Crónicas de Vhaalzord - Libro 17 - 1
Val despierta en el interior de un Túmulo Funerario, solo, a oscuras, aterido de frio solo para descubrir que su vida se ha vuelto aún más complicada.
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 17
Capitulo- 1
Cuando abrí los ojos me encontré desorientado, con algo de frio y completamente a oscuras, sin saber donde estaba, quien era o que se suponía que estaba haciendo allí. Poco a poco fui recuperando mi memoria, pude ir coordinando las primeras ideas, pude ir recordando quien era y que se suponía que debería de ser en esos momentos… un muerto.
Alce mi mano, extendí los dedos índice y corazón juntos, concentre mi poder como solía hacerlo y cree de la nada una brillante esfera de luz. Mí primer sobresalto vino al ver mi brazo extendido, estaba desnudo y sobre el parecía encontrarse una especie de pasta de algún tipo, parecía barro, arcilla o algo así, era extraño. Al tensar los músculos del brazo vi como aquello se cuarteaba, empezando a caerse… bajo toda esa cosa pude ver mi piel, para mi asombro, la piel de un hombre joven, y no la que me esperaba de un anciano, como la última vez.
Cuando me levante, tarde aún casi tres minutos en darme cuenta de que aquella cosa que se cuarteaba y caía de mi cuerpo al suelo cada vez que me movía, en realidad, era mi propia piel muerta, pero era una capa de piel muy gruesa… no sabía cuánto tiempo debía de llevar allí adentro para que hubiese alcanzado semejante grosor… A mi alrededor pude ver algo sorprendente, había estado tumbado sobre una plataforma de mármol cubierta de pieles, las paredes y el techo abovedado estaban formados por liso, pulido y frio hielo, el lugar parecía una cripta helada, una especie de túmulo funerario, lo que me provoco un escalofrió.
Junto a una de las paredes había lo que parecía una pequeña mesa también de hielo, encima de la cual, para mi sorpresa, pude ver la totalidad de mis oscuras ropas y armas, las espadas, las dagas Khlomn, los Colmillos de la Luna, el Hilo de Triple trenzado, etc, todas y cada una de ellas. Evidentemente, todo estaba congelado, y con una considerable cantidad de hielo encima. Otra cosa de la que me di cuenta en cuanto desplegué mi poder, fue que todo ese sitio rezumaba de magia y conjuros Draconianos.
Lo siguiente que pude notar, es que pese al frio que debía de hacer allí adentro yo no lo sentía, es decir, tenía cierta sensación de frio, pero nada parecido a lo que debería de estar sintiendo, totalmente rodeado de hielo y completamente desnudo. Solo podía existir una explicación para ello, y era que algún tipo de conjuro térmico o defensivo debía de estar protegiéndome, aunque no sintiese nada al respecto en mí. Tarde casi una hora de investigarme a mí mismo para descubrir que mi poder había cambiado, no se parecía a nada que hubiese visto nunca anteriormente, y sin embargo, tenía algo de los tres grandes poderes, el Draconiano, el Humano y el Arcano.
Una vez que fui capaz de situar de nuevo mi fuente de poder, lo primero que hice fue usar varios conjuros muy simples para poder disponer de nuevo de mis ropas y mis armas, comprobé también con cuidado si aún podía llamar a mi Shilkka, regreso a mi mano en el acto, tan reluciente y poderosa como siempre. Tarde media hora en conseguir recuperar todo mi material, pero creedme que me sentí mucho mejor al notar sobre mi cuerpo de nuevo la ropa, y ocultas por estas, todas mis armas, otra vez a mi alcance, listas para poder usarlas en cuando lo considerase oportuno.
Luego intente pensar en qué demonios había pasado o podía estar pasando, intente rememorar mis últimos recuerdos. Recordé lo sucedido con el Jefe Khulgan, pero de improviso note otra cosa en mí que provoco que todo eso pasase a un segundo plano. Acababa de notar la ausencia del sello en mi interior, tampoco era capaz de notar dentro de mí la escama de Dragón Blanco, pero sobretodo, sobretodo lo demás, note la ausencia de algo que había estado ahí conmigo durante más de dos mil años como una puta maldición… me di cuenta de la ausencia en mi interior del Dios Loco. Dados los cambios habidos en mi, intente buscar y rebuscar en mi interior por todos los medios que tenia a mi alcance, arriesgándome incluso a usar sobre mí el extraño poder que ahora mismo tenia, y nada, no podía encontrar su esencia en ninguna parte de mi… por fin tras más de dos mil años, estaba libre de su presencia.
Lo siguiente que hice fue una absoluta estupidez. Fue tal la alegría, tal la rabia contenida contra él, el pensar que de un modo u otro por fin había logrado eliminarlo… Alce los brazos hacia arriba soltando un gigantesco alarido de alegría… El problema fue que aún no controlaba mi nuevo poder, estaba empezando a familiarizarme con sus peculiaridades, y sin pretenderlo, desencadene una autentica explosión de magia en aquel sitio… Justo antes de perder el conocimiento por la explosión, hubiese jurado que pude ver el cielo, pensé que lo cual debía de ser imposible, no podía haber volado todo el techo de esa cueva o lo que fuese donde estaba.
Cuando volví a recuperar la consciencia tuve la extraña sensación de que algo estaba rondando mi mente, como si fuese una presencia, aunque no pude definir que era exactamente, ya que enseguida desapareció. No sabía dónde estaba, sentía que me hallaba tumbado en un sitio mullido, tapado por ropas y pieles que me mantenían calentito, al abrir los ojos me fije en el techo, parecía de piedra, al mirar hacia mi izquierda entrecerré lo ojos y lance un suspiro, igual que cuando mira hacia mi derecha. Segundos después de esto pude escuchar unas chirriantes y metálicas risas procedentes de los costados… Miré hacia quienes se reían y no dude en hablar pese a que me encontraba fatigado en extremo…
Shless, R’halrhaz , ¿podéis por favor dejar de reíros los dos por un segundo y decirme dónde demonios estoy?
Obviamente en el Reino del Sur –repuso R’halrhaz.
Que estoy en un reino Dragón lo suponía nada más veros a ambos, aunque no en cual… -dije-. Me reincorpore, apoyándome en la madera del cabecero jadeante, de verdad que estaba cansado.
¡¡¡Y bien!!! ¿Qué es lo que ha pasado? –pregunté.
Si te refieres a tu transformación en Shaddin-Nur, no sabemos nada, ni siquiera si surtió efecto, en tu caso nada ha sido como se suponía que debía de ser. Si es sobre el tiempo transcurrido desde que te internaste en el pozo… algo si te podremos informar si así lo deseas –dijo Shless.
El tiempo transcurrido no me preocupa en exceso, supongo que habrán sido una decena o dos de años… -hice un gesto restándole importancia al tiempo transcurrido- aún si fuesen cincuenta daría igual. Pero lo de mi supuesta transformación… -dije mirando detenidamente mis brazos, de nuevo jóvenes, aunque os aseguro que no entendía porque estaba tan cansado y débil.
Desde que entraste en el pozo para transformarte en Shaddin-Nur hasta ahora, ha transcurrido un ciclo entero en la conjunción de Nakriss, de hecho, hace muchos ciclos que pasó la siguiente a la que tu usaste… -dijo R’halrhaz helándome la sangre…
Yo tampoco soy muy experto en el tiempo humano, pero por si te sirve mejor, diría que desde que entraste en el pozo han pasado más de seiscientos de vuestros años, pude que quizá incluso cien más de esos que te digo –confirmó Shless.
Empecé a notarme mareado ante la enormidad que estaban diciéndome, más de seiscientos años, la cabeza me empezó a dar vueltas, el estomago se me revolvió… Por fortuna nuevamente sentí en mi mente esa sensación, en este caso note claramente un presencia, misteriosamente, ante su contacto me empecé a tranquilizar y a aceptar lo que ambos Nahkkar acababan de soltarme como si tal cosa. Lo siguiente que me sorprendió, y os aseguro que no os hacéis una idea de cómo, fue la entrada de las dos “mujeres” que según parece me atendían, y si me sorprendió, fue porque echaron sin contemplaciones a ambos Dragones de mi habitación, sin que estos dijesen ni media palabra. Eso de dos humanas echando de ese modo a dos Dragones no lo había visto jamás, con que imaginad a dos Nahkkar juntos, me quede literalmente con la boca abierta al verlo.
De las dos mujeres una era una preciosa jovencita de ojos pardos, con una figura realmente envidiable… la otra…, bueno, la otra… parecía un sargento de instrucción del imperio Khrissa… Terrorífica, daba autentico miedo verla. De ojos azules, fríos como el hielo del continente Ártico, el mismo en el que estábamos por cierto, viéndola no era extraña la repentina obediencia de los Dragones… yo hubiese hecho lo mismo, creedme. Bromas aparte, lo cierto es que como digo me extraño sobremanera, de modo que mire dos veces a mi alrededor, por si hubiese algo que no vi antes, como una muy improbable reina Dragón presente o escondida en algún rincón… algo que obviamente no encontré.
La chica joven estuvo arreglándome la cama un poco, ayudándome también a comer, cosa que era innecesaria ya que aunque fatigado en extremo, no estaba tan mal como para no poder hacerlo solo. Me dedique a la sanísima ocupación del tonteo, centrándome obviamente en la jovencita, que parecía ser enormemente receptiva a ello. Un par de veces una de mis manos salió dispuesta a acariciar la anatomía de la joven, en ambas ocasiones la retire a toda velocidad, un metálico carraspeo de incomodidad, procedente de la mujer mayor me llevo a ello, más que nada por la cara de asesina que ponía cada vez que veía que mi mano se movía en la misma dirección en que estaba el cuerpo de la joven. Repito, os juro que la mujer daba miedo.
Pensé que las dos debían de haber sido expresamente encargadas de mi persona por la Reina, lo que explicaría porque R’halrhaz y Shless habían salido de la habitación sin decir ni media cuando las dos los invitaron amablemente a ello. Una vez que las dos terminaron la joven se sentó a mi lado en la cama a petición mia para poder seguir charlando con ella, me resultaba refrescante, por algún motivo, era algo que me apetecía. Llevábamos así veinte minutos, ella riéndose conmigo, cuando la más mayor le llamo la atención sobre la conveniencia de marcharse ya… Vi como la joven le dirigió una mirada nada agradable, incluso por un instante, me pareció que sus ojos pardos adquirían una brillante tonalidad dorada. Ese conato de rebeldía que aprecie termine cuando la mayor le dijo que me estaba fatigando y debían dejarme descaras por mi bien, la joven me miro con lo que me pareció cierta preocupación, luego se levanto, se despidió sin dejarme decir nada más y se marcho con su compañera.
Lo cierto es que para esas alturas, ya había logrado averiguar varias cosas sobre mí, aun estando ocupado hablando con la joven o con los dos Dragones, no había dejado ni por un instante de probar cómo funcionaba mi nuevo poder. Estuve indagando disimuladamente, verificación sus características y “presencia” con pequeños conjuros, que no parecieron ser detectados por nadie. Luego también había otras cosas sorprendentes, según iba usando mi poder, según le iba investigando, determinada información parecía acudir a mi desde mi interior, como si la conociese de antemano y solo necesitase reclamarla para obtenerla, como por ejemplo, en qué consistía la magia de Nakriss, algo que me resulto sorprendente de saber.
El poder de Nakriss simplemente era magia pura en bruto por llamarlo de un modo comprensible. Tanto la Magia Humana, como la Draconiana, como la Arcana, solo eran una pequeña parte del espectro total de la de Nakriss, como si fuesen los colores en un arcoíris. Otra cosa que descubrí, o que se supone que sabía, es que la Magia de Nakriss era “corrosiva”, poco a poco su enorme energía y poder, corroía el cuerpo del mago que la albergase, que supuse que fue lo que ocurrió con los Dragones Albinos que fueron mis antecesores, sin embargo, por algún motivo, no sentía que eso sucediese en mi interior, a mi no parecía ocurrirme eso.
Otro descubrimiento que me impacto y me dejo perplejo al rebuscar en mi interior, fue el descubrir que el poder de Nakriss no permitía la inmortalidad, era uno de los precios a pagar por poseerlo, la misma corrosión de su poder anulaba esa posibilidad, incluyéndome a mí, según parecía apuntar todo, que era justo lo que quería. Sin embargo, esto de mí supuesta mortalidad me confundía, ya que no estaba tan seguro de que fuese así, o por lo menos así del todo conmigo, dudaba que todo fuese tan simple. No dudaba que fuese mortal, de algún modo, pero el problema residía en lograr saber cual era supuestamente ese modo, algo que el Jefe Khulgan al matarme ya dejo bastante claro, ya que en ese momento, la única magia existente en mi, era magia de Nakriss, y para mas jodienda, completamente agotada. Comprenderéis mis dudas sobre mi “mortalidad”.
Estuve aún unos cinco meses en el Reino Dragón del Sur, recuperándome, de lo primero que hice, fue enviar una Halcón Azul en cuanto pude para verificar el estado del Gran Templo, respire tranquilo cuando me lo encontré intacto, completamente intacto y sin síntomas de que sus defensas hubiesen sido forzadas. En este periodo me dedique a algunas criaditas complacientes, aunque ni lo intente con mi joven amiga, y encargada de mi persona. Una característica de ella es que cuando se enfadaba sus ojos parecían oscurecerse, pasaban de un color pardo clarito a un oscuro color ámbar. Su compañera seguía con sus fríos ojos azules y creedme que aunque respetuosa, desde luego no resultaba nada divertida, especialmente cuando los clavaba sobre ti. Por otro lado, las demás criadas y criados, se ponían muy nerviosos en presencia de ambas, especialmente de la mayor, procuraban terminar lo que fuese lo antes posible para quitarse de en medio cuanto más rápido, mejor.
Sobre mi joven asistenta tuve mis sospechas desde casi el comienzo, sospechas que se vieron confirmadas a los dos meses escasos de estar allí, aunque si bien reconozco, que el descubrimiento de quien era, también trajo otro colateral y sumamente preocupante para todo el mundo, incluido yo mismo. En esa época, llevaba ya unos días un tanto pensativo, tanto R’halrhaz como Shless parecían muy intuitivos con las “circunstancias” humanas, algo sumamente raro conociéndoles a ambos, algo menos en el caso de Shless, pero si muy sorprendente en el del Nahkkar Negro, ambos parecían estar hablando con palabras que no eran suyas. Una de las cosas que me contaron y me tenían consternado es que el mundo había cambiado enormemente, resurgiendo gran cantidad de ritos, dioses, incluso prácticas antaño olvidadas, perseguidas y denostadas, incluyendo de nuevo, el nefasto culto al Dios Loco.
Por lo que deduje de sus explicaciones Draconianas, y digo esto porque su forma de ver las cosas es un tanto particular, la mayor parte de los reinos del Gran Continente y del Continente Occidental se habían derrumbado por completo, desapareciendo. Una gran cantidad de Ciudades Estado, de territorios controlados principalmente por gremios, sectas, cofradías o como se les quisiese llamar habían ocupado su lugar, con una particularidad, que en todos esos sitios, dominaba la magia, los magos tenían todo el poder. Como reinos civilizados únicamente habían podido resistir el envite el poderoso Imperio Khrissa en el Continente Sur, así como en su frontera Norte, los principales Reinos del Desierto, en cuyo centro de poder se encontraba el Reino de Nixhem con sus inagotables minas de Oro.
También en el Sur del Continente Oriental se encontraba el poderoso Imperio de Tharkand, cuya alianza de siglos con el Imperio Khrissa había impedido que cualquiera de los dos cayese. En su frontera Nororiental se encontraba también intacto su aliado también desde hacia cientos de años, el reino de Shydlar, cuyas fronteras cubiertas de inmensos y casi infranqueables bosques le dejaban a cubierto de invasiones. En los Archipiélagos también había muchos reinos civilizados supervivientes, como por ejemplo el Imperio Qhorit, el reino de Khirland, y otras grandes potencias de los Archipiélagos y sus aliados, es este caso, el mar había sido si gran defensor, no era fácil para un reino terrestre atacar a una gran potencia Naval, por mucho que los magos los dominasen.
Sin embargo, en todo el Norte de los Continentes Sur y Oriental, junto también, con la parte central de este último, había ocurrido lo mismo que en los otros dos continentes, los reinos habían sucumbido al empuje del poder de los magos. Tanto los reinos e Imperios existentes en los Continentes Sur y Oriental, se mantenían vivos gracias en gran parte a la academia de magia de Khal-Tog-Kalhd, en el Imperio Khrissa, de allí procedían los magos de los reinos de ambos continentes gracias a antiguos tratados centenarios existentes entre ellos y propiciados en su día por mí. Una inmensa alegría para mi, fue saber que la isla de Nauruem seguía tan libre como siempre, con sus habitantes aún más salvajes, belicosos y brutales con los extraños que antaño. Por lo que me dejaron entrever los Dragones y lo que yo saqué en claro, paradójicamente gran parte de esta situación era debida a mi ausencia del mundo.
No penséis que es una estupidez, que no, tiene su sentido. Obviamente no tengo culpa de nada, pero en cierto modo si es como digo y me explicaron. Antaño cualquier organización mágica que adquiría excesivo poder o relevancia era sistemáticamente investigada por mí, solo por si pudiese darse la circunstancia que fueran del culto maldito del Dios Loco, o por si hubiese algún modo entre ellos de concederme la mortalidad. Por lo general, tras mi paso por allí, el resultado final habitual era su destrucción y disolución por muerte de todos sus integrantes o bien no les hacía ningún caso por no serme de interés, aunque generalmente todo terminaba en la primera opción… Y creedme que si tras mi paso seguían intactos, era que, o bien no tenían ansias de poder que era algo tan raro como un pez en el desierto, lo que hacía que terminasen por perecer por sí mismos, o no eran suficientemente poderosos como para tomarme molestias con ellos perdiendo mi tiempo, y en ese caso, las mismas autoridades solían exterminarlos cuando empezaban a dar problemas.
Resumiendo, cuando algo parecía capaz de amenazar o hacer algo como lo que parecía haber sucedido hacia ya cientos de años, yo lo destruía impidiéndolo de ese modo. Según me dijeron, toda esta explosión de magos y su subida al poder en todo el mundo, empezó a los ochenta años más o menos de mi desaparición, poco a poco se fue extendiendo por todos lados. Según parece, hace unos cuatrocientos años o poco más, la situación se estanco, ya que los reinos e imperios que quedaban eran excesivamente poderosos, tenían sus propios magos integrados en sus gobiernos, y ninguno de ellos había demostrado piedad con quien les había atacado, siendo especialmente crueles además cuando capturaban a los incitadores.
Había dos grandes alianzas, una entre los diversos Reinos de los Archipiélagos, la otra entre los reinos del Continente Sur y el continente Oriental, en cuyo centro se encontraban Khrissa y Tharkand con sus enormes ejércitos. Además entre ambas alianzas tenían una serie de convenios de ayuda y comercio. Para que entendáis, según los Dragones, ambas alianzas llevaban más de trescientos años sin hacer olas entre ellos que pudiesen hacer desestabilizar estos acuerdos, y para quien creaba problemas en ese sentido… Bueno, digamos que no duraba mucho, hacer algo así, si luego te pillaban, era como situar la cabeza entre el mazo y el yunque.
Como comprenderéis todo esto era difícil de digerir para mi, complicándolo aún más el tener que andarme con pies de plomo con mi poder, el cual no podía controlar perfectamente aún, entre otras cosas porque no terminaba de comprenderlo del todo. Estaba pensando en mis cosas, paseando por el gran salón de la fortaleza donde vivía, en la zona del palacio de la Reina Dragón, no recuerdo bien que fue lo que me dijo Amat, la joven que se encargaba de mí, que puse una mano sobre su hombro, apretándoselo con cariño, por alguna razón que no recuerdo bien, mi poder empezó a surgir de mi, concentrándose en grandes cantidades, de inmediato intente controlarlo. De repente dos Dragones presentes en la sala pero que nunca había visto antes se lanzaron sobre mí, supongo que mi reacción en parte fue instintiva, y en cierto modo quizá marcada por el color de ambos, el rojo.
El primero de ambos parecía un alto y corpulento guerrero de color Rojo, se lanzo a por mí espada en mano. Me limite a alzar mi mano, poner la palma de la misma apuntando hacia él, concentre mi poder y lance de inmediato una descarga de magia pura, o algo así, no sabría siquiera como definir lo que hice. El Dragón salió volando como unos doce metros, fue a estrellarse contra uno de los muros de la gran sala, claro que peor le fue a su compañero, este se había transformado en Dragón antes de atacarme… Hice lo mismo que con su compañero, excepto que al ver un Dragón adulto viniendo a por mí en ese plan, creo que potencie mi descarga sobre él como unas cien veces con relación al anterior, porque este salió volando y atravesó la pared por completo, desapareciendo en la habitación adyacente. Luego descubriría que el Dragón atravesó un total de seis dependencias y termino con unos cuantos de sus casi indestructibles huesos rotos… para sorpresa de todo el mundo.
Shless y R’halrhaz que estaban presentes también se transformaron junto con otros también presentes, rugiendo alarmados, por el rabillo del ojo vi como la señora mayor que cuidaba de mi también se transformaba en un Gran Dragón Dorado, algo que no me sorprendió puesto que era algo que ya supuse de ella. Pero la que si me sorprendió, fue Amat, que se dirigió a Shless y con tono de mando le pidió que me acercase de inmediato un espejo, luego se situó entre los Dragones y yo con toda tranquilidad sin demostrar el menor temor. Me miro fijamente, rogándome que por favor me mirase de inmediato en el espejo en cuanto Shless le trajese, que no atacase a nadie hasta haberlo hecho, porque en cuanto me viese entendería porque estaban todos tan nerviosos… La visión que obtuve de mi mismo fue completamente traumática. Me sobresalte, me sobresalte más de lo que creo que nunca había hecho en mi vida.
Frente a mi estaba mi rostro de siempre, con una particularidad muy inquietante, mis ojos. Si te fijabas bien, si te fijabas detenidamente en ellos, podías ver que mis globos oculares eran completamente negros, pero había que fijarse mucho para darse cuenta del detalle, sino lo hacías así, parecía que en lugar de ojos, bajo los parpados únicamente hubiese dos agujeros oscuros en los que no se apreciaba fondo. Otra cosa realmente espeluznante es que de mi cuerpo parecían desprenderse una especie de zarcillos de color negro que se arremolinaban entorno a mí, de hecho cuando se cruzaban entre sí parecían emitir una especie de chispazos de energía, eran como una especie de escudo… Lo malo, es que yo no había hecho nada para que pasase eso, ni lo de los zarcillos, ni por supuesto, lo de mis ojos… Mire hacia Amat… que hizo varias señas para que todos los presentes excepto su compañera, Shless y R’halrhaz se marchasen de allí con rapidez, por mi parte espere hasta que nos quedamos solos antes de hablar…
Majestad, ¿sabéis que es esto?
No, ni idea, no creo que nadie sepa que es esto… por eso todos nos hemos sobresaltado de ese modo -miró al Nahkkar Negro- ¿R’halrhaz, tu sabes algo?
No majestad, yo tampoco entiendo nada –dijo recuperando su forma de humanoide, al igual que el resto de los presentes- nunca vi algo como esto, jamás, ni siquiera con los anteriores Shaddin-Nur.
Os arriesgasteis mucho Majestad –replico Shless-, no sabíais lo que podía haber hecho.
No le hubiese pasado nada, su Majestad es la única aquí que no correría peligro conmigo… -dije notando nuevamente el suave contacto con mi mente.
¿Cómo y cuando me descubriste? –me preguntó curiosa.
Casi desde el tercer día, sentía una presencia rozando mi mente, recordaba la sensación pero no donde la había percibido antes. Al final recordé en qué situación sentí eso y delante de quien… Además, vuestros ojos se vuelven de un intenso color ámbar cuando os enfadáis… -sonreí meneando la cabeza, devolviéndome ella también la sonrisa.
Mi nacimiento, cuando nada más salir del huevo te salude… -asintió-, si has podido recordad algo tan sutil es que nuestra conexión va aún mas allá de lo que suponía, y créeme que es muy profunda, tanto que creo que jamás ha habido otra igual –me miró pensativa.
Bueno, al fin y al cabo cuando morí tras salir del pozo, fuiste tú quien se empeño en que me situaran en aquella especie de túmulo. Supongo que debería de darte ya las gracias –dije, sospechando desde hacía un tiempo que algo así debía de haber sucedido, y al tener ahora consciencia de nuestra especial afinidad tuve claro de quien partió esa iniciativa.
Nada –dijo haciendo un movimiento con la mano restándole importancia-, sabía que no estabas muerto de verdad, sentía una pequeña conexión de tu alma con tu cuerpo… -se interrumpió dudando.
¿Y?
Y juraría que lo que retenía esa conexión era la propia Nakriss, aunque de un modo un tanto extraño, no sé bien porque, pero esa es la impresión que me dio. Detecte un poder que hasta ese momento nunca antes había sentido… -me señaló-, justo el mismo tipo de poder que hace unos instantes estaba sobre ti. Ahora te digo sabiéndolo con certeza que lo que sostuvo tu alma unida a tu cuerpo fue el poder de Nakriss.
Majestad…
Llámame por mi nombre si quieres, por mi verdadero nombre, tu puedes hacerlo, al fin y al cabo nuestras almas están unidas desde que nací.
Bien, Amaratha, que crees que es todo esto que me pasa.
No lo sé, y no creo que nadie lo sepa, pero ten algo claro, Vhaalzord el Nigromante, tu… no eres un Shaddin-Nur –respingue al oírla, igual que los demás Dragones- eres algo que está más allá de ese poder.
¿Estás segura? –preguntó Margatta acercándose, la Dragón Dorada y Reina Dragón del Sur.
Si, hasta cierto punto he podido compartir su mente… y su poder esta mas allá del de un Shaddin-Nur.
¿Y que se supone que soy Amaratha?
No lo sé… pero quizá… tras ver lo de antes con tus ojos y esos zarcillos negros… -tomo aire-, yo diría que eres un Guardián…
La raza eterna… -susurró R’halrhaz visiblemente sorprendido, para mi incredulidad.
¿La raza perdida…? pero… -Shless se calló sin terminar.
¿Podría realmente ser alguien de la raza eterna? –preguntó con voz ansiosa Margatta dirigiéndose a Amaratha que se limito a encogerse de hombros como respuesta.
No creo necesario decir que todo esto me superaba. Poco a poco mi tensión fue remitiendo, mientras por mi mente daban vueltas y vueltas todas estas cosas que los Dragones estaban diciendo sin importarles que yo estuviese delante. Justo antes de desmayarme comprendí que no estaban hablando, lo hacían entre ellos mentalmente, yo únicamente estaba interceptando sus pensamientos, introduciendo también los míos en la conversación. Lo más asombroso antes de desmayarme, fue que al mirar a Amaratha, en sus ojos pude darme cuenta de que sabia más de lo que había dicho ante los demás… luego, me desmayé.
CONTINUARA