Crónicas de un Adolescente (I)

Las vivencias de un adolescente, con una doble vida, que descubre a pasos de gigante su sexualidad. Basado en hechos reales.

Volviamos del instituto, hoy Alberto comía en casa. Era un chico de mi clase, repetidor, un año mayor que yo, hacía poco había cumplido los 18 y aunque no eramos muy amigos, nuestras madres si lo eran y por eso, hoy lo tendría de invitado en mi casa.

Era un chico delgado, alto, moreno de piel, con pelo ensortijado castaño y una rudeza caracteristica de ser un chico de "calle". Ambos eramos poco habladores, pero aún así él siempre encontraba algo para hablar conmigo, aunque tenía poca variedad. Parecía divertirle hablar sobre las chicas de la clase, la mayoría amigas mías y que estaban en esa edad donde los cambios se notaban demasiado. Su interés parecía mayor que el mío. La verdad, nunca me había fijado en ellas como algo más, pero él parece que sí.

Gracias a la conversación, el regreso a casa se hizo más ameno. En la mesa esperaba un buen plato de macarrones que pronto tardó de desaparecer. La tarde era larga, las tareas escasas y su madre no vendría a recogerlo hasta las 19:30. Mientras mi madre, dormía en el sillón del salón Alberto y yo pasamos a mi habitación en busca de entretenimiento.

Buscaba entre los juegos de mesa cuando el dijo:

  • Marcos, se me ocurre algo para hacer.

  • Si, dime.

  • ¿Nos hacemos unas pajas?

He de decir, que yo por esos entonces era bastante inocente, y la verdad, no sabía a lo que se refería cuando decía aquello de "hacernos una paja". Ante el desconocimiento asentí, era su propuesta y solo quería agradarle.

De pronto lo ví, como metía su mano en el pantalón de su chandal, a la altura del paquete. Comenzó a tocarlo como si se estuviera rascando, mientras yo esperaba que me explicase de que iba el "juego", pero al parecer ya había comenzado. Cuando vió que no reaccionaba, me dijo:

  • Tio, ¿no empiezas?

  • ¿A qué?, contesté.

  • A machacartela, me dijo riendose, mientras se bajaba un poco el pantalón y el calzoncillo, lo justo para dejar a la vista su polla semierecta.

Ante aquella imagen me quedé helado. Jugaba al baloncesto, y en los vestuarios había visto a más chicos desnudos pero nunca en la intimidad y menos "jugueteando" con él.

No sabía que hacer, estaba muerto de verguenza, pero intentando no quedar mal, empecé a repetir lo mismo que Alberto hacía. Pronto en mi entrepierna algo comenzó a reaccionar. Para aquel entonces, Alberto ya había prescindido de los calzoncillos y dejaba su polla al aire. Era una polla de unos 17 cm, no muy gorda y circuncidada, con un glande morado que sobresalía, rodeado de muy poco pelo y acompañada de dos enormes huevos. El balanceaba su polla, agarrada con su mano izquierda, de arriba abajo.

No podía dejar de mirar como Alberto jugaba con su polla. Nunca me había fijado en los chicos, (bueno tampoco mucho en las chicas), pero esa situación era bastante divertida. Imitaba lo que hacía Alberto, pronto saqué mi polla de mis calzoncillos y comencé a mover el brazo tal y como lo hacía él. Mi polla no era tan grande (también porque el era un año mayor que yo), pero si que era más gorda. Apenas había comenzado yo mi "masaje", cuando Alberto con voz temblorosa me dijo:

  • Tio, tio, corre dame un pañuelo.

Rápidamente me acerqué a la mesilla, le pasé un pañuelo y a los pocos segundo vi asombrado como de su polla salían dos chorros de un líquido espeso blanco y de su boca un alarido de placer que hasta entonces no había escuchado. Pronto acabó mi asombro cuando en mi propio cuerpo sentí un escalofrío y una sensación de placer que acabó con ese líquido que había visto en Alberto por toda mi camiseta.

  • ¿Menuda corrida no?, dijo Alberto todavía fatigado.

  • Sí, dije, sin saber de que iba la cosa.

  • Limpiate eso antes de que se ponga duro que sino no sale, me recomendó Alberto, mientras guardaba su polla en su pantalón.

Fui al cuarto de baño y con agua y jabón limpié las manchas de mi camiseta, mientras pensaba en lo que había pasado. Nunca había sentido algo así, la verdad estuvo bien, pero ¿era normal eso en dos chicos? Pasamos toda la tarde en mi habitación entretenidos entre la Play y el Pórtatil, sin comentar lo que había pasado. Algo había despertado en mi interior y me gustaba.