Crónicas de Vhaalzord - Libro 13 - 2

Val tiene al Dragón que esta tras de el cada vez más cerca… el viaje se le va complicando por momentos debido a su perseguidor

CRONICAS DE VHAALZORD

Libro - 13

Capitulo - 2

Decidí ir al ver al sujeto que ambos críos me habían indicado que había ordenado mi vigilancia. No tarde mucho en encontrarlo rodeado de secuaces en un local de mala muerte del puerto, justo en el peor barrio de este, en el mas peligroso para andar. Entre directo para presentarme ante él, ante todos le inquirí sobre su interés por mí humilde persona, dejándolo descolocado por completo, ya que no podía esperarse de ningún modo que alguien pudiese cometer semejante estupidez, meterse solito en la boca del lobo sabiendo que estaban buscándole.

A una seña suya vi como varios hombres se levantaban colocándose como distraídamente a una distancia prudencial de mí, pero rodeándome. También vi como varios marineros se levantaban y largaban del local a toda prisa. Cuando la gente terminó de posicionarse y los que salieron corriendo se fueron todos, entendí que todo el que se quedaba allí es que de un modo u otro estaba relacionado con el sujeto al que había ido a ver… o lo que es lo mismo, un ratito de diversión para mí.

El tipo en ningún momento se levanto o se molesto en contestarme... hizo una indicación a varios sujetos que sacaron armas de lo más variopintas. Me informo amablemente que necesitaba algo que estaba en mi poder, concretamente un cofre, describiendo perfectamente el mío con todo detalle. Me di cuenta que venían ciertamente a por mí, que si lo que les habían pedido era el cofre entonces algún Dragón debía de estar detrás de ellos, como mis escudos de defensa mágicos estaban en su sitio desplegados y anclados a mi fuente de poder pensé en usar el nuevo descubrimiento que había hecho. Adrede busque conseguir eso que yo denomino como "los ojos de Dragón".

Pensé que con ellos si bien no sabría que estaba mirando, si sabría donde existía magia, puede que no el tipo o que hacia esta, pero menos era nada, no me podrían sorprender con ningún conjuro. Los ojos tuvieron un efecto secundario añadido que no me esperaba pero que me encanto... sembraron el terror entre mis atacantes, el ver esos ojos en un rostro humano como que no les sentó excesivamente bien que digamos, vi que no existía aparentemente presencia mágica por ningún sitio en las cercanías.

Entonces cometí un nuevo error con mis actuales capacidades, inconscientemente reclame mi arma preferida, ya que no pensaba dejar que nadie de allí escapase con vida, reclame mi Shilkka. En el mismo momento en que esta se materializo en mis manos perdí el control sobre la magia Draconiana presente en mí, esta se redujo hasta un nivel prácticamente ridículo. Fue en ese momento cuando definitivamente comprendí que mi poder Draconiano dependía por completo de la presencia en mi interior de la escama de Dragón Albino que era la cuchilla de la Shilkka. Pese a todo la use contra mis enemigos con toda mi habilidad.

Cuando termine de moverme únicamente el imbécil que mandaba allí seguía vivo. Le había abierto la tripa en canal, algo doloroso y sin duda mortal, pero era… digamos de una mortalidad dilatada y muy dolorosa, eso me dejaba tiempo más que de sobra para todo. Pude matar a todos sus hombres para después leerle la mente, y aun así tuve tiempo para tomarme un vasito de vino antes de que lo que quedaba de él muriese ante mí entre espasmos de dolor. El tipo que le había ofrecido la recompensa era un hombre enorme que llevaba una gran armadura completa de color verdoso, no le vio la cara, ya que atraves de las rendijas de su máscara solo parecía que tuviese dos brillantes ojos oscuros y su boca. No se veía ni un pedazo de piel fuera de su armadura, incluso sus manos estaban cubiertas por cuero y guanteletes metálicos… todo ello en ese color verdoso de su armadura.

Estaba claro, un Dragón Verde estaba detrás de todo. Por los datos que me ofreció la mente del idiota sobre lo rustico de su armadura y el color que podía imprimirla, sin duda era un Dragón, pero no uno necesariamente muy poderoso, evidentemente no un Nahkkar, salvo que lo de esa armadura lo hiciese apropósito. Entendámonos para que nadie me malinterprete, sea o no sea muy poderoso, sea o no blandito, un Dragón es un Dragón, sean sus escamas del color que sean, y jamás de los jamases me tomaría a ninguno de ellos a la ligera, por muy débil que llegado el momento pudiese llegar a parecerme. Algo como eso solo lo haría un estúpido, claro que semejante error únicamente te da tiempo a cometerlo una vez... nunca se llega a disponer de una segunda ocasión para ello.

Podría intentar buscarlo e intentar enfrentarlo, pero no sería nada astuto por mi parte hacer eso, de hecho puede que incluso el hacer lo que acababa de hacer ahora que sabía seguro que un Dragón, no hubiese sido muy inteligente del todo. Acababa de confirmarle mi posición en el peor sitio posible para hacerlo, en una isla, para salir de aquí solo existía un modo, por barco. El Reino de Qhorit como he dicho siempre estaba metido en todos los fregados, antes o después, en esos momentos tenia media docena de disputas comerciales en marcha con algunos otros reinos. Si bien las distancias entre Qhorit y ellos eran de algunos miles de kilómetros, con mucho mar entre ellos, los corsarios de unos y otros estaban a la orden del día. Barcos de guerra enemigos dependiendo la dirección no encontraría, pero corsarios... y estos no despreciaban tampoco si alguien les daba una pequeña recompensa que añadir a la captura de una presa natural.

Podía seguir esperando a que terminasen las reparaciones del barco, o intentar embarcarme en otro distinto en un rumbo que me alejase lo más rápido posible de aquella zona de conflicto... pero primero había que abandonar el reino de Qhorit. Tome nuevo pasaje en un veloz barco que se dedicaba a transportar especias, una mercancía por demás excesivamente valiosa para mi gusto, pero era el único barco que me venía bien. Me salió francamente caro, pero me pareció que merecía la pena abandonar a toda velocidad esa ciudad. Antes de partir tuve un nuevo encontronazo mientras me dirigía con el cofre en dirección al barco. Por las pintas un grupo de diez mercenarios se abalanzaron sobre mi sin advertencia ninguna, por otro lado comprensible, el cofre estaba a la vista, era su objetivo sin duda y yo simplemente molestaba.

Todo fue rapidísimo. Conjuro Arcano, dos poderosos haces de fuego calcinaron en el acto a dos de los atacantes, prendiendo de paso en los edificios que se encontraban tras ellos, iniciando un incendio en esa parte de la ciudad accidentalmente con ello. Dos más cayeron cuando me moví a toda velocidad sacando mis espadas. Esquive su ataque y a ambos les raje la tripa de lado a lado, dejándoles tendidos intentando cerrar el corte con sus manos. Me gire a tiempo de ensartar con las espadas a los dos que me pretendían atacar por la espalda, cuando retire mis espadas me fui a por los cuatro restantes. Cuando pase junto a los dos que estaba intentando sujetarse las tripas les corte el cuello con el filo de las espadas.

Dos intentaron escapar al ver eso, en sus nucas, entre el casco y la cota se clavaron sendas dagas Khlomn que los eliminaron. Los dos últimos me aguantaron diez segundos de combate, patee a uno en una rodilla y mientras se escoraba debido a la pérdida de agarre con ella le ampute la pierna contraria a medio muslo. Clavándole la otra espada directamente en la boca cuando bajo la guardia al sentir el dolor e intento soltar un alarido, el meterle la espada por la boca fue lo único que se me ocurrió para evitarlo. El último tiro su espada rindiéndose... su cabeza llego al suelo un segundo antes de que su cuerpo se desplomase sin ella... había decidido no dejar detrás a nadie que pudiese dar datos al Dragón sobre mí, por lo menos entre sus contratados. Tras eso embarque con rumbo a una isla que estaba a más de mil quinientos kilómetros de distancia, esperaba poder volver a perderme navegando otra vez por pequeñas islas en barcos sin valor ninguno para reducir el peligro de ser reconocido o de que me hubiesen puesto precio.

Dos días después de partir de puerto se nos echaron encima cuatro barcos corsarios a la vez, estaba más que claro que los cuatro venían a por nosotros. El capitán largo todas las velas en un intento de escapar de allí. El ambiente era de funeral, por lo visto uno de los corsarios tenía fama de sanguinario... tranquilamente le pedí al capitán que me indicase quien era, cosa que hizo. Nuevamente use los ojos de Dragón encontrando complejas urdimbres en uno de los cuatro, concretamente en el más alejado.

No me quedo más remedio que dejar los ojos de Dragón de lado. Las catapultas que dispararon contra nosotros no fueron efectivas, pero la enorme flecha de la ballesta que disparo desde el barco del sanguinario se llevo a dos tripulantes con ella, saliendo por la borda contraria. Sin inmutarme conjure una gigantesca bola de fuego que incinero el barco con toda su tripulación en el. Después dos bolas más de fuego hicieron lo mismo con los otros dos barcos. Al final tan solo el último barco, aquel en el que había detectado la presencia de urdimbres mágicas, permanecía intacto.

Probé con una nueva bola de fuego contra él, pero una poderosa barrera la repelió, pero esa barrera me dio la información que yo quería, era una barrera creada con magia Draconiana. El Dragón estaba a bordo de ese barco, y desde luego no era alguien débil precisamente. Prepare los más poderosos conjuros de defensa que se me ocurrieron para proteger todo el barco y su contenido, después lo ancle a mi fuente interna de poder, esperando el ataque del Dragón. Cedí lentamente el control de mi magia a la Draconiana, recuperando con cuidado los Ojos de Dragón. Procure estar pegado en la borda para que nadie fuese capaz de mirarme a la cara y ver mis ojos, sin duda hubiese provocado el pánico entre los tripulantes.

Vi que las poderosas urdimbres seguían presentes pero sin que hubiesen sufrido modificación ninguna. Por otro lado me di cuenta de que el barco sutilmente estaba modificando su dirección, avanzando en un rumbo que solo difería de unos pocos grados de nosotros. La intención era clara, mantenerse controlándonos pero sin ponerse a tiro de mi magia. Supuse que el Dragón de a bordo también habría comprobado mis urdimbres y también más que probablemente el si sabría con más o menos exactitud lo que yo había hecho debido a su indudables experiencia con esa facultad Draconiana desconocida para mi hasta la fecha. Con razón resultaba casi imposible matar a un Dragón con magia, con esa facultad y su experiencia a lo largo de los años podía leer tranquilamente cualquier ataque mágico que se preparase contra él.

Cuando el barco enemigo estuvo fuera de alcance rebaje la intensidad de las protecciones del mismo. Estuve estudiando todo el tiempo que me fue posible las urdimbres del barco enemigo, intentado encontrar alguna referencia que me permitiese en el futuro distinguir al menos el tipo de magia usado en ellas... pero en esos momentos no fui capaz de encontrar nada diferencial entre esas y las mías de magia Arcana. Otra cosa en la que me puse a pensar fue en la actitud del Dragón, se limitaba a mantenerse en contacto sin hacer nada, tampoco me atacaba directamente, me resultaba desconcertante de verdad. Llegamos sin más novedades a nuestro puerto de destino, aunque desgraciadamente yo había llamado la atención, y mucho con mi magia.

Aunque logre de la tripulación que me guardase el secreto, sabía que este solo se mantendría durante los dos días en que los marineros no podrían por trabajo en el barco bajar a divertirse a tierra, ese era el tiempo que tenia para tomar nuevo pasaje hacia donde fuese y volver a desaparecer de nuevo en el anonimato. Encontré pasaje en un barco que... bueno, tenía su aquel, un barco de "fertilizante". Según parece en esa isla existían ciertos animales alados cuyo guano era uno de los mejores feriantes del mundo para las cosechas, y era muy apreciado en las Islas de los Archipiélagos. Y si, sería un producto muy apreciado, pero joder, es que olía a rayos.

Tras mi sufrida navegación en tan oloroso transporte al llegar al puerto lo primero fue coger habitación en el sitio más lujoso que encontré y meterme en una barrica para bañarme. Podéis creerme que por un momento pensé que no se me quitaría jamás ese olorcillo a guano que llevaba cuando abandone la nave. Afortunadamente no fue así, tras dos barricas y unos serios frotados con firmeza, logre sacarme tan peculiar aroma del cuerpo. El siguiente problema fue que en esa isla no había normalmente barcos que comerciasen de forma habitual... y sinceramente más viajecitos en mi anterior transporte como que no, así que cogí el primer pasaje que pude en donde pude y hacia donde buenamente pude.

Una flotilla de tres barcos de un rico comerciante que había fondeado para hacer aguada* en la isla me acepto como pasajero, además se dirigía directo hacia una de las principales islas del Norte de los Archipiélagos. El problema es que el rico comerciante en cuestión era un poco imbécil para mi gusto y muy caprichoso por decirlo suavemente, no tuvo otra ocurrencia que enamorarse de mi cofre, de modo que creo que decidió esperar a conseguir su capricho hasta el momento en que estuviese a su merced. Estábamos en el segundo día de navegación cuando con una enorme y simpatiquísima sonrisa me lo intento comprar, al no aceptar puso cara de mala leche, se volvió a sus guardaespaldas y les dio directamente la orden de que me arrojasen por la borda del barco.

Es un método como otro cualquiera de obtener lo que quieres, solo tienes el problema de que la persona que mandas tirar por la borda no se deje, como pasó en mi caso. Normalmente esto no hubiese supuesto el menor problema para él y sus matones, pero para su desgracia me fue a elegir a mí como blanco de uno de sus caprichos. Con el tema del huevo y de que me estuviesen persiguiendo Dragones, siempre iba armado hasta los dientes, por desgracia para ellos. Cuatro de sus guardaespaldas intentaron capturarme con la sana intención de cumplir con las ordenes... los cuatro resultaron decapitados en segundos. No os cuento el mal humor que me causo escuchar esa orden en referencia a mí. Guarde una de las dos espadas y me acerque al aterrorizado comerciante cogiéndole del cuello para sacarle conmigo de su lujoso camarote.

Dos guardaespaldas más intentaron hacer algo, sendos conjuros de energía los eliminaron aplastándoles el pecho. Nadie se movió tras aquellas muertes, llegue a la borda con el comerciante y este desgraciadamente cayó al agua... uno de los barcos se preparó para parar al ver a su señor en el agua. Ordene que le hiciesen señas para que continuase el rumbo... por respuesta su catapulta disparo contra nosotros pasando el proyectil de largo... Todos vieron entonces como una enorme bola de fuego procedente en apariencia de mis manos se trago el barco solo segundos después. El otro obedeció puntualmente todas y cada una de las instrucciones, incluso la de modificar la trayectoria lo justo como para pasar sobre su antiguo jefe... Como chillaba el condenado cuando vio acercarse la quilla del barco hacia él, luego lo arrollo y no volvimos a verle más.

Tres horas después hice que los dos barcos anclasen en la costa de una isla cercana, pidiendo al capitán del otro navío que se reuniese conmigo. Tras hablar con ambos capitanes les indique donde debían dejarme a mí y a quienes quisiesen irse. Después de eso podrían navegar donde deseasen para vender la carga y de querer, los barcos, repartiendo lo conseguido con la tripulación. Aceptaron encantados, además el capitán del otro barco quiso seguir con nosotros, ya que nuestro destino según dijo le convenía personalmente. Me ofrecí a cambiar de barco pero ambos capitanes estuvieron conformes en ir donde dije y en las condiciones que dije. Sinceramente lo que hiciesen tras dejarnos en cierta ciudad costera del Gran Continente me daba exactamente igual. Eso sí, las tres semanas de viaje que íbamos a tener debían de ser planeadas con meticulosidad para no tener problemas.

Otro problema fue el de las mujeres que acompañaban al comerciante, seis bellísimas esclavas que ahora parecían estar en el punto de mira de los tripulantes, ya que los guardaespaldas del individuo habían tenido todos lamentables accidentes al no mostrarse de acuerdo con lo que yo había dicho. No obstante reconozco que el matar a los diez guardias que habían quedado tras mi primer encontronazo con ellos fue de lo más ilustrativo sobre la conveniencia de contrariarme. Pensando en que algún imbécil pudiera llegar a pensar que de quemarlos tendrían tiempo de saltar por la borda para apagarlo, lo que hice con ellos fue que les explotase el tórax... fue desagradable, muy sucio y sobre todo muy espectacular. Fueron muy pocos los marineros que vieron aquello y no vomitaron... pese a ser curtidos hombres de mar.

Después del primer problema hice saber que quedaban bajo mi protección, un marinero directamente me dijo... "yo no estoy de acuerdo"... solo instantes después la cabeza abandonaba la unión con su cuello gracias a una de mis afiladísimas espadas, que regreso a su funda con la misma velocidad con la que salió. Tras el veloz dialogo que establecí con ese marinero que no estaba de acuerdo conmigo, nadie más pareció compartir su opinión sobre las mujeres. Curiosamente estas en lugar de mostrarse asustadas por mis acciones desde que llegue al barco, cada vez parecían más ansiosas por acercarse a mí.

La primera noche tras la muerte del comerciante y sus hombres, las mujeres quisieron que compartiese el lecho del comerciante con ellas, algo que negué con toda cortesía, quedándome en mi espacio asignado desde el principio para dormir. Cada noche tras esa, una tras otra antes o después aparecía por allí por si me encontraba solo. Debo de indicar que eran seis mujeres preciosas, pero en la situación en que estábamos... quizá no fuese lo más sensato encamarse con ninguna de ellas. Pues lo hice, al final sucumbí a sus peticiones y claras insinuaciones sobre lo bien que lo pasaría.

Lo cierto es que con seis mujeres a la vez no hay forma de dar la talla, acaban destrozándote se mire por donde se mire, salvo claro que se use la magia, algo que desde luego no hice, decidí ir hasta donde mis fuerzas me permitiesen. Si alguno se piensa que por eso me descuide que se vaya olvidando... puse algunos conjuros en la habitación listos para dispararse en caso de necesidad. Me desnudaron entre todas, tumbándome mientras las seis a la vez se dedicaban a repasar mi cuerpo con sus labios, besándome por todos sitios.

Una se metió mi polla en la boca, otra me hizo flexionar las piernas y abrirlas, su boca termino por posarse sobre mis testículos, que lamio, chupo y mordisqueo. Dos más se entraron en mi pecho y pezones, jugueteando con ellos con sus bocas. De las dos restantes una se situó sobre mi cabeza dejando a mi alcance su coño mientras la otra acariciaba a su compañera mientras yo se lo comía y encima de mí se montaban su numerito. Fueron cambiándose cada poco tiempo hasta el momento en que me vino el orgasmo, corriéndome en la boca de una de ella, alguien que desde luego disfrutaba de su propio orgasmo a la vez. Mientras estaban ocupándose de mi también se estaban masturbando al tiempo.

Esa noche poseí a las seis, me las folle a todas por sus coños, alcanzando alguna de ellas el orgasmo. Yo me corrí cuatro veces, la última fue casi más testimonial más que otra cosa y termine con un dolor de polla que no os hacéis una idea. Mientras yo follaba con una en la posición habitual, ella debajo y yo encima, otra se posicionaba sobre mi restregando su cuerpo desnudo contra el mío. El resto de las mujeres se entretenían entre ellas dándose placer mutuo con sus manos, labios, lenguas, pechos, coños y culos. Fue toda una orgia. En los sucesivos días tuve la compañía de una sola de ellas cada noche, alternándose entre ellas para estar conmigo. Cuando llegamos al destino me ocupe personalmente de la venta de todo y de repartirlo entre los tripulantes, oficiales y las esclavas. Nadie puso pegas tampoco en esta ocasión a lo que hice, me asegure también de que nadie se aprovechase de ninguna de ellas tras recibir su parte.

Me puse en camino hacia el norte rápidamente, tras este golpe de suerte esperaba haber podido perder de vista al Dragón para una buena temporada. Me encontraba al sur del Gran Continente, a unos escasos doscientos kilómetros del antiguo estrecho de Kliwgord de tan desgraciado final. Tenía varias opciones para elegir camino desde allí, pero solo una clara entrada, al Reino del Norte entraría por el mar de hielo. Podría atravesar el Continente por el centro, por las tierras salvajes, pero eso era evitar un Dragón y sus contratados e ir a darme de frente contra las tribus, que para el caso... que era la protección del huevo, no era muy aconsejable. La más obvia por tanto era atravesar por los reinos civilizados mientras me fuese posible.

Tres días después de haberme puesto en camino entre en una zona agreste, encontrándome con que tendría que cruzar un paso que me desagrado sobremanera, no me gusto su aspecto… aunque no hubiese podido decir exactamente el porqué mas allá de que no me gustaba. Recurrí a mi nuevo truco, los ojos de Dragón... no aprecie nada en la zona con respecto a magia en uso… únicamente algunos leves rastros, aunque parecían antiguos. Pero pese a todo seguía sin gustarme para nada el paso que debía de cruzar. Envié dos halcones Azules al aire para poder ver desde arriba el paso y sus aledaños, pero tampoco obtuve gran cosa de ellos, la zona tenía multitud de sitios, resquicios, rocas, cuevas, etc... Todo eso hacía que casi pudiese esconderse allí un ejército completo sin ser detectado.

Avance con muchísimo cuidado, atento a todo a mí alrededor, seguía teniendo la extraña sensación de que algo no iba bien. Apenas había avanzado doscientos metros en su interior cuando decidí volver a retroceder, solo que en lugar de hacerlo despacio hice que los caballos girasen y saliesen de allí al galope. Segundos después descubrí que tenía razón, casi cuarenta flechas salieron tras de mí cuando me di la vuelta al galope, afortunadamente quedaron cortas y ninguna impacto en los escudos de protección míos o de los caballos. Al verme volver sobre mis pasos de ese modo debió de hacer que pensasen que había descubierto algo, escape a uña de caballo como se suele decir, aunque en realidad, mi montura no era un caballo, sino un Hrull.

No llego a dos minutos lo que tuve que esperar una vez fuera y a una distancia prudencial. Por la salida del paso aparecieron al galope cuarenta y dos tíos armados hasta los dientes que para su sorpresa se encontraron conmigo parado justo enfrente, esperando tranquilamente sobre mi caballo. Solté las bridas de los otros dos caballos que llevaba conmigo, saque mis espadas y sujete las riendas de mi montura en mi silla... al Hrull en el que ahora mismo montaba obedecía perfectamente mis órdenes mentales.

Para mi sorpresa esos hombres adoptaron una línea continua ante mí, cerrándose en forma de media luna. Una casi perfecta posición para un escuadrón de caballería que pretendiese dar una carga. Me sonreí al ver sus caras de satisfacción, creo que debieron de pensar que estaban ante un loco solitario que pensaba enfrentarse a cuarenta y dos enemigos en su desesperación al verse impotente de escapar. Sonreí malignamente cuando arranque soltando un grito de carga que ellos corearon lanzándose a su vez contra mí. En esos instantes estallo un caos entre sus filas, repentinamente chocaban entre ellos al intentar abandonar su bien formada carga con el fin de intentar escapar.

Supongo que en su afán de huir de allí como fuese, algo tuvo que ver la pesadilla que acababa de aparecer ante sus ahora aterrorizadas caras formando conmigo y avanzando a galope tendido contra ellos... un total de cincuenta temibles Guerreros Khulgan sobre sus Hrulls lanzados al galope en su contra flanqueándome... cargando contra ellos en medio de salvajes alaridos de placer homicida y con más que evidentes ganas de masacrarlos por completo.

CONTINUARA

*Aguada: Hacer aguada consiste en reponer el agua dulce en un barco.