Crónicas de Lara (1: El pasillo)
Lara era muy puta, tanto que a veces se asustaba de si misma. Dueña de una figura voluptuosa y alucinante, era el animal perfecto de follar, capáz de cualquier cosa.
A Lara le gustaba vestirse como una puta, porque se sentía como una puta. Pero ella no cobraba, lo hacía lo placer. Le encantaba follar, y cuanto más mejor. No había día que no se pasará alguno por la piedra, y a veces hasta más de uno. Pero hoy tenía pensado algo especial. Hoy iba a ir a ese local que le gustaba tanto. Un local con una zona oscura, una zona para dejarse llevar y cumplir todas sus fantasías.
Lara decidió que se vestiría de forma especial para ese día, si normalmente vestía como una puta, hoy vestiría como una gran puta. Se colocó una minifalda de cuero que le quedaba como un guante. Su culo quedaba enmarcado y apenas cubierto ya que la tela acababa justo en el pliegue de la nalga. Por supuesto no llevaba ropa interior, Lara no le veía utilidad ninguna a la ropa interior. Se colocó un top color roda clarito que le quedaba tan ajustado que le hacía daño en los pezones, por lo que iba marcándolos de una manera que haría a los hombres darse la vuelta irremediablemente para contemplarla. Y es que Lara era digna de contemplación. Era una hembra diseñada para poner cachondos a los hombres. Un metro setenta de altura, una melena lisa y corta de un rubio platino resplandeciente. Una cara angelical, pero con una expresión de zorra que tiraba de espaldas. Cuando Lara te la mamaba y veías como esos labios carnosos se deslizaban por tu polla, a la vez que te miraba directamente a la cara con esos ojazos azules, inocentes pero a la vez cargados de malicia te corrías en un santiamén. Su cuerpo era increíble. No era un cuerpo de esos que están de moda, delgados y sin curvas. Lara era una mujer, pero una mujer con mayúsculas. El pecho de Lara era increíble, a pesar de su tamaño, una talla cien, estaban muy erguidos y sus grandes pezones siempre apuntaban al frente, desafiantes, orgullosos de si mismos. Su cintura estrecha junto con su culo perfecto, respingón y muy duro, te hacían imaginar como sería tenerla a cuatro patas, cogerla por la cintura y enterrar tu polla en lo más profundo de su culo, viendo a la vez como sus grandes tetas se movían al compás de tus empujones.
Lara salió de su casa, consciente de que era el centro de atención de toda la población masculina con la que se cruzaba. Lara, que era una auténtica calentorra, notaba como su interior se iba encharcando poco a poco, hasta notar como algo húmedo caía corría por su pierna. Se estaba mojando de una manera increíble. Al no tener bragas que detuvieran el flujo que nacía en su depilado coñito, este corría sin control por sus piernas. Pocas veces en su vida había estado tan cachonda. Sabía lo que iba a hacer en el local y solo de pensarlo se mojaba.
El Virgins era un local muy chic, muy moderno, de un diseño minimalista pero elegante, con muchos espejos y mármol de colores claros. Cuando Lara entró en el local, notó como todas las miradas se posaban en ella. Lara sabía que la estaban repasando de arriba abajo, tanto los hombres como las mujeres, unos por deseo y otros por envidia, sin razón de sexo.
Se sentó en uno de los taburetes altos que había en la barra. Su minifalda se subió para adaptarse a la posición, dejando entrever parte de su hermoso trasero. Lucio, el barman se acercó a servirla con una sonrisa en la cara. Sabía lo zorra que era Lara, ya había tenido algún que otro encuentro interesante con ella.
Buenas noches Lara. ¿Qué quieres?
Ya sabes lo que quiero Lucio. Sabes lo que más deseo en cada momento. Pero por ahora me voy a conformar con un blodymary.
Lucio le sirvió la bebida y se fue a atender a otros clientes. Lara cogió el vaso y se dio la vuelta, mirando al interior del local. Abrió las piernas porque la falda le incomodaba. Miró hacía abajo y vió como la falda subía todavía un poco más. Alguien con imaginación podría pensar que estaba viendo su coñito. Lara se puso cachonda solo de pensarlo. Sus pezones estaban duros como la piedra y su coño no paraba comenzó nuevamente a chorrear, empapando el pequeño asiento de cuero.
Lara terminó la bebida y se levantó, casi resbala al bajarse del taburete. Extrañada toco la superficie y notó que estaba totalmente humedecida. Estaba tan lubricada que había empapado todo el asiento. Sonrió para si misma y se dirigió al pasillo.
El pasillo era un corredor largo con pequeños cuartos a un lado. Lara apretó un interruptor y entró en uno. Una luz de color verde se encendió en la parte de afuera, sobre el marco de la puerta.
Lara esperó pacientemente, sabía que mucha gente la había visto dirigirse al pasillo. No tardarían . Efectivamente al cabo de un minuto vio como dos enormes pollas aparecían a cada lado, a través de unos agujeros en las paredes. Se iba a dar un buen festín comiendo y follando pollas esa noche.