CRÓNICAS DE ARAGONIA II Lección de anatomía
Tonet y su chamán culminan su cruel venganza sobre la Reina, que estaba viva, para mal. A esto se llama jugar a médicos
Ibnrazin, que adoraba de verdad a su sobrino, insistió en que lo acompañara a Penyscolarum donde no le faltaría de nada, pero Tonet insistía acongojado en permanecer cerca de su madre para honrarla con sacrificios y honores, al menos por un tiempo. El Virrey, que sabía de la indiferencia con que Pirrín había visto el tormento y muerte de la verdadera madre de Tonet, descubierta fornicando con un esclavo, estaba aparentemente conmovido por la actitud de su sobrino al que parecía inútil consolar. A su pesar tuvo que abandonarlo por exigirlo sus obligaciones del virreinato y partió a los dos días del enterramiento no sin antes obtener la promesa de Tonet de visitarlo lo antes posible. Cuando hubieron pasado otros cuatro días y recibieron la noticia de la llegada de Ibnrazin a Penyscolarum, el principito y su compinche, el chamán, se prepararon para el segundo acto.
Tonet siempre había querido ser médico, y su amigo el chamán le había prometido una lección de anatomía. Sacaron la muerta del panteón y la trasladaron a las salas exclusivas de Arius donde la despojaron de sus ropajes mortuorios y amarraron a la mesa de operaciones. La muerta estaba muy viva gracias a las artes de Arius (quién dudaba que era capaz de eso?), aunque no coleando puesto que finísimos cables la inmovilizaban. Kat se encontraba solo cataléptica y hubiera podido quedar así para siempre, aunque para su desgracia, cuando recobró la consciencia por arte de una fuerte pócima olorosa (esencia de pedo de Pepito el Cantoner, un amigo de la infancia), en lugar de creerse en el mundo de la nada como esperaba se encontró dolorosamente sujeta a un duro catre, y vio horrorizada a su hijo y a su odiado Arius inclinados sobre ella con caras que anunciaban que iban a disfrutar a su costa. Inmediatamente le vino al pensamiento su tíabuela y, tras inútiles súplicas a su hijo, maldijo el día que no le marcó su pene con el látigo.
Kat estaba tendida boca arriba con los brazos y piernas extendidos en aspa. Los cables la amarraban de las muñecas; de los antebrazos, dejando libres las axilas; del cuello; del pecho por el surco inferior de las tetas; de la cintura oprimiendo con fuerza su barriga y dejando espacio al ombligo; de un apéndice articulado la sujetaron los muslos, justo a su mitad, las rodillas y los pies, todo exageradamente abierto para inmovilizar su sexo; Kat tenía un cuerpo un poco ajado y una piel dorada oscura de textura mórbida como correspondía a una mujer madura muy lujuriosa, axilas con vello ralo y castaño; los senos caídos a los lados con pezones oscuros y granosos, el vientre un poco suelto pero todavia turbador, con un melic profundo que invitaba a perforarlo con una buena asta; el monte de Venus en correspondencia, abultado y con el vello púbico no abundante pero sin canas, que se dirigía hacia las ingles con la forma de peine surcando los carnosos labios, que envolvían el rojo color de la concha. En ella se apreciaba la cicatriz cauterizada donde había estado el clítoris guillotinado, y los colgajos enormes en que se habían convertido los labios menores. La cavidad vaginal estaba intacta y recibiría los adecuados honores como pronto veremos; al ano, que quedaba un poco escondido ya le llegaría su turno; los muslos ya le sangraban a causa de los cables que se clavaban en la piel por los inútiles intentos de soltar amarras. Kat, viendo lo que le esperaba comenzó a gritar... inútil. Solo respondió un brutal estrechamiento del cableado que la sujetaba que sajó sus doloridas carnes.
Tonet no pudo menos que lamentar que su madre en aquel día aciago - para ella- no quisiera montarse la juerga con él a solas puesto que hubiera disfrutado con ese cuerpo todavía en muy buen uso. Comenzaba a sentirse profundamente excitado y esperaba que Arius le dejara tocar un poco el instrumento. Se inclinaron sobre el pecho derecho donde Arius con un bisturí pinchó el borde justo del pezón y con un movimiento lento trazó un circulo a su alrededor, ajustado perfectamente a su contorno. Después con pinzas minúsculas sujetó éstos y comenzó a estirar cortando los lazos mamarios por debajo con el estilete. La desgraciada chillaba como una posesa, mientras Arius exhibía el trofeo. Tonet se excitó tanto que se inclinó y mordió el muñón sanguinolento arrancándolo tras un dolorosísimo forcejeo, y después lo escupió porque detestaba la carne poco hecha. El chamán se inclinó después sobre la axila derecha de Kat; practicó una incisión un cm. por encima de la parte vellosa y de un milímetro de profundidad, y trazó una curva por encima abarcando todo el costado y la teta incluyendo el pezón despellejado. Después otra por debajo hasta las costillas. Marcó una nueva incisión cerrando la zona por donde se encontraba el cable pectoral. Kat seguía aullando. De idéntica forma puso las pequeñas pinzas alrededor del perímetro y fue arrancando el área poco a poco, muy lenta y dolorosamente, hasta que salió limpia con un agujero central donde había estado la piel del mugrón. Kat se orinó.
Sin pausa repitieron la operación en el lado izquierdo de la ex-reina que, a esas alturas era un cuerpo rojo de sangre, y resultaba difícil explicar como resistía sin perder la consciencia. Además, su cabeza reposaba sobre una protuberancia y podía ver todo lo que estaban haciendo el virtuoso de su médico y su hijo, que después la tomaron con el ombligo que, no solo seccionaron a nivel de epidermis, sino que Arius extirpó profundamente como si fuera el corazón de un tomate entre estertores de la propietaria, pues era de la teoría de que lo que había sido el cordón umbilical tenía poderes curativos. La edad de Kat la libró - es un decir- de que le despellejaran el vientre inmediatamente. El objetivo ahora era su voluminoso sexo. Cortó el triángulo situado entre las ingles, desde ese territorio tan apetitoso situado entre el ojete y la higa, hasta la arruga superior que separa el monte de Venus de la barriguita. Aquí los desenfrenos pasados hicieron que el corte no fuera tan limpio y quedaron pelos sin extirpar, y eso que con el bisturí había dejado todo el interior maltrecho fuera de la extracción cutánea. Tonet tenía ya en ese momento un cipote de 30 centímetros que exhibía dando golpes en la cara atormentada de su madre, que intentaba sin éxito cazarla de un mordisco. Después se llevaron por delante el interior de los muslos así como los tejidos blandos de los costados. Como debían darle la vuelta al cuerpo para buscar nuevos lugares, para no dejar sitios indoloros pues por puro vicio arrancaron a jirones sin cuidado ni instrumento alguno - con sus propias manos- toda la piel que quedaba en el vientre. Después soltaron la presión de los cables sin temor, puesto que Kat, aunque totalmente consciente ya no podía moverse.
Le dieron la vuelta poniéndola boca abajo, volvieron a sujetar su cintura a la mesa y sus muslos y rodillas a sus extremos articulados, abriendo a tope su mecanismo dislocando las articulaciones de Kat que soltó un estertor. Toda la raja quedaba a la vista, aunque Arius puso una especie de pinzas en ambos mofletes, clavándolas en la molla un par de centímetros y sujetando el otro extremo de idéntica forma en los costados. Como se había acumulado grasa en ellos, tuvo que clavarlos con un martillo hasta el fémur para poder tensar la piel adecuadamente. Kat ya solo podía gemir. A la vista del ojete exageradamente abierto, Tonet que estaba en celo subido pidió a su compinche encular a su madre a lo que este se negó por necesitar el órgano en las mejores condiciones posibles, ya que andaba un tanto escaso de material. Sacó una especie de tubo articulado de metal brillante con la punta redondeada que ocultaba una sierra circular y lo introdujo poco a poco por el ano de la víctima hasta que estimó suficiente la profundidad deseada; a continuación tomó el bisturí cortando de abajo arriba desde la parte ya despellejada por las ingles abarcando todas las partes blandas hasta la rabadilla donde coincidieron ambas incisiones. Puso en marcha el mecanismo metálico y se oyó un ruido agudo y un nuevo - inexplicable por su estado pero lógico por lo que acababa de ocurrir- grito de la torturada. Después de unos segundos paró la sierra y la sacó; la sangre apenas brotó.
- Menos mal, comentó Arius, ya que haber salido a borbotones hubiera significado la muerte casi inmediata y se hubiera terminado la diversión.
Inmediatamente introdujo el brazo por el esfínter palpando en su interior hasta encontrar el corte y con sus diestras uñas fue arrancando el recto poco a poco hasta sacarlo vuelto del revés enterito, tras lo cual desolló el exterior en la forma ya contada. Contento con el resultado dio por finalizada la primera fase, insinuando a Tonet que la vagina estaba intacta aunque se debería dar la vuelta al cuerpo para una mejor y más divertida penetración.
- ¿Divertida preguntó el príncipe?. Ya verás, contestó Arius.
Se tomaron su tiempo amartillando en la espalda unos clavitos procurando hacerlo evitando la columna vertebral, buscando en las intercostales, aunque alguna costilla si que rompieron. Después desataron y pusieron a Kat boca arriba, con lo que los clavos se hundieron un poco mas para mayor goce de la afortunada. Abrieron las piernas dislocadas ya sin resistencia, y Tonet se preparó para introducir sus 30 centímetros en el casi imperceptible agujero, al que manguearon con agua previamente. Metió la punta y comenzó a forzar mas y más hasta que Arius lo hizo parar.
- Ahora verás: hincó el bisturí muy suavemente desde la polla de Tonet hacia arriba como si practicara una cesárea, lentamente... barriga arriba hasta llegar al esternón - con Kat con los ojos fuera de órbitas sin fuerza ni para gemir -, para después pedir a Tonet que continuara. Este siguió adelante-atrás, una y otra vez, el cacharro llegando a tope, golpeando su vello púbico lleno de sangre contra lo que había sido el turbador abultamiento superior de la vulva, hasta que sucedió: la pared muscular no resistió y la reina Kat se abrió en canal como una granada. Toda la cavidad abdominal explotó al ceder los músculos por la sabia incisión, y los órganos internos, quedaron al descubierto. Los intestinos salieron fuera desparramados... y con Kat que seguía viva y consciente!!.
Como no pudo consumar el acto - y ya empezaba a estar harto- se arrodilló sobre la cabeza de su madre y le golpeó una y otra vez mientras le metía la polla por la boca. Kat hubiera deseado conservar algún resquicio de fuerza para morderla pero fue inútil. Se encontró con una catarata de semen que casi la ahoga. Después de esto ambos benefactores se retiraron satisfechos.
Aunque parezca mentira lo que quedaba de la reina permaneció viva durante casi tres días. Arius se había superado a sí mismo. Afortunadamente para ella a partir de la corrida empezó a perder la consciencia a ratos. Cuando la recuperaba se veía a sí misma reflejada en un espejo situado sobre ella que el médico había mandado colocar para disfrute de la yacente, convertida en un despojo irreconocible, y deseaba la llegada de la muerte de una vez. Su último pensamiento fue para su tíabuela a la que envidió como nunca había envidiado a nadie. Sus restos fueron clavados en estacas en lo más alto de la fortaleza, para alimento de buitres leonados, y un cadáver desconocido hábilmente camuflado por el genial Arius ocupó su lugar en el panteón.
Y después de este capítulo un tanto gore, pasemos a la crónica siguiente.