando la mitad de ella, una imagen detallada con una completa descripción de particularidades del sello Imperial que se hallaba en mí poder.

Lo más sorprendente para mí fue que bajo mi retrato ponía mi nombre acortado, Val, y justo encima del retrato se podía leer una frase, “Recordad su cara porque un día volverá, ayudadlo y renovar los tratos”. Apreté las mandíbulas al verlo, no entendía como narices podía haber ocurrido aquello, nunca imagine que el emperador o el Gran Mago fuesen capaces de algo semejante, era algo que ni se me paso jamás por la imaginación. Pero había otra cosa que me sorprendió, la parte de la frase “renovar los tratos”, yo nunca tuve tratos, sin embargo si es cierto que en todo momento les preste mi ayuda, eso me sonó a algo así como ser considerado como el quinto miembro de la alianza. Fui a decir algo pero la Emperatriz no me lo permitió… pareció leerme el pensamiento…

-      No, no hace falta que diga nada, créame que se quién es, no se moleste en querer negarlo o desviar mi atención, y no, tampoco me interesa que me lo confirme o no, ya tengo suficiente con el secreto de una Leyenda, no me hace falta para nada tener también sobre mis espaldas los de un Mito –la mire sin entender a que se refería, pero no me atreví a interrumpirla, siguió hablando-.

-      Ese código que empleó para tomar el libro únicamente lo conozco yo, nadie más. Es algo que se comunica al heredero, pero que no se usa hasta que se asciende al Trono, aunque evidentemente si que hay un medio para conocerlo en caso de que no pueda ser transmitido de padres a hijos directamente, que no es el caso. A mi hijo aún no se lo he dicho, pensaba hacerlo dentro de dos días, por lo que su nombre real solo lo sabíamos usted y yo. Dudo que haya nadie más en todo el mundo capaz de haberse imaginado que nombre abría esa trampilla, señor “Val” –termino la Emperatriz pronunciando mi nombre de un modo especial.

-      De todos modos, no entiendo del todo la razón de su… aceptación tan rápida, podría ser solo una mera coincidencia, solo un parecido…

-      No señor Val, creo que no me entendió cuando dije que en “ninguno de ellos”. Vera, en realidad, este –señalo el libro- no es único, existen cuatro libros de este tipo, uno aquí, otro en Nixhem, otro en Tharkand y el último en Shydlar, evidentemente cada uno con sus propias familias, pero, esa hoja con su retrato es idéntica en todos, solo varia la otra hoja, que es la que posee el método de reconocerle, en cada uno de ellos es diferente, aunque todos son iguales en otra cosa más, solo el ocupante del trono sabe cuál es el método con la pregunta, y qué respuesta es la correcta. Pero en todos, el sistema en si es idéntico, y todos los libros se empezaron a crear en las mismas fechas prácticamente…

-      Mucha casualidad sería, es imposible que algo semejante en cuatro lugares tan distantes y a la vez, sea una simple coincidencia. ¿Conoce como idearon esto de los libros sus antepasados?

-      No, puede que durante unas cuantas generaciones se conociese ese detalle, pero mi padre no me dijo nada al respecto, y por lo que se, tampoco mi abuelo a él. Quizá alguno de los otros monarcas tenga algún dato al respecto, pero sinceramente, tras tanto tiempo transcurrido y habiendo pasado por tanta gente, por tantas generaciones el mensaje, sinceramente, lo dudo mucho.

-      Bien, ya veo, entiendo –dije pensativo, para luego dejarlo de lado y ver que más quería de mi- ¿Y qué es lo que su Majestad desea de mí?

-      Quiero que me haga un favor señor Val, deseo que acompañe a un agente mío en una misión. Por supuesto seguirá conservando el sello Imperial, con todos los privilegios que eso le confieren en Khrissa. Mantendré cualquier acuerdo que mantuviese con anteriores Emperadores, y créame que le puedo ofrecer desde ya y ahora mismo algo igual con los gobiernos de los otros tres... ¡ehhh!… libros, para entendernos.

-      ¿Qué favor? –pregunté, aunque a la vez asintiendo a su ofrecimiento anterior, aceptando su oferta.

Lo cierto es que el aceptar el ofrecimiento fue por pura conveniencia, igual que mis anteriores ayudas seiscientos años atrás. En esta ocasión, ya que viendo por lo poco que había ido averiguando como estaba el mundo, me interesaba poder contar con territorios seguros donde poder descansar, o al menos, no estar en constante peligro. Eran naciones muy poderosas, con servicios de inteligencia muy bien entrenados y dada la situación, sin duda muy bien informados sobre como mínimo, sus vecinos más peligrosos, algo extremadamente útil para mí en un más que probable futuro. Además, también tuve una de mis… “corazonadas” al respecto.

-      Muy bien, me ocupare personalmente de que los demás sepan del acuerdo, y no ser sorprendan si se tropiezan con usted. Señor Val, ¿qué sabe de la Torre de los Huesos?

-      La verdad, nada en absoluto, es la primera vez que escucho ese nombre, aunque lo cierto es que ese nombre no suena nada bien.

No, lo cierto es que el nombrecito, La Torre de los Huesos, y tratándose de un grupo de magos por lo que dijo la emperatriz, ciertamente no sonaba nada, pero que nada bien.

CONTINUARA