Crónicas de Diana VI

Vuelve otro capítulo de esta historia. Actualización para hacerla más acorde a esta época. Pero si tenéis paciencia y lo leéis hasta el final, veréis que hay escenas muy hot.

El cielo seguía azul, claro… Las nubes se movían calmadas, creando formas abstractas a un ritmo tranquilo que desaparecían tan rápido como se creaban. Volví a la realidad a los pocos segundos, pero para mí, paso una absoluta eternidad.

-       Austeen. Llévame a casa. – Dije mirando al cielo, después de un buen rato llorando por lo ocurrido.

Empecé por incorporarme y limpiarme las lágrimas con la muñeca. No quería ni imaginar que aspecto debía tener tras lo sucedido, el poco maquillaje corrido, la marca roja de la ventana del coche en mi tripa, atravesando de lado a lado, cruzando mi ombligo y mi culo lleno de tierra. Era la situación que más se parecía a un trauma en mi vida.

Por primera vez en mucho rato lo único que se escuchaba era el silencio. El viento entre los árboles y algún insecto haciendo sus característicos ruidos. Me incorpore como pude tras un rato y me limpie como pude con mi destrozado top. Mi aspecto era nefasto. Pero mucho mejor que el de antes. Y podéis imaginaros como quedo mi top. Sucio de tierra, semen y rímel.

Entre en el coche de Austeen, quien encima, pareció descontento unos segundos al ver que me sentaba en la tapizaría del sillón del coche en ese estado. Me dolió, pero no dije nada. Con el trapo que era ahora mi camiseta, me cubrí los pechos como pude. Y Emprendimos el camino hasta mi casa, bajo las miradas de algunos peatones que por suerte para ellos se percataban de mi estado. Y seguro que satisfechos de poder ver lo que era incapaz de cubrir de mis tetas a través del cristal del coche.

El trayecto fue totalmente en silencio. Se paró justo en frente la puerta de mi casa. Por suerte mis padres estaban de viaje. Solo tendría que sortear la mirada de los vecinos que pudiera encontrarme.

-       Me voy…

-       Diana… Escucha, siento lo ocurrido. Me ha podido el calentón y realmente pensaba que estabas insinuándote. Y esa proposición junto a todo…

-       Calla, no quiero ni oírlo de nuevo. Ya te he pagado por las fotos. Ya sabes el acuerdo, solo las fotos del principio. No quiero ver nunca en mi vida ninguna de las fotos donde se me ve desnuda, en el suelo o las que hayas tomado con mi culo y espalda corridas. He visto los flashes. Espero que las borres.

-       De acuerdo. Espero que podamos hacer otra sesión en un futuro, más normal, prometo controlarme.

-       No nos volveremos a ver jamás.

-       Pero…

Abrí la puerta y dejándolo con la palabra en la boca me fui con mi orgullo totalmente herido. Busqué las llaves de mi casa en los shorts y abrí el portal aguantando el trapo que era ahora mi camiseta cubriendo mis tetas como podía. Entre y me dirigí al ascensor.

Botón en rojo, alguien bajaba. No lo había pulsado yo. Miré alrededor. Las escaleras, me apresuré y subí parte de las escaleras quedándome escondida a los ojos del vecino.

Escuche la puerta abrirse. Un bastón clavarse en el suelo y desde mi posición escondida, vi al señor del quinto. El típico abuelo viudo andaba hacia la puerta, de espaldas a mí. Abrió la gran puerta de vidrió de que separa mi edificio de la calle. Salvada otra vez, pensé. El corazón a mil, y mis ojos centrados en la mano del señor, que acompañaba el paño de la puerta mientras la abría. Y… Mientras la cerraba… Su cuerpo se dio la vuelta acompañando la puerta hasta dejarla cerrada. – Niña, acompaña la puerta para que se cierre bien o nos entrarán a robar! – Vino a mi mente este recuerdo del abuelo diciéndomelo cada vez que habíamos coincidido. Y sus ojos de golpe se posaron en mí.

Tardé unos segundos que se hicieron eternos en darme cuenta de que me había visto en ese estado, escondida. Me levanté y me fui corriendo por las escaleras hasta la puerta de mi casa. Nerviosa, dejé caer el trapo, y con las tetas al aire abrí la puerta de mi casa lo más rápido que pude y entré a un lugar a salvo de las miradas.

Cerré la persiana del gran ventanal que daba al patio interno de mi edificio y me tumbé en el sofá tal y como estaba. Con los shorts y el torso al aire. Simplemente a llorar, hasta que me quedé dormida.

-       Me gustan mucho las fotos que te ha hecho. – Saltó la notificación del whatsapp enviado por mi chantajeador.

Por la mañana me levanté. Mi móvil tenía cientos de notificaciones. Pasé de ellas y simplemente me fui a la ducha. A limpiarme toda la suciedad, tanto metafórica como literal que llevaba en el cuerpo. La camiseta simplemente la tiré a la basura.

Con una toalla y el pelo recogido, ahora sí, me puse a mirar todos los mensajes que tenía en el whatsapp y en Instagram. Todos los comentarios de la foto que había subido mi chantajeador a mi cuenta, editada y con un comentario: Bronceándome para el verano.

Eran dos fotos en una misma publicación. La primera era frontal, se veía desde mi ombligo hasta el final de mi short. En el ombligo, mi mano aguantando un hielo que dejaba caer gotas al deshacerse, que caían hasta la cremallera de mi short abierta, dejando que las gotas se fundieran en el tanga bikini de crochet que poco cubría. Sensual, demasiado incluso. Y la segunda era la foto de mis nalgas, con mis brazos estrujando el short contra ellas, haciéndolas levantarse y marcarlas mucho más.

En conclusión: Las fotos de una buscona, de alguien que está pidiendo a gritos – trátame como a un objeto. O al menos es lo que pensaba en ese momento, aturdida.

Hablé con M por whatsapp. En un primer momento, sus mensajes eran de felicidad, contento con las fotos que Austeen había subido al drive que teníamos compartido. Fotos bonitas, y en ocasiones demasiado sensuales. Pero al menos, cumplió con su palabra y después de follarme no subió las últimas fotos, aunque no me quitaba de la cabeza la idea de que las tenía bien guardadas, incluso la que tomo de mi culo y espalda con su semen escurriéndose por encima.

Pero yo no podía dejar que algo así volviera a suceder. Y era el momento de marcar algunos límites. Aunque me saliera el tiro por la culata al menos tenía que intentarlo. Le conté lo sucedido, modificando la historia para que no supiera que había más fotos. Pero le conté que al final por la calentura y un malentendido terminé follada por ese maldito hijo de puta. Y le dejé claro que no quería volver a pasar por eso. Que simplemente no podía. Me sentía humillada y vejada.

-       Lo entiendo. Algo así no es profesional por su parte y obviamente es normal que no estés dispuesta a algo así. Y encima sin que yo me enterara. Reconozco que a mí también me molesta lo sucedido. No quiero que nadie se atreva a intentar chantajearte con fotos o que se atreva a follarte sin mi consentimiento. Tranquila, me aseguraré que esto no vuelve a pasar.

Leí el mensaje con una sensación rara. No entendía si realmente empatizaba conmigo y mantenía su “humanidad” o se escondía algo tras esas palabras. Al final M nunca había sido un absoluto cabrón. No voy a negar que he pasado por un par de situaciones horribles por culpa de sus juegos. Pero nunca han sido órdenes directas de él. Y aunque fuera un hijo de puta chantajeador, prefería que siguiera viéndolo todo como un juego personal suyo antes de que fuera a hacer daño de verdad.

Me sorprendí como después de esa conversación pasaron días sin que volviera a molestarme. Tampoco respondía los mensajes ni comentarios de Instagram. Parecía todo muy tranquilo. Yo me dediqué a estar en casa, a ir a la universidad y a salir a tomar algo y al gimnasio con Sil. Hacía ya un tiempo desde el accidente del gimnasio y aunque aún había alguna mirada de los que recordaban la escenita, no hubo más incidentes. Y en la universidad, no nos vamos a engañar, todos me miraban como una buscona, algún tío más atrevido que otros se me acercaba y me intentaba entrar, o me hacía comentarios sobre la “sensual” foto que había subido a Instagram, aunque en su cerebro la palabra era “putón”. Y las chicas me miraban recelosas pensando exactamente lo mismo.

Pero al final sin la presión de M iba vestida como quería otra vez, y simplemente pasaba de todos. Simplemente hacía lo mío y me relacionaba con Laura y alguna amiga suya que por suerte aún no había visto mi insta. Bueno y Laura obviamente me hacía comentarios, pero parece ser que Sil y ella, aunque les pareciera demasiado, me seguían respetando, de momento.

Pero era obvio que esto no iba a terminar aquí. Y volvieron los problemas, aunque esta vez por otro lado. De golpe se empezó a oírse a hablar del Covid-19. Haría una explicación, pero a día de hoy todo el mundo sabe que es. Y llegó el día en el que nos confinaron a todos. Encerrados en nuestras casas, y parecía que iba para largo. Pero para más desdicha mía, mis padres se habían ido de viaje hace unas semanas y no pudieron volver a entrar al país. Lo que me planteaba una cuarentena encerrada y sola.

Jamás me imaginaba que algo así iba a pasar, y menos después de verme chantajeada por M. Persona que volvió a hacer acto de presencia. Volvió a hablarme por whatsapp para hablarme sobre el tema de la cuarentena. De lo aburrido que estaba, y lo desilusionado ya que según él había concertado tres sesiones de fotos más que ahora no se podrían hacer. Se le veía realmente frustrado y aburrido. Y eso me daba miedo.

Como predije eso endureció su chantaje. Empezó a ponerme nuevas normas y a buscar distracción en lo que consideraba su perra personal. Volvió a responder mensajes de Instagram haciéndose pasar por mí. Haciendo ver que soy casi como una puta barata. Hasta incluso, sin saberlo, empezó a darle cuerda a algún imbécil de la universidad que me había intentado entrar.

Las normas que vinieron a partir de la cuarentena empezaron pareciendo un juego para su distracción, pero se fueron endureciendo rápidamente mostrando su fatiga y aburrimiento de estar encerrado. Empezó ordenándome a enviarle fotos cada mañana en ropa interior o desnuda. Fotos que me sacaba cada mañana frente al espejo de mi habitación. Posteriormente me ordeno tener siempre la cortina del ventanal abierto para que cualquier vecino pudiera verme a cualquier hora del día. Pero al poco llegó el primer golpe fuerte. Me abrió un OnlyFriends. Conseguí convencerle que no lo hiciera público o mi vida sería más difícil de lo que ya había sido las últimas semanas. Aguantar los comentarios de gilipollas salidos que creían que era una fresca fácil de follar. Al salir de la cuarentena después de que M hubiera estado haciéndose por mí en las conversaciones privadas de Instagram, esos subnormales aún se creerían más que los estaba zorreando y se envalentarían más. Si hacia el OF público, ya no serían solo ellos. Sería todo el mundo.

Lo que decidió fue pasarlo en privado y en algunos foros de internet lleno de salidos. Utilizaba las fotos de la sesión, y posteriormente empezó a utilizar las mismas fotos que tenía que enviarle cada mañana. Y muchos pensareis: La suerte es que en cuarentena no tenía porqué aguantarlos por que no nos veíamos al no poder salir de casa. Pero con lo que no contáis es en que las clases empezaron a hacerse en video llamada por zoom.

Cada día tenía que aguantar las caras de esos salidos que sabía que M les estaba dando cuerda, y que estaban viendo mis fotos en ropa interior y desnuda por unos míseros 5€ al mes, que no cobraba ni yo. Obviamente se lo quedaba todo M.

Y llegó el primer sábado en cuarentena. Me levante por la mañana con un mensaje de M.

-       Hoy es un día especial. Vamos a jugar.

-       M últimamente has ido cada vez a más, y terminará siendo muy difícil para mi cuando podamos volver a la vida normal.

-       No seas amargada, hay muchas chicas con Onlyfans. Desnúdate y coge una mascarilla y una cuerda.

Ya había asumido hacía tiempo que no tenía alternativa. Así que me fui a mi habitación, donde no me pudiera ver nadie a través del gran ventanal de mi comedor. Me desnudé, y preparé una cuerda de escalada que tenía de hace tiempo y la mascarilla encima de la cama. Me pasó un tutorial con imágenes donde se podía ver como tenía que amarrarme con la cuerda. Algo que parecía totalmente imposible, y efectivamente tarde aproximadamente 1 hora entera en terminar todas las ataduras, que dejaban mis pechos, y culo totalmente amarrados. No sé si sabéis que es el Shibari. Pero sino buscarlo, el tutorial que me mando era de eso.

El truco para poder hacerlo sola, era que se tenía que dejar dos lazos. Uno lo pasabas por el paño de una puerta (por ejemplo, es lo que usé yo) para luego estirar con el cuerpo y todos los amarres se apretaron dejándome totalmente inmóvil. Tenéis que entender, que no solo estaban amarradas mis tetas y culo. Mis brazos se ataban dejando el antebrazo y el tríceps totalmente pegados. Y el cuádriceps y los gemelos igual. Quedaba totalmente inmóvil. El segundo lazo cumplía la función contraria. Se pasaba por otro paño de puerta y al estirar se soltaban todos los amarres.

Tengo que reconocer que durante la hora que pasé haciendo los amarres, solo pensaba en ello. Incluso puedo llegar a decir que olvidé por un momento todo lo que había sucedido en mi vida. Solo pensaba en el siguiente paso del tutorial.

Justo antes de apretar los amarres M me ordeno ir al sofá, justo en frente del gran ventanal y poner el móvil en frente mía. Apretar el botón de grabar. Poner un cojín justo entre mi entrepierna. Taparme los ojos con la mascarilla y conseguir llegar al orgasmo restregándome contra el cojín.

Si no era suficiente no poder liberarme de los amarres que me exponían como una puta degenerada frente todo el vecindario que quisiera mirar hasta llegar al orgasmo. Me dijo que con las ganancias del OnlyFans me había comprado algunos regalos.

-       Esperaba que no tardaras tanto en hacerte los amarres, llevo literalmente 1 hora esperando. La verdad es que pensaba que a esta hora ya te habría llegado el paquete. Así que date prisa, porque si no recoges el paquete ya sabes lo que pasará. Y te aseguro que a día de hoy tengo más contenido humillante tuyo del que he tenido nunca.

Irónicamente ya estaba apática a esas amenazas. No me malinterpretéis. No me gustaba nada tener que hacer eso y me sentía totalmente humillada y degradada por ello. Pero me estaba acostumbrando a las amenazas.

Me puse manos a la obra. Puse el móvil a grabar, tenía prisa, no quería que me vieran y menos no poder recoger el paquete con lo que eso significaba. Puse el lazo de amarrar en un pomo de puerta, me puse la mascarilla tapándome los ojos. Y cuartada del movimiento y la vista me arrastré por el suelo como pude hasta el sofá. Con la barbilla y balanceando mi cuerpo conseguí subir al sofá, notando mis tetas aplastarse primero contra el suelo y luego contra el sofá. Me dolía toda la piel que rozaba contra la cuerda, pensaba en todas las marcas que me dejaría.

Conseguí colocarme en la posición correcta, con el cojín justo en mi entrepierna y con un movimiento humillante y patético empecé a restregar mi clítoris contra el cojín. Al principio se sentía rugoso e incluso dolía. Pero poco a poco empecé a lubricar, mojando el cojín y notando el calor subir por todo mi cuerpo inmóvil. Se podía ver como movía mi estómago de atrás adelante intentando restregarme como podía cada vez más para aliviar mi calor. Pero un cojín y la poca movilidad que tenía no parecía suficiente.

Al poco rato empecé a sudar. Estaba perdiendo el mundo de vista. No ver nada y sentirme totalmente atada e inmóvil me había puesto más cachonda de lo que quería aceptar. Estaba como una perra en celo. Movía todo mi cuerpo desesperada buscando el poco alivio que me podía dar ese cojín impregnado de mis jugos. Empezaba a notar las convulsiones y los espasmos que adelantaban mi orgasmo.

Empecé a gemir, me temblaba el cuerpo, ya notaba los espasmos. Ya no me importaba nada, si me estaban viendo, que disfrutaran, pero por favor, necesitaba ese orgasmo YA.

Ya estaba, ya estaba allí… Un poco másss…

Cuando sonó el sonido del interfono.

Volví a la realidad, tenía que parar. Me tiré al suelo deprisa. Me pegué un golpe enorme. Empecé a arrastrarme por el suelo hacia el pasillo de la puerta principal a ciegas y adolorida. Mis tetas dolían arrastrándose apretadas y rojas contra el suelo. Empujándome tan rápida como podía con los codos y las rodillas.

El interfono volvió a sonar. Noté el marco de la puerta con la cara. Me incorporé haciendo fuerza con mi mejilla contra la pared hasta que noté el interfono con la mejilla y lo abrí con apretando con la lengua el botón. Sin descanso ni parón, me desplace ortopédica hasta en frente de la puerta y la abrí apretando hacia abajo con el mentón.

No podían verme así. Me tiré al suelo de nuevo y me arrastré hasta detrás de la puerta. Conseguí quedarme con la espalda apoyada en la pared. Mi pierna notó una gotita fría de mis jugos en el suelo. Me di cuenta de mi respiración totalmente ajitada y de el calor extremo que tenía. No había conseguido mi orgasmo y estaba totalmente alterada.

Sin visión ni movimiento libre, había empezado a escuchar mejor y mi sensibilidad estaba desbordada. Totalmente una perra en celo necesitada.

Escuche abrirse la puerta del ascensor.

-Señorita Diana?

-Si… si… Dejé el paquete en… en… la puerta por favor.

-Pero… - Escuchaba su voz al otro lado de su puerta y pequeños pasos como entrando en mi piso buscándome con la vista.

-No entre por favor!!! Solo deje el paquete…

-Pero necesito su firma…

Escuche unos pasos más y un silencio fatídico… Al poco note su mano acariciando mi mejilla. Mi respiración estaba totalmente desbordada. El calor era insoportable. Estaba chorreando. Noté su dedo entrar en mi boca e instintivamente empecé a chuparlo. Escuche el sonido de una bragueta bajarse. No quería eso. Tenía que poner orden, relajarme. Pero era demasiado tarde.

Noté como una piel extremadamente fina y suave acariciaba mis labios ganando terreno hacia dentro de mi caliente e hiperlubricada boca. No fue suave. Cuando estuvo dentro me agarró la cabeza con sus manos y empezó a follarme la boca. La primera embestida fue la más complicada. Note incluso la rugosidad de su piel abriendo paso por mi faringe, entrando dura y rápida en mi garganta. Caliente y grande. Su olor se incrustaba en mis fosas nasales. Mi cara totalmente roja abría la boca lo más que podía, sacando la lengua con todo el cuerpo tenso mientras salían lagrimas por el esfuerzo de aguantar las arcadas.

Aguanto poco, apretando mi cara contra su estómago, con su polla clavada hasta lo más profundo de mi garganta noté sus respiros y los temblores que anunciaban su corrida. Me liberó al momento. Y empecé a toser en el suelo reclinada contra la pared. Escupía recuperando la respiración cuando noté su mano agarrarme del pelo y entonces sentí el olor del semen meterse por mis fosas impregnando cada milímetro de mi nariz. Y de golpe el tacto grumos y espeso. Un líquido caliente resbalando por mi mejilla, nariz y labios a diferentes velocidades. Notaba incluso un grumo grande aposentado en la doblez de mi labio superior, justo debajo de mi nariz.

Me soltó y me caí en el suelo. El sonido del obturador del móvil. No una ni dos, muchas fotos. Y de golpe noté como estiraba del lazo y me liberaba de mi prisión de cuerdas. Me puso un boli en la mano y noté como me hacía como escribir. Una firma, inventada, pero no necesitaba más. Estaba exhausta. Agotada, y adolorida. Tardé más de 10 minutos en liberarme de las ataduras. Ya se había ido. Puerta cerrada. La caja en el pasillo. Su semen en mi cara. Yo humillada, degradada y sin mi orgasmo…

Como odiaba esta vida…


Como siempre, espero que haya muchos comentarios. La última entrega solo tuvo 3 comentarios y me desanimo mucho a seguir. Me gustaría saber cómo os gustaría que siguiera esta historia. Si queréis que me centre más en los sentimientos y personalidad de ambos personajes principales o centrarme más en las escenas eróticas/morbosas/sexuales. Os agradezco vuestra lectura y espero leer los comentarios ansiosa.