Cronicas de Umbrella
John. Ada.
John, un hombre rubio de constitución atlética y con gafas, repasaba por ordenador la evolución del virus progenitor al virus T y las muestras celulares de los ni janna, la tribu que guardaba la planta.
Le apasionaba ese virus, los efectos que genera, la rápida evolución del cuerpo, con esfuerzo crearon al Tyrant, un pobre reo que tuvo la estupidez de escoger ser conejillo de indias a ser ejecutado por la inyección letal, un reo que le inocularon el virus de forma dolorosa y controlada, viendo como aumentaba su masa muscular, pero esos músculos aplastaban su corazón, de modo que lo extrajeron y lo pusieron fuera, al principio parecía un error, pero la rápida regeneración del tejido cardiaco mutado descartó el corazón como punto débil, lo reforzaron con glándulas suprarrenales más grandes.
Pero lo que más le atrajo la atención era el brazo izquierdo, hipermusculado, en vez de mano, tenia unas garras que podían partir el titanio.
Un mole de tres metros imparable.
-¡eh John! Adivina quien viene a hacernos una visita – decía sonriente uno de sus colegas.
-no, pero seguro que me lo dices – dijo John.
-esa nena de chicago, Ada Wong.
Ada, su novia, era una científica que venia de la sucursal de chicago para supervisar el proyecto, una erección se manifestó bajo sus pantalones.
-¡¿A que ya no puedes levantarte?! – preguntó el científico riendo.
-ya tengo ganas de que venga Alma aquí para hacerte lo mismo, Martin – respondió John mosqueado.
-no, médicos sin fronteras la tiene en África hasta el año que viene, aguántate las ganas – dijo Martin guiñándole un ojo.
Por la noche, John se tumbó en la cama, imaginaba el cuerpo desnudo de su novia delante suyo, imaginaba sus pechos moverse por las envestidas.
Su verga se levantó, las manos de John rodearon su falo acariciándolo suavemente, empezó a masturbarse, imaginando a Ada jadeando de placer.
-ah, ah, Ada, Ada, preciosa – decía John mientras se masturbaba.
Las manos de John se movían rápido, frotaban más deprisa imaginando el cuerpo desnudo de Ada vestida con su propio sudor, los brazos de su novia rodeándole.
-¡PAAAADRREEEEEEE! – decía una voz femenina de ultratumba.
John se levantó cabreado, le habían estropeado la paja, había oído de esa leyenda macabra de que una familia murió al construirse la mansión de Spencer y que el fantasma de su hija vagaba como alma en pena, mierda, incluso vio cuatro guardias que intentaban invocarla por la Ouija delante de el mientras decían.
-maldice a los científicos, que cobran más que nosotros.
John estaba dispuesto a dar parte al director Marcus, pero un repiqueteo de cadenas le atrajo la atención por la ventana, entonces vio algo.
No sabia que era, fue fugaz, no parecía un Hunter, se movía demasiado despacio, pero tampoco era humano.
Llamó al almacén de Bow’s para ver si faltaba alguna, se relajó cuando le dijeron que no faltaba ninguna.
Una broma, de muy mal gusto pero una broma, se fue a la cama.
Al día siguiente, Ada vino, tenia el pelo corto, mirada oriental de gata y un cuerpo atlético.
Se saludaron con un beso en presencia de todos, hasta que un Anciano Marcus, les dijo.
-¡dejen de perder el tiempo en esas miniedades! ¡Repasen los tres pilares del centro!
Todos recitaron.
-¡la obediencia trae la disciplina, la disciplina unidad, la unidad el poder, el poder es la vida y es todo!
-¡vuelvan al trabajo! – dijo Marcus.
John, odiaba y admiraba a Marcus, un científico brillante a la par de autoritario, sabia que nunca hubieran avanzado si no fuera por el, deseaba entrar en su sección, donde solo los mejores estaban.
Solo tenía dos protegidos, William Birkins y Alfred Wesker.
Birkins, casado, con una hija, era todo un erudito, su mujer tenía mucho carácter, ambos compartían pasión por la ciencia, de su hija, Sherry, solo la vio una vez, una niña solitaria que quería jugar, John le hizo un juego de manos para entretenerla, pero su madre apareció diciendo.
-¡deja de perder el tiempo con ese imbécil y vuelve a tus estudios!
No odiaba a Annette, entendía su postura, pero… pobre Sherry ¡y pobre William!
Wesker, parecía uno de esos tipos duros de las películas, no se fiaba de el, ocultaba sus ojos bajo unas gafas de sol, tenia actitud de matón, de hecho le vio practicar el tiro al blanco en la sala de entrenamiento de los guardias, se trataba de un hombre pragmático.
Le vio con Ada varias veces y en esas veces deseaba partirle las gafas de un puñetazo.
Pero la rabia de John se disipó al notar un susurro en su oído, Ada quería estar con el.
A solas.
Pero ¿Dónde escaquearse?
Otro susurro lo aconsejó, pero esta vez no le excitaba.
En el cobertizo.
No se lo contó a Ada, pero en el cobertizo a duras penas conseguían contener una planta mutada, era una planta carnívora que creció a proporciones titánicas, dos científicos murieron al contenerla.
Iba a decirle no, pero los pechos de Ada apoyándole en el disminuyeron el riego sanguíneo en la zona lógica de su cerebro.
Fueron hasta el cobertizo en silencio, pero pararon ante un repiqueteo de cadenas, seguido por un lamento.
-¿Qué es eso? – preguntó Ada agarrándose a John.
John le contó la leyenda de la mansión y como los guardias bromeaban con ella, mientras entraban en el cobertizo, unas cadenas goteaban sangre, la propietaria de esas cadenas se llevaba el cuerpo sin vida de un guardia.
John cerró la puerta del cobertizo, entonces vio a Ada que acariciaba una hermosa flor, John la apartó de ella.
La planta carnívora se había extendido ¿Qué podía hacer? ¿Avisar? Noooo Marcus lo caparía por escaquearse del trabajo, pero… ¿si se extiende más? ¿si….
-¡mira que te alarmas por una hermosa flor! – decía Ada poniéndose la flor en sus cabellos.
John, perdió el color, quería decirle algo, pero Ada le besó con pasión.
-vamos amor, espero tu tubo de ensayo – decía Ada con sensualidad.
La joven cogió la mano del científico y lo llevó a una de las habitaciones.
-¿acaso no te gusto? – preguntó Ada mientras se despojaba de sus ropas quedándose en ropa interior.
John le gustaba, joder, la cantidad de pajas que le dedicó a Ada podían llenar una garrafa, pero esa planta, no deben de estar ni a veinte metros de ella, en el salón principal del cobertizo, dispuesta a comérselos.
Los labios de Ada besaron el vigor de John, despertándolo, sus labios acariciaban la calida piel del órgano, despertándolo, haciendo que John supere el miedo, esos labios escarlata, rodearon el glande de John, haciéndolo desaparecer dentro de su boca.
Las manos de Ada acariciaban los testículos de John con dulzura y suavidad mientras sentía como su traquea se llenaba de la verga de John.
La mezcla de miedo y excitación de John era palpable.
-mierda – dijo John sacando su verga de la sensual boca de Ada, la lanzó a la cama y se puso encima sacándole su ropa intima con fuerza.
-dios, te deseo tanto – decía John.
-¡espera! – dijo Ada apartándolo.
John le sorprendió de lo fuerte que es Ada, ella le susurró al oído.
-¿acaso quieres verme embarazada?
John se la imaginó con vientre de madre, conteniendo el fruto de su amor, diría que seria aún más bonita, pero se sacó un condón, quería salir de ese proyecto antes de tener hijos, quería tener hijos lejos de esas instalaciones, se lo puso con rapidez.
-Ada, te deseo tanto, cuando terminemos el proyecto, nos casaremos y tendremos muchos niños.
Ada se sonrojó, ningún hombre le dijo eso antes, lo besó con ganas en sus masculinos labios.
John la abrió de piernas y se preparó para penetrarla.
-¿tan rápido? ¿Y tus besos? ¿Tus caricias?
-Ada, hemos de salir de aquí enseguida.
-el director Marcus ¿eh?
-no, en el salón hay algo peligroso, por eso hemos de terminar rápido.
Ada vio el miedo en los ojos de John, se relajó y sintió como John bombeaba con ganas su interior.
Ada no le importaba, era su misión, pero, sus caricias la derretían, sus manos sabían arrancarle algún gemido, John siguió bombeando hasta correrse, entre el polvo y lo que Marcus le hace trabajar, le vino un sopor que le venció.
Al despertarse, vio que algo bajo las sabanas le estaba mamando su verga.
-ohhh Ada, que viciosa eres, déjame ver tu cara comiéndomela.
Al destapar la sabana, vio con horror que Ada era una zombie y le estaba arrancando a mordiscos trozos de su verga.
-John se despertó aterrado, se comprobó sus partes, intactas, lo único que vio de Ada era una Carta.
“John
Se que en la habitación de al lado hay una planta carnívora, no me enviaron desde Chicago sin información sobre vuestros experimentos.
Como has podido ver, no soy una doncella indefensa, pero me gusta verte como caballero andante dispuesto a dar tu vida por mí.
En cuanto a los hijos….
He de sincerarme contigo, no creo que sea buena madre, tampoco creo que te convenga mucho estar conmigo, suelen pasar muchas cosas malas a mí alrededor.
La próxima vez que nos veamos, quiero que me toques, que me acaricies, el calor de tus manos sobre mi piel me es tan placentero”
Ada siempre firmaba con sus labios, John iba a besar la marca del pintalabios pero algo no iba bien.
¿Ha estado ausente cinco horas y Marcus no montó en cólera? Eso si que es raro, preguntará a Birkins o a Wesker si saben algo.
-perfecto Ada, una muestra de la planta, ahora con la muerte de Marcus, el proyecto Uroboros empezara a manifestarse – decía Wesker riendo diabólicamente mientras miraba la flor que sostenía en sus manos