Crónicas de Vhaalzord - Libro 14 - 1

Buenas, por si alguien no me conoce, me llamo, o más bien me llaman Vhaalzord, mas familiarmente conocido como Val y soy..., un eunuco. Y sí, también estoy con un cabreo de los de cojones, pero un cabreo como no os podéis hacer una puñetera idea ninguno de vosotros.

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 14

Capitulo - 1

Buenas, por si alguien no me conoce, me llamo, o más bien me llaman Vhaalzord, mas familiarmente conocido como Val y soy..., un eunuco. Y sí, también estoy con un cabreo de los de cojones, pero un cabreo como no os podéis hacer una puñetera idea ninguno de vosotros. Os garantizo que ni os lo imagináis, no sabéis las ganas de matar que tengo, ganas de empezar un exterminio selectivo de todo ser vivo a mi alrededor.

Os estaréis preguntando, qué es lo que ha pasado para verme en esta situación, ¿a que si?. Pues bien, hace un año, me maté practicando magia, y como la vez anterior resucite sin memoria de ningún tipo. Al final paso lo de la vez anterior, que renací sin recordar nada, ahora por fin me desperté con mi memoria, con mi consciencia. Eso sí, cuando lo hice fue con la cabeza chorreando sangre, y como digo, con mi memoria completa del todo, recordando todo lo pasado y presente, pero con unas ansias homicidas que no os podéis hacer una idea.

No pensé siquiera tras recordar el último año, actué, reclame mi Shilkka en el acto, empezando a concentrar poder Arcano suficiente como para convocar entre unas cosas y otras, unos tres centenares de magos y que ellos llamaran una decena de miles de Guerreros de mis adorables Khulgan, todo con la sana intención de que exterminaran todo signo de vida a mi alrededor…, y con la idea fija en mente, de que fuese en muchísimo espacio a mi alrededor además.

Así de cabreadito estaba, y todo esto sólo al minuto de recuperar la consciencia recordando todas las putadas, hijoputadas, perradas, etc, de que había sido objeto antes del feliz regreso de mi consciencia de quien era. Por supuesto, ahora tenía toda la intención de conseguir que todo el mundo lo supiese, como última cosa en su vida, y a ser posible además, de la forma más salvaje y cruel que se me pudiese ocurrir. Lo malo es que directamente ya empecé mal el plan con la invocación de mi Shilkka, en mi mano se materializó el bastón, no la Shilkka ya desplegada, y al segundo se desintegro por completo, convirtiéndose en polvo ante mis atónitos ojos, sin entender nada de nada.

Lo siguiente que tuve que hacer, fue desestimar el asunto de convocar los Khulgan, y por supuesto enseguida pase a analizarme mágicamente con todo detalle para ver qué pasaba, muy mal asunto lo que descubrí. Esta nueva resurrección había entrelazado con más fuerza tanto mi poder mágico natural humano, como el que me concede mi nada querido ocupante de orígenes Arcanos y la escama del Dragón Albino de mi corazón. Por lo poco que conseguí saber, o más bien sacar en claro al analizarme, el causante de todo ello tuvo que ser el dichoso sello. La “ventaja”, es que mejore mi sincronización mágica con los tres tipos de poder residente en mi, equilibrándolas a un nivel que jamás pensé poder alcanzar por mí mismo, no al menos sin muchísimos años de prácticas, no era exactamente el que necesitaba o creía necesitar tener cuando llegase el momento de intentar alcanzar el poder de Nakriss, pero bueno, era una increíble mejora sobre mi anterior control..., aparentemente. Evidentemente, no es que me confiase con ello y las apariencias que veía.

Cuando partí del Reino del Norte, recuperé el libro de magia de la academia del Imperio Khrissa, llevándolo acompañado de R’halrhaz hasta el profundo pozo conocido como la puerta del inframundo, donde lo arroje al magma. Sabía que la lava de ese pozo se renovaba cada quinientos años más o menos, el libro, de aguantar intacto en el pozo dada su propia capacidad mágica para protegerse y las escamas de Dragón que le cubrían, solo volvería a resurgir a la superficie durante un día cada cinco siglos, con un calendario por fortuna para nada exacto, y solo antes de hundirse en el de nuevo casi de inmediato, volviendo a comenzar el ciclo de nuevo. Eso hacía que me sintiese bastante seguro, ya que al ser magia arcana lo que había en el interior del libro, los primeros interesados en que no anduviese circulando y en manos de cualquiera eran los propios Dragones.

Y si, caí entonces en la cuenta que los sacerdotes del dios eran únicamente humanos, pero sin embargo, habían podido manejar, aunque sólo hasta cierto punto, la magia Arcana. El más claro ejemplo de esto, era que podían convocar a los Khulgan, aunque como ya sabéis, sólo de modo muy limitado. Esto era un nuevo dolor de cabeza para mí, pero en esos momentos lo dejé aparcado hasta mejor ocasión, recordando de paso, que algo parecido, podían hacer también los Dragones cediendo cierta capacidad mágica Draconiana, a los humanos que les servían. Ahora mismo además, agradecía profundamente el que también pudiese aprovechar en ese momento para hacerme con unas cuantas escamas de Dragón, con el fin de fabricarme una nueva Shilkka con su especialísima hoja, ya que prefería no tener que recurrir a mi escama de Dragón Blanco, puesto que ello debilitaba mi magia Draconiana, de modo que por el momento, usando poderosas aves para su transporte, deje en el Gran Templo un número considerable de diversas escamas de Dragón que pude escamotear, a fin de encontrar la más adecuada para mis fines.

Más peliagudo resultó mi pregunta sobre Nakriss, no creo que ninguno de los Dragones presentes cuando se la formule al Nahkkar Negro, estuviese preparado para oír algo semejante de mis labios. Cuando R’halrhaz quiso tirarme de la lengua para ver que sabía, únicamente le contesté con tres cosas: Nakriss o Tenebra, como él prefiriera, la luna negra en conjunción con Arcania, Humun y Dracos, para por último nombrarle el pozo de la Puerta del Inframundo. No creo que mi queridísimo Dragón Negro esperase nunca oír de mi boca esos términos, sobretodo empleados de ese modo, porque se lo tragó y empezó a contarme, creo que más o menos todo, aunque nunca se puede estar seguro de eso tratándose de R’halrhaz, y lo que me contó, por cierto,  no me hizo ni pizca de gracia.

El Shaddin-Nur es un usuario exclusivo de la magia de Nakriss, rechazando los otros tres tipos de magia en el proceso. Según lo que R’halrhaz sabía, cuando las cuatro lunas estaban en conjunción total entre ellas, un Shaddin podía reclamar el llamado "Nur"..., o dicho de otro modo, el poder de la oscura Nakriss. La traducción de un "Shaddin" más o menos era: Maestro de la magia o señor de la magia, la de un "Shaddin-Nur" es más mucho más complejo que eso. Se podría decir que es: "El maestro de la Magia Oscura", "El que Vive con la Magia Oscura", “El Maestro de Nakriss, la oscura”, en fin, algo como eso o muy parecido, las traducciones a lenguaje humano no eran nada exactas.

Para que nadie saque conclusiones precipitadas, debo de señalar, que “el Oscuro”, simplemente es como referencia al color de Nakriss, no tiene ninguna otra connotación de ningún tipo. Pero no pude evitar pensar sonriendo para mí en que alguien tenga que explicarle eso a la gente en un momento dado..., a ver como les dices que eres el Maestro de la Magia Oscura, para luego convencerles de que solo es porque la luna de la que procede tu poder, es negra. Sobre todo porque en el mundo humano nadie, o casi nadie, sabe que esa luna existe. Seria de chiste decirles en mi caso concreto que no se preocupen, que no te tienen que temer, supongo que para terminar de calmarles, con decirles que soy Vhaalzord, el nigromante, seguro que se arreglaba todo. Joder con el nombrecito de marras y con las normalidades de los Dragones, estuve a punto de soltar una carcajada al pensar en todo esto de forma irónica.

Según me explico R’halrhaz los anteriores Shaddin-Nur habían entrado en el interior de la puerta del Inframundo, claro que eran Dragones y a ellos la lava no es que les afectase mucho. Realmente por lo que conseguir sacarle a R’halrhaz, él era el único de su especie, que sabía lo que estos habían intentado hacer y como entraron en el pozo, por eso es por lo que ahora me encontraba en la situación que estaba. Los tres Dragones Albinos según me contó entraron del mismo modo. Pese a ser inmunes prácticamente a la lava, cuando las cuatro lunas entraron en conjunción, ellos se introdujeron en la puerta del Inframundo con un poderosísimo escudo de protección activo sobre sus cuerpos. Era un escudo con los tres poderes combinados entre sí en él, un escudo en el que entraron usando su máxima capacidad de uso de magia, pese a su en teoría debilidad con ella.

R’halrhaz también me advirtió de otra cosa antes de que me marchase, el último de los tres Shaddin-Nur, el único con el que él personalmente había logrado hablar, le dijo que nunca hubiese debido de aceptar esa locura, que Nakriss era un ama excesivamente severa y requería de un altísimo pago a cambio de su Don, de su poder mágico. Que él al igual que los dos anteriores, por su locura, tendría que pagar, y que ese pago iba a suponerle su existencia. Por lo que R’halrhaz también me comentó, la fuente interna de poder del Dragón Albino cuando salió, estaba casi exhausta y en ella únicamente había magia de Nakriss intentando rellenar su fuente. Según sus propias palabras, el Shaddin-Nur tardo varios ciclos en completar su transformación, o lo que era lo mismo, varios años en lenguaje humano. También me dijo el día exacto de la conjunción de las lunas, y más concretamente, cuando exactamente debería de introducirme en el pozo de lava, en la llamada puerta del inframundo.

Cuando me fui del Reino del Sur me iba sonriendo para mi, creía firmemente que R’halrhaz me había subestimado, se había asegurado muy mucho de que entendiese que de intentar convertirme en un Shaddin-Nur, sin duda moriría, pero esta vez sin remedio, que perdería mi aparente inmortalidad. Lo que parecía desconocer de mí, es que eso era precisamente lo que más anhelaba en este mundo, el poder morir de una vez por todas, poder descansar para siempre.

Como consecuencia de todo esto que averigüe, fue lo que me ocurrió cuando nuevamente volví a fallecer. Después de que los Dragones me dejaran en el Norte del Continente Sur, en sus montañas, intenté lo que R’halrhaz me contó, que hicieron los Dragones Albinos al entrar al pozo. Fijé en mi fuente interna de poder tres escudos, uno con cada uno de los tipos de magia y aumente mi poder. Fue un desastre completo.

Cierto que no fue llegar y meter la pata, tenía suficiente experiencia como para ir con cuidado. Concentre mis escudos con calma, creando uno por cada magia, luego, lentamente intente fusionarlos, en esa ocasión, al estar bajo mínimos de energía, cuando se desestabilizaron apenas me hicieron daño… En dos semanas estuve repuesto de nuevo de mis heridas y listo para volver a intentarlo de nuevo. Estaba obcecado por completo con ésto, una vez recuperado, volví a las montañas de nuevo, adentrándome en su interior para seguir practicando. Esta vez no intente unir los escudos, esta vez intente unir los enlaces que los conectaban con mi fuente interna de poder entre sí, intente concentrar los tres en uno sólo. Fue espectacular, al segundo de hacerlo, la totalidad de mi fuente interna de poder, se había desestabilizado, destrozando mi cuerpo tan solo tres segundos después, junto con una veintena de kilómetros a mí alrededor. Literalmente me desintegró.

Ahora mismo sabía que en esta ocasión, únicamente había tardado en regresar unos pocos días, en lugar de los habituales años, y si, ahora recordaba también en esta ocasión el atroz dolor que sentí, algo como nunca antes, la velocidad de recuperación había intensificado el dolor hasta extremos, según me pareció. Desperté sin memoria, sin saber quién era y en esta ocasión, además en un principio, sin recordar siquiera como se hablaba, aunque si entendía… Ciertamente parecía un estúpido sin cerebro, un bueno para nada en el mundo, encorvado, con un aspecto patético, como de un jorobado, de un bufón de alguna corte, un payaso bueno para nada que no fuese burlarse de él. Terminé en una caravana de esclavos que me capturó, mi valor era nulo en cualquier sitio excepto en uno, en los reinos del desierto del Continente Sur, donde estábamos. Allí, dadas mis características especiales, mi precio como “eunuco mágico” podría ser decididamente alto, tremendamente alto.

Hay varios tipos de eunucos en esos reinos. Para que lo entendáis intentare explicároslo: Primero está el clásico, al que literalmente le capan. En segundo lugar, también está el más apreciado de todos entre los “normales”, aquel al que también le cortan el pene, dejándole únicamente una pielecilla en forma cilíndrica de menos de un centímetro por la que poder orinar. De entre estos dos tipos, los más apreciados entre iguales por sus señores y señoras, son los que además no poseen lengua que luego pueda contar intimidades o lo que vieren. Luego, para terminar, existe otro tipo de eunuco, el llamado mágico, alguien con unos requisitos tan determinados que los convierten en los más apreciados de todos.

Estos eunucos son personas con el cerebro perturbado, alguien con mente de “idiota”, pero sobre todo alguien al que se puede manejar a voluntad. A estos mágicamente les imponen un sello en cierta parte de su anatomía, impidiéndole tanto que tengan erecciones, como que sus testículos puedan crear semen. Este último tipo es el que más valor tiene, ya que el “tonto” tiene que cumplir también otros ciertos requisitos menores aparte del prioritario de su estupidez, por lo que su precio es realmente prohibitivo, y dentro de éstos “tontos” útiles, también hay diferentes valores.

En mi caso resulte ser de los más valiosos, un tonto que entendía lo que le decían, que cumplía las órdenes sin fallar, pero a su vez, sin tener la inteligencia necesaria tampoco como para comprender lo que me pedían. En mi grado de “estupidez”, cuando me compraron, las mujeres incluso me eran indiferentes del todo sexualmente hablando, no era como otros “tontos”, que nada más ver a una con poca ropa o desnuda, se empalmaban en el acto. En mi caso no sucedió nunca, por muchas pruebas a las que me sometieron, lo que multiplico mi, ya de por sí, altísimo valor. Luego al aparentemente también, ser mudo, y no poder hablar, nuevamente volvió a disparar mi precio.

Pero no os creáis que todo esto lo aceptaron solo porque el vendedor se lo dijese, que no. Para comprobar esto, los muy estúpidos, no tuvieron otra ocurrencia, me torturaron delante de todo el mundo y no fui capaz de decir nada, solo pude chillar como si fuese una rata. Sistemáticamente me fueron torturando para comprobar todas y cada unas de las cosas que os he contado. Creo que ahora entenderéis mejor, porque cuando recupere mi consciencia de quien era, hizo que estos recuerdos que me alcanzaron de repente, provocasen que en lo único que pensase al recuperarme, fuese en matar a quien se pusiese por delante mío, es decir, a todo el mundo en esa maldita ciudad.

Me compró el responsable del Harem real del más poderoso reino del desierto, el reino de Nixhem, y enseguida me mandaron a mi destino, a la capital, Nixhem, de la cual tomaba nombre el reino. La ciudad estaba en medio del desierto, situada alrededor de una meseta que se alzaba en el centro del territorio de Nixhem. Toda la meseta la ocupaba el palacio, al que se accedía por cuatro puertas, una por cada ladera. Una muralla de quince metros de altura y unos diez de grosor, de pura piedra granítica, circunvalaba los límites de la meseta, desde allí arriba, desde sus muros almenados, se podían ver perfectamente las otras dos murallas que defendían la capital, convirtiendo en blancos fáciles a sus defensores por arqueros expertos. A los pies de la meseta una segunda muralla de veinte metros de altura con quince metros de grosor, defendía los accesos atraves de sus cuatro caminos. Externo a ella estaba la ciudad, la población de la capital, a esta la rodeaba la muralla exterior, con otros veinte metros de altura y diez de grosor de pura piedra.

Bajó la meseta existían enormes aljibes de agua, gigantescos depósitos más que capaces de mantener la población suministrada de agua fresca durante un par de años con holgura. Estos aljibes recibían su agua de profundos pozos excavados en la llanura mediante bombas, situadas tras la segunda muralla eran manejadas por esclavos que se encargaban de moverlas las veinticuatro horas, con el fin de  mantener estos, siempre llenos hasta su tope. Se pensaba que un rio cruzaba bajo la ciudad, que era de donde se sacaba el agua, lo que de ser cierto, convertía su reserva de la misma en casi ilimitada y casi imposible de cortar por cualquier sitiador, que además estaría situado en medio del desierto para mayor problemática. El reino de Nixhem vivía de sus gigantescas y profundas minas de Oro situadas al Norte, muy cerca de la capital de hecho, en una zona de largos e intrincados cañones y por los cuales se accedía a ellas, en una zona conocida como Nixhekrim.

Estos cañones de acceso estaban excepcionalmente protegidos. La entrada a ellos se encontraba tan solo a diez kilómetros de la capital, y se rumoreaba que desde la muralla interior, concretamente desde algún lugar en la propia meseta, partía una profunda galería que conducía a las fortificaciones de Nixhekrim, con lo que de ser cierto, entonces eran prácticamente invulnerables también, ya que por esa galería podrían ser suministradas indefinidamente por la propia capital o viceversa. Por cierto, que el comercio estaba duramente regulado, lo que significaba que el que circulase el oro a raudales no quería decir que fuesen engañados, o tuviese una inflación galopante. Los comerciantes lo tenían muy en cuenta a la hora de comerciar en Nixhem, ya que pasarse al “robar” con los precios, podía significar su expulsión bajo pena de muerte, en caso de ser sorprendidos alguna vez en sus fronteras… Creedme que nadie quería perder semejante negocio, con lo que los precios se mantenían bajo estricto control gracias a los propios comerciantes, vendiendo sus mercancías, por un precio “justo”, apenas a un módico 80% por encima de su valor real, pero nunca más de eso.

El ejército del reino de Nixhem, posiblemente era el mejor pagado del mundo, también el más grande en relación con su importancia real. El palacio estaba protegido por unos 4.000 soldados que formaban la guardia del Rey, y la capital por un ejército de unos 55.000 soldados, más un total de 5.000 mas haciendo funciones de seguridad ciudadana en la capital, en forma de patrullas constantes, investigación de crímenes, etc… En la Capital nunca quedaban menos de 35.000 soldados, ocurriese en el reino lo que ocurriese, soldados de la seguridad aparte.

La fortificación de Nixhekrim por su parte contaba con una guarnición de otros 10.000 soldados, refugiados en una poderosa fortaleza casi inexpugnable situada en el acceso a los desfiladeros. La población del reino apenas llegaría a superar los 500.000 habitantes, la mitad de los cuales viven por cierto en la capital. El material que arma a estos soldados es de lo mejor que se puede crear en el mundo y pagar con dinero. Todos los soldados al terminar su contrato de 25 años como tal, reciben la consideración de ciudadanos, entregándoseles una generosa suma de dinero para que puedan instalarse donde decidan dentro del reino, con la profesión que prefieran, esto provoca que sean prácticamente insobornables, especialmente si tienen familia, y evidentemente menos sobornables son contra más cerca del cumplimiento de su contrato están. Esto a su vez, hace que más de la mitad de la población del reino tenga, aunque solo sea, una mínima instrucción militar, llegado el caso de una invasión de Nixhem, sus enemigos también tendrían que contar con todos estos ex soldados.

Yo era Val, por lo visto eso era lo único que sabía pronunciar, y era el eunuco mas despreciado de todo el Harem, precisamente por lo que me hacia tan valioso para el Rey, por mi estupidez. Todo el mundo tenía que tener mucho cuidado con lo que pedían estando yo cerca, porque corrían el riesgo de que lo tomase como una orden y lo hiciese, como por ejemplo golpear a alguien. Alguna vez había pasado para deleite del Rey, del cual por cierto, estaba bajo absoluta protección, mi muerte podría suponer enormes problemas para quien tuviese esa desgracia, ya que mis meteduras de pata le divertían sobremanera. Esta ultima vez me habían hecho llevar una jarra con agua a una de las primeras concubinas del rey, y al entrar había recibido un demoledor golpe en la cabeza al ver algo que supuestamente no debería de haber visto.

Es golpe podría haberme matado, pero por el contrario, lo que hizo fue despertarme por completo. En el harem nadie se cuidaba para nada de hablar estando yo cerca, únicamente de pedir cosas, evitando que cualquier orden pudiese interpretar que debía de cumplirla, ya que en mi estupidez, lo hacía sin medir consecuencias para nadie. El hablar no les suponía problemas, puesto que teóricamente luego no podía decir nada al ser teóricamente mudo. También influía que por mi “estupidez”, aparentemente no me enteraba de nada a mi alrededor, sin embargo mi cerebro a nivel subconsciente iba guardando la información que consideraba útil, y no, tampoco se la razón de eso, pero para desgracia de más de uno y de dos, mi mente lo hizo así.

El harem por lo que ahora sabía, al despertar por completo y ser plenamente consciente de todo, era muy divertido: intrigas, odios, envidias, asesinatos, sus propias camarillas de influencia, en las que por cierto participaban y se involucraban todos los criados, eunucos o no. De todo esto solo yo, y otros dos “tontos” más que había, estábamos al margen, pero sobre todo yo, ya que según mis recuerdos, había sido muchísimo más “tonto” que los otros dos juntos en todos los aspectos. Esta ocasión por ejemplo, alguien me había mandado con la jarra a una concubina que no me “esperaba”, y que seguramente no le sería nada divertido que yo entrase sorprendiéndola con un hombre, que no era el rey precisamente, follando, para que nos entendamos. En ese caso, lo más normal, dado mis antecedentes, es que hubiese intentado defender a la concubina de su “agresor” chillando como una rata, lo que de ser sorprendidos por la guardia al acudir a mis gritos, supondría la muerte instantánea para él y una extremadamente desagradable para ella, sin contar, con las averiguaciones de cómo había podido pasar algo semejante, lo que se traducía en tortura para ambos antes de ser ejecutados.

El problema de mi anterior forma de ser, es que no me paraba a pensar y solo actuaba por lo que me mandaban. Pero digamos que mi conocimiento de los entresijos del harem eran muchos, para entendernos, el problema que ahora tenía con ellos, es que estaban todos en un completo caos. Necesitaba urgentemente tiempo para poder pensar con calma y reorganizarme todo lo que sabía, conocía, intuía o pensaba que podía ser… Pero mi principal problema en esos momentos, era saber el motivo por el que el bastón se había desintegrado, y porque la Shilkka no estaba ya disponible, a eso dedique mis primeras horas nocturnas de paz en el jergón donde dormía en una terraza, justo en lo más alto del principal edificio del Harem. Realmente se podría decir que vivía allí, en una plataforma circular desde la que se veía todo el conglomerado del palacio, un sitio donde casi no iba nadie por el extremo calor que hacía por el día, y el frio, junto con el viento que había por la noche en ese lugar.

La conclusión obvia a lo del bastón, fue que de algún modo la escama lo había abandonado, desligando la magia de la Shilkka como tal, por eso el bastón no pudo sostenerse por sí mismo. Lo siguiente fue volver a intentar crear mis escudos y combinarlos, con malicia pensé que total, lo único que podría suceder es que arrasase esa ciudad y sinceramente, en esos instantes me importaba tres mierdas el que todos sus habitantes pudiesen morir si mi poder volvía a descontrolarse. Concentre de nuevo mis escudos e intente lo mismo de la otra vez, sin embargo, en esta ocasión logre aunar los enlaces de los distintos escudos con mi fuente interior en uno, además y para mi sorpresa, lo realice con aparente facilidad.

Después de eso, el sincronizarlos y aunarlos también fue fácil. Intensifique todo lo que pude mi escudo, tirando de las tres magias a la vez, sentí como la Magia Arcana y la Magia Draconiana se oponían entre sí, también sentí como la Magia Humana hacia de amortiguador entre ellas, controlándolas y equilibrándolas, lo que reforzaba el poder defensivo de mi escudo en casi el doble a lo que sería natural en él. La conclusión fue obvia, con mi muerte y posterior renacer, el sello, indudablemente, debía de haber reforzado su poder sobre las tres magias de mi interior. Desgraciadamente para mí con lo de la conjunción de las lunas a solo cuatro años, no podía arriesgarme a más muertes estúpidas, ya que luego no tenía forma de recuperar mi mente sino por accidente, algo excesivamente arriesgado a mi forma de ver.

Debía evitar andar muriendo como fuese, más aún cuando R’halrhaz dejo caer que esa conjunción no es que fuese muy habitual, según mis cálculos con mi relativamente pobre conocimiento sobre astronomía, y por lo que aprendí de las lunas entre los Dragones, esta se producía cada más o menos cien años, pero al pozo de entrada al Inframundo esa conjunción por su posición en el cielo, solo le debía de afectar cada quinientos, año arriba o abajo. Obviamente en esos otros cien años que volvían a estar en conjunción, en algún sitio debía de afectar, pero en fin, lo mismo en el templo pudiese encontrar una respuesta, aunque una sospecha me asaltó de inmediato con respecto a él, pero ahora mismo tenía a cuatro años la siguiente conjunción, además esta era en un sitio preciso que conocía y al que tenía acceso libre.

Automáticamente pensé en la estupidez que acababa de realizar por segunda vez con la prueba de mis escudos, podría haber muerto de nuevo por imbécil, a la población de la ciudad sinceramente que le jodan, pero ostias, el volver a morir con la conjunción tan cerca…, bufffffffff. Decidí calmarme y asegurarme de estar en plena forma, tanto mental, como físicamente, antes de hacer nada. También decidí que de momento, al día siguiente, seguiría tan “idiota” como todo el último año… Aunque no dudaba que me iba a costar lo indecible no empezar a matar gente nada más que me llamasen la primera vez, me prepare para armarme de paciencia y anchos hombros para poder soportarlo.

El primer día lo aguanté, aunque los de siempre me hicieron la vida imposible, algo que antes no me preocupaba, porque no era capaz de coordinar dos cosas seguidas, pero ahora desde luego sí. Los principales dominadores del Harem, aparte de las tres esposas oficiales del Rey, eran la principal concubina con la que en esos momentos estaba encoñado el Rey. Su facción controlada por el mago del Harem era la más fuerte y a la que nadie se atrevería a oponerse allí adentro, o al menos, eso se pensaban ellos, justo hasta el instante en que entré con la jarra enviado por alguien, poniéndolos en peligro al sorprenderlos follando. El llamado mago, en realidad era un eunuco con unas pocas nociones de magia. Su facción, apoyada por la primera concubina, era la que se imponía a las otras que allí dentro existían. Esa misma noche, cuando llegué al sitio donde yo dormía, y tras haberles aguantado putada tras putada, decidí que esos dos morirán muy pronto.

Me habían pedido comida, y fue como siempre, estuvieron mandándome de uno a otro con la bandeja a base de darme patadas en la espalda. Cuando los dos quedaron saciados de alimentos, provocaron que tirase la bandeja al suelo al darme ella una patada, y cuando trastabille, él hacerme la zancadilla. En el suelo me cosieron a patadas, incluso él puso uno de sus pies sobre mi cabeza, anunciándome que en cuanto el Rey quitase su protectora manos sobre mi cabeza se encargaría personalmente de matarme, luego me hizo limpiar el suelo con la lengua, lo que me costó hacer no sabéis cuanto, sin matarles en el acto. Cuando como de costumbre, retire la bandeja depositándola de nuevo en las cocinas, esta vez, me quedé para mí con dos pinchos de acero recubierto de oro de unos 35cm de largo, finos como agujas, que servían para ensartar tacos de carne y comerlos directamente desde ellos. Durante la noche estuve trabajando con los pinchos, usando mi magia con mucho cuidado para no ser detectado por nadie. Empezaba a reponer mi arsenal de armas, adaptándome para ello a lo que tenía a mi alcance y a lo que fuese sospechoso si me veían con ello.

Al día siguiente volvieron a las mismas, tuve que llevarles la comida y fue más de lo mismo, golpes, collejas, patadas, evidentemente de forma que no se me notasen, ya que de verme el rey algún golpe y siendo su juguete favorito… Digamos que sus cabezas, por muy enchochado que estuviese con ella y valioso que fuese él, la cólera del rey era explosiva, y podía no darles tiempo a calmarle antes de que ordenase su asesinato. Cuando ambos terminaron sendos pinchos, de carne él, y de carne con verduras entremezcladas ella, hice el tonto un poco y solté en el suelo la bandeja, con cuidado de que cállese haciendo mucho ruido, pero que las cosas no sufriesen daños, para así poder aprovechar la distracción para ejecutar un pequeño conjuro de insonorización sobre la habitación. Los dos se vinieron a por mí de inmediato con caras malévolas…

- Concubina : Estúpido idiota…, me has dado la escusa perfecta para poder castigarte -vi como cogía una fusta con maligna sonrisa.

- Mago : No sabes bien lo que has hecho, me voy a divertir contigo, lástima que no pueda matarte…

Cuando llegaron los dos a mi lado, mi expresión cambio, mis hombros se irguieron, me alce en toda mi estatura, mis ojos adquirieron inteligencia repentinamente y para asustarlos del todo, concentre mi poder Draconiano, cambiando mis ojos a los sesgados de un Dragón… Cuando se dieron cuenta ambos chillaron asustados al verlos…

- Val : Por mucho que gritéis nadie os salvara de mi…, ya estáis muertos los dos…

En mis manos aparecieron los dos pinchos que prepare con mimo por la noche, había creado para ellos una especie de argolla al final, introduje en ella mis dedos corazón y lance mis puños cerrados contra sus rostros. Las finas agujas penetraron entre sus parpados y los globos oculares, justo al lado de los lagrimales de sus ojos. Ambas puntas entraron profundamente en sus cerebros matándolos casi en el acto. Cuando rápidamente retire las dos agujas, apenas salieron un par de gotas de sangre en ambos casos. Después de limpiarlas y guardármelas en su sitio adecuado, coloque los cuerpos tal y como había planeado. Me fije detenidamente en las características de ambos personajes, también revise con cuidado los detalles de la habitación, ya que sabía que me haría falta para después.

Tras aparecer los dos muertos, hubo muchísimos movimientos en el Harem, todas las facciones reorientándose para intentar ocupar el hueco que acababa de quedar libre, intuía que se acercaba una ola de muertes “accidentales”, entre los habitantes del mismo. Yo al ser quien les llevo la comida, fui interrogado ante el rey, dada mi escasa “inteligencia” y mi incapacidad para hablar, un mago me preguntó mientras leía mis pensamientos más superficiales…, algo fácil de controlar para mí. En mis pensamientos veía con mis ojos como interrumpían su conversación al entrar en los aposentos, como me hicieron dejar la bandeja en una mesita, entregarles un pincho elegidos por ellos, golpeándome entre risas cuando se los di y luego más golpes cuando me retiraba de su lado, para después, riéndose e insultándome, hacer que me fuese.

La orden que recibí de ella entre las risas de las dos al retirarme, fue de ir a ver a otra de las concubinas, y hacer un trabajito de jardinería con sus flores preferidas. Que fue justo lo que hice tras matarlos, para conseguir mi coartada, y como la tipa me caía fatal, le pode todas sus magnificas flores, que eran su orgullo. Cuando me pilló haciéndolo, montó tal escándalo que tuvo que ser detenida por sus propios eunucos y servidores para qué no me matase, recordándola que si lo hacía, el rey automáticamente que se enterase, ordenaría su muerte por privarle de su juguete favorito, uséase, yo. Con todo esto, cuando el mago lo contaba, el Rey pese a la seriedad del caso, no podía parar de reírse a lágrima viva, creo que era superior a sus fuerzas el no poder evitarlo, algo con lo que yo ya contaba, quedando exculpado directamente por orden del mismo rey.

Los eunucos, aunque no pudieran dejar embarazadas a las mujeres, u obtener una erección completa, en bastantes casos si podían lograr que la polla se les pusiese morcillona, polla que debidamente manejada y usando ciertos remedios conocidos por más de una mujer, estas podían satisfacerse sexualmente con ellos. Como supondréis, muchos de los favoritos de las “reinas” y de las concubinas, cumplían con este pequeño detalle, además también alguno que otro tenía una herramienta más que considerable. Estos por su parte también solían satisfacerse con las esclavas y siervas de las señoras, con ello obtenían información, cimentando su propio poder con ella. En el Harem podéis creerme si os digo, que la información, era poder.

A los tres días de aquello, tenía mis ojos puestos en uno de los eunucos favoritos de la primera mujer del Rey, una puta amargada que por su posición era prácticamente intocable, al igual que las otras dos esposas oficiales. Estuve siguiéndole sin que nadie se diese cuenta durante más de cuatro horas, en ese tiempo, tuve que ver como se follaba primero a su señora, como la tenía bajo él con su polla dentro de su chorreante coño, aunque la tenia completamente morcillona, conseguía que se mantuviese bastante rígida al tener cierto útil muy flexible sujeto a ella. Esta entraba y salía del coño de su ama con inusitados bríos. Lo cierto es que pese a todo debía de tener sus buenos 22cm o por ahí, enloqueciendo a su señora con ellos.

La muy zorra, gemía y mordía un almohadón, para evitar montar escándalo mientras su esclavo la follaba como un energúmeno. Después de que por fin se corriese, vi como se daba la vuelta, y con una seca orden, hizo que le lamiese el coño para limpiárselo de flujos, así como el perineo y el culo. El eunuco estuvo casi veinte minutos siguiendo las órdenes de su señora, que estaba tumbada con el almohadón sobre la cara gimiendo como una desesperada por el trabajito de la lengua de su esclavo. Creo que se correría como tres o cuatro veces con su lengua, la muy puta.

Después de terminar con ella, el eunuco se engancho con la esclava de una de las concubinas del rey, por cierto una especialmente atractiva, una morenaza de cuerpo espectacular, con más que voluptuosas curvas, con unos labios muy carnosos y unos impresionantes ojazos verdes. Según me pareció entender, ambos estaban tramando algún plan para, casualmente, matarme  mi, y cargarle el mochuelo a la tercera esposa del Rey, una esposa política a la que se folló en la noche de bodas hacía varios meses, y no había vuelto ni a mirar, pese a que ciertamente era toda una belleza, quien al recordarla en ese momento, por cierto, me hizo reconsiderar muchas cosas al darme cuenta de sopetón de ciertos detalles en los que aún no había pensado.

Según parecía, la tercera esposa debía de molestar, ya que no se alineaba en ninguna dirección y estaba un tanto aislada del resto de población del Harem, además a primera vista al rey parecía que le daba igual lo que fuese de ella. Normalmente no hubiese intervenido en esto, pero por un lado en el plan estaba mi propia muerte, lo que ya de por si me dejaba con pocas opciones, y por otro lado, estaba lo de la tercera esposa. Tras recordar ciertas cosas, y atar algunos cabos, ahora no tenía tan claro si me convenía su desaparición o no, ya que tenía ciertas sospechas sobre ella, y lo que era aún peor, una de mis incomodas corazonadas, de modo que decidí que de momento prefería que siguiese viva.

Si bien, el eunuco estaba condenado a muerte por mí, como habréis podido suponer de antemano, la esclava lo cierto es que hasta ese momento no. Pero después de tanta amabilidad hacia mí por parte de ambos, me relamí pensando en ella, no lo iba a pasar nada bien la morenaza, pero que nada bien…, en cambio tras casi un año sin follar, creedme que yo sí que tenía ya más o menos planeado pasármelo pipa a su costa. Pensaba disfrutar todo lo que pudiese…, una lastima para ella.

CONTINUARA.