Crónicas de Diana

Como habréis visto hace mucho que no sigo con la otra saga que estaba escribiendo. He perdido un poco la motivación y no me siento especialmente cómodo escribiendo sobre estos temas. Pero para estas épocas de cuarentena, recupero unos relatos que escribí hace muchos años bajo otro seudónimo.

Como habréis visto hace mucho que no sigo con la otra saga que estaba escribiendo. He perdido un poco la motivación y no me siento especialmente cómodo escribiendo sobre estos temas. Pero para estas épocas de cuarentena, recupero unos relatos que escribí hace muchos años bajo otro seudónimo en esta misma web. Espero que os gusten.

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CAPITULO 1: Error al atardecer

Siempre es difícil empezar a narrar algo, pero en este caso, debido a que no solo soy la narradora, sino también la protagonista de esta historia, creo conveniente empezar con mi propia presentación. Me llamo Diana y soy una chica de 18 años que recién ha empezado sus vacaciones antes de empezar la Universidad. Reconozco que me pone un poco nerviosa tener que decir mis medidas, pero teniendo en cuenta la naturaleza de este relato... Mido 1'67cm y entraría en la categoría de constitución atlética. Algo que me frustraría que no fuera así, ya que dedicó bastante tiempo al ejercicio físico. Por otro lado, mi busto no es exuberante, pero aún y ser de tamaño medio cumple su función. Y de lo que más orgullosa me siento, debido a las horas que le he dedicado es a mi trasero, que creo poder decir, es perfecto. Soy castaña y tengo un pelo liso muy largo, casi llegando me a la cintura, y mis ojos de un marrón muy clarito, son bastante bonitos a mi manera de ver, aunque no llamen especialmente la atención.

¡Pues esa soy yo! Una chica normal. Y como una chica normal, en verano me dedico a ir a la playa y a la piscina con mis amigas. Echo que da comienzo a toda esta historia. Pues tengo que confesar, que, como todas mis amigas, a los 16, 17, y porque engañarnos aún... Me he hecho fotos ligeras de ropa o desnuda... Da mucha vergüenza reconocerlo, y a día de hoy, no le encuentro ninguna lógica, ya que nunca he querido que se hicieran públicas, pero me gusta a veces mirarlas y ver como he evolucionado y sentirme un poco coqueta...

Lo que ocurrió esta mañana es simple de explicar, mi ordenador peto, supongo que tiene demasiados programas instalados como para que funcione a ritmo normal, y por esta razón pensé en hacerle un format C. Por si no lo he comentado, mi organización del tiempo es pésima, y me encontraba a pocos minutos de mi cita en la piscina, cuando aún se estaba copiando la información en el disco duro. Laura, una amiga, ha sido aceptada en la Universidad Politécnica de Barcelona, para estudiar ingeniería informática, así que pensando en que es un poco friki de los ordenadores podría dejárselo para que me hiciera el format C ella y así todo quedaba en confianza. Al terminar de copiarse la información en el disco duro interno, guardé rápidamente el portátil y el disco en una mochilita de cuero muy cuca, y vestida con mi bikini azul, uno precioso, salí corriendo hacia la casa de Laura, que es justo la de al lado jaja, pues es mi vecina, y, por cierto, una vecina con suficiente dinero como para tener una piscina común en el patio. Obviamente es propiedad de los vecinos de la finca, pero siempre me ha dado envidia.

Al llegar, deje mi mochila sobre la toalla y pase una tarde fantástica con mi amiga, pero al hacerse tarde paso algo que aún no me creo... ¡Después de enseñarle el ordenador, me disponía a darle el disco duro, para cualquier programa que necesitara, o para que pudiera volverme la información en el pc, no lo sé!!! Yo no sé de informática, pensé que era mejor facilitarle todo lo que tenía. Pero buscando dentro de la mochila... No encontré mi disco duro. A Laura obviamente le dije que me lo debía haber dejado en casa, pero yo sabía que era imposible, que lo más seguro era que se me hubiera caído con las prisas, dejando la mochila medio abierta, y corriendo por mi retraso...

Intenté no pensar en lo que podrían encontrar dentro. ¡Trabajos de bachillerato, conversaciones privadas, mis películas, mis fotos... Mis fotos! Todas mis fotos, incluyendo las que ninguna chica quieren que vea nadie. Del mismo modo creo recordar que a mis 16 años grabé un vídeo... En el que... Me tocaba pensando en un chico de la clase, y en ese momento pensé en enviárselo, cosa que obviamente nunca hice, ya que fue producto de mi calentura propia de la edad. Laura y yo nos separamos, yo hice un amago diciendo que me iba a mi casa mientras ella me decía que mañana me diría algo del ordenador, pero cuando la vi entrar en el edificio, siendo ya las 20:45 de la tarde, la piscina estaba vacía, y decidí quedarme a buscar desesperada por toda la finca mi Disco duro. Busque por todos los sitios hasta que se hicieron las nueve, la linterna del móvil me ayudaba a buscar, pero empezaba a refrescar y yo solo llevaba mi bikini azul. ¡De golpe mi móvil vibro! ¡La batería pensé!! ¡Mierda! Pero era algo mucho peor que la batería, un WhatsApp. Lo miré corriendo, pensando en la pegatina con mi nombre, mi teléfono y mi email, que puse en el DD por si algún día lo perdía.

—Hola.

—Hola, ¿has encontrado mi Disco Duro?

—Sí, se te callo en la calle.

Nerviosa por si había indagado en él me acuclille contra una pared mirando la luz de la pantalla.

—Diana, ¿no?

—Sí, ¿y tú? ¿Quién eres? ¿Podrías devolvérmelo por favor?

—mmm sabes qué pasa?

—No.

—Sé que no se debe hacer, pero he cotilleado.

—Por favor señor, necesito recuperar mi DD.

—Nunca antes había hecho esto, pero no te lo devolveré. Aún.

—Que quiere? No tengo dinero.

—Tranquila, simplemente me gustas, si haces un par de cosas por mi te lo devuelvo sin problemas... Y te juro que no quiero, pero si te niegas... Crearé una cuenta de Facebook, agregaré a toda tu lista de amigos y colgaré las fotos y el vídeo allí.

Obviamente me quedé muda. Automáticamente al leer eso empecé a llorar con la luz del móvil alumbrando mi cara. ¡No me lo podía creer! ¿Chantaje? ¡Eso sólo pasa en los relatos y las películas!

—Dianita? No quiero ponerte prisas, pero tengo que saber qué hacer, ¿sabes?

—No lo hagas por favor.

—Entonces aceptas??

Tarde aproximadamente 3 minutos en responder, ya ni notaba el frío, aunque mi cuerpo temblara, y me sentía sola y desprotegida con solo mi bikini azul, mi mochila vacía y el móvil en mi mano.

—Vale... Acepto.

—Qué bien!!! ¡Tranquila, nos lo pasaremos bien!! :)

¡Son las 21:30, y no sé cómo eres!! ¿Viven en la calle independencia? ¿Donde encontré el DD?

—Por allí, sí.

—Conoces el callejón de al lado? Quiero saber cómo eres, ¿puedes a las 22:30 pasar por delante? Cuando te vea te escribiré.

—Vale. —Ponte guapa.   Es decir, ligera.   ¡Mira, si no es mucho pedir ponte una minifalda muy cortita y algo apretado en la parte de arriba!   ¡Y un tanga!

—Pero...

—¡Tranquila, que a esas horas no pasa nadie por allí!   ¡Nos vemos!

Mis nervios estaban por las nubes, estaba llorando reclinada contra la perder mirando el móvil con los ojos abiertos como platos. Miré la hora y vi que eran casi las 22. Me levanté y me limpié rápido las lágrimas, cogí la mochila y corrí hasta casa. Lo primero que hice fue abrir el armario y buscar una ropa que se ajustara a su pedido, pero por raro que parezca, no tenía ninguna falda suficiente corta, así que busque hasta encontrar una faldita de cuando tenía 15 años, algo totalmente exagerado que nunca en mi sano juicio me pondría para salir a la calle, pero mi vida social estaba en juego, así que me arme de valor y liberándome del bikini, me puse un tanga azul marino y esa minifalda, que sin exagerar dejaba ver la parte de abajo de mis glúteos. No me creía lo que estaba haciendo. Encima, estaba tan apretada, que me comprimía la cintura, yo con miedo a que la cremallera reventase en cualquier momento. Buscando algo para ponerme en la parte de arriba, no encontré nada especialmente apretado, así que decidí ponerme un sujetador y encima una blusa anchita a la cual le abrí 3 botones de los ocho que tenía para paliar el que no fuera ancha. Me puse mis bambas Vans y cogiendo una gabardina, salí corriendo de casa con la excusa de sacar la basura, y literalmente llevaba una bolsa de basura que había en la cocina.

Al llevar la gabardina no hubo ningún problema en llegar hasta el callejón, lugar donde inmediatamente note la vibración del móvil.

—Hola de nuevo! Déjame decirte que eres muy guapa. Sácate la gabardina.

Rápidamente me saqué la gabardina mirando a mi alrededor que hubiera nadie en la calle.

—Joder!! ¡Vaya minifalda! ¡No esperaba tanto!!

Me moría de vergüenza, y el aire empezaba a soplar de nuevo.

—Aunque te había dicho algo apretado arriba!

—No tenía ninguna falda más, y no tengo nada especialmente apretado, por eso me he abierto tres botones.

—Es como un escote normal, ábrete uno más.

Al abrirlo superaba el límite de lo normal, ese botón se encontraba justo en la parte de debajo de mis pechos, y abriéndolo quedaban casi expuestos, a no ser por el sujetador y que la blusa aguantaba en su sitio por la presión contra los pechos, aunque con el vientecito, no sabía si aguantaría mucho.

—Así sí!

—Puedo irme ya a casa?

—mmm si...

—Gracias.

—Espera!! Déjame el tanga de recuerdo.

—Que?

—Sácate el tanga vamos!

—Pero si pasa alguien...

De golpe recibí una de las fotos que había en mi Disco duro, aunque con el sutil cambio de que había recortado mi cara para que no se me reconociese, pero yo sabía que esa era yo.

—Se está subiendo a porntube.

—QUE DICES??—Nadie te reconocerá tranquila, pero a la próxima sí.  Sácate el tanga, vamos hazme caso porfa, y tíralo a dos metros.

Nerviosísima por lo que acababa de ocurrir dejé la gabardina que sostenía con una mano en el suelo y me levanté poco a poco la faldita bajándome uno de mis tangas favoritos. Me lo quite lentamente observando que no viniera nadie y lo tire a dos metros.

—joder! Que cachondo me he puesto. Vale, solo una cosa más, ve hacia la pared. Deja la gabardina donde está.

Me dirigí hacia la pared esperando que todo terminase rápido y puse las manos contra ella.

—Pon el culito en pompa.

Y eso hice, obviamente con esa minifalda medio culo lo tenía al aire, cuando de golpe mi corazón se puso a mil al ver un hombre que cruzaba el callejón.

—Vale, no te muevas y no te verá la cara.

Me pareció lo más sensato. Así que es lo que hice, pero el hombre cuando se acercaba vio en tanga y la gabardina en el suelo, y con disimulo saco el móvil de su bolsillo y cuando pasaba justo por detrás mía, vi el flash que no había podido apagar. En ese momento justo pasaba aire y mi faldita se levantó, dejando todo mi culo al aire. Me sentí realmente expuesta y aunque no me guste la palabra, y no la usaré casi nunca, me sentí como una putilla. El chico empezó a correr casi al ver el flash.

—Vale perdona, se me ha descontrolado, no pensaba que vendría nadie. Puedes irte a casa, ponte la gabardina y deja el tanga, ya mañana te escribiré.

—De acuerdo. Gracias.

Me fui casi llorando cubriéndome tanto como podía con la gabardina, no podía ni imaginar cómo habría quedado esa foto, y solo me compensaba pensar que mi cara era imposible que se viera. Solo sería la foto de un culo con la que ese hombre se pajearía. Algo totalmente nuevo para mí.

Al llegar a casa me desnudé entera, viendo como por primera vez no tenía que sacarme las bragas, porque no llevaba, y me metí en la ducha. Lloré un rato, y luego me fui a dormir, esperando que al despertar solo hubiera sido un sueño.

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