Crónicas de Vhaalzord - Libro 15 - 1

Con el fin de poder practicar magia y estar tranquilo, lejos de la vigilancia de los Dragones, Val se enrola como tercer oficial en un barco de guerra del Reino de Khirland, en Los Archipiélagos.

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 15

Capitulo - 1

Me encontraba en la popa de un Barco de Guerra de la pequeña Isla de Khirland, en el Sur de los Archipiélagos, como tercer oficial al mando del mismo. Estaba realizando la guardia nocturna del barco, lo que quería decir que este estaba bajo mi mando mientras el resto de los tripulantes dormían, a mi cargo para dirigir el barco había un total de diez marinos. La pura verdad es que la guardia nocturna en los barcos, solía estar realizada por un marino de experiencia, uno de los llamados oficiales de mar, el que un oficial como pueda ser en mi caso, todo un tercer oficial, realice esa función, no es que hable muy bien que digamos en su nombre, de hecho eso es algo que habla mal, muy, pero que muy mal sobre la competencia del interesado en su desempeño.

Lo cierto es que era un puesto que me venia que ni pintado, de noche aprovechaba para ir poco a poco mejorando en mi control y sincronización de las tres magias. Una cosa que descubrí es que los conjuros de sellado que R’halrhaz me enseño para cerrar mi capacidad mágica no es que fuesen excesivamente útiles. Si los usaba, ciertamente sellaban mi poder mágico, pero solo necesitaba una mayor concentración y esfuerzo para romperlos, con lo que mi poder regresaba tan fuerte como siempre. Pero al menos esos sellos me servían para mejorar mi concentración sobre la magia y su coordinación, como entrenamiento me dedicaba a romper una y otra vez los sellos, que por mi parte no paraba de mejorar, reforzándolos constantemente. En la popa del barco y estando solo durante bastante tiempo, podía aprovechar para entrenar, con la ventaja de que en el mar los dragones posiblemente lo tuviesen peor para poder vigilarme, porque si algo tenía claro a ese respecto es que me estaban controlando de todas, todas.

Aunque eso de los Dragones en el fondo no dejaba de tener su guasa, ya que el nombre del barco en el que me había enrolado era "Dragón del Mar". Un pequeño problema sin importancia que tenía en el barco, es que ni al capitán, ni a la primera oficial y menos aun a la segunda oficial, les gustaba yo ni medio pelo. Mi incorporación había sido por agradecimiento de un importante personaje del gobierno de la isla, al que eche una manita en una situación comprometida, de esas en las que se suelen utilizar las espadas. Le intentaron asaltar, a él y a sus cuatro escoltas, un grupo de aproximadamente catorce bandidos, que con mi intervención terminaron bastante mal, de hecho todos ellos terminaron muertos. El buen hombre como agradecimiento, y dado que en ese momento supuestamente iba disfrazado como un oficial de barcos mercantes, pero al fin y al cabo oficial, pues me enchufo en este puesto..., y fui a parar a este barco concreto, porque supongo que el mando naval considero que sería donde menos daño podría hacer.

La Isla de Khirland tenía el gran problema de estar excesivamente cerca del poderoso reino de Qhorit, lo que realmente convertía a su armada en algo casi de un nivel testimonial, y servía mas como fuerza antipiratería, que como fuerza naval de guerra como tal. Los barcos de guerra de Khirland patrullaban las rutas comerciales más importantes que seguían sus mercantes con las exportaciones, la gran ventaja es que estas rutas eran pocas, no más de siete u ocho según había calculado, lo que en realidad les proporcionaba una envidiable seguridad, pero como digo únicamente valida ante piratas. La flota de Khirland tenía unos cuarenta barcos de guerra aproximadamente, eso sí, perfectamente pertrechados con lo mejor que se pudiese obtener, pero la flota de Qhorit disponía de más de mil naves de guerra de distintos tamaños, características y propósito. Creo que podéis haceros una idea de lo útil que sería la perfectamente pertrechada flota de guerra de Khirland en caso de guerra o invasión por parte de Qhorit.

En todo caso el Dragón del Mar era un barco de guerra un tanto extraño, tanto en su concepción, como en su construcción. Por lo que vi, todo apuntaba a que se trataba de un prototipo. Prácticamente todos los barcos de guerra pesados, de birremes hacia arriba, tenían un poderoso espolón en la proa que estaba diseñado para envestir al contrario y fijarlo al barco propio. Quien fuese alcanzado por un espolón, podía darse por perdido, cuando el buque agresor se retirase, el agujero resultante del espolón significaría la pena de muerte para el barco. Sin embargo, el Dragón de Mar carecía de él, o más bien, carecía de un espolón fijo.

Obviamente el también tenía uno, pero este debía de ser instalado en la proa justo antes de entrar en combate, por estúpido que pueda parecer esta falta de espolón junto con la configuración y diseño del casco hacia que su navegación en alta mar fuese más favorable, elegante, rápida y sobre todo segura en condiciones de climatología difícil. También debido a todo esto anterior, junto con su especial distribución interior, su tripulación casi duplicaba la normal en este tipo de buque, en lugar de los cien o ciento veinte marinos y soldados habituales, el Dragón del Mar era capaz de llevar de unos doscientos a doscientos cincuenta entre las dos clases de tripulantes, prácticamente el doble. Otra particularidad de su construcción, es que sin su espolón, el Dragón del Mar, tenía pinta de mercante.

Por otro lado, todos los barcos de guerra montaban catapultas para lanzar a corta distancia y alguna balista para lanzar a más larga. En el caso del Dragón del Mar, junto con las tres catapultas y la balista, como innovación en la cubierta inferior se encontraban cuatro poderosas ballestas fijas a la estructura central del barco, que podían pivotar sobre sí mismas hacia el interior de la cubierta, para dejar paso a los remos y remeros. Su extremo se situaba justo tras sus correspondientes portas, que eran abiertas para permitir que sus flechas pudiesen ser disparadas, la trasera de las ballestas se podían mover unos cuantos grados por carriles usando una serie de poleas, permitiendo su cómoda y rápida orientación en caso de guerra. Gracias a su disposición y construcción de las ballestas, el Dragón podía disparar unos muy especiales dardos incendiarios de gigantesco tamaño contra los costados de sus enemigos, y de ese modo prenderles fuego.

Estos pesados dardos con sus puntas de hierro con estriados en forma de anzuelo, servían tanto para incendiar, como para abrir vías en las líneas de flotación enemigas. Esas formas de anzuelo impedían que pudiesen retirar con comodidad el dardo empujándolo al mar, no se podía retirar sin desmontarlo al hacer la punta del anzuelo de anclaje. Tampoco permitía tirar de él e introducirlo dentro de la nave, ya que el fin de la cabeza de hierro hacia una especie de tope que impedía que todo el cuerpo del dardo penetrase dentro. Justo delante de ese tope iban sujetos jarrones de liquido inflamable sellados con cera, jarrones que se rompían contra el costado al chocar y que luego algún ballestero especialmente dedicado a este menester, se encargaba de incendiar... De paso, ese fuego habitualmente calentaba el hierro del dardo hasta casi ponerse al rojo...., lo que le convertía en un elemento incendiario más. El Dragón, en teoría, estaba pensado para destruir enemigos sin tener que detenerse a envestir a nadie con su espolón, su concepto era el de un barco de guerra antipiratería.

En el mes que llevaba en el barco no habíamos entablado combate ni una sola vez, eso sí, ante nuestra presencia, hasta en dos ocasiones barcos piratas habían cambiado de opinión sobre la idea de asaltar barcos de Khirland, pero en ninguno momento habíamos ido tras ellos para capturarlos, pese a nuestra más que probablemente superior velocidad, únicamente nos habíamos limitado a asustarlos, cosas del capitán. Digamos que no me gusto el plan en el que iban con ese tema y lo dije en voz alta, aunque eso sí, estando a solas con ellos, solo ante el capitán y los dos primeros oficiales, cosa que no les gusto a ninguno para nada. Al capitán desde luego al que menos, las otras dos oficiales, para mí que me daban la razón, pero solo por ser yo hicieron frente con el capitán. Si anteriormente estaba condenado a la guardia de noche por el mero hecho de que no se fiaban de mi, y mucho menos de como se suponía que había sido admitido en la armada, después de eso se podría decir que pase también a ser condenado al ostracismo más absoluto.

Una de las cosas que seguía haciendo por costumbre es tener en mis guardias halcones en el cielo, mas por la posibilidad de importunar con ellos a algún posible Dragón que me estuviese espiando que por otra cosa, pero en este caso me sirvió para detectar una fortísima tormenta a escasas tres horas y justo en medio de nuestro rumbo. Use los halcones para ver el tamaño y extensión de la misma, pero por lo que me informaron, sería imposible que el barco pudiese esquivarla, de modo que tendríamos que navegarla. Justo una hora antes de que la alcanzásemos empecé a dar órdenes para aparejar las velas en la posición correcta, asegurar portas y disponer de redes en los palos, para evitar posibles daños en caso de que alguno de ellos cállese.

Poco antes de que nos alcanzase, di orden de zafarrancho haciendo que todo el mundo se levantase y fuese a tomar sus posiciones. No os cuento el chorreo que me callo por parte del capitán, puesto que aparentemente no había ningún tipo de indicación de tormenta a la vista. No hacia ni dos minutos de que terminase de montarme el espectáculo, estábamos todavía discutiendo cuando cambio el viento de repente y poco a poco empezaron a mostrarse las primeras señales a toda velocidad. Cuando el capitán vio esto se calló en el acto, miro lo poco que en esa oscuridad se podía ver pese a que dos de las lunas nos daban su luz, y rápidamente dándome una palmada en la espalda me ordeno ir a mi puesto de tormenta mientras que empezaba a dar instrucciones para terminar con lo que yo había estado haciendo anteriormente.

No diré que esto cambiase el aprecio o cariño que tenían por mí, o que después de esto todo fuese sobre un lecho de flores por qué no, no fue así ni mucho menos, pero en cierto modo, me gane el derecho a poner mi supuesta inutilidad en cuarentena, todos eran más que conscientes de que si no llego a empezar a preparar el barco tan pronto lo hubiésemos pasado francamente mal. Sin embargo y gracias a mis preparativos anticipados, cuando la tormenta nos engulló, estábamos todo lo preparados que podíamos estar. No era difícil saber qué pensaban tanto los otros oficiales, como los marineros y soldados de abordo. Lo mío de anticiparme tanto a la tormenta puede que solo hubiese sido suerte, o puede que no, pero al menos les había quedado claro una cosa que en un oficial al mando resultaba importante, que cuando pensaba en algo, por muy improbable que pareciese, no me quedaba titubeando, además las ordenes que había dado y como había procedido en base a lo que yo creía, había sido algo impecable, ni el mejor de ellos podría haberlo superado.

Como a la semana de esto, el capitán me puso por la mañana bajo su supervisión, supongo que quería ver cómo funcionaba de verdad tras lo de la tormenta. Lo cierto es que no fue nada del otro mundo, simplemente demostré que sabía perfectamente lo que me hacía con un barco en cuestiones de navegación, pero eso solo era ser uno más de tantos oficiales de barcos dedicados a las mercancías, supuestamente solo los mejores podían estar en la flota de guerra de Khirland, y yo según todo eso ciertamente no lo era, pero al menos no era un completo inútil.

Peor fue cuando encima voluntariamente decidí seguir con las guardias nocturnas, todo el terreno ganado lo perdí de un solo golpe, cosa que como podréis comprender me traía al fresco. Aunque afortunadamente, lo recupere también en un solo instante y gracias a unos piratas con muy poquita suerte, más que nada por ir a encontrarse conmigo y mis ganas de "divertirme" un ratito. El barco pirata estaba asaltando un mercante de Khirland, lo que significaba que estaban detenidos, eso fue un factor clave para que no pudiesen escapar y nuestro barco les alcanzase con excesiva rapidez, evitando que el capitán pudiese eludir el combate con ellos. Digo esto, porque al capitán que teníamos eso de alcanzar a los piratas se notaba que no es que le hiciese mucho tilín que dijéramos. Si a mí la tripulación y el resto de oficiales, como que no es que les cayese muy allá... lo del capitán era casi para ir al borde del motín... le odiaban a muerte por ese tipo de comportamientos.

Para más señas, digamos también, que nuestro barco estaba un poco marginado del resto de la flota de Khirland, ya que todos sabían que no es que fuésemos muy "agresivos" que dijéramos. La parte graciosa fue que cuando nuestro espolón se enterró en el costado del barco pirata, lo hizo de forma oblicua, con lo que quedó como una especie de pasarela por la que poder cruzar, pero no en la posición idónea, ya que permitían algunos abordajes laterales. Luego se situaron los tablones preparados como si fuesen puentes telescópicos sobre las cubiertas, sin embargo eso también fue por su parte, de hecho el primer puente fue tendido por ellos, justo en el punto donde yo me encontraba con únicamente tres hombres para defender el barco de ese asalto que se nos avecinaba. Los cuatro primeros asaltantes tardaron solo segundos en caer por la borda al agua, atravesados por mis espadas, mientras los tres marinos que estaban conmigo me miraban asombrados manejar las armas.

Creo que el ver cómo me desempeñaba en combate fue una autentica sorpresa para casi todos los que me observaron, desde el capitán, pasando por los oficiales, a los marineros y soldados más experimentados. De hecho use la propia rampa de los piratas para asaltar su barco en solitario, al extremo de que en esos críticos momentos, el sitio más seguro para poder cruzar y atacar a los piratas en su propio barco, fue por donde yo estaba, ya que mi presencia en la cubierta del barco enemigo ante la pasarela, ofrecía un resguardo de que no fuesen atacados hasta no estar sobre la cubierta enemiga, porque todo enemigo que se arrimaba terminaba abatido por mis espadas. Cuando la batalla terminó, aparte de los cuatro asaltantes iniciales y otros dos que había lanzado también al mar cuando atravesé la plataforma, a mí alrededor, en mi posición de defensa de la pasarela sobre la cubierta enemiga, aparecían muertos casi veinte adversarios sin que pareciese que yo hubiese recibido daño ninguno.

La victoria fue completa para nosotros, no se hicieron prisioneros y apenas se perdieron una docena de hombres, recogiendo la valiosísima carga del pirata antes de que el barco se hundiese por completo al retirar nuestro espolón. Lo cierto es que más que pirata era un corsario, pero a efectos de evitarse problemas estúpidos, cualquier capitán inteligente calificaría a su enemigo como pirata y se terminó. En las dos siguientes semanas nos tropezamos con un par mas de barcos piratas, algo que el capitán nuevamente decidió pasar por alto, al decidir que estaban muy lejos como para poder interceptarlos y hundirlos, el malestar de la tripulación casi se podía palpar, ya que entre otras cosas lo recuperado de las presas se vendía y repartía entre los miembros del barco.

La siguiente semana fue más de lo mismo, un corsario atacando uno de los mercantes de Khirland, el Dragón del Mar tomó velocidad y largo todas sus velas junto con el pendón de Batalla de Khirland, lo que nos definía como un barco de guerra, una vez entramos en determinado rango de acción el corsario largo también todo su velamen para escapar de nosotros, algo que por lo que vi cuando arrancó, le sería imposible, ya que debíamos de ser como entre tres y cinco nudos más rápidos que él sumado a ello que nosotros ya íbamos a toda velocidad, lo que aún recortaba más las distancias, pero como de costumbre, el capitán cesó en la persecución con la escusa de atender al mercante atacado.

Lo más gracioso del caso, es que me toco a mi ir al mercante para saludar, presentar nuestros respetos e interrogar al capitán del mismo para obtener información. Nada más subir no tuve la menor duda de que la buena fama de nuestro navío nos precedía, si bien al principio fuimos recibidos con júbilo, en cuanto vieron del navío que se trataba este dio paso a la incomodidad. Sin lugar a dudas ninguno a bordo se encontraba nada agradecido de que fuésemos precisamente nosotros quienes les libráramos de su atacante y debérnosla..., de refilón escuche que conocían el barco como El Dragón Cobarde..., delicioso de verdad, creedme que sí. En fin, que me enteré de que habían sido testigos de que el corsario había atacado un correo del reino de Qhorit.

Los correos eran del estado, solían ser pequeños barcos de endiablada velocidad que se usaban para transmitir despachos entre la capital con sus barcos y ciudades de su imperio. El ataque a uno de estos barcos por un corsario, que además se hubiese apoderado de su carga y ejecutado a la tripulación... Bueno, digamos que si Qhorit se llegase a enterar o alguien de probada confianza se lo hiciese saber, mal lo pasaría ese corsario, le buscarían hasta en los confines del mundo. Tras esto, se lo comunique al capitán ante la primer oficial y la segundo, no me hizo ninguno de los tres ni puñetero caso, no creyendo nada de nada de lo que había dicho. Pero en esta ocasión no sé bien porque, pero me canse de que me tomasen a pitorreo, pensaba solucionar el asunto durante mi guardia.

Una vez empezó esta, con sumo cuidado lance un halcón para localizarles, y una vez hecho seguirlos e informarme de su rumbo. A la media hora de que todo el mundo estuviese durmiendo, algo a lo que por cierto, ayudo algún conjuro muy útil que evitaba que recibiesen gran parte del sonido exterior, di orden a todos los marineros de que disponía para que largasen todo el velamen en completo y absoluto silencio. Les hice modificar la posición de las velas durante unos veinte minutos, justo hasta que considere que era la ocasión de poder usar, de nuevo sin ser descubierto, un conjuro de viento que insufló vida al velamen, lo que nos hizo alcanzar la máxima velocidad, e incluso puede que algo mas por como gemían los palos, lanzándonos a una veloz y desenfrenada carrera tras él. Creo sinceramente, que fue la primera vez que vi una sonrisa de simpatía dirigida a mí en la cara de aquellos hombres, al darse cuenta de lo que estaba intentando hacer, pareció que empezaba a caerles mejor.

Estaba amaneciendo, a solo quince minutos más o menos del final de mi guardia cuando descubrimos por fin el barco corsario en el horizonte. Esta vez sin necesidad de magia, el viento aumento por popa de forma más que considerable, por lo que retire mi poder, perdiendo algo de velocidad hasta reorientar de nuevo las velas, empujándonos entonces de forma natural, de nuevo a toda velocidad, con rumbo de intercepción sobre nuestra presa, el barco nuevamente parecía que volara sobre las aguas. Cuando el tiempo de mi guardia se cumplió, la segundo oficial desde la escalerilla por la que se accedía desde popa a la cubierta, me informó que debería estar aún media hora más de guardia, porque el capitán les había invitado a desayunar a la primera oficial y a ella, tras lo cual desapareció de nuevo sin mirar prácticamente fuera siquiera, con lo que me pareció que no se dio cuenta de nada, con ello vi mi oportunidad.

Observe sonriente, como los marineros que habían estado toda la noche conmigo iban explicando en susurros a los que se incorporaban lo que estábamos haciendo, exigiéndoles que guardasen silencio y no hiciesen el menor ruido o comentario al respecto. Aun sonreí mas cuando vi que dos de los suboficiales empezaron con los gritos habituales para que se limpiase la cubierta y demás, pero solo usando los hombres que no eran necesarios para mantener la persecución, liberando de inmediato al que era requerido para ayudar con el velamen con el fin de mantenernos a esa velocidad. Para peor suerte del capitán, el tiempo del desayuno, debido a algunos “problemas menores” con la comida, se demoró en el tiempo en casi una hora y media. Salían riéndose los tres a la cubierta, justo cuando se tocaba por orden mia zafarrancho de combate y tanto nuestras catapultas como la balista disparaban contra el corsario enemigo... Por cierto, que una pequeña ayudita mágica hizo que el proyectil de la balista tumbara su palo principal, impidiendo que pudiese escapar de ninguna de las maneras, debido a la diferencia de velocidad tras la pérdida su velocidad quedo muy reducida…, impidiendo que el capitán al incorporarse, pudiese considerar siquiera el no ir a por él.

El capitán estaba pálido, sobre todo cuando se dio cuenta de que el corsario ondeaba la bandera de Qhorit, identificándose como tal. Antes de que ni el capitán ni ninguno de los otros oficiales pudiesen decir ni media, di la orden de volver a disparar contra el barco y de usar el espolón que previamente por orden mia había sido situado en su sitio, dejándoles de este modo sin más opción que seguir adelante al alcanzarles de nuevo con nuestros proyectiles. Apenas un minuto después, el espolón había entrado en la estructura del barco corsario dañándolo de muerte. No quedó otra que asaltar el barco, estábamos venciendo, cuando dos barcos de guerra Qhorit aparecieron en el horizonte, poniendo rumbo a toda velocidad hacia donde estábamos enzarzados en el combate. Derrotamos a los corsarios apenas diez minutos antes de que llegaran los de Qhorit.

Pedí permiso para ir al barco comandante de Qhorit, algo que nuestro magnánimo capitán tuvo a bien permitir, especialmente cuando él no era quien iba a correr el peligro, sino yo, que aunque no me hubiese presentado voluntario me lo hubiese asignado seguro, vamos, pero segurísimo del todo. Entregué ciertas pruebas al capitán Qhorit que ostentaba el mando sobre los dos barcos, este me interrogo sobre lo que me contó el capitán del mercante. Me creyó ya que según él, tenían ciertas sospechas desde hacía algún tiempo, por lo que recibió con gran alegría a los prisioneros que habíamos hecho, incluido el capitán enemigo. Como todavía estaba el barco en pie, el capitán Qhorit aprovechó para registrarlo también, haciendo que le acompañase, encontrando unas hojas que para nosotros no habían significado nada, pero que a él le probaban sin género de dudas que el corsario había interceptado de verdad un buque correo....

No os cuento el cabreo del señor capitán conmigo por mi "locura" al perseguir a un barco de esa reputación, menos aun un corsario Qhorit estando cerca de la zona barcos de su flota como esos dos que habían acudido contra nosotros. No me hizo mucho, para saber que tras esta última pataleta, el capitán estaba definitivamente sentenciado por la tripulación. Otra cosa de la que también me di cuenta es que todos los marinos y soldados del barco, de repente me miraban con un cierto respeto mal disimulado tras lo que había hecho de perseguir al corsario. Había entablado caza de un barco a toda velocidad, por la noche, casi sin ver, únicamente con un puñado de hombres a mi disposición, y sin que nadie más en el barco se enterase de nada de lo que estábamos haciendo. Mientras los demás oficiales desayunaban sin enterarse de nada, yo había gobernado el barco, aprovechando todo su potencial, mandando a los hombres sin un solo grito, únicamente por unas pocas señas, confiando en que eran tan buenos como ellos se creían, había alcanzado al corsario y además me las había apañado para obligar, a los demás oficiales, a entablar combate… Desde ese momento, supe que para los tripulantes y soldados, mí afán por el turno de noche, no dejaba de ser una rareza mia, pero que nadie ponía en duda ni mi capacidad como marino, ni mi valentía, sobre todo esto último, viéndome luchar en las dos ocasiones y como me costaba muy poco desembarazarme de mis enemigos.

Desde ese día, el capitán me cambio a hacer la guardia de la tarde, su mayor error sin duda, ya que por como lo hizo, se vio con claridad que no se fiaba de que no usase mi “soledad” en el mando, para volver a hacer algo similar de nuevo. Dos días después de eso, se sospechaba que había salido por la noche a dar un paseo y debía de haberse caído por la borda. No quise indagar mucho, pese a que vi perfectamente unas tenues manchas de sangre en la proa, lo que me decía con bastante claridad lo que le debió de pasar, y desde luego, estaba seguro de que cuando cayó por la borda ante la quilla del barco, al agua llegó ya muerto.

Se hizo cargo del Mando la primer oficial, que con esta muerte ascendía de rango provisional a falta de confirmación por los superiores en la base de la flota en Khirland. Igual pasaba con la segunda oficial y conmigo, ambos podíamos también ascender al regresar, algo a que estábamos obligados tras nuestras victorias y la muerte del capitán. La Capitana Shazha dio orden de inmediato de cambiar el rumbo con destino a la base de la flota en la Capital de Khirland.

Cuando atracamos y recibimos permiso para desembarcar, al ir a ver a mi benefactor, me entere de algo realmente curioso, la Capitana interina Shazha había sido confirmada en su puesto, así como la antigua segunda oficial, ahora como primera, yo sin embargo seguía con mi anterior ocupación de tercer oficial, como segundo oficial, la capitana había reclamado a una amiga y conocida suya que hacía poco que era oficial, por lo que actualmente estaba sin barco. Cuando llegó me pareció que estaba bastante verde, por cierto, para ser segunda oficial, o incluso simplemente, oficial a secas. Me entere de que el hecho de que la Capitana hubiese sido confirmada existiendo capitanes de la flota actualmente sin barco, era por un lado la fama del "Dragón del Mar", por otro que dos barcos mas regresaban a puerto en los próximos días sin capitán, pero más importante aún, que en cuestión de un mes o mes y medio, doce nuevos barcos saldrían de los astilleros. Veloces navíos de dos puentes, birremes con doble línea de remeros en ambos costados, ciertamente unos barcos poderosos y rapidísimos, mientras que además, todo el mundo sabía que el Dragón del Mar había sido simplemente un experimento de un rico comerciante que fue regalado a la armada.

La tripulación del barco en esos momentos estaba en cien marinos y ochenta soldados aproximadamente, incluyendo oficiales y demás. La Capitana logró llegar al tope límite del barco, al incorporar el total de ciento cincuenta soldados para la nave, con sus cuadros de mando completos y todo. Le había costado lo suyo ciertamente, había tenido que mover algunos hilos por lo que supuse, ya que entre la fama del barco, y que lo comandaba una mujer..., difícil para que los soldados quisiesen ser destinados a él, mas cuando había doce nuevos barcos en el dique listos para ser botados y entregados en breve. Yo por mi parte, como ya dije, me había quitado la fama con la que entré, aunque me había ganado otra de "raro", o quizá de "muy raro" de aúpa. La propia Capitana me informó de que seguiría como tercer oficial, y a petición mia me aceptó que siguiese con las guardias nocturnas, aunque si me dejo muy claro que si tenía la intención de intentar algo como lo de la última vez, quería saberlo en el acto, que no tomase ese tipo de decisiones por mi cuenta y riesgo.

Tras la presentación de los nuevos y nuevas incorporaciones, ya que en estas estaban incluidas un total de treinta y cinco bellísimas mujeres, por las trazas, arqueras para más señas. También se incorporó y fue presentada la segunda oficial, que al enterarse de mi petición para la guardia nocturna, digamos que su opinión sobre mi fue la típica, pero pese a que se le notó perfectamente en su cara, nadie dijo ni media palabra para sacarla de su error, ni a ella ni a ninguno de los nuevos, que habían escuchado también eso mismo y me miraban de igual forma. Mi siguiente problema lo tuve a los dos días de estar atracados, reponiendo suministros y ya con la tripulación completa.

Estaba sentado un una esquina en una tabernucha de mala muerte, vestido de paisano, es decir, completamente de negro, abrazando y dando besitos a dos chicas que llevaban ya algunos vasos de vino. Como digo estaba besándolas y con cada una de mis manos pérdidas dentro de su ropa, acariciándola a cada una de ellas un erguido y endurecido pecho mientras de sus boquitas escapaban gemiditos. Incluso una de ellas tenía su mano dentro de mi pantalón y estaba acariciándome la polla, mientras la otra era el pecho lo que me acariciaba y donde me daba besitos. Cuando más entretenido estaba, fue cuando estallo la algarada. Vi como un sargento y unos siete soldados, todos ellos recién incorporados al barco, tenían una fuerte discusión con varios parroquianos de pintas nada agradables..., por lo que me levante, metiéndome entre mis hombres y los aproximadamente doce bocazas. Lo primero que hice fue dar orden de que salieran de allí dirigiéndose al barco para presentarse al oficial de guardia, el sargento no parecía muy conforme con mi orden...

- Sargento : Señor, estaban insultando al barco... no podíamos perm... -Le interrumpí.

- Val : Ya basta sargento, regrese con sus hombres tal y como le he ordenado...

- Bocazas : Mira como se esconden tras el marica de su oficialito...

Me dio una palmada en el culo entre las risas de todo el mundo, el sargento y los soldados se pusieron pálidos de ira, no por mí, de quien tenían muy mala opinión, sino por el insulto implícito en ello para todo el barco. Me volví todo sonriente para dirigirme al inteligente, poniendo una voz de lo más melosa...

- Val : Si tú, o alguno de esos gilipollas que tienes como amigos, vuelve a hacer algo así..., al que se le ocurra, lo mato, ¿quedó claro? –dije sin rastro de sonrisa y endureciendo el tono de mi voz.

Para su desgracia, todos ellos, ante mis palabras sacaron sus armas, mostrando enormes sonrisas en sus caras, el gilipollas de la palmadita soltó por su boquita un "matad a estos cobardes" y me atacó con otros dos más. Para cuando el sargento y sus hombres empuñaron sus espadas, no pudieron hacer otra cosa que mirar la carnicería con los ojos abiertos como platos, la docena de imbéciles yacían desparramados a mi alrededor, sin que yo por mi parte tuviese herida ninguna, incluso como le indicó uno de los soldados al sorprendidísimo sargento, no me había movido siquiera de mi sitio para eliminarlos, habían sido tan amables de venir hasta mi para que pudiese cazarlos con toda comodidad.

Los tres primeros, el bocazas y sus dos amigos cuando murieron casi ni se enteraron de que llevaba espadas, dos, una en cada mano, que salieron de debajo de mi capa en segundos, extendiéndolas contra los desprotegidos cuellos de los más cercanos. Luego al gilipollas, mientras que con una paraba su ataque, con la otra le atravesaba la cara, sacando la punta por su nuca, retorciendo la espada con mucho cuidado, con el fin de causarle todo el dolor posible antes de que muriese.

Los dos siguientes sufrieron igual suerte, quedaron ensartados sus pechos en las puntas de mis espadas, cuatro dedos de hoja que entraron entre sus costillas partiéndoles el corazón. Retire mis espadas justo para agacharme, y girándolas en mis manos, lance las hojas hacia mi espalda para cazar a los dos que me intentaban sorprender desde allí, metiendo las hojas por sus estómagos en sentido ascendente hasta llegar a sus pulmones, mientras sus hojas silbaban sobre mi cabeza al pasar intentando decapitarme donde un segundo antes había estado mi cuello.

Deje allí mis dos espadas, en dos segundos cuatro más cayeron víctimas de mis dagas Khlomn, que se enterraron en sus cuello o pecho, eliminándolos en un abrir y cerrar de ojos. El último llegó a mi todo convencido de ganarme, pero saque de mi cinturón las dos pesadas dagas que últimamente me había acostumbrar a llevar siempre visibles, con una pare la hoja de su espada mientras enterraba en su cuello la hoja de la otra, haciéndole caer a los tres segundos con el cuello abierto mientras se desangraba por la brutal herida.

Recogí tranquilamente todas mis armas, limpiándolas cuidadosamente en las propias ropas de sus propias víctimas, cuando todas ellas estuvieron de nuevo guardadas en sus respectivos sitios, me volví hacia el sargento y los soldados, que con las armas en la mano me miraban con la boca abierta y cara de estar alucinando en colores ante lo que acababan de presenciar, creo que sin ser capaces de terminar de creérselo todavía...

- Val : Bueno sargento –dije con una agradable sonrisa y voz cariñosa-, ¿va a cumplir mis órdenes por las buenas, o es que prefiere que me ponga en plan desagradable con usted y sus hombres?

- Sargento : ¡¡Chicos, ya oísteis a nuestro oficial, vámonos!!

Cuando me escucharon decir eso, tanto el sargento como los soldados pegaron un respingo de aúpa, el sargento se cuadro de inmediato siendo imitado al instante por sus soldados y tragando saliva me soltó un "sí señor, ya nos vamos" antes de dirigirse a sus hombres, saliendo en el acto de allí seguido a toda velocidad por los soldados. Me parecieron tremendamente deseosos de poner todo el espacio posible entre ellos y yo, o cuanto menos, de que no me enfadase con ellos. Con las autoridades no tuve el menor problema, ya que fui yo solo contra doce, además siendo humillado por ellos ante mis soldados, sin contar con que también fueron ellos los que se lanzaron sobre mí a la vez con las armas en la mano. Cuando esa misma noche regrese al barco, por la forma en que todo el mundo me miraba, oficiales recién incorporados incluidos, junto con la cara de evidente sorpresa que tenia al decirme la segunda oficial que la Capitana quería que me presentase ante ella de inmediato, supe que se debía de haber corrido la voz de lo pasado en la taberna.

Una vez ante ella me pidió que le contase desde mi punto de vista lo que sucedió, algo que no tuve el menor problema en hacer sin omitir nada de nada al respecto. Cuando salí de su cabina se quedaba muy pensativa por nuestra conversación, ya que a su pregunta de si no podía haber sido un poco menos drástico, le dije con una sonrisita un tanto siniestra, que no lo había sido para nada, que si alguno de los hombres hubiese sido herido por esos imbéciles, entonces sí que me hubiesen podido acusar de ser drástico con lo que les hubiese hecho por ello, pero que en este caso, únicamente me había limitado a matar, limpia y rápidamente a mis atacantes sin entretenerme en hacerles trocitos, siempre dejándole muy claro, que ellos habían sido quienes atacaron y no yo.

Cuando tres días después partimos, el hecho de que voluntariamente quisiese las guardias nocturnas pasó a ser algo anecdótico para toda la tripulación, tanto las nuevas incorporaciones como los antiguos. Había dejado más que claro ante los antiguos tripulantes que desde luego sabía manejar a la perfección un barco de guerra, también había dejado claro ante los tripulantes nuevos igual que ante los antiguos en su momento, que desde luego lo de pedir la guardia de noche por cobardía tampoco era. Eso sí, supuse que la fama de "rarito" ante la tripulación y los demás oficiales, tanto navales como de las tropas, no me la iba a quitar en la vida tras todo esto. Pero bueno, lo que a mí me interesaba era poder seguir practicando mis conjuros por las noches con tranquilidad.

CONTINUARA