Crónicas de Vhaalzord - Libro 11 - 2
Cuando Val regresa a los poblados Nauruem se da cuenta de que le han tomado el pelo, lo que hace que se replantee su suavidad con los Nauruem.
CRONICAS DE VHAALZORD
Libro - 11
Capitulo- 2
La situación vivida con Diera me desconcertó un poco, no el que una chica joven pudiese verse influenciada por mi poder, o por cómo había eliminado a aquellos mercenarios que lucharon con su pueblo, sino porque Diera era una Nauruem. Si estos no querían ni ver a los extranjeros en su territorio, y mataban a quien sorprendiesen en él, no me imaginaba a una joven como ella, entregándose voluntariamente así de fácil a un extranjero, y claramente yo seguía siendo un extranjero… no lo veía muy claro.
Empecé a darme cuenta de lo que sucedía cuando entramos en la concentración de aldeas, me lleve una buena sorpresa con lo que me encontré allí. La población de mujeres, ancianos y niños había aumentado de modo mucho más que significativo, sin embargo la de hombres en edad de guerrear se había reducido de forma drástica… apenas había allí tres docenas de ellos… suficientes para cazar y alimentar a todo el mundo pero poco más.
Vi a Jhorka sentada ante la tienda de las sacerdotisas… me dirigí a ella a toda velocidad, indagando por lo que estaba pasando con esas ausencias. Del interior de la tienda salido una anciana que me espeto… “Jhorka no tiene nada de qué hablar con usted… váyase de aquí…”
Después de la anciana hablo uno de los guerreros presentes, y fue con él con quien me di cuenta del terrible error que había cometido con todo este asunto. El guerrero me indico amablemente y con las armas en la mano que me largase del campamento… ya que ahora mandaba él y no me quería allí, que aunque el consejo de jefes me hubiese aceptado para poder permanecer en sus tierras ancestrales, no tenía porque estar en la aldea, de modo que me invito a irme entre risas.
Por suerte para mí, Jhorka parecía ir por libre con respecto a los demás Nauruem, ya que se levanto y empezó a darme las explicaciones oportunas, no lo dijo, pero entendí que el momento en que Diera se mostro tan fogosa debió de ser el instante en que la fuerza de guerreros paso de largo relativamente cerca de nosotros, su misión debió de consistir en que no me enterase de nada de ello… sin duda alguno de los reunidos debió de sentir algunos recelos sobre mi y no querían que interfiriese con su “guerra”. Vamos, hablando en plata, que me tomaron el pelo, desde cierto punto de vista.
El guerrero al mando de la aldea se puso de lo mas borde, llego al hecho de pegarme un empujón y derribarme al suelo, ya que me había sentado para hablar con Jhorka. M levante con muchísimo cuidado dándome cuenta de otro pequeño detalle que no tuve en cuenta al principio, empezaba a ser consciente de que eran excesivos errores en mi en tan corto espacio de tiempo. Me levante sacudiéndome el polvo… no le hice caso, me limite a preguntarle a Diera el porqué de querer entretenerme y no decírmelo para que hubiese intentado para la locura que iban a cometer los guerreros…
Vi como muy orgullosa y con cierto desprecio en sus ojos me dijo que era lo que le pidieron los guerreros, que me entretuviese como fuera, que como aprendiz de sacerdotisa entraba en sus funciones… menee la cabeza con su respuesta. En ese momento el guerrero me fue a pegar un nuevo empujón, solo que en esta ocasión el empujado fue el… desgraciadamente debió de tomarme a guasa o no me vio la exhibición contra los guerreros cuando me presente, pero aun sintiéndolo por él, lo cierto es que esto me veía bien, pero que muy bien para solucionar el problema de “suavidad” que había empleado con los Nauruem cuando me presenté.
Saco su espada tirando la funda a un lado y se vino contra mí, le espere con pies firmes, estaba decidió a usar a ese imbécil como escarmiento para los demás lo que sucede conmigo cuando me toman por imbécil, si su ataque iba como esperaba que fuese de “bien”, este escarmiento seria de enorme utilidad para mí en los próximos días. Según me lanzo la espada convoque el bastón por sorpresa, bloqueando su ataque, entonces puse mi mano derecha completamente extendía, con los dedos también extendidos y rígidos. Desgraciadamente para el no llevaba armadura lo que me iba a venir muy bien para hacer lo que quería hacer.
Mi mano tras esquivar su espada, reforzada por mi conjuro de protección, se convirtió en un cuchillo que penetro en su pecho atraves de las costillas, agarrándole el corazón y pegando a continuación un tirón de él, extrayéndoselo del pecho, mostrándoselo a su dueño ante sus ojos con cuidado de que todos los demás también lo viesen bien, para que todos se diesen cuenta de que aun latía. Me dirigí a Diera, cogiéndole la mano derecha le puse en ella el corazón aun latente del guerrero… diciéndola…
- Val : Toma Diera, este es el primer muerto de tu pueblo del que serás responsable en el día de hoy por tu desconfianza hacia mí y tu nula sinceridad. Espero que seas muy buena como sacerdotisa, ya que muchas de estas mujeres van a perder a padres, hermanos, hijos y esposos por culpa tuya. Tuya y de todos los que habéis desconfiado de mí de ese modo, de todos los que no hablasteis claro conmigo cuando me presente y ofrecí mi ayuda…
Después de esto me despedí de Jhorka, a su pregunta de qué pensaba hacer, le respondí que irme de nuevo al templo y defenderlo yo mismo de esos invasores si veía que estaba en peligro. Después le desee suerte con lo que se les avecinaba en los próximos días… por mis cálculos al ver al gran número de personas que allí había, deduje que hacia el sur se debían de haber dirigido no menos de 3000 o 4000 guerreros Nauruem. Empecé a pensar que el hecho de haberse refugiado allí con las aldeas, quizá fuese para darles tiempo a reunir guerreros de otras aldeas del interior o del norte de la isla. Según mis cálculos, los Nauruem fácilmente podrían reunir un ejército de quizá unos 20.000 guerreros o más, pero sería rarísimo que todos ellos se reunieran por como veían ellos los problemas de los extranjeros y su sentido territorial entre aldeas, excepto claro, que la cosa la considerasen como una invasión en toda regla... pero tampoco conocía que necesitarían que pasase para que se lo tomasen de ese modo.
Una vez en el Templo reforcé mis rapaces sobre la base enemiga que todavía no había sido atacada por los Nauruem. Fui testigo directo del desastre que se cernió sobre ellos. El reducto tenía balistas, catapultas y ballestas de asedio que podían lanzar docenas de dardos a la vez contra un blanco denso de enemigos, o bien un dardo gigantesco contra estructuras a modo de ariete. Los Nauruem lanzaron un ataque frontal contra los muros con la mitad de sus fuerzas, según su forma de ver las cosas del honor, esperaban ingenuamente que abriesen sus puertas para salir valientemente a enfrentarse a ellos… lo cierto es que se limitaron a lo que cualquier ejército moderno de las demás islas habría hecho… usar la ventaja que les daban las murallas para masacrarlos con sus arcos con total impunidad.
Los Nauruem se vieron obligados a retirarse, sufriendo una derrota total. Cerca de cuatrocientos muertos y otros doscientos más aproximadamente, heridos de diversa consideración. Durante las tres o cuatro primeras horas de retirada fueron perseguidos por al menos medio centenar de mercenarios, unos cincuenta de los heridos fueron alcanzados y masacrados junto con la docena de guerreros que les acompañaban. Cuando la expedición guerrera regreso a las aldeas fue tal y como yo dije… hubo una enorme cantidad de lutos debido al enorme número de muertos habidos en su fracaso.
Dos días después de esto, Jhorka se presento en el borde del templo para hablar conmigo y pedirme ayuda para su pueblo. Para mi asombro también iba con ella Diera… esta al aparecer yo sé arrodillo ante mi ofreciéndose incluso como esclava si ayudaba a su pueblo tal y como había ofrecido en un principio. Me limite a pasar de largo ante ella y a levantar con suma delicadeza a Jhorka, que también se había postrado, aunque vi en sus ojos un leve brillo de alegría al ver que con esa acción había aceptado su pedido, aunque no dijo ni la mas mínima, para mi sorpresa se limito a agitar una mano, vi que aparecían los cinco jefes supervivientes del consejo de las aldeas reunidas.
Jhorka hizo de intermediaria entre nosotros. Básicamente los jefes aceptaron mis condiciones, que fue una única y sin negociación, desde el momento en que aceptaran mi ayuda, yo sería quien mandase sobre el pueblo Nauruem allí reunido, les gustasen mis decisiones o no. Me aproveche de varios hechos, el primero fue de haberle arrancado el corazón con mi mano al guerrero que dejaron a cargo de la gran aldea. Hice hincapié en como en las exhibiciones no había matado a nadie, hice hincapié también en mi superioridad sobre sus mejores guerreros y brujos, y por último, les deje clarísimo, pero clarísimo, que mi paciencia tenía un límite determinado con las estupideces, que cuando el guerrero lo sobrepaso, pago por ello. Les di a entender de forma clara y concisa, que si su pueblo lo sobrepasaba después de pedirme ayuda, si bien no mataba por diversión, tampoco tendría mayor problema en empezar a hacerlo en un momento dado, y en esta ocasión a diferencia de la vez anterior, mataría a quien se sobrepasase ante mí.
Por último, les demostré de forma fehaciente, que realmente no los necesitaría para expulsar a los extranjeros del Sur de la Isla de quererlo de ese modo. Lo que hice también fue una sutil advertencia sobre su suerte de haber decidido tomar represalias contra ellos por su… “engaño”. Cuando dije eso vi el escepticismo en las caras de los cinco jefes, algo que paso con enorme rapidez, cuando a mis espaldas aparecieron de repente, casi un centenar de enormes Lobos Espectrales que les miraron como si fuesen su próxima comida…, pero para su más absoluto miedo, de repente otro centenar más apareció a sus espaldas, quedando encerrados entre dos centenares de mis criaturitas. Viendo por primera vez en mi vida, el miedo reflejado en los ojos de un Nauruem, concretamente en los de los cinco jefes, Jhorka y Diera… a esta ultima seguía sin prestarle la mas mínima atención, pero tampoco le permitía ponerse a mi espalda o acercarse a mi demasiado, aunque sabía de sobra que no se atrevería a hacer el más mínimo movimiento contra mí, no después de lo sucedido con los guerreros y de darse cuenta por ella misma que su pueblo me necesitaba de verdad.
Evidentemente cuando afirme que podía desembarazarme de los invasores, no pensaba precisamente en usar a los Lobos para ello, pero estos eran algo espectacular para los Nauruem, y para estas demostraciones. Obviamente usaría a los Guerreros Khulgan, pero jamás de los jamases se me había pasado por la cabeza el usar a los Khulgan de ese modo, ni se me había ocurrido, ni se me pensaba ocurrir en el futuro, eso lo tenia de lo más claro. Digamos que con los Khulgan, cuantos menos juegos, mejor para todo el mundo, incluido yo mismo.
Una vez aclaradas las cosas con los jefes, Jhorka me pregunto justo antes de levantarnos para irnos hacia la gran aldea, el porqué entonces no me encargaba yo directamente de los invasores. Mi respuesta dejo muy pensativos a los cinco jefes… Fui muy escueto, les dije que la primera y más importante de las razones es porque era su Isla y ellos eran quienes debían de ser capaces de defenderla, no yo. Después amplié la explicación, les dije que sabia (y era la verdad) que algunos de sus brujos habían descubierto donde escondía mi barco cuando venia al templo, que también sabía que les debían de haber dicho que no sabían cómo había podido hacer los conjuros que protegían ese barco, que además de eso, ellos eran incapaces de deshacerlos o ser capaces incluso de poder conseguir sus efectos, aun sabiendo más o menos en qué consistían.
Les deje claro que yo en el templo solo pasaba temporadas, que podía estar perfectamente años sin volver, y que por propia conveniencia, aunque el templo fuese más que capaz de matar por sí mismo a quien intentase entrar, como ellos mismos ya sabían por experiencia, no quería a nadie ajeno a la isla cerca del Templo. A lo largo de los siglos, decenas de Nauruem se habían creído capaces de entrar al templo para descubrir sus secretos, pero ninguno de los que entraron pudo jamás volver a salir. Bueno, realmente casi ninguno, hubo un brujo, que doscientos años antes, escapo de milagro de la primera trampa mágica y logro regresar, aunque al borde de la muerte, pero aguanto lo suficiente como para explicar lo que le paso allí adentro, después de él, apenas media decena de valientes se atrevieron a intentarlo, y nunca más se supo tampoco nada de ellos. Deje clara mi postura de limitarme a enseñarles a defenderse por sí mismo de esta actual, y de futuras invasiones, después de ello, yo volvería al interior de templo dejándoles seguir de nuevo con sus vidas sin mi intervención.
Les explique que una vez pasado este problema y que ellos aprendiesen a defenderse de forma eficaz por si solos, yo me limitaría a lo que había estado haciendo hasta la fecha. Las pocas veces que saliera del templo seria para pasear por sus alrededores como solía hacer en ocasiones, pero fuera de eso mis únicos paseos por el resto de la isla serian los necesarios para irme o volver a ella.
Cuando llegue a la aldea lo primero que hice fue echar una mano a las sacerdotisas con mi magia para atender y curar a los heridos, dando una idea a quienes trataron conmigo de la magnitud de mi poder, tras esto les resulto evidente que ninguno de sus brujos se podía acercar a mí ni por casualidad como mago. Después de esto me reuní con varios de los miembros del consejo de guerreros, por lo menos de los supervivientes, de doce miembros originales que yo conocí, solo cinco seguían vivos, y por las caras de los nuevos miembros supe en el acto que ya les debían de haber puesto en antecedentes de lo que sucedió allí conmigo mientras estaban fuera y del acuerdo realizado, parecía que eso de arrancar el corazón de su compañero y ponérselo a Diera en la mano mientras este aun latía había impresionado muchísimo a todos los que lo vieron.
Los Nauruem usan un arco bastante corto de extraordinaria potencia, pero solo es apto para usar a una relativa corta distancia, al menos con precisión. Esto es debido a que una flecha lanzada en medio de las junglas de la isla debe de poder atravesar las enormes cantidades de hojas de los árboles para poder alcanzar sus blancos, generalmente alguna de las tres especies de grandes animales arborícolas que viven en la isla. Las flechas más que flechas, parecían largos virotes de ballesta. Uno de los principales arboles de esa isla era el conocido por los Nauruem como Naruu, de cuyas hojas, los Nauruem extraen el nervio venoso de las mismas, trenzando luego con ellos la fibra resultante que usan recubriendo sus escudos o para crear sus cuerdas especiales para grandes pesos. El resultado de este recubrimiento, es que sus livianos escudos de madera son tan resistentes como el mejor escudo de metal, pero pesando solo una quinta parte de lo que pesaría ese último, su punto débil es que cada cierto tiempo deben de cambiar esas fibras que los recubren ya que terminan por pudrirse.
Cree unas vigas de madera a las que les diseñe un pequeño pero ingenioso dispositivo con el que podían acoplar sus propios arcos y usarlos como arco de la ballesta. La ventaja es que con la ballesta podían tensar la cuerda de forma mecánica con relativo poco esfuerzo aunque bastante tiempo, además de este modo eran capaces de forzar el arco al doble de la tensión a la que normalmente eran capaces de someterlo con sus manos desnudas. Con esto logre unas ballestas con un alcance un pelín mayor que las normales y capaces de usar las mismas flechas de los arcos Nauruem como dardos para ellos, con lo que sus blancos no sabrían nada de esa nueva arma… algo de lo que esperaba aprovecharme, el inconveniente es que eran unas armas ciertamente aparatosas.
Cuando empecé con su instrucción, digamos que tuve cierta resistencia en los guerreros, y porque no decirlo, también en las mujeres Nauruem que solicite al consejo de jefes. Eso sí, tras mi anterior demostración de cómo me sentaba que me llevasen la contraria, fueron de lo más sutiles al hacerme sus observaciones de incomodidad, algo a lo que evidentemente no hice el menor caso. Con las demostraciones sutiles no me daba por aludido y nadie se atrevía a decir nada en voz alta.
Cuando vieron que las ballestas pensaba dárselas a medio centenar de mujeres, que no iban a ser armas para los hombres, y que a estos en cambio pensaba instruirles en el arte de huir a toda velocidad del enemigo… fue en ese momento cuando empezaron a dar muestras de un muy sutil desagrado por mis ideas. Jhorka al final vino a verme para informarme del malestar que se estaba creando entre todos los participantes en mis entrenamientos, unas cincuenta mujeres y unos seiscientos hombres. Para mi sorpresa a Jhorka le acompañaba Diera, ella por su parte me dejo claro que acudía como aprendiz de Jhorka, que ella, también una de las que se estaban entrenando, me dijo que no me cuestionaba para nada.
Con muy buenas palabras indique a Jhorka que tomaría en cuenta y respetaría la opinión de todo el mundo al respecto actuando en consecuencia con ello. Al día siguiente hice lo que les prometí a ambas, recrudecí los entrenamientos de las partes que expresamente mas molestaban a ambos sexos, intensificándolos aun mas. Dos días más tarde los ánimos estaban caldeándose de mala manera, pero que de muy mala manera, de modo que establecí para el siguiente día un ejercicio para todos ellos a la salida de la aldea, justo a la entrada de la jungla, en un sitio muy parecido al que existía frente al emplazamiento que queríamos eliminar en el sur.
Dispuse de flechas adaptadas especialmente para usarlas con las ballestas, en lugar de punta lo que llevaban era una pequeña superficie plana de madera envuelta en hojas y fibras para amortiguar el daño. Había enseñado a los hombres a correr a toda velocidad entre obstáculos, procurando siempre al esquivarlos, poner luego estos entre el punto de origen y su espalda. En este caso deberían de llegar a tocar unos maderos delante de las mujeres, estas estarían sentadas en una sitio cercano, una vez que sonase la alarma (en cuanto tocasen los maderos) ellas deberían de salir tras los hombres y dispararles con sus ballestas, con sus flechas modificadas. A ellas se les unirían un grupo de guerreros armados con arcos, que iniciarían la persecución una vez que los atacantes entrasen en la selva.
Una vez que el ejercicio se inicio, trescientos atacantes, cincuenta mujeres defensoras con otros treinta guerreros, se vio claro lo que yo pretendía con mi instrucción, tras el ataque de estos con sus arcos se tenían que retirar para no ser blancos faciles. De los trescientos guerreros que iniciaron la prueba, veinte de ellos cayeron al suelo por los impactos de los dardos de las ballestas sobre los escudos que colgaban de sus espaldas a las primeras de cambio. Según mis instrucciones, al sentir el golpe en el escudo, los guerreros debían de permanecer tumbados considerándose muertos.
Treinta guerreros mas cayeron en la jungla bajo las fechas de los arcos de los guerreros defensores que les persiguieron, veinte mas cayeron cuando se volvieron contra ellos, para entonces las cincuentas mujeres se habían unido a la refriega con sus ballestas cargadas y listas para disparar. De los defensores apenas cayeron media docena entre hombres y mujeres. Los defensores se mostraron entusiasmados con el resultado, los atacantes todo lo contrario… Pero lo peor de todo para ellos sin distinción vino después, cuando nadie se vio felicitado y si puesto a caer de un burro por la negligencia de ambos bandos durante la prueba, algo que ciertamente ninguno esperaba que pasase.
De todos modos considere que era el momento de hacer una pequeña prueba sobre el terreno, debía de confirmar un par de cosas con seguridad. Me lleve conmigo una veintena de mujeres, incluyendo entre ellas a Diera, que por mucho que quisiese o no, sin duda era una de las mejores, y una treintena de guerreros como apoyo. Durante el camino no hubo fricciones entre los participantes, me encargue de desplegarlos para avanzar, destacando algunos guerreros como exploradores. Viajábamos con mucha rapidez, mucho más de lo que yo me esperaba.
Deje a los guerreros a una hora de distancia del emplazamiento de los invasores, algo que por cierto no les gusto en lo mas mínimo. Me lleve conmigo únicamente a la mujeres, para su desagrado encima les hice avanzar de noche, con el peligro que ello supone en la jungla. Se veía en penumbras, y eso que había muchísima luz esa noche gracias a las dos lunas del planeta que había en el cielo, aunque la tapadísima vegetación de la jungla casi no la dejaba pasar, por eso digo lo de la situación de penumbra.
Cinco de las mujeres llevaban en sus manos unas esferas huecas que solo mostraban un agujero por un lateral, en su interior había una piedra que había sido imbuida mágicamente con fosforescencia... la luz salía por el agujero siendo capaz de proporcionar cierta iluminación, con la ventaja que de no tener frente a ti el agujero no verías resplandor de luz ninguno. Estas mujeres estaban situadas como a unos cien metros en el interior de la jungla, donde empezaba a ser más tupida, lejos de la vereda del claro anterior a las murallas. En ese límite me instale con mis restantes mujeres y lo cierto es que se sorprendieron bastante por lo bien que se veía a los centinelas de las murallas. En la parte superior de esta habían dispuesto de varias linternas colgadas de la muralla para ver si alguien intentara trepar por ella aprovechando la oscuridad, lo que junto a la luz de las lunas, nos siluetaban de forma perfecta a los centinelas.
Di instrucciones a todas las mujeres, órdenes específicas para cada una de ellas sobre lo que tenían que hacer. Había sobre las murallas un total de diez centinelas, di orden a las diez tiradoras más lentas corriendo que se ocupasen de ella, a cada una le asigne un blanco, debían de disparar todas a la vez y después echar a correr, seguirían a tres de las cinco portadoras de las lámparas de luz atraves de la jungla hasta llegar con los guerreros. Las cinco restantes dispararían contra los cinco primeros que se asomasen a las murallas, las distribuí tramos sobre los que disparar cada una, pero sin embargo las puertas eran validas para las cinco, después deberían de salir corriendo a reunirse con las dos últimas portadoras de luces que las debían de guiar hasta los guerreros.
Los guerreros también tenían sus propias linternas, pero estos empezaban su trabajo cuando las mujeres llegaban a ellos. Una vez llegaran todas, debían de proporcionarlas dos horas de cobertura, en ese tiempo debían de eliminar a cualquiera que apareciese por allí, pasado ese lapso debían de alcanzarlas y regresar todos juntos a la aldea. Yo les informe de que me quedaría a espiarles porque necesitaba saber algunas cosas, algo que no gusto excesivamente a nadie, lo veían como muy peligroso, pero no les di opción, les recordé su obediencia.
Todo salió a pedir de boca, de los diez centinelas, al menos la mitad resultaron muertos, ya que cayeron desde las murallas, los demás cayeron sobre estas, con lo que no sabíamos si habían muerto o no. Las otras cinco mujeres también hicieron blanco con sus dardos en igual número de mirones que asomaron a la muralla a ver que sucedía. Ya se habían retirado todas cuando vi como la puerta se abría dejando paso a un grupo de al menos veinte soldados con un oficial, pero mi interés quedo centrado en el otro acompañante... llevaba un bastón con luz en su extremo... y distribuyo varias luces flotantes ante el grupo para pode ver por donde pisaban.
Mis criaturas me habían indicado de la presencia de dos magos, o más bien, de un mago seguro y de un joven extraño que tenía toda la pinta de ser también otro mago más. Pasaron todos ante mí, de los ultimo iba el mago, entonces me moví tras ellos. Apenas treinta minutos de persecución después, el mago por fin se quedo el último, que era justo lo que estaba esperando.
Llevaba todo este tiempo tras de ellos, moviéndome con todo el sigilo del que era capaz, aprovechando sus propias luces para guiarme hasta sus posiciones. Conmigo llevaba tres cuchillos Nauruem que pensaba usar con esa patrulla que había salido para darnos caza. Mi primera víctima fue el mago, me acerque por detrás y sin detenerme le apuñale la espalda a la altura del corazón, cayo redondo, provocando un caos de confusión con ello entre los mercenarios. Se repusieron pronto, el oficial que les dirigía rápidamente organizo el grupo para que avanzasen en círculo con rapidez para cazarme.
El se quedo en el centro del circulo que se iba ampliando junto con un soldado, se agacho para contemplar detenidamente le cadáver del mago, sin duda para ver si podía sacar algo en claro sobre lo pasado. Cuando considere que el círculo ya se había extendido en exceso para su propio bien, salí de mi escondite, velozmente me dirigí contra el oficial y el soldado. Llegue junto a ellos casi sin que me viesen hasta el último instante, no lograron oponer resistencia, intentaron alzar sus espadas pero era demasiado tarde, los dos cuchillos Nauruem se hundieron en sus cuellos, quedándose allí mientras yo me retiraba a toda velocidad para ocultarme hasta que los soldados que estaban avanzando ante mí, retrocedieron a toda velocidad antes las ordenes de quien hubiese encontrado los dos cuerpos de los asesinados por mí.
Tres días después alcance a mi grupo, avanzaban con calma siguiendo mis órdenes, una vez pasado cierto tiempo les indique que se relajasen, aunque les deje claro que en esos casos y pese a lo que pareciese aumentasen sus exploradores, sobre todo a su espalda. A sus preguntas de que había estado haciendo le dije la verdad, que me quede para ver si tenían brujos con ellos, se quedaron asombrados cuando les conté someramente lo que había sucedido y las nuevas bajas que había causado.
La noche del día siguiente me separe un poco del grupo para recoger algunas plantas, di orden de que los demás siguiesen. Por la tarde a última hora me sorprendió ver la presencia allí de Diera, cuando le pregunte por lo que hacía allí, ella me contesto que intentando ganarse mi perdón... se quito la ropa en un plis, quedando completamente desnuda ante mí, después se acerco a mí y metió su mano entre mis pantalones, cogiéndome la polla y empezando a meneármela... me dijo que estaba dispuesta a lo que yo quisiese, que era consciente de cómo me fallo, que además de entregarse a mí para compensar, también lo hacía porque lo necesitaba, necesitaba volver a sentirme en su interior.
Busque una zona aceptable para poder tumbarnos en el suelo los dos... no lo dude ni un solo instante, me desnude también, tumbándome sobre ella, buscando su coño la cabeza de mi pene, algo que encontró al instante. Alzo su cintura intentando empalarse ella misma, aproveche su movimiento para metérsela hasta las tripas sin oposición, mi verga entro como un cuchillo en manteca.
Empecé a moverme encima suyo a toda velocidad, sentí como sus piernas se cerraban sobre mi cintura, cruzándolas en mi espalda. la bombeaba como un salvaje, entrando y saliendo de ella con todas mis fuerzas, su culo se levantaba a mi encuentro cuando volvía a introducirme en ella, haciéndolo todo mucho más violento al follar. Nos corrimos los dos casi a la vez, después nos levantamos, mientras recogíamos nuestras ropas pude ver como a Diera le caía un rejero de semen mezclado son sus flujos muslo abajo... me acerque, pase el dedo recogiéndolo y se lo di a probar, me lamio el dedo con gula. Después de eso nos volvimos con los demás.
Aun no era consciente, pero a mi regreso a la aldea me iba a encontrar con nuevos problemas con los Nauruem... colmando estos de nuevo mi paciencia.
CONTINUARA