Crónicas de Vhaalzord - Libro 14 - 2

Por algún motivo, en el Harem siguen intentado matar al buenazo de Val, por si eso fuese poco, se le va complicando la vida cada vez más

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 14

Capitulo - 2

Lo de me pienso cargar a estos dos, era más fácil pensarlo, que luego después hacerlo, en el Harem siempre había gente pasando de un sitio para otro, me estaba resultando un poco complicado encontrar la intimidad necesaria para matarles con calma.

Uno de mis pocos privilegios como tonto oficial y juguete preferido del Rey, es que a mí se me permitía entrar y salir del Harem tantas veces como me diese la gana, nadie me pedía explicaciones. Total, si no podía hablar, y mi inteligencia como que no iba muy allá, ¿para qué tomarse la molestia?, sin contar con que, como ya he dicho, gozaba de la total protección del Rey, que con el mal genio que habitualmente se gastaba, era muy importante.

Gracias a esto, en solo una semana, logre hacerme con un pequeño arsenal de armas de lo más variado, que llevaba adecuadamente oculto sobre mí. Estuve tres días intentado ver como podía llegar a mis dos nuevos amiguitos, y no encontraba el modo de hacerlo sin llamar la atención, necesitaba una escusa valida, y luego un modo seguro de quitarme de en medio para que nadie sospechase de mi cuando se descubriese las consecuencias de mi cariño por ellos. En el Harem, existe una zona bastante solitaria, por no decir que mucho, justo en sus sótanos, son galerías que llevan a los almacenes donde se guardan objetos, telas o muebles desechados momentáneamente o de temporada por las señoras. Es un sitio del que luego los eunucos pueden recuperar todo lo que allí se guarde cuando sus amas lo ordenan, por lo que al menos dos o tres esclavos por cada señora, tenían acceso a ellos.

No tenía claro cómo iba a poder acceder a esos dos antes de que intentasen matarme, cuando les vi ir juntitos en esa dirección, por su comportamiento, estaba claro que pretendían que nadie les viese, y mucho menos que alguien pudiera decir que ambos habían coincidido, aunque fuese por casualidad. Habían entrado los dos por una de las puertas de acceso a los sótanos cuando me llamaron, o más bien, me chistaron en voz baja. Era ella quien me hacía señas con la mano para que fuese donde estaba… Me llamaba con una sonrisa de oreja a oreja, intentando parecer cariñosa, y sin duda con toda intención de que fuese confiado del todo a su llamada al ver que era ella. No os hacéis una idea de cómo sonreí para mí mismo, creo que si hubiese exteriorizado ese gesto, hubiese parecido un lobo mirando a su presa antes de devorarla.

Cuando llegué junto a ella, con voz suave me animó a seguirla, según me dijo, quería mi ayuda para echarle una mano con unas cosas que su señora deseaba que le llevase. Me sonreía con una increíble dulzura en su rostro, mientras me conducía al matadero, en lo más profundo de los almacenes, donde sin duda me esperaba el eunuco para hacer el trabajo. Por desgracia de ambos, me hicieron entrar en un pequeño almacén que estaba únicamente ocupado por varias alfombras extendidas, limpias y ya preparadas para usar cuando fuesen requeridas. También había varias mesas y divanes, entendí que sin lugar a dudas esos dos debían de haber pasado allí sus buenos ratos, entre ellos o con otros, puede que incluso quizá también sus propias señoras hubiesen andado por allí de forma discreta, ya que no había nada de polvo y todo aparecía impolutamente limpio, dispuesto mas para ellas que para los esclavos. Ella cerro tras de sí la puerta mientras me miraba con autentica maldad, luego de eso, el eunuco sacó una pesada daga y avanzó sonriente hacia mi…

- Eunuco : Bueno estúpido, por fin vas a poder servir para algo útil…, jajajaa, sabes… -la esclava le interrumpió.

- Esclava : Mata a ese desgraciado de una vez y movámonos, no se nos haga tarde para el plan…, no pierdas tiempo con esta basura…

Ante la sorpresa de los dos abandoné mi habitual posición encorvada y me erguí en toda mi altura, luego extendí mis brazos haciendo sonar todas las articulaciones, moví mi cabeza de un lado a otro, una sonrisa realmente maligna apareció en mi cara mientras les miraba a ambos…

- Val : ¿Sabéis lo más gracioso del caso? Lo más gracioso es que no lograba encontrar un modo de poder llevaros a los dos a un sitio donde poder mataros con tranquilidad, pasándomelo bien y sin que me pillasen… Jejejeje –hice una risita siniestra-, muchísimas gracias, este sitio es perfecto –dije extendiendo los brazos con gesto teatral. Por cierto, no os asustéis demasiado –sonreí con dulzura-, pero mi verdadero nombre es Vhaalzord, conocido como el nigromante, y este caballero -Chasqué los dedos al convocarlo-, es un Guerrero Khulgan… -mis ojos cambiaron a los de un Dragón a los dos segundos causándoles un ataque de pánico al verlo.

Moví mis manos con desdén tras decir eso, entonces ante el aterrado eunuco apareció un enorme Guerrero Khulgan, que no le concedió tiempo para nada, su enorme espada le atravesó el estomago, saliéndole por la espalda y levantándolo en vilo al segundo, pinchado como si fuese un simple trozo de carne en un espetón. El Khulgan, con deliberada lentitud, llevó la aterrada cara del eunuco hacia la suya, salvó sus brillantes ojos bajo la máscara de su casco no se le veía nada más… El eunuco no pudo resistirlo, empezando a patalear, chillando aterrado por lo que fuese que vio en los fulgentes ojos del guerrero. El Khulgan extendió su otro brazo, y cogiéndole por la cara con la enguantada  mano en acero, hizo que su cabeza girase de forma brusca, tirando después hasta casi arrancársela del cuello. Tras eso, lo lanzó como un fardo contra una pared, me miró, me saludó, y a mi orden se desconvocó.

- Val : Y ahora putita…, es tu turno…, ven aquí conmigo… -dije con un tono maligno y sonriendo como un lobo haciéndole señas con la mano para que se acercase a mí.

Una aterradísima esclava intentó cómo pudo abrir la puerta para escapar de la pesadilla. Cuando por fin parecía que ésta se abría, mi mano la golpeó con la palma, cerrándola de nuevo. Entonces mi poder la aseguró, y mi otra mano se cerró sobre la delicada ropa que llevaba la esclava, arrancándosela del cuerpo de un violento tirón. En menos de quince segundos estaba totalmente desnuda, de espaldas a mí, gritando, pidiendo auxilio, y llorando de terror. La sujete por el cuello, llevándomela por la fuerza hasta una alta mesa, donde hice que se tumbase bocabajo, abriéndola bien de piernas. Mi polla, protegida por un pequeño escudo envolvente, perforó entonces su culo de forma salvaje, arrancándole terrible un grito de dolor. Tras este  siguieron muchos más, incluyendo los de miedo por su futuro, ya que mientras que la destrozaba el culo, le susurraba al oído lo que pretendía hacer con ella.

Empecé a follàrmela con ganas, golpeándole fuertemente las nalgas cuando quería que se asustase mas y las moviese, también de vez en cuando, cedía en mi presión sobre su cuerpo, momentos que invariablemente intentaba aprovechar para revolverse y escapar, entre mis carcajadas, sometiéndola de nuevo enseguida. Tras poseer su culo, cuando estaba a punto de correrme, me moví lo justo para sacarle y metérsela en el coño de una única estocada. Estaba tan asustada que no lubricaba, lo que hizo que le resultase tremendamente doloroso cuando mi polla entró como una barrena. Sus lloriqueos me hacían mucha gracia, la muy zorra estaba realmente aterrorizada de verdad, además, pese a no haberle mencionado su destino final, me di cuenta de que no se hacia la menor ilusión con respecto a su suerte, lo que en cierto modo estropeaba un poco mi diversión, ya que quería que tuviese esperanzas antes de matarla.

Sobre mi existían dos conjuros que eran los que me convertían en Eunuco, uno que me impedía empalmarme, que me fue muy fácil anular momentáneamente sin necesidad de eliminarlo siquiera, y otro que impedía que nada saliese de mis huevos, que mantuve, aunque eso no impedía que me corriese, solo que pudiese dejar a nadie embarazada. Estuve embistiéndola todo lo fuerte que podía, con el fin de conseguir para mí el mayor placer posible y causarle a ella el mayor dolor, seguía aterrándola para evitar que pudiese lubricar. Cuando me corrí en su interior y medio me desplome jadeante sobre ella, intentó un último esfuerzo para escapar, pero no le duró mucho. Sujetándola de forma brusca por la nuca y la barbilla gire de forma brutal su cabeza, rompiéndola el cuello. Decidí hacerlo rápido, ya que había empleado mucho tiempo en follàrmela, y al saber si destino ya no me hacia tanta gracia, no me parecía tan divertido, el torturarla antes de matarla.

Le coloque bien la ropa y la deje tendida encima de los restos del eunuco, unidos en un abrazo mortal, luego me marche, tuve muchísimo cuidado de que nadie me viese. Los cuerpos fueron descubiertos dos días después, cuando sus “compañeros” los buscaron por orden de sus señoras. El Harem, por primera vez desde que yo estaba allí, fue invadido por los soldados, que lo registraron todo de arriba abajo en busca de intrusos, pero sin el menor resultado.

Un problema que tuve fue que el rey como consecuencia de todo esto, descubrió algunas cosas que no me convenían. Sin duda la peor de ellas, fue el enterarse de donde dormía su juguete preferido. Nada más hacerlo ordenó que me trasladasen a dormir a las dependencias que ocupaba su tercera esposa, lo que me supuso todo un problema para mí. Parecer idiota fingiendo como ahora, que solo tenía que hacerlo por espacios cortos de tiempo, era simple, pero hacerlo igual durante 24h, y ante la misma persona, era algo casi del todo imposible, fui consciente de que antes o después tendría problemas con eso. Estuve mirando cómo podía evitar que me descubriesen, resultó algo relativamente simple en realidad, por lo menos durante un tiempo estaría a salvo, mientras vería como era la Princesa Lessay. Me di cuenta de que lo único que tenía que hacer, era irme de allí prontito a la mínima orden, y no volver hasta por la noche. Solo tenía que mantenerme ocupado, o al menos parecer que lo hacía, para no estar junto a la princesa más que lo estrictamente imprescindible.

Mi preocupación era como poder escaparme del Harem sin despertar sospechas, o verme obligado a masacrar a todo el mundo. Si desaparecía por las buenas, podría tomarse mi desaparición como que me habían matado y desecho de mi cuerpo, algo relativamente normal en el Harem por otro lado, aunque ciertamente difícil de hacer, era cierto también que en alguna ocasión ya se había demostrado como posible, pero en este caso se trataba del juguete preferido del Rey, y removerían hasta las piedras para dar conmigo.

Otro problema con este cambio, es que desde mi anterior dormitorio podía hacer magia, también podía emplear con tranquilidad un halcón azul, que usaba para otear las diversas murallas y la topografía de la población, intentando encontrar una forma de irme de allí sin dejar rastro. Lo malo, es que dudaba de que con el tiempo del que disponía, lograse alejarme lo suficiente de la ciudad, incluso de que lograse traspasar la muralla exterior. Por otra parte, por lo que había visto, las patrullas de soldados en un radio de dos días en torno a la capital eran constantes, y en grupos de veinte a treinta soldados, lo que supondría una alarma inmediata.

Al tercer día, cuando regrese al dormitorio de Lessay, la tercera mujer del Rey, me lleve una desagradable sorpresa. Estaba sudando, pálida, y su respiración era jadeante, no tuve dudas, había sido envenenada con algo durante su cena, cuya bandeja seguía en las dependencias. Pese a todo, de momento decidí no hacer nada, al menos no antes de revisar sus pápeles privados para, por un lado, ver si encontraba algo que me fuese útil para poder salir de allí, y por otro, para confirmar mis sospechas sobre ella. Os aseguro que me lleve una mucho más que desagradable sorpresa, algo de lo que nunca tuve noticia en todo este tiempo de estar en el Harem, aunque como habréis imaginado, ya sospeché, pero nunca a este nivel, puesto que la princesa permanecía al margen del Harem durante todo el tiempo…

Volví a su lecho, me senté junto a ella meneando la cabeza, maldiciendo los planes a largo plazo de Khrissa, luego puse mis manos sobre su cuerpo, y le implante un conjuro capaz de drenarle el veneno de su sangre en pocas horas. Era como el que normalmente usaba yo para protegerme, de modo que al tener que fijarlo a mi fuente interna de poder, y estar actuando, no era nada agradable de sentir, era un conjuro casi infalible, pero tremendamente desagradable cuando hacia su trabajo, ese era su lado negativo.

Entre sus cosas había encontrado un sello imperial de Khrissa muy particular, sabía lo suficiente sobre la familia imperial como para darme cuenta al instante de quien era esa joven. Desde el principio, me suponía que debía de ser alguien cercana al trono del Imperio, pero desde luego no que fuese la sobrina del propio Emperador, hija de su hermana pequeña y casi, casi, podríamos decir que su ojito derecho, me maldije al no haber pensado en ella nada más saber el nombre y haberlo relacionado. Maldecía una y otra vez mi propia estupidez.

Lo siguiente que pensé, es que el rey no podía ser tan imbécil como parecía al permitir algo como esto con ella, menos si sabía quien era en realidad la mujer con la que se casó. El emperador de Khrissa era muy capaz de hacer algo desagradable al respecto si la princesa Lessay fuese asesinada, empecé a pensar que aquí quizá había algo más que aún no había visto. De todos modos, estaba claro que alguien había cometido dos errores de cálculo gravísimos: el primero al intentar matarla, y el segundo al haber fallado con su intento. Desde luego, el Rey no iba a estar nada contento si se enteraba de esto, era su culo el que habían puesto en juego con el Imperio de Khrissa.

Nixhem con sus enormes murallas, con su poderoso ejército en ella acantonado, podía parecer invulnerable para cualquiera, y así era en verdad, con una única excepción en todo el continente, para todos, excepto para el poderoso ejército imperial de Khrissa. Éste podría poner un considerable número de soldados ante sus murallas para sitiarla con tranquilidad durante algunos meses y lo que era peor para Nixhem, mandar con ese ejercito unos centenares de magos militares que desmontarían las murallas de la capital piedra a piedra en solo unas pocas semanas. El poderío económico de Khrissa era el único en todo el continente capaz de sostener algo de la envergadura que requeriría la caída de Nixhem, tanto la ciudad como la totalidad del reino, incluyendo las gigantescas minas de oro, tenía los medios y el poder económico cómo para poder hacerlo cuando quisiese, y eso, el Rey, lo sabia más que de sobra.

El único motivo para que el Imperio de Khrissa lo hubiese hecho, es porque de llevarlo a cabo, con la afluencia de oro de las minas sobre su territorio, era muy fácil que a medio y largo plazo supusiese su ruina económica, suponiendo con ello su fin, por paradójico que pareciese. El emperador era plenamente consciente de la inflación que ese oro provocaría en los precios, y el Imperio era demasiado grande como para poder controlarlo con la misma eficacia con que lo hacían en Nixhem. Ese era el único motivo por el que Khrissa no se había echo aún con el control de Nixhem y sus inagotables minas.

Por la mañana la princesa seguía sin encontrarse bien del todo, cuando despertó parecía desorientada por completo, con todo el cuerpo revuelto. De hecho empezó a vomitar según se intentó reincorporar en su lecho, por suerte fue lo bastante rápida como para coger ella misma un recipiente, evitando de ese modo ponerlo todo perdido. Yo hice como siempre, retire el conjuro nada más despertarse y me largue a la primera ocasión que tuve, aunque tras este descubrimiento, cierta idea empezó a rondar por mi cabeza, y mis “intuiciones” se hicieron más concretas, deje un pequeño amiguito en las dependencias de la princesa Lessay por si acaso. Estaba anocheciendo y me quedaba poco para regresar, cuando mi criatura me alertó de que algo ocurría, uno de los eunucos de una de las concubinas, y que yo sabía que en realidad trabajaba para otra persona, estaba dentro de las dependencias de Lessay con una daga en la mano,  dispuesto para matarla mientras esta intentaba poner el lecho de por medio para tratar de escapar. Por la forma de comportarse que me transmitía mi criatura, me dio la impresión de que más que eso, quizá  estuviese intentando alcanzar algo con que defenderse y no precisamente para huir de su asesino.

Cuando entré, vi como la mirada de esperanza de la princesa se transformaba en una desesperación, al ver que era yo quien había aparecido, mientras que la del eunuco fue de diversión al ver la de la princesa Lessay, y darse cuenta de quien había entrado.

- Eunuco : Lastima princesa…, pero solo es el tonto…, no tenéis salvación, ¿por qué no os acercáis a mí para que todo sea más fácil?, me asegurare de que no muráis sufriendo mucho…, o quizá si…. jajajajajajaja…

- Val : Que pena, con lo bien que ibas hasta eso ultimo… -dije con una sonrisita irónica-, pensaba matarte sin que te enterases de lo que pasaba, pero ahora… -menee la cabeza mirándole con maldad-, una lástima para ti…

Concentre la magia Draconiana y mis ojos cambiaron, asustando al límite al eunuco cuando me miro a la cara tras la sorpresa de escucharme. La princesa intento gritar pero no pudo, se llevo las manos al cuello, intentando respirar. El eunuco intento moverse sin conseguirlo, también estaba paralizado, mientras aterrado miraba como me acercaba a él. Metí mi mano protegida por un escudo en su pecho, por entre sus costillas, arrancándole el corazón y metiéndoselo después en la boca, obligándole a masticar, mientras moría con sus aterrados ojos fijos en los míos. Luego me volví hacia la princesa Lessay…

- Val : Voy a soltar el conjuro que te atenaza princesa, pero evita gritar por la cuenta que te tiene. Soy amigo personal de tu tío, ayer te envenenaron y es gracias a un conjuro mío que sigues viva. No tengo intención de hacerte nada, así que no grites, o me veré obligado a mostrarme desagradable contigo, más aún que con él –dije señalando a los restos del eunuco-, ¿te quedó claro…?.

La princesa Lessay asintió con energía a lo que le dije, cuando sintió que volvía a recibir aire se sentó sobre el lecho jadeante, intentando recuperarse de la sorpresa. Cuando se recuperó, se acercó, y le dio una patada de rabia al cadáver del eunuco, su cara se endureció y entre dientes dijo que cierta concubina iba a morir en los próximos días.

- Val : Olvidaos de eso princesa, ese en realidad no trabajaba para ella, sólo era un espía entre sus servidores. Ese trabajaba para la primera mujer del Rey. Creo que hay algo en marcha, y molestáis por vuestra relación con Khrissa, alguien os considera un problema para sus planes.

- Lessay : ¿Y tú quien eres en realidad?, ¿qué haces aquí?, ¿por qué te mando mi tío con ese disfraz, estabas espiand…? -Levante la mano haciéndola callar y hablando yo a mi vez.

- Val : En primer lugar, he dicho que soy amigo de vuestro tío, no uno de sus hombres, aunque enseñé una temporada en la academia Imperial de Magia como pago de una deuda que tenía con él. Sólo he intervenido por ser quien sois, de no ser por ello, os hubiese dejado morir sin dudarlo ni un instante, mi razón de estar aquí no es de vuestra incumbencia. Creo que ahora mismo sólo me tenéis a mí como apoyo, ya que no habéis hecho nada de política en el año que lleváis aquí encerrada. Estáis sola princesa, de forma que mejor estaros tranquilita y seguir como hasta ahora, solo eso, yo me encargare de protegeros para que no os pase nada, vos solo tendréis que mantener mi secreto a cambio.

- Lessay : Pero que…

- Val : Sin peros princesa, en este caso debido a mi particular situación y grado teórico de estupidez, tengo una muy buena idea de quién es quién en realidad aquí adentro, ya que como nadie me hacía caso,  muchas veces era ignorado mientras veía y oía según qué cosas… -sonreí irónico. Creedme que soy vuestra mejor carta, vos me cubrís con mi secreto, y yo os protejo, creo que es un trato justo.

En realidad como ya dije, cuando yo aparecía en algún sitio tenían cuidado con lo que se hablaba ante mí, cuidando de que nada pareciese una orden y evitando en todo momento dirigirse a mí para evitar desastres si me daba por hacer lo que hubiesen dicho, por peregrino que fuese. Pero sin embargo, a todo el mundo le daba igual lo que viese, no podría decírselo a nadie, tampoco yo por mi parte era lo bastante “listo” como para poder chivarme, de modo que realmente “si” que sabía mucho más de la cuenta. Si alguien, en el harem, en algún momento, llegase a enterarse de mi repentina “inteligencia”, seria el principal blanco al instante para todas las facciones que allí dentro competían por el poder. Lessay hizo un último intento por hacerme entrar en razón para que me aliase con ella y le contase que hacia allí, algo que considere y me dio una pequeña idea…

- Lessay : Escúchame, antes o después te descubrirán, si empiezas a matar gente alguien terminara pensando en ti. Ayúdame a que logre una posición estable aquí adentro y yo te ayudare con lo que necesites. Sabes que ahora todo está muy revuelto desde la muerte el mes pasado del Mago del Harem y de Krunna, la primera concubina…, es pelig… -Se quedo con la boca abierta al ver mi sonrisita y entender a que se tenía que deber esta.

- Val : Si princesa, eso también es obra mia, igual que los dos muertos aparecidos en los sótanos del Harem, creedme que el matar no es ningún problema para mi, ni el hacerlo de modo que no se me pueda relacionar con ello, estad tranquila al respecto…

La princesa al final hizo lo que yo pretendía, llegó a un acuerdo conmigo, yo le ayudaba a afianzarse en Harem y en el reino,  mientras que ella me conseguiría lo que fuese que buscara allí adentro, o que pudiese acceder a quien fuese que buscase en el palacio. Esa creencia de ella guiada sutilmente por mí, de que había ido en realidad para eliminar a alguien, sin duda por orden de su tío pese a mi negativa, obvia por otra parte, era algo que me convenía y quería que pensase, de modo que acepte su trato.

En realidad para abandonar la capital sin que me buscasen por ello, seria sencillo si contaba con alguien apropiadamente situado, pese a la situación de las mujeres en el reino, encerradas en Harenes, lo cierto es que no despreciaban la posibilidad de usarlas como embajadoras llegado el caso… Pero sobre todo, si había peligro de que él enviado no fuese muy bien recibido que dijéramos. Eso era algo valido y admitido por toda la nobleza en los reinos del desierto, muchas veces las esposas se enviaban como rehenes de posibles acuerdos, si este se traicionaba…, adiós esposa y de un modo muy desagradable a decir verdad. Pero esto también era complicado, ya que se mandaba el rehén según la importancia del asunto, aunque en este caso, Lessay, además de tercera esposa del rey, no por ello dejaba de ser una princesa Imperial de Khrissa, lo que la convertía en una perfecta embajadora potencial que haría que cualquiera se pensara dos veces el matarla si el acuerdo se incumplía.

El principal problema lo vi en cuanto pude quedarme tranquilo por la noche, si mis planes salían como quería, nuevamente iba a interferir con el mundo otra vez, algo a lo que mi intuición me estaba arrastrando también en esta ocasión. Si los repasaba al detalle, cómo me saliese bien la idea, alguien que sin duda no era lo que pretendía en estos momentos, se iba a sentar sobre el trono de Nixhem en lugar del actual Rey.

Al igual que me pasó durante mi estancia en el Reino de Shydlar, cuando senté las bases para que la entonces princesa Nerya se hiciese con el trono a su debido tiempo, sentía que de algún modo, en esta ocasión, también era importante que alguien como la princesa Lessay, con tan estrechos vínculos con el Imperio de Khrissa se sentase sobre el trono de Nixhem, que por cierto, me olía que eso era algo que alguien en Khrissa también tramaba hacer, aunque más adelante. Me empezaba a sentir incomodo con mis corazonadas, desde mi resurrección unos pocos años antes, medio convertido en Shaddin-Nur o lo que coños fuese, mis intuiciones cada vez eran más fuertes…, y no me gustaba hacer cosas sin estar seguro del porque, pese a que como ya explique anteriormente, jamás me habían fallado, demostrándome siempre su razón y utilidad antes o después.

Al día siguiente nueva sorpresa desagradable, su majestad decidió salir de la capital quien sabe para qué, lo malo es que se llevaba con él su habitual escolta de mil de sus guardias, que me daba igual, y dejaba el poder a su heredero, que no me daba igual para nada. Este imbécil, era hijo de su primera esposa, y el mayor de los quince o dieciséis príncipes que había. No tenía muy claro el numero, porque al igual que pasaba con las concubinas del rey, alguno ya había pasado a mejor vida, cuando el rey muriese le sucedería quien en ese momento estuviera como heredero. Por lo que sabía de mis escapadas a palacio, al actual le habían intentado matar ya tres o cuatro veces. Una de ellas fue su hermano inmediato, pero fue este quien termino muerto al caer desde lo alto de una de las torres del Palacio Real. La Sangre Real, solo era válida por parte del padre, daba igual quien fuese la madre, si una esposa legal o una concubina, a todos los efectos prácticos tanta esposa era una como otra en esa cuestión, la diferencia es que paradójicamente, únicamente las primeras podrían acceder a la regencia en caso necesario, y en la situación actual, esta sería llevada por las tres esposas a la vez. Creedme que no tenía ni idea de cómo podían sobrevivir estos reinos con semejantes formas, pero lo cierto es que lo hacían, llevaban miles de años haciéndolo.

El principie Hussin al hacerse cargo del poder, se hacía cargo de todo lo que su padre poseía, incluido todos los ocupantes encerrados en el Harem, pero también era muy consciente de que cuando su padre regresase, podía o no podía aprobar sus acciones, y estas serian tenidas en cuenta para bien o para mal, pudiendo ser incluso su sentencia de muerte si a su progenitor no le parecían correctas. En el año que llevaba allí esto mismo había pasado ya una vez, en esa ocasión yo recibí una paliza por parte del principito y algunos de sus amigos, también violaron a varias de las esclavas del Harem e incluso a alguna de las propias concubinas de su padre, concretamente a dos que no se atrevieron a decir nada y lo ocultaron por temor a que fuesen muertas por el rey de enterarse este. Desde ese momento, quedaron bajo el pie de la primera esposa del rey y madre de este animal, que era el heredero.

Como la vez anterior, entró acompañado de seis de sus mejores amigos, cuando pasaron de largo ante la posición que yo ocupaba sin que me viesen, vi como el último de ellos era el que más se ensañó conmigo la vez anterior que estuvieron allí. Me moví de forma que hice ruido y él me pudiese ver, cuando empecé a correr en dirección contraria, vi su cara de maldad. Para placer mío pasó lo que supuse, no dijo nada a nadie y se vino tras de mí con la esperanza sin duda de repetir su gesta. Cada vez que me veía ante el rey podía ver sus sonrisitas al recordar lo que el juguete preferido del rey había sufrido a sus manos. Me dirigí a la terraza donde yo anteriormente dormía, a los escasos veinte segundos llego el valiente tras de mí.

- Valiente : No corras perrito, o será muchísimo peor… (Sonreía con pura maldad)

- Val : (Me erguí y concentre mi magia Draconiana) Tranquilo valiente, que no correré mas, ya estas donde yo quería para poder matarte…

Me empezaba a gustar esta sensación de ver el terror en la cara de mis presas cuando se daban cuenta de cómo cambiaban mis ojos, como pasaban de ser unos ojos humanos a los sesgados Ojos de un Dragón, y el miedo que les paralizaba al verlo. Me lancé rápido a por él, con uno de los cuchillitos que me había agenciado le pinche junto a la tráquea, en un punto preciso, donde moví el cuchillo ejecutando un corte sobre sus cuerdas vocales, dejándole mudo por completo. Luego con la otra mano, clave mi cuchillo en su codo, impidiéndole de ese modo que su mano llegase a desenfundar la Daga que en ese momento estaba intentando sacar.

Con el cuchillo de su cuello hice un rápido movimiento que cortó los tendones del codo de su otro brazo, dejándole indefenso por completo. Se giro para escapar, pero cuando intentó echar a correr, me arrodille al segundo, lanzando sendos cortes contra sus talones, alcanzando únicamente mi objetivo en uno de los dos, cortándole el tendón posterior del mismo. Estaba tirado en el suelo llorando de dolor y miedo, al verle ya indefenso del todo, guarde mis cuchillos acercándome a él con una maligna sonrisita en mis labios. Antes de nada, le pregunte cuando le sujete por la espalda, alzándole a pulso por el cuello de su ropa y por el cinturón que usaba para llevar sus dagas.

- Val : Espero que entre tus muchas habilidades esté la de saber volar sin necesidad de alas… -asomando su cabeza por la barandilla para que pudiese mirar-, porque la altura hasta el suelo es ciertamente considerable, ¿sabes?, como no sepas volar lo vas a pasar muy mal… -solté una risita maliciosa.

Riéndome, me retire un poco, tome algo de carrerilla, y justo cuando le lanzaba por encima de la baranda de la terraza al vacio, le dije eso de, “buen vuelo, le das recuerdos al suelo cuando llegues”. Me retire de allí a toda velocidad, salí de la zona sin que nadie se percatase de mi presencia en ella. A los tres escasos minutos de haber abandonado el sitio, vi al príncipe con el resto de sus amigos subir a la terraza, desde donde su amigo intento volar sin alas, con sus pesadas Dagas en las manos.

Regrese a los aposentos de la Princesa Lessay, que me pregunto qué pasaba, sin molestarme en disimular o disfrazar nada se lo conté. Me sorprendió la sonrisita que asomo a sus labios, me dijo algo que yo no desconocía. Ella había llegado allí con una esclava, y fue víctima del principito la vez anterior que se quedo ocupando el lugar del Rey, solo que además de violarla junto con todos sus amigos, también la mataron y de forma desagradable. Por lo que Lessay me contó, la orden estaba segura de que procedió de la primera mujer del Rey, y madre de la rata del príncipe Hussin, la Princesa Hasseney. Esto me preocupó, sabía que Lessay estaba en el punto de mira de Hasseney y estaba casi seguro de que la orden de su muerte procedió de ella, la creía muy capaz de usar esta nueva ocasión de la visita de su hijo, para conseguir su objetivo.

CONTINUARA