Crónicas de un Adolescente (II)
Las vivencias de un adolescente, con una doble vida, que descubre a pasos de gigante su sexualidad. Basado en hechos reales.
Le había tomado gusto a aquello de "hacerse una paja". Desde aquel día en casa con Alberto, lo había repetido todos los días, varias veces incluso. Como cada domingo, tras salir de la Iglesia, pasaba a echar unas partidas al PRO en casa de mi amigo Damián. Allí esperaba como casi siempre Jose. Pasabamos las tardes muertas mirando aquel televisor y machacando nuestros pulgares en el mando. Damián era un chico moreno de piel, bajito y regordete, muy timidillo, que solía ser bastante influenciable. Jose tampoco muy alto, tenial el pelo un poco largo, los ragos de la cara muy marcados y por aquel entonces era uno de los chicos más guapetes de clase.
Al rato llegó también Alfredo. Era un chico deportista, moreno, ojos achinados, pelo larguito, musculado, por el que las chicas se peleaban y al cual conocía desde la infancia. Ahora que eramos cuatro, los turnos para jugar eran más largos y aburridos. La casa de Damián era grande y la sala donde estabamos estaba bastante alejada de donde estaba su madre y su hermana mayor. Por tanto, si venían sus pasos se oían antes de que entraran. Por aquellos tiempos estaba de moda la lucha libre, estabamos hartos de verla por TV y mientras esperabamos el turno nos dedicabamos a intentar imitar las acciones que los luchadores realizaban. Siempre acababamos por los suelos, uno encima del otro, y la mayoría de las veces enfadados (solía cabrearse el perdedor, el dominado).
El cansancio del juego sustituto, nos llevó a mi y a Jose al sofá, donde esperabamos impacientes nuestro turno. Los sofás estaban a espaldas de los dos que jugaban y estos desde luego no iban a mirar hacía detrás pues el juego captaba toda su atención. Yo llevaba unos días desenfrenado y aprovechando la tranquilidad no tarde en meter mi mano en el pantalón. Cogí un cojín para taparme y no tarde en sacar mi polla y empezar a masturbarme. Jose tardo un rato en ver lo que pasaba, pero cuando se percató, lo primero que hizo es avisar a los otros a grito de "Mira Mario se la está cascando". Damián enseguida soltó el mando, miró hacia detrás y con una sonrisa en su boca dijo: "Mario, tio no mancilles mi sofá", pero no pareció molestarle. Alfredo era más pudoroso y no miró. No me debieron preocupar las miradas, e incluso me debieron motivar pues cuando retomé las sacudidas, mi pene estaba ya totalmente erecto. Estaba tremendamente cachondo por la situación, tanto que intente persuadir a Jose para que se me uniera a aquel tremendo pajazo.
Al principio pareció mostrarse reacio, pero mi cara de placer, y que me había desecho del cojín y ahora podía visualizar en todo su esplendor mi polla, pareció animarle. El ni siquiera comenzó a tocarsela por debajo del pantalón, la sacó directamente, totalmente flácida. Era un pene realmente pequeño, a pesar de la flacidez, pero Jose lo mejoraba con su atractivo. Poco a poco se fue empalmando. La cosa no mejoró mucho, pues cuando terminó de empalmarse, su polla apenas llegaría a los 12-13 cm, muy delgada y sin apenas vello. Me hacía gracia su forma de masturbarse, cogiendo su polla con dos dedos, pero la verdad tenía muy buen ritmo y su cara era realmente morbosa.
Entre tanto, Damián y Alfredo acabaron su partida y cuando giraron sus rostros se encontraron con aquel panorama. Dos tios detrás suyo haciendose unos buenos pajotes. El juego era lo que menos nos preocupaba ahora. Yo estaba a punto de correrme y a Jose, por la creciente intensidad de sus gemidos, no debería quedarle mucho tampoco. Del bolsillo de mi chaqueta que había dejado en uno de los brazos del sofá cogí un pañuelo. Subí mi camiseta, coloque el pañuelo a la altura del ombligo, incline mi polla hacía hay esperando la corrida. Tardó apenas unos segundos en salir un potente chorro de semen, acompañado de tres o cuatro disparos posteriores menos cargados. Mientras limpiaba los alrededores de mi pene y retiraba el pañuelo, Jose hacia los últimos esfuerzos. De su polla salieron dos chorros, con menos potencia, y más acuosos que los mios, que resbalaron hasta sus huevos. Había acabado mi paja, pero la verdad seguía algo cachondo. Mi polla tardó en volver a su sitio un rato, ayudada por que nos pusimos con el juego y la distracción es lo que tiene. Mientras jugabamos no podía parar de mirar el paquete de Jose, parecía aún empalmado, y no paraba de tocarse. Alfredo y Damián, fliparon un poco con la situación pero non dijeron nada. La tarde continuó y seguimos jugando hasta que cada uno se fue a su casa. Sería la primera de muchas pajas con Jose.