Crónicas de Diana III

Tercera entrega de las aventuras de Diana bajo el chantaje del desconocido.

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Episodio III: Rompiendo Barreras.

Después de comprender que el chico que me agarro en el pasillo era el afortunado que había encontrado mi disco duro, decidí seguir con las obligaciones que tenía para ese día. Aunque no quisiera admitirlo, el saber que aquel que tenía mi disco duro no parecía ningún degenerado mental, y para qué negarlo, que por los pocos segundos que lo vi, me pareció un chico bien plantado, y guapo, despertaban mi libido, ya agitado por lo ocurrido en el gimnasio.

Aún y así, no podía olvidar que se trataba de un chantajeador, y que tenía que conseguir mi disco duro de vuelta. Pare de repente y me senté un segundo en la arena, saque el móvil y me dispuse a escribirle.

-Que es lo que quieres ahora que ya nos hemos visto en persona?

-Me gusta cómo están yendo las cosas Dianita, para mí, no es necesario cambiar nada. – respondió rápido, como si esperara que le escribiera.

-Si sigo haciendo lo que tú quieres, y las cosas suceden como han sucedido hoy, todos creerán que me he vuelto un putón.

-Pues a mí me has parecido inocente y encantadora.

-Necesito que me devuelvas el HDD por favor.

-Puedo hacer una cosa… Si me das tu Skype podemos hablar para devolvértelo.

Y así procedí a hacerlo. Se lo escribí y volví a emprender mi camino. Ahora dirección a la universidad Politécnica, donde estudia Laura, y donde habíamos quedado para que me devolviera mi PC. Al llegar me comento que lo había formateado sin mayor problema, y que al no haberle dado el HDD no había podido poner toda la información de vuelta y que lo debería hacer yo. Obviamente… Me dijo que terminaba las clases en un par de horas, y que si quería, podíamos ir a hacer una cerveza si la esperaba. Obviamente, pensé rápidamente en mi cita con el chantajeador, pero pensé que si iba a su biblioteca, en un lugar apartado, podría hablar con él durante esas dos horas de espera. Así que me despedí de Laura agarrando mi PC y me dirigí hacia la biblioteca, donde encontré un cubículo de estudio apartado, y abrí nerviosa el Skype deseando encontrar la solicitud de amistad. Allí estaba. La acepte y de golpe llego un mensaje: “solo hablo si pones la cam”. Intente escribirle algo, pero no tuvo ninguna respuesta, así que abrí la cam y le volví a escribir:

-Donde podemos quedar para que me lo devuelvas?

-Hoy te he visto sonrojada en diferentes momentos. Esto empieza a gustarte?

-No me has respondido, y no, no me gusta en absoluto.

-Imagino que desde que todo esto empezó, no te habrás tocado ni una vez. Negándote a pensar que esto te excita un poco, pero aunque conceptualmente no te guste, tu cuerpo está notando todas las situaciones por las que pasas. Se excita aunque tú no quieras, y en ningún momento lo has aliviado. Me sorprende que no hayas tenido temblores en las piernas o momentos en los que querías tocarte.

-No, no me he tocado, pero no es de tu incumbencia – respondí alterada, al ver que lo que decía era verdad. Incluso en la ducha me negué a aliviarme cuando mi cuerpo pedía a gritos que me masturbara. Volvía a notar el cosquilleo por mi cuerpo…

-Has pensado que estas en una biblioteca llena de gente, sin ropa interior, una camiseta de tirantes que muestra más de lo que se debe y unos shorts sin nada debajo? Cualquiera podría pillarte! No me creo que eso no te excite ni un poco.

-Donde podemos vernos para que me devuelvas mi HDD? – Realmente la situación me estaba calentando cada vez más y mi resistencia disminuía constantemente.

-Solo quiero que nos lo pasemos bien, y tú no te lo estás pasando bien. Qué estas dispuesta a hacer por el tan preciado HDD, no tengo ningún problema en devolvértelo, pero lo hare cuando te vea feliz.

-Que quieres que haga? – Respondí casi esperando a que me pidiera que me tocara allí mismo, para aliviar la excitación que había alcanzado.

-Mírate un segundo, muévete un poco el tirante de la camiseta, y veras tu pecho. Simplemente haz lo que quieras, solo disfruta.

Hice lo que me pidió cuando el picor en mi entrepierna ya era demasiado grande, y con total disimulo inserte mi mano bajo el pantalón.

Y allí me encontraba, sentada frente el ordenador, en medio de la biblioteca de la universidad observando la cámara fijamente, con la mano cubriendo mi boca mientras la otra entraba y salía cada vez más rápido de mi sexo. Apretaba los parpados, tras ver como un destello, que creo fruto de mi excitación, esperando poder evitar cualquier gemido, mientras escuchaba el goteo rítmico de mis jugos contra el pequeño charquito que se creaba en la moqueta.

—¿Hay alguien?

—Yo no veo a nadie.

—Pues quítate la camiseta, rápido!

Obedecí sin pensarlo dos veces debido a la excitación de estar a punto de un orgasmo. Con solo una mano estiraba la camiseta de tirantes hacia arriba intentando liberarme de ella mientras empezaba a escuchar el chapoteo inconfundible de mis dedos mojados chocar contra los flujos de mi vagina. La camiseta enredada a mi pelo se resistía a liberarme cuando al fin conseguí deshacerme de ella y notar la suave piel de mi pecho contra mi brazo, y con la esperanza de ensordecer el goteo y evitar ser descubierta tire la camiseta contra el pequeño charco que se había formado. Extendí mi brazo contra la pantalla del ordenador escapándoseme el temido gemido que despertaba en mi un cumulo de espasmos y empezaba a mover mi cadera esperando pausar el inmenso placer orgásmico que sentía. Apretaba mis parpados y dientes sabiéndome observada por el recién conocido chantajeador, que me observaba por la cámara del ordenador en la llamada de Skype, cuando de golpe percibí un sonido que identifique como pasos. Rápidamente cerré la pantalla del portátil tumbándome en el suelo en busca de mi camiseta, pero los espasmos complicaban la tarea, siendo incapaz yo de frenar el recién empezado orgasmo. Mientras una mano apretaba fuerte mi coño, la otra extendía la ahora mojada camiseta encima de mis pechos mientras me arrastraba contra la esquina de la pequeña cuadricula de estudio, cuando antes de poder siquiera cubrirme bien, escuche las temidas palabras.

—Por favor, señorita, cúbrase y acompáñeme.

No me lo podía creer, y aunque quisiera hacerle caso, aún quedaban algunos espasmos que me impedían la labor.

—No… No puedo… un… segundo.

El hombre callado esperaba observándome con cara de indiferencia, acuclillada contra la esquina, con la espalda desnuda y el lateral de uno de mis pechos a merced de su visión, ya que la tela mojada de mi camiseta no alcanzaba a cubrirlo. Por fin pude ponerme de nuevo en pie cuando me di cuenta de la situación en la que me había metido. Una vez colocada mi camiseta, ahora mojada y dada, aumentando mi escote, y los agujeros de los brazos por el peso del líquido impregnado del olor de mis jugos, pude ver el charco del suelo, la mancha en mi camiseta, y la más que notable mancha en mi short… Por no hablar de lo pegajosos que estaban mis muslos. Me moría de vergüenza por la situación en la que me había metido, y esta vez, no podía culpar a nadie, ya que había aceptado de buen grado todo lo que había hecho.

—Señorita, acompáñeme.

Observe el interlocutor. Un guardia de la universidad, de unos 50 años, que esperaba impaciente que guardara mi portátil en la mochila del gimnasio, y había también visto el erótico espectáculo que había ofrecido. De golpe vi como acercaba su móvil a la oreja y escuche una palabra que retumbo en mi cerebro: ¿Policía? Rápidamente dejé lo que estaba haciendo para arrebatarle el móvil.

—Por favor señor! No puede llamar a la policía.

—Mire señorita, lo que acaba de hacer es como mínimo escándalo público en un lugar como es una universidad. Si olvidara lo visto y alguien se enterara, me despedirían. Así que devuélvame el móvil.

—Puedo darle cincuenta euros. – dije rápidamente esperando que sirviera de algo.

—Esto no funciona así señorita. Devuélvame el móvil.

—Espere! No puedo dejar que mi familia se entere de esto!

—Haberlo pensado antes.

El olor de mis líquidos ahora secos y pringosos eran notables, cuando percibí como ese hombre mayor no podía disimular un pequeño bulto en su entrepierna. No quería ni imaginarme lo repugnante de sus pensamientos, pero no podía dejar que llamara a la policía.

—Y no puedo ofrecerle nada más?

—No. Basta de chorradas, acompáñeme.

Me agarro del brazo y empezó a estirar de mí, y con el otro brazo agarro mi long y la mochila. Estaba perdida si llegaba a los cuadrantes donde estaban los estudiantes y me veían en ese estado, sin contar con lo que pasaría si la policía venia.

—Tiene una erección – dije sin pensar, esperando que esto me diera algún tiempo.

El hombre paro de golpe y se me quedo mirando rojo por un segundo.

—No es necesario que diga nada, lo entiendo. Ver a una chica de 18 años en esa situación pondría nervioso a cualquier hombre. Entiendo que no quiera aceptar dinero, pero usted entienda que yo no puedo dejar que mis padres se enteren de esto… Pensaran que su hija es una puta o algo peor. Que estaba haciendo un show por internet, y no es así. Solo he cometido un error. Y el castigo es exagerado.

El hombre siguió inmóvil mirándome a los ojos.

—Le haré una paja… y así no dirá nada. Por favor.

Sin decir nada se quedó quieto unos segundos hasta que se volvieron a escuchar ruidos de pasos y cambio de rumbo, dirección a los lavabos. Al parecer, me había salvado, aunque no sabía cómo saldría ahora de esta situación tan humillante en la que me había metido.

El hombre decidió entrar en los baños de tíos, me arrastro hasta el último cubículo y entrándome dentro y dejando todas mis cosas a un lado, empezó a desabrocharse el cinturón escondido por su notable panza. Yo cerré rápido la puerta con pestillo y me quede paralizada por el miedo de la situación en la que me había metido. Pero una paja, era un mal menor a perder el respeto de mis padres, y la humillación pública. Rápidamente vi como asomaba un pequeño prepucio por debajo de esa panza y me queda quieta mirándolo aterrorizada. Ni siquiera estaba circuncidado, cosa que normalmente no me importa, pero acompañado de los pelos en su ingle y en su cuerpo en general, me quede inmóvil pensando en lo asqueroso que sería tocar eso. Pero obviamente el hombre agarro mi mano tembloroso y la dirigió hacia su miembro. En estado de shock empecé a menear su pene notando como aumentaba algún que otro poco centímetro más, cuando su respiración y aliento me llegaban directo a mi cara. La situación me daba asco de verdad cuando el hombre me pidió que le hiciera una felación, aludiendo que nunca en su vida había recibido una. Y sin querer bromear, el escaso tamaño de su pene, trece centímetros como mucho, sumado al tamaño de su panza, complicaría extremadamente la tarea, y por eso mismo no dudaba de la veracidad de la afirmación. Pero ese no era el trato, así que me negué mientras que notaba un líquido humedeciendo mi mano cuando de golpe escuchamos a un estudiante entrar en el baño.

El Segurata decidió aprovechar la situación para forzarme a colocarme de rodillas, algo a lo que intente negarme, pero que cedi al oír los ruidos que estábamos haciendo, y al no querer ser descubierta por ellos. De golpe note como me agarraba del pelo con cierta delicadeza y me acercaba a su pene. Yo seguía negándome a tal acción, pero tenía más fuerza que yo y me acercaba progresivamente a su pene, y a mí, se acercaba el asqueroso olor de un pene que parecía no haber sido lavado en tiempo. Mi frente chocaba contra su estómago y él aumentaba la presión hacia su cintura, tocando el pene totalmente erecto mis labios cerrados, y mojándomelos con su asqueroso liquido pre seminal cuando empezó a intentar forzar la situación. Al final abrí la boca esperando que todo terminara, cuando note su pelo entrando en mi boca y cosquilleándome las comisuras. El hedor me mareaba y el empujaba su pene hacia mi esófago, pero aunque lo intentara solo lograba rozar de vez en cuando mi campanilla con la punta de su prepucio. Decidida a terminar rápida, le recorrí con la punta de la lengua de la base hasta la punta de su pene, cuando convulsiono y liberándome empezó a expulsar una cantidad inhumana de espeso, maloliente y blanco esperma, que no solo parte entró en mi boca, sino que se extendió por mi pelo, escote y cara.

El hombre rápidamente se volvió a vestir cuando me explico que si me había pillado es porque un chico estaba pasando una foto de mi masturbación. Me la enseño y por suerte no se podía apreciar mi cara. Por último me dijo que ni se me ocurriera contar lo ocurrido a nadie y se fue.

Por mi lado me quede paralizada medio llorando, buscando un ausente papel de wáter para limpiarme, mientras notaba como ese espeso liquido blanco se secaba por toda mi piel, pelo y ropa. Al final decidí limpiarme lo posible con la propia camiseta y ponerme la ropa sucia del propio gimnasio, intentando así que nadie me reconociese en la foto, por la ropa que llevaba. El top blanco sudado aún transparentaba un poco, pero nada en comparativa a la denigrante ropa en la que se había convertido la que llevaba antes. El chico que había entrado emitía ruidos extraños desde el cubículo de al lado, y cuando estuve preparada para salir, comprobé lo que hacía por la pequeña ranura de abajo, cuando vi que se tocaba con la foto de mi masturbación en la biblioteca… Me arme de valor, salí del cubículo, cogí mis cosas y me dispuse a salir, no sin antes encestar ese tanga sucio del gimnasio en el cubículo del chaval masturbatorio. Y si me preguntáis ahora porque lo hice, mi respuesta seria, que porque ese pobre chaval, con gafas bajito y con un acné de infarto, me dio lastima al pensar que jamás conseguiría una chica hasta tiempo adelante. Al menos, que pudiera disfrutar de un tanga, que no volveré a utilizar, y quizás para los que no me conocen, consideran que son las bragas de un putón.

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