Cronicas de aragonia i

Se cuentan los sucesos que tuvieron lugar tras la muerte de los reyes Pirrín y Kat durante la regencia previa a la coronación de Tonet III, una época convulsa del Mundo Conocido

No es posible establecer exactamente este relato en el tiempo, ya que todos los datos se perdieron al irse a la mierden los ordenatas con el gran cataclismo. Tan solo decir que las cosas que aquí se cuentan solo fueron posibles en él. Tampoco puede decirse donde. Puede recordar muchos lugares conocidos o soñados. Que cada cual sea capaz de imaginarlo, pero el que sea tan burro de no reconocer al Mare Nostrum, mejor no siga. Allí, en el denominado Mundo Conocido utilizaban el sistema métrico decimal, el calendario Juliano, casi nunca llovía (excepto del Ríu Gran para arriba, y poco), y hacía calor. Habían desaparecido la mayoría de los virus y las bacterias malignos, y el único peligro era exponerse mas allá de la línea de contaminación. En pocos minutos kaputen.

Tonet, principe heredero de Aragonia, el más grande, próspero y poblado reino del Mundo Conocido, acababa de quedarse huérfano. Estaba solo puesto que no habían más clones ni hermanos de su especie. Bueno, decir solo tan solo era un decir. Tenía a su tío político Ibnrazin que era el Virrey en Penyscolatum, algo de familia lejana en Al-Andalus (las colonias del Sur) y a mas de 1500 servidores repartidos por el espléndida fortaleza-palacio real del Castell en la capital Murusbiter, y por otros12 palacios y 20 quintas patrimonio del estado. Tenía 18 años pero no sería Rey hasta que así lo decidiera su tutor el Virrey Ibnrazin. Vamos a contar las cosas que pasaron.

El padre de Tonet, el Rey Pirrín, vicioso donde los haya, no tenía bastante con los fornidos y bien dotados esclavos de su harén, por lo que solía utilizar mutantes de diferentes especies, pero con el denominador común de poseer vergas gigantescas. Despreciaba a los nobles equinos después de que un precioso alazán se negara a forniciarlo. Pero con el vicio llegó su perdición ya que una septicemia provocada por un desgarro del recto acabó con su existencia, a pesar de los ímprobos esfuerzos de Arius, el sabio chamán y amigo de Pirrín, discípulo dilecto y favorito del gran Druida Gabielo, del que se decía que resucitaba a los muertos. Su madre, la reina Kat no lo lamentó demasiado puesto que tenía sus propias maneras de disfrutar y no le hacía puñetera falta el ganso de su marido.

En fin, que tras unos breves funerales y el castigo al pobre mutante, el palacio volvió a la normalidad cotidiana para gozo y disfrute de la reina y de Tonet que empezaba a hacer pinitos en el asunto del sexo y de sus añadidos.

Su madre le proporcionaba de vez en cuando las esclavas más dóciles de su harén personal, ya que Kat le daba a todo. A pesar de eso Tonet odiaba a su madre. Había nacido de una inseminación paterna con Iar, la esclava  de piel más clara entre las hembras hiperC. Su padre lo había querido así por consejo de Arius que pronosticó excelentes resultados de la unión. El tiempo le daría la razón como más adelante veremos.  Kat, mujer hiperC también, no poseía la capacidad reproductora de Iar y tenía la tez bastante más oscura. A pesar de eso le tenía cierto aprecio a su hijo por aquello del roce y le invitaba a veces a participar con ella en sus asuntos del sexo por iniciarlo en sus prácticas más bien oscuras. Ese era uno de los motivos del desapego; a Tonet no le gustaban los tíos y en las orgías de Kat los había en cantidad. De hecho ella era la única hembra en ejercicio, aparte de sus esclavas a las que torturaba como regocijo visual de acompañamiento. Kat era la vedette de la fiesta, tan docente como dicente. Cuando era ella la que sacudía, como buena hembra hiperclitoriana, manipulaba sabiamente su órgano sexual para hacerlo crecer hasta unos honrosos 9 centímetros, y se lo hacía a los culos de los maromos. Todo ello asqueaba profundamente a Tonet. Solo soportaba el espectáculo añadido de ver los cuerpos de las pobres jovenzuelas heridos por el látigo.

Tonet no era ni guapo ni alto ni puñetera falta que le hacía. Tardó tiempo en desarrollar sus espléndidos órganos de goce. Un día Kat le observó escondida mientras él manoseaba su juguete. Fue entonces cuando su madre comenzó a fijarse en los albedríos de su espléndido cipote. Tomó nota para estar debidamente informada cuando llegara el momento. No tardó en ocurrir y sería Moá, una de las esclavas del harén que ejercía de espía de la reina cuando funcionaba por los aposentos de Tonet, la que vería con sus propios ojos - todos ellos- la promesa que tenía entre las piernas. Tonet la había despertado en plena noche excitado por un sueño. La pobre Moá tuvo la desgracia de acudir a ver qué pasaba. Tonet, cabreado, la hizo atar al  poste de castigos del patio y la había azotado personalmente con una vara de bambú en sus nalgas. Su vagina y ano aparecían enrojecidos ante sus ojos lo que puso en marcha el mecanismo típico de los hiperP puros y de buena casta. Su pene creció hasta alcanzar los 18 centímetros — que para su corta edad no estaba nada mal— al mismo tiempo que la opresión del deseo ahogaba su pecho. Se acurrucó y mordió con fuerza los labios vaginales sintiendo el líquido caliente de la sangre sobre sus labios. Siguió mordiendo los muslos, los mofletes, el clítoris... mientras su verga ya llegaba a los 22 centímetros de largo y 6 de diámetro, y su lengua en paralelo se iba alargando y transformando en bífida. Luego la penetró por el ano con violencia sintiendo lo que nunca había sentido, mientras Moá gemía de dolor. Gracias a que tenía experiencia y su esfínter había adquirido gran elasticidad no sufrió daños de consideración, lo que le permitió no perder el conocimiento y seguir aguantando el mamporro de nuestro héroe por vía vaginal. Como había parido y la figa -a su pesar- estaba rezumando líquido placentero aguantó el embate mas o menos hasta que hizo tope con el estrechamiento preuteral, con la fortuna de que Tonet se arrugó, todavía inexperto e inconsciente de las posibilidades de que su verga pudiera reventar todo lo que pillara a su paso. Así que volvió a sacarla para volverla a introducir en la boca de Moá donde, apenas rozó su lengua, explotó como una manguera con el semen amarillo de los primerizos per tot arreu.

Agotado y sorprendido por la experiencia, empapado de sudor, se sumergió en la piscina a la luz turbadora de las dos lunas que asomaban por la terraza de sus aposentos. Se durmió plácidamente.

Cuando la espía Moá se recuperó fue con el cuento a la reina Kat que de invitarlo amablemente a sus bacanales sexuales pasó a obligarlo sin contemplaciones con el fin de aprovecharse de sus atributos, lo que consiguió en una sola ocasión. Sería la última. Tonet tuvo que sodomizar a su progenitora bajo la amenaza de la temida vara nudosa. A pesar de que Kat de 58 años era una mujer todavía atractiva sin excesivos descuelgues o pieles de naranja gracias a las pócimas del sabio Arius, la presencia de los efebos y monstruos habituales inhibía a Tonet, así que su mágica polla apenas hizo mella en el generoso agujero de la reina a pesar de los esfuerzos del pobre Tonet. Aquella, furiosa, contuvo las ganas de azotar a su hijo, mas por miedo a su futura venganza cuando hubiera cumplido la edad para ser rey, que al cariño que pudiera profesarle. Recordaba el caso de su tíabuela que tuvo que soportar en el potro de tortura la cruel venganza de un sobrino suyo por un caso similar. Así que le echó de la fiesta y se consoló con un elúmen de lengua gigantesca que le hizo penetrar hasta casi el intestino grueso. Aquella noche Tonet decidió que los días de su madre estaban contados.

Preparó su venganza en la forma habitual, mediante la traición. Encomandita con su adorado Arius que odiaba secretamente a Kat por sus anteriores desprecios a su amigo el Rey y a él mismo, introdujeron en el recto de Abdul, uno de los favoritos del harén, una cuchilla que actuaría al apretar el culo de forma adecuada, y que no advertiría Kat hasta que fuera demasiado tarde. A Abdul le prometieron que una vez consumado el acto sería obsequiado con su novio platónico Amio, gay como él, como premio. Joder entre esclavos sin permiso estaba penado con la muerte lenta

Kat parecía demasiado relajada y los planes comenzaron a correr peligro, puesto que el artefacto impedía cagar a Abdul, y este ya llevaba seis días sin hacerlo gracias a un fármaco de Arius, y no podía retrasarse mas la natural evacuación, además de que reiniciar la operación podía tener problemas por los espías de la reina. Hasta que un buen día, después de despachar algún asunto de estado, la reina se dirigía hacia sus aposentos por el jardín oeste del palacio y vio a unos niñitos angelicales de la servidumbre hacer de las suyas a una niñita de pelo rubio y tez muy clara. Inmediatamente a Kat le salió la vena pedófila y se dispuso a montar una pequeña celebración.

Esta tuvo lugar inmediatamente en su piscina privada, llena de leche de yegua árabe, donde se introdujeron ella, cuatro efebos - entre ellos Abdul- y dos mutantes. Mientras en el escenario habitual hizo traer a los esclavitos para que siguieran con lo suyo. Kat fue penetrada y lamida una y otra vez por delante, detrás y boca, corriéndose tantas veces que ya se podía temer que la cosa pudiera terminar así, hasta que - la tradición es la tradición- decidió terminar la juerga sacándose la polla: metió sus dedos en la vagina, rascó con su larga uña en donde ella - y solo ella- sabía, y comenzó a crecer su clítoris de entre los colgajos interiores, muy rápidamente por la excitación, con su característico color rojizo y liso para, una vez llegado a su tope, ensanchar la punta hasta adquirir la forma  del glande de los tíos pero sin agujero. Como era previsible eligió al suave Abdul para ser ensartado, gracias a que tenía el esfínter muy estrecho y con hemorroides. Mientras un bicho le metía la lengua por su culo, le empitonó y le dio una sacudida brutal, solo dulcificada por el líquido que los mojaba. La sangre comenzó a brotar por una almorrana lo que dio mas ánimos a Kat para el mete-saca. El esclavo del arma escondida esperó su momento, y cuando la viciosa estaba a punto de estallar - justo cuando mayor sería el daño- cerró su culo.

Un grito desgarrador acompañó a la expulsión hacia atrás de la mujer y su enculador sátiro por la presión de la sangre. Ambos cayeron de espaldas al fondo de la piscina. Él desangre tenía tal fuerza que de la superficie blanca emergía un gran géiser rojo. Cuando acudieron en su ayuda Kat estaba casi desangrada. Tonet se dirigió al pobre Abdul y le cortó la cabeza limpiamente con una katana (según Arius de samurai en un antiguo país llamado Japón) que le suministró el chamán. Muerto el perro se acabó la rabia. Arius se llevó a su sanatorio a la moribunda anunciando que en cuestiones del rojo líquido poco podía hacerse. El palacio entero estaba consternado.

Mandaron llamar rápidamente a Ibnrazin y al resto de la parentela y notables de su casta que acudieron lo más rápidamente que los tiempos permitían. La reina Kat duró dos días y medio, justo tras la llegada del tutor y tío de Tonet. Inmediatamente se preparó el cortejo fúnebre con el cadáver embalsamado  por Arius, y que ofrecía un magnífico aspecto, hasta Morellusveturus, en cuya Fortaleza-palacio se encuentra el panteón del clan. Allí se honró a Kat con unos grandes funerales. Con el traslado del lustroso cadáver al panteón, situado dentro del mismo palacio, terminó la fiesta - ¡ y la primera parte de la venganza de Tonet!.

continuará...