Crónicas de Vhaalzord - Libro 16 - 5 (final)

Val continua su viaje al Reino Dragón del Sur, durante el último tramo del camino y a medida que se acerca la conjunción de las Lunas, empieza a observar cosas inquietantes… aún así, su decisión de pasar el rito de Nakriss sigue firme.

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 16

Capitulo- 5

Después de levantarme, comer y volver a ponerme en marcha en solitario durante un par de horas, estuve pensando, y me fustigué a mi mismo por mi estupidez. Sin esperar a que anocheciese volví a convocar mi escolta, luego empleé sobre todos nosotros un conjuro de ilusión, con el fin de parecernos a los soldados del país que estaba atravesando en ese momento. Antes de anochecer atravesamos un par de aldeas como si fuésemos una columna de soldados de caballería, lo cual, estando en guerra varias naciones de la zona, me di cuenta de que tal y como supuse, no llamábamos excesivamente la atención.

Aclaro que de los doce días que me llevaría la travesía por las montañas, al menos en ocho de ellos lo haríamos por un reino que estaba en paz. Todo su territorio estaba en las montañas, por lo que su invasión o acceso por parte de las tropas de otro se tendría que realizar por una serie de pasos, y solo durante la estación de primavera o verano sería factible hacerlo a gran escala con el fin de conquistarlo, desgraciadamente para mi, estábamos al inicio de la primavera. El camino elegido pasaba por la parte más abrupta y menos habitada de su territorio, lo que nos haría esquivar cualquiera de sus ciudades, que aunque no muy grandes, desde luego no sería el mejor sitio para entrar con una columna de Guerreros Khulgan a mis espaldas por muy disfrazados que fuesen. Por otra parte, precisamente ese territorio tan abrupto, era la frontera con las llanuras y los reinos contendientes, por lo que de existir una invasión por parte de alguno de ellos, o intentar pasar tropas por allí para intentar pillar por la espalda al enemigo, corríamos un muy serio riesgo de darnos de bruces con ellos.

El problema que se me planteó con mi idea, es que viajar por la noche siendo una patrulla o una columna de relevo no es que fuese lo más inteligente, de ese modo sí que llamaríamos excesivamente la atención al no ser lo habitual, que era justo lo que trataba de evitar. Empecé a moverme al amanecer y al anochecer, evitando el medio día que era el momento más transitado en los caminos,  lo que nos obligaba a hacer dos paradas y fragmentaba mi descanso. Aunque esto me agotaba más, lo cierto es que de este modo avanzaba mucho más rápido que si lo hacía solo por la noche. Los tres siguientes días no tuvimos el menor problema, parecíamos una columna en movimiento del propio país, por lo que no tuvimos el menor tropiezo en ninguna aldea, ni nadie nos miro dos veces, todo iba saliendo a pedir de boca, incluso parecía que hubiese logrado despistar por fin al maldito Dragón.

El quinto día cambiamos de país, modifique el conjuro para hacernos pasar por tropas de Klihmary, la nación que ostentaba el control de buena parte de los vastos territorios del centro de las montañas del Continente Occidental, este país consiguió su paz y estabilidad actual tras la desaparición de los Lahishin. Suponía que tras la entrada en su territorio tendría un viaje tranquilo y sin sobresaltos, por lo menos hasta que saliésemos de nuevo de él, pero desgraciadamente me equivoqué, y de qué forma. Al segundo día de estar cruzando nos fuimos a topar con una patrulla del ejército compuesta por diez hombres, que nos paró. Si conseguimos esquivar cualquier problema con ellos, fue porque mi uniforme era de Capitán, y la patrulla solo la comandaba un Sargento, por lo que no me fue muy difícil escabullirme de su intento de interrogatorio.

Desgraciadamente, esa patrulla únicamente controlaba los alrededores de la zona, ya que solo unos kilómetros más adelante estaban acantonados varios regimientos al mando de uno de los Nobles más importantes del Reino, por lo que el sargento se hizo el tonto tomándonos por refuerzos, así se unieron a nosotros en la “marcha” hacia el campamento principal, donde me fui a encontrar con unos quince mil soldados acantonados allí, ¡genial!. Y yo me vi entrando en el con una columna de sesenta Guerreros Khulgan a mis espaldas.

Gracias a los dioses, la versión que di de que éramos relevos de urgencia para las guarniciones de la frontera Sur del Reino coló, puesto que muchas de las tropas allí acantonadas procedían de aquella zona y habían sido sacadas a toda prisa, por lo que, aunque un poco de los pelos, no tenia porque ser falso. Gracias también a la ayuda de un pequeño conjuro sobre el Duque, que todo hay que decirlo, logre que me dejaran seguir con mi camino, dando por sentado que en algún sitio se debían de haber retirado demasiadas tropas y por eso el motivo de mover mi columna.

Todo este movimiento de tropas por parte de un reino neutral teóricamente a salvo de la guerra, me indicaba dos cosas: Que podía haber tomado partido por alguno de los bandos en disputa y se estaba movilizando para atacar, o bien, que se temía algún ataque o intento de cruce de su territorio por parte de los contendientes y se preparaba para confrontarlo si este se producía, en este caso la dirección del movimiento me indicaba de quien podría tratarse en una u otra circunstancia. En cualquiera de los casos, era algo ciertamente negativo para mí, porque eso quería decir que, aunque improbable al ir hacia el sur, podría encontrarme con tropas hostiles durante mi viaje. Por si acaso pensé en moverme hacia el interior de país, hacia las principales rutas, dejar a mi escolta e intentar ir en solitario, pero al final lo deseché, era excesivamente peligroso con un Dragón repartiendo alegremente oro por mi cabeza, además, uno que seguramente no cometería el error de ponerse a mi alcance como hizo el anterior.

Los dos días siguientes no hubo nada que mencionar, éramos una columna del ejercito en tránsito, atravesábamos aldea tras aldea, sin otra novedad, que el que los habitantes se nos quedaban mirando pasar, pero nada más. Desgraciadamente el tercer día surgió el problema que me estaba temiendo, nos topamos con problemas, y de qué modo. Una de las características de cierta parte del camino, es que parte de las montañas estaban cubiertas de espesos bosques, con lo que la cobertura de mis halcones azules era muy limitada, y el convocar Lobos Espectrales para que no sirviesen de exploradores... llamaría la atención de cualquiera que los viese. Confieso que en gran parte mi error vino porque me confié al ir escoltado por los Khulgan.

Nos adentramos en zona boscosa, aparentemente no había nadie, bueno, los halcones me habían informado de algún que otro aldeano con una carreta con leña por el camino pero nada más, y al llegar a su altura simplemente pasábamos por su lado, cada fila de "soldados" por uno dejado siempre el carro en el centro. Por cierto que en cierta forma, también me estaba sorprendiendo la facilidad y docilidad con que los Guerreros Khulgan parecían obedecer mis órdenes de “no matar”, pero bastantes problemas tenia con mi cansancio como para empezar a preocuparme con algo que de momento iba saliéndome a la perfección.

El problema vino con lo que los halcones no me advirtieron. Imaginad que de repente, una columna de soldados de caballería de Klihmary que se mete de sopetón en un campamento de tropas hostiles por sorpresa... pero para ambas partes. No sé ni cómo logramos llegar tan lejos, ya que deberían de haber tenido exploradores para evitar que algo así les pudiese pasar, era algo que hasta el más idiota sabía que había que hacer en terreno hostil. Pero mira tú que de repente nos encontramos en la entrada de su campamento, ante los enormemente abiertos ojos de sus centinelas, que evidentemente dieron la voz de alarma a la vez que nos atacaban de inmediato con lo que tenían más a mano, en este caso sus arcos y flechas, armándose un enorme revuelo de forma instantánea.

Creedme que meterte por sorpresa en medio de un campamento, donde hay seis magos y unos cuatro mil soldados, al frente de una columna de sesenta "soldados" de caballería y tres magos es alucinante, menudo caos que se organizó. Los seis centinelas que estaban en esa zona dieron la alarma a la vez que disparaban, tres de esas flechas me buscaron a mí, es decir, al oficial aparentemente al mando... Entonces pasó algo que me cogió completamente a contra pie y por sorpresa, los guerreros junto con los magos Khulgan me protegieron de ellas, hasta aquí todo normal, como siempre. Sin embargo, los guerreros después de eso atacaron puesto que al principio del viaje les había ordenado que terminasen con cualquiera que nos atacase, cuatro de ellos permanecieron conmigo como escolta, pero el resto... se lanzó contra los soldados enemigos en una violentísima carga. Normalmente aún con esas órdenes iniciales, lo normal es que los Khulgan únicamente se hubiesen encargado de los que me atacaron, no del resto que aún no habían hecho nada contra nosotros.

Sin embargo, aún con esa situación con los guerreros, lo más asombroso fue lo de los tres magos, estos sí que sin esperar instrucciones de verdad para ello, en lugar de atacar como hubiese sido de esperar, iniciaron las convocaciones al instante. Empezaron por el Jefe Khulgan, que tras hacer acto de presencia directamente a mi lado, pareció cambiar impresiones con los magos, rugiendo una orden a continuación. Con los ojos muy abiertos, vi como los tres magos convocaban a otros seis más, y entre todos, a más de cuatrocientos guerreros Khulgan que se lanzaron a por los soldados nada más aparecer, a estas alturas también para mi asombro, mis conjuros de ilusión habían sido anulados por los propios Khulgan, mostrándose como lo que de verdad eran. La carnicería fue auténticamente espantosa, no dude en retirar los conjuros de ilusión que me cubrían a mí y a mi montura, para después pasar de inmediato a concentrarme en mis conjuros defensivos e intentar hacer frente a los magos enemigos, no llegué a moverme siquiera de mi sitio cuando los seis cayeron víctimas de los magos Khulgan, que al ver mis intenciones se revolvieron contra ellos sin dejarme hacer ni la más mínima intentona contra ellos.

Ante sesenta soldados que les atacaban, las tropas enemigas reaccionaron según su entrenamiento, los centinelas intentaron frenar a los atacantes, defendiendo su asalto, sin intentar para nada atacarles. Únicamente trataron de pararlos, evidentemente para dar tiempo a sus compañeros a armarse, y luego, entre todos, por pura superioridad numérica matarnos a todos. Desgraciadamente para ellos, eso con soldados normales estaba muy bien, pero a los Guerreros Khulgan no les duraron ni medio segundo, claro que aún así, se organizaron enseguida para combatir, y naturalmente hubiesen terminado con facilidad con sesenta soldados y cuatro magos, contándome a mí, pero lo de enfrentarse de repente con cuatrocientos Guerreros Khulgan salidos de la nada, más el que los sesenta "soldados" de pronto también se transformasen en esas pesadillas... Aquello fue un sálvese el que pueda, pero para su desgracia, no se salvó ninguno, como siempre digo, lo peor que se puede hacer si quieres sobrevivir, es darle la espalda a un Khulgan.

Bueno, mi sorpresa por estos sucesos, vino porque al comprender el idioma Khulgan, o lo que sea eso con que se comunican, todas las convocaciones por su cuenta y riesgo, fueron hechas en base a mi protección. Por lo que saque en claro en esos confusos momentos, y luego verifique al terminar todo, las tres flechas que me lanzaron estaban imbuidas en magia, tanto mis escudos como los suyos no hubiesen tenido problemas en rechazarlas, pero lo vieron como un serio riesgo para mi, de modo que actuaron en consecuencia. Para mi asombro, pidieron refuerzos por su cuenta allí de donde narices procedan, obteniéndolos al instante. Como entenderéis estaba perplejo, eso jamás había pasado anteriormente, y llevaba más de dos mil años convocándolos, me había visto metido en líos mucho más graves que este, sin que jamás hiciesen algo parecido, sin mis órdenes expresas, nunca hasta ese momento se habían movido por iniciativa propia de ese modo.

Otra cosa mala de lo sucedido, es que se habían empleado enormes cantidades de magia, y eso, con un Dragón tras de mí, no era nada bueno para mí. De haberme perdido la pista, en esos momentos me hubiese vuelto a localizar sin excesivos problemas, los restos de la poderosa magia Arcana saturaba todo el lugar, para cualquier Dragón eran como una fogata en una llanura en medio de una noche cerrada. Tras esto volví a situar sobre todos nosotros los conjuros de ilusión y partimos de allí dejando a nuestras victimas a merced de las alimañas, continuamos camino, solo que en esta ocasión hice que apretásemos el paso con el fin de alejarnos de allí lo más posible. Fui dándole vueltas a todo lo que había ocurrido hasta el momento, analizando cada una de mis instrucciones desde que entramos en las montañas, por si alguna hubiese podido provocar el comportamiento “extraño” de los Khulgan, pero no encontré nada raro o que lo pudiese explicar.

Durante dos días mas no nos encontramos con problemas, al tercero de nuevo nos topamos con una patrulla de "nuestro ejército", según parece los cadáveres habían aparecido y todo el mundo estaba tratando de averiguar qué demonios había sucedido, dado que nosotros veníamos de esa dirección, fuimos amablemente conminados a seguir a nuestros "compañeros" hasta la guarnición de la zona para dar un informe de nuestro trayecto por la montaña, no os hacéis una idea de lo ilusionado que estaba con ello, especialmente por la confianza reforzada en que no me metieran en un lio que ahora mismo tenía en mi escolta. Adoptando mi aire más marcial me presente ante el comandante de la guarnición, un hombre de unos cincuenta años, bajo cuyo mando había unos mil soldados poco más o menos. Sus preguntas pronto derivaron en un interrogatorio en toda regla, formal, educado, pero interrogatorio al fin y al cabo.

Digamos que el problema es que el comandante no entendía como una columna de sesenta hombres había logrado pasar por delante de un pequeño ejército de cuatro mil, ya estuviesen en esos momentos vivos o muertos, y no enterarse, lo que como oficial al mando, no es que me dejase en muy buen lugar precisamente. Me mantuve en mi mentira inicial sobre nuestro destino y misión, afortunadamente, porque por sus preguntas tras dar mi respuesta sobre eso, debían de haberle informado de nuestra presencia en la zona, y si era así, me empezaba a preguntar cuanto tardarían en darse cuenta de nuestra impostura. Como comprenderéis, en cuanto pudimos salimos de allí todo lo rápido posible. Una vez dejamos la guarnición atrás, hice que fuésemos a marcha forzadas para alejarnos, durante dos días dormite sobre mi montura, con el enorme esfuerzo físico que eso me requería.

Al tercer día tuve que parar a descansar porque ya no aguantaba, eran dos días sin casi dormir y llevando sobre mis espaldas un montón de conjuros activos que tenía que controlar de vez en cuando, algo realmente agotador. Para mi fortuna y debido a mi cansancio nos fuimos a meter de lleno en una emboscada, un grupo de soldados, concretamente de los enemigos de nuestras anteriores victimas nos atacaron, serian unos tres o cuatrocientos nada más. Nuevamente los Khulgan volvieron a actuar por su cuenta, de nuevo varios centenares de Guerreros junto con varios magos fueron convocados por su cuenta y riesgo, exterminado por completo a nuestros agresores en cuestión de minutos. Muerto de cansancio esta vez no me moleste ni en pensar, directamente y dado que le jefe de los Khulgan estaba a mi lado, le di una orden...

- Val : Que busquen un sitio donde pueda descansar.

- Jefe Khulgan : Como ordenes mi señor -dijo con una respetuosa inclinación de cabeza, dándose la vuelta de inmediato para cumplir mis órdenes.

Me quede frio por completo, de nuevo un comportamiento extraño en los Khulgan, jamás antes me habían tratado así, daba una orden, la cumplían y se terminaba, pero no me contestaban, mucho menos su jefe había realizado un gesto de esas características conmigo. Lo malo es que estaba tan agotado que no podía ni pensar con claridad, media hora después llegamos a una especie de claro donde me preparé mi lecho de pieles para dormir, retirando todos los Khulgan y convocando una docena de Lobos Espectrales para que hiciesen las veces de guardianes. Prefería no tener a los guerreros por allí mientras no estuviese despierto visto todo lo extraño que estaba sucediendo últimamente con ellos. Cuando me desperté, nueva sorpresa, entorne los ojos al escuchar ruidos metálicos extraños para mirar sin que descubriesen que ya estaba despierto, mientras mis manos se hacían lentamente, sin llamar la atención con sendas dagas Khlomn que empuñe con firmeza, listo para lanzarlas...

Cuando pude enfocar la dirección de donde procedían los ruidos, lo que vi me dejo alucinando, seis Guerreros Khulgan paseaban por el claro en una clara pauta de guardia, vi como al menos tres de mis Lobos también estaban por allí, velando mi descanso. Me incorpore rápidamente, y de nuevo otra sorpresa, los Guerreros se volvieron, al verme de pie me saludaron con un gesto de respeto, desconvocándose al segundo de ello. Os aseguro que no entendía nada de nada, no sabía qué narices estaba pasando con los Khulgan, pero lamentablemente, y mientras estuviese por esas montañas, me sería imposible prescindir de ellos si quería seguir avanzando con rapidez. Estaba seguro de que el Dragón me estaría preparando algo, ya que no tenía la menor duda de que me tenía que tener localizado de nuevo con bastante exactitud.

Por fin salimos del territorio que teóricamente estaba en paz, para adentrarnos en el de uno de los contendientes. Por aquí los soldados campaban a sus anchas, también había grupos de desertores que se dedicaban al pillaje y al saqueo, de estos nos encontramos varios, que como idiotas, para tratar de escapar nos disparaban, se supone que lo conseguirían mientras nos cubríamos de su flechas y averiguábamos que pasaba, para su desgracia, eso con los Khulgan, no funcionaba, todos los que se nos enfrentaron terminaron muertos en el camino. Mis Guerreros los masacraban y continuábamos camino sin detenernos.

En una ocasión, las tropas de una guarnición del país en cuestión, decidieron que yo no les caí bien cuando nos interceptaron para interrogarnos, no dijeron nada, pero informaron a su superior, que solo tres horas después del encuentro, nos había rodeado con sus soldados, exigiendo a mis hombres que me entregasen para hacer "justicia" conmigo por insubordinación. Como podéis suponer, no duraron mucho, excepto que en esta ocasión a los Khulgan no les hizo falta hacer nada por su cuenta, ya que yo mismo reclame mi Shilkka y me lance contra ellos al grito de "SANGRE"... Sentía mi sangre hervir ante la influencia de Nakriss…

Tras matarles a todos, más de quinientos soldados abatidos, y mientras seguíamos camino, no pude evitar pensar en cómo estaba la situación, llegué a la conclusión de que Nakriss y la alineación de las lunas de algún modo me estaba afectando demasiado para mi gusto, e incluso, pensé que quizá, y solo quizá, eso mismo también fuese lo que estaba afectando al comportamiento de los Khulgan, incluso baraje la posibilidad de que sus acciones fueran realmente controladas, u ordenadas por mí a nivel inconsciente influenciado por lo que sentía a causa de la Luna Negra... Al final, tuve que dejarlo estar, porque me estaba dando dolor de cabeza, y empezaba a enfadarme, cosa que si que sabía con toda certeza que no sería nada aconsejable en esas circunstancias.

Por fin salimos de las montañas y pude por fin deshacerme de mi escolta, fui a parar directo a un Gran Puerto del continente, la enorme ciudad Portuaria libre de "Kalihs Rakar". Una ciudad Gigantesca que ocupaba todo un valle amurallado, la población no sería capaz de estimarla exactamente, ya que entran y salen de forma constante tanto barcos, como caravanas de todos las naciones cercanas, pero podría calcularse en más de ciento veinte mil habitantes. Había una cosa a tener en cuenta en ella, su guarnición, compuesta de más de treinta mil soldados. Sabía que se andaban con pocas bromas con las revueltas y peleas, por lo que era una ciudad que me convenía para descansar, seria difícil que por mucho dinero que ofreciesen, alguien quisiese llamar la atención de la guarnición, cuya fama como dura, rápida y eficaz al controlar altercados era considerable.

Entre la guarnición, por los datos que tenia, se encontraban los llamados Lobos de Acero, un pequeño ejército mercenario que constaba de cinco compañías de unos quinientos hombres cada una, las cinco consideradas entre las más duras de todo el mundo. Cada compañía se nombraban con un color, Lobos Negros, Verdes, Rojos, Azules y Blancos, pero existía también un grupo en su seno, conocido como los Lobos Espectrales, por los datos que tenia, en su mayor parte estaba compuesto de asesinos, magos, espías, ladrones... y según mis datos, todos ellos verdaderamente buenos, auténticos profesionales en su oficio, eran por decirlo de alguna forma, su servicio de inteligencia y verdaderos artífices en la sombra de muchos de sus éxitos, el nombre lo tomaban de la raza de lobos considerada como la más poderosa de todo el mundo.

Eran con mucho el mayor peligro para mí, no me preocupaba que quisiesen cobrar la recompensa por mi cabeza, no funcionaban así, pero era consciente de que si pasaba algo en la ciudad en lo que me viese involucrado, llamaría en el acto su atención y podría tener serios problemas con ellos, algo que prefería evitar en la medida de lo posible, ya que una vez puestos en faena contra mí, no dudarían en intentar cobrar por mi cabeza. Me fui a alojar en el mejor hotel de la misma, que por cierto, no podía ser más caro, el precio de las habitaciones era realmente prohibitivo, no obstante su servicio bien lo merecía. Pero no era eso lo que me interesaba y por lo que decidí alojarme en él, fue por su seguridad, tenía bastantes guardias perfectamente armados y entrenados, supuse que un ataque estando en el seria prácticamente imposible, iluso de mi.

La primera noche, me pasee por la parte baja de la ciudad, me conseguí una bella acompañante que me lleve a mi hotel, aunque no puedo decir que me mirasen con buena cara los encargados del mismo cuando me vieron con ella. Subimos a la habitación y sin más prolegómenos de ningún tipo, nos desnudamos los dos, empezando a follar en el acto. Estuve fòllandomela en la cama, contra la pared, contra la puerta, no la deje descansar ni un momento. También me estuvo chupando la polla un buen rato, ciertamente me salió cara, pero mereció la pena, me dejo tranquilito y relajado para una buena temporada... o casi.

La segunda noche, tuve un pequeño inconveniente en el comedor del hotel, parece que a algún respetable huésped, la juerga de la noche anterior no le sentó nada bien, por lo visto, su rescatadísima y muy mojigata esposa se quejo amargamente, con lo que el hombre, fue después a dar la correspondiente queja a los dueños del hotel, algo que como entenderéis me importo bien poco. El asunto es que vi a la honradísima esposa, y era una mujer de mediana edad, no llegaría a los cuarenta, guapa de cara, nada mal de cuerpo, y con lo que parecía una mala leche impresionante, pero que disimuladamente no me quitaba ojo de encima. Al ver esas miraditas, me dio en la nariz que tan recatada Dama, podía ser toda una caja de sorpresas.

Esa noche no pensaba hacer nada, pero de nuevo me fui a la parte baja de la ciudad, para buscarme a otra puta que llevarme a mis habitaciones. En esta ocasión, tenía planeado algo muy diferente a lo de la noche anterior, de nuevo me estuve follando a la puta en todos lados y de todas las forma posibles, pero procurando y dándole instrucciones de que fuese muy, muy, muy escandalosa. Después de disfrutar agusto del primer polvo, con el segundo, emplee una serie de conjuros de lectura mental sobre quienes estuviesen en la habitación de al lado, es decir, los dos quejicas.... y sorpresa, la moralista señora que no hacía más que quejarse, mientras su marido roncaba a pierna suelta, se masturbaba escuchándonos follar.

Al día siguiente nuevas quejas por parte del matrimonio, aunque sabía perfectamente que era ella, ya que el pobre hombre dormía como un tronco mientras yo follaba. Esa noche me prepare para hacer una incursión en la habitación de al lado, me prepare bien, redoblando las criaturas dispersas que tenia de vigilancia, no quería supresas de ningún tipo. Salí de mi habitación y me dirigí a la puerta de al lado, llame suavemente mientras dejaba actuar un conjuro de insonorización sobre toda la zona... Vi como se entre abría la puerta, asomando la señora la cara con evidentes muestras de enfado por lo intempestivo de la hora, ya que pasaba la media noche.

No dije ni media palabra, simplemente empujé la puerta, dejando ir un conjuro sobre el felizmente dormido marido, que lo mantendría en el mundo de los sueños aunque se cállese el edificio encima suyo. La señora, toda dignidad, se puso echa una energúmena, gritándome como una descosida todo tipo de barbaridades por haber entrado así a su habitación. Me pegó un fuerte empujón y se dirigió rápida a la cama para despertar a su marido, la deje llegar, atrapándola justo a los pies de la misma, haciéndola darse la vuelta, y desgarrándola el largo camisón que llevaba de un solo tirón, dejándola completamente desnuda ante mis ojos.

Me intento soltar un guantazo, que detuve en seco, empujándola sobre la cama a continuación, derribándola, lanzándome después sobre ella. Me logré situar entre sus piernas forcejeando, colocarme debidamente, abrirme los calzones que llevaba y sacar mi falo, que a continuación puse en su entrada, penetrándola con deliberada lentitud. La violenta resistencia de la señora termino a los diez segundos de tener mi polla completamente dentro, a los cinco minutos creo que ni se acordaba de que su marido estaba justo a nuestro lado, en la misma cama, durmiendo apaciblemente, ¡¡qué forma de gritar la muy zorra!!.

Estuve follàndome a tan honradísima y recatada esposa durante gran parte de la noche. Lo cierto es que me la estuve follando por todos sus agujeros, pero lo que más me sorprendió en ella, es que principalmente quería follar cerca de donde su respetable esposo dormía, de forma que este si se despertaba pudiese verla como era follada por otro. No hace falta decir que no dije ni media al respecto, sus problemas matrimoniales no eran asunto mío, yo me limite a follàrmela como un condenado todo lo que pude. Al día siguiente, ni una queja, incluso el marido tuvo a bien agradecerme el haber cedido a los pedidos de su adorable esposa, que cuando su marido dijo esto, por sus labios paso una sonrisita entre lasciva e irónica mientras me miraba.

Pensaba estar solo cinco noches, llevaba tres y todo iba como la seda, muy suavecito. La cuarta noche no tuvo mayor transcendencia, pero la quinta si, en esa sufrí un intento de asesinato por parte de un autentico profesional. Estaba en una taberna bebiéndome una jarra de vino cuando una chica se me echo encima, pidiéndome que la invitase a una jarrita, en menos de tres segundos tenía su mano tocándome la polla, y en sus ojos promesas del paraíso. Hice lo normal, preguntarla el precio de sus servicios, cosa que me respondió enseguida, quise llevármela también a mi hotel, pero se negó, me dijo que prefería que fuese en su casa, era más discreto y prefería no ir por la parte alta de la ciudad.

Entré en su casa, se fue desnudando completamente hasta su lecho, se tiro encima del completamente desnuda, me miraba con lascivia, echada sobre la cama, con sus dedos abriéndose el coño, mostrándome claramente su hendidura y retándome a follàrmela sin piedad, a demostrarla lo que sabía hacer. Sonriendo me acerque a ella, dirigí mis manos hacia mi ropa, con la aparente intención de desnudarme yo también, entonces, saque mis espadas, con la izquierda clave a la chica al lecho atravesándole el estomago, mientras que la derecha se volvía con rapidez, desviando el golpe de puñal que me llegaba por la espalda.

Desde el principio me pareció sospechoso lo de la chica, por un lado cuando se me echó encima, un par de las del local se levantaron de sus clientes con clara intención de irse a por ella, pero un par de tipos se lo impidieron, justo los que acababa de matar, por eso el interés de ella porque nos fuésemos de allí. También se trataba de una mujer que se veía que no pertenecía a ese ambiente, no estaba "machacada" por él, todo era muy extraño. Finalmente cuando entramos en su casa, con el mosqueo que llevaba interiormente, lance un conjuro detectando dos personas más en la casa, disimuladamente sin que lo advirtiese, lance un par de criaturas para que miraran que ocurría, encontrándome con dos hombres, con las armas en la mano y en clara posición para emboscarme. Cuando se lanzaron a por mí fue cuando saqué mis espadas, eliminando primero a la chica que al ver a sus compinches metió una mano bajo el lecho cogiendo una daga, que fue a lo que le dio tiempo, puesto que en ese momento le clave mi espada en el estomago.

Rápidamente me volví, desviando el ataque de uno de los hombres, con el segundo no me hizo falta, la espada izquierda al liberarla de la chica se topo con uno de su brazos, seccionándoselo, provocando que empezase a gritar. Lo cierto es que sus gritos solo duraron segundos, un rápido giro de la espada lo decapito, mientras que con la otra me ocupaba de su socio, enterrándole la punta de la hoja en el centro del pecho. Después de terminar con ambos, me dirigí al lecho, donde la mujer agonizaba sujetándose con fuerza el estomago, intentando contener la hemorragia, me pidió piedad, y yo en respuesta, la degollé.

No me inmuté, regresé tranquilamente a mi hotel a dormir un poco, pero nuevamente tuve otro encontronazo, en esta ocasión sí que fue verdaderamente serio, una decena de hombres me atacaron en mitad de la calle, y por lo que vi, todo el que estaba presente se apresuro a quitarse de en medio, desapareciendo con rapidez. Por sus uniformes me parecieron Lobos de Acero, concretamente de los Lobos Rojos, eran diez contra mí, además eran guerreros profesionales muy buenos, a duras penas lograba defenderme de sus ataques, me estaba costando sudar, por fortuna eran muchos y ellos mismo se entorpecían al atacarme de aquella forma.

No hacía falta ser muy listo para saber que antes o después alguno terminaría por alcanzarme, al atacarme todos ellos a la vez se entorpecían, pero también me obligaban a estar en constante movimiento, además a moverme rápido para esquivarlos, no aguantaría mucho ese ritmo, pero la solución de llamar a los Khulgan tampoco era muy buena que digamos, así que empecé a buscar desesperadamente algo que poder hacer para salir del atolladero sin tener que montar una guerra en toda regla. Logré abrirme paso hacia un callejón lateral, metiéndome en el por los pelos sin ser alcanzado. Una vez allí la cosa se les puso difícil, ya que por su anchura no podían atacarme más de tres, y eso para mí no era problema, aunque tampoco tenía forma de colocarles ningún golpe mortal, incluso mi Shilkka, con su letal hoja de garra de Dragón, en ese lugar seria inútil.

Aproveche el momento de "relax" para despachar varias criaturas, quería encontrar un sitio que me beneficiara, y por fortuna lo encontré, una pequeña plazuela, a la cual no daban edificios de viviendas, solo almacenes cerrados con un único acceso. Me dirigí hacia allí a la carrera, con los soldados detrás de mí, sin duda pensando que trataba de escapar, aunque lo cierto es que me hubiese gustado poder hacerlo, ya que cuando alcance mi objetivo me di cuenta de que la cosa acababa de empeorar varios enteros. Del callejón no salieron diez soldados de los Lobos de Acero, sino quince, y los cinco últimos parecían de los Lobos Verdes, era genial, soldados de dos de sus compañías queriendo matarme.

Pero para su desgracia, quien realmente estaba en problemas en ese lugar, no era yo precisamente. Lo más curioso es que en ningún momento nadie dijo una sola palabra, únicamente se habían lanzado sobre mí para matarme. No pude resistirme a verlos aterrorizados antes de que muriesen, quería que sufrieran, quería verlos aterrorizados...

- Val : Mala suerte, hasta aquí llegasteis... No sé lo que os habrán ofrecido por mi cabeza, pero nunca debisteis aceptarlo -vi sonrisas irónicas en algunos de ellos-. Mi nombre es Vhaalzord, el Nigromante, y estos -señale a sus espaldas-, son mis Guerreros Khulgan. Bienvenidos a mi trampa… estúpidos…

Resulto divertido, solo uno giro levemente la cabeza para mirar tras él, y digo levemente, porque se quedo paralizado al ver lo que había bloqueando el camino por el que acaban de llegar y única salida posible para ellos. Tras mis palabras había hecho aparecer una docena de Guerreros Khulgan tras ellos, que era justo lo que el soldado acababa de ver, el grito de alerta que pego me sorprendió, ya que se volvió a enfrentarse con la amenaza que había a su espalda, pero todo ello sin demostrar el mas mínimo terror. Lo cierto es que no todos actuaron así, de los quince, únicamente seis mantuvieron la compostura, intentando hacer frente a los Khulgan de forma organizada, para su desgracia, las prisas por huir de sus compañeros los dejaron en inferioridad numérica enseguida, ya que estos enseguida cayeron en las garras de mis Guerreros que los destrozaron en segundos. Aunque sin duda lo peor para los seis, fue que me dieron la espalda al hacerles frente, reclamé mi Shilkka y usándola sin el menor atisbo de piedad, termine con los seis sin que fuesen conscientes de que yo había terminado con ellos.

Al día siguiente decidí adelantar mi marcha, no dudaba de que semejante carnicería sería investigada por sus compañeros, que estarían deseosos de vengarles, y no quería más tropiezos estúpidos, ya que me suponía que el intento de asesinato por parte de esos soldados era obra del Dragón de marras aunque no pude encontrar ni rastro de él. Durante tres días estuve esquivando patrullas de los Lobos de Acero, gracias a mi poder no me costó gran cosa, sin embargo, a dos de ellos no me quedo más que hacerles frente, concretamente a dos de los Lobos Espectrales, dos asesinos. Lo malo para ellos es que me atacaron en un sitio muy aislado, por lo que no me anduve con tonterías, dos magníficos asesinos que con tres magos y ocho Guerreros Khulgan enfrente, no duraron ni un minuto, cayeron descuartizados enseguida. Tras eso logre alejarme de forma eficaz de la zona, y paradójicamente, al rebajar mi perfil mágico para pasar desapercibido, ya que no quería meterme en una guerra que no me interesaba, logré que el Dragón, de nuevo perdiese mi pista, o eso pensé.

Durante dos semanas estuve viajando sin sobresaltos, avanzando a pasos agigantados hasta el Sur del continente. Desgraciadamente, una vez allí tenía pocos sitios validos desde donde poder conseguir transporte para ir al Reino Dragón del Sur, no en muchos puertos podría hacerme o alquilar un barco aceptase llevarme al helado contiene Antártico. Elegí una pequeña población pesquera, intentando conseguir algún barco por los locales del puerto. Ofrecí una buena cantidad por llevarme al continente Antártico y dejarme allí, lo malo de eso, es que intrínsecamente estabas admitiendo que llevabas dinero encima, mucho dinero de hecho, lo que era una tentación para muchos, algo con lo que ya contaba de antemano cuando inicie este viaje.

Salí de un local para dirigirme a otro, a los dos minutos de salir tres tipos me intentaron atacar. Según se echaron sobre mi puñal en mano, saqué mis espadas con un veloz movimiento, ocupándome de ellos en un instante, no demostré piedad, los tres cayeron abatidos por las hojas de mis espadas, creo que aquella pelea la vieron no menos de veinte personas. Durante parte de la noche estuve por los locales intentando conseguir pasaje, al final logre que un pescador se ofreciese a llevarme por una buena cantidad de oro. Estaba muy contento, por lo menos hasta cinco minutos después de que el pescador se fuese, por unos clientes que entraron, supe que un tipo enorme con armadura de color pardo acababa de rajarlo de arriba a abajo, ni que decir tiene que me lance a la calle con la esperanza de encontrar de una vez al puñetero Dragón, evidentemente, sin conseguirlo, ya se ocupo él de que no pudiese encontrarle.

Conseguí a otra persona que se ofreció a llevarme, desgraciadamente también murió, esta vez por una flecha de ballesta que le atravesó el corazón. Capturé al asesino, pero solo pudo decirme que le habían pagado muy bien para hacer eso, por la lectura de mente que le hice, supe que de nuevo era cosa del Dragón Pardo, el cabrito me estaba resultando muy inteligente, como conmigo no podía y sin duda le parecería que nadie sería capaz de matarme para enlentecerme, ahora se limitaba a impedir que pudiese llegar a mi destino matando a quien accediese a llevarme allí. Varié de idea, compré directamente un barco, que por cierto, a la hora, mientras compraba provisiones, ardió como una tea, alguien le prendió fuego en el puerto, de nuevo un contratado que también murió, ya que varios barcos más resultaron dañados y sus dueños lo acuchillaron como represalia.

Al final opté por una solución drástica, recurrí a viajar al Reino del Sur de un modo que impidiese que el Dragón Pardo pudiese hacer nada, o más bien, contra el cual no tuviese valor de intentar hacer nada. Solo tres días después salía de la población, acampando en un alto y aislado promontorio de la costa, solo un par de horas después  llegaba Shless junto con varios Dragones Verdes mas, concretamente casi una veintena. Le había llamado para ver si podría ir con él al Reino del Sur para pasar el rito de Nakriss, acepto encantado, cosa que sabía que haría, ya que al llevarme al pozo, directamente le otorgaba el derecho de estar presente durante toda la ceremonia, quisiesen en el Reino del Sur o no, ya sabéis, las leyes Draconianas. Desde que partimos hasta que llegamos a nuestro destino, tal y como supuse, el Dragón Pardo no apareció, tampoco sufrimos el menor ataque por parte de nadie.

Ya en la capital del Reino del Sur, mis dos queridos Nahkkar se enfadaron de lo lindo cuando les comente amablemente la injerencia del Dragón Pardo, me dio la impresión de que por algún motivo, ambos tenían una idea muy aproximada de que narices iba todo esto y porque me estaba persiguiendo parte de su raza. La verdad es que tras el encontronazo con el Dragón Pardo me dio la impresión de que más que matarme, cosa imposible por otro lado ya que siempre termino regresando antes o después, lo que aquí trataban es de impedir mi intento de convertirme en un Shaddin-Nur usando el pozo.

No lo supe hasta el último momentó, cuando me encontraba frente al pozo de lava donde solo unos años antes había arrojado el libro de rezos del dios Loco, pero lo que pretendía mi buen "amigo" R’halrhaz es que le insuflase el mayor poder que pudiese a los escudos más poderosos que conocía y saltase dentro del tubo de Lava ardiente tal y como anteriormente hicieron los Dragones Blancos que lo intentaron, absolutamente de locos. Pero también era cierto, que efectivamente los anteriores Shaddin-Nur, los tres Dragones Albinos antecesores míos, era justo allí donde se habían metido, pero claro, ellos eran prácticamente inmunes al fuego, la Lava para ellos no pasaba de ser un cálido baño.

El problema aquí, es que las Lunas estaban en conjunción, aunque no le dije nada a nadie, sentía la poderosa llamada de Nakriss incitándome a unirme a ella, incitándome a saltar al pozo, además insuflándome más magia por parte de las otras tres lunas de la que yo era capaz de almacenar o controlar si mi fuente interna se desbordaba, y estaba muy cerca de hacerlo. Alcé todos los escudos que pude, conjure los escudos más poderosos que conocía, les insuflé todo el poder posible de forma desesperada, ya al borde del colapso por el exceso de magia... y salté... Sentí el crepitar de la Lava chocando con los escudos, lentamente me fui hundiendo en el espeso y ardiente fluido, curiosamente, no fue hasta que quede completamente sepultado que se me ocurrió la pregunta del millón, ¿y ahora cómo demonios iba a respirar allí?.

Por alguna extraña razón no me quede sin aire la propia magia parecía seguir proporcionándomelo, seguí hundiéndome poco a poco en el pozo, intente relajarme, calmarme y concentrarme en las sensaciones que Nakriss me transmitía, lentamente fui cayendo en una especie de sopor... Al final ocurrió lo que tenía que ocurrir, poco a poco al ir perdiendo el conocimiento mis defensas empezaron a sufrir, a contraerse, a dañarse victimas de mi cansancio al no poder mantener la concentración necesaria en ellas y debilitarse los anclajes a mi fuente debido al poder de Nakriss. No sabría decir el tiempo que estuve en el pozo, cuando al final mi fuerza física colapso, rompiéndose las defensas, la lava por fin termino por alcanzar mi cuerpo, abrasándolo hasta los huesos, abrasando mi garganta al penetrar por mi boca cuando intentaba gritar de dolor... Luego la paz... la ansiada paz... por fin la paz... por fin mi sueño de morir para siempre... se estaba cumpliendo… me dirigía hacia mi soñado destino…

EPILOGO

Desperté no sé ni cuando, me sentía extraño, muy, muy, muy extraño. Alcé mis manos y las miré. Vi unas manos arrugadas y huesudas, sin duda las manos de un anciano. Me incorporé trabajosamente, viendo una palangana con agua, me soma a ella, reflejándose una cara anciana, muy anciana, la cara de alguien que ha vivido una larga vida y esta está empezando a agotarse. Me palpé el rostro, sintiendo como esas manos que veía en el agua recorrían mi cara, estuve a punto de llorar de felicidad cuando me di cuenta que esa imagen del anciano, era la mia propia... pensé que por fin iba a lograr morir de modo natural, que de algún modo debía de haber logrado mi objetivo, o al menos estar a punto de conseguirlo.

No sabía dónde estaba, no tenía ni idea de donde me encontraba en esos momentos, intente recurrir a mi poder, descubriendo algo realmente asombroso del todo, prácticamente estaba seco del todo, solo quedaban briznas de poder en lo que antaño fue la mayor fuente interna de magia que nadie hubiese conocido, lo que me reafirmo en la impresión de que podía morir, y esta vez, de forma definitiva.

Comprobé con el escaso poder que me restaba el estado de mi fuente interna, descubriendo que poco a poco empezaba a regenerarse, a reunir nuevas cantidades, a recargarse, y aunque algo así llevaría cientos de años, lentamente me podría volver a situar como mago si le dejaba, con una enorme longevidad, o incluso si se recuperaba lo suficiente, negarme la posibilidad de morir de una vez por todas. Me afirmé en mi creencia inicial desde que escuche toda la historia por primera vez, Nakriss concedía un enorme poder, pero había que recargarlo del todo, sin embargo, a su vez exigía algo a quien pretendía su poder, en este caso, al igual que con los Dragones Blancos, estaba francamente convencido de que mi precio al igual que el de ellos antes que yo, sería mi muerte, la perdida de mi “inmortalidad”. Me asaltó de repente una idea muy peregrina sobre lo que podría pasar si mi poder lograba regenerarse lo suficiente, poniéndome muy negro el poder morir con el enorme poder que me otorgaría Nakriss. Tampoco tengo muy claro como llegué a la conclusión por la que creí saber cómo forzar mi muerte definitiva para evitar esa terrible posibilidad, como hacerlo para que esta fuese definitiva sin permitir a Nakriss salvarme...

Me concentré, usé casi todas las energías que me quedaban para un último y brutal conjuro, empleando prácticamente mis últimas reservas de magia, convoqué directamente, al jefe de los Khulgan. Cuando le llamé ante mí, vertí prácticamente la totalidad del poder que me quedaba sobre él, guardándome únicamente una leve brizna. Quería que el Jefe durase lo suficiente como para que se diese cuenta de mi debilidad. Para mi total asombro, al verme creo que se sobresaltó algo, luego avanzó raudo hacia mí, que le esperé firme, aguardando que me diese el golpe de gracia. Pero para mi consternación, en lugar de eso, clavó una rodilla en tierra ante mí, bajo la cabeza, y del interior de su casco salió su voz...

- Jefe Khulgan : ¿Que ordenáis amo?

- Val : Te he cedido los restos de mi poder –dije con la boca seca-, ya no dispongo ni de una brizna, estas libre completamente, cumple con tu destino... Gran Jefe Khulgan -dije en tono firme, tratando de que la voz no me temblase.

Como en un sueño, vi como se ponía de pie, como sacaba su espada y me atravesaba de parte a parte con ella, retirándola de un seco tirón segundos después. Sentía como moría poco a poco, como la sangre llenaba mi interior a borbotones, logre evitar usando la brizna de magia que me guarde sangrar exteriormente. A lo lejos, escuché la voz del Khulgan, diciéndome algo tremendamente extraño en esa situación... creo que me dijo algo así como:

- Jefe Khulgan : Amo, es un honor que haya pensado en nosotros para llevarle al último estado de su transformación -su voz sonó como... "halagada", luego se desconvoco el mismo, dejándome allí, agonizante.

Me dirigí al lecho, tumbándome en él y terminando de curar con la última magia que poseía mis heridas de modo superficial, cerrando mi piel, pero manteniendo abiertas las internas, permitiendo la hemorragia de mi interior, sonreí y cerré los ojos. Me fui hundiendo en la negrura de la muerte, pensando en que si el Jefe Khulgan me había dicho eso, entonces esto que estaba intentado debía de ser un error, me sobresalté con ello, pero poco a poco la oscuridad se fue cerniendo sobre mí, perdiendo lenta pero progresivamente mi capacidad para pensar con claridad, perdiendo el hilo de mi inquietante idea.

Esta vez, de verdad que creía que mi muerte sería la definitiva, confiaba que por fin hubiese logrado mi objetivo. Me preparé para poder descansar en paz pesé a mis dudas momentáneas sobre mi idea, aún así, antes de perder definitivamente mi capacidad de pensar con coherencia, confiaba en poder lograrlo gracias al don de la Luna Negra, era así de ingenuo con Nakriss.

FIN