Cronicas de un verano (3)
Siguen las andanzas de Silvana, Mercedes, Leo y el Negro en las playas necochenses. Secuelas de un dia muy caliente
El camino de retorno a nuestro departamento solo se vió interrumpido por el ingreso a un supermercado para comprar dos botellas de vino, una de champagne dulce y dos cervezas bien heladas.
Las dos primeras bebidas formarían parte de la cena, mientras que la última sería consumida por los inexpertos chef que agasajarían a las damas.
Comentamos lo sucedido por la tarde en la playa, nos surgía una y otra vez una duda cada vez más grande ¿habríamos cautivado a las dos damas o solamente éramos instrumentos y parte de una venganza hacia sus maridos?
Tratábamos de creer que la respuesta adecuada era la primera, casi descartando de plano la segunda. Pero tras minutos de conversación volvía a aparecer la duda.
"Mirá Negro, yo les pregunto. No me puedo quedar con esa espina clavada. Reconozco que fue todo demasiado rápido y ni siquiera hubo tiempo para pensarlo, pero por más bronca que le tengan a los maridos no creo que se regalen con tanta facilidad y premura. Algo debió haber para que nos aceptaran de una" fue la reflexión de Leo.
"Acordate que las encontramos en el Casino, con buena cantidad de fichas en nuestros bolsillos y bastante pasaditas de alcohol. En situación de abandono, ¿pensarán que somos dos pendejos de guita?" le respondí.
"No se, quizá lo piensen. Pero la pregunta se la voy a hacer igual, eso sí después de cenar y agotar la poca carga de leche que me queda. Si se enojan, será tarde porque pienso gastarme todo el contenido de los huevos esta noche" dijo mientras se reía.
Continuamos preparando una comida más o menos aceptable, liviana que solo requiriese de un paseo corto para luego sí atacar hasta que no hubiese más combustible.
A las 21 horas, colocamos unas telas livianas de color rojo sobre las tulipas de la luz de las habitaciones y otras azules claras sobre las del comedor. Apagamos, cerramos todo y fuimos rumbo al departamento de ambas para recogerlas y tras un breve paseo por la zona de peatonal y pubs, volver a nuestro castillo.
Al llegar vimos una sola luz encendida, la que iluminaba la habitación de Silvana. Golpeamos a la puerta y no recibimos respuesta. Insistimos en dos ocasiones y el mismo resultado. Una señora mayor que habitaba el departamento contiguo nos informó que las dos señoras habían partido hacía escasos minutos con dirección al sector céntrico.
Imaginamos que irian por las confiterías o tal vez en busca de alguna oficina telefónica y partimos como quien sigue el rastro de dos fugitivas.
Al cabo de media hora de búsqueda, decidimos volver al departamento de ellas y verificar si habían regresado. Ya no se veían luces en el lugar, aún así golpeamos y la misma señora que nos había atendido la vez anterior salió a nuestro encuentro.
"¿Son Leo y el Negro? Las señoras dejaron dicho que los pasaban a buscar por su casa. Volvieron apenas ustedes se fueron" comentó
Tardó más la vieja en terminar la frase que nosotros en iniciar el camino de retorno. Al cabo de 10 minutos estábamos llegando al palacio.
Allí junto al vehículo estaban Silvana y Mercedes, con cara de enojo y otras dos botellas en la mano.
"Impuntuales, ¿no quedamos que a las 21 en casa? Llegaron como una hora tarde y nos cruzamos en el camino" vociferó Silvana
"Tranquila negrita, nos atrasamos preparando todo, ya van a ver cuando entren" respondió Leo.
La negativa de ambas a recibir un beso nos puso una luz de alerta en el camino. Abrimos la puerta y tras encender las luces cubiertas por las telas, que brindaban un ambiente cálido esperamos obtener respuestas de aprobación.
Ingresaron sin notar el detalle y se encaminaron a la cocina. Leo me miró y con un gesto me hizo entender que quería quedar a solas con Silvana. Con la excusa de elegir música llamé a Mercedes al living.
Seleccionamos dos compactos con temas suaves al tiempo que me contaba que habían llamado nuevamente a sus maridos y aquellos las habían intimado a regresar a su ciudad en un plazo máximo de 24 horas.
Comencé a entender la reacción de la morocha. Instantes después Leo volvía a aparecer en el living con cara de "se acabó todo".
Pusimos en marcha el equipo de audio, al tiempo que un silencio grande ocupaba la totalidad de la habitación.
Invité a Mercedes a bailar, mientras Leo fumaba mirando algún punto del mar por la ventana.
Ella aceptó y prácticamente me atrapó en sus brazos sin la más mínima intención de dejarme escapar, sus labios eran lazos que atraparon los míos con desesperación, jugueteaba con mi cabello y se despegaba de mis labios para pedir que la acariciase y le diera una buena dosis de amor para guardar por un buen tiempo.
Silvana llegó a la estancia con cuatro copas, una de las botellas ya destapada, miró el panorama y tras llenar dos de las copas fue hacia mi socio. Trató de hablarle y convencerlo de unirse a nosotros pero no lo lograba.
Vació su copa de un solo trago, y se nos aproximó. Nos abrazó y nuestra pareja se transformó en un trío danzante. A la distancia Leo solo observaba.
Distribuí las caricias que solo Mercedes recibía, haciéndola participe también a Silvana de aquellas incitaciones a perder el control.
Era aquello un enredo de manos que se esparcían por los tres cuerpos, recorriendo todo el territorio que encontraban a su paso. Cayó al suelo primero la blusa de Mercedes, luego mi camisa, tras ello la falda de Silvana y así seguía el proceso hasta quedarnos en ropa interior.
Allí reaccionó de su letargo Leo y se abalanzó sobre Mercedes, la tomó por los pechos pues situado desde atrás de ella solo eso le quedaba disponible. La atrajo hacia él y sin mediar palabra alguna metió su mano por debajo del tanga blanco para acariciar el sexo de ella. La sorpresa y la intensidad del manoseo la hicieron perder la vertical, cayendo sobre él mientras sujetaba firmemente su mano hundida en todo su interior.
Conciente del momento, Silvana tomó posesión de mi y de cada milímetro de piel disponible para besar y acariciar. Nos tumbamos en uno de los sillones y comenzamos a devorarnos íntegramente.
Giró Mercedes sobre Leo y comenzó a besarlo bajando desde sus labios hacia el resto del cuerpo mientras le quitaba la ropa.
Semidesnudos los cuatro intercambiamos parejas, besos, caricias y cuanta situación nos produjese placer. Al cabo de unos minutos el calor se había tornado abrasador y ya no había brassiers en el pecho de las damas, solo tangas y slips eran la vestimenta imperante.
En un momento dado, volqué el contenido de una de las copas sobre el cuerpo de Silvana y comencé a beber el champagne desde su piel. Mercedes imitó mi accionar para con su pareja. Ardíamos los cuatro, absorbí el escaso líquido que quedaba aprisionado en el tanga de Silvana y dejó escapar un gemido indicando que su clítoris ya inflamado había sido víctima de mi succión a través de la tela. Abrió sus piernas y roció su sexo con la botella, llevando mi cabeza a aquel lugar para que siguiese bebiendo. Le extendió el envase a Mercedes, que repitió la operación sobre el slip de mi socio y se dedicó a saborear el líquido allí depositado al tiempo que comenzaba una mamada.
Retiré la única prenda que cubría a mi acompañante y fui yo quien se tendió de espaldas al piso para recibir un tratamiento similar al que propinaba Mercedes. Pero no fue así, cambiaron de parejas, Silvana siguió recibiendo una mamada clitoriana y vaginal por parte de Leo, mientras Mercedes se ocupaba de mi miembro.
Aquel accionar se prolongo por casi una hora, donde ellas intercambiaban posiciones cuando notaban que estaban al borde del orgasmo, par así poder extender aquel recibo lingual.
Cuando todo hacía suponer que el ritmo aumentaría hasta el final, se detuvieron. Se incorporaron dejándonos solos en el living. Fueron rumbo a la cocina para volver totalmente desnudas, con una nueva botella de champagne y una lata de chocolate líquido. Nos sentaron en el sillón principal, se colocaron frente a nosotros y arrodillándose esparcieron chocolate por nuestros miembros, primero a uno y luego al otro para, una vez concluida esa operación, tomar nuestras herramientas y comenzar a mamarlas al unísono.
Cuando el oscuro líquido desaparecía de nuestros miembros, cambiaban de pareja y repetían la operación. Lo hicieron por tres intercambios aproximadamente. Cuando la cuarta rotación se consumó, efectuaron un trabajo total tan profundo como sus bocas y el tamaño de nuestros miembros lo permitían, hasta llegar al punto máximo de cada uno de nosotros y ser saturadas por una explosión de semen que colmó sus bocas.
Concluida la faena, se tumbaron en el suelo y colocaron sus piernas abiertas sobre los sillones dejando su sexo totalmente expuestos, alargaron a nuestras manos la lata del chocolate. No hizo falta que mencionaran que deseaban, nos colocamos entre las piernas de una y otra (Leo y Silvana, Mercedes y yo), dejamos caer chocolate en el sexo de ambas y comenzamos a comernos aquellas conchitas jugosas, con un sabor dulce y salado producto de sus jugos y el oscuro líquido.
También nosotros intercambiamos posiciones pero solo una vez, pues queríamos dedicarles un gran trabajo a ambas. La primera en llegar a su orgasmo fue Mercedes en labios de Leo, luego lo hizo Silvana en los míos. Limpiamos los restos con champagne que también bebimos y cuyas burbujas cosquillearon a nuestras hembras en celo.
Rendidos por el cansancio, nos acostamos los cuatro en el suelo. Reíamos y comentamos sobre lo bien que habíamos disfrutado de aquel juego.
Luego, cenamos como para reponer energías. Tras la cena llegó la noticia menos agradable: a las 4:15 partía el colectivo, por lo que a las 3 sería el momento de la despedida.
Concientes de las escasas dos horas que le quedaban a nuestra aventura, decidimos que cada uno tomaría una de las habitaciones disponibles por sorteo y debería satisfacer el pedido que su pareja le hiciese sin poner reparos.
Con un dado que hallamos, echamos a suertes la habitación a ocupar (los ganadores a la pieza mayor), previamente en un papel cada uno escribió aquello que pediría en caso de ganar.
Las mujeres arrojaron el dado, ganando Silvana con 4 sobre el 2 de Mercedes. Entre los varones vencí a mi socio 6 a 5. Luego los ocupantes de cada habitación disputaron entre si el deseo a cumplir como prioridad.
Mercedes venció a Leo, que debió satisfacerla lingualmente en varias ocasiones, hasta que ella finalmente le prodigó una cabalgada que lo dejó totalmente exhausto y satisfecho.
Silvana y yo partimos rumbo a nuestra habitación. Una vez allí trató de persuadirme de no echar a suertes la actividad a realizar mientras proponía las mil y una formas de hacer el amor. Pero tal lo habíamos establecido había que cumplir lo pactado.
Tiró el dado y obtuvo un 5, estaba radiante mientras desdoblaba el papel con su escrito. Luego ejecuté yo y obtuve la misma cifra. Cambió un tanto su cara, pero aceptó que arrojáramos nuevamente solo que cambiando el orden. Obtuve un 2 y su alegría se hizo notoria. Cuando el dado impulsado por ella dejo de rodar y mostró un as, enmudeció.
Desdobló el papel con mi nombre y leyó el contenido. Abrió grandemente sus ojos, como no dando fe a lo que leía. Solo un número y cuatro palabras formaban el texto "69 completo y tu cola".
Tragó saliva, intentó un último esfuerzo por deshacer la prenda, pero comprendió que sería imposible.
Se dirigió a la cama, quitó las sabanas y murmuró "yo voy arriba".
Comenzó su trabajo de erguir mi herramienta, dando profusos lengüetazos y chupones. El crecimiento se hacía notar segundo a segundo. En tanto yo abría sus labios y los recorría desde su nacimiento hasta alcanzar el pequeño hoyito de su cola.
Le costó tomar ritmo, pero cuando su clítoris se empezó a inflamar y sus jugos comenzaron a brotar muy lentamente mejoró su perfomance de succión, haciendo llegar mi pene hasta lo más hondo de su boca. Cada vez que el recorrido de mi lengua llegaba al final de su raja para rodear su cola, trataba de hundirse mi herramienta hasta el fondo.
La lubricación aumentaba, sus jugos ya eran una catarata y mi lengua un balde que los levantaba para descargarlo en su ano. Empecé a dilatarle aquel agujerito pequeño con un dedo y trabó mi herramienta con sus dientes, cuando coloqué el segundo dedo gimió ahogada por tener su boca ocupada comenzando un movimiento frenético simulando una cogida por la boca, con el ingreso del tercer dedo llegó a su primer orgasmo e hizo chocar la punta de mi miembro contra su garganta. Esa sensación me hizo explotar, derramé en su boca semen en abundancia hasta hacerla ahogar definitivamente.
Pese a ello cumplió con el trato y tragó la totalidad de la carga. Las gotas que habían escapado de su boca las succionó de cuanto lugar halló.
No dejé que abandonara su posición de cuatro patas, y desplazándome por debajo de ella, me retiré aún con mis tres dedos en su cola. Mordía la almohada, para evitar gritar por la incomodidad que sentía. Una vez ubicado tras ella, quité mis dedos y observé su agujero dilatado y enrojecido. Dediqué unas lengüeteadas a su raja para traer humedad a su cola y lentamente le fui introduciendo el miembro.
Me detenía cada tanto, para que su cuerpo se amoldara a esa nueva sensación hasta que se lo embutí en la totalidad. Repetí mi espera, y muy lentamente comencé a moverme dentro de ella al tiempo que con mi mano derecha acariciaba su raja y clítoris.
Comenzó a mojarse y a moverse un poco más. Los gemidos de dolor fueron reemplazados por otros de placer. En el máximo de su excitación, el metesaca se hizo más y más rápido hasta provocarle un orgasmo largo y duradero al tiempo que llenaba sus intestinos con el escaso semen que quedaba en mi interior.
Me oprimió con su esfínter anal hasta casi estrangular mi herramienta como queriendo exprimir el total del semen para evitar seguir en aquella posición.
Cayó rendida de bruces en la cama y yo sobre ella.
Apenas unos minutos después una explosión similar a un gas, expulsó mi miembro de su interior. De ahora no tan pequeño hoyito brotaba semen con un hilillo de sangre.
Le costó unos 20 minutos recuperarse. Cuando lo logró me dio un beso y me dijo:"es hermoso que te hagan la cola, pero es muy doloroso. Para ser mi segunda vez en 10 días, estuvo bastante mejor."
Se acomodó un poco, probó de caminar con naturalidad, le costaba pero lo logró. Nos levantamos de la cama y mirando el reloj dijo "Quedan 25 minutos para las tres, esperá a Mecha acá. Ya te la mando, hacele el amor con delicadeza, como un regalo."
Salió de la habitación, al cabo de 5 minutos mi acompañante original estaba entrando a mi habitación. Con cara de culpa se acercó y tras acostarse me besó y sin mediar palabra se colocó sobre mi. Abrió sus piernas y me regalo el mejor sexo que había tenido hasta allí, incluso mejor que la prenda cumplida.
Nos abrazamos y nos prodigamos tantos besos y caricias que la llamada de nuestros acompañantes nos interrumpió al punto de querer hacer oídos sordos a su requerimiento.
Fastidiados por la situación nos levantamos, nos vestimos en medio de un silencio que presagiaba un final poco grato.
Fuimos al encuentro de ellos, nos encontramos en la cocina y sin mediar palabra nos encaminamos al vehículo. Partimos rumbo al departamento de ellas y al llegar fue Silvana quien tomando la voz de mano nos dijo: "Chicos, no hagamos esto más complicado, nos despedimos aquí y se vuelven a casa. Ok?"
Muy a desgano aceptamos la propuesta. Cuando estábamos por partir, Leo dijo: "Chicas ¿por qué nosotros?"
"Primero, por venganza a nuestros indiferentes maridos que nos echaban de su lado cuando la ganancia era buena y se volteaban pendejas que andan a la caza de viejos con plata. Pero cuando los conocimos un poco y los vimos aparecer en la terminal al instantes de irse ellos, nos dimos cuenta que sería muy bueno una compañía que nos apreciara al menos como mujeres. Simplemente por eso" Respondió Mercedes.
"Es cierto, si bien los habíamos corneado algunas veces este tiempo junto nos pareció más lindo, lo disfrutamos más. Casi te diría que nos habíamos empezado a encariñar" confirmó Silvana.
"Vayan, no hagan esto más difícil. Los vamos a extrañar" murmuró Mercedes mientras entraba en la casa.
Nos despedimos con un beso, cada cual a su preferida y nos fuimos.
En el camino de vuelta a casa, casi no hablamos. Solo palabras de compromiso.
Primero fui yo quien se duchó y luego Leo. Encendimos un cigarrillo cada uno y al fín rompimos aquel silencio.
"Me estaba empezando a enganchar con la negra. Tenías razón no hay que volverse loco" comentó Leo.
Asentí con la cabeza y dije "Son buenas hembras pero nos estaban taladrando la cabeza. Hay que tratar de olvidarlas aunque cueste"
Entre una bocanada de humo, se incorporó mi socio y dijo "Rajemos de acá así no pensamos. Vamos a un boliche"
Nos vestimos sobriamente y salimos a recorrer la noche nuevamente. Una nueva historia nos esperaba...
CONTINUARÁ....
Alejandro Gabriel Sallago