Crónicas de Vhaalzord - Libro 15 - 2

La idea de embarcarse había resultado perfecta, las guardias nocturnas concedían la soledad y calma necesarias para practicar, lejos de las miradas de los Dragones. Cuando mejor iba la cosa, Khirland entro en guerra… con Val en alta mar como oficial de uno de sus barcos.

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 15

Capitulo - 2

Zarpamos de puerto dos días después de los problemas de la taberna. Al Dragón del Mar le asignaron la parte más alejada de una de las rutas teóricamente menos importantes, aunque no por eso dejaba de ser un marronazo de aúpa. Obviamente se notaba en estas ordenes la inmensa e inmejorable estima que el mando tenia por el pasado desempeño en sus funciones del barco, algo que ahora pagaban todos los que estábamos enrolados en el, digamos que el motivo de nuestro destino allí, es porque supuestamente en caso de que fracasásemos, como casi parecían dar por sentado, los presuntos daños a la economía de la Isla serian mínimos.

Llevábamos cinco días de navegación cuando vi como un buen número de peces salían casi a la superficie a comer cuando se arrojaban las sobras por la popa a la caída de la tarde. Tuve una genial idea para entretenerme, usando un viejo cabo que deshilache por completo, trencé con sus hilachas un fino pero muy resistente cordón. Después me hice con algunas flechas y un arco procedente del arsenal de armas del buque. Con calma me asome por la borda, sentándome a horcajadas en ella y usando el arco con una flecha atada con el cordón, intente "pescar" alguno de los grandes peces que asomaba para comer las sobras. Tras varios intentos por fin logre mi objetivo de obtener uno de ellos ante la atónita mirada de más de uno de los presentes en esa parte del barco. Incluso cuando me disponía a dejarlo tras pescar tres buenas piezas, una de las arqueras me pidió permiso para probar, algo que le concedí en el acto, dándole arco y flechas con instrucciones de luego devolverlo todo al arsenal, marchándome después a dar orden al cocinero de que me prepárese uno, y dándole instrucciones para que los dos restantes los usase en la cena de la tripulación.

Esa noche estuve la mar de tranquilo otra vez, pero a la tarde siguiente cuando me levante vi como todas las arqueras, incluido su jefa, estaban intentando usar mi método de pesca. Según aprecie tenían una docena de arcos con más que suficientes flechas sujetas con cordones, deduje que a su jefa la debió de parecer bien, por un lado conseguían comida y por otro entrenaban con los arcos. Para mi sorpresa su jefa vino a verme para preguntarme que me parecía la idea esta de entrenar de semejante forma a sus arqueras con vistas a mejorar en el combate. Me limite a decirla que para mejorar en su misión como arqueras en los mástiles, mas les hubiese valido colocarse cuerdas de seguridad para ellas atadas en los palos para asegurarse luego en ellas con una especie de arnés de cuero e intentar practicar desde los más bajos, en la zona que quedaba sobre el agua.

Lo malo de esto es que empezaron a tocarme las narices con lo que tuve que hacer una demostración de a que me refería, sinceramente el resultado fue muchísimo mejor de lo que yo me esperaba. Enseguida le vieron todo el potencial, marchando a toda velocidad a mejorar mis ideas y sugerencias, algo que no me molestaba para nada, por cierto. Su jefa, aprovechando la idea la mejoró. En caso de enfrentamiento se solían colocar entre diez y quince de las arqueras con dos carcajes de veinte flechas cada uno sobre los palos, para desde allí dedicarse a cazar a los adversarios que viesen como más peligrosos.

El problema obvio era que de caer desde allí seria mortal, y eso, mas el movimiento del barco, influía en su puntería y no poco precisamente, sin embargo, con mi idea cuando alguna caía quedaba colgada de la cuerda a media altura, sin golpearse en ningún lado excepto la lona de la vela si estaba desplegada, a una de las arqueras, al ver esto, se le ocurrió como regresar de nuevo a sus puestos, ya que luego de caer, con una cuerda en cuya punta había una bola de acero que sujetaban enrollada a su cintura y que lanzaban sobre el palo enroscándola en el, podían detener el balanceo para luego poder trepar cómodamente a su anterior posición por la misma cuerda. Aunque al ver sus prácticas les dije que mejor lanzasen la cuerda contra el mástil y se acercasen a él, ya que hasta alcanzar su puesto, les ofrecería algo de protección adicional ante los arqueros enemigos si lo escalaban por el lado contrario al combate, en lugar de usar su cuerda para subirse a pulso.

Otra cosa más que les propuse fue una especie de semí coraza de pequeñas planchas superpuestas de una madera específica sobre ellas, también les demostré que con esas planchas si caían al agua, les resultaba facilísimo mantenerse a flote sin esfuerzo, a la espera de que el barco pudiese recuperarlas del agua puesto que las propias planchas flotaban por sí mismas evitando que se pudiesen hundir de ninguna manera. También sujetaron sus arcos por su extremo inferior a sus cinturas, de ese modo estando en los palos podían soltarlo en caso de necesidad sin perderle por ello, así como llevar en todo momento un pequeño cuchillo muy afilado aparte de su habitual Daga o espada para cortar la cuerda de sujeción de ser necesario por caída del palo al agua.

Todo esto fue un descubrimiento, ya que al no tener que preocuparse por si caían o no, las arqueras mejoraron enormemente su puntería, así como poco a poco su equilibrio sobre los palos sin necesidad de sujetarse sobre ellos más que con los muslos, llegando su jefa incluso el plantearse ponerlas a todas, incluyéndose sobre los palos en los combates. Esto no era algo novedoso evidentemente, pero los arqueros se solían colocar en la cofa del vigía, además de en plataformas existentes en lo alto de los otros palos, y no entre los palos y sus travesaños propiamente dichos, escondiéndose entre las propias velas. Mientras ellas harían eso, algunos soldados con arco ocuparían la cofa como era lo habitual, lo que de inicio desviaría la atención del enemigo al recibir flechas, sobre ellos. Pero lo que marcaba la diferencia en la idea, es que salvo por impacto de alguna flecha, de esta forma no perderíamos a nadie aunque se cayese ella o el propio palo por el impacto de algún proyectil.

Viendo el éxito, el oficial al mando de los soldados me pregunto por si se me ocurría también algo para ellos, y ciertamente lo hice también así. Hice que preparasen unas planchas tras los altos bordes de la borda del barco, en caso de combate estos se podían alzar reforzando en altura y grosor la protección que ofrecía la borda a los hombres, pero si se ponían en un Angulo de noventa grados con sus propios escudos debajo y asomando hacia afuera evitarían también lluvias de flechas, quedando estos por debajo del improvisado parapeto, a salvo de arqueros mientras que por unas mirillas especiales en ellos y las bordas los oficiales podían observar lo que ocurría en el barco enemigo.

También les diseñe una especie de puentes telescópicos de una distancia más o menos habitual en la que por costumbre se usaban tablones. Estos puentes se alzaban sobre su misma posición en espera sobre la plataforma giratoria a la que estaban anclados en nuestra cubierta por medio de unas poleas, dejándolos luego caer con fuerza sobre la borda enemiga, iban forrados con listones de hierro y un par de puntas como las de las flechas de las ballestas del Barco en su extremo para fijarse de forma permanente a la cubierta enemiga. Tras la batalla había que desmontar y retirar esas puntas, o si perdíamos incendiarlos mediante unos carriles creados sobre ellos para poder llenarlos con rapidez con líquido inflamable de rápida combustión, de forma que al soltarse de inmediato de nuestro lado con solo retirar unos pasadores de su plataforma giratoria, podríamos incluso prender fuego al barco contrario con un poco de suerte, pero sin riesgo para nosotros.

Digamos que poco a poco fui siendo uno más de la tripulación, que me fue admitiendo sin reservas. Con el tema de la oficialidad naval, estaba la cosa un poco más jodidilla. Un par de semanas después de zarpar, y tras llevar acostado por más de cuatro horas sonaron las campanas dando el aviso del zafarrancho de combate. Cuando salí a cubierta, pude ver dos barcos que parecía que acababan de atacar a un tercero y en esos momentos se preparaban para enfrentarse a nosotros, ya que dieron media vuelta a toda velocidad enfilándonos con sus proas. La proa del Dragón del mar contaba con solidas y todos esperábamos que muy fiables planchas de cobre más que capaces de desviar incluso espolones e impedir que nos atravesasen de golpearlas estos de modo sesgado, por fortuna los corsarios o piratas no usaban barcos de guerra, y cuando alguno montaba un espolón, digamos que estos dejaban muchísimo que desear en cuestión de causar daños al contrario.

La idea de la capitana era simple, al no llevar montado nuestro barco el espolón pretendía hacerse ver como un mercante más. Uno que con un idiota al mando pensaba acudir en ayuda del asaltado, pretendía hacernos pasar entre ambos asaltantes y luego usar garfios de abordaje contra ellos desde las dos bordas, aunque también era más que consciente de que eso también sería lo que ellos intentarían si no se daban cuenta de que en realidad éramos un barco de guerra y no un tierno mercante. Estos garfios de abordaje se lanzaban sobre el buque contrario usando puntas de acero que se clavaban en la borda o cubierta contraria, y cuyo extremo del cabo se sujetaba en el propio barco, de este modo ambos navíos quedaban sujetos el uno al otro, la inercia de los propios barcos terminaba por ponerlos borda contra borda para luego separarse de nuevo a la distancia de las cuerdas de los garfios, quedando así listos para poder lanzar las pasarelas y a los tripulantes sobre el barco contrario.

En este caso la capitana tenía intención de atacar uno de los dos con la mayor parte de los hombres, hundirle o capturarle y tras eso regresar contra el otro, que estaría siendo contenido por una pequeña fuerza de soldados que deberían impedir que primero nos asaltase y segundo pudiese intentar darse a la fuga cuando se diesen cuenta del error cometido, como digo un plan muy sencillo. Yo fui el encargado de defender el barco del asaltante que la capitana pensaba dejar para el final tras derrotar al otro. A mis órdenes quedaron treinta soldados, diez marineros y seis arqueras. Calcule que el barco corsario o pirata, podría llevar en torno a los sesenta o setenta hombres, casi dos a uno contra nosotros.

Todo fue tal y como estaba previsto, los dos barcos cayeron en la trampa y nos lanzaron sus propios ganchos de abordaje, que sumados a los nuestros era algo que impediría que se pudiesen desasir con la suficiente rapidez cuando se diesen cuenta del error cometido con nosotros. Nada más golpear nuestra borda contra el otro barco, ambas naves se separaron de nuevo violentamente quedando amarradas una a otra a unos cuatro metros por las cuerdas de los ganchos. Lanzaron varios tablones para abordarnos, momento en que nos incorporamos para defender el barco haciendo frente a los primeros asaltantes. Varios de ellos cayeron al mar debido a las flechas de las arqueras que teníamos asignadas y que estaban en lo alto de los palos. Con una seña les indique que se encargaran de los que estuviesen aún en su barco e intentaran usar cabos para saltar de un barco a otro, todos los que lo intentaron cayeron por las flechas, solo dos lo consiguieron para ser empalados por las lanzas de cuatro soldados que destine específicamente para esas situaciones.

Sobre nuestra borda lanzaron seis pasarelas en total, y me encargue de la del centro, la más grande y peligrosa, ya que eran varios tablones claveteados y permitían el paso cómodo de dos hombres a la vez… Cuando alguno de los hombres bajo mi mando intentaba ponerse a mi lado los remitía a otros sitios, encargándome yo solo de este lugar. Apenas tuvimos que aguantar veinte minutos, fue como un torbellino, de repente vi de reojo como llegaban a la carrera más de nuestros hombres que empezaban a largar nuestras pasarelas y a asaltar el barco. Yo de inmediato avance sobre la pasarela que hasta el momento estaba defendiendo saltado sobre la cubierta contraria y ofreciendo un paso seguro para los que llegaban detrás de mí… que por cierto fueron considerables. Cuando me di cuenta del hecho, y de que todos eran miembros antiguos, bien de la tripulación o bien de los soldados, me imagine que no habrían olvidado que era por el paso que estuviese a mi espalda, por donde más seguro era cruzar al barco contrario sin sorpresas.

Cuando terminamos con los piratas, empezamos con las decisiones de que hacer tanto con los supervivientes como con sus barcos y cargas. Fue en ese mismo instante cuando me acerque a la proa de nuestro barco muy serio mirando hacia el horizonte, viendo como el mercante que estaba siendo atacado cuando llegamos nosotros continuaba alejándose de nosotros lo más rápido que podía… me volví alzando la vista hacia el palo principal de nuestras dos presas, comprobando que en ambos ondeaba ya nuestra bandera, y que en el nuestro lo hacía junto al pendón que nos definía como barco de guerra de la de la armada de Khirland, entonces con un grito llame a la capitana, acercándose las tres oficiales superiores…

- Capitana : ¿Qué pasa Val?

- Val : Es el mercante señora, se está alejando de nosotros con uno de sus dos palos muy dañado, está a punto de caerse, no aguantara mucho si no paran y es retirado o reparado….

- SegundaOficial : ¿Y qué pasa con eso? Quizá pare dentro de un par de horas para repararlo o quitarlo…

- Primera Oficial : Somos un barco de guerra de Khirland, un aliado de su nación, que ha terminado con sus atacantes… ¿y va a parar más adelante en solitario a repararlo estando nosotros aquí que le podemos ofrecer protección? Señora, me parece que Val tiene razón…

- Capitana : Si, yo pienso igual, me parece que llegamos tarde y ya habían tomado ese barco… -se giro dando órdenes- ¡¡¡¡TODOS A SUS PUESTOS DE COMBATE!!! ¡¡¡LARGAD LOS REMOS Y TODAS LAS VELAS!!! ¡¡¡TODAVÍA NOS QUEDA UNA PRESA!!!

- Segunda Oficial : Entonces son piratas que escapan en su presa… maldita sea… no me di ni cuenta…

- Primera Oficial : No necesariamente tiene que ser eso, puede que solo sean unos marineros imbéciles que no sepan lo que más les conviene, pero por su acción de salir corriendo puedes apostar por lo que has dicho… y me temo que no te equivocaras… vamos a nuestros puestos…

Tras esa conversación nos dirigimos a nuestros puestos asignados para estos casos. En mi caso me dejaron al mando de las dos presas junto con una docena de soldados y una decena de marinos para ambos barcos dado que no había casi viento y el mar estaba muy calmado. Me apresure a hacer que se sujetasen con ganchos de abordaje, que se lanzasen las anclas y establecer un par de pasos entre los barcos. Luego seguimos con el inventario de todo lo que llevaban en sus bodegas a la par que me ocupe junto con tres soldados de vigilar a nuestros prisioneros. Unos cuantos cuando vieron como nuestro barco se alejaba hicieron movimientos que me parecieron sospechosos por indicación de uno concreto al que no vi moverse para nada, fue algo que me mosqueó.

Hice que mis hombres se retirasen de ellos, quedándome yo únicamente en su cercanía, en ese barco solo estábamos los tres soldados que custodiaban a los prisioneros, tres marineros que andaban en esos momentos reparando las velas, etc, y yo. Cuando nuestro barco estaba ya lo bastante lejos como para no poder ver lo que pasase sobre la cubierta, diez hombres que previamente habían soltado sus ligaduras saltaron, en este caso sobre mí, que era el más cercano, segundos después todos ellos estaban muertos sobre cubierta a mis manos. Después de enfundar mis espadas, di orden a los tres soldados que hacían guardia conmigo junto a los prisioneros para que colgasen de uno de los palos al instigador del intento de revuelta, como intento resistirse y yo tenía cosas que hacer… Su cabeza termino rodando sobre la cubierta delante de sus compañeros, dejándoles claro que las tonterías conmigo las justas, porque no tenía el menor problema en matar a quien fuese sin pensármelo ni un solo segundo.

Cuando nuestro barco regresó, resultó que era como sospechábamos, habían tomado el barco, pero nos encontramos con que habían matado a toda la tripulación para quedarse con el barco y convertirlo en su tercer navío. Cuando la Capitana me pido explicaciones sobre lo sucedido en su ausencia se las di tal y como me pidió, también le dije que en mi modesta opinión lo que ahora procedía con todos los prisioneros tras la confirmación de que habían asesinado a los marinos y gente del mercante era colgarles de los palos u otro método a su elección de iguales resultados en recompensa por sus crímenes. Me despidió de su cabina, vi que se quedaba pensativa. Subió pasados veinte minutos…

- Capitana : ¿Val?

- Val : ¿Si Capitana?

- Capitana : Proceda según lo que hablamos, opto por los palos…

- Val : En seguida señora…

Media hora después cuarenta hombres y tres supuestos oficiales colgaban de los palos de nuestro barco ante la mirada de nuestros hombres y oficiales, nadie dijo nada ni opino en contra de lo que habíamos hecho tras saberse que habían degollado a la tripulación del mercante asaltado y luego tirado sus cuerpos al mar.

Con nuestras tres presas no tuvimos más opción que regresar de nuevo a nuestra base, sin embargo la Isla de Khirland tenía dos bases navales de la flota, una en la capital y otra pequeña en la isla de Rhikar, perteneciente al reino y solo distante de la isla principal en unos treinta kilómetros, de hecho desde la orilla se podía ver perfectamente la costa de la otra isla en los días despejados. La Capitana inteligentemente eligió la base de Rhikar, donde dejo las presas, retornó a los hombres de las mismas al barco, y recogió reemplazos entre su guarnición para las perdidas. Dado que repusimos tanto la comida como el agua con lo que llevaban las presas nada más divisar la isla, pudimos hacernos de nuevo a la mar con rumbo a nuestro destino, antes de que algún alto mando considerase que quizá este no fuese tan mal barco y la Capitana lo perdiese.

Sobre el dinero a obtener por las presas y mercancías nadie se preocupó, ya que era una de las mejores características que poseía Khirland. Todos sabían que si en algo el mando de la flota era completamente legal del todo, sin importar la política para nada, o hacer chanchullo alguno, era con el asunto de las presas y recompensas… La ley, respaldada por el mismísimo rey al cien por cien, era muy clara en ese respecto, y el que malversara en ello sabía que la condena que tendría seria la muerte sin excepción para quien fuese y ocupase el cargo que ocupase. Khirland vivía del comercio de sus productos, y los juegos con las pagas de los hombres y mujeres que defendían sus rutas marítimas los justos, más que nada porque las acusaciones de ese tipo se resolvían ante el rey en persona, con lo que la influencia de que pudiese disponer el acusado terminaba en el mismo instante en que comparecía ante su majestad.

Volvimos a zarpar, para en cuanto perdimos de vista la costa ponernos a toda vela y máxima velocidad, incluso esto nos había venido bien, porque reorganizando el peso en las bodegas logramos sacarle al barco dos nudos mas de velocidad, haciéndole aún muchísimo más rápido. Una semana después continuábamos avanzando por la ruta comercial que nos habían asignado, además sabíamos que en otra semana mas esta se bifurcaba en muchas ramificaciones, ya que entrabamos en aguas de un archipiélago compuesto de una treintena de Islas que eran el objetivo principal de esta ruta de comercio. El problema es que en toda esta zona del Archipiélago se concentraban gran cantidad de barcos mercantes de multitud de naciones de los Archipiélagos, e incluso de naciones de los continentes occidental u oriental.

Esta zona era el extremo de nuestra zona de patrulla y era todo un autentico marrón de cuidado, ya que también pululaban una buena cantidad de corsarios y piratas... y distinguir unos de otros era jodido de verdad. Existían corsarios de dos tipos... Los independientes a los que se les concedían la patente de corso, y los mercantes empleados por armadas con sus correspondientes soldados del país para ejercer esa función... lo que desde luego no es que hiciese la vida más fácil precisamente para distinguir entre unos, otros y los puñeteros piratas, a los que todos queríamos cazar de verdad. Por la noches con excepción de nuestros fanales o faroles de posición como prefiráis llamarlos, poco se podía hacer salvo estar atentos, mas en unas aguas donde había islas cerca en todas direcciones. Yo como siempre aprovechaba para ir practicando con la sincronización de mis tres distintas magias consiguiendo aunque no os lo creáis, importantes avances.

Para dormir usábamos unas hamacas hechas de red que se colgaban de los largueros del techo de donde tuviésemos asignado dormir. Esto se hacia así porque al quedar la hamaca oscilante permanecías con una gran estabilidad y apenas se notaba el balanceo del barco al navegar. Evidentemente si había tormenta o el mar estaba picado no había tu tía, la hamaca se movía también como un demonio al compas del barco, pero el resto de las ocasiones era una autentica delicia.

Una de las mañanas estaba tumbado en la zona de entre cubierta de proa, en un pequeño sitio tras un mamparo, ya que pensaba que por allí tendría mas intimidad de poder dormir tranquilo. La zona de entrecubierta que digo era donde estaba situada la fila superior de remeros, tanto en la proa como en la popa había unos pequeños compartimentos separados por mamparos que era donde por regla general solíamos dormir oficiales o jefes de marinería. Me desperté al poco de acostarme, en cubierta estaba ya casi todo el mundo con excepción de los hombres que habían estado de servicio conmigo por la noche y que dormían una cubierta más abajo, con sus hamacas extendidas en la zona de la banca de la primera línea de remeros.

Como digo estaba intentando dormir pensando que todo el mundo ya había salido de allí cuando sentí ciertos ruidos un tanto "extraños". Pensé que sería lo normal en un barco, algún marinero "aliviándose" solo su solitaria existencia abordo sin mujeres, y entendámonos por lo de mujeres, pero me equivoque. Ciertamente era alguien aliviándose su soledad, pero no era un hombre, sino una mujer, concretamente una de las arqueras que estaba tumbada en una hamaca mientras que con los ojos cerrados se acariciaba. Recordé que esa mujer dos días antes se había caído de uno de los palos al agua por no haberse enganchado bien la cuerda de seguridad... por suerte al llevar las planchas se quedo flotando, ya que por el impacto perdió el conocimiento incluso. Su jefa y el oficial de las tropas decidieron que se tomara tres días para recuperarse, y a fe mia que desde luego parecía estar muy aplicada en ello.

Puede que os sorprenda, pero le hice una pregunta directa cuando la sorprendí y más que nada fue porque ella me vio a la vez que yo a ella... le pregunte directamente si quera que le ayudase, y ella por toda respuesta me tendió los brazos. Para aclararos la situación os diré que aquello era un barco, que llevábamos bastante tiempo ya encerrados en el, que tanto ella como yo teníamos ya nuestros calentones a flor de piel y que no vimos nada impropio en ello. Me quite la ropa que llevaba y me subí a su hamaca colocándome entre sus piernas.

No hizo falta nada más que eso, me situé sobre ella que se abrió todo lo que pudo sacando las pantorrillas por los laterales de la hamaca mientras que mi polla estaba entrando poco a poco en su interior en medio del inicio de nuestros gemidos y jadeos. Por cierto que tampoco sería esta la primera vez que alguien follaba, que yo supiese al menos seis arqueras habían follado ya con algunos afortunados miembros de la tripulación. Estuve moviéndome sobre ella con cuidado mientras me mantenía abrazado... logrando que poco a poco alcanzase el orgasmo llegando yo poco después el mismo, quedando los dos allí abrazados por unos instantes la mar de satisfechos por el polvo. Tras eso yo me volví a mi hamaca donde caí en los brazos de Morfeo y por lo que vi cuando me retiraba ella se debía de disponer a hacer lo mismo por como se le cerraban los ojos.

Estando patrullando por la zona llego a nosotros la noticia de que el Gran Reino de Qhorit había vuelto a verse inmerso en una nueva trifulca, comercial esta vez. El problema con este tipo de trifulcas era el significativo aumento en la aparición de corsarios y piratas de todo tipo contra ambos bandos, en los que por cierto también metían siempre a los aliados del contrario, aunque estos como era el caso de Khirland aún en caso de guerra siempre intentase mantenerse neutral de cualquier forma posible, casi siempre sin conseguirlo.

Nosotros nos encontrábamos al norte del conflicto, ya que este había estallado contra una serie de reinos situados al sudoeste de los Archipiélagos por lo que nosotros realmente estábamos fuera de la zona de máximo riesgo salvo por el pequeño problema de que una de las principales rutas de comercio de Qhorit pasaba por aquel archipiélago, y una cosa era movernos envueltos en el conflicto, y otra muy distinta en nuestro propio bien, permitir que los mercantes de Qhorit fuesen saqueados a placer estando nosotros por allí cerca. Otro problema es que como digo, como involuntarios "aliados" habituales de Qhorit la mayoría de las veces, nuestros propios barcos podrían ser también víctimas de algún ataque.

La Capitana nos dio a todos órdenes precisas de interceptar e investigar cualquier barco que resultase sospechoso, también dio órdenes de instalar el espolón y si anteriormente habíamos intentado disimular todo lo posible que éramos un barco de guerra, ahora hacíamos todo lo contrario... disimular nuestras formas de mercante para hacernos parecer un barco de guerra más o menos de construcción estándar... Cuando el espolón estaba instalado en su sitio, el barco se hundía mas de proa en el agua por su enorme peso, reduciendo de ese modo su velocidad en bastante. Por otro lado eso también obligaba a modificar la distribución del velamen para evitar que los palos pudiesen partirse precisamente por esa mayor profundidad de la proa en el agua al avanzar. El resultado es que a poco que sus bordas fuesen modificadas añadiendo cierto artesonado especifico que ya estaba preparado de antemano, los cambios operados en el provocaban que pareciese otro barco de apariencia muy distinta a cuando navegábamos sin su espolón...

CONTINUARA