Crónicas de un padre enamorado

Como un padre puede darse cuenta, con horror, que está enamorado… de su propio hijo.

Crónicas de un padre enamorado.

Como un padre puede darse cuenta, con horror, que está enamorado… de su propio hijo.

Siempre ha estado al alcance de mi vista, aquella personita que tuve en mis brazos antes que su madre, la cual vi por vez primera al llegar a este mundo, aún con el cordón umbilical en su vientre. La que escuché romper en llanto cuando sintió frío y desprotección al ver la luz artificial de la sala de partos. Esa personita que llenó un vacío al llegar a mi vida, la que me colma de felicidad desde aquel día. Mi hijo.

Hoy al verlo recostado en el asiento del copiloto de mi auto, no pude evitar darme cuenta que mis sentimientos hacia él van más allá del amor de padre. Esa sutil y firme sonrisa mientras dormía me hizo darme cuenta de su inocencia, de su grandeza a pesar de su edad, pero también me hizo darme cuenta, con horror, que estoy enamorado de mi hijo.

Viste una sudadera y un pans que hace juego de color gris. Le quedan un poco chicos, hace tiempo que no le compro ropa, y veo que mi hijo crece muy rápido, siento que está muy cerca el día en que se case y me quede solo. Por Dios, como crecen los hijos.

Se ve divino recostado a mi lado, con una sonrisa que hace resaltar la inocencia que caracteriza a los niños. Debo reconocer que una de las partes que más me encantan de su cuerpo son sus labios. Son lo mejor que he visto en mi vida. Hermosos, carnosos, rosados, muy bien delineados, perfectos.

Nuestra historia es triste pero breve, su madre murió pocos días después de dar a luz, una fulminante infección que adquirió en la sala de partos terminó por matarla en solo dos días, cuando ella gozaba de plena salud solo unos meses antes del parto. La negligencia de los médicos y la corrupción del gobierno por no hacer nada al respecto terminaron por derrotarme, vencerme y hacerme caer en un abismo del cual nunca hubiera salido, y que me hubiera llevado a una muerte segura de no ser porque mi hijo necesitaba de mis cuidados, esa criaturita tan indefensa que no tenía la culpa de nada, ni de la muerte de su madre ni de la debilidad de su padre de enfrentar el dolor y encarar al mundo con una nueva responsabilidad.

El amor por mi hijo me hizo extraer fuerzas de mi ser, de lugares insospechados, sería como extraer agua de un pozo ubicado en el desierto. Cualquiera diría que es imposible, así lo creía yo, hasta que encontré esa agua vital después de tanto cavar. Esa agua que necesitaba para vivir, era mi hijo.

Nunca me volví a casar, mi chiquillo terminó por llenar mi vida, al menos al principio, porque ahora tengo un vacío que solo él podría llenar. Es irónico, absurdo y contrastante. Mi hijo me llena de plenitud, pero al mismo tiempo, siento una carencia, un hueco, un vacío que solo él podría llenar.

No puedo encontrar la forma de sacudirme esta sensación, el horror de pensar que lo que siento es imposible, que está mal, que es prohibido, me enloquece.

A él ya le da vergüenza el que yo lo vea desnudo, apenas tiene 12 años, pero durante muchos años yo lo bañé con total desinterés, con mucho amor, le cambiaba de ropa y cuando era más chico, le cambiaba el pañal cuando se ensuciaba. Recuerdo cuando le cambié el pañal por primera vez, pensé que me daría asco, como normalmente se ve en televisión, que los padres hacen cualquier cosa por evitar cambiar el pañal. Pero a mi no me dio asco en absoluto, seguramente mi amor por él me hacia hacer cosas que normalmente no haría, y las hacia con amor.

No sé exactamente cuando empecé a sentir esto por él. Tal vez desde hace mucho, pero me negaba a reconocerlo. Quería hacerme el tonto, el que no se daba cuenta, tal vez me repudiaba la idea porque resulta impensable el que un padre pueda querer de esa forma a una persona, que no solo es un niño de apenas 12 años, sino que es su propio hijo.

En este momento que lo veo recostado a mi lado, puedo percatarme de su fragilidad, y de la confianza que tiene depositada en mi, de permitirme el cuidarlo y vigilar su persona mientras duerme. Esa inocencia me cautiva, me hace estremecer hasta los huesos. Si tan solo le pudiera hacer saber lo que siento por él. Mi atracción hacia él no es meramente física. Tan solo quisiera tenerlo aunque fuera una sola vez a mi lado, sin temores, sin resentimientos, sin acusaciones, que me permitiera recorrer su figura con mis dedos, que me permitiera olerlo en cada rincón de su ser. Yo no me permitiría caer en la bajeza de hacerlo mío sin su consentimiento, tan solo para satisfacer mis más bajos instintos. Lo quiero a la buena. Tal vez sea que me siento solo. No me he vuelto a casar, y tal vez solo tenga la necesidad de amar y ser amado.

Tengo la certeza de que mi hijo me ama, y por supuesto que yo también. Jamás le haría daño, tan solo quiero amarlo, al pie de la letra.

Algunas veces lo he pillado sin querer en su recamara explorando su cuerpo, ya es todo un hombrecito. Su desarrollo sexual ya esta a la vuelta de la esquina y le doy gracias a Dios porque él y yo siempre hemos sido buenos amigos. Me ha tenido la suficiente confianza para preguntarme cosas sobre educación sexual que estoy seguro que no cualquier hijo les pregunta a sus padres. Tal vez fue en ese momento cuando me di cuenta que estaba perdiendo a mi niño, está creciendo muy rápido, que tal vez no lo disfruté lo suficiente para jugar con él y me sumergí en el trabajo tratando de que no le faltara nada, a pesar de eso no me arrepiento. Creo que he sido un buen padre en la medida de lo posible y nunca le ha faltado nada.

Es por eso que no quiero caer en una bajeza y tomarlo para mí en la primera oportunidad y permitirle la entrada a la locura, porque este conflicto que hay dentro de mí me mantiene al borde de la demencia.

Es desesperante poder escuchar las gotas de la ducha caer por detrás de la puerta del baño sabiendo que son las únicas que él les ha permitido recorrer literalmente todo su cuerpo mientras se adaptan a su figura, deslizándose de la cabeza a los pies.

En un par de ocasiones, me he quedado dormido en mi escritorio, tengo la mala costumbre de llevar trabajo extra a la casa, cuando debería dedicarle mi tiempo libre a mi hijo. Cuando despierto, lo primero que veo es a mi hijo sentado justo enfrente de mí al otro lado del escritorio con sus codos apoyados en el escritorio y sus manos en su mandíbula. Me ha estado observando atentamente mientras dormía. Cuando pasa esto hasta me hace pensar que él sospecha de lo que siento por él. Cuando despierto en esa situación, no puedo evitar mirarlo a los ojos, y él también lo hace y quedamos así por largo rato, viéndonos a los ojos sin decir nada, solo percibiéndonos, me hace temblar de la emoción. Orgullo, miedo, ilusión y admiración apenas describen el sinnúmero de sensaciones que me hace sentir cuando lo veo a los ojos, hasta llego a pensar que él también me desea, pero jamás ha existido la más mínima insinuación por parte de ambos, cómo puedo pensar en que él me desea, si es apenas un niño. Que mente tengo, por Dios.

No entiendo como puedo sentir esto por él, a veces lo imagino sentado en mi pierna mientras le explico una tarea de la escuela, y no puedo desviar mi mirada a su cuello. Acerco mi cara hasta apenas rozar mis labios en su nuca mientras aspiro un poco de su aroma, puedo percibir un poco de sudor en su ser por haber estado recientemente jugando fútbol con sus amigos afuera de la casa. Y créanme, no me es para nada desagradable, su olor me enerve, me transforma, me alucina.

Mientras tengo todo esto en mi cabeza, voy más allá con mis fantasías y lo tomo lentamente por la cintura y por fin venzo el miedo y le doy un pequeño beso, suave pero firme en su cuello. Noto como él se estremece sin saber porqué, puedo sentir que siente cosquillas como él les llama mientas lo atraigo a mi pecho. Sin dejar de hacer ligeramente presión con mis manos, las llevo lentamente de su cintura a sus piernas, recorriendo cada centímetro, trato de reconocer ese cuerpo que ya conozco desnudo, pero que nunca me he atrevido a tocar de esta manera.

Puedo notar que mi hijo cierra los ojos e inocentemente se deja llevar por el amor que le tengo, tiene plena confianza en que no le haré daño y que solo le estoy demostrando mi cariño, solo eso. La respuesta inesperada de sus labios es un “Te quiero mucho papi”, lo que me hace sollozar y atragantarme con mis palabras y apenas alcanzar a decirle “Yo también hijo”, pero no me atrevo a decirle lo que realmente siento por él. Lo que sí me atrevo a continuar es con mis caricias, puedo sentir como se estremece al sentir mis manos sobre sus piernas. Ahora me atrevo a llegar más lejos y bajo mis manos a sus nalguitas, y puedo notar como él, quizá por reflejo, las levanta un poco como queriendo no perderse de mis caricias y me aferro firmemente a ellas y las abro un poco, muy ligeramente y puedo percibir apenas audible un pequeño sonido que se escapa de sus labios diciendo “Ah…”.

Estoy al borde de la locura y mando al demonio mis temores y por fin me atrevo a tocar con una mano su entrepierna mientras con la otra atraigo su cuerpo aún más al mío, veo como él puede percibir con sus nalguitas a mi dureza de la cual yo no me había percatado hasta ese momento.

Hacemos un leve quejido y también los dos hacemos la cabeza hacia atrás, él apoyándola en mi pecho y yo en el respaldo del sofá. Por fin logro que él coopere con el juego de caricias y ahora él usa sus manitas para recorrer lo que apenas alcanza a tocar, alguna parte de mis piernas y mi pecho, puedo sentir que lo disfruta, puedo sentir que aprueba que lo toque de esa forma, alcanzo a percibir que no se siente intimidado, se encuentra tranquilo y excitado al mismo tiempo.

Seguimos con las caricias y hago una serie de masajes con mi mano a su entrepierna mientras con la otra acaricio su pelo y después lo tomo de la cabeza y lo atraigo para darle un mordisco en la oreja, para después respirar deliberadamente en su cuello, logro que él se estremezca y al cabo de unos minutos puedo sentir como su respiración se vuelve desesperada, clava sus uñas en mis piernas y comienza con un vaivén en su cadera que lo hace rozar sus nalgas en mi entrepierna, percibo que esa sensación es nueva para él y siento cómo se acerca aún más a mi entrepierna para controlar su vaivén y sentir mi dureza con sus nalgas.

Se escuchan gritos en la sala, son los gritos de él que los encuentro desesperados, se halla en un clímax que lo hace explotar, puedo sentir como clava de nuevo sus uñas pero esta vez con todas sus fuerzas, y al cabo de unos segundos puedo sentir algo húmedo en su entrepierna, me llevo mi mano, como por instinto, a mi nariz y puedo percibir el aroma tan rico de su venida.

Lo que siento por él no es meramente físico, todo esto pasó sin siquiera tocarnos la piel, sin la más insinuación de desprendernos nuestras prendas. Es más, yo ni siquiera eyaculé, pero el sentir que él es feliz, que lo que sucedió entre nosotros fue una muestra de cariño, más que un desliz es para mí más que suficiente para sentirme pleno. El saberlo feliz es lo mejor que me puede pasar.

El momento mágico que acaba de suceder es interrumpido por la voz de mi hijo, que acaba de despertar, me ve a los ojos y me encuentra con lágrimas en las mejillas, mientras yo me percato que todo esto fue una fantasía.

  • ¿Qué tienes papá? - Nada Hijo, solo estaba pensando en ti.
  • ¿Y porqué lloras papá? - De felicidad hijo. - ¿Cómo puedes llorar de felicidad?, no entiendo. - Algún día te lo explicaré. - ¡Te amo papá!

Esto último me hace derrumbarme y me impulsa a tomar a mi hijo, abrazarlo y darme cuenta que él es todo para mi, que mi vida no tendrá sentido si me hiciera falta. Es por eso que nunca le diré lo que siento por él, no quiero perder a la única persona que me llena en la vida, a mi mejor amigo, a mi amor, a mi hijo.

  • Yo también te amo hijo. Como a nadie en esta vida. Te amo.