Crónicas de un consolador con patas (2)

Ángel tenía la fundada sospecha de que Alicia, su compañera de trabajo, quería tener con él una relación más que laboral. Cosa sorprendente dado que la mujer se acaba de casar con Eva, que, por otro lado, está más que dispuesta a ser la mejor amiga de Ángel. La vida de un Consolador con Patas es dificil... -Desenlace-

Crónicas de un Consolador con Patas

Capítulo V

El viaje hasta la casa de las mujeres fue intenso. Por una parte, Ángel estaba a punto de estallar, tenía ya una gran erección solo con pensar en las cosas que haría esa noche. Por otra, se dio cuenta de que, sorprendentemente, eran prácticamente vecinos. Él vivía en un edificio de apartamentos a dos manzanas de la urbanización donde ellas tenían su nidito de amor, en total no eran ni cinco minutos a pie. ¿Era otra señal del destino?

Tragó saliva cuando ellas le indicaron por señas que aparcara.

El piso de las mujeres era tal y como se esperaba; bonito y acogedor. Tenía ese "algo" especial que hacía a cualquier persona sentirse como en su propia casa. Con tres dormitorios y dos baños, le pareció el piso ideal para formar una familia.

-¿Algo de beber? –Alicia hizo de anfitriona y le ofreció un botellín de cerveza sin alcohol.- Estás en tu casa, haz lo que quieras.

-¿Lo que quiera? –Dio un trago de cerveza, más por refrescarse la garganta que por sed.- Se me ocurren muchas cosas...

-Pues tendrás que esperar, vaquero. –Bajó el tono de voz para que su esposa, en otra habitación, no les escuchara.- Quiero que vayamos despacio con esto para que Eva no se asuste, tendrás que tener paciencia.

-Soy un hombre paciente... Si la espera merece la pena.

-Te irás satisfecho, no te preocupes. –Le dio un suave apretón en la entrepierna.- Espero que estés a la altura...

-Dentro de un rato te haré comerte esas palabras... –Le acarició la mejilla con el botellín, dejando un rastro de gotas gélidas en su piel.- Entre otras cosas...

Ella sonrió mientras iba hacia el dormitorio y le indicaba que la siguiera. Eva estaba sentada en la cama, visiblemente nerviosa. Cuando entraron puso una expresión cercana al pánico. Ali señaló hacia una silla situada en una esquina de la habitación de matrimonio y él siguió sus órdenes.

-Quédate ahí quietecito hasta que te invitemos a jugar. –Sonrió con malicia.- Si es que te invitamos...

Esas palabras, dichas expresamente para recordar quién tenía el poder ahí, parecieron reforzar la confianza de Eva. También ayudó mucho que Alicia se inclinara hacia ella y la besara tiernamente primero, lujuriosamente después.

No sabía qué había estado esperando, pero, desde luego, ese inicio no estaba nada mal. Ángel se acomodó en la butaca que le habían ofrecido mientras, sin pestañear, contemplaba la escena que se desarrollaba a los pies de la cama. El sonido de los besos llenaba la habitación, Alicia parecía entusiasmada por tener público, o quizás quería excitar a su esposa hasta un punto en el cual no fuera la razón la que elige, sino el puro deseo sexual.

Cuando las manos de su compañera de trabajo alcanzaron la disimulada cremallera de la falda de su esposa, el hombre dejó de respirar. La bajó lentamente, degustando con sus dedos toda la carne que aparecía a la vista. Unos muslos bien torneados, perfectos, quedaron se mostraron en toda su gloria. También el encaje de las medias que cubrían la mitad de sus piernas, y unas braguitas negras, preciosas, que le hicieron desear abandonar su rincón para hurgar bajo ellas con los dedos.

En un visto y no visto, Eva quedó en ropa interior, exhibiendo también un sujetador negro muy recoleto que, si las manos codiciosas de Alicia servían de guía, se abría por delante. Cuando estaba a paso de desabrocharlo, su mujer la detuvo.

-Me está mirando... –Susurró con nerviosismo mientras lanzaba furtivos vistazos hacia la esquina.-

-Quiero que te mire. –Exclamó Ali con esa voz densa y sensual que sabía poner.- Quiero que sepa que mi esposa en la mujer más bella del mundo.

Lo curioso de la situación es que, por la inflexión de sus palabras, Alicia realmente creía lo que decía. Esto pareció animar a Eva, que finalmente dejó que la liberaran del sujetador.

Ángel emitió una exclamación ahogada.

¡Tenía unos pechos preciosos! Si los pezones de Alicia eran oscuros y grandes, los suyos eran rosados y de un aspecto delicado que hacía querer adorarlos... Tenía un busto que cualquier fotógrafo adoraría retratar. Las manos del hombre empezaron a hormiguearle de las ganas que tenía de tocarlos, y su boca... En fin, tuvo que tener cuidado para que no se le cayera un hilillo de saliva. No sabría decidirse entre los enormes pechos de una o los delicados y hermosos de otra. ¿Y él podría tenerlos los dos?

Volvió a gemir.

Mientras él perdía el juicio, las mujeres habían continuado como si nada. Descalza, Ali se había quitado su vestido pasándoselo por encima de la cabeza, dejando a entrever un sujetador sin tirantes que prontamente se unió al montón de ropa desechada. Su busto colosal hizo que Eva olvidara el resto de su vergüenza, dado que se lanzó hacia él como un bebé necesitado de alimento y capturó un pezón con su boca, ansiosa por degustarlo.

Observar a las dos mujeres, prácticamente desnudas, fue más de lo que Ángel podía aguantar. En esos momentos tenía, sin duda, la erección más potente y dolorosa de su vida. No llevaba unos pantalones estrechos, pero los que vestía apretarle dolorosamente. Sus boxer de diseñador tampoco le parecían tan cómodos como al principio. Las mujeres no saben lo que duele tener una erección y no poder liberarla, el único ejemplo que se le ocurría al hombre sería el de una fémina que usara un sujetador varias tallas más pequeño que la suya. Esa forma de opresión, la necesidad y la urgencia por liberar la carne... Sí, ese era un buen ejemplo.

Eva había pasado al otro pezón mientras Alicia intentaba bajarle las medias, consiguiéndolo con dificultad. Su compañera de oficina introdujo un dedo bajo las braguitas de su esposa, con el nudillo arqueado de forma que quedara exactamente sobre el punto más sensible de su cuerpo.

La morena gimió.

La mano de Ángel perdió fuerza repentinamente y el botellín de cerveza se le cayó en el regazo. Con una exclamación, intentó cogerlo antes de que se derramara todo su contenido, pero una gran cantidad atravesaba ahora sus pantalones. Notar el fresco líquido contra su miembro endurecido ayudó para rebajar la tensión febril que le atenazaba. De hecho, llegó a relajarse tanto que, sino se hubiera controlado, habría acabado por eyacular.

Cualquiera diría que se habían olvidado de él, pero no le importaba. Ya podían seguir solas hasta el final, que él seguiría sintiéndose el tipo más afortunado del mundo solo por verlas.

Mientras el dedo travieso de Alicia seguía buscándole las cosquillas a su mujer, esta no se había quedado quieta. Las bragas de encaje que llevaba la castaña, prácticamente transparentes, bajaron por sus muslos a trompicones, dejando a la vista el sexo que tantas veces había probado y degustado. Aunque no tantas como Eva porque, con su primera caricia, consiguió que su esposa jadeara ostensiblemente.

Sabía qué le gustaba y donde tocar. Por algo estaban casadas.

De perdidos al río, Ángel se dijo que, ya que estaba empapado, no importaba un poco más o menos, así que vació el resto del botellín bajo sus pantalones, directamente en su carne más ardiente. El alivio le sirvió para no correrse observando el espectáculo que ocurría ante sus ojos. Siempre había creído que eso de "eyacular en seco" era un mito, pero ahora...

Suspiró cuando se terminó la cerveza.

El trasero de Alicia, respingón, llenaba su campo de visión. La mujer de melena castaña se había adueñado de la situación, inmovilizando a su esposa con unos dedos que, si los gemidos servían de indicativo, estaban haciendo magia bajo la liviana tela de su ropa interior. Mientras la acariciaba entre las piernas, su boca también tomó uno de sus pezones rosados, lamiéndolo con gula en medio de un frenesí sexual desatado.

-Ahh... –Eva alzó las caderas mientras jadeaba.- Mi amor... Me vas a... Me voy a...

-Córrete cariño, hazlo por mí. –Susurró Alicia, enardecida, aumentando el ritmo de sus dedos.- Déjame beber lo que tanto me gusta...

Dicho y hecho. Instantes después, Eva arqueó el cuerpo por completo en medio de un largo jadeo. Cerró los ojos y tuvo un genial orgasmo con la palabra "Ali" en sus labios. La mencionada no dejó pasar un segundo desde que su mujer entró en éxtasis antes de bajarle las bragas y lanzarlas por los aires. Deslizó sus manos bajo sus nalgas para alzarle las caderas, aún en movimiento por los espasmos de placer, y hundió su boca en el coñito jugoso de la mujer.

Eva siseó de placer y volvió a gemir, esta vez de forma totalmente escandalosa.

Ángel consiguió mantener la cordura aferrándose a dos hechos. El primero; que cuando Alicia le había quitado las braguitas, había dejado a entrever el sexo de su mujer, y ahora sabía que Eva lo llevaba completamente rasurado. Él siempre había pensado que ir completamente rasurado era extraño, propio de niñas y no de mujeres. En algunas féminas incluso quedaba mal, a ella no, tenía la forma perfecta de los labios mayores que resaltaban con un sexo depilado. Era perfecta.

Estuvo a punto de caerse de la butaca cuando vio las gotas de placer condensado que se deslizaban de sus rosados pliegues.

El segundo motivo que lo mantuvo lúcido fue que, cuando Ali le quitó las braguitas, al lanzarlas habían acabado, probablemente por casualidad, justo sobre su cabeza. Las cogió entre dos dedos como si fueran algo extraño y delicado, una manchita oscurecía el negro justo frente a donde habían estado tapando su sexo, sin poder evitarlo las olió, impregnándose de su dulce fragancia. Estuvo tentado de lamer la prenda íntima y quedarse también con los retazos de su sabor que pudiera atrapar, pero pensó que no era adecuado hacerlo teniendo a las dos mujeres a pocos metros, por si pensaban mal. Guardó la lencería en uno de los bolsillos de sus pantalones. No estaba robándole las braguitas, se las devolvería.

Probablemente.

Los jadeos de Eva le hicieron devolver la atención a la cama. La forma en la que su compañera de trabajo devoraba el sexo de su esposa le hizo pensar, de pronto, que su estilo de darle placer con la lengua a las mujeres dejaba mucho que desear. Nunca había visto nada así; tan certero, tan... Perfecto.

Recordó haber escuchado alguna vez eso de "Nadie sabe mejor como darle placer a una mujer que otra mujer", lo había considerado una necedad, pero ahora...

Coincidiendo con sus pensamientos, la mujer de melena morena se corrió por segunda vez. Presionó sus manos con fuerza sobre la cabeza de su mujer, como deseando que sus caricias fueran aún más profundas en su momento de éxtasis. Entre gemidos y jadeos, cayó con laxitud en la cama, acusando repentinamente el impacto muscular del clímax. Su sonrisa era tan radiante que pareció iluminar la habitación.

Con la respiración acelerada, Alicia emergió de las profundidades secretas de su esposa. Hizo el gesto teatral de limpiarse la comisura de los labios de los restos del placer que impregnaban su boca. Eva se rió suavemente, aún aturdida.

-¿Qué haces aún vestido? –Ali le miró por primera vez desde que comenzara su magnifica degustación.- Ven aquí.

No se hizo de rogar. Se desnudó en pocos segundos, quedándose tan solo con su ropa interior. Se la hubiera quitado también, pero al darse cuenta de que Eva le miraba se sintió ligeramente incómodo.

Lentamente, intentando pasar por un tierno gatito cuando más bien era un leopardo al acecho, se acercó a la cama. Alicia le quitó los boxer en cuanto tuvo oportunidad, emitiendo una risa divertida al ver como su miembro, completamente erecto, salía disparado anhelante de atención.

-Mira cariño. –Sujetó su virilidad con una mano, acariciándole el glande con la otra.- Ni la más cara polla de látex podrá emular jamás algo como esto.

En esos momentos, no le importaba que le trataran como un consolador con patas, de hecho, le encantaba. Cualquier cosa con tal de que le dejaran penetrar a alguna de esas mujeres. Cualquier cosa.

-Bueno... –La morena, pese a que intentaba adoptar un tono casual, no despegaba los ojos de su sexo enhiesto.- Tampoco es nada del otro mundo...

Ángel bufó, Alicia se rió y Eva puso los ojos en blanco.

-¿Lo prepararás para mí, mi amor? –Ali observó a su esposa con ojos chispeantes.-

-¿Prepararlo?

-Si lo lubricaras un poco con tu lengua...

-¡Con mi lengua! –Eva pareció escandalizada.- ¿Quieres que le haga una felación?

-Solo hasta humedecerlo un poco, para que no me haga daño el entrar.

El hombre tuvo que usar todo su autocontrol para poner cara de póquer y no gritar "¡Mentirosa!". ¿Para que no me haga daño al entrar? A esas alturas debía de estar tan mojada que incluso un actor porno negro no tendría dificultades para penetrarla. Ángel estaba seguro de que Eva también se daría cuenta pero, ya fuera porque no le importaba o porque realmente quería integrarse en las aficiones de su mujer, asintió mientras se incorporaba.

Aprovecharon ese interludio para retirar la ropa de cama, y colocar un montoncito de cojines en el cabecero de la misma, donde indicaron a Ángel que se echara. Él siguió sus indicaciones calladito. Habían dicho que se la iban a chupar, no le importaba que le mandaran a Corea del Norte vestido de marine siempre que cumplieran su promesa.

Apenas podía creer que le estuviera pasando eso a él. Lo más cerca que había estado de un trío fue en una fiesta, hacía años. Su novia del momento y una de sus amigas se habían pasado con el vodka y estaban bailando muy pegadas, intercambiando besos y carantoñas. "¿A que esto te pone?" Le había dicho ella cuando se acercó, él le demostró cuanto le ponía en cuanto encontraron un lugar más o menos discreto. Al día siguiente, ella, abochornada por su numerito, dijo no recordar nada del besuqueo en la pista. Una pena, sobretodo por la amiga le había propuesto ir más allá "Me pregunto si eres rubio de verdad", había dicho observándole lujuriosamente.

Volviendo al presente observó como una reacia Eva trepaba por la cama.

-Eres preciosa. –Susurró Ángel, que llevaba toda la noche queriendo decirlo.- Las dos lo sois.

Ali se ahuecó el pelo en broma mientras que Eva, orgullosa como una leona de su desnudez, le indicaba con un gesto que se callara. Al llegar a las proximidades de su sexo, tan cerca que su aliento le hacía cosquillas en la punta, la mujer arrugó la nariz.

-Huele a cerveza. –Masculló.-

Ángel les relató brevemente su "accidente" con el botellín de cerveza. Alicia debió encontrarlo muy divertido, puesto que se echó a reír como una posesa, rodando por la cama, mascullando algo que sonaba como "cerveza" e "idiota". Rodó tanto que, de hecho, se cayó por uno de los lados del colchón. Gruñó al chocar con el suelo, pero poco después volvieron las carcajadas.

-Eres un poco raro, ¿No? –La mujer de morena le observó con recelo.-

-Y tú estas usando mi polla como micrófono. –Decir lo primero que se le pasa a uno por la cabeza no siempre es lo más indicado.-

Las carcajadas de Alicia arreciaron. Su esposa le fulminó con la mirada y, durante unos instantes, el hombre temió que mordiera su extremidad más preciada. Tomó nota mental de no volver increpar a una mujer que tuviera los dientes tan cerca de su entrepierna.

Sin embargo, Eva prefirió dedicar su atención al novedoso producto que había en su cama. Con manos vacilantes pero decididas, acarició el miembro del hombre, deleitándose de su dureza y de los saltitos que daba cuando lo tocaba.

-Tiene poco vello. –Observó su pubis, haciendo un mapa de la zona.- ¿Te depilas?

-No. –Ali hizo un paréntesis en sus carcajadas para observar la escena.- Es que lo tiene muy fino y rubio, casi no se le nota, es igual que en sus piernas.

Observando las piernas del hombre, decidió acariciarlas para comprobar que las palabras de su amada mujer eran veraces. Pasado ese incidente, retomó sus caricias al miembro del hombre. Pareció encontrar especialmente fascinante la gruesa vena que recorría su virilidad en toda su extensión, puesto que la recorrió con el pulgar varias veces, arriba y abajo, arriba y abajo...

Ángel se repitió mentalmente que no debía correrse aún, pese a que su deseo de manchar las manos de esa mujer con su semen era más acuciante que su sentido común.

-Voy a probarlo... –Fue un susurro que casi no pudieron escuchar, pero lo dijo.-

Se inclinó levemente mientras se lamía los labios, humedeciéndolos. El chico rubio contuvo la respiración, Ali se inclinó más en la cama para observar la escena de cerca. Cuando la boca de Eva atrapó su glande, jadearon los dos.

-Así, cariño... –Una de las manos de la mujer castaña acariciaba lentamente su propio sexo, anticipando lo que estaba por venir.- Humedécelo en tu boca... Acarícialo con la lengua...

-Mmmm... –El sonido brotó de la garganta de Eva y le hizo estremecerse.-

-Sigue, mi amor, sigue preparándolo para mí...

Saltaba a la vista que la mujer tenía poca experiencia en felaciones, pero, a falta de técnica, el morbo servía como estimulante. Y nadie podía sentir más morbo como Ángel en ese momento, viendo a una mujer, declaradamente lesbiana, lamiendo su virilidad mientras su mujer se acariciaba con una mueca de pura lujuria en el rostro.

En un momento dado, la chica intentó introducir más de lo que podía en su boca, tanto que pareció ahogarse un par de veces. Con delicadeza, el hombre tiró de ella hasta desunirla de su miembro.

-No estamos en una película porno. –Le guiñó un ojo para restarle importancia a sus palabras.- Toma lo que puedas, nada más.

Eva le dedicó su primera sonrisa de amante, asintió y siguió su consejo al reanudar la tarea. Hubo un instante en el que Ángel sintió tanto placer que estuvo a punto de dejarse ir, consiguió contenerse, pero una gruesa gota de semen escapó de su prisión. La mujer la observó, morbosamente fascinada, antes de extender un dedo y atraparla. La miró a contraluz y la acarició, haciendo un catalogo de las cualidades de su semen. Él pensó que, si seguía examinándolo tan de cerca, sería capaz de contar la cantidad de soldaditos de la vida que iban en esa gota. Después de olerlo levemente, sacó la punta de la lengua y lo saboreó.

-Está salado... –Ronroneó antes de devorarlo por completo.-

El tono de ingenua sorpresa con el que dijo las palabras estuvieron a punto de llevar al hombre a una brutal eyaculación, tuvo que apretar las mandíbulas y los puños para contenerse. ¿Sería posible que nunca hubiera probado el semen? Ali le había contado que tuvo unas experiencias negativas en la juventud, pero aparentemente sus relaciones con los hombres eran escasas incluso entonces, si es que tuvo alguna.

Examinando su miembro con una repentina determinación, Eva atrapó su glande con la boca mientras le acariciaba el tronco con una mano, masturbándolo. Su lengua le acariciaba por todas partes, dándose cuenta pronto de cuales eran los sitios que más le hacían temblar. El hombre apretó aún más los puños y cerró los ojos, anulado por el placer que esa boquita inexperta le estaba dando. Supo que estaba apunto de correrse y que nada podría detenerlo esta vez, pero no le importó.

-Voy a... –Sus palabras sonaron distorsionadas incluso a sus propios oídos.- Voy a...

Eva no se detuvo en ningún momento, Ángel comprendió sorprendido que la mujer quería que se corriera. ¿Acaso le había gustado el semen que quería probar más? Él le daría todo lo que quisiera, comenzando desde ya.

-Mi amor, ya basta. –Alicia apartó a la mujer de su miembro con suavidad. Un hilillo de saliva los unió durante un instante antes de romperse.- Si sigues lo harás terminar, y estás preparándolo para mí, ¿Recuerdas?

-Sí... –Se lamió los labios y parpadeó, sorprendida.- Es que... Yo quería... Bueno, ¿Lo he preparado bien?

-Sí, perfectamente.

-Estoy... De acuerdo... –Masculló él mientras intentaba recuperar el control.-

-Ahora me toca a mí. –La mujer de grandes pechos se tumbó en la cama y le dedicó una mirada retadora.- Por fin tenemos una cama en la que jugar...

-Necesitaré un minuto antes de jugar... –Se excusó.- A menos que quieras que acabe antes de empezar.

-Tienes tu minuto. –Se acarició los pechos con lujuria.- Pero ni uno más.

Mientras él se concedía su minuto para retardar lo inevitable, Ali abrió el cajón de una de las mesillas y sacó una caja de preservativos.

-Especialmente para la ocasión. –Anunció ante la mirada escéptica de su mujer.- ¿Quieres ponérselo tu?

-Lo intentaré. –Abrió el envoltorio sin dudar, pero una vez llegó la hora de ponerlo, se equivocó e intentó extenderlo del revés hasta darse cuenta de su error. Mientras ella enrojecía los otros intentaron contener la risa. Todo el mundo había sido inexperto en algún momento. Algunos lo son durante toda la vida.- Listo.

-Ven aquí, machote. –Ella palmeó su lado de la cama.- Llegó tu momento.

Con movimientos medidos se posicionó sobre la mujer. Resultaba extraño disponer de tanto espacio y comodidad para tomarla; se había acostumbrado a las aparatosas posturas que hacían en el sofá, la mesa o incluso el suelo.

-No quiero nada suave. –Alicia le aferró con fuerza un mechón de pelo.- Estoy lista y te quiero sentir bien, ¿Entiendes?

-No te preocupes. –La retó él.- Me sentirás.

Con un traje de combate puesto y en posición, Ángel no pudo ocultar su sonrisa de cazador. Ella le atrajo hasta su cuerpo y enfiló la punta de su miembro hacia la cueva del tesoro. Pudo sentir su calor incluso a través del condón. Estaba apunto de penetrarla cuando sintió una mirada clavada en él. Se giró y vio como Eva les observaba con unos ojos que transmitían desde dudas a miedo, pasando por celos y un puntito de excitación que no podía ocultar.

-No le haré nada que tu no quieras. –Dijo, muy a su pesar. Tenía que ser consecuente consigo mismo, ni aún estando apunto de aullar de deseo estaba dispuesto a ver como Eva sufría delante de él.-

-¿Qué? –Ali se envaró bajo su cuerpo e intentó obligarlo a penetrarla.- ¡Ni hablar!

-¿Lo dices en serio? –La esposa de su compañera de trabajo le observó intensamente.- Si te digo que te vayas, ¿Lo harás sin montar una escena?

-Sí. –Suspiró, imaginándose en tener que conducir con semejante bulto entre las piernas.- Aunque parezca una locura, lo haré.

-No, no lo harás. –La castaña volvió a intentar consumar la unión, pero él era suficientemente fuerte para que ella se agotara intentándolo sin conseguirlo, incluso cuando alzó las caderas con esa intención.-

-Bueno... –Eva le dedicó su segunda sonrisa especial de la noche.- Sería una pena que dejaras a mi esposa en ese estado, ¿No?

La mujer mencionada asintió efusivamente mientras reanudaba sus intentos por introducirlo en su interior.

-Pero tendrás que volverla loca. –Esta vez sus ojos llamearon de lujuria.- Si no lo consigues, no la creeré cuando vuelva a decir que las de carne son mejores que las de látex.

Ángel no pudo aferrarse a su caballerosidad ni un segundo más. Penetró a Alicia de una sola embestida; dura y directa. Ella siseó de placer al sentirlo dentro por sorpresa, acto seguido le rodeó las caderas con las piernas, por si acaso volvía a intentar salir. Él emitió un gruñido de placer que ni pudo ni quiso reprimir. Se sentía tan bien...

Alicia, jadeante, le pedía más. Más profundo, más rápido, más fuerte...

Él empezó a verlo todo rojo.

Sin piedad y sin compasión, compenetraron sus embestidas de caderas a un ritmo alocado. Cada vez que él la penetraba, ella levantaba las caderas para chocar contra él, acrecentando el placer. Los gemidos y los jadeos de placer resonaron en la habitación. Ángel sintió un placer inmenso al darse cuenta de que estaba tomando a su compañera de trabajo en su propio lecho conyugal y delante de su mujer. ¿Quién podía pedir más?

Utilizaba toda la fuerza de las caderas en penetrarla, y eso la movía lo suficiente como para que sus pechos se agitaran incluso estando bajo su cuerpo. Sentir el tacto mórbido de sus senos contra su torso estaba volviéndole loco. Obnubilado por el deseo, se inclinó hacía uno de los enormes pechos de la mujer y lo coronó con sus labios, atrapando el pezón entre su lengua y el paladar. Ella jadeó con fuerza.

-Sí, así... Aprieta más... –Ella le golpeó con los talones en el trasero.- Tu boca... Más... Tú... Ahhh... ¡Sí!

Por pura curiosidad, giró el rostro para observar a Eva. La mujer estaba muy cerca de ellos, ligeramente inclinada hacia delante, como si estuviera tentada de tocarlos pero no se atreviera. En sus ojos relampagueaba la fascinación y el deseo.

-Tócala. –Su voz, pastosa y salvaje, sobresaltó a la mujer, pero él no estaba para delicadezas en ese momento.-

-Yo no... –Ella intentó alejarse, pero él la detuvo con la mirada.-

-¿No le vas a dar placer a tu propia mujer? –Le espetó él, despreciativo.-

El efecto fue el esperado, la mujer le fulminó con la mirada, se lamió los labios y se acercó a la refriega. Él giró el rostro parao ocultar una sonrisa. Cuando se volvió a girar, el otro pezón de la mujer estaba siendo sabiamente atendido por la boca de la morena, cuya melena se desparramaba sobre su busto.

-Ahhh... Ahhh... Sí, mi amor... –Ali acariciaba la cabeza morena al tiempo que la apretaba más contra ella.- Tu sabes... Que me gusta sentirlo, sí...

-A mí siénteme donde debes. –Salió casi por completo del sexo de la mujer, maravillándose ante la carne húmeda y tierna que quedó a la vista. Acto seguido, con toda la fuerza que tuvo, la penetró de golpe una vez más. Y otra, y otra, y otra...- ¿Me sientes ahora? ¿Sabes donde estoy?

-¡Síii! ¡Síii! –Aferró un puñado de cabello moreno hasta hacer gemir a su mujer, que no obstante no abandonó sus pechos; mientras lamía uno el otro lo acariciaba.- Joder, esto es bueno... Cariño... Mi amor... ¿Lo ves? Esto... Es... Lo... Mej...

Se corrió. Un fuerte grito brotó de sus labios, un jadeo sin sentido que emitió al tiempo que su cuerpo se tensaba. Eva, conocedora de los gustos de su mujer al llegar al clímax, apretó con fuerza el seno que sostenía en su mano mientras succionaba con ganas sobre el pezón del otro. Su esposa jadeó aún más fuerte.

Ángel perdió la cabeza en algún momento entre ese orgasmo y el siguiente. Durante unos instantes sintió el impulso de arrancarse el condón, hundirse dentro de la mujer y llenarla de su semilla espesa y caliente. El macho alfa que buscaba fecundar a su hembra. Lo único que evitó que lo hiciera fue que tenía otro impulso aún mayor; el de clavarse en ella más fuerte y hasta el fondo. Eyaculó con un rugido animal que no recordaba haber emitido jamás.

Se mantuvo unido a ella durante largos instantes después del clímax. La habitación dio vueltas a su alrededor mientras se vaciaba por completo y el calor del semen le envolvía a causa del preservativo. Consiguió no dejarse caer encima de las dos mujeres, echándose a un lado antes de desplomarse extenuado.

Eva se despegó del seno de su mujer respirando con dificultad. Parecía excitada con la experiencia, y sorprendida de estarlo. Observó como el hombre se quitaba el condón y lo lanzaba a algún lugar impreciso. Vio su miembro perlado de semen y no pudo evitar pensar en la cantidad de cócteles especiales que se podría hacer con ese denso y salado líquido. Por alguna razón, también acudía a su mente la imagen de una mousse de chocolate con un relleno muy especial... Le encantaba la cocina creativa.

Alicia estaba completamente ida. Pocas veces había sido capaz de llevarla a tal estado de paroxismo con un solo orgasmo. Si es que había sido verdaderamente uno, porque juraría que, cuando el hombre había embestido por última vez, esta se había tensado de la misma forma que hacía cuando conseguía encadenar dos orgasmos en su boca.

Pensar que ese hombre pudiera darle tanto placer a su mujer debería asustarla, pero se sintió alegre por ella y también por sí misma. Ángel le caía inesperadamente bien, mejor aún, tenían una conexión especial que no se podía definir con palabras. Aunque apenas se conocían, era algo que tenía muy claro. Se veía siendo buena amiga de él: El amante de su mujer.

La idea bastó para hacerla reír suavemente.

Capítulo VI

Los murmullos complacidos de Alicia señalaron su regreso al mundo de los vivos. Sonrió dulcemente mientras acariciaba la mejilla de su esposa, que se había tumbado a su lado.

-Hola. –Saludó esta, apoyándose contra su mano.- ¿Todo bien?

-Muy bien... –Se palpó el pecho izquierdo e hizo una mueca de dolor.- ¿Quién me ha mordido?

-Perdón. –Se excusó Eva, contrita.- Parecías tan emocionada que... Perdí la cabeza...

-No te preocupes. –Se incorporó lo suficiente para darle un beso.- Me ha encantado.

-Y no ha sido lo único... –Señaló con la cabeza hacía el hombre aún convaleciente.-

-Te dije que el látex no tenía ni comparación... –Una risa obscena escapó de sus labios.- Aunque tienen a su favor que esos no necesitan recuperarse, solo que les cambien la batería.

-No me defenderé por el hecho de ser humano. –Objetó Ángel con voz pastosa, provocando las risas de las féminas.- Pero tampoco creo que un juguete a pilas sea la panacea.

-Oh, ¿Quieres ver a nuestros pequeños? –Con una súbita carga de energía, la mujer se levantó de la cama y abrió las puertas del armario.-

-¡Ali! ¿Qué haces? –Eva miró a su esposa con el ceño fruncido.-

-Enseñarle nuestra colección. –Cargó una caja negra de diseño elegante y la depositó a los pies de la cama antes de abrirla.- Aquí están, nuestros bebés.

El hombre se incorporó y observó impresionado el contenido de la caja. En pequeños departamentos compartimentados, había lo que se podía catalogar como una perfecta colección de juguetes eróticos para mujeres: Consoladores, vibradores, dildos, bolas chinas, lubricantes, pinzas para los pezones... Y un montón más de cosas cuyo nombre no conocía pero que le causaban escalofríos de solo mirar.

-Este es mi preferido. –Alicia alzó un arnés con correas de cuero y un nada despreciable pene de látex como pieza central.- Me encanta cuando te lo pones y...

Se estremeció mientras miraba a su esposa, que tampoco pudo disimular una sonrisa lujuriosa, aunque fue prontamente sustituida por una mueca irónica.

-Pues desde hace unos meses me pides que me lo ponga menos que de costumbre... –Miró hacia Ángel y bufó.- ¿Por qué será?

-Porque la suya es mejor, cariño. –Aprovechó la ocasión para acariciar el miembro, ahora en reposo, del hombre.- Y sabe mejor, ¿A que sí?

Eva miró hacia otro lado mientras mascullaba un "antes no te quejabas tanto" que sonó un tanto enfurruñado. El hombre no pudo evitar reírse, con lo que se ganó una mirada retadora por parte de la mujer morena.

-Vamos, no te enfades... –Alicia devolvió su atención a su mujer, acariciándola con ternura por todo el cuerpo.- Sabes que verte a ti con el arnés puesto me pone a mil... Y cuando lo usas para darme placer... Humm...

Sus caricias fueron haciéndose más atrevidas. Coronando con sus manos sus senos, apretando con las yemas de los dedos sus pezones rosados para después rodear sus caderas hasta amasar sus espléndidas nalgas. Repentinamente sonrió como si se le hubiera ocurrido una idea realmente divertida.

Eva se puso tensa con igual presteza.

-No. –Lo dijo con toda la firmeza que se podía usar sin gritar.-

-Te gustará.

-No. –Negó con la cabeza para dar énfasis.- No quiero.

-¿De que habláis? –Musitó el hombre, que aparentemente se había perdido algo.-

-De nada.

-Creo que a mi querida esposa le encantaría recibirte... Por detrás, no sé si me entiendes. –Su sonrisa habría asustado a las hienas.-

-¡No! –La mujer se aferró a cojín y lo usó de barrera entre ella y los otros.- Ni hablar...

-Vamos, no te hagas la primeriza, sueles recibir cosas más grandes por ahí.

-¿Cómo de grandes? –Preguntó él sarcásticamente. No le gustaba que compararan a su amigo del Sur con algún trozo de plástico a pilas.-

-Oh... Aquí tenemos su juguete preferido... –Lo sacó de la caja.-

Ángel observó la... Monstruosidad... Que la mujer sostenía y sufrió un escalofrío que le recorrió de la cabeza a los pies.

-Imposible... –Tragó saliva.- Eso es... Demasiado...

-Aún no ha conseguido metérselo por completo. –Señaló una medida que, pese a no ser todo, seguía siendo totalmente escandalosa.- Hasta aquí es su record actual, pero hemos ido mejorando en los últimos tiempos, creo que para nuestro primer aniversario tendremos una nueva marca...

-Yo no...

-Oh, oh... –Alicia se rió socarronamente.- Siempre dice que no al principio, pero luego...

-¡Ali! –El rubor ascendió por el cuello de Eva hasta llegar a su rostro.-

-Le gusta mucho. –Siguió la aludida, como si nada.- Es su vicio particular, igual que yo no podría renunciar a los hombres de verdad, dudo que ella pudiera vivir sin...

-¡Ali! ¡Basta! –Le quitó la "cosa" enorme de las manos y la metió en la caja.- No tienes por qué decirle nada de eso... Además, no es verdad... Yo solo... Yo...

-¿No es verdad, cariño? –La mujer de grandes pechos observó a su esposa con una sonrisa retadora.- ¿Estoy mintiendo?

Eva fulminó con la mirada a Ángel como si todo fuera culpa suya. Después cogió una gran bocanada de aire y asintió.

-No, mi amor. –Su respuesta fue más bien un ladrido.- Me gusta... A veces.

-¿Y no es cierto que quieres sentir a Ángel dentro de ti?

-Yo... –La mujer cerró los ojos y tragó saliva, volvió a observar al hombre con rencor.-

-Recuerda que, cuando nos casamos, prometiste no mentirme nunca. –Señaló Alicia con rintintín.- ¿Lo deseas o no?

-Tengo curiosidad. –Dejó escapar el aire, como si lo hubiera costado pronunciar las palabras.- Sí, se podría decir que lo deseo, ¿Estás contenta, cariño?

-Túmbate. –Ali señaló la cama con un dedo.-

-Yo no...

-Ahora.

Hubo un intercambio significativo de miradas hasta que la morena, mohína, se tumbó.

-Bocabajo. –Esta vez no hubo dudas, fue una orden.-

La mujer gruñó mientras se daba la vuelta, envarada.

-¿De qué va esto? –Preguntó Ángel, confundido.-

-Ya te dije que le gusta jugar. –Susurró ella mientras sonreía.- Solemos intercambiar el papel dominante, y hoy me toca a mí, por lo que tiene que obedecer.

-¿Obedecer? –Frunció el ceño.- ¿Vas a obligarla a...?

-¿Obligarla? –Esta vez su risa fue escandalosa.- Está deseando sentirte dentro de su cuerpo, ¿No te has dado cuenta?

Eva musitó algo en voz baja que no sonaba alentador.

-Nuestro angelito tiene dudas, amor, déjaselo claro.

-Ya que está aquí... Me da igual... –Hasta las orejas se le pusieron coloradas.-

-Las dos estáis locas. –Ángel gruñó. Muy a su pesar su virilidad había recobrado las fuerzas ante el cariz que tomaba la conversación. Era muy difícil mantenerse relajado junto a dos mujeres preciosas desnudas, y menos cuando le estaban ofreciendo algo que le volvía un chivo lujurioso solo de pensarlo.-

-¿Locas? No, solo ligeramente descarriadas. –Las dos se rieron a la vez, compartiendo un chiste interno.- Cuanto tengas una pareja a la que ames de verdad, aprenderás a buscar juegos que la exciten.

-Tomo nota...

Ali le besó ligeramente en los labios y después se giró para buscar en la caja negra. Sacó uno de los tubos de lubricante y ojeó la etiqueta.

-¿Qué prefieres? ¿Cereza o melón?

-¿Para qué preguntas? No tengo pensando comérmelo.

-Da igual, di uno.

-Melones. –Observó los voluminosos pechos de la mujer mientras le daba la respuesta. Ella los meneó ligeramente para tentarlo, sin embargo, se escabulló cuando la quiso tocar.-

-Es mi turno de prepararla. –Ronroneó mientras impregnaba sus dedos con el aceitoso lubricante.- Colócale una almohada bajo las caderas, así todo será más fácil.

Él, consciente de lo que iba a suceder, hizo lo que le ordenaron. El trasero escultural de la mujer quedó en pompa, mostrando también el contorno de su sexo. Alargó una mano inconscientemente pero la detuvo antes de tocarla.

-Tócala. –Le invitó la mujer de ojos almendrados.- Ya te dije que era la mujer más suave del mundo, compruébalo.

Acarició lentamente una de las nalgas de la chica, que se estremeció ligeramente. Poco a poco, recorrió los límites de su trasero hasta llegar a su sexo. Aún conservaba parte del calor y la húmeda que habían producido sus orgasmos anteriores. Su dedo penetró con facilidad hasta el nudillo. Incluso aunque estaba con la cara pegada a una almohada, pudo escuchar el jadeo que emitió. Al parecer era bastante sensible.

-Mmmm... –Ángel se relamió al verla estremecerse.- ¿Qué puedo hacerle?

-Lo que quieras. –Frunció el ceño ligeramente.- Bueno, no, lo que quieras no. Por ahora, dedícate a calentarla bien, cuanto más excitada esté, más placer para los tres...

-Lo haré desinteresadamente. –Ironizó él mientras se inclinaba sobre su sexo.-

Lamerla en esa posición era difícil, pero consiguió la fricción suficiente con su lengua como para que ella ronroneara al tiempo que su humedad se acrecentaba alarmantemente. Por si fuera poco, las manos de Alicia envolvieron su miembro. El contacto del lubricante le causó un escalofrío, pero el masaje que le proporcionaba pronto hizo desaparecer cualquier inconveniencia. Al mismo tiempo que lo lubricaba, le daba el toque final que le faltaba para estar duro. Tuvo que contenerse para no frotarse descaradamente contra sus manos y jadear.

Cuando por fin consiguió arrastrar con su lengua una cantidad considerable de la esencia de Eva, corroboró las palabras de su compañera de trabajo acerca de su excelente sabor. Era magnifico, intenso como solo el néctar de la pasión podía ser, pero con un toque... Diferente... No había sabor en el mundo que le apeteciera conservar en su boca más que el de un buen sexo femenino.

Le separó los muslos para poder acceder mejor a ella, que le regaló un gemido como recompensa a su labor. Deslizó uno de sus dedos por completo dentro de su intimidad y pudo sentir como se cerraba a su alrededor. Eso le sorprendió hasta que recordó haber visto bolas chinas en su "caja mágica". El uso de ese juguete daba mucha fuerza en los músculos vaginales. Alicia había estado a punto de volverlo loco varias veces en la oficina, apretándolo hasta exprimirlo como una naranja. Su esposa también parecía disponer de tal habilidad.

Cuando la cosa se estaba poniendo a punto de caramelo, Ali le abrazó por detrás, clavándole los pechos en la espalda, para decirle que la dejara trabajar. Él gruñó pero se apartó de la entrepierna de la mujer, que pareció echar en falta sus dedos, puesto que se giró, con una mueca anhelante, para ver lo que sucedía.

-Bien... –Se puso una gran cantidad de lubricante en una mano y comenzó a extenderla por la zona oscura de su esposa. Aparentaba una gran habilidad, como si lo hubiera hecho muchas otras veces.- Tendrás que esperar un momento mientras...

Las palabras de la chica quedaron en suspenso cuando notó como el hombre deslizaba su virilidad en su interior. Después de ronronear levemente, se giró para mirarle.

-¿Te has puesto un...?

-Sí.

-Ajá. –Se colocó de forma en la que facilitaría su penetración mientras seguía desempeñando su labor.- Sé un buen chico y acaríciame, me gusta que me toquen el clítoris mientras...

-Lo sé. –Una de sus manos rodeó la cintura de la mujer y alcanzó su punto más sensible. Ella siseó de placer cuando estuvo bajo las atentas caricias de sus dedos.- Empiezo a conocerte bien...

-¡Qué miedo! –Le dedicó una tierna sonrisa antes de volver a sus tareas.-

Era la escena más surrealista que Ángel había pensado vivir. Él, penetrando a Alicia lentamente mientras la masturbaba; ella, por su parte, estaba extendiendo una buena capa de lubricante en el trasero de su mujer, ayudándose para la tarea de sus dedos y de un juguete azul que parecía un consolador pero más fino de lo acostumbrado. Al ver como el instrumento se hundía lentamente en la carne de Eva, el rubio no pudo evitar penetrar con más fuerza. La castaña pareció darse cuenta de qué lo estimulaba y se rió por ello.

Su compañera de trabajo abrió más las piernas y le rogó con sus gemidos un poco más de actividad, él entendió el mensaje y la acarició con más fuerza. Su deseo era dejarse llevar y hundirse en ella una y otra vez hasta volverse loco, pero sabía que lo bueno estaba por llegar. No todos los días se le ofrecía a uno la posibilidad del sexo anal, y quería llegar en la mejor forma posible. Además, le tenía ganas a Eva, por algún motivo u otro, quería disfrutar con ella y alcanzar cotas de placer desconocidas estando en su interior.

-Mmmm... –Alicia hacía entrar y salir el juguete azul a un ritmo constante, asegurándose una buena dilatación.- Por aquí ya estamos preparadas... ¿La quieres ya?

-Sí. –Jadeó su esposa, aunque la pregunta no era para ella.- Ya, por favor...

-¿Necesitada? –Le dio un ligero azote en el trasero que la hizo suspirar.- Bueno, no te quejes, ahora lo tendrás para ti y yo solo podré mirar...

-¿Por qué? –Ángel arqueó una ceja, intrigado.- ¿No es esa la gracia de ser tres?

-¿A que te refieres? –Dejó el consolador azul bien hundido y se giró para mirarle.- ¿Alguna idea?

-Bueno... –Carraspeó mientras acariciaba la cintura de la mujer.- Tu podrías... No sé... Sentarte apoyada en el respaldo de la cama, por ejemplo. Y Eva... Mientras yo le... Bueno, mientras yo estoy con ella, no le costaría nada...

-¿Comerme el coño? –Sonrió perversamente.-

-Es una forma de decirlo. –No pudo contener un bufido. Las mujeres no tenían ni pizca de tacto. El sí, desde luego, era un techado de virtudes.-

-¿Qué opinas, mi amor? –Se inclinó para frotarle la cabeza.- ¿Te apetece darme placer?

-Siempre. –La desafió con la mirada a decir lo contrario.- Ponte delante de mi y ya me darás las gracias luego.

-Mmm... –Aprovechó sus últimos instantes unido al hombre para penetrarse con profundidad y darle un buen apretón con los músculos pélvicos.- Aunque echaré de menos también esto...

-Pásame a Pepe Luis. –Eva extendió la mano.-

-¿Pepe Luis? –De nuevo las miró de hito en hito. Estaban chifladas, simplemente.-

-El vibrador plateado. –Señaló la caja.- Cógelo.

-Hay dos plateados. –Suspiró mientras observaba el cofre del tesoro.- ¿El de la base roja o la negra?

-El de la base negra, el que la tiene roja es Josefina. –Su compañera de trabajo lo dijo como si sus diferencias fueran tan lógicas que cualquiera debería darse cuenta.- Pepe Luis tiene cuatro velocidades, Josefina solo tres.

-Ya veo. –Cogió la cosa plateada y se la dio mientras intentaba ocultar su desagrado. ¿Ponerle nombre a los vibradores? ¿Las mujeres hacían eso? Lo dicho, chifladas.-

El zumbido del vibrador al encenderse llamó su atención, Alicia se lo pasó por el cuello para que notara como la cosa se movía.

-Mmm... Pepe Luis vale su peso en orgasmos. –Se lo metió en la boca mientras le miraba.- Aunque te prefiero a ti.

-Psé... –Eva cogió el vibrador y jugó con él entre sus dedos.- La suya no vibra, ¿No?

-Vale, venga, cada una a su sitio. –Señaló efusivamente las posiciones.- Espero que cuando tengáis las bocas ocupadas digáis menos tonterías.

-¡Uy! ¡Qué se nos pone gallito! –Ali corrió a ocupar su sitio frente a la boca de su mujer.- ¿Estás lista, cariño?

-No sé. –Miró al hombre con desconfianza y un puntito de miedo.- ¿Y si me hace daño?

-¿Nuestro querubín? –La mujer le acarició el cabello de forma maternal.- Solo te dará placer, es demasiado decente para lo demás.

-Ya... –Suspiró.- Bueno, que sea lo que tenga que ser... Espero que valores lo que hago por ti, mi amor.

-Te quiero...

Intercambiaron una mirada acaramelada que hablaba de amor y sentimientos compartidos. Ángel se cansó de toda su cháchara y le dio un azote en el trasero a Eva, que dio un respingo.

-No es por interrumpir, pero... –Señaló hacia el sexo de la mujer castaña, a pocos centímetros de la boca de su esposa.- Estoy seguro de que prefiere tu lengua en otro sitio.

-Hombres... –Bufó mientras sonreía. Le guiñó un ojo a su mujer y se inclinó sobre su anhelante entrepierna. Ali gimió prácticamente al instante.-

El hombre se pasó la mano por el pelo mientras observaba la situación. El trasero en pompa de Eva estaba totalmente a su alcance. Su sexo rosado parecía tan anhelante de caricias como el orificio que en esos momentos ocupaba el juguete azul. Un deseo fugaz hizo palpitar su miembro. No quería irse de esa habitación sin probar las maravillas del coñito de la mujer morena.

Posicionó su glande entre los labios de la mujer, abiertos al estar excitada, y empujó. No le costó demasiado refugiarse en su interior. Ella se retiró ligeramente de la tierna carne que degustaba y se giró.

-Por ahí no es.

Sus palabras sonaron tan genuinamente sinceras que Ángel no pudo evitar reírse a mandíbula batiente, cosa nada aconsejable si se quiere mantener una erección. Para los hombres, la risa y el sexo son enemigos irreconciliables.

-Perdón, no sabía por donde iba. –Bromeó él con mucha guasa.- La próxima vez acertaré.

-No te pases de listo y... –No pudo acabar la frase porque Alicia tiró suavemente de la mujer hasta posicionarla de nuevo sobre el buffet libre que había entre sus piernas.-

-Haz lo que debas... –Tenía los ojos vidriosos por el placer. Eva había situado la punta de Pepe Luis sobre su clítoris mientras lamía tiernamente sus rincones más ocultos.- Pero deja el pabellón bien alto, querubín, no querrás que piense mal de ti...

-No me gusta que me llamen querubín... –Refunfuñó por lo bajo.-

Había llegado la hora de dejar de hablar. Quería sexo. Agarró las caderas de Eva y comenzó un suave vaivén que ella acogió con gusto. El cuerpo de la mujer era cálido y se amoldaba a la perfección a su amigo del Sur, rodeándolo y apretándolo desde todas direcciones. Incluso a través del condón pudo percibir la humedad que evidenciaba su excitación. Penetró con más fuerza y ella gimió sobre el sexo de la otra fémina, que acogió la vibración extra con mucho gusto.

El juguete azul que la llenaba amenazó con salir de su cuerpo, pero él lo empujó hasta clavarlo a su sitio, lo que la hizo ponerse rígida y gemir aún más alto. Realmente le gustaba que la estimularan por detrás. Bien, siempre le habían apasionado los retos...

-Sí, mi amor... –Alicia se lamía los labios mientras acariciaba el cabello negro de su mujer.- Ahh... Síii... Me haces cosquillas...

Por el aumento del zumbido que sonaba de fondo a otros ruidos más sexuales, Ángel dedujo que habían aumentado la potencia de Pepe Luis. Ali gimió con más fuerza mientras sus caderas se movían incontrolablemente. El hombre rogó porque se corriera pronto, se le acababa de ocurrir la guinda perfecta para la velada, pero antes la mujer tenía que llevarse su parte de placer. Y él, aguantar sin correrse en la gruta húmeda de Eva, algo bastante difícil considerando que la fémina le estaba torturando de una forma que casi lo hacía sollozar de placer.

-¿Es eso lo mejor que sabes hacer? –La retó sabedor de que si se alargaba en el tiempo acabaría por eyacular. Se reclinó sobre ella para llegar a sus pechos y poder acariciar sus pezones rosados. Los atrapó entre las yemas de sus dedos y apretó con suavidad.- Creía que vosotras erais buenas con la lengua, pero no veo que Ali parezca muy impresionada...

Eva dejó escapar un gruñido irritado y, de repente, se convirtió en un torbellino de placer. Su lengua lamía el sexo de su esposa de forma frenética mientras Pepe Luis le atormentaba el clítoris con su vibración. Dos de sus dedos penetraron en la vagina de una sola vez, ante lo que Alicia se volvió loca de placer, incluidos gritos de genuino éxtasis.

El clímax no tardó en llegar, y la morena lo coronó introduciendo ligeramente a Pepe Luis en el interior del sexo de Alicia, que en respuesta se tensó y se corrió aún más fuerte. Ante sus propios ojos vio brotar una gran cantidad de flujo vaginal que Eva devoró con gula, relamiéndose. Casi se corrió él mismo de la impresión.

Se quedó estático mientras el orgasmo de su compañera de trabajo arreciaba, llegaba su cúspide y, poco a poco, se desvanecía dejando tan solo las brasas. Ali se inclinó hasta llegar a la boca de su dedicada esposa y compartió un beso húmedo y apasionado con ella. Por la intensidad con la que sus lenguas batallaban, supo que estaban compartiendo algo más que saliva.

-Eres la mejor... –Ronroneó la mujer de grandes pechos con voz pastosa por el placer.- La mejor...

-Solo quería dejarle claro al Señor Lento como me las gasto. –Eva sonrió triunfante mientras giraba el cuello para mirarlo.- ¿Te decides ya? Me estoy quedando fría...

-Eh, eh... –Tiró de los hombros de la mujer hasta hacerla quedar de rodillas en la cama.- Estaba esperando a que tu mujercita se llevara su parte.

-¿Alguna idea perversa que debamos conocer? –Las dos mujeres parecían a la espera. Por el modo en el que la morena se estrechaba contra él se podía deducir que había decidido tener su placer, ni que él quisiera ni que no.-

-Sí. Túmbate boca arriba. –Señaló la cama.- Justo bajo tu esposa.

-¿Para qué?

-Vas a servirle de mullido colchón. –Miró ostensiblemente sus pechos enormes.- Eva se apoyará en las rodillas y los codos, pero quiero que todo vuestro cuerpo esté carne contra carne. Procuraré no aplastaros, pero tenéis que portaros bien.

-Suena divertido... –Ali se hizo sitio en el hueco que le indicaban.- ¿Has oído mi amor? Vamos a jugar al sándwich, y tú eres el jamón.

-Me gusta ser el jamón... –Se rió coquetamente mientras se posaba sobre el cuerpo de su amada. Como prácticamente eran de la misma altura, encajaron a la perfección. Los pechos de Alicia se aplastaron contra los de Eva, dándole a Ángel una imagen que ocuparía sus sueños eróticos hasta el fin de sus días.- ¿Y ahora, querubín? ¿Qué más?

-No me llames querubín. –Le dio otro azote en el trasero, esta vez nada suave. Ella le retó con la mirada a hacerlo otra vez y él la complació. La otra mujer pareció divertida con la situación.- Y ahora, es cuando yo me divierto.

-¿Cómo? –La morena se apartó el pelo a un lado y le observó tan fijamente como pudo.- No me gusta la cara que tienes.

Suponía que se refería a su expresión de determinación. Ya había aguantado a ese par de súcubos demasiadas tonterías, había llegado la hora de su placer.

-¿Has escuchado la frase "Lo que no está prohibido está permitido"?

-¿Bromeas? –La morena arqueó una ceja.- La uso continuamente, ¿Tú también?

-Yo... –Negó con la cabeza. No debería sorprenderle que también tuvieran eso en común. Solo era un pequeño grano de arena en el desierto.- Da igual, lo que quiere decir es que pienso hacerte todo lo que quiera...

-Un momento...

-Ahora cállate. –Subió la dureza de su voz. Alicia había usado ese tono para hacerla obedecer, tal vez le funcionara a él.- Date la vuelta y besa a tu mujer. No quiero que hables más a menos que te lo pidamos.

-Ya has oído, amor mío. –La castaña le puso un dedo sobre los labios.- Cállate y bésame. No enfades a nuestro querubín cuando te tiene en sus manos.

-¡Y no me llaméis querubín! –Tronó.-

Ocultaron sus risas besándose con pasión, aunque entre los murmullos de placer se coló algún ruido apagado que sonaba sospechosamente a carcajadas.

Ángel sacó el consolador azul que invadía el trasero de Eva, que se estremeció al sentirse repentinamente liberada, y lo lanzó hacia atrás con un gesto desdeñoso. Hizo un ruido sordo al caer.

-Mmm... He estado pensando... –Alicia aprovechó que su esposa le mordisqueaba la oreja para hablarle.- No necesitas un condón para lo que quieres hacer... ¿Por qué no te lo quitas?

-¿Puedo? –Sonó como a un niño al que le dicen que puede coger todo lo que quiera de una tienda de juguetes.-

La chica morena se despegó levemente de su mujer y la miró a los ojos. Hubo un intercambio mudo tras el cual las dos asintieron y dieron su consentimiento. Ángel nunca se había quitado un preservativo de forma tan brusca. Al verse liberado de la desagradable mortaja que lo contenía, su miembro saltó de felicidad. Una sonrisa socarrona se extendió por su rostro.

-Bien, bien... –Se lamió los labios mientras situaba la punta de su compañero en la gruta oscura de Eva.- ¿Preparadas?

Eva se tensó cuando él empezó a empujar. Gimió quedamente sobre los labios de la mujer y pudo entender un "despacio" entre sus murmullos. En realidad, no resultó tan difícil como había pensado, estaba claro que la mujercita estaba acostumbrada a jugar en el patio de atrás. No tardó demasiado en tener el glande dentro, el resto lo introdujo de un golpe, haciéndola gritar mientras se arqueaba.

-Así, cariño, así... –Alicia le acariciaba la espalda, mimosa.- ¿Se siente bien dentro? ¿Lo notas palpitar?

-Mmmm... Sí... –La morena apretaba con fuerza los ojos.- Es tan... Tan...

-¿Te gusta lo que te hace nuestro querubín?

Ángel renunció a corregirla otra vez, en lugar de eso, deslizó una mano entre las mujeres y le pellizcó ahí donde su carne era más delicada. Ella siseó de dolor-placer y le dedicó una mirada fogosa.

-Porque me tienes atrapada, que sino... –Ella lo amenazó mientras se lamía los labios.- ¿A qué esperas, vaquero? ¡Móntala!

Empujó con toda la fuerza de sus caderas. El trasero de Eva le apretaba por todas partes de forma intensa, pero él quería hacerla gemir. Necesitaba oírla gritar. Desde el principio lo dio todo, notando como sus testículos chocaban contra la mujer. Entraba y salía de su carne tan fuerte como podía, moviéndola de tal forma con sus acometidas que la morbidez de los cuerpos femeninos se frotaba y las hacía jadear.

-Sí, sí... Ahhh... –La mujer morena, apoyada en sus rodillas y en sus codos, se arqueó aún más. Poco a poco perdía estabilidad e iba quedando tumbada sobre su esposa.- No te contengas... No te... ¡Ahhh!

Notó un tacto extraño en los testículos y se dio cuenta de que Alicia había deslizado una de sus manos entre sus cuerpos y estaba acariciando diestramente a la mujer.

-Tengo que cuidar a mi chica. –Le sacó la lengua, burlona.-

Cogiéndola bien de las caderas, continuó penetrándola. Dejaba dentro solo la punta y volvía a entrar. El sonido de sus cuerpos al chocar era excitante. El de los gemidos de la mujer creaba adicción.

-Ahh... Sí...

-¿Te gusta eso? –Sentía como el sudor le corría por la frente.- ¿Es así como te gusta?

-Tírale del pelo. –Indicó Ali.- Solo un poco... Le encanta.

-Más... Mmm... Más... –Ella echó la cabeza hacia atrás cuando Ángel siguió el consejo de la mujer y tiró de su cabello. La castaña aprovechó para mordisquearle la garganta como si fuera un vampiro, dejándole un escandaloso chupetón.- Ahhh... Sí...

-Pues tómalo todo, tómalo... To-do...

La chica se puso rígida y se corrió con un gran grito. Ángel se aferró a sus muslos y se dejó ir, rugiendo al tiempo que su semen se liberaba. La penetró tres o cuatro veces más mientras eyaculaba, buscando enterrarse más adentro, unirse a ella a perpetuidad. Se dio cuenta de que estaba haciéndole daño clavándole los dedos y la soltó, cayendo sobre su espalda llena de sudor y haciendo gruñir a Alicia que tuvo que soportar el peso de ambos. Rodó levemente hasta caer a un lado, cosa que la mujer agradeció.

El hombre observó perezosamente como un hilillo de su semen resbalaba por el trasero de la mujer y se deslizaba lentamente hasta el sexo de la misma, desde donde goteaba sobre la otra. El simple hecho de que ahora las dos estuvieran manchadas con su semilla llenó a su parte animal de un orgullo feroz. El Macho Alfa se complacía de ver a las dos hembras sometidas a su virilidad, aunque más bien se podría decir que él había sido esclavizado con sus encantos.

-No ha estado nada mal... –Opinó la mujer de grandes pechos, sin dejar de acariciar a su esposa.- Aunque os he notado forzados, supongo que por ser vuestra primera vez juntos.

-¿Y habrá más? –Su tono relajado evidenciaba lo aliviado que se sentía en esos momentos después de eyacular. No rechazaría un sueñecito.- Pensé que esto sería una experiencia única.

-Bah, no te preocupes, no creo que sea difícil convencerla después de esto... –La zarandeó levemente para constatar que, efectivamente, estaba dormida o inconsciente.- Si es que se despierta, claro.

Ángel hizo ademán de levantarse y buscó su ropa interior con la vista. Al ir a recogerla, Alicia lo detuvo.

-¿Qué haces?

-Vestirme... –Alzó los hombros, como si fuera algo demasiado lógico para decirlo.-

-Oh, ya veo, una vez acabada la faena, buenas noches y adiós. Como si fuéramos cualquier rollo de discoteca al que...

-¿Quieres que me quede? –La interrumpió.-

-Sería una cortesía por tu parte no marcharte de esa forma. –Bufó y recolocó a Eva entre sus brazos.- Y ayudarme a tumbarla también.

Con un suspiro exasperado, cargó a la mujer en sus brazos y la colocó en el lado de la cama que estaba despejado. A punto estuvo de tirar la caja llena de juguetes, pero Ali la agarró a tiempo. Una vez todo estuvo colocado, la mujer señaló un extremo del lecho para que se tumbara.

-Duerme un rato... –Bostezó, como si sus propias palabras la afectaran.- Como se suele decir, la noche aún es joven... Y yo pienso aprovecharla.

Poco después la aprovechó, y lo hizo de nuevo antes de que saliera el Sol.

Posdata

Cuando por fin me dejaron marchar, bastante después de la hora del almuerzo, estaba tan agotado que caí dormido en mi cama aún con el agua de la ducha mojándome. Me desperté resfriado, pero pensé que era un precio que merecía la pena pagar por una noche de inolvidable placer. Aún tenía en mis retinas la exhibición que me habían dado como despedida, Eva se había puesto el arnés y...

Tuve un escalofrío y estornudé.

Las semanas siguientes no hicieron más que ahondar en mi confusión. Para empezar, mis "encuentros" con Alicia en la oficina no se detuvieron en ningún momento, de hecho, a veces nos veíamos dos veces a la semana en vez de una, y, para regocijo de los dos, también solíamos usar la hora de la comida para buscar una cama cómoda en la que retozar libremente. No conseguí que dejara de llamarme querubín, pero ella me compensaba con creces cada vez que me enfadaba. Un hombre es fácil de contentar, y ella sabía usar bien la lengua.

¿Por qué me quejo de tener una chica hermosa dispuesta a acostarse conmigo? Porque no sé que soy para ella, o mejor dicho, sí que lo sé. Un consolador con patas no debe sentir ni pensar, solo dar placer. Yo cumplo con la tarea dando lo mejor de mí, pero... Desde que comenzó mi lío con la mujer de enormes pechos, no me he acostado con ninguna otra.

Exceptuando a su propia esposa, claro. Porque, tal y como anunciara Ali esa primera noche, hubo más encuentros especiales entre nosotros tres. De hecho, aprovechábamos cualquier fecha señalada para estar juntos; Cumpleaños, aniversarios, días festivos, Navidad, el Día de la Madre...

Cuando pregunté por qué estábamos celebrando el Día de la Madre haciendo un trío, Alicia se sacó mi miembro de la boca y me dijo que cerrara el pico. Esa fue la única respuesta que obtuve, y no me atreví a preguntar más porque su esposa reclamó el uso de mi lengua en otros sitios más pecaminosos.

Nuestros encuentros a tres bandas se redoblaron cuando Eva descubrió que, aunque se sentía insegura cuando me tumbaba sobre ella para tomarla, le encantaba sentarse a horcajadas sobre mi miembro y cabalgar. Lo hacía mientras se besaba intensamente con su mujer, que aprovechaba para poner su sexo húmedo y caliente al alcance de mi boca en una oferta irresistible. Esa se convirtió en nuestra posición favorita por lo mucho que disfrutábamos los tres.

Sin embargo, más que el sexo, Eva es el problema más acuciante. Desde que descubrimos que tenemos tanto en común, la mujer morena insiste en salir conmigo de vez en cuando. Es inquietante ir con ella al cine, a tomar unas copas o a ver un partido de fútbol. Y es aún más aterrador cerciorarse de que, poco a poco, se ha acabado convirtiendo en mi mejor amiga. Ali se une a veces a nuestras escapadas, pero mayormente prefiere quedarse en casa, dormitando en el sofá, despidiéndonos con un cómico "disfrutad y tened muchos hijos" al que su esposa reaccionaba indignada, diciendo que los niños no eran un tema del cual burlarse. Acto seguido me exponía sus ilusiones sobre ser madre en el futuro y las dificultades que tenía de serlo dada su situación. Todas las palabras eran dichas mientras me observaba fijamente con sus ojos oscuros, intentando hipnotizarme.

Yo no pillé la indirecta, pero una parte de mi cerebro debió hacerlo, dado que desde ese momento insistí en llevar yo mismo los condones. Convertirme en un padre postizo es más de lo podría soportar.

Ser un Consolador con Patas es algo realmente difícil... Pero no cambiaría a ese par de súcubos por nada en el mundo. ¿Qué me están utilizando? Bueno, ser un hombre objeto tiene sus ventajas... Húmedas y eróticas ventajas...

PD. Historia dedicada a Aline y Adarix; que seáis muy felices juntas en vuestro primer aniversario y que me tengáis en cuenta si os quedáis con hambre de más.